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Pero no eran esos los que querían eliminarlo. Había cuestiones más profundas. Lograda la independencia, cada zona de lucha afrontó sus propios problemas. La Argentina padeció la desmembración de su territorio en tres puntos: la provincia del Paraguay, que se constituyó en República aparte; la oriental del Uruguay, que hizo lo propio; y las dos del Norte, que entraron a integrar, con dos peruanas, la nación Bolivia. La región centroamericana separada de México y rota su unidad, se volverá cinco países. La isla de Haití, fraccionada, hará dos Repúblicas. Y el gran bloque colombiano, estructurado por Bolívar en 1819, en Angostura, está en este momento –mayo de 1830– reduciéndose a pedazos. Venezuela se ha separado ya, radicalmente; el Ecuador acaba de constituirse en soberanía propia, regida por el venezolano Juan José Flores. ¿Quiénes se opusieron a esa desmembración? Bolívar y Sucre. El primero, contra el cual no alcanzaron éxito los puñales en la “noche septembrina” va al destierro –la muerte no le permitirá pasar de San Pedro Alejandrino, en la Nueva Granada–, entregado el poder al nuevo Presidente, el general
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Alfonso Rumazo González (Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho (Spanish Edition))