Blanca Nieves Quotes

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Una vida sin sueños es un jardín sin flores, pero una vida de sueños imposibles es un jardín de flores falsas...
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Las repuestas importantes están escritas entre líneas de los libros y has de ser capaz de leerlas.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
La ignorancia es lo más cómodo que conozco después del sofá del salón de mi casa. - Leo
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
No hay que tener miedo a las palabras. (...). Hay que llamar a las cosas por su nombre, sin miedo. (...) Yo ya no tengo miedo a las palabras, porque ya no le tengo miedo a la verdad. Cuando tu vida es lo que está en juego, no soportas los rodeos.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
-¿Y si no amamos nada? -Imposible. ¿Te imaginas la Tierra sin gravedad? ¿O el espacio sin gravedad? Sería un contínuo autochoque. Incluso quien cree que no ama nada, ama algo. (...) Lo importante no es si amamos o no, sino qué amamos.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
—Eso es todo. Ese día mi abuelo me explicó que nosotros somos distintos de los animales, que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. En cambio, nosotros somos libres. Es el mayor don que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a veces cuestan algún azote y un largo viaje. «Jamás renuncies a tus sueños. Nunca tengas miedo de soñar, por mucho que los demás se rían de ti», eso me dijo mi abuelo, «pues si lo haces renunciarías a ser tú mismo». Aún recuerdo los ojos brillantes con que subrayó sus palabras.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Ese día de verano, 4 de agosto de 1939, en Burdeos, quedaría para siempre en la memoria de Víctor Dalmau, Roser Bruguera y otros dos mil y tantos españoles que partían a ese país larguirucho de América del Sur, aferrado a las montañas para no caerse al mar, del que nada sabían. Neruda habría de definirlo como un «largo pétalo de mar y vino y nieve…» con una «cinta de espuma blanca y negra
Isabel Allende (Largo pétalo de mar)
Su piel blanca, que no me digan que el blanco es la falta de color, porque es el color más hermoso y es el color de la pureza, y por supuesto que el blanco no es la falta de color: los profesores de física han descubierto a todo el mundo que en un copo de nieve, alineados en un blanco inmaculado están ocultos sin embargo el violeta de los lirios, o sea la tristeza, la melancolía, pero también está presente el azul que significa la calma de contemplar reflejado en un charco de la calle el cielo que nos espera, porque el azul está al lado del verde que es la límpida esperanza, y después viene el amarillo de las margaritas del campo, que florecen sin que nadie las plante y se presentan sin buscarlas, como buenas noticias cuando menos se las espera, y el color de las naranjas que ya están maduras por el verano se llama muy apropiadamente anaranjado, el azahar dio un fruto que el verano madura a causa del calor, qué goce saber que germinó la semilla, creció la planta que es la adolescencia y se va a entrar en la juventud del fruto que da el goce anaranjado, el fruto jugoso y refrescante de las tardes calurosas. El rojo también está oculto en el blanco, también está en ella, en Carla, que es tan blanca.
Manuel Puig (Betrayed by Rita Hayworth)
Creo que el mundo se acabará en blanco y negro, como una película antigua. (El cabello negro como ala de cuervo, cielo, la piel tan blanca como la nieve.) Es posible que mientras tengamos colores podamos seguir adelante. (Labios tan rojos como la sangre, sigo recordándomelo.)
Neil Gaiman (Objetos frágiles (Bestseller (roca)) (Spanish Edition))
De súbito me vi agarrando la cruz de granito de Cuatro Postes. Apenas me atrevía a darme la vuelta y tender la vista sobre la ciudad nevada. Cuando lo hice, un sentimiento amplio, inconcreto, me resbaló por la espalda. La ciudad, ebria de luna, era un bello producto de contrastes. Brotaba de la tierra dibujada en claroscuros ofensivos. Era un espectáculo fosforescente y pálido, con algo de endeble, de exinanido y de nostálgico. La torre de la Catedral sobresalía al fondo como un capitán de un ejército de piedra. En su derredor las moles, en blanco y negro, de la torre de Velasco, del torreón de los Guzmanes, del Mosén Rubí... Ávila emergía de la nieve mística y escandalosamente blanca, como una monja o una niña vestida de primera comunión. Tenía un sello antiguo, hermético, de maciza solidez patriarcal. La villa, centrada en plena y opulenta civilización, era como una armadura detonando en una reunión de fraques. Imaginé que no otra, en todo el mundo, podía ser la cuna de Santa Teresa. Porque su espíritu impregnaba, una por una, cada una de sus piedras y sus torres.
Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada)
Dentro de la bola de nieve del escritorio de mi padre había un pingüino con una bufanda a rayas rojas y blancas. Cuando yo era pequeña, mi padre me sentaba en sus rodillas y cogía la bola de nieve. La ponía al revés, dejaba que la nieve se amontonara en la parte superior y le daba rápidamente la vuelta. Los dos contemplábamos cómo caía la nieve poco a poco alrededor del pingüino. El pingüino estaba solo allí dentro, pensaba yo, y eso me preocupaba. Cuando se lo comenté a mi padre, dijo: «No te preocupes, Susie; tiene una vida agradable. Está atrapado en un mundo perfecto».
Alice Sebold (The Lovely Bones)
Al poco tiempo tuvo una hija que era tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tenía los cabellos tan negros como el ébano, y por eso la llamaron Blancanieves. Y, nada más crecer la niña, murió la reina. Pasado un año, el rey tomó otra esposa. Era una mujer hermosa, pero orgullosa y arrogante, y no podía soportar que alguien la superase en belleza. Tenía un espejo maravilloso y, cuando se situaba frente a él y se miraba, decía: -Espejito, espejito de la pared, la más hermosa de todo el reino, ¿quién es? A lo que el espejo respondía: -Mi reina y señora, en el reino vos sois la más hermosa. Entonces se quedaba satisfecha, pues sabía que el espejo decía la verdad. Pero Blancanieves fue creciendo y fue haciéndose cada vez más bella, y cuando hubo cumplido siete años, era ya tan linda como la luz del día y más hermosa que la propia reina. En una ocasión le preguntó a su espejo: -Espejito, espejito de la pared, la más hermosa de todo el reino, ¿quién es? El espejo respondió: -Mi reina y señora, vos sois aquí la más hermosa, pero Blancanieves es mil veces que vos más preciosa. Entonces la reina se asustó y se puso amarilla y verde de envidia.
Jacob Grimm (Cuentos de los hermanos Grimm)
Ya no, ya no, ya no me sirves, zapato negro, en el cual he vivido como un pie durante treinta años, pobre y blanca, sin atreverme apenas a respirar o hacer achís. Papi: he tenido que matarte. Te moriste antes de que me diera tiempo… Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios, lívida estatua con un dedo del pie gris, del tamaño de una foca de San Francisco. Y la cabeza en el Atlántico extravagante en que se vierte el verde legumbre sobre el azul en aguas del hermoso Nauset. Solía rezar para recuperarte. Ach, du. En la lengua alemana, en la localidad polaca apisonada por el rodillo de guerras y más guerras. Pero el nombre del pueblo es corriente. Mi amigo polaco dice que hay una o dos docenas. De modo que nunca supe distinguir dónde pusiste tu pie, tus raíces: nunca me pude dirigir a ti. La lengua se me pegaba a la mandíbula. Se me pegaba a un cepo de alambre de púas. Ich, ich, ich, ich, apenas lograba hablar: Creía verte en todos los alemanes. Y el lenguaje obsceno, una locomotora, una locomotora que me apartaba con desdén, como a un judío. Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen. Empecé a hablar como los judíos. Creo que podría ser judía yo misma. Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena, no son ni muy puras ni muy auténticas. Con mi abuela gitana y mi suerte rara y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot, podría ser algo judía. Siempre te tuve miedo, con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa y tu recortado bigote y tus ojos arios, azul brillante. Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú... No Dios, sino un esvástica tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso. Cada mujer adora a un fascista, con la bota en la cara; el bruto, el bruto corazón de un bruto como tú. Estás de pie junto a la pizarra, papi, en el retrato tuyo que tengo, un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie, pero no por ello menos diablo, no menos el hombre negro que me partió de un mordisco el bonito corazón en dos. Tenía yo diez años cuando te enterraron. A los veinte traté de morir para volver, volver, volver a ti. Supuse que con los huesos bastaría. Pero me sacaron de la tumba, y me recompusieron con pegamento. Y entonces supe lo que había que hacer. Saqué de ti un modelo, un hombre de negro con aire de Meinkampf, e inclinación al potro y al garrote. Y dije sí quiero, sí quiero. De modo, papi, que por fin he terminado. El teléfono negro está desconectado de raíz, las voces no logran que críe lombrices. Si ya he matado a un hombre, que sean dos: el vampiro que dijo ser tú y me estuvo bebiendo la sangre durante un año, siete años, si quieres saberlo. Ya puedes descansar, papi. Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón, y a la gente del pueblo nunca le gustaste. Bailan y patalean encima de ti. Siempre supieron que eras tú. Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.
