“
«Soy un soñador. Hay en mà tan poca vida real, los momentos como este, como el de ahora, son para mà tan raros que me es imposible no repetirlos en mis sueños. Voy a soñar con usted toda la noche, toda la semana, todo el año.»
”
”
Fyodor Dostoevsky (Nietoschka Nezvanova / Noches Blancas)
“
Cada cosa tiene un color. Cada emociĂłn tiene un color. El silencio es blanco. De hecho, el blanco es un color que no soporto: no tiene lĂmites. Pasar una noche en blanco, quedarse en blanco, levantar bandera blanca, dejar el papel en blanco, tener el pelo blanco... Es más, el blanco ni siquiera es un color, como el silencio. No es nada. Una nada sin palabras o sin mĂşsica. En silencio: en blanco.
”
”
Alessandro D'Avenia (Bianca come il latte, rossa come il sangue)
“
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz y sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde y rubia,
y morena…
QuiĂ©reme dĂa,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras!
”
”
Dulce MarĂa Loynaz
“
ÂżEntristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que se puso en los cabellos para ir al altar? ¡Jamás, jamás! ¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegrĂa que diste al transeĂşnte melancĂłlico, extraño, solitario… ¡Dios mĂo! ÂżUn instante de felicidad no es suficiente para toda una vida?
”
”
Fyodor Dostoevsky
“
—Eres una hechicera —le dijo una noche, rendido sobre ella despuĂ©s del amor—. ÂżQuĂ© has hecho de mĂ? Estoy atus pies desde el momento en que puse los ojos sobre ti. Dependo de ti para sentirme vivo. ÂżCĂłmo puedo amarte tanto cuando trastornaste mi vida por completo? DesearĂa no amarte tanto —añadiĂł con una nota amarga—, desearĂa no haber caĂdo bajo tu conjuro. AsĂ no serĂa tan vulnerable. Porque si volvieras a lastimarme...
”
”
Florencia Bonelli (La vuelta del ranquel (Indias Blancas #2))
“
¿Por qué no nos tratamos unos a otros como hermanos? ¿Por qué hasta el hombre más bueno disimula y calla en presencia de otro? ¿Por qué no decir sin rodeos lo que tiene uno en el corazón, inmediatamente, cuando sabe uno que su palabra no se la llevará el viento? ¿Por qué parecer más adusto de lo que uno es en realidad? Es como si cada cual temiera violentar los propios sentimientos si los expresa libremente.
—Noches blancas, Dostoievski—
”
”
Fyodor Dostoevsky
“
Me estiro, pues, dentro de la habitación, bajo el ojo de escayola del techo, detrás de las cortinas blancas, entre las sábanas, y me deslizo dentro de mi propio tiempo, abandonando el ritmo que nos marcan. Aunque esto también forma parte del ritmo, y yo no estoy fuera de él.
”
”
Margaret Atwood (The Handmaid’s Tale (The Handmaid's Tale, #1))
“
Las noches en blanco producĂan largas cadenas de pensamientos sobre recuerdos serios.
”
”
Jens Lapidus (TrilogĂa Negra de Estocolom: Dinero fácil, Mafia Blanca, Una vida de Lujo)
“
Soy un soñador. Hay en mĂ tan poca vida real, los momenÂtos como Ă©ste, como el de ahora, son para mĂ tan raros que me es imposible no repetirlos en mis sueños. Voy
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Terminarás esta noche en mi cama o en el infierno.
”
”
Florencia Bonelli (La vuelta del ranquel (Indias Blancas #2))
“
y si no existe otra 'vida', solo queda una opciĂłn: inventar alguna vida con los pedazos de la que hay.
”
”
FiĂłdor Dostoyevski (Noches blancas)
“
Sentado aquà a su lado y mientras hablamos, me da hasta miedo pensar en el futuro porque en el futuro hay de nuevo soledad, de nuevo esa vida rancia e innecesaria. ¡Y con qué voy a soñar cuando en la vida real he sido tan feliz a su lado! Oh, bendita sea, mi querida muchacha, por no haberme apartado a la primera, porque ya puedo decir que he estado vivo dos noches de mi vida.
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
I et sap greu que la bellesa fugissera s'hagi pansit tan irremeiablement, que hagi lluĂŻt davant teu d'una manera tan enganyosa i vana; et sap greu no haver tingut temps ni tan sols d'enamorar-te'n...
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches Blancas)
“
Entre nosotros se han establecido unas relaciones un tanto extrañas, que en muchos aspectos me resultan incomprensibles si tomo en consideración su orgullo y la altivez que muestra con todos. Sabe, por ejemplo, que la amo con locura.
