Buena Mano Quotes

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—¿Por qué sigues creyendo en Dios? ¿No estás enfadada con Él por todas las cosas malas que te han pasado? Ella interrumpió lo que estaba haciendo y se volvió hacia él. Gabriel parecía muy infeliz. —A todo el mundo le pasan cosas malas. ¿Por qué iba a ser yo distinta a los demás? —Porque eres buena. Ella se miró las manos. —El universo no se basa en la magia. No hay unas reglas para las personas buenas y otras para las personas malas. Todo el mundo sufre en un momento u otro. Lo importante es lo que haces con tu dolor, ¿no crees?
Sylvain Reynard (Gabriel's Rapture (Gabriel's Inferno, #2))
Ili mu se sve to pričinjavalo od viška literature i manjka života?
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
No lo creo todavía estás llegando a mi lado y la noche es un puñado de estrellas y de alegría palpo gusto escucho y veo tu rostro tu paso largo tus manos y sin embargo todavía no lo creo tu regreso tiene tanto que ver contigo y conmigo que por cábala lo digo y por las dudas lo canto nadie nunca te reemplaza y las cosas más triviales se vuelven fundamentales porque estás llegando a casa sin embargo todavía dudo de esta buena suerte porque el cielo de tenerte me parece fantasía pero venís y es seguro y venís con tu mirada y por eso tu llegada hace mágico el futuro y aunque no siempre he entendido mis culpa y mis fracasos en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido y si beso la osadía y el misterio de tus labios no habrá dudas ni resabios te querré más todavía.
Mario Benedetti
LOS NADIES Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano (The Book of Embraces)
Aplaudo hasta que mis manos arden. Aplaudo como si haciéndolo pudiera alargar la noche, como si pudiera transformar la Noche de Reyes en una noche de veinticuatro horas. Aplaudo para poder aferrarme a este sentimiento. Aplaudo porque sé lo que sucederá cuando me detenga. Es lo mismo que pasa cuando apago una muy buena película —una en la que me he sumergido— que es ser lanzada de regreso a mi propia realidad y un vacío se instalará en mi pecho. Algunas veces, miraré una película una y otra vez para recuperar esa sensación de estar dentro de algo real. Lo cual, lo sé, no tiene sentido.
Gayle Forman (Just One Day (Just One Day, #1))
Cuánto anhelé poder convertirme por unos instantes en cualquiera de las personas que tuviesen la buena fortuna de seguir una sola de tus órdenes; cuánto hubiese querido ser yo quien pudiese sostener tu mano, y robar tu atención unos segundos para recibir la bendición de la noche de tus ojos.
Carolina Andújar (Vampyr (Carmina Nocturna, #1))
Querer ganar en el juego sin ninguna carta en la mano, ni buena ni mala. Sin ánimos, tampoco, de ser espectadora. Sin ánimos, ni siquiera eso, de confesarme que me hastían el juego, las cartas, los jugadores y los espectadores.
Alejandra Pizarnik (Diarios)
Tomé una respiración profunda, me adelanté y le tendí una mano. Puck parpadeó, entonces muy en serio extendió la mano y agarró la mía, apretándola fuerte, mientras yo hacía lo mismo. —Buena suerte —dije en voz baja, reuniéndome con sus ojos. Él sonrió, no una de sus sonrisas lascivas, burlonas, una real. —Tú también, Ash.
Julie Kagawa (The Iron Knight (The Iron Fey, #4))
Era hermosa porque era buena. La cogió de la mano. Ella se acostó a su lado y él sintió su calor, sintió su tierno pecho, los hombros, el cabello. Le parecía sentir todo aquello no despierto sino en sueños: despierto, nunca había sido feliz.
Vasily Grossman (Forever Flowing)
Se esfuerza tanto en buscar la parte buena de la gente que pasa por alto el cuchillo que llevan en la mano. —E incluso entonces, se echaría a sí mismo la culpa de que la gente llevara ese cuchillo y se disculparía por ser un blanco tan tentador.
Alexandra Bracken (The Darkest Minds (The Darkest Minds, #1))
Analiza la cuestión, ¿cómo pretendes que sea un ser agradable si soy un monstruo, o que sea generoso con los demás, si se muestran implacables conmigo? Si tú me arrojases a uno de esos barrancos helados, o me destrozaras con tus manos, ¿verdad que no lo considerarías un crimen? Y yo me pregunto, ¿por qué debo de respectar al que me desprecia? Haz que el hombre, en vez de odiarme, me acepte y me enseñe sus bondades, y serás testigo de todas las cosas buenas que soy capaz de hacer por vosotros.
Mary Wollstonecraft Shelley (Frankenstein)
Llévate mi bendición y graba en tu memoria estos principios: no le prestes lengua al pensamiento, ni lo pongas por obra si es impropio. Sé sociable, pero no con todos. Al amigo que te pruebe su amistad sujétalo al alma con aros de acero, pero no embotes tu mano agasajando al primer conocido que te llegue. Guárdate de riñas, pero, si peleas, haz que tu adversario se guarde de ti. A todos presta oídos; tu voz, a pocos. Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo. Viste cuan fino permita tu bolsa, mas no estrafalario; elegante, no chillón, pues el traje suele revelar al hombre, y los franceses de rango y calidad son de suma distinción a este respecto. Ni tomes ni des prestado, pues dando se suele perder préstamo y amigo, y tomando se vicia la buena economía. Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo...
William Shakespeare (Hamlet)
-¿Porque no hablas? ¿Te parecen buenas las condiciones que pone? -Sí, María. ¿Y cuáles son las tuyas en pago de tanto bien? -Una sola. -Dila. -Tú la sabes. -Sí, sí; pero hoy si debes decirla. -Que me ames siempre así, respondió, y su mano se enlazó más estrechamente con la mía.
Jorge Isaacs (María)
Con la moneda en mi mano, aplaudo. Aplaudo hasta que mis manos arden. Aplaudo como si haciéndolo pudiera alargar la noche, como si pudiera transformar la Noche de Reyes en una noche de veinticuatro horas. Aplaudo para poder aferrarme a este sentimiento. Aplaudo porque sé lo que sucedería cuando me detuviera. Es lo mismo que pasa cuando apago una muy buena película una en la que me he sumergido que es ser lanzada de regreso a mi propia realidad y un vacío se instalará en mi pecho. Algunas veces, miraría una película una y otra vez para recuperar esa sensación de estar dentro de algo real. Lo cual, lo sé, no tiene sentido.
Gayle Forman (Just One Day (Just One Day, #1))
La experiencia es buena cuando viene de la mano del vigor; después, cuando el vigor se va, uno pasa a ser una decorosa pieza de museo, cuyo único valor es ser un recuerdo de lo que se fue. La experiencia y el vigor son coetáneos por muy poco tiempo. Yo estoy ahora en ese poco tiempo. Pero no es una suerte envidiable.
Mario Benedetti (La tregua)
-No voy a dejar que hagas esto –dije. -No me vas a detener.-Su voz era baja, ahora. Indescriptiblemente sexy. Mis ojos revolotearon cerrándose. –Como el infierno que no lo haré –le susurre-.Podría matarte. - Entonces moriría feliz. - No es gracioso. - No estoy bromeando. Abrí los ojos y me centre en los suyos. –Sería más feliz sin ti –le mentí tan convincentemente como pude. -Es una lastima. –La boca de Noah se curvó en la media sonrisa que yo amaba y odiaba tanto, a pocos centímetros de mi ombligo. Mi cabeza estaba nublada. –Se supone que debes decir. “Todo lo que quiero es tu felicidad. Voy a hacer lo que sea, incluso si eso significa estar sin ti.” - Lo siento –dijo Noah-. No soy tan buena persona. –Sus manos subieron por el costado de los vaqueros, a mi cintura. Las yemas de sus dedos razonaron la piel justo debajo de la tela de mi camisa. Traté de calmar mi pulso y fallé. - Me quieres –dijo Noah simplemente, en definitiva-. No me mientas. Lo puedo escuchar. - Irrelevante –suspiré.
Michelle Hodkin (The Unbecoming of Mara Dyer (Mara Dyer, #1))
Mi sueño es agitado. Mis nervios están desquiciados. Mi piel está seca. Mi cabello cae. Mis ojos están apagados. Las uñas de mis manos y mis pies están quebradizas. Estoy envejeciendo. Comienzo a no encontrar gusto en cosa alguna. Empiezo a aburrirme de las cosas buenas, como me aburro de las malas. Estoy muriendo. Estoy muriendo y no tengo hijos.
William Saroyan (Rock Wagram)
Cuestiona todo lo que leas, no des como real sin confirmar todo lo que oigas, no aplaudas los "triunfos" sin saber si fueron ganados en buena lid, no dejes que tus manos se lleven objetos u otros elementos de casas ajenas, eso es robo. Tratar a los desconocidos con la mayor cortesía y presteza, no quiere decir ser servil y entregarlo todo al primer instante.
Eladio Uribe (Reflexion-Reaccion-Accion: 365 reflexiones para el cambio (Spanish Edition))
Tienes todas las posibilidades del mundo en las palmas de tus manos. Fadumo Dayib
Elena Favilli (Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes: Diversión y aventuras (Libro para Colorear): Diversión y aventuras (Spanish Edition))
Querer bien va de la mano del querer mal, y yo no consigo, no consigo concentrarme alrededor de ninguna buena voluntad
Elena Ferrante (The Story of the Lost Child (Neapolitan Novels, #4))
Unos cazan la dote y otros el capital, aquellos pescan conciencias y estos venden a sus víctimas atadas de pies y manos. El que regresa con el morral lleno es respetado, festejado, aceptado en la buena sociedad.
