Cojo Quotes

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Cuando todo el mundo sigue por un camino, yo cojo el otro.
James Herriot (All Creatures Great and Small (All Creatures Great and Small #1-2))
Lo cojo de la mano con fuerza, preparándome para las cámaras y temiendo el momento en que no me quede más remedio que dejarlo marchar.
Suzanne Collins (Los juegos del hambre)
—¿Una última vez? ¿Para la audiencia? —me dice, no en tono enfadado, sino hueco, lo que es mucho peor. El chico del pan empieza a alejarse de mí. Lo cojo de la mano con fuerza, preparándome para las cámaras y temiendo el momento en que no me quede más remedio que dejarlo marchar.
Suzanne Collins (The Hunger Games (The Hunger Games, #1))
el cuerpo que nos enferma y que acaba por matarnos, ese maldito cuerpo traidor que de repente se queda cojo, y se terminaron para siempre las montañas; o que hace crecer insidiosamente, en el laborioso silencio de las células, un tumor maligno que te va a torturar antes de asesinarte; o que resbala y se rompe tan fácilmente,
Rosa Montero (La ridícula idea de no volver a verte)
Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños, y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde del precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Yo sería el guardián entre el centeno.
J.D. Salinger
Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo cuando van entre el centeno, muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños, y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde del precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Yo sería el guardián entre el centeno
Sallinger J.D
Y no hace falta que un nutricionista de renombre me recuerde comer fruta, porque cuando quiero algo dulce yo no elijo una “creme brule” que tardó horas en cocinarse ni un caramelo empaquetado por una enorme fabrica. Cojo una manzana, y con eso me basta
Vicky Forte (Luna negra, el lado oscuro de los pleitos)
Lloraba mientras corría, cojo de una pierna por la patada, incluso intentó rezar. Podías salvarte entre el estribo y el suelo, pero no podías salvarte si no te arrepentías, y él no tenía tiempo, mientras bajaba a trompicones por la colina calcárea, de sentir el menor remordimiento.
Graham Greenee
Yo había estado en otros pueblos de los que me había ido sin parecer un lloricas. Así había sido varias veces: mi madre tenía una nueva plaza, hacíamos el equipaje y nos íbamos, sin más. Viajaba contento y a salvo porque «mi patria», como decía mi padre, cabía «en un utilitario pequeño». No solo es que con cada nuevo destino nos acercáramos más al puñetero Madrid, o sea, a mi padre. Sino que, de algún modo, también sentía que todas las cosas imprescindibles para mi vida estaban en ese coche: mi madre, mis hermanas, mis cosas, mis tebeos. Pero llega una edad en la que te das cuenta de que hay un tam-tam apache que te llama, una edad en la que amplías esa patria que decía papá. O, directamente, la cambias. Y entonces sales y compruebas que las cosas imprescindibles no tienen necesariamente tu sangre, ni tu apellido, ni tu mismo techo, ni el mismo destino que tu madre. Lo de fuera empieza a ganarle terreno a lo de dentro. Tu casa es un espacio borroso como un día de niebla que va desde los caminos hasta las riberas. Tu familia son también los amigos, un tendero cojo, los gatos del vecino. Y las lecciones no son cosa de una maestra, sino de una sorda o de una niña que te cobra un duro por enseñarte el culo.
Pedro Simón (Los ingratos)
12 Y dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; para que ellos te vuelvan a convidar, y te sea hecha compensación. 13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos; 14 y serás bienaventurado; porque no te pueden pagar; mas te será pagado en la resurrección de los justos.
Russell M. Stendal (Las Sagradas Escrituras (Biblia Del Jubileo 2000))
¿Hasta qué punto nuestras mezquindades pueden ser justificadas por la desgracia? ¿Hasta qué punto el cojo puede ser cojo y malo? ¿Le está permitido al ciego ser despótico? ¿Cuánta ruindad puede ser perdonada, por ejemplo, por el suicidio de un padre o la muerte de un hijo? Tal vez le ocurriera a ella lo mismo; tal vez Zarza hubiera sido una planta torcida y espinosa desde el mismo principio, una mala zarza que nació ya maldita, arrastrando el peso de un destino canalla.