”
”
Fyodor Dostoevsky (El Jugador / Noches Blancas)
“
Todas las hormigas respetables comenzaron con el hormiguero y probablemente terminarán con Ă©l, lo que las honra por su aplicaciĂłn y su perseverancia. Pero el hombre es una criatura frĂvola e imprevisible y quizá, a la manera de un jugador de ajedrez, gusta sĂłlo del proceso de llegar a la meta, y no de la meta misma. ÂżY quiĂ©n sabe? (nadie puede saberlo de cierto), quizá la Ăşnica meta que en este mundo persigue el hombre consista Ăşnicamente en ese ir hacia ella, o, dicho de otro modo, consista en la vida misma, y no realmente en la meta, la que, por supuesto, será algo asĂ como "dos y dos son cuatro", o sea, una fĂłrmula; pero "dos y dos son cuatro" no es vida, señores, sino el comienzo de la muerte
”
”
Fyodor Dostoevsky (Memorias del subsuelo & Las noches blancas & El jugador/ Notes from Underground & White Nights & The player (Grandes Clasicos) (Spanish Edition))
“
Resulta curioso y ridĂculo lo mucho que a veces puede expresar la mirada de un hombre vergonzoso, morbosamente pĂşdico, tocado por el amor, precisamente cuando este hombre preferirĂa que la tierra se abriera bajo sus pies antes de decir nada o de darlo a entender con la palabra o con los ojos.
”
”
Fyodor Dostoevsky (El Jugador / Noches Blancas)
“
Pero en las demás plateas, casi en todas, las blancas deidades que habitaban aquellas moradas sombrĂas se habĂan refugiado contra las oscuras paredes y permanecĂan invisibles. Sin embargo, a medida que el espectáculo avanzaba, sus formas, vagamente humanas, se destacaban blandamente, una tras otra, de las profundidades de la noche que tapizaban y, alzándose hacia la claridad, dejaban que emergiesen sus cuerpos semidesnudos y venĂan a detenerse en el lĂmite vertical y en la superficie claroscura en que sus brillantes rostros aparecĂan tras el risueño, espumoso y ligero romper de olas de sus abanicos de plumas, bajo sus cabelleras de pĂşrpura enmarañadas de perlas que parecĂa haber encorvado la ondulaciĂłn de la pleamar; despuĂ©s comenzaban las butacas de orquesta, el retiro de los mortales por siempre separado del sombrĂo y transparente reino a que servĂan acá y allá de frontera, en superficie lĂquida y compacta, los ojos lĂmpidos y reverberantes de las diosas de las aguas.
”
”
Marcel Proust (Ă€ la recherche du temps perdu, Tome III)
“
La compararĂa a un sol negro si se pudiese concebir un astro negro capaz de verter luz y felicidad. Pero hace pensar más a gusto en la luna, que indudablemente la señalĂł con su temible influjo; no en la luna blanca de los idilios, semejante a una novia frĂa, sino en la luna siniestra y embriagadora, colgada del fondo de una noche de tempestad y atropellada por las nubes que corren; no en la luna apacible y discreta, visitadora del sueño de los hombres puros, sino en la luna arrancada del cielo, vencida y rebelde, a quien los brujos tesalios obligan duramente a danzar sobre la hierba aterrorizada.
”
”
Charles Baudelaire (Paris Spleen)
“
—Fue en esos dos asientos pequeños, uno frente a otro, que siempre son los Ăşltimos que quedan libres en el tren. Iba a Nueva York a ver a mi hermana y a pasar la noche. Tom iba vestido de etiqueta, con zapatos de charol, y yo no podĂa quitarle los ojos de encima, pero, si Ă©l me miraba, fingĂa leer el anuncio que habĂa más arriba de su cabeza. Cuando llegamos a la estaciĂłn, lo sentĂ cerca, y la pechera blanca de su camisa me oprimĂa el brazo, asĂ que le dije que iba a llamar a un policĂa, pero Ă©l sabĂa que no era verdad. Yo estaba tan excitada cuando me subĂ con Ă©l al taxi que apenas si me di cuenta de que no tomaba el metro. Lo Ăşnico que pensaba, una y otra vez, era: «No vas a vivir eternamente; no vas a vivir eternamente».
”
”
F. Scott Fitzgerald (The Great Gatsby)
“
ÂżDebĂa contarle a aquel nuevo imperfecto que, esa misma tarde,
iban a abrirle el cuerpo, a limarle los huesos para darles la forma adecuada, a estirar
o rellenar algunos, a quitarle el cartĂlago nasal y los pĂłmulos y a sustituirlos por
plástico programable, a lijarle la piel y volver a sembrarla como a un campo de fútbol
en primavera? ÂżQue le tallarĂan los ojos con láser para toda una vida de visiĂłn
perfecta, que le colocarĂan implantes reflectantes bajo el iris para añadir motas
doradas a su mediocre castaño? ÂżQue le arreglarĂan todos los mĂşsculos con una
noche de electrĂłcisis y le succionarĂan toda la grasa infantil para siempre? ÂżQue le sustituirĂan los dientes por cerámicas fuertes como el ala de una aeronave suborbital
y blancas como la porcelana buena de la residencia?
