“
»Tú eres la meridiana refulgente de caridad aquí, y allá en el suelo de esperanza mortal la viva fuente. »Señora, es tan valioso tu consuelo, que quien pide merced, si a ti no corre, es cual volar sin alas, vano anhelo. »No sólo tu bondad pía socorre a quien demanda; a veces generosa, al que no pide con amor acorre. »En ti misericordia y luz piadosa; en ti magnificencia; en ti se aduna cuanto hay en la criatura bondadosa. »Ora este ser, que de ínfima laguna la vida espiritual ha recorrido, por sus gradas subiendo, una por una, »ruega le sea en gracia concedido poder mirar con ojo levantado a la final salud, fortalecido. »Y yo, que en contemplarte me he abrasado, pido por él, con voto más ferviente, que no en vano su gracia haya implorado; »y disipes las nubes de la mente de su mortalidad, y esplendorosa pueda ver la ventura claramente. »También te ruego, ¡reina poderosa!, quieras que guarde sus afectos sanos, después de una visión tan portentosa. »¡Y le guardes de caer cual los humanos! Mira a Beatriz, con todos los electos, que a par de mí suplican con las manos.» Y los ojos que a Dios son tan dilectos, fijos en el que oraba, demostraron que acogía, en sus preces, sus afectos; y hacia la eterna luz se enderezaron; que ojos mortales, según creen y creo, nunca tan claramente penetraron. Y yo, que el fin de mis anhelos veo tan próximo de mí, como debía, apago en mí las llamas del deseo. Bernardo me apuntaba y sonreía porque mirase arriba, pero ya era yo por mí mismo, lo que en mí quería; pues mi vista, más fija y más sincera, más y más se extendía penetrante en la alta luz eterna y verdadera.
”
”