“
Yo creo que eso es lo que hace a las relaciones con los demás tan interesantes: esa certeza de que, aunque nos lo propongamos, nunca los vamos a conocer del todo.
”
”
Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano)
“
MĂralo. El rostro de un ángel malicioso y los ojos como el cielo nocturno en el Infierno. Es muy hermoso, y a los vampiros les gusta eso. Y no puedo decir que a mĂ me moleste. -Magnus sonriĂł de medio lado-. Cabello negro y ojos azules son mi combinaciĂłn favorita.
”
”
Cassandra Clare (Clockwork Prince (The Infernal Devices, #2))
“
Le debo a Ezequiel el haberme enseñada que la vida no es más que eso: asomar la cabeza, para ver que pasa afuera, aunque haya tormenta.
”
”
Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano)
“
-Me miras con esos ojos verdes como si yo significara algo. No me importa que tengas cosas mejores que hacer. Me conformo con tenerte a veces. De vez en cuando. SĂ© que puedo considerarme afortunada por eso, por tenerte aunque solo sea un poco.
”
”
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
“
El hombre que dicta la sentencia debe blandir la espada. Si le vas a quitar la vida a un hombre, tienes un deber para con él, y es mirarlo a los ojos y escuchar sus últimas palabras. Si no soportas eso, quizá es que ese hombre no merece morir".
”
”
George R.R. Martin (Juego de tronos (CanciĂłn de hielo y fuego, #1))
“
Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tu los ves y te repites que no es cierto, que son unos ojos hermosos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer.
”
”
Carlos Fuentes (Aura)
“
Esos ojos verdes se fijan en un punto con tal intensidad que tratas de encontrar lo que ella ve.. perfecciĂłn, es suficiente para mĂ.
”
”
Suzanne Collins (Mockingjay (The Hunger Games, #3))
“
ARTE MAGNÉTICA
DE tanto amar y andar salen los libros.
Y si no tienen besos o regiones
y si no tienen hombre a manos llenas,
si no tienen mujer en cada gota,
hambre, deseo, cĂłlera, caminos,
no sirven para escudo ni campana:
están sin ojos y no podrán abrirlos,
tendrán la boca muerta del precepto.
Amé las genitales enramadas
y entre sangre y amor cavé mis versos,
en tierra dura establecĂ una rosa
disputada entre el fuego y el rocĂo.
Por eso pude caminar cantando.
”
”
Pablo Neruda
“
La verdad.
QuĂ© cierto es eso de que cuando llevamos mucho tiempo buscando la verdad, el dĂa que por fin la descubrimos llega lo más difĂcil.
¿Qué hacer con ella?
Lo curioso no es tanto haberla tenido delante de nuestros ojos todo el tiempo y no haber sabido verla hasta el Ăşltimo momento. Lo realmente curioso es que cuando por fin aparece, la verdad no permite largos plazos. Exige actuar, normalmente con urgencia.
”
”
Alejandro Palomas (Un hijo)
“
Conoces a una chica tĂmida y sencilla. Si le dices que es hermosa, ella pensará que eres simpático, pero no te creerá. Sabe que esa belleza es obra de tu contemplaciĂłn. Y a veces basta con eso.
Pero existe una manera mejor de hacerlo. Le demuestras que es hermosa. Conviertes tus ojos en espejos, tus manos en plegarias cuando la acaricias. Es difĂcil, muy difĂcil, pero cuando ella se convence de que dices la verdad... De pronto la historia que ella se cuenta a sĂ misma cambia. Se transforma. Ya no la ven hermosa. Es hermosa, y la ven.
”
”
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
“
-¿Por qué me miran con esos ojos? Las miradas rencorosas son muy feas. Además, desearle mal a un prójimo no es bueno.
”
”
Claudia Celis (Donde Habitan Los Angeles)
“
Amor mĂo, no te quiero por vos ni por mĂ ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mĂa, porque estás del otro lado, ahĂ donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesiĂłn no estás en mĂ, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cĂłmo te gusta usar el verbo amar, con quĂ© cursilerĂa lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operaciĂłn del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querĂ©s como yo no te quiero.
”
”
Julio Cortázar (Hopscotch)
“
Ella era su debilidad. Esos ojos ambarinos y curiosos, y la graciosa nariz repleta de pecas que Mike solĂa contar en silencio. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis…, podĂa hacerlo durante horas y conocĂa cada una de las diminutas marcas que bañaban su piel. Era su secreto. A falta de las pecas de su rostro, se conformaba con volver a contar estrellas, pero si podĂa elegir…, si podĂa elegir, siempre la preferĂa a ella. Sin
”
”
Alice Kellen (33 Razones para volver a verte)
“
— Más libros. —Sus ojos se ensancharon—. Tienes como diez libros que acabas de decir que no has leĂdo.
—Eso no significa que no voy a conseguir más libros —sonreà ante su expresión de incredulidad
”
”
Jennifer L. Armentrout (Onyx (Lux, #2))
“
Le debo a Ezequiel el haberme enseñado que la vida no es más que eso: asomar la cabeza para ver que pasa afuera, aunque haya tormenta.
”
”
Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano)
“
QuerĂa verme reflejada en esos ojos verdes para siempre. Era la imagen de mĂ que más me gustaba.
”
”
Alina Not (Suelo sagrado 1 (Bad Ash, #4))
“
—Porque yo no querrĂa morirme sola —respondĂ, y me temblĂł la voz cuando volvĂ a mirar a Tamlin y me obliguĂ© a buscar sus ojos con los mĂos—. Porque me gustarĂa que alguien me sostuviera la mano hasta el final y un rato más despuĂ©s. Eso es algo que todo el mundo merece, inmortales y humanos.
–CapĂtulo 17, pág. 177
”
”
Sarah J. Maas (A Court of Thorns and Roses (A Court of Thorns and Roses, #1))
“
—Los puros lo hacen, lo hacen siempre y no les pillan.
—Sé que hay algunos pura-sangre que rompen las reglas, pero lo hacen porque
no les importa lo que le ocurra a la otra persona, y a mĂ me importa lo que te
pase a ti —sus ojos buscaron los mĂos con intensidad—. Me preocupo por ti más
de lo que deberĂa, y por eso no voy a ponerte en esa situaciĂłn y poner en peligro
tu futuro.
”
”
Jennifer L. Armentrout (Half-Blood (Covenant, #1))
“
Respecto a los perros, nadie que no haya convivido con ellos conocerá nunca, a fondo, hasta dĂłnde llegan las palabras generosidad, compañĂa y lealtad. Nadie que no haya sentido en el brazo un hocico hĂşmedo intentando interponerse entre el libro que estás leyendo y tĂş, en demanda de una caricia, o haya contemplado esa noble cabeza ladeada, esos ojos grandes, oscuros, fieles, mirar en espera de un gesto o una simple palabra, podrá entender del todo lo que me crepitĂł en la sangre cuando leĂ aquellas lĂneas; eso de que en las peleas de perros, el animal, si su amo está con Ă©l, lo da todo.
”
”
Arturo Pérez-Reverte (Perros e hijos de perra (Spanish Edition))
“
ÂżEs que no te acuerdas de lo que te dije en BerlĂn, cuando estábamos perdidos en el bosque, luchando para rebelarnos contra nuestro destino?
—Sà —le contestĂł Tatiana, rodeándole el cuello con las manos, cerrando los ojos—. Dijiste que ya me habĂas dejado marchar una vez, que vivirĂamos juntos o morirĂamos juntos.
—Eso es —dijo Alexander—. Y esta vez, viviremos juntos.
”
”
Paullina Simons (The Summer Garden (The Bronze Horseman, #3))
“
Es bueno que la gente vea pelĂculas de guerra. Si todo el mundo viera pelĂculas de guerra, sabrĂa que la guerra está mal y dejarĂa de luchar. Lo que sĂ está mal es que hay demasiadas pelĂculas de paz. Por eso la gente no puede ver con sus propios ojos que la guerra está mal.
”
”
Irvine Welsh (A Decent Ride (Terry Lawson, #3))
“
A muchos el universo les parece honrado; las gentes honestas tienen los ojos castrados. Por eso temen la obscenidad. No sienten ninguna angustia cuando oyen el grito del gallo ni cuando se pasean bajo un cielo estrellado. Cuando se entregan 'a los placeres de la carne' lo hacen a condiciĂłn de que sean insĂpidos.
”
”
Georges Bataille
“
Me prometiste que nunca me follarĂas, pero ÂżquĂ© fue lo de anoche? Ni una palabra, ni un «te quiero», ni una nota antes de marcharte. ÂżEra eso? ÂżUn polvo de despedida? —El susurro de ella se convirtiĂł en un sollozo—. ÂżQuiĂ©n es el follaángeles ahora?
Gabriel hizo una mueca de dolor.
Fue algo más que una mueca. Fue como si acabara de recibir un puñetazo. Cerró los ojos y gimió débilmente, mientras se apoyaba en los talones y apretaba mucho los puños.
Todos vieron como palidecĂa de golpe.
—Eso me ha dolido, Julianne —murmuró.
”
”
Sylvain Reynard (Gabriel's Rapture (Gabriel's Inferno, #2))
“
- Te amo, Jondalar. Siento amor cuando sonrĂes asĂ, con esos ojos, y muchĂsimo más cuando rĂes. Nadie reĂa en el Clan y no les gustaba que yo riera. No quiero vivir nunca con gente que no me permita sonreĂr o reĂr.
”
”
Jean M. Auel
“
Escucho mis latidos. He estado mirándolo por mucho tiempo, pero entonces, Ă©l ha estado mirándome de regreso, y siento que los dos estamos tratando de decir algo que el otro no puede oĂr, aunque podrĂa estar imaginando eso. Demasiado tiempo; y ahora, incluso más, con mi corazĂłn más estridente, sus tranquilos ojos me devoran entera.
”
”
Veronica Roth (Divergent (Divergent, #1))
“
Antes de saber leer, los libros eran para mĂ como bosques misteriosos. Me acuciaba una pregunta: ÂżcĂłmo era posible que de aquellas páginas de papel, de aquellas hormiguitas negras que la surcaban se levantara un mundo ante mis ojos, mis oĂdos y mi corazĂłn de niña? ÂżQuĂ© clase de magia, de sortilegio era aquel que sobrepasaba cuanto yo vivĂa y cuanto vivĂa a mi alrededor?
DespuĂ©s, cuando ya habĂa aprendido a descifrar esos signos misteriosos, la primera vez que leĂ la palabra "bosque" en un libro de cuentos, supe que siempre me moverĂa dentro de ese ámbito. Toda la vida de un bosque -misterioso, atractivo, terrorĂfico, lejano y prĂłximo, oscuro y transparente- encontraba su lugar sobre el papel, en el arte combinatoria de las palabras. Jamás habĂa experimentado, ni volverĂa a experimentar en toda mi vida, una realidad más cercana, más viva y que me revelara la existencia de otras realidades tan vivas y tan cercanas como aquella que me revelĂł el bosque, el real y el creado por las palabras.
