Tocino Quotes

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Nosotros, turistas, podemos disfrutar de nuestros sentimientos a favor de los derechos animales con las barrigas llenas de tocino.
David Foster Wallace
La cueva de Zaratustra en el Pretil de los Consejos. Rimeros de libros hacen escombro y cubren las paredes. Empapelan los cuatro vidrios de una puerta cuatro cromos espeluznantes de un novelón por entregas. En la cueva hacen tertulia el gato, el can, el loro y el librero. Zaratustra, abichado y giboso -la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente- promueve con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna. Encogido en el roto pelote de su silla enana, con los pies entrapados y cepones en la tarima del brasero, guarda la tienda. Un ratón saca el hocico intrigante por un agujero. Zaratustra: ¡No pienses que no te veo, cabrón! El gato: ¡Fu! ¡Fu! ¡Fu! El can: ¡Guau! El loro: ¡Viva España!
Ramón María del Valle-Inclán (Luces de bohemia: Esperpento)
siendo esto así, como lo es, no merecía yo, a mi parecer, salir de esta manera; pero el hombre pone y Dios dispone, y Dios sabe lo mejor y lo que le está bien a cada uno; y cual el tiempo, tal el tiento; y nadie diga "desta agua no beberé", que adonde se piensa que hay tocinos, no hay estacas; y Dios me entiende, y basta, y no digo más, aunque pudiera.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Allí bebían café y comían huevos a la ranchera o huevos a la mexicana o huevos con tocino o huevos estrellados. Y se contaban chistes. A veces eran monográficos. Los chistes. Y abundaban aquellos que iban sobre mujeres. Por ejemplo, un policía decía: ¿cómo es la mujer perfecta? Pues de medio metro, orejona, con la cabeza plana, sin dientes y muy fea. ¿Por qué? Pues de medio metro para que te llegue exactamente a la cintura, buey, orejona para manejarla con facilidad, con la cabeza plana para tener un lugar donde poner tu cerveza, sin dientes para que no te haga daño en la verga y muy fea para que ningún hijo de puta te la robe. Algunos se reían. Otros seguían comiendo sus huevos y bebiendo su café. Y el que había contado el primero, seguía. Decía: ¿por qué las mujeres no saben esquiar? Silencio. Pues porque en la cocina no nieva nunca. Algunos no lo entendían. La mayoría de los polis no había esquiado en su vida. ¿En dónde esquiar en medio del desierto? Pero algunos se reían. Y el contador de chistes decía: a ver, valedores, defínanme una mujer. Silencio. Y la respuesta: pues un conjunto de células medianamente organizadas que rodean a una vagina. Y entonces alguien se reía, un judicial, muy bueno ése, González, un conjunto de células, sí, señor. Y otro más, éste internacional: ¿por qué la Estatua de la Libertad es mujer? Porque necesitaban a alguien con la cabeza hueca para poner el mirador. Y otro: ¿en cuántas partes se divide el cerebro de una mujer? ¡Pues depende, valedores! ¿Depende de qué, González? Depende de lo duro que le pegues. Y ya caliente: ¿por qué las mujeres no pueden contar hasta setenta? Porque al llegar al 69 ya tienen la boca llena. Y más caliente: ¿qué es más tonto que un hombre tonto? (Ése era fácil.) Pues una mujer inteligente. Y aún más caliente: ¿por qué los hombres no les prestan el coche a sus mujeres? Pues porque de la habitación a la cocina no hay carretera. Y por el mismo estilo: ¿qué hace una mujer fuera de la cocina? Pues esperar a que se seque el suelo. Y una variante: ¿qué hace una neurona en el cerebro de una mujer? Pues turismo. Y entonces el mismo judicial que ya se había reído volvía a reírse y a decir muy bueno, González, muy inspirado, neurona, sí, señor, turismo, muy inspirado. Y González, incansable, seguía: ¿cómo elegirías a las tres mujeres más tontas del mundo? Pues al azar. ¿Lo captan, valedores? ¡Al azar! ¡Da lo mismo! Y: ¿qué hay que hacer para ampliar la libertad de una mujer? Pues darle una cocina más grande. Y: ¿qué hay que hacer para ampliar aún más la libertad de una mujer? Pues enchufar la plancha a un alargue. Y: ¿cuál es el día de la mujer? Pues el día menos pensado. Y: ¿cuánto tarda una mujer en morirse de un disparo en la cabeza? Pues unas siete u ocho horas, depende de lo que tarde la bala en encontrar el cerebro. Cerebro, sí, señor, rumiaba el judicial. Y si alguien le reprochaba a González que contara tantos chistes machistas, González respondía que más machista era Dios, que nos hizo superiores. Y: ¿por qué las mujeres tienen una neurona más que los perros? Pues para que cuando estén limpiando el baño no se tomen el agua del wáter. Y: ¿qué hace un hombre tirando a una mujer por la ventana? Pues contaminar el medio ambiente. Y: ¿en qué se parece una mujer a una pelota de squash? Pues en que cuanto más fuerte le pegas, más rápido vuelve. Hasta que González se cansaba y se tomaba una cerveza y se dejaba caer en una silla y los demás policías volvían a dedicarse a sus huevos. Entonces el judicial, exhausto de una noche de trabajo, rumiaba cuanta verdad de Dios se hallaba escondida tras los chistes populares.
Roberto Bolaño (2666)
frente a él hay dos o tres docenas de viejas gordas de barba imberbe arrodilladas sobre la alfombra el Santo Padre les habla en latín y las llama corderos ... Ligero error piensa el guardia se da cuenta de que ha confundido a hombres de la Iglesia con mujeres barbudas y de que se halla en presencia de los obispos cardenales arzobispos y bedeles… reverendos padres gordos como tocinos quemados vivos por el Frente Popular en los subterráneos de Oviedo… y el Santo Padre escucha con serenidad el desgarrador lamento de los infortunados prelados carbonizados Ah si supieras Santo Padre lo que nos hicieron esos bárbaros nos cortaron las piernas y luego nos colgaron de los pies nos metieron la cabeza en una olla de aceite de oliva hirviendo nos desangraron como a cerdos ah si supieras Santo Padre qué horrible fue nuestra muerte nos crucificaron sobre maderos con clavos herrumbrados pero Dios que bien hace lo que hace Dios nos ha resucitado a todos y en su nube de acero fundido llegó santa Tenaza santa Tenaza nos desclavó y desde entonces erramos por las montañas
Jacques Prévert
y todas las montañas de piedras, de hierros, de oros y de tocinos, no bastarán para que mi alma latina se prostituya a Calibán!
Anonymous
My tan faded. My tongue forgot the taste of tocino and Tagalog.
Randy Ribay (Patron Saints of Nothing)
Rob ordered my aunt's signature mixed adobo lunch platter, while Sana echoed my order for shrimp sinigang, a delicious, tangy soup that managed to be both comforting and refreshing. Valerie went with one of our breakfast platters, available all day due to their popularity. She couldn't decide which meat to choose---I kept pushing her toward longganisa, the most delicious sausage ever---so Joy told her she could get a sampler platter with small portions of the sweet, garlicky longganisa, sweet, cured tocino, and salty, lightly dried tapa.
Mia P. Manansala (Homicide and Halo-Halo (Tita Rosie's Kitchen Mystery, #2))