”
”
Scott Westerfeld (Uglies (Uglies, #1))
“
Él me asegurĂł que lo mejor para pasar un dĂa de julio era estar tumbado de la mañana a la noche entre los matorrales del campo, mientras las abejas zumban alrededor, las alondras cantan y el sol brilla en un cielo claro. Eso constituye para Ă©l el ideal de la dicha. El mĂo consistĂa en columpiarse en un árbol florido mientras sopla el viento de Poniente y por el cielo corren nubes blancas, y cantan, además de las alondras, los mirlos, los jilgueros y los cuclillos. A lo lejos se ven los pantanos, entre los que se destacan umbrĂas arboledas y la hierba ondula bajo el soplo de la brisa, y los árboles y las aguas murmuran, reinando la alegrĂa por doquier. Él aspiraba a verlo todo sumido en la paz, yo en una explosiĂłn de jĂşbilo. Le argumentĂ© que su cielo parecĂa medio dormido, y Ă©l respondiĂł que el mĂo medio borracho.
”
”
Emily Brontë (Cumbres borrascosas)
“
Mira, amiga —respondiĂł don Quijote—: no todos los caballeros pueden ser cortesanos, ni todos los cortesanos pueden ni deben ser caballeros andantes: de todos ha de haber en el mundo; y, aunque todos seamos caballeros, va mucha diferencia de los unos a los otros; porque los cortesanos, sin salir de sus aposentos ni de los umbrales de la corte, se pasean por todo el mundo, mirando un mapa, sin costarles blanca, ni padecer calor ni frĂo, hambre ni sed; pero nosotros, los caballeros andantes verdaderos, al sol, al frĂo, al aire, a las inclemencias del cielo, de noche y de dĂa, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies; y no solamente conocemos los enemigos pintados, sino en su mismo ser, y en todo trance y en toda ocasiĂłn los acometemos, sin mirar en niñerĂas, ni en las leyes de los desafĂos; si lleva, o no lleva, más corta la lanza, o la espada; si trae sobre sĂ reliquias, o algĂşn engaño encubierto; si se ha de partir y hacer tajadas el sol, o no, con otras ceremonias deste jaez, que se usan en los desafĂos particulares de persona a persona, que tĂş no sabes y yo sĂ.
”
”
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
“
Al idioma Alemán
Mi destino es la lengua castellana,
El bronce de Francisco de Quevedo,
Pero en la lenta noche caminada,
Me exaltan otras mĂşsicas más Ăntimas.
Alguna me fue dada por la sangre-
Oh voz de Shakespeare y de la Escritura,
Otras por el azar, que es dadivoso,
Pero a ti, dulce lengua de Alemania,
Te he elegido y buscado, solitario.
A través de vigilias y gramáticas,
De la jungla de las declinaciones,
Del diccionario, que no acierta nunca
Con el matiz preciso, fui acercándome.
Mis noches están llenas de Virgilio,
Dije una vez; también pude haber dicho
de Hölderlin y de Angelus Silesius.
Heine me dio sus altos ruiseñores;
Goethe, la suerte de un amor tardĂo,
A la vez indulgente y mercenario;
Keller, la rosa que una mano deja
En la mano de un muerto que la amaba
Y que nunca sabrá si es blanca o roja.
TĂş, lengua de Alemania, eres tu obra
Capital: el amor entrelazado
de las voces compuestas, las vocales
Abiertas, los sonidos que permiten
El estudioso hexámetro del griego
Y tu rumor de selvas y de noches.
Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde
De los años cansados, te diviso
Lejana como el álgebra y la luna.
”
”
Jorge Luis Borges
“
Tengo que confesarle que no siempre le tuve cariño; le pido perdĂłn. Ahora ella y usted ya no son para mĂ sino una Ăşnica persona. Le estoy muy agradecido. Noto que hace feliz a Cosette. Si usted supiera, señor Pontmercy, aquellas mejillas sonrosadas que tenĂa eran mi alegrĂa; cuando la veĂa un poco pálida me ponĂa triste.
(...) Cosette, Âżves ese vestidito que está encima de la cama? ÂżTe acuerdas de Ă©l? Es de hace sĂłlo diez años. ¡CĂłmo pasa el tiempo! Fuimos muy felices. Se acabĂł. No llorĂ©is, hijos mĂos, que no me voy muy lejos. Os verĂ© desde allĂ. Bastará con que mirĂ©is cuando sea de noche y me verĂ©is sonreĂr. Cosette, Âżte acuerdas de Montfermeil? Estabas en el bosque; tenĂas mucho miedo; Âżte acuerdas de cuando te cogĂ el asa del cubo de agua? Fue la primera vez que toquĂ© esa pobre manita. ¡La tenĂas tan frĂa! ¡Ah, por entonces tenĂa usted las manos encarnadas, señorita, y ahora las tiene bien blancas! Y la muñeca grande, Âżte acuerdas? La llamabas Catherine. ¡La echabas de menos porque no te la llevaste al convento! ¡Cuánto me hiciste reĂr a veces, ángel mĂo! Cuando habĂa llovido, echabas a los arroyos briznas de paja y mirabas cĂłmo se iban. Un dĂa te di una raqueta de mimbre y un volante con plumas amarillas, azules y verdes. A ti se te ha olvidado ya. ¡Eras tan traviesa de pequeñita! Jugabas. Te ponĂas pendientes de cerezas. Son cosas del pasado. Los bosques por los que ha pasado uno con su niña, los árboles por los que nos paseamos, los conventos donde nos escondimos, los juegos, las risas tan buenas de la infancia, ahora son sombra. Me habĂa imaginado que todo eso me pertenecĂa. En eso era un necio.