Honoré de Balzac
Yo solía amar el océano. Todo en ella. Sus arrecifes de coral, sus blancas crestas, sus rugientes olas, las rocas que besan, sus leyendas de piratas y las colas de sirena, Tesoros perdidos y tesoros guardados... Y TODO De sus peces En el mar. Sí, solía amar el océano, Todo sobre ella. La forma en que me cantaba al dormir mientras yo estaba en mi cama Luego me despierta con fuerza Que yo pronto llegué a temer. Sus fábulas, sus mentiras, sus engañosos ojos, Me iría de su sequía Si me importara lo suficiente. Yo solía amar el océano. Todo en ella. Sus arrecifes de coral, sus blancas crestas, sus rugientes olas, las rocas que besan, sus leyendas de piratas y las colas de sirena, tesoros perdidos y tesoros guardados... Y TODO De sus peces En el mar. Bueno, si alguna vez has intentado navegar tu velero a través de sus tempestuosos mares, te darás cuenta de que sus blancas crestas son tus enemigos. Si alguna vez has tratado de nadar hacia la orilla cuando con tu pierna acalambrada y acabas de consumir una gran cena de hamburguesas en In-n-Out27 que te está ahogando, y sus rugientes olas están golpeando el aire fuera de ti, llenando tus pulmones con agua como del mayal sus brazos, tratando de conseguir la atención de alguien, pero tus amigos ¿sólo saludan con la mano de nuevo a ti? Y si alguna vez has crecido con sueños en tu cabeza acerca de la vida, y cómo uno de estos días serías pirata de tu propia nave y tendrías tu propio equipo y que todas las sirenas Te amarían sólo ¿a ti? Bueno, te darás cuenta... Como yo eventualmente me di cuenta... ¿Que todas las cosas buenas de ella? ¿Todo lo bello? No es real. Es falso. Así que sigue con tu océano, Yo me quedo con el Lago.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
¿Cómo está el chaval? Había luchado contra un demonio por mí. Acababa de salvarme la vida, pero se comportaba como si no le importara nada en el mundo. —Está bien —le dije, sacudiendo la cabeza—. Un poco traumatizado, pero está en buenas manos. Es sordo. —Lo sé. —¿Cómo? —pregunté sorprendida. —Te vi hablar con él durante un rato. Apreté los labios. —Acosador —le dije después. —Chalada. Ahogué una exclamación. —Neandertal. —Chiflada. —Gorila. Psicópata. ¿Cómo afectaría aquel repertorio de insultos a mi estabilidad mental? Fruncí el ceño y me incliné hacia él. —Demonio. Reyes enredó un dedo en el dobladillo de mi camiseta y tiró para acercarme a él.
Darynda Jones (Fourth Grave Beneath My Feet (Charley Davidson, #4))
Entre jadeos, Chikondi y yo llegamos hasta ellos y nos pusimos a su lado. Apoyé el casco en su hombro. Él le dio la mano a Elena, que la aceptó de buena gana. Nos convertimos en una molécula, con sus distintos componentes unidos mediante enlaces naturales.
Becky Chambers (To Be Taught, If Fortunate)
amor como el mejor remedio: dar amor a manos llenas. Hay que olvidar agravios y sacudirse la negatividad; se requiere más energía para el rencor y la ira que para perdonar. Y la clave de la felicidad es perdonar a los demás y perdonarse a sí misma. Los últimos
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
Oh, podrás pensar que no soy bonito, pero no juzgues por lo que ves. Me comeré a mí mismo si puedes encontrar un sombrero más inteligente que yo. Puedes tener bombines negros, sombreros altos y elegantes. Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts y puedo superar a todos. No hay nada escondido en tu cabeza que el Sombrero Seleccionador no pueda ver. Así que pruébame y te diré dónde debes estar. Puedes pertenecer a Gryffindor, donde habitan los valientes. Su osadía, temple y caballerosidad ponen aparte a los de Gryffindor. Puedes pertenecer a Hufflepuff, donde son justos y leales. Esos perseverantes Hufflepuff de verdad no temen el trabajo pesado. O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw, si tienes una mente dispuesta, porque los de inteligencia y erudición siempre encontrarán allí a sus semejantes. O tal vez en Slytherin harás tus verdaderos amigos. Esa gente astuta utiliza cualquier medio para lograr sus fines. ¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo! ¡Y no recibirás una bofetada! Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga). Porque soy el Sombrero Pensante.
J.K. Rowling (Harry Potter and the Sorcerer's Stone (Harry Potter, #1))
Un día perfecto, para mí, es así -Morales se permitió una mínima gesticulación con las manos, como si bosquejara la acción de una película que pensase dirigir-: Una mañana cargada de nubarrones, unos cuantos truenos, y una buena lluvia de todo el día. No digo un aguacero, porque los imbéciles solares se quejan el doble si la ciudad se llena de agua. No, alcanza con una lluvia pareja que dure hasta la noche. Hasta la noche tarde, eso sí. Para que uno pueda dormirse con el ruido de las gotas. Y si podemos agregarle de nuevo unos truenos, mejor.
Eduardo Sacheri (The Secret in Their Eyes)
A las chicas se les ordena que callen desde que son niñas. No montes un numerito. Sé buena. No levantes la mano. No digas lo que piensas. No hagas muecas. No te llenes de barro. No seas tonta. Suelta a esa paloma. No te mojes el pelo. Deja de hacer ruido. Aléjate de ese perro. No se nos anima a expresarnos.
Bridget Christie (A Book for Her)
Querer bien va de la mano del querer mal, y yo no consigo, no consigo concentrarme alrededor de ninguna buena voluntad. La maestra Oliviero tenía razón, soy mala. Ni siquiera sé mantener viva la amistad. Tú eres amable, Lenù, has tenido mucha paciencia conmigo. Pero esta noche lo he comprendido de un modo definitivo: siempre hay un solvente que actuando despacio, con un calor dulce, lo deshace todo, incluso cuando no hay terremoto. Por eso, por favor, si te ofendo, si te digo cosas feas, tú tápate los oídos, no quiero hacerlo y pese a todo lo hago. Por favor, por favor, ahora no me dejes, que, si no, me vengo abajo.
Elena Ferrante (The Story of the Lost Child (Neapolitan Novels, #4))
Es curioso cómo el destino se encarga de truncar nuestros planes. Cada vez que conseguimos una victoria y avanzar más en nuestro camino, la caída es más alta y dolorosa. Es tan cruel que cuando te otorga algún beneficio, luego te lo arrebata de la peor manera posible. No importa que te agarres a un clavo ardiendo si así crees que conseguirás mantener algo bueno en tu vida, pues al final siempre consigue que lo sueltes con las manos quemadas y sin posibilidad de recuperación. Algo parecido a lo que ocurre con el corazón cuando lo exponemos con toda nuestra buena fe y termina destrozado. Es incapaz de sanar por sí mismo, por mucho que nosotros intentemos que así sea.
R. Crespo (Ritual (Tentaciones, #1))
—Soy la mejor —murmuró Elena a la mañana siguiente, cuando salió del taxi frente al magnífico edificio de la Torre del Arcángel—. Soy la mejor. —Oiga, señorita, ¿piensa pagarme o se va a quedar ahí hablando entre dientes todo el día? —¿Qué? ¡Ah! —Sacó un billete de veinte dólares, se inclinó hacia delante y lo aplastó contra la mano del taxista—. Quédese el cambio. El ceño fruncido del tipo se transformó en una sonrisa. —¡Gracias! ¿Qué, hoy tiene una buena caza por delante? Elena no le preguntó cómo había sabido que era una cazadora. —No, pero tengo altas probabilidades de enfrentarme a una muerte horrible en las próximas horas. Tengo que hacer algo bueno para intentar acabar en el paraíso.
Nalini Singh (Angels' Blood (Guild Hunter, #1))
Un hombre de la Tierra piensa: «En ese cuadro no hay realmente color. Un físico puede probar que el color es sólo una forma de la materia, un reflejo de la luz, no la realidad misma». Un marciano, mucho más inteligente, diría: «Este cuadro es hermoso. Nació de la mano y la mente de un hombre inspirado. El tema y los colores vienen de la vida. Es una cosa buena».
Ray Bradbury (The Martian Chronicles)
—Bájalo de la cama, Lucía —dijo, acercándose con la intención de hacerlo. —Ni se te ocurra, Richard. Marcelo es muy sentimental, se ofendería. —Dormir con animales es peligroso. —¿Para qué? —La salud, para empezar. Quién sabe qué enfermedades puede… —Lo malo para la salud es lavarse las manos a cada rato, como haces tú. Buenas noches, Richard. —Como quieras. Buenas noches. Hora y
Isabel Allende (Más allá del invierno)
―Incluso tus pies son sexys -murmuró ella. ―¿Esa es tu parte preferida de mí? - preguntó él en voz baja tan cerca de su oído que la piel se le puso de gallina en el cuello. ―Deberías saber cuál es mi parte preferida de ti. ―¿La llamas La Bestia? Ella sonrió. Se imaginó que eso era lo que él pensaba. ―No, pero La Bestia está en el Top Diez. ―El Top Diez, ¿eh? -Brian le besó el borde la oreja. Un escalofrió le recorrió la columna. ―¿Son mis labios? Ella sacudió la cabeza. ―No, pero también están en el Top Diez. Con la lengua le rozó el punto pulsante bajo su oreja. ―¿La lengua? ―No. Mi Top Diez parece muy lleno. Él se echó a reír y la abrazó. ―Es obvio que son mis manos. -Brian las sostuvo frente a ella y flexionó los dedos. ―Equivocado de nuevo. Sin embargo es una buena suposición. ―De acuerdo, me rindo -dijo él. Myrna se dio vuelta para mirarlo. ―Es tu cerebro. Él cubrió la sorpresa con una sonrisa. ―Bueno, tengo que admitir que esa era la última parte que pensé que dirías. ―Controla todas tus otras partes. Es el responsable de tu increíble talento, tanto para la guitarra como en la cama.‖ Brian sonrió. Ella nunca descubriría porque necesitaba que lo completara cuando tenía groupies gritando por su piedad. ―Te hace decir cosas que me hacen reír y pensar. Te da esa dulce y romántica racha que trato de resistir. Tu personalidad, tu talento, tu corazón y tu alma. Lo que te hace ser tú. Todo eso está en tu asombrosa mente. No me malinterpretes. El cuerpo que tienes también es fabuloso. ―Creo que me estoy sonrojando.
Olivia Cunning (Backstage Pass (Sinners on Tour, #1))
Es necesario despenalizar el aborto, es decir, que no se castigue. Eso es diferente a legalizarlo, porque las leyes las impone el patriarcado y al legalizarlo el poder queda en manos de jueces, policías, políticos y otras estructuras masculinas. Como un paréntesis, puedo agregar que por la misma razón las trabajadoras sexuales no desean la legalización de la prostitución, sino la despenalización.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
La belleza abruma, encandila: nunca pude apartar los ojos de la belleza que mira, pero la mujer madura, como estas que se rozan las manos mientras hablan, o las mujeres llenas de vejez, suelen ser sólo buenas o grandes amigas, fieles confidentes, sabias consejeras. No me inspiran compasión (como tampoco yo me la inspiro), pero tampoco amor (como tampoco yo me la inspiro). Siempre lo joven y desconocido es más hechicero.