Rosa Montero
—¿Te gusta leer? —pregunto señalando el libro que sobresale de ella. No es un libro de texto. Es un libro de verdad, algo que creía desaparecido en esta generación de maníacos de internet. Lo cojo y me siento frente a él. —¿De qué género es? Y, por favor, no me respondas que de ciencia ficción. Él apoya la espalda en el respaldo de la silla y sonríe como si acabara de ganar algo. Bueno, quizá lo haya hecho. Estoy aquí sentada, ¿verdad? —¿Qué importancia tiene el género si el libro es bueno? —replica.
Colleen Hoover (Hopeless (Hopeless, #1))
Me he levantado justo a tiempo para ir al instituto, la alarma ha sonado después, no me imagino que habrá pasado. Bueno, en realidad habré ido posponiendo la alarma hasta darme cuenta que la he cagado. Me visto rápido, hoy tenemos deporte en el instituto, así que cojo unos pantalones de chándal de mi silla que no huelen demasiado mal, con las prisas, tiro el mando de la consola que me había dejado encima de la mesa y me doy cuenta de que lleva toda la noche encendida, eso no le viene bien después para el rendimiento.
Dream Walker (Intentando Olvidarla.)
¿Qué es el hombre sin ideal? Nada, absolutamentenada: cosa viva entregada a las eventualidades de los seres extraños, y de que todo depende menos de sí misma; existencia que, como el vegetal, no puede escoger en la extensión de lo creado el lugar que más le gusta, y ha de vivir donde la casualidad quiso que brotara, sin iniciativa, sin movimiento, sin deseo ni temor de ir a alguna parte; ser ignorante de todos los caminos que llevan a mejor paraje, y para quien son iguales todos los días, y lo mismo el ayer que el mañana. El hombre sin ideal es como el mendigo cojo que puesto en medio del camino implora un día y otro la limosna del pasajero. Todos pasan, unos alegres, otros tristes, estos despacio, aquellos velozmente, y él sin aspirar a seguirlos, ocúpase tan sólo del cuarto que le niegan o del desprecio que le dan. Todos van y vienen, cuál para arriba, cuál para abajo, y él se queda siempre, pues ni tiene piernas para andar, ni tampoco deseos de ir más lejos.
Benito Pérez Galdós (Episodios Nacionales x)
Miller se había negado a recurrir a los programas de rehabilitación de adicciones del hospital militar, tal como había rechazado los servicios de un psicólogo especializado en síndromes postraumáticos y ella estuvo plenamente de acuerdo en que esos eran recursos de maricas, había otros métodos más cortos y eficaces. Le vació las botellas en el lavabo, le tiró las drogas al excusado, después lo obligó a desnudarse y se llevó toda su ropa, su computadora, su teléfono y su prótesis. Se despidió de él con una señal optimista de los pulgares hacia arriba y lo dejó encerrado con llave, cojo y en pelotas. Miller debió soportar en frío la tortura de los primeros días de abstinencia, tiritando, alucinando, enloquecido de náuseas, angustia y dolor. Intentó en vano echar abajo la puerta a puñetazos y anudar las sábanas para descender por la ventana, pero estaba en un décimo piso. Golpeó la pared que lo separaba del apartamento de Maggie hasta romperse los nudillos y tanto le castañetearon los dientes. que uno se le quebró. Al tercer día cayó extenuado.
Isabel Allende (Ripper)
Y es que se experimenta una sensación maravillosa, un alivio y una plenitud irracionales, como si con ese garabato de tinta bajo la piel hubiéramos conseguido vencer por una vez al gran enemigo, humillar a ese cuerpo tirano que nos humilla, un cuerpo que no hemos escogido y con el que tenemos que pechar toda la vida, el cuerpo que nos enferma y que acaba por matarnos, ese maldito cuerpo traidor que de repente se queda cojo, y se terminaron para siempre las montañas; o que hace crecer insidiosamente, en el laborioso silencio de las células, un tumor maligno que te va a torturar antes de asesinarte; o que resbala y se rompe tan fácilmente, como una sandía que revienta, cuando un carro te embiste.
