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Soy del norte, cumpa, donde está la flor del coplerío. Donde los changuitos ioran descalzos por esos cerros donde ia no crecen ni los iuios. No hay ni chancua pa darle a los changuitos, ni charqui ni guaschalocro ni mistol ni algarroba, ay juayputa q’hemos hecho señora magre de dios pa que andemos tan pobres. Y güeno, amigo Pezuela, aunque la cosa vaya mesturada, qué lindura ¿no le parece? poder hablar en cristiano con usté. Me vine a estos pagos madrileños medio engolosinao, y ando por aquí de puro bagual. Campeando un cariño maver si nos acollaramos. Se llama Eugenia la chiruza. Lindazo el nombre, ¿no? Vea, soy un foráneo, amigazo, pero de buena laya. Un gaucho de los de endenantes, de los que pelearon contra usté. De ésos que llevaban en sus venas la sangre que el presidente Sarmiento quería pa regar las pampas, porque él nos odeaba, como odeaba también a los españoles y a todo lo que no juera alemán o inglés, él quería poblar las pampas con ingleses y alemanes pero le falló la cosa, porque al final el país se le enllenó de italianos, turcos y judíos. Gaucho de los de endenantes, mi nombre es Juan, de apelativo Bravo, pero no se me asuste ni recule, ando desmontao, no tengo ni caballo ni facón, apenas un cuchillito moto pa cortar el naco de los vicios. Viera el cebruno que montaba allá en mi tierra, al galopar era una luz prendida. Aquí uno anda pobre y de sotreta, sin jergas ni pellones, sin taculona p’hablar con naides, mesmo que de la cuarta al pértigo, como tristón y envaretao por no poder hallar a la chinita Eugenia. Pero tengo un entripao con usté mi general Pezuela, y se me hace que usté también lo tiene conmigo. Dende chiquito me enseñaron a dispreciarlo, porque usté era de la laya de los enemigos que llamábamos godos. Usté no nos quería libres y tuvimos que correrlo del pago a chuzazo limpio, y aura que la lluvia y el tiempo nos han acollarao no sé cómo pedirle las disculpas, seguro que usté durante todo el tiempo que pasó dende entonces anda juntando herrumbre, no como estatua, claro, le estoy hablando al hombre. Soy persona pacífica, como endenantes le dije, ando por estos pagos desmontao y sin facón. Pero si a usté no se le ha ido entoavía la rabia, si quiere peliar, peliemos. Si la ocasión no es güena y le hace frío yo le empriesto mi poncho y no se aflija, que hasta al cuchillito moto se lo empriesto.Yo, amigazo, pa cobrarme tengo de sobra con el cabo ‘e mi rebenque. De no, podemos hablar de pingos. El caballo, compadre, es la única patria de verdá que tuvo el gaucho, porque tuito lo demás ha sido siempre de los que vinieron quién sabe de ánde. En un caballo uno podía ir cambiando de sitio, asigún molestara a los demás con su presencia. Irse campo ajuera, ande lo llevara el viento.¿Compriende, aparcero? A caballo, 47
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