”
”
Ana MarĂa Matute
“
Tú me estás enseñando a amar y supongo que yo también te estoy enseñando a hacerlo, a mi manera —dijo y se apartó un poco para mirarla a los ojos—. No somos perfectos, pero eso no tiene por qué impedirnos ser felices, ¿no crees?
”
”
Sylvain Reynard (Gabriel's Rapture (Gabriel's Inferno, #2))
“
Al rozar sus labios, entendĂ que el esfuerzo valĂa la pena. El dolor. Quitarme el chubasquero. Dejar pasar al miedo. Sentir. Sentir. Sentir. Vi ante mis ojos cĂłmo las emociones se equilibraban con picos y bajadas cruzándose, porque si la tristeza no existiese, nadie se habrĂa tomado nunca la molestia de inventar la palabra «felicidad». Y besarlo habĂa sido eso. Una chispa de felicidad, de las que prenden y explotan como un castillo de fuegos artificiales. HabĂa sido un cosquilleo en el estĂłmago. El sabor de esa noche estrellada en los labios. El olor del mar impregnado en su piel. Sus dedos ásperos contra mi mejilla. Su mirada desnudándome por dentro. Él. De nuevo Ă©l. Siempre Ă©l.
”
”
Alice Kellen (Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1))
“
La camilla siguiĂł avanzando a travĂ©s de un pasillo lleno de gente en silencio. La gente me miraba con esos ojos que decĂan, pobre chico, tan joven, tan sano, tan blanco y yo desde la camilla les dije tranquila gente, no soy tan sano, ni tan limpio, ni tan creyente, no me lavo los dientes todas las mañanas como ustedes, no leo tantos libros, no hago deporte, ni rindo tanto en el trabajo como ustedes, tranquila gente.
”
”
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
“
Te llamas a ti misma ciudadana del mundo, sus ojos susurraban, pero eso sĂłlo significa que no perteneces a ningĂşn sitio.
”
”
Susan Elizabeth Phillips (Call Me Irresistible (Wynette, Texas, #6))
“
Sus rostros eran absolutamente similares en un detalle: parecĂan extremadamente incompletos, como cuadros con agujeros por ojos o como un rompecabezas al que le faltase una pieza nimia. Y eso que echaba en falta, pensĂł Richards, era el aire de desesperaciĂłn. En sus estĂłmagos no aullaban los lobos. Sus mentes no estaban llenas de sueños viciados, de esperanzas insensatas.
”
”
Richard Bachman (The Running Man)
“
¡QuĂ© triste es! -murmuraba Dorian con los ojos fijos todavĂa en su retrato-. ¡QuĂ© triste! Me volverĂ© viejo, horrible, espantoso. Pero ese retrato permanecerá siempre joven. No será nunca más viejo que en este dĂa de junio... ¡Si ocurriera al contrario, si fuera yo siempre joven, y si este retrato envejeciese! ¡Por eso, por eso lo darĂa yo todo! ¡SĂ, no hay nada en el mundo que no diera yo! ¡Por ello darĂa hasta mi alma!
”
”
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
“
No tenĂan ya palabras. Las estrellas empezaban a brillar. ÂżCĂłmo fue que sus labios se encontraron? ÂżCĂłmo es que el pájaro canta, que la nieve se funde, que la rosa se abre? Un beso; eso fue todo. Los dos se estremecieron, y se miraron en la sombra con ojos brillantes. No sentĂan ni el frĂo de la noche, ni la frialdad de la piedra,ni la humedad de la tierra, ni la humedad de las hojas; se miraban y tenĂan el corazĂłn lleno de pensamientos. Se habĂan cogido de las manos sin saberlo.
”
”
Victor Hugo (Les Misérables)
“
ÂżTe han hechizado en alguna ocasiĂłn, Maureen Quilling? ÂżTe has mirado alguna vez al espejo preguntándote si esos ojos que te miran desde el otro lado son en verdad los tuyos? ÂżO alguna vez has estado sentada en una habitaciĂłn vacĂa y, de repente, has tenido la sensaciĂłn de que no estabas sola?
”
”
Neil Gaiman (The Graveyard Book)
“
prefiero morir en sus manos en una agonĂa lenta, a saber que nunca te tendrĂ© a mi lado, porque hasta que eso suceda, vivirĂ© dichosa contigo y no destrozada como lo estoy. DĂ©jame elegir a mĂ mi propio destino.
”
”
Florencia Bonelli (Lo que dicen tus ojos)
“
...Amor mĂo, no te quiero por vos ni por mĂ ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mĂa, porque estás del otro lado, ahĂ donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesiĂłn no estás en mĂ, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cĂłmo te gusta usar el verbo amar, con quĂ© cursilerĂa lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operaciĂłn del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querĂ©s como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivĂs en la salud, despuĂ©s de mĂ será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños...
”
”
Julio Cortázar (Hopscotch)
“
—Si te encuentran, tendré que exterminar tu fuerza vital para cerrar el portal.
Me invadió una sensación de terror. —¿Y eso qué significa? Apretó los labios contra mi frente y cerró los ojos.
—Significa que tendré que matarte.
”
”
Darynda Jones (First Grave on the Right (Charley Davidson, #1))
“
Tu cuerpo necesita algo frĂo. En eso consiste todo. Tu cuerpo necesita el frĂo e intenta crearlo, porque no lo encuentra en ninguna parte. Tu cabeza no puede ser, porque es de donde sale el calor, asĂ que se centra en otros Ăłrganos. En el estĂłmago. En el hĂgado. En los pulmones. Y, poco a poco, te das cuenta de que tu cuerpo arde por fuera, pero que estás helado por dentro. Tu cabeza está siempre alerta y se prepara para todas las posibilidades, pero cuando cierras los ojos siempre hay fondos blancos con lĂneas negras que se mueven en todas direcciones y, cuando coges aire, nunca es suficiente porque hay demasiadas cosas que podrĂan salir mal, y abres la boca y aĂşn te cabe más aire que no eres capaz de coger, y no sabes quĂ© hacer para conseguirlo, para conseguir eso o para conseguir nada, porque nunca eres el mejor. Nunca eres suficiente. Nunca sabes cĂłmo moverte o quĂ© decir o quĂ© hacer y te da la sensaciĂłn de que todos lo saben y
asĂ es como se siente la ansiedad.
”
”
Clara Cortés (Cosas que escribiste sobre el fuego)
“
Que significa 'amar'? Durante anios he pensado que significa conocer a la otra persona..., conocerla perfectamente, con todos sus secretos; conocer cada rincon de su cuerpo, cada reflejo; conocer a fondo su alma, cada una de sus emociones... Quizas sea eso, quizas conocer sea lo mismo que amar. Pero eso solo es una teoria. Despues de todo, que quiere decir conocer? Cuanto se puede conocer a un ser humano? Hasta donde se puede seguir a un alma desconocida? Hasta sus suenios? Y luego adonde? No se puede acompaniar a nadie a su inconsciente. Ni siquiera es necesario esperar a que ella cierre los ojos, se despida de mi y se retire a ese otro mundo, al mundo que llamamos de la noche... Porque existen dos mundos y uno esta mas alla del espacio conocido en el que vivimos, y quizas en ese otro mundo vivamos de manera mas real que en el espacio y en el tiempo...Ahora ya se con certeza que hay otro lugar que es solo nuestro, la propiedad privada de cada uno. (...) Aunque todavia sigo sin saber lo que significa amar... Acaso se puede saber? Y de que sirve saberlo? No tiene nada que ver con la razon. Seguramente el amor es algo mas que el conocimiento. Conocer a alguien no es mucho, tiene unos limites... Amar debe ser algo parecido a seguir el mismo ritmo, una casualidad tan maravillosa como si en el universo hubiese dos meteoros con la misma trayectoria, la misma orbita y la misma materia. Una casualidad tal que no se puede ni calcular ni prever. Tal vez ni exista siquiera (...) Dos personas a las que les gustan las mismas comidas y la misma musica, que caminan al mismo ritmo por la calley que se buscan al mismo ritmo en la cama: quizas sea eso el amor. Que cosa mas rara debe de ser! Como un milagro... Yo imagino que los encuentros de ese tipo deben de ser misticos. La vida real no se basa en tales probabilidades. Creo que las personas que siguen el mismo ritmo, que segregan sus hormonas al mismo tiempo, que piensan lo mismo de las cosas y lo expresan con palabras identicas... bueno, creo que eso no existe. Una de las dos sera mas lenta y la otra mas rapida, una es timida, la otra osada, una ardiente, la otra tibia. Asi es como hay que tomar la vida, los encuentros... Hay que aceptar la felicidad asi, en su estado imperfecto.
”
”
Sándor Márai (Divorce à Buda)
“
Hermano chico no solo tiene los ojos azulĂsimos, sino que encuentra que son los más bellos de este mundo. Eso lo hace pensar que tiene muy altas posibilidades de ser secuestrado. De los ocho a los diez años, es casi lo Ăşnico que piensa. Será secuestrado porque baila bien y tiene los ojos azules.
”
”
Camila Gutiérrez
“
Y eso es lo que lo hace tan perfecto: tus ojos. Tu alma esta ahĂ pero el resto de ti permanece indefinido esa es la belleza de la infancia. Los ojos muestran todo lo que has visto hasta el momento pero el resto de ti sigue abierto a diversas posibilidades todavia no se sabe en que te convertiras
”
”
Bree Despain (The Dark Divine (The Dark Divine, #1))
“
De eso se trata, de coincidir con gente que te haga ver cosas que tú no ves. Que te enseñen a mirar con otros ojos.
”
”
Mariani Sierra Villanueva (Ideas Viajando: RadiografĂa de un corazĂłn de origami (Spanish Edition))
“
Abre sus ojos de nuevo, su expresión es desolada–sincera. –¿No ibas a escapar? –pregunta.
–¡No!
Cierra sus ojos de nuevo y todo su cuerpo se relaja. Cuando abre sus ojos, puedo ver su dolor y angustia.
–Pensé… –Se detiene–. Este soy yo, Ana. Todo yo… y soy todo tuyo. ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Hacerte ver que te quiero de cualquier forma en que te pueda obtener. Que te amo.
–TambiĂ©n te amo, Christian, y verte asĂ… –Me ahogo y mis lágrimas comienzan de nuevo–. PensĂ© que te habĂa roto.
–¿Roto? ¿A m� Oh no, Ana. Justo lo contrario. –Se estira y toma mi mano–. Eres mi vida, –susurra, y besa mis nudillos antes de presionar mi palma contra la suya.
”
”
E.L. James (Fifty Shades Darker (Fifty Shades, #2))
“
ÂżDĂłnde estaban los recuerdos puros? En casi todos se funden impresiones de otras Ă©pocas que se les superponen y les confieren una realidad distinta. Los recuerdos no existen: es otra vida revivida con otra personalidad, y que en parte es consecuencia de esos mismos recuerdos. No se puede invertir el sentido del tiempo, a menos que se viva con los ojos cerrados y los oĂdos sordos.
