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Les predijo el futuro que se avecinaba con autoridad de visionario profesional:
—¡Oh, son seres maravillosos, los que llegan! Hijos de la mutación. ¡Generosos! Una infinita bondad los desgarra: se quitarán el pan de la boca para saciar el hambre de nuestros hijos. Sé que su dios humano les manda amar al otro como a sí mismo. Serán incapaces de traernos muerte: detestan la guerra. Respetarán nuestras mujeres, porque su dios —infinitamente benigno— les manda no desear otra mujer que no sea la propia. (En esto son particularmente rigurosos.) Adoran un libro escrito por sabios y poetas. El dios que adoran es un hombrecillo golpeado, torturado, hasta ser puesto a muerte por unos militares. ¡Con el débil se identifican! ¡Al débil aman! »Digo, anuncio, que odian la guerra, la violencia, la violación. ¿Cuál es su fuerza?, os preguntaréis, y yo digo: la bondad y el amor. Ésa es su fuerza.
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