”
”
Victor Hugo (Les Misérables)
“
Érase una vez una muchacha que estaba demasiado segura de sĂ misma. No todos la consideraban hermosa, pero admitĂan que poseĂa cierta elegancia que intimidaba con más frecuencia de la que cautivaba. La sociedad coincidĂa en que no era alguien a quien uno quisiera contrariar. "Guarda su corazĂłn en una cajita de porcelana", susurraba la gente, y tenĂan razĂłn. A la joven no le gusta abrir la cajita. Contemplar su corazĂłnla perturbaba. Siempre le parecĂa más pequeño y al mismo tiempo más grande de lo que esperaba. Palpitaba contra la porcelana blanca. ParecĂa un carnoso rudo rojo.
A veces, sin embargo, apoyaba la mano sobre la tapa de la cajita y, entonces, el rĂtmico palpitar se transformaba en una agradable mĂşsica.
Una noche, otra persona oyĂł esa melodĂa. Un chico hambriento que se encontraba lejos de casa. Se trataba (por si les interesa) de un ladrĂłn. TrepĂł por las paredes del palacio de la joven.Introdujo sus dedos fuertes a travĂ©s de la estrecha abertura de una ventana. La abriĂł lo suficiente para poder pasar y entrĂł. Mientras la dama dormĂa (sĂ, la vio en la cama y apartĂł rápidamente la mirada) robĂł la cajita sin ser consciente de lo que contenĂa. Lo Ăşnico que sabĂa era que la querĂa. Su naturaleza estaba llena de deseos, anhelaba constantemente algo, y los anhelos que comprendĂa eran tan dolorosos que no le interesaba examinar los que no comprendĂa.Cualquier miembro de la sociedad de la dama podrĂa haberle advertido que robarle era mala idea. HabĂan visto lo que les pasaba a sus enemigos. De un modo u otro, la joven siempre les daba su merecido. Pero el muchacho no habrĂa seguido esos consejos. Se hizo con su botĂn y huyĂł. La habilidad de la joven casi parecĂa cosa de magia. Su padre (la gente susurraba que se trataba de un dios,pero su hija,que lo amaba,sabĂa que era completamente mortal) le habĂa enseñado bien. Cuando una ráfaga de viento procedente de la ventana abierta la despertĂł, captĂł el aroma del ladrĂłn. HabĂa impregnado el marco de la ventana,el tocador,incluso una de las cortinas del dosel de la cama, que estaba ligeramente entreabierta. Le dio caza.
”
”
Marie Rutkoski (The Winner's Kiss (The Winner's Trilogy, #3))
“
Creo que deberĂa empezar a trabajar un poco, ahora que aprendo a ver. Tengo veintiocho años y no me ha ocurrido prácticamente nada. Recapitulemos: he escrito un estudio malo sobre Carpaccio, una obra de teatro que se titula Matrimonio y trata de demostrar una tesis falsa con medios ambiguos, y algunos versos. Ay, pero los versos valen tan poco, cuando se los escribe de joven. Uno deberĂa esperar y dedicar toda una vida a atesorar sentido y dulzura, una vida larga, a ser posible, y entonces, al tĂ©rmino de la misma, quizá fuera capaz de escribir diez versos que merecieran la pena. Y es que, contrariamente a lo que cree la gente, los versos no son sentimientos (Ă©stos se tienen ya en la primera juventud): son vivencias. Para dar a luz un solo verso hay que haber visto muchas ciudades, hombres y cosas, hay que conocer los animales, hay que sentir cĂłmo vuelan las aves y saber con quĂ© ademán se abren las flores pequeñas al amanecer. Hay que ser capaz de recordar caminos de regiones desconocidas, encuentros inesperados y separaciones que se veĂan venir de lejos; dĂas de infancia aĂşn por aclarar, a los padres a los que no podĂamos evitar ofender cuando nos traĂan una alegrĂa que nosotros no entendĂamos (era una alegrĂa destinada a otro); las enfermedades infantiles que aparecĂan de un modo tan extraño y experimentaban tantas transformaciones profundas y graves, dĂas pasados en estancias tranquilas y recogidas, y mañanas junto al mar, el mar en general, los mares, las noches de viaje que pasaban altas y como una exhalaciĂłn y volaban con todas las estrellas; y ni siquiera basta con ser capaz de pensar en todo esto. Hay que haber conservado el recuerdo de muchas noches de amor, ninguna de las cuales se parece a la otra, de gritos de parturientas y de mujeres que acaban de dar a luz y, aligeradas, blancas y durmientes, se cierran. Pero tambiĂ©n hay que haber asistido a moribundos, estado con muertos en habitaciones con la ventana abierta y ruidos esporádicos. Y tampoco basta con tener recuerdos. Hay que saber olvidarlos, si son muchos, y tener la enorme paciencia de esperar a que regresen. Porque los recuerdos en sĂ todavĂa no existen. Solo cuando se tornan sangre en nosotros, cuando se convierten en mirada y gesto, cuando se hacen indecibles y no pueden distinguirse ya de nosotros, solo entonces puede suceder que, en un momento rarĂsimo, brote en su centro y emane de ellos la primera palabra de un verso.