Evelio Rosero (The Armies)
Porque mi padre nunca llegaría a acabarse ese libro, nunca llegaría a empezar o acabar ningún libro más, nunca me vería graduarme de la universidad, nunca conocería al amor de mi vida, nunca me llevaría de la mano al altar, nunca me esperaría con un cigarro en el porche, nunca volvería a teclear sobre su vieja máquina de escribir, no dejaría los zapatos llenos de polvo y hollín en el recibidor, nunca volvería a reírse de mis cactus, nunca más dejaría las tazas de café acumuladas en la pila, nunca volveríamos a compartir esas historias de buenas noches que me contaba cuando era niña en cada viaje en coche, nunca cambiaría la emisora de la radio, nunca volvería a darme un beso demasiado sonoro delante de demasiada gente, nunca volvería a oírle decir «estoy orgulloso de ti», nunca volvería a escuchar mi nombre de de sus labios. Nunca volvería. Nunca.
Beatriz Esteban (Las voces del lago)
-Querida, necesitas una buena plancha.Yo tengo una de segunda mano que te puedo prestar. -Gracias pero no será necesario. -Para planchas estaba yo... -¿Seguro? Mira que si el jefe te ve con esas pintas... -Disculpa, Clara. Tengo prisa. -Lo que me faltaba, que aquella arpía manipuladora me mareara con sus comentarios. Le iba a planchar a ella la cara. -Claro, claro, ve. No vayas a llegar tarde. ¡Uy, qué tonta soy! Si ya lo haces.
Lorena Pacheco Fiérrez (La pata de cupido)
Comprendo que para una mujer joven puede ser un atractivo saber que uno es un tipo que vivió, que cambió hace mucho la inocencia por la experiencia, que piensa con la cabeza bien colocada sobre los hombros. Es posible que eso sea un atractivo, pero qué breve. Porque la experiencia es buena cuando viene de la mano del vigor; después, cuando el vigor se va, uno pasa a ser una decorosa pieza de museo, cuyo único valor es ser un recuerdo de lo que se fue.
Mario Benedetti (La tregua)
- ¿Cómo lleva a cabo la gente la ceremonia de la despedida, Jane? Enséñeme: no estoy al corriente. - Dicen adiós, o cualquier otra fórmula que prefieran. - Entonces, dígalo. - Adiós, señor Rochester, por ahora. - ¿Qué debo decir yo? - Lo mismo, si usted quiere, señor. - Adiós, señorita Eyre, por ahora. ¿Eso es todo? - Sí. - Me parece insuficiente, seco y frío. Me gustaría añadir algo más al ritual. Darnos la mano, por ejemplo; pero, no, tampoco me satisfaría. ¿Así que no piensa hacer más que decir adiós, Jane? - Es suficiente, señor; una sola palabra bien dicha puede contener tanta buena voluntad como muchas. - Probablemente. Pero es muy fría e inexpresiva, solo .
Charlotte Brontë (Jane Eyre)
(...) Sí, por las tardes, hacia las siete, le gusta encontrarse en un vagón de segunda mano del metro. La mayoría de los pasajeros son personas que regresan de sus trabajos. Se sienta entre ellos, trata de sorprender en sus caras el motivo de sus preocupaciones. Naturalmente, están pensando en lo que acaban de abandonar hasta mañana, sólo hasta mañana, y también en lo que les espera esta noche, lo cual les alegra o les preocupa aún más. Nadja se queda mirando fijamente algo definido: «Hay buenas personas». Más alterado de lo que quisiera mostrarme, ahora sí me enojo: «Pues no. Además tampoco se trata de eso. El hecho de que soporten el trabajo, con o sin las demás miserias, impide que esas personas sean interesantes. Si la rebeldía no es lo más fuerte que sienten, ¿cómo podrían aumentar su dignidad sólo con eso? En esos momentos, por lo demás, usted les ve; ellos ni siquiera la ven a usted. Por lo que a mí se refiere, yo odio, con todas mis fuerzas, esa esclavitud que pretenden que considere encomiable. Compadezco al hombre por estar condenado a ella, porque por lo general no puede evitarla, pero si me pongo de su parte no es por la dureza de su condena, es y no podría ser más que por la energía de su protesta. Yo sé que en el horno de la fábrica, o delante de esas máquinas inexorables que durante todo el día imponen la repetición del mismo gesto, con intervalos de algunos segundos, o en cualquier otro lugar bajo las órdenes más inaceptables, o en una celda, o ante un pelotón de ejecución, todavía puede uno sentirse libre, pero no es el martirio que se padece lo que crea esa libertad. Admito que esa libertad sea un perpetuo librarse de las cadenas: será preciso, por añadidura, para que ese desencadenarse sea posible, constantemente posible, que las cadenas no nos aplasten, como les ocurre a muchos de los que usted me habla. Pero también es, y quizá mucho más desde el punto de vista humano, la mayor o menor pero, en cualquier caso, la maravillosa sucesión de pasos que le es dado al hombre hacer sin cadenas. Esos pasos, ¿les considera usted capaces de darlos? ¿Tienen tiempo de darlos, al menos? ¿Tienen el valor de darlos? Buenas personas, decía usted, sí, tan buenas como las que se dejaron matar en la guerra, ¿verdad? Digamos claro lo que son los héroes: un montón de desgraciados y algunos pobres imbéciles. Para mí, debo confesarlo, esos pasos lo son todo. Hacia dónde se encaminan, ésa es la verdadera pregunta. De algún modo, acabarán trazando un camino y, en ese camino, ¿quién sabe si no surgirá la manera de quitar las cadenas o de ayudar a desencadenarse a los que se han quedado en el camino? Sólo entonces será conveniente detenerse un poco, sin que ello suponga desandar lo andado». (Bastante a las claras se ve lo que puedo decir al respecto, sobre todo a poco que decida tratarlo de manera concreta.) Nadja me escucha y no intenta contradecirme. Tal vez lo último que ella haya querido hacer sea la apología del trabajo.
André Breton (Nadja)
En un libro de Alfonso Karr, titulado "Am Rauchem", hay un hombre que sigue por la noche a una mujer muy elegante, de quien se ha enamorado a primera vista, tan bella es. Por besar la mano de esta mujer, se halla con fuerzas para emprenderlo todo, con voluntad para conquistarlo todo, con coraje para efectuarlo todo. No se atreve casi a mirar el tobillo coqueto que descubre ella a fin de no manchar su vestido al contacto del polvo. Mientras él sueña en todo lo que haría para poseer a esa mujer, ella le para en la esquina de una calle y le invita a subir con ella. Desvía él la cabeza, cruza la calle y vuelve muy triste a su casa. Recordé este estudio psicológico, y yo, que habría desea sufrir por aquella mujer, temía que me aceptara ella de buenas a primeras y me otorgara demasiado pronto un amor que, por mi parte, habría querido pagar con una larga espera o con un gran sacrificio.
Alexandre Dumas fils (La Dama de Las Camelias)
¡Bendita sea la influencia de un alma humana buena y cariñosa en otra! No calculable por el álgebra, no deducible lógica, sino misteriosa, eficaz y poderosa, como el proceso oculto por el que una semilla diminuta prende y, al brotar, se convierte en un tallo alto de hermosas hojas con una flor de pétalos brillantes. Las ideas son a menudo pobres fantasmas; nuestros ojos deslumbrados por el sol no pueden distinguirlas; pasan a través de nosotros como un ligero vaho, sin que advirtamos su presencia. Pero algunas veces son corpóreas; exhalan su cálido aliento sobre nosotros, nos tocan con manos suaves y sensibles, nos miran con ojos tristes y sinceros, y nos hablan en un tono cautivador; están envueltas en un alma humana, con todos sus conflictos, su fe y su amor. Y entonces su presencia es un poder, entonces nos sacuden como una pasión, y las perseguimos con dulce compasión, arrastrados por ellas del mismo modo que las llamas arrastran a las llamas.
George Eliot (Escenas de la vida parroquial)
Buena parte de la mitología que se desarrolla en torno a cada una de estas doctrinas, desde su liturgia hasta sus normas y sus tabúes, proviene de la burocracia que se genera a medida que evolucionan y no del supuesto hecho sobrenatural que las ha originado. La mayor parte de anécdotas simples y bonancibles, una mezcla de sentido común y folclore, y toda la carga beligerante que llegan a desarrollar proviene de la posterior interpretación de aquellos principios, cuando no tienden a desvirtuarse, a manos de sus administradores. El aspecto administrativo y jerárquico parece clave en su evolución. La verdad es revelada en principio a todos los hombres, pero rápidamente aparecen individuos que se atribuyen la potestad y el deber de interpretar, administrar y, en su caso, alterar esa verdad en nombre del bien común y con tal fin establecen una organización poderosa y potencialmente represiva. Este fenómeno, que la biología nos enseña que es propio de cualquier grupo animal social, no tarda en transformar la doctrina en un elemento de control y lucha política. Divisiones, guerras y escisiones se hacen inevitables. Tarde o temprano, la palabra se hace carne y la carne sangra.
