Oye Hoye Quotes

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Ridículo resulta quien hoy en día dice algo contra la muerte: lo mismo que alguien que no bebiera leche pero comiese ratas y gusanos. La muerte está de moda. Se la busca. Y también viene por sí sola. Es honrosa. Está del lado de la patria: ¿y qué puede ser más sagrado que la suma de padre y tierra? Va acorazada. Es explosiva. Alcanza las mayores velocidades. Se adelanta a todo el mundo. Lucha en todos los bandos. Sólo conoce patrias, y no es partidista. Dios ha sellado una vieja alianza con ella. La contrata de vez en cuando para que le haga de ángel. La muerte es formal. Ejecuta órdenes. Antes ella misma las impartía. Es puntual, ha sellado un pacto con el reloj. Sólo es sobornable en apariencia: quien mira con detenimiento no podrá negar que finalmente todo siempre acaba igual. Cede como la goma. Pero ¿de verdad ha cedido? Alguna vez tuvo un corazón, que en ocasiones se puede remendar. Pero es ella quien llama a quienes lo cosan. Está de buen humor porque todos la temen, incluso los patriotas. Nada hay más divertido que dar miedo: se dice de ella que surgió del temor así como el amor surgió del mar. Está en contra del horror; cuando se presenta de manera horrorosa, sólo lo hace para atenuar el espanto y convertirlo en temor. Acostumbra a los hombres a la vida y les enseña a amar hasta el horror. Se alegra también porque es gratuita. Todo lo demás está tan lleno de sentido. Lleva pantalones chillones a cuadros para familiarizar con los frecuentes cambios. Toca la flauta nasal, porque es silenciosa y a veces ha de atraer con algún reclamo. Tiene muy largos los dedos de los pies, pero sin uñas, porque la gente se las ha arrancado en los estertores. Sus tacones son pezuñas; en los codos tiene dientes largos como dedos. Come por delante y por detrás y también por los lados, y cuando lo hace no está para bromas. No se deshace de nada, ¡oh muerte, dónde están tus intestinos! Los parientes aguardan los restos dondequiera que puedan aparecer, los aceptarían, los acogerían, los guardarían, los cuidarían, los besarían; pero ella es avara y no va de vientre. Sólo oye por un oído para poder ser sorda del otro. Sus ojos tintinean suavemente con las pestañas para acompañar a la flauta nasal. Sus pelos están siempre chamuscados y se le caen en mechones rojos y hediondos.
Elias Canetti (Il libro contro la morte)
Por mí, que se vaya al carajo la evolución. Menudo error estamos hechos. Hemos hervido de muerte este planeta dulce y sustentador de vida (el único de toda la Vía Láctea) con un siglo de euforia por el transporte. El gobierno ha declarado la guerra a las drogas, ¿no? Pues que vayan a por el petróleo, ¡eso sí que es un colocón destructivo! Con un poco de esa mierda que te metas en el coche puedes ir a ciento cincuenta por hora, atropellar al perro del vecino y cargarte la atmósfera. Oye, ya que nos ha tocado ser Homo sapiens, ¿para qué darle más vueltas? Carguémonos el chiringuito. ¿Alguien tiene una bomba atómica? ¿Quién no la tiene hoy en día?
Kurt Vonnegut Jr. (A Man Without a Country)
El mundo de hoy es el mundo que desearon; la vida, el objetivo de su odio. Dejadles con esa muerte a la que adoran. En nombre de vuestra magnífica devoción a esta tierra, dejadles; no empleéis la grandeza de vuestra alma en conseguir triunfo de su mal. ¿Me oyes... amor mío?
Ayn Rand (Atlas Shrugged)
Sí, el mal de Colombia es la incapacidad de reaccionar, la pérdida de la confianza, la pérdida de la esperanza, la abrumadora falta de carácter que hace que hayamos cometido el error de llegar a la sociedad que tenemos y en vez de reconocerlo cerremos los ojos, negándonos a la difícil pero prometedora transformación que nos está exigiendo la historia. Sólo cuando las grandes multitudes de este país, incluidos los sectores dirigentes que sean capaces de cambiar su necedad por algo más inteligente y más práctico, se llenen de la convicción de que el país sería mejor si nos dejáramos de imposturas, de simulaciones y de exclusiones; sólo cuando el país abatido y desconfiado se llene de la apasionada intensidad que hoy sólo tienen los que viven de la guerra y del caos, nos haremos dignos de un destino distinto, y podremos cambiar este coro de quejas inútiles que se oye en todas partes, por algo más alegre y más fecundo. Nos gustaría que los teléfonos públicos sirvieran para hacer llamadas; que funcionaran los medios de transporte: que las autorrutas sirvieran para ser transitadas, que estuvieran señalizadas correctamente para que no nos cueste tanto trabajo el viaje más elemental; que la tecnología que usamos consulte al país en el que se aplica, y así no se hundan las carreteras porque esto ni se agrieten porque aquello; que los productos de nuestra naturaleza sean conocidos y utilizados de un modo razonable, que no permitamos que sean otros pueblos y otros prejuicios los que nos dicten cómo manejar nuestras riquezas; que la Justicia funcione. Pero para ello es necesario saber cómo somos y a qué podemos comprometernos en un contrato social. Llevamos siglos desobedeciendo códigos perfectos, transgrediendo normatividades admirables y vanagloriándonos de la perfección de unas instituciones a las que nadie respeta. (...)el Estado es la consecuencia de la sociedad que somos y que debe cambiar si queremos sobrevivir. Así, es claro para mí que no es el Estado el que puede cambiar a la sociedad, sino por el contrario la sociedad la que debe cambiar al Estado: no sólo su administración y sus funcionarios sino su estructura y su lógica. Pero para ello la sociedad misma debe hacerse otra, y sólo de la iniciativa social no estatal podrá salir esa sociedad nueva cuyo fundamento sea la semilla moral que hay en todos, y la insatisfacción y el hastío que ya siente la sociedad entera. (---) Sólo cambiando nuestra manera de estar juntos, sólo convocando a la dignidad de millones de seres e instándolos a ser el país, su rostro, sus voceros y sus propósitos, sólo dando por fin su lugar en la historia a las mayorías excluidas y degradadas por una arrogancia asombrosa, podremos esperar un país donde de nuevo sea motivo de orgullo y de grandeza vivir y morir. (,,,)Es fácil descargar censuras y reprobaciones, pero un país digno no es ya algo que se nos deba por justicia, sino algo que tenemos que merecer por nuestros actos.
William Ospina (¿Dónde está la franja amarilla?)
Quizás soy invisible y por eso nadie me escucha. Quizás todo el mundo me ve y me oye, pero me ignoran. Quizás debería dejar de intentarlo.
Carolina Casado (Ayer, nosotros, hoy)
Justo aquí reside el problema: la sociedad de hoy, a través de las maravillas de la cultura del consumismo y del “oye mira, mi vida es más divertida que la tuya”, ha cultivado en las redes sociales una generación entera de gente que cree que sentir esas experiencias negativas —como el miedo, la culpa y la ansiedad— no está bien.
Mark Manson (El sutil arte de que te importe un caraj*: Un enfoque disruptivo para vivir una buena vida (Spanish Edition))