”
”
Boris Vian (L'herbe rouge - roman / Les lurettes fourrées - nouvelles)
“
—Eso es todo. Ese dĂa mi abuelo me explicĂł que nosotros somos distintos de los animales, que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. En cambio, nosotros somos libres. Es el mayor don que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a veces cuestan algĂşn azote y un largo viaje. «Jamás renuncies a tus sueños. Nunca tengas miedo de soñar, por mucho que los demás se rĂan de ti», eso me dijo mi abuelo, «pues si lo haces renunciarĂas a ser tĂş mismo». AĂşn recuerdo los ojos brillantes con que subrayĂł sus palabras.
”
”
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
“
Si hubiera podido, habrĂa elegido uno de esos dĂas y me habrĂa conservado en Ă©l para siempre, como esos insectos atrapados en una gota de ámbar que parecen vivos incluso doscientos años despuĂ©s.
”
”
Tatiana Țîbuleac (El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes)
“
¡Terribles rincones vacĂos del cuarto! Cada uno se llena con la deseada presencia del ser amado. Rincones desnudos. Los dedos se retuercen en el aire tratando amorosamente de hallar Esos brazos, Esos ojos, Esa boca…Y ninguna magia activa su renombre. Todo es en vano. Nuevos deseos. Nuevas frustraciones. El nombre expirado por los labios no resucita en ningĂşn rincĂłn. ¡No! ¡Dios mĂo! ¡No!
”
”
Alejandra Pizarnik (Diarios)
“
No sabes en quĂ© momento te enamoras, creo que no existe un instante exacto, simplemente pasa, te enamoras de su rostro, de su personalidad, de sus ojos, de su humor, de sus caracterĂsticas, de sus defectos. Eso es lo Ăşltimo que haces cuando amas por completo a una persona, es la circunstancia en donde ya no importa nada, en donde lo más mĂnimo son pormenores y tratas de mejorar por ella.
”
”
Flor M. Salvador (Boulevard)
“
Ayer volvĂ, despuĂ©s de tantos años, al rĂo.
El agua, las piedras, los árboles, el viento, son los mismos.
Yo ya no soy el mismo.
Ya no me pregunto cómo será mis destino.
Le debo a Ezequiel el haberme enseñado que la vida no es más que eso: asomar la cabeza, para ver qué pasa afuera, aunque haya tormenta. Y una
Suite de Bach.
”
”
Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano)
“
Solo piensas en la muerte cuando te mueres, Aleksy, solo cuando te mueres, y eso es una tonterĂa, una inmensa tonterĂa. Porque, en lugar de todos sus sueños, la muerte es lo más probable que va a sucederle a un individuo. De hecho, lo Ăşnico que le va a suceder con toda certeza. Por eso, Aleksy, no hagas nunca las cosas a lo tonto pensando que tendrás tiempo de enderezarlas, porque no lo tendrás. El tiempo de despuĂ©s lo utilizarás para hacer más tonterĂas y para morir más deprisa.
”
”
Tatiana Țîbuleac (El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes)
“
Walking Around
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerĂas y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las pelquerĂas me hace llorar a gritos.
SĂłlo quiero un descanso de piedras o de lana,
sĂłlo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderĂas, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo serĂa delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a une monja con un golpe de oreja.
SerĂa bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frĂo.
No quiero seguir siendo raĂz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada dĂa.
No quiero para mĂ tantas desgracias.
No quiero continuar de raĂz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el dĂa lunes arde como el petrĂłleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aĂşlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas hĂşmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterĂas con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergĂĽenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
”
”
Pablo Neruda
“
Pero eso de que una persona te deje de hablar porque ya se enteró de que te gusta, o que tengas que esperarte tres meses para dar un beso que los dos quieren porque si no te van a acusar de fácil, es horrible.
De hecho, creo que las femmes fatales son tan tradicionales y aburridas como las que cocinan pastelitos y esperan al prĂncipe azul, porque a fin de cuentas tambiĂ©n se dedican a ser un clichĂ© del tamaño del mundo y a reprimirse solitas para ser lo que los fulanos esperan de ellas.
”
”
Raquel Castro (Ojos llenos de sombra)
“
Yo ya no soy el mismo.Ya no pregunto cómo será mi destino.
Le debo a Ezequiel el haberme enseñado que la vida no es más que eso: asomar la cabeza, para ver qué pasa fuera, aunque haya tormenta. Y una Suite de Bach
”
”
Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano)
“
Eso es porque Aki se ha ido. Porque la he perdido. Ya no hay nada que desee ver. Ni en Australia, ni en Alaska, ni en el Mediterráneo, ni en la Antártida. En este mundo, vaya a dĂłnde vaya, siempre me sucederá lo mismo. Por más maravilloso que sea el paisaje que tenga ante los ojos, nunca me emocionarĂ©; la más hermosa de las vistas no me gustará. Ha desaparecido la persona que me hacĂa desear ver, saber y sentir…, incluso vivir. Ella ya no volverá a estar jamás a mi lado.
”
”
KyĹŤichi Katayama (Socrates In Love)
“
«Uno nunca termina de conocer del todo a las personas, ni aún a las más cercanas [...]. Siempre hay una zona de cada uno que permanece a oscuras, alejada por completo de los demás. Una zona de pensamientos, de actividades, de cualquier cosa. Pero siempre hay un lugar de nosotros en el que no dejamos que entre nadie más. Yo creo que eso es lo que hace a las relaciones con los demás tan interesantes, esa certeza de que, aunque nos lo propongamos, nunca los vamos a conocer del todo»
”
”
Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano)
“
Pero el amor, esa palabra… Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razĂłn de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mĂo, no te quiero por vos ni por mĂ ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mĂa, porque estás del otro lado, ahĂ donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesiĂłn no estás en mĂ, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cĂłmo te gusta usar el verbo amar, con quĂ© cursilerĂa lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operaciĂłn del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querĂ©s como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivĂs en la salud, despuĂ©s de mĂ será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cĂnico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revĂłlver, amor que le dĂ© los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la mĂşsica es posible, la raĂz desde donde se podrĂa empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habrĂa más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarĂan a brotar los pĂ©talos coloreados, se hincharĂan las formas combadas, crecerĂa la hermosura. Dadora de infinito, yo no sĂ© tomar, perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien asĂ. TambiĂ©n puedo ser grosero, fijate. Pero fijate bien, porque no es gratuito.
ÂżPor quĂ© stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahĂ, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. AsĂ viven muchos amigos mĂos, sin hablar de un tĂo y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegĂs la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salĂs de un concierto.
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Julio Cortázar
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Si escuchas la canciĂłn Asleep, y piensas en esos dĂas en los que hace un clima precioso que te hace recordar cosas, y piensas en los ojos más hermosos que has visto jamás, y lloras, y esa persona te devuelve el abrazo, entonces creo que verás la fotografĂa.
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Stephen Chbosky
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En sus ojos se leĂa a menudo el ardiente deseo de tomar parte en alguna conversaciĂłn interesante o de juntarse a otro grupo, pero se retenĂa al pensar que aquello podĂa parecer excesivo por su parte o demasiado familiar, y que con ello rebajarĂa su dignidad. Y por eso permanecĂa eternamente solo, en la misma actitud silenciosa, emitiendo de cuando en cuando un sonido monĂłtono, con lo cual llegĂł a pasar por un hombre de lo más aburrido.
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Nikolai Gogol (The Overcoat)
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—¿Vas a pelear conmigo ahora? —le espeté—. ¿O vas a esconderte detrás de otro de tus cerditos?
Ares estaba morado de rabia.
—Ojo, chaval. PodrĂa convertirte en…
—… Âżuna cucaracha o una lombriz? SĂ, estoy seguro. Eso evitarĂa que patearan tu divino trasero, Âżverdad?
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Rick Riordan
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—No hagas eso.
—¿Hacer qué?
—SonreĂrme —murmurĂł, la plata de sus ojos se arremolinaba.
—¿Por qué?
—Porque cuando haces eso, no hay absolutamente nada que no permitirĂa que me hicieras.
Entonces sonreĂ plenamente.
—Joder —Él gimiĂł. Una carcajada me abandonĂł, un sonido ligero y aireado que se sintiĂł bien incluso cuando sus ojos se estrecharon en mĂ—. Tampoco hagas eso.
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Jennifer L. Armentrout (A Shadow in the Ember (Flesh and Fire, #1))
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Pero el amor puede transformar en belleza y dignidad cosas bajas y viles, porque no ve con los ojos, sino con la mente, y por eso pinta ciego a Cupido el alado. Ni tiene en su mente el amor señal alguna de discernimiento; como que las alas y la ceguera son signos de imprudente premura. Y por ella se dice que el amor es niño, siendo tan a menudo engañado en la elección. Y como en sus juegos perjuran los muchachos traviesos, asà el rapaz amor es perjurado en todas partes.
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William Shakespeare (A Midsummer Night’s Dream)
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Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo tambiĂ©n la querĂa.
CĂłmo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocĂo.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oĂdo.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
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Pablo Neruda (Veinte poemas de amor y una canciĂłn desesperada)
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—¿Por qué?
—Porque el amor no te hace dudar de ti misma. No te obliga a ser alguien que no eres. No es solo sentir mariposas, sino que esos nervios den paso a la calma. Es querer lo mejor para la otra persona. Desear verla triunfando y logrando sus objetivos. Siendo libre. Es escucharla hablar durante horas sin cansarte. Preocuparte por sus intereses. Disfrutar de pasar tiempo a solas, sin hacer nada, en silencio. Es que incluso las cosas más simples adquieran sentido, como una sonrisa. O como una estrella con una inscripciĂłn. O como tumbarse a ver el cielo de noche. Es saber que estás completa por ti misma, que no necesitas a nadie y que, aun asĂ, quieres estar a su lado. El amor es pensar en la otra persona cada vez que te ocurre algo bueno. Querer contárselo. Es ser consciente de los riesgos y, aun asĂ, entregarse con los ojos cerrados. Y es que haya canciones que, da igual cuándo las escuche, siempre me recordarán a ti. —El corazĂłn me late a toda velocidad. Vuelvo a clavar mis ojos en los suyos—. Liam, no tengo ni idea de lo que es el amor. Creo que nunca antes lo habĂa sentido. Lo Ăşnico que tengo claro es que, cada vez que pienso en Ă©l, eres tĂş quien se me viene a la cabeza.
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Inma Rubiales (Hasta que nos quedemos sin estrellas)
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Años más tarde, cuando parece definitivamente confirmado que lo suyo es un trastorno esquizo-afectivo, me atrevo a ser clara con Daniel sobre lo que ningún médico quiere llamar por su nombre frente a él. Me pregunta, con los ojos muy abiertos, si eso es para siempre. Y yo, tragándome las lágrimas le contesto:
-SĂ, Dani, para siempre.
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Piedad Bonnett (Lo que no tiene nombre)
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Si tĂş quieres que tome clases como un estudiante, puedo hacerlo. Si quieres mudarte a una gran ciudad para perseguir tus sueños, te seguirĂ©. Y si algĂşn dĂa deseas casarte con un vestido blanco y hacer esto oficial ante los ojos humanos, estoy dispuesto a hacer eso tambiĂ©n (...)―Para bien o para mal, me temo que estas ligada a mĂ por ahora.
