Roja Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Roja. Here they are! All 100 of them:

I stand and hold out my hand. She gives me a skeptical look, but takes it and lets me pull her to her feet. I put my other hand in the air. 'Bronwyn Rojas, I solemnly swear not to murder you today or at any point in the future. Deal?' 'You're ridiculous,' she mutters, going even redder. 'It concerns me you're avoiding a promise not to murder me.
Karen M. McManus (One of Us Is Lying (One of Us is Lying, #1))
- ¿Por qué somos incapaces de reconocer a los genios?- pregunté. - Porque son diferentes. Los seres humanos normales no quieren que otros se salgan del guión. Somos una civilización de ovejitas blancas que nos seguimos unas a otras rumbo al precipicio. Y de vez en cuando surge una ovejita negra, o roja, o rosa que dice: "¡Eyyy, no es hacia allí, es para el otro lado!" Y todas las ovejitas blancas no escuchan y lo atropellan y maltratan.
Benito Taibo (Persona normal)
Cuando estamos lejos de la patria nunca la recordamos en sus inviernos. La distancia borra las penas del invierno, las poblaciones desamparadas, los niños descalzos en el frío. El arte del recuerdo sólo nos trae campiñas verdes, flores amarillas y rojas, el cielo azulado del himno nacional.
Pablo Neruda (Confieso que he vivido)
I’m going to marry you, Bronwyn Rojas. Just so you know.” She puts her hands on either side of my face and pulls me close enough to kiss. But first, she says, “Oh, I know.
Karen M. McManus (One of Us Is Back (One of Us Is Lying, #3))
Una vida sin sueños es un jardín sin flores, pero una vida de sueños imposibles es un jardín de flores falsas...
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Las repuestas importantes están escritas entre líneas de los libros y has de ser capaz de leerlas.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
The story of the ugly duckling was never about the cygnet discovering he is lovely. It is not a story about realizing you have become beautiful. It is about the sudden understanding that you are something other than what you thought you were, and that what you are is more beautiful than what you once thought you had to be.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
I was a girl who would never exist in a fairy tale, not just because of the brown of my body but because of my heart, neither pure enough to be good nor cruel enough to be evil. I was a girl lost in the deep, narrow space between the two forms girls were allowed to take.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
La ignorancia es lo más cómodo que conozco después del sofá del salón de mi casa. - Leo
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Me debes tu alma, dos besos a las puertas de la muerte y una noche de masacre. Me los he ganado en buena lid.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
The biggest lie of all is the story you think you already know.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
She hands me her phone and points to a post on my timeline from Yale University: To err is human @BronwynRojas. We look forward to receiving your application.
Karen M. McManus (One of Us Is Lying (One of Us is Lying, #1))
We find what is beautiful in what is broken. We find what is heartening in what is terrifying. We find the stars in the woods’ deepest shadows.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
O world, world when I was younger I thought there was some order governing you and your deeds. But now you seem to be a labyrinth of errors, a frightful desert, a den of wild beasts, a game in which men move in circles…a stony field, a meadow full of serpents, a flowering but barren orchard, a spring of cares, a river of tears, a sea of suffering, a vain hope.
Fernando de Rojas (La Celestina)
La cascara del huevo se agrieta y aparece la pequeña cantante, con el cuerpo cubierto de plumas rojas. La sostengo entre el pulgar y el índice, tengo miedo de aplastarla y, al mismo tiempo, de que se vaya volando.
Mathias Malzieu (La Mécanique du cœur)
Faayalo zweegbe. —Sólo aquel que va en busca del agua puede romper el cántaro.
Juan Gómez-Jurado (Reina roja)
No hay que tener miedo a las palabras. (...). Hay que llamar a las cosas por su nombre, sin miedo. (...) Yo ya no tengo miedo a las palabras, porque ya no le tengo miedo a la verdad. Cuando tu vida es lo que está en juego, no soportas los rodeos.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
-¿Y si no amamos nada? -Imposible. ¿Te imaginas la Tierra sin gravedad? ¿O el espacio sin gravedad? Sería un contínuo autochoque. Incluso quien cree que no ama nada, ama algo. (...) Lo importante no es si amamos o no, sino qué amamos.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Trató de volver a vivir ese momento, la tierra roja y húmeda, el intenso olor de los bosques de pinos y eucaliptos, donde el tapiz de las hojas secas se maceraba, después del largo y cálido verano, y donde la luz cobriza del sol se filtraba entre las copas de los árboles. Trató de recordar el frío, el silencio y esa preciosa sensación de ser los dueños de la tierra, de tener veinte años y la vida por delante, de amarse tranquilos, ebrios de olor a bosque y de amor, sin pasado, sin sospechar el futuro, con la única increíble riqueza de ese instante presente, en que se miraban, se olían, se besaban, se exploraban, envueltos en el murmullo del viento entre los árboles y el acantilado, estallando en un fragor de espuma olorosa, y ellos dos, abrazados dentro del mismo poncho como siameses en un mismo pellejo, riéndose y jurando que sería para siempre, convencidos de que eran los únicos en todo el universo en haber descubierto el amor.