Carlos Ruiz Zafón (El juego del ángel)
Te ruego que recites el pasaje tal como te lo he declamado yo,con soltura y naturalidad,pues si lo haces a voz en grito,como acostumbran muchos de nuestros actores,valdría más que diera mis versos a que los voceara el pregonero . Guardate también de aserrar demasiado el aire,así con la mano. Moderación en todo,pues hasta en medio del mismo torrente,tempestad y aún podría decir to torbellino de tu pasión,debes tener y mostrar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. ¡Oh! me hiere el alma oir desgarrar una pasión hasta convertirla en jirones y verdaderos guiñapos,hediendo los oídos de los "mosqueteros" que por lo general,son incapaces apreciar otra cosa que incomprensibles pantomimas y barullo. De buena gana mandaría azotar a ese energúmeno por exagerar el tipo de Termagante....¡¡Esto es ser más herodista que Herodes...!¡ Evitalo tú,por favor! No seas tampoco demasiado tímido;en ésto tu propia discreción debe guiarte. Que la acción corresponda a la palabra y la palabra a la acción,poniendo un especial cuidado en no traspasar los límites de la sencillez de la naturaleza,porque todo lo que a ella se opone ,se aparta igualmente del propio fin del arte dramático,cuyo objeto, tanto en su origen como en los tiempos que corren,ha sido y es ,presentar,por decirlo así,un espejo a la Humanidad ; Mostrar a la virtud sus propios rasgos,al vicio su verdadera imgen y a cadaedad y generación su fisonomía y sello caraterístico . De donde resulta que si se carga la expresión o si esta languidece,por más que ello haga reir a los ignorantes,no podrá menos de disgustar a los discretos ,cuyo dictamen,aunque se trate de un solo hombre,debe pesar más en vuestra estima que el de todo un público compuesto de los otros. ¡Oh! cómicos hay a quienes he visto representar y a los que he oído elogiar ,y en alto grado,que, por no decirlo en malos términos, no teniendo ni acento ni traza de cristianos,de gentiles,ni tan siquiera de hombres,se pavoneaban y vociferaban de tal modo que llegué a pensar si proponiéndose algún mal artífice de la Naturaleza formar tal casta de hombres,le resultaron unos engendros: ¡Tan abominablemente imitaban la Humanidad! ¡Oh! Corregidlo del todo! y no permitáis que los que hacen de graciosos ejecuten más de lo que les esté indicado,porque alguno de ellos empiezan a dar risotadas para hacer reir a unos cuantos espectadores imbéciles,aún cuando en aquel preciso momento algún punto esencial de la pieza reclame la atención. Esto es indigno,y revela en los insensatos que lo practican la más estúpida pretensión.Id a prepararos
William Shakespeare (Hamlet)
Quien sea el sustento de los suyos con su trabajo no tiene ya derecho a sacrificarse. Eso es desertar de la familia. ¡Y los que tienen hijas y los que tienen hermanas! ¿Lo habéis pensado? Dejáis que os maten, ya estáis muertos, muy bien. ¿Y mañana? Unas muchachas sin pan, ¡qué cosa tan terrible! El hombre pide limosna, la mujer se vende. (...) Pensad en vuestras hermanas, los que las tengáis. La miseria, la prostitución, los guardias, Saint-Lazare, a eso es a lo que van a ir a parar esas jóvenes delicadas y hermosas, esos frágiles prodigios de pudor, de encanto y de hermosura, más lozanos que las lilas del mes de mayo. ¡Ah, que habéis querido que os matasen! ¡Ah, que ya no estáis ahí! Muy bien; por querer sacar al pueblo de las manos de la monarquía, entregáis a vuestras hijas a la policía. Amigos, cuidado, tened compasión. Hay poca costumbre de acordarse de las mujeres, de las desdichadas mujeres. Nos fiamos de que a las mujeres no las educaron como a los hombres, les impedimos leer, les impedimos pensar, les impedimos meterse en política. Pero ¿vais a poder impedirles que vayan a la morgue esta noche para identificar vuestros cuerpos? Vamos, que quienes tengan familia se porten como buenas personas y nos den un apretón de manos y se vayan y nos dejen rematar solos este asunto. Ya sé que se necesita mucho valor para irse, es difícil; pero más que difícil es meritorio.
Victor Hugo (Les Misérables)
Tengo que confesarle que no siempre le tuve cariño; le pido perdón. Ahora ella y usted ya no son para mí sino una única persona. Le estoy muy agradecido. Noto que hace feliz a Cosette. Si usted supiera, señor Pontmercy, aquellas mejillas sonrosadas que tenía eran mi alegría; cuando la veía un poco pálida me ponía triste. (...) Cosette, ¿ves ese vestidito que está encima de la cama? ¿Te acuerdas de él? Es de hace sólo diez años. ¡Cómo pasa el tiempo! Fuimos muy felices. Se acabó. No lloréis, hijos míos, que no me voy muy lejos. Os veré desde allí. Bastará con que miréis cuando sea de noche y me veréis sonreír. Cosette, ¿te acuerdas de Montfermeil? Estabas en el bosque; tenías mucho miedo; ¿te acuerdas de cuando te cogí el asa del cubo de agua? Fue la primera vez que toqué esa pobre manita. ¡La tenías tan fría! ¡Ah, por entonces tenía usted las manos encarnadas, señorita, y ahora las tiene bien blancas! Y la muñeca grande, ¿te acuerdas? La llamabas Catherine. ¡La echabas de menos porque no te la llevaste al convento! ¡Cuánto me hiciste reír a veces, ángel mío! Cuando había llovido, echabas a los arroyos briznas de paja y mirabas cómo se iban. Un día te di una raqueta de mimbre y un volante con plumas amarillas, azules y verdes. A ti se te ha olvidado ya. ¡Eras tan traviesa de pequeñita! Jugabas. Te ponías pendientes de cerezas. Son cosas del pasado. Los bosques por los que ha pasado uno con su niña, los árboles por los que nos paseamos, los conventos donde nos escondimos, los juegos, las risas tan buenas de la infancia, ahora son sombra. Me había imaginado que todo eso me pertenecía. En eso era un necio.
Victor Hugo (Les Misérables)
No sé por qué llevo a cabo este ritual, qué busco en la mirada de un observador externo, de un puto americanista. Pero entonces llego sin mucho entusiasmo a un pasaje muy bien contado que me engancha. De camino a Puno, y al pasar por una finca llamada Tintamarca, el propietario le sugiere a Charles llevarse un indio para dar a los estudiosos europeos una idea de esta raza. Wiener le contesta que conseguir un indio, más aún si es un niño, es una empresa muy difícil, que ha estado intentando hace días que algunos de ellos lo sigan pero es imposible. El otro hombre le aconseja entonces que lo compre: «Dé usted unas piastras a una pobre chola que se muere de sed y que hace morir de hambre a su retoño; se trata de una india horriblemente alcohólica. A cambio le regalará a usted a su pequeño. Hará usted, además, una buena acción». Wiener va en busca de la mujer y su hijo, le pregunta al niño cómo se llama y esta le contesta que Juan, le pregunta si tiene padre y le contesta en quechua que no. «Muy pocas “veces he visto un espectáculo más repugnante —escribe Wiener—. Esta madre, joven aún, roída por todos los vicios, y el pequeño ser que no tenía otra ropa que un poncho que apenas si le llegaba a la cintura. Tomé una decisión.» Despertó a la madre, que se había quedado dormida, y «efectuamos el intercambio de “regalos” proyectado. Exhorté al niño a despedirse de su madre; parecía no entender qué le solicitaba; pero la madre comprendió muy bien, y, con su mano temblorosa por el alcohol, hizo la señal de la cruz en su hijo. Tuve un estremecimiento de disgusto al ver tal bendición del vicio; puse al pequeño sobre una mula. (…) Y henos en marcha. El pequeño Juan comprendió entonces y se creyó obligado a lanzar algunos alaridos. Le pregunté qué quería. ¿Piensan ustedes que pidió regresar al lado de su madre y no dejar su tierra y seguir salvaje como era? Nada de eso: ¡me pidió aguardiente!».
Gabriela Wiener (Huaco retrato)
—Nunca mantengo una relación cercana con la gente con la que he salido. A casi nadie le gusta quemar las naves. En mi caso es como si las volara, seguramente porque no habría mucha nave, para empezar. A veces lo abandono todo en casa de ellos y desaparezco sin más. Odio el proceso eterno de recogerlo todo y mudarse y todas esas conversaciones post mortem que se convierten en súplicas llorosas para seguir juntos; sobre todo, odio fingir prolongar una relación cuando ya ni siquiera queremos que nos toque la persona con la que ni recordamos haber querido acostarnos. Tienes razón: no sé por qué empiezo con nadie. Una relación nueva es pura molestia. Además de las pequeñas costumbres domésticas que tengo que aguantar. El olor de la jaula del pájaro. La forma en que le gusta apilar los CD. El ruido del radiador antiguo en mitad de la noche, que me despierta siempre a mí y nunca a él. Él quiere cerrar las ventanas. A mí me gustan abiertas. Yo dejo la ropa por cualquier parte. Él quiere las toallas dobladas y guardadas. Le gusta apretar el tubo de la pasta de dientes con cuidado, de abajo arriba; yo lo aprieto como sea y siempre pierdo el tapón, que él encuentra luego en el suelo detrás del inodoro. El mando tiene su lugar, la leche tiene que estar a mano, pero no demasiado cerca del congelador, la ropa interior y los calcetines van en este cajón, no en ese otro. Y sin embargo, no soy complicada. En realidad soy buena persona, solo que un poco terca, aunque es solo fachada. Soporto a todo el mundo y lo soporto todo. Por lo menos un tiempo. Luego, un día, el impacto: no quiero estar con este tipo, no lo quiero tener cerca, necesito irme. Combato ese sentimiento, pero en cuanto un hombre lo nota te acosa con ojos desesperados de cachorrito. Una vez que veo esa mirada, uf, me voy y encuentro a otro inmediatamente. ¡Hombres! —dijo por último, como si aquella palabra resumiera todos los defectos que la mayoría de las mujeres está dispuesta a pasar por alto y aprender a soportar, y en última instancia a perdonar en los hombres a quienes esperan amar el resto de su vida, hasta que saben que no lo harán—. Odio que la gente salga herida.
André Aciman (Find Me (Call Me By Your Name, #2))
Control de la mente. Vaya estupidez. Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos. Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador <>, el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos. Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano. Control de la mente. ¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable. Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas. Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente! ¿Qué era mejor, control o caos?
Michael Crichton (The Terminal Man)
Control de la mente. Vaya estupidez. Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos. Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador "Ponte los zapatos y los calcetines", el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos. Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano. Control de la mente. ¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable. Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas. Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente! ¿Qué era mejor, control o caos?