Anonymous
Me acerco a ella, aparto a un lado el arco roto y cojo sus manos entre las mías. Pero cuando me inclino para besarla en la frente, me doy cuenta de que lo había entendido mal. No es que se identifique con lo perdido. Nora Hartson se identifica con lo destruido. Por eso puede entrar en una sala llena de gente y descubrir a la única persona que está sola. Por eso me encontró a mí. Reconoció la herida, se reconoció a sí misma.
Brad Meltzer (The First Counsel)
Quien practica el mal termina cojo o paralítico.
José Luis Velázquez Rodríguez (500 máximas mínimas: para un Despertar de la Conciencia (Spanish Edition))
Después de él, eso si, la verdad sea dicha, por sobre sus centenares de hijos y nietos me quería a mí. Yo por mi parte la quería a ella más que a nadie, con un amor ilimitado. Si ella no me correspondía en la misma medida, qué me importa, qué carajos, el amor es así: desbalanceado, desajustado, desequilibrado, cojo.
Fernando Vallejo (El desbarrancadero)
Aquí, cuando las personas pierden el juicio, que es a menudo, son capaces de pegarse un tiro en el pie si creen que así dejarán cojo al vecino.
Carlos Ruiz Zafón (El laberinto de los espíritus)
Tú no. Tú no. Ni se te ocurra morirte porque me dejas cojo en la vida y no te lo perdono. [...] Tienes que seguir salvándome, tú eres la que acabas con los malos.
Eva García Sáenz (Los ritos del agua (La trilogía de La ciudad blanca, #2))
¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en esta vida? Pues no ser imbéciles. La palabra «imbécil» es más sustanciosa de lo que parece, no te vayas a creer. Viene del latín baculus que significa «bastón»: el imbécil es el que necesita bastón para caminar. Que no se enfaden con nosotros los cojos ni los ancianitos, porque el bastón al que nos referimos no es el que se usa muy legítimamente para ayudar a sostenerse y dar pasitos a un cuerpo quebrantado por algún accidente o por la edad. El imbécil puede ser todo lo ágil que se quiera y dar brincos como una gacela olímpica, no se trata de eso. Si el imbécil cojea no es de los pies, sino del ánimo: es su espíritu el debilucho y cojitranco, aunque su cuerpo pegue unas volteretas de órdago. Hay imbéciles de varios modelos, a elegir: a) El que cree que no quiere nada, elque dice que todo le da igual, el que vive en un perpetuo bostezo o en siesta permanente, aunque tenga los ojos abiertos y no ronque. b) El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario de lo que se le presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar sentado, masticar ajos y dar besos sublimes, todo a la vez. c) El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los quereres de sus vecinos o les lleva la contraria porque sí, todo lo que hace está dictado por la opinión mayoritaria de los que le rodean: es conformista sin reflexión o rebelde sin causa. d) El que sabe que quiere y sabe lo que quiere y, más o menos, sabe por qué lo quiere pero lo quiere flojito, con miedo o con poca fuerza. A fin de cuentas, termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere para mañana, a ver si entonces se encuentra más entonado. e) El que quiere con fuerza y ferocidad, en plan bárbaro, pero se ha engañado a sí mismo sobre lo que es la realidad, se despista enormemente y termina confundiendo la buena vida con aquello que va a hacerle polvo. Todos estos tipos de imbecilidad necesitan bastón, es decir, necesitan apoyarse en cosas de fuera, ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la reflexión propias. Siento decirte que los imbéciles suelen acabar bastante mal, crea lo que crea la opinión vulgar. Cuando digo que «acaban mal» no me refiero a que terminen en la cárcel o fulminados por un rayo (eso sólo suele pasar en las películas), sino que te aviso de que suelen fastidiarse a sí mismos y nunca logran vivir la buena vida esa que tanto nos apetece a ti y a mí. Y todavía siento más tener que informarte qué síntomas de imbecilidad solemos tener casi todos; vamos, por lo menos yo me los encuentro un día sí y otro también, ojalá a ti te vaya mejor en el invento... Conclusión: ¡alerta!, ¡en guardia!, ¡la imbecilidad acecha y no perdona!