Isabel Allende (La casa de los espíritus)
«Todos mueres» se dijo el demiurgo,« al final todos mueren... Pero qué vidas majestuosas podemos llevar mientras tanto. Qué de maravillas nos da tiempo a contemplar».
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
En la vida no hay ni buenos, ni malos. Sólo circunstancias.
Gema Bonnín (Arena roja (Arena roja, #1))
Y la niña le dijo al lobo: —Qué corazón tan grande tienes. —Solo es mi rabia. —Qué rabia tan grande tienes. —Es para ocultarte mi corazón.
Erin Doom (Fabbricante di lacrime)
Allí se derrama una luz más roja a través de los cristales color de sangre, y la oscuridad de las cortinas teñidas de negro es aterradora.
Edgar Allan Poe (La Máscara de la Muerte Roja)
Su guerra plateada se paga con sangre roja.
Victoria Aveyard (Red Queen (Red Queen, #1))
I may doubt the truths of the world, but never again will I doubt whether or not the person that I am, or may be, is loved or worthy of love. I know myself, and I don’t. Both can be true. I am not Ophelia: daughter of Polonius, sister of Laertes, lover of Hamlet. I am Ophelia Rojas: daughter of Miguel and Stella, best friend of Sammie and Agatha, aspirational lover to many, many boys and one girl. And I am so much more, just waiting to be discovered.
Racquel Marie (Ophelia After All)
No hay historias alegres. No existen los finales felices. Es mentira. Son espejismos. Esas historias a las que te refieres están incompletas. No te cuentan la última parte. No te cuentan que siempre, al final, todos mueren.
José Antonio Cotrina (La cosecha de Samhein (El ciclo de la Luna Roja, #1))
LOS NADIES Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano (The Book of Embraces)
Remember what I always told you." I let my eyes fall shut. "I have teeth." I opened my eyes in time to catch his nod. "So use them," he said.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
Que para eso nos manda el universo las señales, para que hagamos con ellas lo que nos convenga.
Juan Gómez-Jurado (Reina roja)
La felicidad está íntimamente relacionada con el sentido que le damos a nuestra vida, a nuestra existencia.
Marian Rojas Estapé (Cómo hacer que te pasen cosas buenas)
Multiply me when necessary. Transform me into light where there is shadow.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
—¿Y cuál es la diferencia? —quiso saber Mistral—. El resultado es el mismo, ¿no es así? ¿Qué importa ser un héroe o fingirlo? —Que yo sé que miento —dijo.
José Antonio Cotrina (La cosecha de Samhein (El ciclo de la Luna Roja, #1))
That was the thing neither Roja nor the señoras understood. Sometimes what a story needed was not a girl who would do what the prince told her, who would content herself with meeting him only in the dark, who would not question why she must not open her eyes. Sometimes a story needed the girl who would find him among the crumbling stones where he did pretending all o fit was a castle. It needed the girl who took the prince’s orders and crushed them between her back teeth, who bound his wrists if that was what it took to set him free.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
En un mundo sin humanos, las luces rojas dejarán de parpadear al cesar las emisiones de radio y de televisión; dejarán de producirse millones de conversaciones diarias a través de teléfono móvil, y al cabo de un año habrá varios miles de millones más de pájaros vivos. Pero mientras sigamos aquí, las torres de transmisión representan solo el principio de la involuntaria matanza que la civilización humana está perpetrando con unas criaturas con plumas a las que ni siquiera nos comemos.
Alan Weisman (The World Without Us)
Multiply me when necessary, make me disappear when peremptory. Transform me into light when there is shadow, into a star when in the desert.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
Gúnnr carraspeó y miró hacia otro lado, con las mejillas rojas como tomates. Róta, en cambio, tenía los ojos abiertos como platos y susurraba: —Ahora, ahora Generala… —decía emocionada—. ¡Métele la lengua en la boca! Gúnnr, Róta, Bryn y Ardan
Lena Valenti (El libro de Ardan (Saga Vanir, #7))
Cuando veo todas esas camisas negras, pardas, rojas o azules, exigiendo que te afilies a esto o aquello, pienso que antes el mundo era de los ricos y ahora va a ser de los resentidos.
Arturo Pérez-Reverte (El tango de la Guardia Vieja)
Mira, las mujeres son como el fuego, como las llamas. Algunas son como velas, luminosas e inofensivas. Algunas son como chispas, o como brasas, o como las luciérnagas que perseguimos las noches de verano. Algunas son como hogueras, un derroche de luz y de calor para una sola noche, y quieren que después las dejen en paz.Algunas son como el fuego de la chimenea: no muy espectaculares, pero por debajo tienen cálidas y rojas brasas que arden mucho tiempo. Pero Dianne... Dianne es como una cascada de chispas que sale de un afilado cuchillo de hierro que Dios acerca a la piedra de afilar. No puedes evitar mirar, no puedes evitar desearla. Hasta es posible que acerques una mano durante un segundo. pero no puedes dejarla allí. Te partirá el corazón.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Era ella quien se abría como una sandía madura, roja, jugosa, tibia, ella quien sudaba esa fragancia penetrante de mariscos, ella quien lo mordía, lo arañaba, lo chupaba, gemía, agonizaba de sofoco y de placer. Era en su carne compasiva donde se sumergía hasta perder el aliento y volverse esponja, medusa, estrella de altamar.
