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Nadie ha sido más cruel en Barcelona que Almanzor en 985 que la quemó por completo. Pusieron sus mezquitas y giraldas, y un rey como Fernando III de Castilla no las destruyó. Tampoco los Reyes Católicos tocaron la Alhambra de Granada. En cambio, los invasores musulmanes demolieron en el siglo xii el monumento fenicio a Hércules y cuando cayó el califato de Córdoba destruyeron Medina Azahara. También desterraron a Averroes por considerar su obra peligrosamente heterodoxa. Y en contra de la visión ingenua que convierte a los moriscos en víctimas y a los españoles en verdugos, no hay que olvidar que está históricamente probada la colaboración entre los moriscos de la costa española y los piratas argelinos (desde su base del centro corsario de Cherchel) que golpeaban continuamente a nuestra flota, y que albergaban intenciones de reconquistar al menos parte de España. La España reconquistada podía luchar contra el islam (que la había invadido) pero tenía tiempo para la Escuela de Traductores de Toledo, una tierra de las tres culturas, un Arcipreste de Hita o un Francisco de Rojas.
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Alberto Gil Ibáñez (La leyenda negra: Historia del odio a España (Spanish Edition))