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Julie Kagawa (The Iron Queen (The Iron Fey, #3))
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Usted tiene todas las condiciones para concurrir a mi felicidad, pero yo tengo muy pocas para concurrir a la suya. Y no crea que me estoy mandando la parte. En otra posiciĂłn (quiero decir, más bien, en otras edades) lo más correcto serĂa que yo le ofreciese un noviazgo serio, muy serio, quizá demasiado serio, con una clara perspectiva de casamiento al alcance de la mano. Pero si yo ahora le ofreciese algo semejante, calculo que serĂa muy egoĂsta, porque sĂłlo pensarĂa en mĂ, y lo que yo más quiero ahora no es pensar en mĂ sino pensar en usted. Yo no puedo olvidar usted tampoco que dentro de diez años yo tendrĂ© sesenta. Escasamente un viejo, podrá decir un optimista o un adulĂłn, pero el adverbio importa muy poco. Quiero que quede a salvo mi honestidad al decirle que ni ahora ni dentro de unos meses, podrĂ© juntar fuerzas como para hablar de matrimonio. Pero siempre hay un pero Âżde quĂ© hablar entonces? Yo sĂ© que, por más que usted entienda esto, es difĂcil, sin embargo, que admita otro planteo. Porque es evidente que existe otro planteo. En ese otro planteo hay cabida para el amor, pero no la hay en cambio para el matrimonio. LevantĂł los ojos, pero no interrogaba. Es probable que sĂłlo haya querido ver mi cara al decir eso. Pero, a esta altura, yo ya estaba decidido a no detenerme. A ese otro planteo, la imaginaciĂłn popular, que suele ser pobre en denominaciones, lo llama una Aventura o un Programa, y es bastante lĂłgico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo tambiĂ©n estoy asustado, nada más que porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura. Tal vez no me apartarĂa ni un milĂmetro de mi centro de sinceridad, si le dijera que lo que estoy buscando denodadamente es un acuerdo, una especie de convenio entre mi amor y su libertad. Ya sĂ©, ya sĂ©. Usted está pensando que la realidad es precisamente la inversa; que lo que yo estoy buscando es justamente su amor y mi libertad. Tiene todo el derecho de pensarlo, pero reconozca que a mi vez tengo todo el derecho de jugármelo todo a una sola carta. Y esa sola carta es la confianza que usted pueda tener en mĂ.
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Mario Benedetti (La tregua)
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Coge un cuenco grande, dije. LlĂ©nalo con medidas iguales de hechos, fantasĂas, historia, mitologĂa, ciencia, supersticiĂłn, lĂłgica y locura. Oscurece la mezcla con lágrimas amargas, aclárala con carcajadas, viĂ©rtele tres mil años de civilizaciĂłn, grita kan pei, que significa "copa seca", y bĂ©bela hasta las heces."
Propocio me clavó los ojos. "¿Y seré sabio?", preguntó.
"Mejor que eso", le respondĂ. "Serás chino.
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Barry Hughart (Bridge of Birds (The Chronicles of Master Li and Number Ten Ox, #1))
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—Bruno no sabĂa lo que decĂa —insistió—. ÂżQuĂ© podĂa saber ese desdichado de finales felices? — la voz le temblaba—. Nada. No sabĂa nada. La felicidad es estar aquĂ y ahora, bajo la lluvia, mirándote a los ojos. La felicidad es tener un corazĂłn capaz de amar. Es saber que has sido importante para alguien... Que, de algĂşn modo, en algĂşn momento, has marcado al diferencia. Y la muerte no es nada en comparaciĂłn con esos momentos.
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José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
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En estos momentos tuve una certeza fulminante: cada uno tenĂa una “misiĂłn”, pero Ă©sta no podĂa ser elegida, definida, administrada a voluntad. Era un error desear nuevos dioses, y completamente falso querer dar algo al mundo. No existĂa ningĂşn deber, ninguno, para el hombre consciente, excepto el de buscarse a sĂ mismo, afirmarse en su interior, tantear un camino hacia adelante sin preocuparse de la meta a que pudiera conducir. Aquel descubrimiento me conmoviĂł profundamente, este fue el fruto de aquella experiencia. Yo habĂa jugado a menudo con imágenes del futuro y soñado con papeles que pudieran estar destinados de poeta quizás, de profeta, de pintor o de cualquier otra cosa. Aquellas imágenes no valĂan nada. Yo no estaba en el mundo para escribir, predicar o pintar; ni yo ni nadie estaba para eso. Tales cosas sĂłlo podĂan surgir marginalmente. La misiĂłn verdadera de cada uno era llegar a sĂ mismo. Se podĂa llegar a poeta o a loco, a profeta o a criminal; ese no es asunto de uno: a fin de cuentas, carecĂa de toda importancia. Lo que importaba era encontrar su propio destino, no un destino cualquiera, y vivirlo por completo. Todo lo demás eran medianĂas, un intento de evasiĂłn, de buscar refugio en el ideal de la masa, era amoldarse; era miedo ante la propia individualidad. La nueva imagen surgiĂł terrible y sagrada ante mis ojos, presentido mĂşltiples veces, quizás pronunciada ya otras tantas, pero nunca vivida hasta ahora. Yo era un proyecto de la naturaleza, un proyecto hacia lo desconocido, quizá hacia lo nuevo, quizá hacia la nada; y mi misiĂłn, mi Ăşnica misiĂłn, era dejar realizarse este proyecto que brotaba de las profundidades. Sentir en mĂ su voluntad e identificarme con Ă©l por completo.
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Hermann Hesse (Demian)
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Nuestro padre le habĂa enseñado a analizar las cosas que temĂa.
Asà que ir de trato o truco con él, cuando era pequeño, era como escuchar una reunión de información técnica: —Eso no es una bruja de verdad, es una figura de plástico con luces LED para los ojos y una pista pregrabada de chirridos.
Esas no son tumbas reales, sino que son de PVC moldeadas en forma de lápidas, con frases espeluznantes escritas por un escritor de bromas. Esos no son verdaderos demonios que vienen por la calle, esos son los chicos de laescuela secundaria vestidos con trajes que consiguieron en Walgreens o tal vez por medio de un pedido en lĂnea...
Y todo el tiempo Alex habĂa apretado mi mano, como si le ofreciera el Ăşltimo vĂnculo con la cordura. Me habĂa gustado ser su protector, el que le hiciera sentirse seguro.
RazĂłn por la cual me sentĂa aĂşn peor por haberlo atacado.
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Emmy Laybourne (Monument 14 (Monument 14, #1))
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–Quiero que me prometas algo –su voz se habĂa vuelto repentinamente grave.
Asentà con la cabeza–.
–Quiero que me prometas que, pase lo que pase, recordarás siempre dos cosas. Dime que lo harás.
AsentĂ nuevamente.
–La primera es que el sexo y el amor no tienen nada que ver…
–Eso ya me lo dijiste anoche–.
–Bien. La segunda es que lo de anoche fue un acto de amor –me miró a los ojos con una intensidad especial–. ¿De acuerdo?
Me parĂ© a meditar unos segundos, pero fue inĂştil. No sabĂa quĂ© querĂa decir con todo eso.
–No te entiendo.
–No importa, prométemelo.
–Te lo prometo.
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Almudena Grandes (Las edades de LulĂş)
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—Bienvenida otra vez —musitó, tomandome en brazos. —Has dormido profundamente, no me he perdido nada —Sus ojos centellaron. —Empezaste a habar en sueños muy pronto.
—¿QuĂ© oĂste? —Los ojos dorados se suavizaron.
—Dijiste que me querĂas.
—Eso ya lo sabĂas —le recordĂ©. HundĂ mi cabeza sobre su hombro.
—Da lo mismo, es agradable oĂrlo.
Oculté la cara contra su hombro.
—Te quiero —susurré.
—Ahora tú eres mi vida —se limitó a contestar.
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Stephenie Meyer (Twilight (The Twilight Saga, #1))
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—James, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Eh… NO.
—¿Alguna vez has tenido novia?
—¿Es que no me has oĂdo? Te prohĂbo que me preguntes cosas.
—Eso significa que siempre has estado soltero, ¿verdad?
James comenzĂł a ruborizarse lentamente, y sus mofletes se tornaron de un
gracioso tono rojizo. Se incorporó en el sofá, sentándose y mirándola.
—Pues claro que no. Soy el sex symbol del instituto.
—¿De veras? No me lo creo.
—Abre los ojos, mĂrame fijamente y verás cĂłmo se te despejan las dudas.
Kelsey riĂł descaradamente. Su ego no tenĂa lĂmites.
—¿Y con cuántas chicas has salido?
—¡SabĂa adĂłnde querĂas llegar, vieja picarona! —La apuntĂł con un dedo
acusador—. No pienso decĂrtelo. Te quedarás con las ganas de saberlo.
Kelsey se acercĂł a James, rompiendo la normativa de espacio vital
individual que ambos habĂan acordado. Él pareciĂł sentirse intimidado y la mirĂł
con una mezcla de miedo y desconcierto.
—¡Va, James! ¡No te hagas el malote! —Le dio un pequeño codazo—.
¡Venga, sex symbol, cuéntame a cuántas fashion victims te has llevado a la
cama!
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Silvia Hervás
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—Eso es, colega. No podemos rendirnos —Minho volviĂł a colocar con cuidado los papeles en el baĂşl, lo cerrĂł y luego se incorporó—. Bueno, tendremos que darnos prisa porque aquĂ hemos estado mucho rato. Los primeros dĂas sĂłlo tendrás que seguirme. ÂżListo?
Thomas sintiĂł una corriente de nerviosismo en su interior, pellizcándole la barriga. Ya habĂa llegado el momento, iban a salir de verdad; se habĂa acabado hablar y pensar sobre el tema.
—Ummm…, sĂ.
—Aquà no hay «ums» que valgan. ¿Estás listo o no?
Thomas mirĂł a los ojos de Minho, que de repente reflejaban dureza.
—Estoy listo.
—Entonces, vamos a correr.
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James Dashner (The Maze Runner (The Maze Runner, #1))
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Llena tus ojos de ilusiĂłn -decĂa-. Vive como si fueras a morir dentro de diez segundos. Ve al mundo. Es más fantástico que cualquier sueño real o imaginario. No pidas garantĂas, no pidas seguridad. Nunca ha existido algo asĂ. Y, si existiera, estarĂa emparentado con el perezoso que cuelga boca abajo de un árbol, todos y cada uno de los dĂas, empleando la vida en dormir. Al diablo con eso -dijo- sacude el árbol y haz que el gran perezoso caiga sobre su trasero.
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Ray Bradbury (Fahrenheit 451)
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—No sĂ© quĂ© es porque nunca he sentido algo asĂ. Solo sĂ© que cierro los ojos y te veo a ti, que tengo tu aroma incrustado en mi mente, que mi ira se desataba cada vez que se cruzaba otro gran predador por mi camino porque pienso que puede dañarte. Temo mirarme en el espejo porque me odio ante la posibilidad de que pueda corromperte. SĂ© que te hice daño, Lena, y toda una eternidad no será bastante para compensártelo, pero soy una criatura egoĂsta que solo mira por su propio bienestar, por eso estoy ante ti, de nuevo, pidiendo que no me aparte de tu lado. Quiero protegerte de todo, aunque no pueda defenderte de lo que soy.