Isabel Allende (Of Love and Shadows)
Learn to live. Live to write. Write to love. Love to learn.
Bonafide Rojas
¿Cómo se podía querer volver al pasado de una persona que ya no existía?
Gema Bonnín (Arena roja (Arena roja, #1))
—Cuando hablas de lo que te gusta, se te iluminan los ojos —dice, sonriendo de lado. Me pongo roja sin saber muy bien por qué y me encojo de hombros. —También empiezo a parlotear sin parar. —Me gusta mucho oírte hablar, Brooke.
Joana Marcús (La última nota (Canciones para ella, #1))
-Si lo que pretendes es suicidarte, adelante. Pero la muerte es un lugar sumamente aburrido, te lo advierto. Está lleno de estatuas mal hechas, ciudades nauseabundas y viejas chifladas. Hector se giró hacia la voz, aturdido al reconocerla. -No te miento. Vengo de allí.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Ours was a kingdom of women, with Mamá at the head, perpetually trying to find a fourth like us, or a fourth like her, a younger version of Mamá, poor and eager to climb out of poverty, on whom Mamá could right the wrongs she herself had endured.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
I wanted to yell at the television like Mama and Papa, but I had to learn how to properly do it. I gathered that being a mouse was better than being a mosquita muerta, and being a snake was better than being a man, because flies pretending to be dead could be crushed, mice were shy, and men were persecuted; but everybody always avoided snakes.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
My hope for you, reader, for all of us, is two sides of the same wish: that the world gives us each the space to write our own story, and that we leave room for each other’s stories. They are where our hearts survive.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
—¡Has dicho que sabes cómo termina! —los ojos le brillaban—. Cuéntamelo, por favor ¿Cómo acaba? ¡Necesito saber si ha merecido la pena! —No termina —Sedalar sonrió, la mirada alzada al inmaculado cielo, a la claridad que se los llevaba—. Es ahora cuando empieza.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
En los corazones de los hombres más temerarios hay cuerdas que no se dejan tocar sin emoción. Hasta en los más depravados, en quienes la vida y la muerte son siempre motivo de juego, hay cosas con las que no se puede bromear.
Edgar Allan Poe (La Máscara de la Muerte Roja)
Pero bien sé que sobí para decender, florescí para secarme, gozé para entristecerme, nascí para biuir, biuí para crecer, crecí para enuejecer, enuejecí para morirme.
Fernando de Rojas (La Celestina)
En los corazones de los hombres más temerarios hay cuerdas que no se dejan tocar sin emoción.
Edgar Allan Poe (La Máscara de la Muerte Roja)
El es fuerte, talentoso, capaz,… y yo soy su sombra. La sombra de la llama.
Victoria Aveyard (Red Queen (Red Queen, #1))
Uno de los grandes errores en el amor es creer que siempre vamos a sentir lo mismo.
Marian Rojas Estapé (Encuentra tu persona vitamina)
Decía Gregorio Marañón: «La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa».
Marian Rojas Estapé (Cómo hacer que te pasen cosas buenas)
Es la naturaleza humana, despreciar al de abajo y odiar al de arriba hasta que subes un escalón y el ciclo empieza de nuevo.
Juan Gómez-Jurado (Reina roja)
The way you look at me, do you mean it?
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
No consigo dormirme. Estoy enamorado, y cuando estás enamorado lo menos que te puede pasar es no dormir. Hasta la noche más negra se vuelve roja. Se te amontona tal cantidad de cosas en la cabeza que querrías pensar en ellas todas a la vez y el corazón no consigue calmarse. Y además resulta extraño porque todo te parece hermoso. Haces la misma vida de todos los días, con las mismas cosas y el mismo hartazgo. Y luego te enamoras y esa misma vida se vuelva grandiosa y diferente. Sabes que vives en el mismo mundo de Beatrice y entonces qué más da si el examen te sale mal, si se pincha la rueda del scooter, si Terminator quiere mear, si se pone a llover y no llevas paraguas. Te da lo mismo porque sabes que esas cosas son transitorias. El amor, en cambio, no. Tu estrella roja brilla siempre. Beatrice está ahí, tu amor está dentro de tu corazón y es grande, te hace soñar y nadie puede arrancártelo porque está en un sitio al que nadie puede llegar. No sé cómo describirlo: ojalá no se acabe nunca.
Alessandro D'Avenia (Bianca come il latte, rossa come il sangue)
(Si tuviera que representar en un cuadro aquel acontecimiento de mi vida, pintaría una mesita de formica pegada a la pared y, encima de ella, una palangana esmaltada en la que flota una sonda roja. Ligeramente a la derecha se encuentra un cepillo de pelo. No creo que exista un solo Taller de la abortera en ningún museo del mundo.)
Annie Ernaux (El acontecimiento)
(...) La felicidad es tener un corazón capaz de amar. Es saber que has sido importante para alguien... Que de algún modo, en algún momento, has marcado la diferencia. Y la muerte no es nada en comparación con esos momentos.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Entonces fue hacia la cama y corrió las cortinas: la abuela estaba allí tumbada, con el gorro de dormir bien calado y un aspecto muy raro. -¡Ay, abuela, qué orejas tan grandes tienes! -Para así pode oírte mejor. -¡Ay, abuela, qué ojos tan grandes tienes! -Para así poder verte mejor. -¡Ay, abuela, qué manos tan grandes tienes! -Para así poder cogerte mejor. -¡Ay, abuela, qué boca tan grande y tan horrible tienes! -Para así poder comerte mejor. No había terminado de decir esto el lobo cuando salió de la cama de un salto y devoró a la pobre Caperucita Roja.