”
”
Rainer Maria Rilke (Los apuntes de Malte Laurids Brigge (Alba Clásica) (Spanish Edition))
“
Entonces, mira, a veces una muchacha parte en bicicleta,
la ves de espaldas alejándose por un camino (Âżla Gran VĂa,
King´s Road, la Avenue de Wagran, un sendero
entre álamos, un paso entre colinas?), hermosa y joven la
ves de espaldas yéndose, más pequeña ya, resbalando en la
tercera dimensión y yéndose,
y te preguntas si llegará, si salió para llegar, si salió
porque querĂa llegar, y tienes miedo como siempre has
tenido miedo por ti mismo, la ves irse tan frágil y
blanca en una bicicleta de humo, te gustarĂa estar con ella,
alcanzarla en algĂşn recodo y apoyar una mano en el
/manubrio
y decir que también tú has salido, que también tú quieres
llegar al sur,
y sentirte por fin acompañado porque la estás acompañando,
larga será la etapa pero allà en lo alto el aire es limpio
y no hay papeles y latas en el suelo, hacia el fondo del
valle se dibujará por la mañana el ojo celeste de un lago.
SĂ, tambiĂ©n eso lo sueñas despierto en tu oficina o en
la cárcel, mientras te aplauden en un escenario o una
cátedra, bruscamente ves el rumbo posible, ves la chica
yéndose en su bicicleta o el marinero con su bolsa al
hombro, entonces es cierto, entonces hay gente que se
va, que parte para llegar, y es como un azote de palomas
que te pasa por la cara, por qué no tú, hay tantas
bicicletas, tantas bolsas de viaje, las puertas de la
ciudad están abiertas todavĂa,
y escondes la cabeza en la almohada, acaso lloras.
Porque, son cosas que se saben, la ruta del sur lleva
a la muerte,
allá, como la vio un poeta, vestida de almirante espera
o vestida de sátrapa o de bruja, la muerte coronel o
general espera
sin apuro, gentil, porque nadie se apura en los aerĂłdromos,
no hay cadalsos ni piras, nadie redobla los tambores
para anunciar la pena, nadie venda los ojos de los reos
ni hay sacerdotes que le den a besar el crucifijo a la
mujer atada a la estaca, eso no es ni siquiera Ruán y no
es Sing-Sing, no es la Santé,
allá la muerte espera disfrazada de nadie, allá nadie
es culpable de la muerte, y la violencia
es una vacua acusaciĂłn de subversivos contra la disciplina
y la tranquilidad del reino,
allá es tierra de paz, de conferencias internacionales,
copas de fútbol, ni siquiera los niños revelarán que
el rey marcha desnudo en los desfiles, los diarios
hablarán de la muerte cuando la sepan lejos, cuando se
pueda hablar de quienes mueren a diez mil kilĂłmetros,
entonces sà hablarán, los télex y las fotos hablarán sin
mordaza, mostrarán cómo el mundo es una morgue
/maloliente
mientras el trigo y el ganado, mientras la paz del sur,
mientras la civilizaciĂłn cristiana.
Cosas que acaso sabe la muchacha perdiéndose a lo lejos,
ya inasible silueta en el crepĂşsculo, y quisieras estar
y preguntarle, estar con ella, estar seguro de que sabe,
pero cĂłmo alcanzarla cuando el horizonte es una sola
lĂnea roja ante la noche, cuando en cada encrucijada
hay múltiples opciones engañosas y ni siquiera una
esfinge para hacerte las preguntas rituales.
¿Habrá llegado al sur?
ÂżLa alcanzarás un dĂa?
Nosotros, Âżllegaremos?
(Se puede partir de cualquier cosa, una caja de fĂłsforos, una lista de desaparecidos, un viento en el tejado - )
ÂżLlegaremos un dĂa?
Ella partiĂł en su bicicleta, la viste a la distancia,
no volviĂł la cabeza, no se apartĂł del rumbo. Acaso entrĂł
en el sur, lo vio sucio y golpeado en cuarteles y calles
pero sur, esperanza de sur,
sur esperanza. ¿Estará sola ahora, estará hablando
con gente como ella, mirarán a lo lejos por si otras
bicicletas apuntaran filosas?
( - un grito allá abajo en la calle, esa foto del Newsweek - )
ÂżLlegaremos un dĂa?
”
”
Julio Cortázar
“
Tres noches o tres meses atrás habĂa soñado con la mujer que tenĂa rosas blancas en lugar de ojos. Pero el recuerdo del sueño fue apenas un relámpago para su razĂłn; el recuerdo resbalĂł rápido, con un esbozo de vuelo, como la hoja que acaba de parir la rotativa, y se acomodĂł quieto debajo de las otras imágenes que siguieron cayendo.