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Anissa B. Damom (Éxodo (Éxodo, #1))
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-No voy a dejar que hagas esto –dije.
-No me vas a detener.-Su voz era baja, ahora. Indescriptiblemente sexy.
Mis ojos revolotearon cerrándose. –Como el infierno que no lo harĂ© –le susurre-.PodrĂa matarte.
- Entonces morirĂa feliz.
- No es gracioso.
- No estoy bromeando.
AbrĂ los ojos y me centre en los suyos. –SerĂa más feliz sin ti –le mentĂ tan convincentemente como pude.
-Es una lastima. –La boca de Noah se curvĂł en la media sonrisa que yo amaba y odiaba tanto, a pocos centĂmetros de mi ombligo.
Mi cabeza estaba nublada. –Se supone que debes decir. “Todo lo que quiero es tu felicidad. Voy a hacer lo que sea, incluso si eso significa estar sin ti.”
- Lo siento –dijo Noah-. No soy tan buena persona. –Sus manos subieron por el costado de los vaqueros, a mi cintura. Las yemas de sus dedos razonaron la piel justo debajo de la tela de mi camisa. Traté de calmar mi pulso y fallé.
- Me quieres –dijo Noah simplemente, en definitiva-. No me mientas. Lo puedo escuchar.
- Irrelevante –suspiré.
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Michelle Hodkin (The Unbecoming of Mara Dyer (Mara Dyer, #1))
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Guapo está. Pero es tan tonto. Pone K en vez de q, en vez de c, en vez de todo, ya ni hablemos de la ausencia total de acentos y signos de interrogación.
“Kieres k t compre 1 helado”.
¡Me pongo verde cuando manda esas cosas! Una cosa es estar in y otra ser subnormal. Un dĂa le preguntĂ© por quĂ© hacĂa esa babosada.
—Por ahorrar tiempo.
—Pero tu teléfono es nuevo, ¿no?
—¿Y eso qué?
—Que el celular te completa las frases solito. Te apuesto lo que quieras a que tuviste que meterle la nueva palabra.
—¿Y?
—Que perdiste más tiempo.
—Pero se ve padre.
—Se ve horrible. Me duelen los ojos cuando veo tus kas bailoteando por todos lados.
—¿Por qué eres tan anticuada?
Y no sĂłlo eso, ¡pone “jajaja” en los correos despuĂ©s de alguna dizque broma hilarante! ÂżQuiĂ©n pone “jaja- ja”? SĂłlo un imbĂ©cil que cree ser graciosĂsimo. Caray, empecĂ© con que no me gustaba y ahora hasta imbĂ©cil resultĂł.
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Ana Romero (Algunas primeras veces)
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No sabĂa cuál era la realidad, la de adentro o la de afuera, si habĂa inventado lo que pensaba o lo que pensaba habĂa inventado lo que sus ojos veĂan. Era un mundo sellado, ahogante, como vivir adentro de un saco tratando de morder el yute para buscar una salida o darle una entrada al aire y ver si era afuera o adentro o en otra parte donde estaba su destino, beber un poco de aire fresco no confinado por sus obsesiones, dĂłnde comenzaba a ser Ă©l y dejaba de ser los demás... por eso el dolor, el mordisco necesario para salir, o para dejar entrar el aire.
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José Donoso (The Obscene Bird of Night)
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ÂżPodrĂas decirlo una vez? —suplicó—. Como dicen que hace la gente.
El corazĂłn de Eleanor latiĂł con la fuerza de las alas de un águila y la elevĂł a lo más alto mientras se lo decĂa:
—Te amo, Will Parker.
Will sintiĂł una punzada de dolor y bajĂł la cabeza porque nadie le habĂa preparado para eso, nadie le habĂa dicho: «Cuando ocurra, resucitarás. Dejarás de ser lo que fuiste. Serás lo que no eras.» Se precipitĂł hacia ella y hundiĂł la cara en su pecho.
—Oh, Dios mĂo… —gimiĂł, abrazado con fuerza a ella—. Oh, Dios mĂo.
Elly le sujetó la cabeza como si fuera un niño que se despertaba de una pesadilla.
—Te amo —le susurró en el pelo con lágrimas en los ojos.
—Oh, Elly, yo tambiĂ©n te amo —dijo con la voz entrecortada—, pero tenĂa tanto miedo de que nadie pudiera amarme. CreĂa que tal vez era imposible que alguien lo hiciera.
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LaVyrle Spencer (Morning Glory)
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La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales. O quizás no, y es sĂłlo que el amor de la carne no aflora a esa versiĂłn oficial de la historia que termina siendo la propia Historia, con una mayĂşscula severa, rigurosa, perfectamente equilibrada entre los ángulos rectos de todas sus esquinas, que apenas condesciende a contemplar los amores del espĂritu, más elevados, sĂ, pero tambiĂ©n mucho más pálidos, y por eso menos decisivos. Las barras de carmĂn no afloran a las páginas de los libros. Los profesores no las tienen en cuenta mientras combinan factores econĂłmicos, ideolĂłgicos, sociales, para delimitar marcos interdisciplinares y exactos, que carecen de casillas en las que clasificar un estremecimiento, una premoniciĂłn, el grito silencioso de dos miradas que se cruzan, la piel erizada y la casualidad inconcebible de un encuentro que parece casual, a pesar de haber sido milimĂ©tricamente planeado en una o muchas noches en blanco. En los libros de Historia no caben unos ojos abiertos en la oscuridad, un cielo delimitado por las cuatro esquinas del techo de un dormitorio, ni el deseo cocinándose poco a poco, desbordando los márgenes de una fantasĂa agradable, una travesura intrascendente, una divertida inconveniencia, hasta llegar a hervir en la espesura metálica del plomo derretido, un lĂquido pesado que seca la boca, y arrasa la garganta, y comprime el estĂłmago, y expande por fin las llamas de su imperio para encender una hoguera hasta en la Ăşltima cĂ©lula de un pobre cuerpo humano, mortal, desprevenido. Los amores del espĂritu son más elevados, pero no aguantan ese tirĂłn. Nada, nadie lo aguanta.
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Almudena Grandes (InĂ©s y la alegrĂa (Episodios de una guerra interminable, #1))
“
TĂş me echabas una mirada con un gris signo de interrogaciĂłn en tus ojos. "Oh, no, no empecemos de nuevo" (incredulidad, exasperaciĂłn). Pues nunca te dignabas a creer que yo pudiera sentir el deseo -sin intenciones especĂficas- de hundir mi cara en tu falda tableada, amor mĂo. La fragilidad de tus brazos desnudos... CĂłmo anhelaba envolver esos brazos, y tus cuatro miembros lĂmpidos, encantadores -un potrillo acurrucado-, y tomar tu cabeza entre mis manos indignas y estirar hacia atrás la piel de tus sienes y besar tus ojos achinados y... "Por favor, dĂ©jame en paz, Âżquieres?", decĂas. "Dios mĂo, dĂ©jame tranquila". Y yo me levantaba del suelo, mientras tĂş me mirabas crispando el rostro en una imitaciĂłn deliberada de mi tic nerveux. Pero no importa, no importa, soy un miserable, no importa, sigamos con mi desgraciada historia.
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”
Vladimir Nabokov (Lolita)
“
-¿Es verdad.., que no lo olvidaré?
Estaba arrodillado a su lado y esperĂł un momento antes de
responder.
-SĂ, es verdad -dijo suavemente-, Pero tambiĂ©n es verdad que con el
tiempo no te importará.
-¿No? -Estaba demasiado cansada para seguir preguntándole. Se
sentĂa extrañamente lejana-. ÂżAunque no sea lo bastante fuerte para
matarlo?
-Eres una mujer muy fuerte.
-No lo soy. Me lo acabas de demostrar, no soy...
Una mano en el hombro la detuvo.
-No es eso lo que querĂa decirte -dijo pensativo-, Jenny tenĂa diez años
cuando muriĂł nuestra madre. -Y al dĂa siguiente del funeral la encontrĂ©
con el delantal de mi madre.
HabĂa estado llorando como yo. Pero me dijo: «Ve a lavarte, Jamie, voy
a hacer la comida para ti y para papá».
CerrĂł los ojos y tragĂł con fuerza.
-SĂ© lo fuertes que pueden llegar a ser las mujeres. Y tĂş eres muy
fuerte, créeme.
”
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Diana Gabaldon (Drums of Autumn (Outlander, #4))
“
Estoy mirando a sus ojos aterrorizados y, por primera vez desde que nos conocimos... creo que realmente lo entiendo. Todo de él. No reacciona de la manera que lo hace porque hay cinco diferentes lados de su personalidad. Reacciona como lo hace porque sólo hay un lado en Dean Holder.
Apasionado.
Es un apasionado sobre la vida, sobre el amor, sobre sus palabras, sobre Les. Y serĂ© condenada si no estoy agregada a su lista. La intensidad que transmite no es desconcertante... es hermosa. He pasado tanto tiempo tratando de encontrar maneras de sentirme entumecida en cualquier oportunidad que tenga, pero al ver el entusiasmo detrás de sus ojos ahora mismo... me dan ganas de sentir cada cosa de la vida. Lo bueno, lo malo, lo bello, lo feo, el placer, el dolor. Quiero eso. Quiero empezar a sentir la vida de la misma manera en que Ă©l lo hace. Y mi primer paso para hacerlo, se inicia con este muchacho sin esperanza delante de mĂ, que está vertiendo su corazĂłn, en busca de la palabra perfecta, deseando desesperadamente ayudarme a agregar el sentimiento de nuevo en la vida.
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Colleen Hoover (Hopeless (Hopeless, #1))
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A Oliveira le gustaba hacer el amor con la Maga porque nada podĂa ser más importante para ella y al mismo tiempo, de una manera difĂcilmente comprensible, estaba como por debajo de su placer, se alcanzaba en Ă©l un momento y por eso se adherĂa desesperadamente y lo prolongaba, era como un despertarse y conocer su verdadero nombre, y despuĂ©s recaĂa en una zona siempre un poco crepuscular que encantaba a Oliveira temeroso de perfecciones, pero que la Maga sufrĂa de verdad cuando regresaba a sus recuerdos y a todo lo que oscuramente necesitaba pensar y no podĂa pensar, entonces habĂa que besarla profundamente, incitarla a nuevos juegos, y la otra, la reconciliada, crecĂa debajo de Ă©l y lo arrebataba, se daba entonces como una bestia frenĂ©tica, los ojos perdidos y las manos torcidas hacia adentro, mĂtica y atroz como una estatua rodando por una montaña, arrancando el tiempo con las uñas.