Jacob Grimm (Cuentos de los hermanos Grimm)
»Una cosa que pienso... Escuche. ¿Cuántos años duró la guerra? Cuatro años. Es mucho tiempo... No recuerdo ni pájaros, ni colores. Claro que estaban presentes, pero no los recuerdo. Sí... Es extraño, ¿verdad? ¿Acaso las películas sobre la guerra pueden ser de color? Allí todo es negro. Tan solo la sangre es de otro color, solo la sangre es roja...
Svetlana Alexievich (La guerra no tiene rostro de mujer)
War always seemed distant from Bogota, like niebla descending on the hills and forests of the countryside and jungles. The way it approached us was like a fog as well, without us realizing, until it sat embroiling everything around us.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
¿Me estás preguntando si me sale pelo en sitios donde antes no tenía? ¿O si me está saliendo rabo?
José Antonio Cotrina (Los hijos de las tinieblas (El ciclo de la luna roja, #2))
Glas wen. En galés, sonrisa azul. Una mueca malévola ante el sufrimiento de nuestro peor enemigo.
Juan Gómez-Jurado (Reina roja)
A quien dices tu secreto, das tu libertad.
Fernando de Rojas (La Celestina)
«El amor, cuando llega, puede ser muy ciego, pero cuando se va, es muy lúcido».
Marian Rojas Estapé (Encuentra tu persona vitamina)
Para algo sí que sirve la licenciatura en Filología. Acabas conociendo un montón de sinónimos para definir una situación de mierda.
Juan Gómez-Jurado (Reina roja)
El amor todas las cosas vence.
Fernando de Rojas (La Celestina)
Our mother always told us no to tell lies, even to ourselves, because they became truer every time you said them. But we had told ourselves lies, and they had become the truth. We had started to believe that Roja was the sister whose heart was a handful of hard red jewels, and I was the one as insubstantial as the hollow center of a cranberry. The lie of who we were had killed who we might have been. It had buried us. It stripped us down into girls uncomplicated enough to be understood.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
—Jared, cariño, eres un maldito acertijo digno de Indiana Jones y Lara Croft unidos. Espero una respuesta, pero veo que se limita a esbozar una sonrisa medio perpleja. —¿Y bien? —pregunto, al ver que se ha quedado en silencio. —¿Me has llamado cariño? —pregunta, divertido. —¿Eh? —el frío abandona mi cuerpo cuando me pongo roja. —Me has llamado cariño —afirma, esta vez sonriendo más.
Joana Marcús (La última nota (Canciones para ella, #1))
—Eso es todo. Ese día mi abuelo me explicó que nosotros somos distintos de los animales, que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. En cambio, nosotros somos libres. Es el mayor don que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a veces cuestan algún azote y un largo viaje. «Jamás renuncies a tus sueños. Nunca tengas miedo de soñar, por mucho que los demás se rían de ti», eso me dijo mi abuelo, «pues si lo haces renunciarías a ser tú mismo». Aún recuerdo los ojos brillantes con que subrayó sus palabras.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
«Aguja era Robb, Bran, Rickon, su madre y su padre, hasta Sansa. Aguja era los muros grises de Invernalia y las risas de sus habitantes. Aguja era las nieves del verano, los cuentos de la Vieja Tata, el árbol corazón con sus hojas rojas y su rostro aterrador, el cálido olor a tierra de los jardines de cristal, el sonido del viento del norte contra los postigos de su habitación. Aguja era la sonrisa de Jon Nieve»
George R.R. Martin (A Feast for Crows (A Song of Ice and Fire, #4))
Mucho, señora, daría Por tender sobre tu espalda Tu cabellera bravía, Tu cabellera de gualda: Despacio la tendería, Callado la besaría. Por sobre la oreja fina Baja lujoso el cabello, Lo mismo que una cortina Que se levanta hacia el cuello. La oreja es obra divina De porcelana de China. Mucho, señora, te diera Por desenredar el nudo De tu roja cabellera Sobre tu cuello desnudo: Muy despacio la esparciera, Hilo por hilo la abriera
José Martí
Las mujeres son como el fuego, como las llamas. Algunas son como velas, luminosas e inofensivas. Algunas son como chispas, o como brasas, o como las luciérnagas que perseguimos las noches de verano. Algunas son como hogueras, un derroche de luz y calor para una sola noche, y quieren que después las dejes en paz. Algunas son como el fuego de la chimenea: no muy espectaculares, pero por debajo tienen cálidas y rojas brasas que arden mucho tiempo.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
At Tio Pietro's funeral, Papa had said that when people became old, they couldn't bring themselves to cry anymore, because they had cried continually, on and off, over a lifetime long with happiness and sorrow. He had said their bank of tears had gone dry.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
Whether the woods knew my name or not, they took me. So I became blackbirds, birch trees, water. I existed as whatever part of the woods would have me, rocks or crows or fallen leaves. I spent time in whatever creek or poison red-and-white mushrooms let me in.