Michael Crichton (The Terminal Man)
Se vieron el sábado siguiente y todos los demás sábados de otoño, con Ferguson desplazándose en autobús desde Nueva Jersey hasta la terminal de Port Authority y cogiendo luego la línea IRT del metro hasta la calle Setenta y dos Oeste, donde se apeaba para luego caminar tres manzanas en dirección norte y otras dos en dirección oeste hasta el piso de los Schneiderman en Riverside Drive esquina con la Setenta y cinco, apartamento 4B, que se había convertido en la dirección más importante de la ciudad de Nueva York. Salidas a diversos sitios, casi siempre los dos solos, de vez en cuando con amigos de Amy, cine extranjero en el Thalia de Broadway esquina con la calle Noventa y cinco, Godard, Kurosawa, Fellini, visitas al Met, al Frick, al Museo de Arte Moderno, los Knicks en el Garden, Bach en el Carnegie Hall, Beckett, Pinter y Ionesco en pequeños teatros del Village, todo muy cerca y a mano, y Amy siempre sabía adónde ir y qué hacer, la princesa guerrera de Manhattan le enseñaba cómo orientarse por la ciudad, que rápidamente llegó a convertirse en su ciudad también. No obstante, pese a todas las cosas que hacían y todo lo que veían, lo mejor de aquellos sábados era sentarse a charlar en las cafeterías, la primera serie de incesantes diálogos que continuarían durante años, conversaciones que a veces se convertían en feroces discusiones cuando sus puntos de vista diferían, la buena o mala película que acababan de ver, la acertada o desacertada idea política que uno de ellos acababa de expresar, pero a Ferguson no le importaba discutir con ella, no le interesaban las chicas facilonas, las pánfilas llenas de mohínes que sólo perseguían imaginarios ritos amorosos, eso era amor de verdad, complejo, hondo y lo bastante flexible para albergar la discordia apasionada, y cómo no podría amar a aquella chica, con su implacable y penetrante mirada y su risa inmensa, retumbante, la excitable e intrépida Amy Schneiderman, que un día iba a ser corresponsal de guerra, revolucionaria o doctora entregada a los pobres. Tenía dieciséis años, casi diecisiete. La pizarra vacía ya no lo estaba tanto, pero aún era lo bastante joven para saber que podía borrar las palabras ya escritas, suprimirlas y empezar de nuevo siempre que su espíritu la impulsara a ello.
Paul Auster (4 3 2 1 (Biblioteca Formentor) (Spanish Edition))
— ¡Oh Caballero de la Triste Figura!, no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimoñesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre. Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágines con su rápido y natural curso. Y tú, ¡oh, el más noble y obediente escudero que tuvo espada en cinta, barbas en rostro y olfato en las narices!, no te desmaye ni descontente ver llevar ansí delante de tus ojos mesmos a la flor de la caballería andante; que presto, si al plasmador del mundo le place, te verás tan alto y tan sublimado que no te conozcas, y no saldrán defraudadas las promesas que te ha fecho tu buen señor. Y asegúrote, de parte de la sabia Mentironiana, que tu salario te sea pagado, como lo verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero, que conviene que vayas donde paréis entrambos. Y, porque no me es lícito decir otra cosa, a Dios quedad, que yo me vuelvo adonde yo me sé. Y, al acabar de la profecía, alzó la voz de punto, y diminuyóla después, con tan tierno acento, que aun los sabidores de la burla estuvieron por creer que era verdad lo que oían. Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella; y vio que le prometían el verse ayuntados en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha. Y, creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y, dando un gran suspiro, dijo: — ¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado!, ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho; que, como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso. Y, en lo que toca a la consolación de Sancho Panza, mi escudero, yo confío de su bondad y buen proceder que no me dejará en buena ni en mala suerte; porque, cuando no suceda, por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula, o otra cosa equivalente que le tengo prometida, por lo menos su salario no podrá perderse; que en mi testamento, que ya está hecho, dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la posibilidad mía. Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
Porque la experiencia es buena cuando viene de la mano del vigor;
Mario Benedetti (La tregua)
En ese cuaderno suyo tiene bien detalladas las cosas —prosiguió Verhovenski—. El espionaje. Cada miembro de la sociedad espía a los demás y está obligado a delatarlos. Uno para todos y todos para uno. Todos esclavos e iguales en la esclavitud. En casos extremos, calumnia y asesinato, pero ante todo igualdad. Como primera providencia se rebaja el nivel de la educación, la ciencia y el talento. Un alto nivel de ciencia y educación vale sólo para mentes excepcionales, ¡y las mentes excepcionales están de más! Las mentes excepcionales han alcanzado siempre el poder y han sido déspotas. A Cicerón había que dejarlo mudo, a Copérnico dejarlo ciego, a Shakespeare apedrearlo (¡ahí tiene usted la doctrina de Shigaliov!). Los esclavos deben ser iguales. Sin despotismo no ha habido nunca ni libertad ni igualdad, pero en el rebaño habrá necesariamente igualdad (¡he ahí la doctrina de Shigaliov!). ¡Ja, ja, ja! ¿Le parece a usted extraño? ¡Yo hago mía la doctrina de Shigaliov! (...)Oiga, Stavrogin. Allanar montañas es una muy buena idea y nada ridícula. Yo estoy de parte de Shigaliov. No creo que sea necesaria la educación, la ciencia ya ha tenido su espacio, lo que falta aquí es la obediencia. La educación es un prurito aristocrático. En cuanto un hombre se enamora o funda una familia siente el deseo de propiedad privada. Bueno, al diablo con ese deseo; echaremos mano a la embriaguez, la calumnia, la delación; recurriremos a la depravación más extremada; estrangularemos a todo ingenio en su infancia para destruir ese deseo. Reduciremos todo a un común denominador: la igualdad más absoluta. «Hemos aprendido un oficio y somos personas decentes; no necesitamos más que eso»; ésta fue la respuesta que hace no mucho dieron los obreros ingleses. Sólo lo necesario es necesario: he ahí el lema del orbe entero de ahora en adelante. Pero también se necesita una sacudida; de eso nos ocupamos nosotros, los dirigentes. Los esclavos necesitan quién los guíe. Obediencia completa, completa falta de individualidad. Pero una vez cada treinta años Shigaliov recurre a una sacudida: de pronto todos comienzan a devorarse unos a otros; bueno, hasta cierto punto, sólo para no aburrirse. El aburrimiento es un sentimiento aristocrático. En el sistema de Shigaliov no habrá deseos. El deseo y el sufrimiento se quedan para nosotros; para los esclavos basta con el sistema de Shigaliov.
Fyodor Dostoevsky (Demons)
Ana, yo me quedo en buenas manos. Yo me quedo en buenas voces y con miles de gargantas.
Luna Miguel (Los estómagos)
Si aquella noche el rostro de Inés se me mostró en las facciones de Bob, si en algún momento el fraternal parecido pudo aprovechar la trampa de un gesto para darme a Inés por Bob, fue aquella, entonces, la última vez que vi a la muchacha. Es cierto que volví a estar con ella dos noches después en la entrevista habitual, y un mediodía en un encuentro impuesto por mi desesperación, inútil, sabiendo de antemano que todo recurso de palabra y presencia sería inútil, que todos mis machacantes ruegos morirían de manera asombrosa, como si no hubieran sido nunca, disueltos en el enorme aire azul de la plaza, bajo el follaje de verde apacible en mitad de la buena estación. Las pequeñas y rápidas partes del rostro de Inés que me había mostrado aquella noche Bob, aunque dirigidas contra mí, unidas a la agresión, participaban del entusiasmo y el candor de la muchacha. Pero cómo hablar a Inés, cómo tocarla, convencerla a través de la repentina mujer apática de las dos últimas entrevistas. Cómo reconocerla o siquiera evocarla mirando a la mujer de largo cuerpo rígido en el sillón de su casa y en el banco de la plaza, de una igual rigidez resuelta y mantenida en las dos distintas horas y los dos parajes; la mujer de cuello tenso, los ojos hacia delante, la boca muerta, las manos plantadas en el regazo. Yo la miraba y era “no”, sabía que era “no” todo el aire que la estaba rodeando.
Juan Carlos Onetti (Cuentos completos)
Illium , que tenía una expresión tan apagada como siempre aquellos últimos días, se volvió hacia ella. —¿Te importa que lo intente yo? —Dale una buena patada en el culo. Illium se quitó la camisa y las botas, y extendió una mano para solicitar una de las espadas de Veneno. Sonriente, el vampiro se la entregó. —¿Estás seguro de que podrás soportarlo, hermosísima Campanilla? —¿Te he hablado alguna vez de mis botas de piel de serpiente? —lo desafió Illium con una sonrisa salvaje, y Elena supo que Veneno estaba a punto de pagar los platos rotos de lo que atormentaba al ángel de alas azules. Veneno hizo girar el sable en la mano. —Creo que necesito unas cuantas plumas nuevas para mi almohada.
Nalini Singh (Archangel's Consort (Guild Hunter, #3))
Sabes... esa es una buena idea. Hablar del día más feliz de mi vida seguramente alejará mi mente de toda esta mierda demencial que vi recientemente. Acababa de ir al trabajo esa mañana. Estaba sentado en la estación bebiendo mi segunda taza de café del día. Gilroy estaba contándome del borracho que trajeron la noche anterior... entonces llegó la llamada. Era mi esposa, Lori, había roto bolsa a los diez minutos de que me fui, tomé mi abrigo y corrí a casa. Le dije a Gilroy que llame al doctor Stevens para que nos encuentre en el hospital. La llevé al hospital en tiempo record. Una de las pocas veces que tuve que usar las sirenas de mi coche... Vivíamos en una pequeña ciudad. Sostuve su mano todo el tiempo. Hubo algunas complicaciones... tuvieron que hacerle una cesárea. Yo estuve realmente preocupado... pero todo salió bien. La primera vez que posé los ojos sobre mi pequeño Carl... Yo... ... ¿Sabes...? Pensándolo bien... recordar los buenos tiempos hace parecer todo esto mucho peor.
Robert Kirkman (The Walking Dead #2)
No, no quiero… Pero soy una princesa. Y una princesa no debe tener en cuenta sus sentimientos. Una princesa se entrega, rendida, en manos de su rey. Soy una buena princesa, con sangre de siglos en las venas para obedecer y sonreír. A pesar de todo, lo he aprendido: una princesa no le da calabazas al emperador de Austria. Aunque le cueste la vida.