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Julio Cortázar (Hopscotch)
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-EscribĂ algo para ti,- dijo, agarrando su guitarra para nuestra noche de sexo mĂşsica, como Ă©l la llamaba. La primera vez que escuche su voz cantando, me sorprendiĂł. Su voz cuando hablaba era increĂble, pero su canto era como si la miel y el humo se hubieran enganchado en la parte trasera de una camioneta en un concierto de rock y tuvieron un cariñoso hijo. Era suave y áspero al mismo tiempo.
Te voy a contar una historia de una chica que conozco,
Su nombre es Missy, y ella quiere hacérmelo,
Quiero hablarte de mi chica Missy,
Su cabello es castaño y sus labios son de color rosa,
Sus ojos son de color verdoso o azulado creo,
Ella lucha y coquetea conmigo todo el dĂa,
Es por eso que me decidĂ a escribir esta canciĂłn,
Ella puede pensar que yo he cruzado la lĂnea,
Pero ella me dice que me odia todo el tiempo,
AsĂ que realmente no crean nada de lo que dice.
Me gusta la forma en que se ve cuando ella está enojada conmigo,
Me gusta la forma en que sonrĂe cuando piensa que nadie la ve,
Puedes pensar que esta canciĂłn significa que me gusta,
Pero ella estarĂa muy equivocada,
Me aburrĂa mucho, por lo que me decidĂ a escribir una canciĂłn,
Hay dos cosas más sobre Missy que me gustan,
ÂżPodrĂa alguien entregarme un micrĂłfono por favor?
La forma en que se pone su aparato de dientes cuando lee obscenidades vampĂricas,
Y realmente, realmente me gusta su… Me guiña un ojo.
…culo.
Yo le tiro una almohada a Ă©l, pero eso no impidiĂł que parara la canciĂłn. Se trataba de mĂ.
Mi tonta, linda y sexy chica Missy… chica Missy… chica Missy.
El toco el Ăşltimo acorde y la guitarra paro de sonar.
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Chelsea M. Cameron (My Favorite Mistake (My Favorite Mistake, #1))
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Sin tratar de influenciarla, seguĂa extendiendo sus enormes y suaves alas oscuras alrededor de ella para que no tuviera ningĂşn lugar adonde correr, ningĂşn lugar al que huir. Elena sintiĂł que empezaba a desmayarse con la intensidad de la pasiĂłn que habĂa forjado entre ellos y, como un gesto definitivo, no de repudio, sino de invitaciĂłn, arqueĂł la cabeza hacia atrás, mostrándole la garganta desnuda, y dejĂł que percibiera su ansia. Y como si repicaran grandes campanas de cristal a lo lejos, sintiĂł el jĂşbilo de Damon ante su rendiciĂłn voluntaria a la aterciopelada oscuridad que caĂa sobre ella.
No llegĂł a sentir los dientes que perforaban la piel y reclamaban su sangre. Antes de que eso sucediese veĂa estrellas. Y luego los oscuros ojos de Damon engulleron el universo.
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L.J. Smith (Shadow Souls (The Vampire Diaries: The Return, #2))
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Esta vez Blake fue incapaz de contenerse y en sus labios asomó una sonrisa que rápidamente pasó también a sus hermosos ojos grises.
—¿Me quieres? —le susurró.
—Por eso tenemos que poner fin a esto cuanto antes —respondió ella. Blake cerró los ojos y, sin dejar de negar con la cabeza, dejó escapar una exclamación de sorpresa.
—¿Qué?
—Ya es suficientemente duro estar embarazada. Este dolor en el pecho, esta sensaciĂłn de no saber si vas a dar por buena la fecha de finalizaciĂłn de nuestro contrato de matrimonio, es algo con lo que no puedo vivir. —Mirarle, incluso en aquellos momentos tan duros, era suficiente para que se le partiera el corazĂłn. ÂżCĂłmo podĂa pasar los ocho meses siguientes pensando que en cualquier momento podĂa pedirle que se marchara?
—¿Me has oĂdo cuando te he dicho que te quiero?
—SĂ,pero...
Blake le cubriĂł los labios con un dedo para hacerla callar.
—Te quiero, Samantha Harrison, y si estás esperando a que te pida que salgas de mi vida, será mejor que te pongas cómoda porque vas a esperar mucho tiempo.
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Catherine Bybee (Wife by Wednesday (The Weekday Brides, #1))
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Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más precioso que se puede poseer.
–No lo siento yo asĂ, lord Henry.
–No; no lo siente ahora. Pero algĂşn dĂa, cuando sea viejo y feo y estĂ© lleno de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasiĂłn le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ÂżSerá siempre asĂ?… Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una manifestaciĂłn de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no necesita explicaciĂłn. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusiĂłn. Tiene un derecho divino de soberanĂa. Convierte en prĂncipes a quienes la poseen. ÂżSe sonrĂe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá… La gente dice a veces que la belleza es sĂłlo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mĂ la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sĂłlo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… SĂ, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, tambiĂ©n lo quitan, y muy pronto. SĂłlo dispone de unos pocos años en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus dĂas escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra Ă©poca. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. EstĂ© siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su sĂmbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. HabĂa en usted tantas cosas que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted. He pensado en la tragedia que serĂa malgastar lo que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el prĂłximo junio como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasĂa, y el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la juventud!
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Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
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Ahora es ella quien lo mira divertida, o tierna, o nerviosa, y finalmente le pregunta: —¿Vas a decirme quĂ© te pasa, BenjamĂn? Chaparro se siente morir, porque acaba de advertir que esa mujer pregunta una cosa con los labios y otra con los ojos: con los labios le está preguntando por quĂ© se ha puesto colorado, por quĂ© se revuelve nervioso en el asiento o por quĂ© mira cada doce segundos el alto reloj de pĂ©ndulo que decora la pared prĂłxima a la biblioteca; pero, además de todo eso, con los ojos le pregunta otra cosa: le está preguntando ni más ni menos quĂ© le pasa, quĂ© le pasa a Ă©l, a Ă©l con ella, a Ă©l con ellos dos; y la respuesta parece interesarle, parece ansiosa por saber, tal vez angustiada y probablemente indecisa sobre si lo que le pasa es lo que ella supone que le pasa. Ahora bien —barrunta Chaparro—, el asunto es si lo supone, lo teme o lo desea, porque esa es la cuestiĂłn, la gran cuestiĂłn de la pregunta que le formula con la mirada, y Chaparro de pronto entra en pánico, se pone de pie como un manĂaco y le dice que tiene que irse, que se le hizo tardĂsimo; ella se levanta sorprendida —pero el asunto es si sorprendida y punto o sorprendida y aliviada, o sorprendida y desencantada—, y Chaparro poco menos que huye por el pasillo al que dan las altas puertas de madera de los despachos, huye sobre el damero de baldosas negras y blancas dispuestas como rombos, y reciĂ©n retoma el aliento cuando se trepa a un 115 milagrosamente vacĂo a esa hora pico del atardecer; se vuelve a su casa de Castelar, donde esperan ser escritos los Ăşltimos capĂtulos de su historia, sĂ o sĂ, porque ya no tolera más esta situaciĂłn, no la de Ricardo Morales e Isidoro GĂłmez, sino la propia, la que lo une hasta destrozarlo con esa mujer del cielo o del infierno, esa mujer enterrada hasta el fondo de su corazĂłn y su cabeza, esa mujer que a la distancia le sigue preguntando quĂ© le pasa, con los ojos más hermosos del mundo.
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Eduardo Sacheri (El secreto de sus ojos (Spanish Edition))
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Me quedaba quieto igual que una vez, cuando tenĂa cinco años, que estábamos de visita en casa de un tĂo. La conversaciĂłn de grandes me habĂa dado sueño y me recostĂ© en el sillĂłn. Mi tĂo me apoyĂł sobre sus piernas y siguiĂł conversando mientras me acariciaba la cabeza. Me despabilĂł por completo esa mano grande pasando suave por mis cabellos, pero seguĂ haciĂ©ndome el dormido porque, de alguna manera, supe que esos mimos eran porque creĂan que no me daba cuenta, curioso. OĂ cuando mi madre dijo: Éste se está haciendo el dormido. Y a mi tĂo responderle que no, que estaba dormido en serio, sentĂ como su mano tocaba mis párpados y debo haberme acordado de algĂşn perro que vi durmiendo, porque hasta los ojos para atrás puse con tal de que siguierna acariciándome la cabeza. Quien sabe cĂłmo hace uno, a los seis años, para ya saber que hay cosas que se terminan si uno se despierta. No me preguntĂ© entonces porquĂ© se terminaba tanta ternura si se daban cuenta de que estaba despierto. ÂżSerĂa posible que alguien te acariciara aunque estuvieras despierto? Eso lo aprendĂ de grande, como tambiĂ©n, a oir el amor callado de los que sĂłlo te acarician si te ven dormido, por pudor, por vergĂĽenza, por campesina falta de costumbre de decir cuánto se quiere y tambiĂ©n porque les gana el sentimiento.
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Luis MarĂa Pescetti (El ciudadano de mis zapatos)
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-Te amo -le dijo Buttercup-. SĂ© que esto debe resultarte sorprendente, puesto que lo Ăşnico que he hecho siempre ha sido mofarme de tĂ, degradarte y provocarte, pero llevo ya varias horas amándote, y cada segundo que pasa te amo más. Hace una hora, creĂ que te amaba más de lo que ninguna mujer ha amado nunca a un hombre; media hora más tarde, supe que lo que habĂa sentido entonces no era nada comparado con lo que sentĂ despuĂ©s. Mas al cabo de diez minutos, comprendĂ que mi amor anterior era un charco comparado con el mar embravecido antes de la tempestad. A eso se parecen tus ojos, Âżlo sabĂas? Pues sĂ. ÂżCuántos minutos hace de eso? ÂżVeinte? ÂżSerĂan mis sentimientos tan encendidos entonces? No importa. -Buttercup no podĂa morarlo. El sol comenzĂł a asomar entonces a sus espaldas y le infundiĂł valor -. Ahora te amo más que hace veinte minutos, tanto que no existe comparaciĂłn posible. Te amo mucho más en este momento que cuando abriste la puerta de tu choza. En mi cuerpo no hay sitio más que para tĂ. Mis brazos te aman, mis orejas te adoran, mis rodillas tiemblan de ciego afecto. Mi mente te suplica que le pidas algo para que pueda obedecerte. ÂżQuieres que te siga para el resto de tus dĂas? Lo harĂ©. ÂżQuieres que me arrastre? Me arrastrarĂ©. Por tĂ me quedarĂ© callada, por tĂ cantarĂ©, y si tienes hambre, deja que te traiga comida, y si tienes sed y sĂłlo el vino árabe puede saciarla, irĂ© a Arabia, aunque estĂ© en el otro confĂn del mundo, y te traerĂ© una botella para el almuerzo. Si hay algo que sepa hacer por tĂ, lo harĂ©; y si hay algo que no sepa, lo aprenderĂ©. Pero recuera, por favor, que ella es vieja y tiene otros intereses, mientras que yo tengo diecisiete años y para mĂ sĂłlo existes tĂş. Mi querido Westley... nunca te habĂa llamado por tu nombre, Âżverdad...? Westley, Westley, Westley, Westley... querido Westley, adorado Westley, mi dulce, mi perfecto Westley, dime en un susurro que tendrĂ© la oportunidad de ganarme tu amor.