”
”
Anonymous
“
AllĂ pasĂ© los tres dĂas y las tres noches.
”
”
Blanca Miosi (La búsqueda: El niño que se enfrentó a los nazis)
“
QuiĂ©n no ha experimentado las diversas sensaciones que produce el contacto con una mano? La mano es Ăndice del temperamento. Algunas son en pleno invierno cálidas y ardientes, otras frĂas y hasta heladas en plena canĂcula. Las hay secas y apergaminadas, y otras hĂşmedas y viscosas. Las hay carnosas, esponjosas, musculadas, delgadas, huesudas y descarnadas. La presiĂłn de unas es fuerte como un torno, la de otras, blanda como una cifra. Hay manos que son productos artificiales de nuestra civilizaciĂłn moderna, que presentan deformidades similares a las de los pies de las damas chinas, manos continuamente aprisionadas por los guantes durante el dĂa, y a menudo envueltas en cataplasmas durante la noche o al recibir los cuidados de la manicura; manos tan blancas como la nieve, cuando no castas como el mismo hielo? La manecita ociosa que evita el contacto rugoso de la mano morena y manchada del obrero, a la que el duro trabajo ha transformado en callo uniforme! Hay manos discretas, y manos que palpan con toda indecencia; manos cuyo apretĂłn hipĂłcrita expresa las reservas de quien las estrecha; manos aterciopeladas, untuosas, clericales y lánguidas, de un lado está la palma abierta del prĂłdigo, de
”
”
Anonymous
“
En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algĂşn rescoldo para reavivar la fantasĂa, para reÂcalentar con nuevo fuego su enfriado corazĂłn y resuÂcitar en Ă©l una vez más lo que antes habĂa amado tanto, lo que conmovĂa el alma, lo que enardecĂa la sangre, lo que arrancaba lágrimas de los ojos y cautivaba con esplĂ©ndido hechizo.
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
ÂżSabe usted que ahora me complazco en recordar y visitar en fechas determinadas los lugares donde a mi modo he sido feliz?
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Era la vĂspera de navidad y los soldados permanecĂan en las trincheras. JĂłvenes de veinte años en promedio, muchachos con hambre, frĂo y miedo, obligados a ser asesinos de otros muchachos de su edad, que hubieran preferido tener un futuro, estudiar, viajar, amar y ser amados, pero que tenĂan el deber patriĂłtico de asesinarse. ”SĂłlo el veneno del odio nacionalista habrĂa podido convencer a esos jĂłvenes de la necesidad de masacrarse. Para que las masas humanas se conviertan en asesinas es necesario convencerlas de que sus miembros son distintos unos de otros, de que deben temerse y odiarse. Pero en medio de todas las razones del odio surgiĂł la locura de la mĂşsica y los uniĂł a todos por unas horas. ”Era de noche; alemanes y británicos estaban atrincherados a cuatrocientos metros unos de otros. PasarĂan la navidad en una zanja enlodada y su cena serĂa una lata de alguna masa viscosa sin sabor, pero con los nutrientes necesarios para sobrevivir y seguir matando. Fue entonces cuando la mĂşsica hizo el milagro. ”Los alemanes comenzaron a cantar villancicos para hacer más llevadero su dolor. Entonaron juntos Stille Nacht, y de pronto, entre la niebla y el olor de la muerte, descubrieron que las voces inglesas acompañaban su canto. Silent Night. Los ingleses no hablaban el idioma de sus enemigos, pero en pocos segundos reconocieron la melodĂa y comenzaron a cantarla en su propia lengua. De pronto la guerra era de pulmones y gargantas; de cada trinchera salĂa una canciĂłn de paz que cada bando intentaba cantar más fuerte. ”Fue entonces cuando el individuo se impuso ante la masa y el amor pudo surgir por encima del odio. Alguno de los jĂłvenes soldados, inglĂ©s o alemán, poco importa, decidiĂł dejar su trinchera con los brazos abiertos y sosteniendo una bandera blanca. AsĂ se fue internando en la zona de nadie, los cuatrocientos metros de terreno por los que debĂan aniquilarse. Seguramente lo hizo lleno de miedo: bastaba un disparo obediente y patriĂłtico del otro lado para perder la vida. ”Sin embargo, un muchacho de la otra trinchera respondiĂł con el mismo gesto. Se internĂł caminando despacio en el campo de batalla. Uno cantaba en alemán y el otro en inglĂ©s, pero el cántico era el mismo. Lentamente, otros soldados salieron de sus respectivas trincheras. Cada uno tenĂa delante de sĂ al enemigo, al desconocido al que debĂa matar; pero de pronto cada uno pudo ver tan sĂłlo a otro ser humano, un hermano que cantaba lo mismo y que tambiĂ©n tenĂa hambre, frĂo y miedo. ”Y asĂ, de pronto, la compasiĂłn hizo la magia. Alemanes e ingleses se precipitaron al centro del campo de batalla y comenzaron a abrazarse, a desearse feliz navidad, a cantar juntos, a llorar, a rezar. Al poco tiempo se enseñaban retratos de sus novias o esposas, de sus padres o de sus hijos, y luego intercambiaron regalos: medio chocolate por unos cigarrillos, algo de alcohol por algo de comida, una prenda por otra. Poco importaba el regalo: lo importante era compartir.