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
No hay miedo como el que ya se ha probado, del que se conoce el sabor, el olor y el tacto. Un viejo y mohoso vampiro que duerme sepultado bajo cotidianeidad y orden, y que mantenemos alejado, fingiendo una calma tan falsa como las sonrisas sincronizadas. No hay miedo como el que conocimos un día y que permanecía inmóvil, respirando con un jadeo húmedo en algún lugar de nuestra mente. No hay miedo como el que produce la sola posibilidad de que el miedo regrese. Durante los sueños vislumbramos la luz roja que sigue encendida, recordándonos que no está vencido, que sólo duerme, y que si tienes suerte no volverá. Porque sabes que si regresara, no lo resistirías; si volviese, acabaría contigo y con tu cordura.
Dolores Redondo (Legado en los huesos (Trilogía del Baztán, #2))
It's human nature to go against human nature
Reinod Rojas
I thought again about Pablo Escobar cutting off people's tongues. It made sense to stop speaking, to say only what was necessary and nothing beyond. It was a way to survive.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
What song could Pablo Escobar possibly sing in the shower?
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
—¡Deja de jugar con la comida! —le dijo por signos mi madre. —Son nubes —respondió Dot. —Las nubes no son rojas —dijo por signos Soph. —Es el amanecer —replicó por signos Dot, desafiante—. Porque en mi plato está amaneciendo. Y a la salchicha le parece precioso. —Le esculpió una sonrisa a la salchicha con el cuchillo. —Vaya desastre —le dijo por signos mi madre. —Pero un desastre bonito —sonrió Dot. Le dio la vuelta a su plato para enseñárselo a nuestra madre. La salchicha estaba tumbada de espaldas, sonriéndoles a las nubes de kétchup.
Annabel Pitcher (Ketchup Clouds)
That I was a boy, but it was not as simple as me wanting to be called he. That I liked being called he and him. But that I would've liked being called she and her sometimes, too, if it didn't let everyone settle into the assumption that I was a girl. I had never been a girl, would never be a girl...
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
En la escuela aprendemos acerca de un mundo anterior a este, el mundo de los ángeles y los dioses que vivían en el cielo y gobernaban la Tierra con amor y bondad. Algunos dicen que son sólo leyendas, pero yo no lo creo. Los dioses aún nos dominan, han descendido de las estrellas y no les queda ni un ápice de bondad.
Victoria Aveyard (Red Queen (Red Queen, #1))
—Bruno no sabía lo que decía —insistió—. ¿Qué podía saber ese desdichado de finales felices? — la voz le temblaba—. Nada. No sabía nada. La felicidad es estar aquí y ahora, bajo la lluvia, mirándote a los ojos. La felicidad es tener un corazón capaz de amar. Es saber que has sido importante para alguien... Que, de algún modo, en algún momento, has marcado al diferencia. Y la muerte no es nada en comparación con esos momentos.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Que comience el cuento de hadas una mañana de invierno, en tal caso, con una gota recién caída en la nieve marfileña: una gota tan brillante como un rubí bien cortado, roja como una solitaria mancha de clarete en un puño de encaje. Y lo que aquí se sigue, por consiguiente, es que el mal acecha detrás de cada ventana rota, maquinando malicia y encantamiento; mientras que detrás de los postigos cerrados los justos duermen sus sueños a esta temprana hora en la Ribera. Pronto despertarán para ocuparse de sus quehaceres; y uno, tal vez, será tan adorable como el día y estará armado, como lo están los justos, para enfrentarse a un triunfo predestinado...
Ellen Kushner (Swordspoint (Riverside, #1))
No olvidemos que el éxito en la vida lo logran las personas que son capaces de concentrarse y enfocarse en lo que realmente desean, siendo capaces de perseverar en el propósito. La atención del cerebro se desarrolla en la corteza prefrontal. Esta zona se encarga de la voluntad, el autocontrol y la planificación de una tarea. Hay que desarrollar esta zona del cerebro en los niños desde pequeños. Es una de las más importantes de la mente.
Marian Rojas Estapé (Cómo hacer que te pasen cosas buenas)
—Lo haré. Lo haré porque no me queda más alternativa. Pero no lo haré para cumplir tu sueño, hechicera —hizo un gesto despectivo hacia la Rocavarancolia que aquella mujer había construido en su interior—. No me interesa esta ciudad. No es la mía ni lo será nunca. Lo haré por venganza. Lo haré por justa ira. ¿Estás contenta, Dama Loca? —quiso saber—. Haré lo que deseas. —Pero por los motivos equivocados. —¿Y dónde está la diferencia? —preguntó él.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
My sister and I had been born fair and dark, her looking like a girl in a fairy tale who would grow up sweet, a princess, and me like one who would grow into a cruel witch. I had seen the pictures in storybooks. I knew what I was, with my bloodstained hair. Girls like me were marked for the swans. How could they ever take a girl like Blanca?