Ángeles Caso (Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría: Biografía definitiva de la emperatriz)
—Lex malla, lex nulla —repuso Julian, agitando una perezosa mano. Era el lema de la familia Blackthorn: «Una ley mala no es ley». —Me pregunto cuáles son los lemas de otras familias —comentó Emma—. ¿Sabes alguno? —El lema de la familia Lightwood es: «Nuestra intención es buena». —Muy gracioso. Julian la miró. —No, de verdad, es ese. —¿En serio? Y entonces ¿cuál es el lema de la familia Herondale? ¿«Tallados por la angustia»? Él se encogió de hombros. —¿«Si no sabes cuál es tu apellido, es probable que sea Herondale»? Emma se echó a reír. —¿Y los Carstairs? —preguntó, tocando a Cortana—. ¿«Tenemos una espada»? ¿«Los instrumentos desafilados son para los perdedores»? —Morgenstern —sugirió Julian—. ¿«En caso de duda, empieza una guerra»? —¿Y qué te parece: «Alguno de nosotros ha sido bueno de verdad»? —Parece largo —contestó Julian—. Y muy poco concreto.
Cassandra Clare (Lord of Shadows (The Dark Artifices, #2))
En realidad, lo que en el fondo te sucede es que deseas ser feliz: conocer la verdad, poseer cosas buenas y contemplar cosas bellas. Todo junto, ¡nada menos!
Jorge Faral (De la mano de los griegos: aprendemos a pensar)
esperaba hacerlos competir entre ellos. «Dejando que se piquen entre ellos —pensó—, ganarán Leadville sin problemas.» Era un plan astuto, y completamente equivocado. Si Fisher hubiera sabido más acerca de la cultura tarahumara, podría haber entendido que correr no divide a las aldeas, sino que las une. Es una forma que tienen los hombres de tribus distantes de estrechar los lazos de parentesco y amistad, así como de asegurarse que todos en la barranca se encuentran en suficiente buena forma como para echarse una mano en caso de emergencia. Por supuesto que hay competencia, pero como la hay en un partido familiar de fútbol americano al toque la mañana de Acción de Gracias. Los tarahumaras veían las carreras como un festival de la amistad; Fisher veía un campo de batalla. Hombres contra mujeres, aldea contra aldea, el director de la carrera contra el director del equipo. A los pocos minutos de llegar a Leadville, Fisher lidiaba con tres frentes de combate. Y entonces llegó realmente la hora de los negocios.
Christopher McDougall (Nacidos para correr: La historia de una tribu oculta, un grupo de superatletas y la mayor carrera de la historia)
Perrin y Mat se estrecharon la mano. —Buena suerte, amigo mío —dijo Perrin. Mat sonrió y tiró del borde de la ancha ala del sombrero. —¿Suerte? —repitió—. Confío en que todo se reduzca a tener suerte. Eso se me da bien.
Robert Jordan (Torres de medianoche (The Wheel of Time, #13))
Siento un profundo rechazo a cualquier tipo de crítica artística o literaria; aumenta cuando se acerca a mi verdadero ámbito; me resulta insoportable cuando se esfuerza por ser fría y justa. Existe un ejemplo en la literatura inglesa actual, el poeta Eliot, con cuyos ensayos sobre poesía me topo de vez en cuando. Ni yo mismo acabo de comprender por qué me producen ese rechazo tan repentino y especial. No obstante, siempre aparece al cabo de una o dos páginas y, con tenso asco, atento a cada palabra que pueda acrecentarlo, termino de leer aquello que debería apartar, y días después todavía abrigo la sensación de encontrarme en una cámara de tortura fea y envejecida. En esos ensayos siempre se trata de una cuestión de lugar. Se acomete con objetividad la administración de los nombres, como un negocio bien meditado. ¿Merece este o aquel un lugar en la antología? ¿Ocupa mucho o poco espacio en ella? Se da entender claramente que, para empezar, los poetas viven de las antologías. Lo primero es el modesto resultado de alguna existencia plena y movida. Debe de ser un placer particular manejar a los muertos como bolos. Juzgar a los vivos ya es un empresa muy dudosa; más de uno preferiría que le arrancaran la lengua a usarla para pronunciar con ella una sentencia. Sin embargo, aparece alguien que no mueve ni un dedo por debajo del plano de los muertos. Coge a nueve o incluso más, preferentemente a algunos que lleven tiempo durmiendo en antologías, los coloca en su sitio y les lanza su bola de madera. Y luego explica con detalle por qué les dio precisamente a esos seis; describe a los derribados y aprueba con detenimiento su destino. Y honra con palabras contenidas a los tres que han quedado en pie. Porque, aunque su bola sea buena, sabe perfectamente que los tres le deben a él, y sólo a él, su posición; y le resultaría fácil agregarlos también a ellos a los muertos. Tal empresa es repelente por varios motivos: demuestra hasta qué punto este jugador de bolos no es aquello que finge ser, un poeta. Si lo fuera, ¿cómo podría ocuparse fríamente en la organización de la fama póstuma? ¿Cómo podría luchar por unas líneas en las antologías? Si sus manos tiraran con fuerza, iría a parar fuera de la bolera y perseguiría a hombres vivos y a dioses. Pero él está en mangas de camisa y mide los muertos que él mismo ha puesto y él mismo ha derribado. Si tuviera un corazón, no le latiría rítmicamente, como sería deseable. A decir verdad, se hizo poeta sólo porque le late menos que a otros y quiere compensar con claridad lo que en obsesión le falta. No obstante, si la claridad le importara de verdad, la dedicaría a descifrar este mundo real; pensaría en vez de limitarse a examinar, y en particular se avergonzaría de examinar siempre la fama póstuma sólo porque a él, personalmente, le interesa sobremanera. No piensa; hasta la claridad sólo es un instrumento para él. Entre los poseídos juega a ser el diáfano; entre los diáfanos, a ser el poseído. ¿Quién le tomaría a mal que saliera en pos de descubrimientos en el campo de las palabras? Sólo debería admitir su curiosidad; exponer él mismo el material; contentarse con lo que lo impresiona; alegrarse; enfadarse; asir, apartar; besar, comentar; y no instruir un juicio.
Elias Canetti (Il libro contro la morte)
Se pasó buena parte del día siguiente con las manos sudorosas y el corazón desbocado, sin quitar ojo a los bosques de los alrededores
Sarah J. Maas (Throne of Glass (Throne of Glass, #1))
sí que tendría que haber vuelto a venir con el abogado de los huevos, pensó. En fin, ya era demasiado tarde; y aunque Ostermeyer hubiera decidido poner otro control de carretera entre Mike y la habitación 1408, tampoco era tan grave. Otro aliciente para cuando lo contara. Ostermeyer lo vio, se levantó y cruzó la sala tendiendo una mano rechoncha justo cuando Mike salía de la puerta giratoria. El Dolphin estaba en la calle Sesenta y uno, esquina con la Quinta Avenida. Era un hotel pequeño pero con clase. Una pareja, él de etiqueta y ella con vestido de noche, pasó al lado de Mike, que cogió la mano de Ostermeyer. Para ello tuvo que pasarse a la izquierda la maleta pequeña que llevaba, con lo justo para una noche. La mujer era rubia, vestida de negro, por supuesto, y el aroma evanescente y floreal de su perfume parecía resumir Nueva York. En el bar, que estaba en el entresuelo, tocaba alguien Night and Day, como subrayando el resumen. —Buenas noches, señor Enslin.
Stephen King (Mientras escribo (Spanish Edition))
Tienes que leer en todo momento: esperando, comiendo, en un bus, en un tren, busca libros a como haya lugar, la tragedia de los negros es que no leemos. No leas cochinadas: ni libros sentimentales ni novelas por entregas ni esa literatura barata que tuerce el espíritu, pero una novela con una buena trama y un buen argumento sí. Lee las biografías de los que han hecho cosas grandes, marca lo que te inspira y tenlo a mano.
Anacristina Rossi (Limón Blues (Spanish Edition))
Nos buscamos con la mirada cada pocos segundos. Yo alterno entre su hombro y sus ojos hasta que la médico acaba la maniobra y a Andrés se le descompone el rostro. A mí se me encoge el estómago. Le cojo la mano buena al instante, se la estrujo con cariño y le aparto el pelo sudado de la frente. Él solo aprieta la mandíbula y cierra los ojos. Y cada centímetro donde nos tocamos duele. Duele de recuerdos y de no haber hecho las cosas mejor. Duele porque quiero besarlo para reconfortarlo, pero no puedo porque él no quir… A la mierda.—Shhh—susurro al mismo tiempo que le doy un beso rápido en la boca. Le arden los labios y están agrietados, pero no por eso me aparto antes. Y no me rechaza. Ni se aleja—, ya está, cariño. Ya está.
Susanna Herrero (Y quererte en estéreo (Car,#2))
La vida no es simplemente tener una buena mano. La vida es jugar bien una mala mano.. —REFRÁN DANÉS
John C. Maxwell (El lado positivo del fracaso)
«Buena parte del proceso de la visión no tiene lugar gracias a los ojos. Los ojos actúan como manos que se extienden “hacia afuera” y apresan “cosas” carentes de significado, transmitiéndolas al cerebro. Entonces entrega las “cosas” a la memoria. Vemos algo sólo cuando el cerebro lo interpreta en términos de acción comparativa.»