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William Goldman (The Princess Bride)
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Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. EstarĂ© en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. DesafecciĂłn y mierda violenta que aprendiĂł a expresarse en nuestros dĂas mediante fĂłrmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entreguĂ© a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrĂo, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. LibĂ©rame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquĂ. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, hĂşmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos dĂas despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabĂa quĂ© hacer salvo esto: que debĂa golpearme y castigarme ya que tĂş no venĂas. Con tu sonrisa de paraĂso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonrĂen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona sĂşbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiraciĂłn fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrĂo y hay una niña azul en el jardĂn de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caĂda, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruaciĂłn, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jĂłvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. DespuĂ©s no me veo más. DespuĂ©s hablo en no sĂ© cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosĂmiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. SonrĂo a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rĂtmicos, que deshacĂan la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacĂamos el amor debajo de las grandes palabras que perdĂan su sentido, porque no habĂa más que nuestros cuerpos rĂtmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el dĂa y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso querĂa decir: que no estás y tengo miedo.»)
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Alejandra Pizarnik (Diarios)
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habiendo algunos fanáticos en el valle de Shah-i-Kot, en la provincia de Paktia. Una vez más la informaciĂłn era inexacta: no eran un puñado, sino centenares. Al ser afganos los talibanes derrotados, tenĂan a donde ir: sus aldeas y pueblos natales. AllĂ podĂan escabullirse sin dejar rastro. Pero los miembros de Al Qaeda eran árabes, uzbekos y, los más feroces de todos, chechenos. No hablaban pastĂşn y la gente del pueblo afgano los odiaba, de manera que solo podĂan rendirse o morir peleando. Casi todos eligieron esto Ăşltimo. El mando estadounidense reaccionĂł al chivatazo con un plan a pequeña escala, la operaciĂłn Anaconda, que fue asignada a los SEAL de la Armada. Tres enormes Chinook repletos de efectivos despegaron rumbo al valle, que se suponĂa vacĂo de combatientes. El helicĂłptero que iba en cabeza se disponĂa a tomar tierra, con el morro levantado y la cola baja, la rampa abierta por detrás y a solo un par de metros del suelo, cuando los emboscados de Al Qaeda dieron el primer aviso. Un lanzagranadas hizo fuego. Estaba tan cerca que el proyectil atravesĂł el fuselaje del helicĂłptero sin explotar. No habĂa tenido tiempo de cargarse, asĂ que lo Ăşnico que hizo fue entrar por un costado y salir por el otro sin tocar a nadie, dejando un par de boquetes simĂ©tricos. Pero lo que sĂ hizo daño fue el incesante fuego de ametralladora desde el nido situado entre las rocas salpicadas de nieve. Tampoco hiriĂł a nadie de a bordo, pero destrozĂł los controles del aparato al horadar la cubierta de vuelo. Gracias a la habilidad y la genialidad del piloto, pocos minutos despuĂ©s el moribundo Chinook ganaba altura y recorrĂa cuatro kilĂłmetros hasta encontrar un sitio más seguro donde proceder a un aterrizaje forzoso. Los otros dos helicĂłpteros se retiraron tambiĂ©n. Pero un SEAL, el suboficial Neil Roberts, que se habĂa desenganchado de su cable de amarre, resbalĂł en un charquito de fluido hidráulico y cayĂł a tierra. ResultĂł ileso, pero inmediatamente fue rodeado por miembros de Al Qaeda. Los SEAL jamás abandonan a uno de los suyos, estĂ© vivo o muerto. Poco despuĂ©s de aterrizar regresaron en busca de Roberts, al tiempo que pedĂan refuerzos por radio. HabĂa empezado la batalla de Shah-i-Kot. DurĂł cuatro dĂas, y se saldĂł con la muerte del suboficial Neil Roberts y otros seis estadounidenses. HabĂa tres unidades lo bastante cerca como para acudir a la llamada: un pelotĂłn de SBS británicos por un lado y la unidad de la SAD por el otro; pero el grupo más numeroso era un batallĂłn del 75 Regimiento de Rangers. HacĂa un frĂo endemoniado, estaban a muchos grados bajo cero. La nieve, empujada por el viento incesante, se clavaba en los ojos. Nadie entendĂa cĂłmo los árabes habĂan podido sobrevivir en aquellas montañas; pero el caso era que allĂ estaban, y dispuestos a morir hasta el Ăşltimo hombre. Ellos no hacĂan prisioneros ni esperaban serlo tampoco. SegĂşn testigos presenciales, salieron de hendiduras en las rocas, de grutas invisibles y nidos de ametralladoras ocultos. Cualquier veterano puede confirmar que toda batalla degenera rápidamente en un caos, y en Shah-i-Kot eso sucediĂł más rápido que nunca. Las unidades se separaron de su contingente, los soldados de sus unidades. Kit Carson se encontrĂł de repente a solas en medio de la ventisca. Vio a otro estadounidense (pudo identificarlo por lo que llevaba en la cabeza: casco, no turbante) tambiĂ©n solo, a unos cuarenta metros. Un hombre vestido con tĂşnica surgiĂł del suelo y disparĂł contra el soldado con su lanzagranadas. Esa vez la granada sĂ estallĂł; no dio en el blanco sino que explotĂł a los pies del soldado.
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Frederick Forsyth (La lista)
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Me apresure hacia adelante hasta que otro baño de chicas apareciĂł. AbrĂ la puerta, planeando dejar a Noah afuera mientras me recomponĂa.
Pero me siguiĂł dentro.
Dos chicas menores estaban paradas en el espejo aplicándose brillo labial.
- Salgan-Noah les dijo, su voz con aburrimiento. Como si fueran las que no pertenecieran al baño de chicas. Pero no esperaron a que se lo dijeran dos veces. Salieron tan rápido que me habrĂa reĂdo si no estuviera tan impactada.
Noah dirigió su mirada a mi, y algo centello detrás de sus ojos - ¿Cuál es tu problema?- pregunto en una voz baja.
Lo mire. Se habĂa ido la indiferencia casual. Pero no estaba enojado. O incluso molesto. Más bien…curioso. Su expresiĂłn callada era ruinosa.
- No tengo un problema- dije confiadamente. Avance, mis ojos estrechándose hacia él-. Estoy libre de problemas.
Su cuerpo largo, acentuado por la lĂnea de su camisa no metida y pantalones de corte bajo parecĂan tan fuera de lugar contra los feos azulejos amarillos. Mi respiraciĂłn se acelerĂł. – No soy tu tipo – fui capaz de decir.
Entonces Noah dio un paso hacia mĂ, y una anormal sonrisa burlándose en la esquina de su boca. Demonios. – No tengo un tipo.
- Eso es aun peor-dije, y juro que trate de sonar malvada cuando lo dije-. Eres tan sin criterio como dicen.
Pero lo querĂa cerca.
- He sido difamado.- Su voz era apenas más que un susurro. Dio otro paso, tan cerca que sentĂ la caliente aura de su pecho. Miro abajo hacia mĂ, todo sincero y abierto y con ese caĂłtico cabello en sus ojos como que querĂa y no querĂa decir algo.
- Lo dudo- fue lo mejor que pude hacer. Su rostro estaba a centĂmetros del mio. Iba a besarlo, e iba a arrepentirme.
Pero en ese momento, no me importaba.
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Michelle Hodkin (The Unbecoming of Mara Dyer (Mara Dyer, #1))
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aquel cuerpo—. Eh, Johnnycake. Johnny no abriĂł los ojos, pero emitiĂł una dĂ©bil pregunta. —¿Soda? —SĂ, soy yo —dijo Sodapop—. No hables. Te pondrás bien. —Eran un montĂłn —empezĂł Johnny, tragando, sin hacer caso de la orden de Soda—. Un Mustang azul lleno de ellos... Me acojonĂ©... —intentĂł soltar un taco, pero de pronto se echĂł a llorar, luchando por controlarse, y llorando más porque no lo logrĂł. Johnny se habĂa llevado más de una con la fusta de su viejo, pero nunca soltĂł ni un quejido. Eso ponĂa peor las cosas, pues le costaba trabajo aliviarse. Soda no hizo más que sujetarle y apartarle el pelo de los ojos. —No te preocupes, Johnny. Se han ido. No te preocupes. Finalmente, entre sollozos, Johnny pudo contarnos cĂłmo habĂa sido. Estaba en el solar con el balĂłn para practicar un poco, cuando un Mustang azul aparcĂł al lado. VenĂan cuatro socs. Le cogieron; uno de ellos llevaba la mano llena de anillos; eso fue lo que le hizo tantos cortes. No fue sĂłlo cosa del palizĂłn que le habĂan dado. Además, le habĂan aterrorizado. Le habĂan amenazado con toda clase de cosas. Johnny era muy excitable, una secuela nerviosa de las muchas veces que le habĂan pegado, de tanto oĂr pelearse a sus padres todo el tiempo. Vivir en esas condiciones habrĂa vuelto amargo y rebelde a cualquier otro; a Johnny le estaba matando. Nunca habĂa sido un cobarde. Era un buen tĂo a la hora de pelear contra otra pandilla. Estaba muy unido a la nuestra, y mantenĂa la boca bien cerrada cuando se trataba de la bofia. Pero despuĂ©s de la noche de la paliza, Johnny se amedrentaba más que nunca. Yo lleguĂ© a creer que jamás lo superarĂa. Nunca más anduvo por ahĂ solo. Johnny, que era el que mejor cumplĂa la ley de todos nosotros, llevaba ahora una faca de seis pulgadas en el bolsillo. Y estaba dispuesto a usarla si volvĂan a asaltarle. Le habĂan
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S.E. Hinton (Rebeldes (Spanish Edition))
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—Vi a mi madre en su ataĂşd—dijo por fin—. Las mujeres le habĂan trenzado el pelo para que tuviera un aspecto decoroso, pero mi padre no lo permitiĂł. QuerĂa verla por Ăşltima vez tal como era para Ă©l. Fue personalmente al ataĂşd, le deshizo las trenzas y extendiĂł la cabellera con las manos, cubriendo la almohada.
Hizo una pausa; su pulgar quedĂł inmĂłvil.
—Yo estaba allĂ, quieto en el rincĂłn. Cuando todos salieron para recibir al cura me acerquĂ© sigilosamente. Era la primera vez que veĂa a una persona muerta.—DejĂ© que mis dedos se cerraran sobre su antebrazo.— Una mañana mi madre me dio un beso en la frente; luego volviĂł a colocarme la horquilla que se me habĂa desprendido de mi pelo ensortijado y saliĂł. Jamás volvĂ a verla. La velaron con el ataĂşd cerrado.
—¿Era…ella?
—No.—Contemplaba el fuego con los ojos entornados—. No del todo. Se le parecĂa, pero nada más. Como si alguien la hubiera tallado en madera de abedul. Pero su pelo… eso aĂşn tenĂa vida. Eso todavĂa era…ella.