Fernando Savater (Ética para Amador)
«Lo que no nos mata nos hace más fuerte». No. Eso, sencillamente, no es cierto. La mayoría de las veces lo que no te mata te debilita. Lo que no te mata puede dejarte cojo el resto de tu vida. Lo que no te mata puede infundirte miedo a salir de tu casa, o incluso de tu habitación, y hacerte temblar, o mascullar cosas incoherentes, o dejarte con la cabeza apoyada contra el vidrio de la ventana, deseando poder volver a un tiempo anterior.
Matt Haig (Reasons to Stay Alive)
borrachos y cojos
Patrick Hertweck (Maggie y la ciudad de los ladrones (Novela Teen) (Spanish Edition))
ese maldito cuerpo traidor que de repente se queda cojo, y se terminaron para siempre las montañas; o que hace crecer insidiosamente, en el laborioso silencio de las células, un tumor maligno que te va a torturar antes de asesinarte;
Rosa Montero (La ridícula idea de no volver a verte)
¡Transportemos nuestras riquezas, coloquémoslas allá! No necesitaremos de asnos ni de camellos ni de carros ni de naves para ese transporte: Dios nos libró de semejante dificultad. Solamente necesitamos de los pobres, de los cojos, de los ciegos, de los enfermos. A ellos se les ha encomendado semejante transporte. Ellos son los que transfieren las riquezas al cielo. Ellos son los que conducen a quienes tales riquezas poseen a la herencia de los bienes eternos.
John Chrysostom (Homilías sobre el Evangelio según San Juan (Spanish Edition))
disponían de manos! ¡Los cojos tenían pies normales y caminaban! ¡Los ciegos veían! ¡Pardiez! Me dejé caer en el suelo, desconcertado… Fue la locura. La gente salió de las tiendas y rodeó a los sanados. Todos gritaban y entonaban el nombre del Maestro
J.J. Benítez (El diario de Eliseo. Caballo de Troya: Confesiones del segundo piloto)
«Agujero negro: persona que arrastra al abismo a todos los que la rodean.» No me lo pienso. Cojo un bolígrafo del escritorio, lo coloco sobre otra estrella y escribo: Supernova: experiencia, persona u oportunidad gracias a la que sabes que acabarás siendo una mejor versión de ti mismo.
Inma Rubiales (Hasta que nos quedemos sin estrellas)
Cojo, manco, tuerto y, si es necesario, descabezado, pero siempre en pie sobre la madera hasta que alguien te obligue a doblar el espinazo.
Álber Vázquez (Mediohombre (La batalla que Inglaterra ocultó al mundo))
Cojo el arma y sostengo contra mi sien. Entonces la muevo a mi boca. Si me mato, habrá menos gente muerta. Pero, ¿será eso una buena cosa? ¿Lo que hago está bien o mal? ¿Puedes etiquetar algo como matar a una persona en la forma en que mataron?
Tarryn Fisher (Marrow)
—Me refiero a que en las posesiones españolas las razas inferiores están en pie de igualdad con los blancos; en Cuba y Puerto Rico hay universidades donde los negros son admitidos sin reparo. El poder político está distribuido en por lo menos el 75 por ciento de la población, independientemente que se trate de negros, mestizos o indios... Aquí el poder lo tenemos nosotros, lo tienen los blancos, y tú no me podrás decir que estos españoles no mantienen un sistema de vida que es anárquico y perjudicial para todo el entorno colonial...
Pablo Victoria (El día que España derrotó a Inglaterra: De cómo Blas de Lezo, tuerto, manco y cojo, derrotó en Cartagena de Indias a la otra (1 Los amores prohibidos de Cecilita Caxiao nº 2))
¿qué cosa cuadra mejor y más propiamente con la fe, que reconocernos a nosotros mismos desnudos de toda virtud, para ser vestidos de Dios? ¿Varios de todo bien, para ser henchidos de él? ¿Nosotros ser esclavos del pecado, para ser de él librados? ¿Ser ciegos, para que nos dé la vista? ¿Cojos, para que nos encamine? ¿Débiles, para que nos sustente? ¿Quitarnos a nosotros toda materia de gloriarnos, para que él solo sea el glorioso, nosotros nos gloriemos en él?
Juan Calvino (Institución de la Religión Cristiana: La Biblia del Calvinismo (Libro Primero) (Spanish Edition))