”
”
Juan Miguel Zunzunegui (Locura y razĂłn (Spanish Edition))
“
guiado por la Parca, esa pelona cabrona que a nadie perdona.
”
”
L.M. Oliveira (Por la noche blanca (Spanish Edition))
“
El Libertador avanza serenamente, con el sombrero en la mano. Una de las damas, desde el balcĂłn de la esquina de la plaza principal, arroja una corona de laureles, que el hĂ©roe toma al punto y agradece, con una mirada penetrante. La mujer se llama Manuela Sáenz, y se la presentan al general por la noche en el baile de gala ofrecido por el Ayuntamiento en su honor. Tiene la bella quiteña veinticuatro años, ojos negros de gran pasiĂłn, piel blanca, rostro ovalado, cabellera muy abundante, oscurĂsima, partida en dos y un pecho de admirables turgencias. Luce en el baile la banda de Caballeresa del Sol, condecoraciĂłn otorgada poco antes en Lima por el general San MartĂn a la valerosa mujer en reconocimiento de los servicios que prestara a la libertad en la capital peruana, junto a Rosita Campuzano –amante de San MartĂn– y otras damas de categorĂa. Manuela es hija ilegĂtima del español SimĂłn Sáenz de Vergara y de la linajuda criolla MarĂa Joaquina Aispuru. Está casada con un inglĂ©s que le dobla casi en edad, el doctor Jaime Thorne, quien se ocupa a la vez en medicina y en negocios y mueve sus combinaciones econĂłmicas con el propio padre de Manuela. Esta bella mujer decĂa que se habĂa casado con Thorne para "molestar y reĂrse de la aristocracia quiteña". El matrimonio se efectuĂł, en realidad, a poco de que la quiteña se hubiera fugado con un oficial, del convento donde se educaba.
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Alfonso Rumazo González (SimĂłn BolĂvar (Spanish Edition))
“
Negro para la caza durante la noche
El color blanco para la muerte y el luto
Oro para una novia en su vestido de boda
Y el rojo para deshacer encantamientos.
Seda blanca cuando nuestros cuerpos se queman,
Banderas azules cuando lo perdido regresa.
Flamas por el nacimiento de un Nefilim,
Y para lavar nuestros pecados.
Gris por el mejor conocimiento jamás dicho
Hueso para aquellos que no envejecen.
El azafrán ilumina la marcha de la victoria,
El verde reparará nuestros corazones rotos.
Plata para las torres de los demonios,
Y el bronce para convocar los poderes malvados.
”
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Cassandra Clare (City of Heavenly Fire (The Mortal Instruments, #6))
“
ParecĂa que todo se levantaba y se iba, que todo se trasladaba al campo en caravanas enteras, que Petersburgo amenaÂzaba con quedarse desierto  y lleguĂ© al punto de tener vergĂĽenza, de sentirme ofendido y triste. Yo
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”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
SĂ, Nastenka, nuestro hĂ©roe se engaña y cree a pesar suyo que una pasiĂłn genuina, verdadera, le agita el alma; cree a pesar suyo que hay algo vivo, palpable, en sus sueños incorpĂłreos. ¡Y
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”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Ahora me gusta recordar y visitar en un periodo determinado los lugares donde una vez fui feliz a mi manera, me gusta levantar mi presente en consonancia con un pasado que ya no va a volver y suelo vagar como una sombra, sin necesidad y sin objetivo, apesadumbrado y triste, por las calles y rincones de San Petersburgo. ¡Y en todas partes hay recuerdos!
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Se lo agradezco, le agradezco ese amor, porque se ha quedado grabado en mi memoria como ese sueño dulce que se recuerda tiempo despuĂ©s de haberse despertado, porque voy a recordar siempre ese instante en que usted me abriĂł fraternalmente su corazĂłn y magnánimo tomĂł el mĂo, muerto, como un tesoro al que cuidar, acariciar, curar...
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Era una noche maravillosa, una noche de esas que puede que sĂłlo se den cuando somos jĂłvenes, querido lector. El cielo estaba tan estrellado, estaba tan claro que, al mirarlo, involuntariamente uno tenĂa que preguntarse: ÂżSerá posible que bajo este cielo pueda vivir gente con todo tipo de caprichos y enfados?
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Y a usted le dará pena que esa belleza momentánea se haya marchitado tan rápida, tan irrevocablemente, que haya brillado frente a usted tan engañosa e inútilmente, le dará pena no haber tenido tiempo siquiera para quererla
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Es imposible que no venga mañana. Soy un soñador, tengo tan poca vida real y momentos como este, como el de ahora, los cuento tan raramente que es imposible que no repita estos momentos en sueños. SoñarĂ© con usted toda la noche, toda la semana, el año entero. Seguro que vengo mañana aquĂ, justo aquĂ, a este mismo lugar justo a esta hora, y serĂ© feliz recordando el dĂa de ayer. Este sitio ya me es querido.