Sylvia Plath (Ariel)
Me gusta cómo se amontona la nieve en lo alto de los postes telefónicos y se acumula en los cables formando líneas blancas finas y alargadas. Hay huecos donde se han posado los pájaros, como si estuvieran deletreando mensajes en código morse. Punto punto punto. Raya raya raya. Punto punto punto.
Meg Rosoff (Picture Me Gone)
Para la persona encerrada en la campana de cristal, vacía y detenida como un bebé muerto, el mundo mismo es la pesadilla. Una pesadilla. Yo lo recordaba todo. Recordaba los cadáveres y a Doreen, y la historia de la higuera y el diamante de Marco y el marinero en el parque y la enfermera de ojos estrábicos del doctor Gordon y los termómetros rotos y el negro con sus dos clases de judías y los diez kilos que engordé por la insulina y la roca que se combaba entre el cielo y el mar como una calavera gris. Quizás el olvido, como una bondadosa nieve, los entumeciera y los cubriera. Pero eran parte de mí. Eran mi paisaje.***—¡Un hombre que viene a verte! La sonriente enfermera con su toca blanca asomó la cabeza por la puerta, y durante un segundo de confusión, pensé que estaba realmente de vuelta en el colegio, y esos pulidos muebles blancos y ese blanco panorama de árboles y colinas, una mejora en las gastadas sillas y en el escritorio y en la visión un desnudo patio de mi antigua habitación: «¡Un hombre que quiere verte!», había dicho la chica de guardia por el teléfono del dormitorio.¿Qué había en nosotras, en Belsize, que fuera tan diferente de las muchachas que jugaban bridge, chismorreaban y estudiaban en la universidad a la cual yo iba a regresar? Esas muchachas también estaban sentadas bajo campanas de cristal de cierta clase.—¡Entra! —exclamé, y Buddy Willard, con la gorra caqui en la mano, entró en la habitación.—Bueno, Buddy —dije.—Bueno, Esther. Nos quedamos parados ahí mirándonos el uno al otro. Esperé un toque de emoción, aunque fuera el más tenue resplandor.Nada.Nada, excepto un grande, afable aburrimiento. La forma de Buddy enchaquetada en caqui parecía tan perfecta y tan Pág.145/150
Anonymous
Quién no ha experimentado las diversas sensaciones que produce el contacto con una mano? La mano es índice del temperamento. Algunas son en pleno invierno cálidas y ardientes, otras frías y hasta heladas en plena canícula. Las hay secas y apergaminadas, y otras húmedas y viscosas. Las hay carnosas, esponjosas, musculadas, delgadas, huesudas y descarnadas. La presión de unas es fuerte como un torno, la de otras, blanda como una cifra. Hay manos que son productos artificiales de nuestra civilización moderna, que presentan deformidades similares a las de los pies de las damas chinas, manos continuamente aprisionadas por los guantes durante el día, y a menudo envueltas en cataplasmas durante la noche o al recibir los cuidados de la manicura; manos tan blancas como la nieve, cuando no castas como el mismo hielo? La manecita ociosa que evita el contacto rugoso de la mano morena y manchada del obrero, a la que el duro trabajo ha transformado en callo uniforme! Hay manos discretas, y manos que palpan con toda indecencia; manos cuyo apretón hipócrita expresa las reservas de quien las estrecha; manos aterciopeladas, untuosas, clericales y lánguidas, de un lado está la palma abierta del pródigo, de
Anonymous
Sus ojos muy abiertos contemplaban el espectáculo más fascinante del mundo: la muerte blanca, resplandeciente, que el universo le mandaba en forma de rompecabezas, piezas sueltas de un hermoso misterio.
