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Sangre azul rojiza
Yo, como hijo de reyes,
De príncipes y de nobles,
Todos de la alta nobleza,
Santificada por Dios, sangre divina,
O, tal vez,
¿No soy yo el propio Dios, o,
Quién sabe, estoy por encima de Él?
La metadivinidad burguesa,
Esa divinización de la suciedad más podrida,
Y miran al pueblo:
¡Oh Dios! ¿Por qué hiciste
Esa chusma insensata?
Esa masa, sonriente,
Que se bendice con felicidad,
Encuentra en las alcantarillas,
Si a mí,
Ni todo el oro africano,
Ni toda la belleza de las mujeres del Oriente
Ya no me satisfacen,
Ni el buen olor del incienso, ni los palacios,
Ah, cómo detesto a la chusma,
Mientras derramo mis lágrimas viendo tragedias,
Ellos se ríen de la comedia más burlesca,
¿Qué quieres? Oh Soberano del Mundo?
Recuérdame que provengo de estas criaturas,
Que mi blancura viene del carbón,
Que mi brillo de la oscuridad,
Que mi sangre es solo agua,
Quieres recordarme que solo soy polvo engreído,
Sabios eran los romanos,
Que en las festividades,
Los esclavos se convertían en patricios,
Y los patricios se convertían en esclavos,
Para recordar la antigua regla,
El viejo pacto lupino,
Pues todos hechos de barro,
Y lavados en sangre...
César, mi querido César,
No olvides que,
Así siempre los tiranos,
Y, así, siempre los patricios,
Todos caerán,
Y perecerán,
Pues Aquel que Vivió,
En su muerte,
Aún no ha vuelto.
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