Anna-Marie McLemore (Blanca & Roja)
La amaba, y le importaba bien poco no ser correspondido, la había amado aun antes de saber que lo que sentía por ella tenía un nombre, la había amado sin esperanza. Y no le había importado hacerlo. El hecho de que él pudiera amar era un milagro que tenía sentido por sí mismo, una muestra de que la magia del universo podía estar presente en todos y cada uno de los seres que lo habitaban.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Verdes arboles contra el cielo en la lluvia de primavera mientras el cielo enciende a los árboles de primavera en oscurecimiento. Flores rojas salpican la tierra en la persecución de la brisa mientras la tierra se colorea de rojo tras el beso". La última palabra, beso, cuelga en el aire. -La próxima vez que me enferme, me puedes decir eso. Puedes ser mi chica en las montañas. -Bien -digo-. Seré tu chica de las montañas y cuidaré de ti. Sonríe, como si fuese otra broma, otra ráfaga en nuestro coqueteo, y sonrío en respuesta, aunque no estoy bromeando. -Y como recompensa, te liberaré de la carga del tiempo- Desliza mi reloj en su larguirucha muñeca, donde no luce tanto como un grillete prisión. -Por ahora, el tiempo no existe. Es ¿Como dijo Jacques...Fluido? -Fluido -repito, como una encantación. Porque si el tiempo puede ser fluido, entonces algo que es sólo un día puede seguir indefinidamente.
Gayle Forman
Hay días en que pienso que ser de izquierdas es una especie de facultad, como la memoria. Todos la tenemos en estado de latencia. Si no la usas nunca, te mueres sin enterarte de que la tenías. La prueba de que está ahí, sin embargo, es que en determinadas situaciones aparece. Muchas veces se confunde con el orgullo. Pero hay dos clases de orgullo. Para mí, cuando esa facultad no está involucrada el orgullo es puro amor propio. Y cuando el orgullo es amor propio, lo que sale es la pataleta, el sofocón, se pone la cara roja y falta el aire. En cambio, si esa facultad interviene el orgullo se generaliza. La persona comprende que la ofensa, el abuso, lo que sea, no se lo están haciendo sólo a ella; y se le llenan los pulmones de aire; dice «no puede ser» y las tres palabras vienen de muy lejos, de muchos compañeros caídos y compañeras, de muchas personas aplastadas, humilladas; y aflora en ella un valor, una determinación con los que no soñaba.
Belén Gopegui
A ratos, cuando se volvía para sacudir la ceniza del cigarrillo en un platito, yo aprovechaba para mirar de soslayo las uñas rojas de sus pies, el brillo dorado de las pantorrillas afeitadas, el pronunciado empeine y, siempre, los senos turgentes y perfectamente redondeados. Me maravillaba que en este mundo hubiese hombres que habían tocado y besado aquellos senos mientras le hacían el amor. ¿Qué más se le podía pedir a la vida después de algo así? ¿Adónde se iba un hombre después de haber alcanzado la cima del mundo? Sólo con gran esfuerzo lograba apartar los ojos y posarlos en algún lugar seguro cuando ella se volvía de nuevo hacia mí.
Khaled Hosseini (And the Mountains Echoed)
El otoño es mi estación favorita del año —dijo él al cabo de un rato—. No es que yo esté tonteando o algo así… pero me gustan las hojas cuando se tornan rojas y anaranjadas. Son hermosas a la luz de la luna, pero más concretamente, se trata de una transformación imposible. El verde de la primavera y el verano son sólo una sombra de la identidad auténtica de los árboles, y todo ese color cuando las noches se vuelven frías es un milagro cada vez que pasa. Es como si compensaran la pérdida del calor con todo su fuego. Me gusta el Otoño… —(...)—. Tú eres así. Eres hermosa y ardes llena de colorido, y ya es hora de que salgas a la luz. Así que digo… Autumn.
J.R. Ward (Lover Reborn (Black Dagger Brotherhood, #10))
Ella bailaba con un chico alto del rancho de San Pablo y llevaba un vestido azul y su boca era roja. Él, Rawlins y Roberto se quedaron con otros muchachos junto a la pared, contemplando a los bailarines y, más allá de ellos, a las chicas de la pared opuesta. Empezó a caminar por delante de los grupos. El aire olía a paja y sudor y una densa fragancia de colonias. Bajo la concha acústica el acordeonista luchaba con su instrumento y marcaba el ritmo con la bota contra los tablones del suelo y luego retrocedió y el trompetista se adelantó. Los ojos de ella le miraban por encima del hombro de su pareja. Llevaba los cabellos negros recogidos con una cinta azul y su nuca era pálida como la porcelana. Cuando dio otra vuelta, le sonrió.
Cormac McCarthy (All the Pretty Horses (The Border Trilogy, #1))
I sat down. I cried, knowing that what I had wanted was a return to normal, but there would never be a return to normal. Papa was gone. In his place was this man whose cheekbones cut hard into his skin, whose burnt-dark color and malnutrition were still present even though he no longer lived in a jungle. This man who allowed me to hold his hand and sob onto his shoulder, even though it made him anxious to be so close, so near to anyone. I needed to learn how to live with this new man, to negotiate a relationship with his body that was not the body I knew.