Amélie Nothomb (The Book of Proper Names)
ORILLAS DEL DUERO ¡Primavera soriana, primavera humilde, como el sueño de un bendito, de un pobre caminante que durmiera de cansancio en un páramo infinito! ¡Campillo amarillento, como tosco sayal de campesina, pradera de velludo polvoriento donde pace la escuálida merina! ¡Aquellos diminutos pegujales de tierra dura y fría, donde apuntan centenos y trigales que el pan moreno nos darán un día! Y otra vez roca y roca, pedregales desnudos y pelados serrijones, la tierra de las águilas caudales, malezas y jarales, hierbas monteses, zarzas y cambrones. ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! ¡Castilla, tus decrépitas ciudades! ¡La agria melancolía que puebla tus sombrías soledades! ¡Castilla varonil, adusta tierra, Castilla del desdén contra la suerte, Castilla del dolor y de la guerra, tierra inmortal, Castilla de la muerte! Era una tarde, cuando el campo huía del sol, y en el asombro del planeta, como un globo morado aparecía la hermosa luna, amada del poeta. En el cárdeno cielo violeta alguna clara estrella fulguraba. El aire ensombrecido oreaba mis sienes, y acercaba el murmullo del agua hasta mi oído. Entre cerros de plomo y de ceniza manchados de roídos encinares y entre calvas roquedas de caliza, iba a embestir los ocho tajamares del puente el padre río, que surca de Castilla el yermo frío. ¡Oh Duero, tu agua corre y correrá mientras las nieves blancas de enero el sol de mayo haga fluir por hoces y barrancas, mientras tengan las sierras su turbante de nieve y de tormenta, y brille el olifante del sol, tras de la nube cenicienta!… ¿Y el viejo romancero fue el sueño de un juglar junto a tu orilla? ¿Acaso como tú y por siempre, Duero, irá corriendo hacia la mar Castilla?
Antonio Machado (Campos de Castilla)
Hizo un esfuerzo por apartar la vista de aquella imagen, de aquel horror rojo sobre la blanca nieve.
Esther Sánchez (Reina de hielo y sombras)
siguientes máximas: Primero, que la influencia del hogar es obstructora. Segundo, que no se puede hacer mucho si el adoctrinamiento no empieza antes de los diez años. Tercero, que las directrices a las que se les pone música y son cantadas resultan muy efectivas. Cuarto, que opinar que la nieve sea blanca debe mostrar un gusto mórbido por la excentricidad… El trabajo de los científicos del futuro es perfeccionar esas máximas y calcular cuánto costará hacer que los alumnos crean que la nieve es negra, y cuánto costará convencerlos de que es solamente gris oscura.[303]
Cristian Rodrigo Iturralde (El inicio de la nueva izquierda y de la Escuela de Frankfurt (Spanish Edition))
La vida es maravillosa y ellos ofrecen una fiesta para que todos sus amigos conozcan su nueva casa, su nuevo automóvil, sus nuevos muebles y sus nuevos juguetes. Ahora se encuentran endeudados para el resto de sus vidas. Y entonces llega el primer hijo. La pareja promedio, bien educada y trabajadora, tras dejar al hijo en la guardería, deberán ahora trabajar con ahínco. Han quedado atrapados por la necesidad de tener un trabajo seguro simplemente porque, en promedio, se encuentran a sólo tres meses de la bancarrota financiera. Usted puede escuchar a esas personas que a menudo dicen: “No puedo renunciar. Tengo cuentas que pagar”, o una variante de la canción de Blanca Nieves y los siete enanos: “Debo, debo, así que al trabajo me marcho.
Robert T. Kiyosaki (El cuadrante del flujo del dinero: Guía del Padre Rico hacia la libertad financiera)
Gracias, Señor, por todas mis mañanas hechas de luz, y pájaros, y viento. Por la estrella sin número y sin dueño que hiciste porque yo la contemplara. Por la cintura azul de las muchachas, y por la frente blanca de los viejos, y por el sueño con que a veces sueño, y por mi cuerpo, gracias, y por mi alma. Mucho me has dado a mí, que soy tan poco. Hasta te diste tú, nieve en el lodo… ¿Qué, para ti, Señor, no dejas nada? Gracias, pues, por mi mundo, niño y loco. Y gracias por mi vida. Y, sobre todo, gracias porque he aprendido a decir: Gracias.
Armando Fuentes Aguirre (Teologías para ateos (Ensayo y sociedad) (Spanish Edition))
Pero sintió que estas palabras eran muy hermosas, como rosas rojas rojas como el fuego y rosas blancas tan blancas como la nieve, las buenas personas son amables hasta la médula, y el corazón de Lin Chen se rompió en este momento.
长洱 (犯罪心理)
Cultivo una rosa blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca/ y para aquel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo/ cultivo una rosa blanca”. *
Pablo Vierci (La sociedad de la nieve)