Juan Carlos Cubeiro (La sensación de fluidez)
El cirujano y el misionero En cierta ocasión escuché el relato de un pastor-misionero que, luego de muchos años de labor, volvía a su país de origen para su merecido retiro. Sería una etapa de transición difícil pero necesaria. Su familia lo esperaba con ansias y él añoraba verlos. En el mismo viaje por avión, también regresaba un renombrado cirujano de la zona. Al llegar a su destino, a la salida de los pasajeros, había todo un comité de bienvenida formado por familiares y amigos, que con vítores y aplausos recibían y abrazaban al cirujano, que tantas vidas había librado de enfermedades. Pero, nadie había llegado para recibir al pastor-misionero. Debido a una información incorrecta de la llegada de su vuelo, su familia y sus amigos se habían retrasado en su llegada al aeropuerto. Mientras él los esperaba, sutilmente, una raíz de sentimiento de tristeza comenzó a infiltrarse en su corazón. (¡Cuidado con las raíces!). Comenzó mentalmente a calcular y repasar todo el inmenso y tedioso trabajo de tantos años llevado a cabo en un país extranjero. Las privaciones de comodidades y buenas comidas, los momentos de gran peligro, las épocas de enfermedad, el bien hecho a cientos de almas discipuladas y bautizadas, los templos construidos, etc. Todo lo veía como una película desplegada vertiginosamente. Lágrimas calientes de amargura y resentimiento se asomaron a sus ojos. “Yo también soy digno de una bienvenida así, porque más que ayudar a personas enfermas, yo ayudé a ganar almas”, pensaba con coraje. Mientras observaba la algarabía que rodeaba al famoso cirujano, de momento le invadió un sentido de soledad. Alejándose cabizbajo y compungido en su espíritu, tomó un taxi, tirándose hacia atrás en el asiento posterior, sumido en su autocompa- sión. Llegó sin ánimo a un cuarto de hotel, a donde esperaría a sus familiares. Luego de soltar su equipaje, se lanzó de rodillas en profundo llanto y oración al lado de la cama, tratando de controlar sus emociones. De pronto… ¡él cuarto se llenó de una fuerte y brillante luz! ¡Él percibió que la presencia del Señor llenaba la atmósfera! Al momento, sintió cómo dos manos cálidas y firmes se posaron gentilmente sobre sus hombros, infundiéndole nuevas fuerzas instantaneamente. A la misma vez, oyó la voz única del Príncipe de los Pastores, diciéndole: “¡Mi siervo querido y fiel, todavía no es tu bienvenida, te estoy preparando una gran fiesta!”. El pastor-misionero, aún bañado en lágrimas pero esta vez de consolación y alegría, alzaba sus manos al cielo, arrepentido de sus resentimientos y celos, maravillado de que el Señor del universo hubiese descendido a visitarle personalmente. Distinguidos pastores y ministros en la labranza del Maestro, cuando la amargura, el resentimiento o el celo quieran asomar su nefasta “cabeza” en nuestros corazones, recordemos que nuestra recompensa aún se está preparando y algún día escucharemos su voz única dicién- donos: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mateo 25:21). ¡
David Samuel Ocasio (Olor a ovejas: Perspectivas y principios para el servicio (Spanish Edition))
Yo me llamo la caridad, soy el camino principal que conduce a Dios; seguidme, porque soy el objeto al que debéis todos aspirar. Esta mañana he hecho mi paseo habitual, y con el corazón lastimado vengo a deciros: ¡Oh! amigos míos, qué miserias, qué lágrimas y cuánto tenéis que hacer para sacarlas todas! He procurado vanamente consolar a las pobres madres; las he dicho al oído: ¡Animo! ¡hay buenos corazones que velan por vosotras, no os abandonarán, paciencia! Dios está aquí, sois sus amadas, sois sus elegidas. Parece que me oyen y vuelven a mí sus grandes ojos extraviados, pues leía en su pobre rostro que su cuerpo, ese tirano del espíritu, tenía hambre, y que si mis palabras serenaban un poco su corazón, no llenaban su estómago. Repetía otra vez, ¡ánimo, ánimo!, y entonces una pobre madre, joven aun, que amamantaba a su hijito, lo ha tomado en sus brazos y lo ha levantado como rogándome que protegiese a aquel pobre pequeño ser que sólo sacaba de su seno estéril un alimento insuficiente. En otra parte, amigos míos, he visto a pobres ancianos sin trabajo y en breve sin asilo, presa de todos los sufrimientos de la necesidad, y avergonzados de su miseria, no atreverse, no habiendo mendigado nunca, a implorar la piedad de los viandantes. Con el corazón conmovido de compasión, yo que nada tengo, me he puesto a mendigar para ellos, y voy por todas partes estimulando la beneficencia e inspirando buenos sentimientos a los corazones generosos y compasivos. Por esto vengo hoy, amigos míos, y os digo: allá hay desgraciados cuya artesa está sin pan, su hogar sin fuego y su cama sin abrigo. No os digo lo que debéis hacer, dejo la iniciativa a vuestros corazones; si yo os trazara vuestra línea de conducta, no tendríais el mérito de vuestra buena acción, sólo os digo: Soy la caridad, y os tiendo la mano para vuestros hermanos que sufren. Mas si pido, también doy, y doy mucho; ¡os convido al gran banquete, y os facilito el árbol en que os saciaréis todos! ¡Mirad qué hermoso es y cuán cargado está de flores y de frutos! Id, id; coged todos los frutos de ese hermoso árbol, que es la beneficencia. En el lugar que ocupaban las ramas que habréis cogido, pondré todas las buenas acciones que haréis y llevaré este árbol a Dios para que lo cargue de nuevo, porque la beneficencia es inagotable. Seguidme, pues, amigos míos, a fin de que os cuente en el número de los que se alisten a mi bandera; no tengáis miedo; yo os conduciré al camino de la salvación; porque soy la Caridad. (Caritá, martirizada en Roma. Lyon, 1861).
Allan Kardec (El Evangelio segun los Espiritus (Spanish Edition))
- En ese momento una hostia no era suficiente, así que mejor así, ¿no crees? - cogió su enorme mano y la apretó -. Es pasado. Yo prefiero olvidar las cosas malas y vivir las pocas cosas buenas que nos da la vida.
Lisa Suñé (No me olvides (Generación,#1))
Raquel era el vivo ejemplo de que, a pesar de que la lotería de la vida podía no ser generosa, todos tienen en su mano esforzarse lo indecible por construirse su propia buena suerte.
Nieves García Bautista (El amor huele a café)
Es integrarnos con la naturaleza buena sosteniendo las riendas de la naturaleza mala con ambas manos hasta el momento en que depositemos ese caballo en la fosa y nos elevemos a las huestes celestiales libres de la corruptibilidad, de la mortalidad de la carne.
Marino Restrepo (De la Oscuridad a la Luz (Spanish Edition))
Los nadies Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Anonymous
Hay que inclinar la cabeza, tendiendo las manos confusas y temblorosas, y decir gracias, señora; gracias, buena señora. El que no tiene nada, no tiene derecho a despreciar la mierda.
Samuel Beckett (Molloy)
–Usted anda buscando a Emiliano Zapata – dijo al fin. –Así es Durante un instante el viejo continuó fumando, como si no hubiera oído la respuesta, los ojos más allá de la cortina roja, en la noche cerrada a las espaldas del detective. –No, Emiliano Zapata está muerto. –¿Está seguro, mi general? –Está muerto, yo sé lo que digo. Murió en Chinameca en 1919 asesinado por traidores Las mismas carabinas asomarían ahora… Los mismos darían la orden. El pueblo lloró entonces, para qué quiere que llore dos veces Héctor se puso en pie. –Lamento haberlo molestado a estas horas. Extendió la mano que el viejo apretó ceremoniosamente –No hay molestia cuando hay buena fe. Héctor cruzó la cortina. Afuera, una noche negra, sin estrellas.
pablo ignacio taibo ii
El pueblo de Cerro Chato nunca tuvo ningún cerro, ni chato ni puntiagudo. Pero Javier Zeballos recuerda que Cerro Chato sí tenía, en los tiempos de su infancia, tres comisarios, tres jueces y tres doctores. Uno de los doctores, que vivía en el centro, era la brújula de los mandados. La mamá de Javier lo orientaba así: –De la casa del Doctor Galarza, vas dos cuadras para abajo. –Esto queda en la esquina del Doctor Galarza. –Anda a la farmacia que está a la vuelta del Doctor Galarza. Y allá marchaba Javier. A cualquier hora que pasara por allí, con sol o con luna, el Doctor Galarza estaba siempre sentado en el zaguán de su casa, mate en mano, dando cumplida respuesta a los saludos del vecindario, buenos días, Doctor; buenas tardes, Doctor; buenas noches, Doctor. Ya Javier era hombre crecido, cuando se le ocurrió preguntar por qué el Doctor Galarza no tenía consultorio médico ni estudio jurídico. Y entonces se enteró. Doctor no era: se llamaba. Así había sido anotado en el Registro Civil: Doctor de nombre, Galarza de apellido. El papá quería un hijo con diploma, y aquel bebé no le pareció digno de confianza.
Anonymous
eso de la compasión es una maldita arma de doble filo. El que no sabe manejarla, mejor que no la toque con la mano y menos aún con el corazón. Sólo al principio la compasión, como la morfina, es buena para el enfermo, un remedio, un recurso, pero si no se sabe dosificar como es debido y suprimirla a tiempo, se convierte en un veneno mortal.
Anonymous
generaciones. Y si muriera yo, ¿quién cuidaría de mis hijos? Mi adorado marido. Aunque acabaría casándose con otra, porque es rico, encantador e inteligente. ¿Estarían mis hijos en buenas manos?
Anonymous
Mantenía los ojos cerrados imaginando cómo sería si de regreso a la villa buscará los rayos de luz que delinearon los contornos de Jelena, para apoyar contra ellos su frente, sus mejillas...
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
Arrastrándome, agarrándome así mi cabeza, con todo lo que era mi cuerpo, iba hacia ese boquete, todo lo que yo era iba al boquete. Apenas cabía mi mano, un boquetito así de chiquitito. Me di una vueltecita para acá, para allá, a ver si estaba yo bien, encontré lo que era mi cuerpo, lo reconocí y empecé a luchar con los hombros, con los brazos, con la cabeza, como quien se da de cabezazos contra un muro, y tengo mi cabeza buena de dura, fuertes los huesos como de hierro. Aunque me quedara calvo, yo iba a abrir el boquete y lo abrí tanto que pude jalar el resto de mi cuerpo y cavé con el propio cuerpo un túnel de 30 metros arrastrándome, agarrándome así la cabeza, hasta que llegué al filo de la luz. Ni una sola herida me hice en la choya. Sólo entonces volví a hablar, y perdonarán las groserías, yo no las acostumbro, pero dije: "Pinche madre, estuvo duro'". (Alonso Mixteco)
Elena Poniatowska (Nothing, Nobody: The Voices Of the Mexico City Earthquake)
Tras uno de esos encuentros, decidió reabrir un caso de abusos en España, en el colegio Gaztelueta. La víctima me contó su historia y que no había recibido respuesta del juicio en el Vaticano. Llegué acá e hice revisar. Había habido juicio, pero, como había tenido sentencia civil, se contentaron con eso y no procedieron. Por eso, nombré un tribunal, presidido por el obispo de Teruel, y está en marcha la cosa. No le sé decir en qué estadio está, pero sé que está en buenas manos. Pero no es el único reabierto. Hay otro caso de un sacerdote español. El proceso estaba empezado, pero se había extraviado. Lo pasé a la Rota española y el presidente de la Rota lo está llevando adelante. Los hemos reabierto sin ningún escrúpulo.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Hay cerebro para pensar humano, Hay corazón para sentirse humano. Hay ojos para percibir como humanos, Hay manos para ayudar a los humanos.