Lo oĂ tragar saliva y carraspear un poco.
—La cabellera le cruzaba el pecho, cubriendo al niño que yacĂa con ella. PensĂ© que a Ă©l no le gustarĂa sofocarse de ese modo. Y retirĂ© las guedejas rojas para dejarlo a la vista. Mi hermanito, acurrucado en sus brazos, con la cabeza en su seno, abrigado y en sombras bajo la cortina de pelo. Y enseguida pensĂ© que no, que estarĂa más contento si lo dejaba asĂ. Y volvĂ a alisar la cabellera de mi madre para cubrirle la cabeza.
Su pecho se elevĂł bajo mi mejilla. DeslizĂł lentamente las manos por mi pelo.
—No tenĂa una sola cana, Sassenach. Ni una.
Ellen Fraser habĂa muerto de parto a los treinta y ocho años. Mi madre, a los treinta y dos. Y yo… yo tenĂa la riqueza de todos esos años largos que ellas habĂan perdido. Y más aĂşn.
—Para mà es un gozo ver cómo te tocan los años, Sassenach—susurró—, pues significa que vives.
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Diana Gabaldon (The Fiery Cross (Outlander, #5))
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Era extraño ver a un humano llevarse bien con tantas razas diferentes.
Archie escuchĂł la conversaciĂłn de Choi Han y Rosalyn en ese momento.
"Como se esperaba de Cale-nim."
"ÂżNo crees que dices, 'como se esperaba de Cale-nim', demasiado?"
"ÂżMe equivoco?"
"No, tienes razĂłn. El joven maestro Cale es Ăşnico. Muy Ăşnico".
Choi Han y Rosalyn sonaban muy casuales, lo que hacĂa que pareciera que estaban acostumbrados a llamar a Cale Ăşnico. Archie continuĂł mirando hacia ellos hasta que hizo contacto visual con Rosalyn.
Los ojos de Rosalyn se abrieron de par en par antes de darse cuenta de lo que debĂa estar pasando por la mente de la Ballena y empezar a hablar.
"ÂżNo es asombroso lo bien que se lleva el joven maestro Cale con todos?"
"SĂ."
Archie respondiĂł de inmediato.
"¿Pero no es obvio ese trato después de pensar en todo lo que el joven maestro Cale ha hecho hasta ahora en todo el continente?"
Paseton, que habĂa estado escuchando a Rosalyn, dejĂł escapar un grito ahogado.
Las cosas que Cale habĂa hecho hasta ahora.
Rosalyn continuĂł hablando.
"El joven maestro Cale ha hecho todo eso, pero nunca pidiĂł un tĂtulo ni nada de influencia. Aunque ha recibido algunas recompensas monetarias, no creo que valgan más que su vida".
Rosalyn sabĂa que Cale era más estratĂ©gico que brillante. Sin embargo, habĂa una razĂłn por la que ella seguĂa creyendo que Ă©l era una buena persona.
No era codicioso.
ÂżLe gusta el dinero?
La codicia por la fama y el poder era peor que la codicia por el dinero.
ÂżPor quĂ© los comerciantes intentan comprar tĂtulos para sĂ mismos una vez que están desbordados de dinero? ÂżY por quĂ© los reyes de la historia que tenĂan suficiente dinero y poder inician guerras inĂştiles?
HabĂa muchos tipos de codicia que eran peores que la codicia por el dinero.
Pero Cale no mostrĂł ninguna codicia hacia estas cosas. De hecho, tratĂł de evitarlos.
"Él tampoco usa el dinero para sus propias razones egoĂstas".
Rosalyn sabĂa que las mejoras al territorio de Henituse y todas sus otras acciones habĂan requerido una gran cantidad de la propia riqueza de Cale.
Hubo momentos en que Cale usĂł su dinero para sĂ mismo.
Pero esos tiempos eran para alimentarse a sĂ mismo o para proporcionar comida y alojamiento a su grupo.
"Este es el tipo de persona que deberĂa tener dinero".
PensĂł que alguien como Cale, que sabĂa cuándo usar el dinero para el bien comĂşn mientras se sentĂa satisfecho con comer frutas simples para sĂ mismo, merecĂa tener dinero.
Rosalyn pensĂł que estarĂa bien que Cale ganara más dinero, no, creĂa que Cale deberĂa ganar más dinero.
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Yoo Ryeo Han (Trash of the Count's Family)
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DudĂ© mucho antes de convencerme a mĂ misma de que debĂa seguir con aquel cometido. ReflexionĂ©, sopesĂ© opciones y valorĂ© alternativas. SabĂa que la decisiĂłn estaba en mi mano: sĂłlo yo tenĂa la capacidad de elegir entre seguir adelante con aquella vida turbia o dejarlo todo de lado y volver a la normalidad (…)
Dejarlo todo y volver a la normalidad: sĂ, aquĂ©lla sin duda era la mejor opciĂłn. El problema era que ya no sabĂa dĂłnde encontrarla. ÂżEstaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crecĂ y que aĂşn se peleaban por salir a flote tras perder la guerra? ÂżSe la llevĂł Ignacio Montes el dĂa en que se fue de mi plaza con una máquina de escribir a rastras y el corazĂłn partido en dos, o quizás me la robĂł Ramiro Arribas cuando me dejĂł sola, embarazada y en la ruina entre las paredes del Continental? ÂżSe encontrarĂa la normalidad en Tetuán de los primeros meses, entre los huĂ©spedes tristes de la pensiĂłn de Candelaria, o se disipĂł en los sĂłrdidos trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ÂżMe la dejĂ© en la casa de Sidi Mandri, colgada de los hilos del taller que con tanto esfuerzo levantĂ©? ÂżSe la apropiĂł tal vez FĂ©lix Aranda alguna noche de lluvia o se la llevĂł Rosalinda Fox cuando se marchĂł del almacĂ©n del Dean’s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de Tánger? ÂżEstarĂa la normalidad junto a mi madre, en le trabajo callado de las tardes africanas? ÂżAcabĂł con ella un ministro depuesto y arrestado, o la arrastrĂł quizás consigo un periodista a quien no me atrevĂ a querer por pura cobardĂa? ÂżDĂłnde estaba, cuándo la perdĂ, quĂ© fue de ella? La busquĂ© por todas partes: en los bolsillos, por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dormĂ sin hallarla.
Al dĂa siguiente despertĂ© con una lucidez distinta y apenas entreabrĂ los ojos, la percibĂ: cercana, conmigo, pegada a la piel. La normalidad no estaba en los dĂas que quedaron atrás: tan sĂłlo se encontraba en aquello que la suerte nos ponĂa delante cada mañana. En Marruecos, en España o Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia británica: en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, allĂ estarĂa ella, mi normalidad. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por lámparas de araña o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era más que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estarĂa conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no tenĂa el menor sentido.
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MarĂa Dueñas (The Time in Between)
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A VECES LA MAÑANA AYUDA
Hace tiempo que ando escribiendo una crĂłnica que llevarĂa el tĂtulo "No siempre la mañana ayuda". Y hasta tenĂa el comienzo apuntado en un papel por ahĂ, a toda prisa, sobre la mesa del despacho. Empieza asĂ: "Al salir de la casa y tropezar con el rostro del sol(antiguamente lo representábamos asĂ, con una amplia sonrisa y los ojos alegres, con una cabellera de rayos resplandecientes), deberĂamos caer de rodillas, ofrecer cualquier cosa al culto pagano de la luz y sentir despuĂ©s el mundo conquistado. Pero todos tenemos otra cosa que hacer". Y saldrĂa uno por ahĂ fuera a ahuyentar la melancolĂa, a justificar el tĂtulo, en definitiva.
Algo me ha impedido continuar. Y sĂ© que hoy no voy a concluir una prosa que me enfrentarĂa al lector. Y es que, sin esperarlo, se despertĂł en mi memoria un caso acontecido entre dos hombres, un caso que viene a demostrar que, a veces, la mañana ayuda, sĂ señor. Vamos, pues, con la historia.
Imagine el lector un vagĂłn de tren. Lleno. El dĂa no es ni feo ni bonito: tiene algo de sol, unas nubes que lo cubren, y hay una brisa cortante allá afuera. Los viajeros van callados, hacen todos unos gestos involuntarios al albur del traqueteo. Unos leen periĂłdicos, otros se ausentan hacia un paĂs silencioso y sĂłlo habitado por pensamientos ocultos e indefinidos. Hay una gran indiferencia en la atmĂłsfera, y el sol, al descubrirse, ilumina un escenario de rostros apagados.
Entonces, el hombre más(pero muy lejos deser un adolescente), que está sentado junto a la ventanilla, empieza a tararear en sordina una vaga canciĂłn. Quizá no tenga motivos especiales de contento, pero, en aquella hora, la necesidad de cantar es irresistible. Todo cuanto acude a su memoria sirve. Y va tan absorto en su pura y gratuita alegrĂa que ni siquiera repara en que el vecino de asiento se muestra ofendido y esboza esos movimientos elocuentes que sustituyen a las palabras cuando no hay valor para pronunciarlas.
Frente al hombre que canta, hay un viejo. Éste desde que saliĂł anda rumiando problemas que lo atormentan. Es muy viejo, y está enfermo. Ha dormido mal. Sabe que va a tener un dĂa difĂcil. Y detrás de Ă©l una voz deshilacha canciones, badabádabá, notas de mĂşsica, de un modo impreciso pero obstinadamente vivo y afirmativo.
El sol sique jugando al escondite. Y el mar, que sĂşbitamente aparece se puebla de islas de sombra entre grandes lagos de plata fundida. A lo lejos, la ciudad se diluye en humo y niebla seca. Silenciosa, a aquella distancia, tiene un aire de fatalidad y resignaciĂłn, como un cuerpo que ha renunciado a vivir y se extingue lentamente. Es grande el peligro de que la melancolĂa triunfe definitivamente.
Pero el hombre insiste. Ya no es posible identificar al que canta. Ahora sale de su boca un flujo de armonĂa, un lenguaje que ha desistido de la articulaciĂłn coherente para penetrarse mejor de la sustancia de la mĂşsica. Esto acabrá sin duda con un grito irreprimible de alegrĂa, con indignaciĂłn y escandalo de los viajeros.
OcurriĂł, sin embargo, que la ciudad llegĂł de repente. Se abrieron las puertas, la gente se precipitĂł, empujándose, olvidándose unos de otros. El hombre se levanta, murmurando aĂşn algo. Sigue a lo largo del andĂ©n, va a lo suyo, con su mĂşsica. Y, de pronto, alguien lo coge del brazo. El viejo está a su lado, se jurarĂa que tiene los ojos hĂşmedos, y dice: "Gracias. Yo venĂa preocupado y triste. Cuando lo oĂ cantar sentĂ una gran paz, y durante todo el camino vine pidiĂ©ndole a Dios que siguiera usted cantando. Muchas gracias".
El hombre de las canciones sonriĂł, primero con embarazo, luego como si fuera el amo del mundo. Se separaron. Y fue cada uno a su trabajo, con la mĂşsica que era de los dos.
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José Saramago (Las maletas del viajero)