Ingrid Rojas Contreras (Fruit of the Drunken Tree)
Y Brando nunca se había reído tanto en toda su vida, al grado de verter lágrimas histéricas y de tener que sujetarse de las paredes y de sus amigos para no caer al piso, con el cerebro arrebolado por la mota y la cerveza y el vientre adolorido de tanto carcajearse del espectáculo que ofrecían las locas, la legión de maricas, vestidas y travoltas venidas de todos los rincones de la república nomás a desatarse al famoso carnaval de Villagarbosa, a jotear libremente en las calles del pueblo embutidas en apretadas mallas de ballerina, disfrazadas de hadas con alas de mariposa, de sensuales enfermeras de la Cruz Roja, de porristas y gimnastas musculosas, policías manfloras y gatúbelas ventrudas con botas de tacón de aguja; locas bien locas vestidas de novia persiguiendo a los muchachos por los callejones; locas bufonescas con nalgas y tetas gargantuescas tratando de besar a los rancheros en la boca; locas empolvadas como geishas, con antenas de alienígenas y garrotes cavernícolas, locas capuchinas y escocesas; locas disfrazadas de batos bien machines, tan hombres como cualquiera, hasta que se alzaban los lentes oscuros y les notabas la depilada de ceja, los párpados espolvoreados con brillantina de colores, la mirada braguetera; locas que pagaban las cervezas si bailabas con ellas; locas que se peleaban a puñetazo limpio por tus favores, que se arrancaban las pelucas y las tiaras y rodaban por el suelo entre alaridos, dejando sangre y lentejuelas regadas mientras la turba reía. Total
Fernanda Melchor (Temporada de huracanes)
Algún recuerdo limitado y menguante de Herbert Ashe, ingeniero de los ferrocarriles del Sur, persiste en el hotel de Adrogué, entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos. En vida padeció de irrealidad, como tantos ingleses; muerto, no es siquiera el fantasma que ya era entonces. Era alto y desganado y su cansada barba rectangular había sido roja. Entiendo que era viudo, sin hijos. Cada tantos años iba a Inglaterra: a visitar (juzgo por unas fotografías que nos mostró) un reloj de sol y unos robles. Mi padre había estrechado con él (el verbo es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo. Solían ejercer un intercambio de libros y de periódicos; solían batirse al ajedrez, taciturnamente... Lo recuerdo en el corredor del hotel, con un libro de matemáticas en la mano, mirando a veces los colores irrecuperables del cielo.
Jorge Luis Borges (Ficciones)
Siempre me ha parecido inquietante la contigüidad que existe entre la crónica de sociales y la nota roja, no sólo porque estas dos secciones suelen aparecer juntas en los diarios del puerto (a menudo en caras opuestas del mismo pliego, como espejándose), sino porque ambos géneros suelen presentar los asuntos de su "literatura" como sucesos excepcionales, únicos e irrepetibles: la ascensión de una joven al estatuto de reina, emblema viviente de la alegría, la lozanía y la fecundidad de un pueblo y su posterior envilecimiento como filicida, villana mítica, bruja de cuento de hadas en cuyo nombre se exhorta a los niños jarochos a obedecer a sus madres y comer todas sus verduras, si no quieren que Evangelina venga a castigarlos. Arquetipos opuestos pero complementarios, máscaras que deshumanizan a mujeres de carne y hueso, y que funcionan como pantallas en donde se proyectan los deseos, los temores y las ansiedades de una sociedad que se pretende un enclave de sensualismo tropical pero que en el fondo es profundamente conservadora, clasista y misógina.
Fernanda Melchor (Aquí no es Miami)
—¡Oídme! —aulló, y al momento se hizo el silencio—. ¡Todos me conocéis! ¡La mayoría habéis combatido conmigo! ¡Hemos matado juntos y más de uno a muerto a mi lado! ¡Sabéis quién soy! —desplegó las alas. La multitud le contemplaba y él se sentía inmenso—. ¡Rocavarancolia nos convoca a una nueva batalla! ¡De nuevo resuenan tambores de guerra! ¡Pero no os dejéis engañar! La Rocavarancolia que nos llama no es la nuestra! ¡Nuestro reino agoniza ahí fuera y nada de los que hagamos podrá salvarlo! —Denéstor se removió inquieto y la intranquilidad del demiurgo sirvió de acicate—. ¡Bien se han encargado de ello! ¡Nos lo han arrebatado todo! ¿Me oís? ¡Todo! ¡Y aún así estoy aquí para pediros que os dejéis engañar y que luchéis! ¡Porque fuimos grandes! ¡Somos monstruos y demonios! ¡Somos pesadillas y malos sueños! ¡Somos lo que el mundo teme! ¡Y si triunfa Hurza nos convertiremos en víctimas! ¡Y me niego a que ocurra eso! ¡No somos víctimas de nadie! ¡Jamás! ¡Somos verdugos y asesinos! ¡Quisieron exterminarnos antes y no pudieron! ¡Luchad, monstruos! ¿Me oís? ¡LUCHAD! ¡Luchad por nuestra Rocavarancolia si se os antoja! ¡O por el recuerdo de la antigua! ¡Luchad por Sardaurlar y los reyes conquistadores! ¡Por las torres dragoneras, por la sangre que derramamos! ¡ O por los malditos reyes araña si os apetece! ¡Luchad porque fuimos grandes y nadie que pretenda arrebatarnos eso va a conseguirlo! ¡Luchad por la gloria, por placer, por hacer daño! ¡No me importa el motivo! ¡No me importa qué fuerza os guíe! ¡Sólo quiero que luchéis! ¡Salid ahí fuera y arrasad con todos! ¡Y si se levantan, si osan levantarse, matadlos de nuevo!