Abhijit Naskar (Abigitano: El Divino Refugiado (Spanish Edition))
Además de la tertulia, Antonio Ruiz-Retegui y yo hablamos mucho. Él se ha plantado ante los directores con motivo de una instrucción que se da a todos los sacerdotes. Se trata de lo siguiente: si durante la confesión un sacerdote oye algo que le parece importante y que la persona no ha contado a los directores, debe hacer que esa información llegue a estos y, para ello, tiene dos opciones; la primera es decirle a esa persona que le cuente eso mismo fuera de la confesión, pues al decirlo fuera de la confesión se sobreentiende que ya forma parte de la dirección espiritual habitual y que el sacerdote tiene, por tanto, manos libres para comunicarlo a sus superiores. El segundo modo es decirle: «cuéntaselo al director». En este caso el sacerdote debe verificar si la persona ha hablado con el director, por lo que a la siguiente confesión se le vuelve a preguntar y se le amonesta si es necesario, acudiendo a algo como: «díselo al director para que ponga los medios para superar el problema». En una tercera ocasión se le puede decir: «si no lo dices no tienes propósito de enmienda y no voy a poder seguir dándote la absolución de la confesión». La presión sobre una persona de buena fe, que abre su conciencia en la confesión, es tremenda, y en mi opinión hay una violación material —cuya formalización intenta evitarse a toda costa— del sigilo de la confesión, la obligación que tiene el sacerdote de no comunicar nada del contenido de las confesiones que recibe y que tiene previstas penas canónicas.
Antonio Esquivias (El Opus Dei: el cielo en una jaula)
—Es un poco injusto haber mandado a un niño solo a la sierra, ¿no te parece? —No soy mucho menor que tú —contestó Oliver, molesto. —Sí, pero a mí sólo me piden que haga arpas que gritan, y eso en realidad no es peligroso. Oliver suspiró. —No sabían que habría ghules —dijo. No sabía bien por qué estaba defendiendo a los de su aldea, pero no podía darle a entender a Trebastion que eran un puñado de monstruos—. Y en realidad no me mandaron a hacerlo sino que estaban asustados, sólo eso. El armadillo se mantuvo en silencio. —Yo estoy asustado, todo el tiempo con miedo —dijo Trebastion—. Me aterra que el alcalde Stern vaya a aparecerse y a abrirme de arriba abajo y sacarme las vísceras como si yo fuera un pescado. Y no por eso hago que alguien se largue a conseguirme la lluvia. Oliver puso los ojos en blanco. —Sí, pero tú eres sólo una persona. Trebastion dio un traspiés en una raíz. —Seguro que eso tiene mucha lógica —dijo cuando recuperó el equilibrio—, pero creo que no entiendo qué tiene que ver. Oliver hizo una pausa. El armadillo levantó la cabeza y olfateó el aire. —Tú eres sólo una persona —explicó Oliver—, y yo soy sólo una persona. Pero los aldeanos eran treinta o cuarenta —trató de encontrar una buena manera de expresarlo para que Trebastion comprendiera—. Y se reunieron y entre ellos fueron atizándose el enojo y con eso fue más difícil pensar individualmente. Ninguno de ellos lo hubiera hecho por sí solo, a excepción de Harold, tal vez. Continuaron unos minutos en silencio, o al menos en el máximo de silencio posible con Trebastion. —Pero al final lo hicieron —observó Trebastion—. Quiero decir que sucedió. Oliver suspiró. —Sí, pero no lo estoy haciendo por todos ellos en conjunto, sino por cada uno por separado. Por Vezzo y Matty… y por todos. Nuestros vecinos —los podía ver a cada uno en su imaginación. Matty probablemente estaba llorando junto a sus pollos en ese momento. Vezzo podía estar incluso mirando hacia el oeste, con sus grandes manos apretadas a los costados de su cuerpo, pensando si Oliver estaría bien o no. —Suena muy complicado —dijo Trebastion. Oliver se encogió de hombros. Luego de unos momentos preguntó: —¿Conoces alguna vaca? —Me he topado con una o dos en la vida —concedió Trebastion—, cuernos, ubre… esas cosas. —Bien, pues son vacas y sólo eso, ¿cierto? Son importantes para sus dueños, pero son simplemente… vacas. Y cuando reúnes una buena cantidad y de repente se asustan y forman una estampida pueden llegar a derribarte. No es que tengan intención de hacerte daño, sino que están asustadas. Siguen siendo importantes para sus dueños. No porque te hayan hecho eso vas a rechazar a todas las vacas de ahí en adelante. —Sí, pero eso no te quita el hecho de que estés muerto —siguió Trebastion—, luego de que te pisotearon. Oliver suspiró. —Ajá —había pensado que la analogía de las vacas le ayudaría a Trebastion a entender, pero tal vez él comprendía mejor de lo que Oliver se imaginaba—. Sí, eso no te quita lo muerto.
T. Kingfisher (Minor Mage)
Comía el mismo rancho que se cocinaba para los mineros y tenía prohibido que circulara licor en la mina. Tampoco lo tenía en mi casa, porque siempre he pensado que la soledad y el aburrimiento terminan por convertir al hombre en alcohólico. Tal vez el recuerdo de mi padre, con el cuello desabotonado, la corbata floja y manchada, los ojos turbios y el aliento pesado, con un vaso en la mano, hicieron de mí un abstemio. No tengo buena cabeza para el trago, me emborracho con facilidad. Descubrí eso a los dieciséis años y nunca lo he olvidado
Isabel Allende
De niño, solía ponerme nervioso por todas las cosas que mamá no hacía, a diferencia de las otras madres. Cogerme de la mano para ir por la calle. Darme un beso de buenas noches, sentarme en su regazo, leerme cuentos antes de dormir. Todo eso es verdad. Pero a lo largo de todos estos años no he sabido ver una verdad más grande aún, que ha pasado inadvertida, sin el menor reconocimiento, enterrada bajo una pila de agravios: mi madre jamás me abandonaría.
Khaled Hosseini (Y las montañas hablaron)
Me extraña que entre los infinitos libros que han salido sobre él no haya aparecido aún el que reúna una buena colección de las que dijo. Como llamar a Lorca «un andaluz profesional», hablar del «polvoroso Machado», trastrocar el título de una novela de Mallea («Todo lector perecerá») y homenajear a Sabato diciendo que «su obra puede ser puesta en manos de cualquiera sin ningún peligro». Durante la guerra de las Malvinas dijo otra, más arriesgada y no menos divertida: «Ésta es la disputa de dos calvos por un peine». Son chispazos de humor que se agradecen, que revelan que en el interior de ese ser «podrido de literatura» había picardía, malicia, vida.
Mario Vargas Llosa (Medio siglo con Borges (Spanish Edition))
Las buenas intenciones son el arma más peligrosa en manos de incompetentes.
Fernando Trujillo (Herederos del Cielo (La Guerra de los Cielos nº 5) (Spanish Edition))
Los fascistas prosperaron con el beneplácito de los burgueses liberales, porque defendían el orden y porque sus escuadrillas reprimían con puños y pistolas las rebeliones obreras. También atrajeron a miles de descontentos con los partidos tradicionales, hartos de un caos prerrevolucionario que no terminaba de cambiar nada. Mussolini prometía acción directa para acabar con un sistema viejo y podrido, para refundar una sociedad más justa que el capitalismo y más ordenada que el socialismo, dirigida con mano firme, jerarquía y orgullo patriótico. El programa ideológico no estaba muy claro, pero lo importante era la acción, el movimiento, la toma del poder y las decisiones contundentes. Es lo que necesitaban oír millones de italianos. Los fascios aplicaron su violencia escuadrista contra los adversarios políticos, con palizas, humillaciones públicas y asesinatos de socialistas, comunistas y sindicalistas. Empujaron a Italia al borde del abismo y se presentaron como los únicos capaces de salvarla: en 1922 organizaron una marcha masiva sobre Roma. Como los partidos políticos estaban paralizados, al rey le pareció buena idea nombrar primer ministro a Mussolini para que formara un gobierno y pusiera orden. Mussolini montó un gabinete de coalición con nacionalistas, liberales y populares, a los que todavía necesitaba para el juego parlamentario, pero siguió devorando cada vez más poder y ya en 1925 proclamó la dictadura fascista.
Ander Izagirre (Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey: Literatura de viaje (Spanish Edition))
Jelena regresó a casa decidida a comunicar su decisión a la anciana, y la encontró en el suelo de la biblioteca, sacando con un abrecartas de una almohada desgarrada, una pluma tras otra que examinaba, y enseguida desechaba… - Una vez dije algo importante en esta almohada, y ahora ese algo ya no existe ... - Levantó por un instante los ojos llorosos, y siguió revisando. Las blancas plumitas soltadas se asentaban en su cabello. Flotaban por todo el cuarto. Aquí y allá. Aquí y allá.
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
Qué le vamos a hacer! Acuérdate de Thomas Mann, la vida es una fiebre de la materia.
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
Hay cosas que jamás pueden ser localizadas si se quedan siempre en el mismo lugar.
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
Desde que existe el mundo, el lunes es un buen día para comenzar algo.
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
Adam recordó que hacía dos o tres años escuchó una historia de un hombre que era de allí donde, al parecer, construían puentes y balsas en los tiempos de paz sólo para poder escapar de los tiempos de guerra.
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
El joven se pasó horas y horas buscando palabras lo suficientemente finas y suaves para remendar el lugar dañado.
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)
Existen tres tipos de lectores según la clasificación del viejo quisquilloso de Goethe. El primero, que disfruta sin reflexionar. El tercero, que reflexiona sin disfrutar. Y el intermedio, que reflexiona disfrutando y disfruta reflexionando, la clase que, en realidad, recrea un obra de arte.
Goran Petrović (La mano de la buena fortuna)