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Antes de considerar el tema de este capítulo, es necesario considerar brevemente si es apropiado usar la palabra hombre para referirse a la raza humana entera (cómo en el título de este capítulo). En algunos países, algunos hoy objetan el hecho de que se use siempre la palabra hombre para referirse a la raza humana en general (incluyendo tanto a hombres como a mujeres), porque se aduce que tal uso es insensible a las mujeres. Los que hacen esta objeción preferirían que usemos solamente términos tales como humanidad, seres humanos, o personas para referirse la raza humana. Después de considerar esta sugerencia decidí seguir usando la palabra hombre (así como otros de estos términos) para referirme a la raza humana en este libro porque tal uso tiene garantía divina en Génesis 5, y porque pienso que hay en juego una cuestión teológica. En Génesis 5:1-2 (RVR) leemos: «El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados» (cf. Gn 1:27, RVR). El término hebreo que se traduce «hombre» es adam, que es el mismo término que se usó como nombre propio del primer hombre, y el mismo término que a veces se aplica al hombre a distinción de la mujer (Gn 2:22,25; 3:12, Ec 7:28, RVR). Por consiguiente, la práctica de usar el mismo término para referirse (1) a los seres humanos varones y (2) a la raza humana en general es una práctica que se originó con Dios mismo, y no debemos hallar esto objetable ni insensible.
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Wayne Grudem (Doctrina Bíblica: Enseñanzas esenciales de la Fe cristiana (Spanish Edition))