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
—Vi a mi madre en su ataúd—dijo por fin—. Las mujeres le habían trenzado el pelo para que tuviera un aspecto decoroso, pero mi padre no lo permitió. Quería verla por última vez tal como era para él. Fue personalmente al ataúd, le deshizo las trenzas y extendió la cabellera con las manos, cubriendo la almohada. Hizo una pausa; su pulgar quedó inmóvil. —Yo estaba allí, quieto en el rincón. Cuando todos salieron para recibir al cura me acerqué sigilosamente. Era la primera vez que veía a una persona muerta.—Dejé que mis dedos se cerraran sobre su antebrazo.— Una mañana mi madre me dio un beso en la frente; luego volvió a colocarme la horquilla que se me había desprendido de mi pelo ensortijado y salió. Jamás volví a verla. La velaron con el ataúd cerrado. —¿Era…ella? —No.—Contemplaba el fuego con los ojos entornados—. No del todo. Se le parecía, pero nada más. Como si alguien la hubiera tallado en madera de abedul. Pero su pelo… eso aún tenía vida. Eso todavía era…ella. Lo oí tragar saliva y carraspear un poco. —La cabellera le cruzaba el pecho, cubriendo al niño que yacía con ella. Pensé que a él no le gustaría sofocarse de ese modo. Y retiré las guedejas rojas para dejarlo a la vista. Mi hermanito, acurrucado en sus brazos, con la cabeza en su seno, abrigado y en sombras bajo la cortina de pelo. Y enseguida pensé que no, que estaría más contento si lo dejaba así. Y volví a alisar la cabellera de mi madre para cubrirle la cabeza. Su pecho se elevó bajo mi mejilla. Deslizó lentamente las manos por mi pelo. —No tenía una sola cana, Sassenach. Ni una. Ellen Fraser había muerto de parto a los treinta y ocho años. Mi madre, a los treinta y dos. Y yo… yo tenía la riqueza de todos esos años largos que ellas habían perdido. Y más aún. —Para mí es un gozo ver cómo te tocan los años, Sassenach—susurró—, pues significa que vives.
Diana Gabaldon (The Fiery Cross (Outlander, #5))
Comprendí al punto: era la lucha entre los hombres y las máquinas, preparada, esperada y temida desde hace mucho tiempo, la que por fin había estallado. Por todas partes yacían muertos y mutilados, por todas partes también automóviles apedreados, retorcidos, medio quemados; sobre la espantosa confusión volaban aeroplanos, y también a éstos se les tiraba desde muchos tejados y ventanas con fusiles y con ametralladoras. En todas las paredes anuncios fieros y magníficamente llamativos invitaban a toda la nación, en letras gigantescas que ardían como antorchas, a ponerse al fin al lado de los hombres contra las máquinas, a asesinar por fin a los ricos opulentos, bien vestidos y perfumados, que con ayuda de las máquinas sacaban el jugo a los demás y hacer polvo a la vez sus grandes automóviles, que no cesaban de toser, de gruñir con mala intención y de hacer un ruido infernal, a incendiar por último las fábricas y barrer y despoblar un poco la tierra profanada, para que pudiera volver a salir la hierba y surgir otra vez del polvoriento mundo de cemento algo así como bosques, praderas, pastos, arroyos y marismas. Otros anuncios, en cambio, en colores más finos y menos infantiles, redactados en una forma muy inteligente y espiritual, prevenían con afán a todos los propietarios y a todos los circunspectos contra el caos amenazador de la anarquía, cantaban con verdadera emoción la bendición del orden, del trabajo, de la propiedad, de la cultura, del derecho, y ensalzaban las máquinas como la más alta y última conquista del hombre, con cuya ayuda habríamos de convertirnos en dioses. Pensativo y admirado leí los anuncios, los rojos y los verdes; de un modo extraño me impresionó su inflamada oratoria, su lógica aplastante; tenían razón, y, hondamente convencido, me quedé parado ya ante uno, ya ante el otro, y, sin embargo, un tanto inquieto por el tiroteo bastante vivo. El caso es que lo principal estaba claro: había guerra, una guerra violenta, racial y altamente simpática, en donde no se trataba de emperadores, repúblicas, fronteras, ni de banderas y colores y otras cosas por el estilo, más bien decorativas y teatrales, de fruslerías en el fondo, sino en donde todo aquel a quien le faltaba aire para respirar y a quien ya no le sabia bien la vida, daba persuasiva expresión a su malestar y trataba de preparar la destrucción general del mundo civilizado de hojalata. Vi cómo a todos les salía risueño a los ojos, claro y sincero, el afán de destrucción y de exterminio, y dentro de mí mismo florecían estas salvajes flores rojas, grandes y lozanas, y no reían menos. Con alegría me incorporé a la lucha.
Hermann Hesse (Der Steppenwolf.)