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
A pesar de todo, ¡la alegrĂa y la felicidad hacen bueno a un hombre! ¡CĂłmo bulle el corazĂłn con el amor! Parece como si quisieras verter todo tu corazĂłn en otro corazĂłn, quieres que sĂłlo haya alegrĂa, que sĂłlo haya risas. ¡Y quĂ© contagiosa es la alegrĂa!
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Y uno se pregunta: ÂżdĂłnde, pues están tus sueños? Sacude la cabeza y dice: ¡quĂ© de prisa pasa el tiempo! Vuelve a preguntarse: ÂżquĂ© has hecho con tus años?, ÂżdĂłnde has sepultado los mejores dĂas de tu vida?, Âżhas vivido o no? ¡Mira, se dice uno mira cĂłmo todo se congela en el mundo! Pasarán más años y tras ellos llegará la lĂşgubre soledad, llegará báculo en mano la trĂ©mula vejez, y en pos de ella la tristeza y la angustia. Tu mundo fantástico perderá su colorido, se marchitarán y morirán tus sueños y caerán como las hojas secas de los árboles. ¡Ay, Nastenka será triste quedarse solo, enteramente solo, sin tener siquiera nada que lamentar, nada, absolutamente nada! Porque todo eso que se ha perdido, todo eso no ha sido nada, un cero redondo y huero, no ha sido más que un sueño.
-Basta, no me haga llorar más- dijo Nastenka secándose una lágrima que resbalaba por su mejilla-.
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas (Ilustrado) (Spanish Edition))
“
Llegaba hasta el Carpanta, traĂdo por la brisa de tierra, el olor de los montes cercanos: desnudos, secos y calcinados por el sol, con tomillo, romero, palmito y chumbera entre sus peñas pardas, ramblas secas donde crecĂan las higueras, y almendrales escalonados por muretes de piedra. Pese al cemento y al cristal y al acero y a las excavadoras, a la sucesiĂłn interminable de luces bastardas que mancillaba sus orillas de costa a costa, todo el Mediterráneo seguĂa estando allĂ, a poca atenciĂłn que se prestase al tenue rumor de la memoria: aceite y vino rojo, Islam y Talmud, cruces, pinos, cipreses, tumbas, iglesias, ponientes cárdenos como la sangre, velas blancas a lo lejos, piedras talladas por los hombres y por el tiempo, hora singular de la tarde en que todo quedaba quieto y en silencio salvo el canto de la cigarra, noches a la luz de una hoguera hecha con madera de deriva, mientras la luna se elevaba despacio sobre un mar de islas sin agua. Y tambiĂ©n espetones de sardinas, laurel y aceitunas, cáscaras de sandĂa flotando quietas en el leve ondular vespertino de la playa, rumor de guijarros en la resaca del amanecer, barcas pintadas de azul, blanco y rojo, varadas en orillas con molinos en ruinas y olivos grises, y uvas que amarilleaban en los emparrados. Y a su sombra, perdidos los ojos en el azul intenso que se extendĂa hacia levante, hombres inmĂłviles mirando el mar; hĂ©roes atezados y barbudos que sabĂan de naufragios en calas designadas por dioses crueles, ocultos bajo la apariencia de mutiladas estatuas que dormĂan, con los ojos abiertos, un silencio de siglos.
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Arturo Pérez-Reverte (La Carta Esf�rica / The Nautical Chart)
“
En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algĂşn rescoldo para reavivar la fantasĂa, para recalentar con nuevo fuego su helado corazĂłn y resucitar en Ă©l una vez más lo que antes habĂa querido tanto. (…) ÂżSabe usted que me siento obligado a celebrar el cumpleaños de mis sensaciones, el cumpleaños de lo que antes me fue tan amado, de lo que en realidad no ha existido nunca?
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Sin embargo, aunque el pasado no fue mejor, piensa uno que quizás no fue tan agobiante, que vivĂa uno más tranquilo, que no tenĂa este fĂşnebre pensamiento que ahora me sobrecoge, que no sentĂa este desagradable y sombrĂo hormigueo de la conciencia que ahora no me deja en paz ni a sol ni a sombra. Y uno se pregunta: ÂżdĂłnde, pues, están tus sueños? Sacude la cabeza y dice: ÂżquĂ© has hecho con tus años?, ÂżdĂłnde has enterrado los mejores años de tu vida?, Âżhas vivido o no?
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algĂşn rescoldo para reavivar la fantasĂa, para recalentar con nuevo fuego su helado corazĂłn y resucitar en Ă©l una vez más lo que antes habĂa querido tanto. (...) ÂżSabe usted que me siento obligado a celebrar el cumpleaños de mis sensaciones, el cumpleaños de lo que antes me fue tan amado, de lo que en realidad no ha existido nunca?
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FiĂłdor Dostoyevski
“
Durante la violaciĂłn, llevaba en el bolsillo de mi cazadora Teddy blanca y roja una navaja, mango negro brillante, mecánica impecable, cuchilla fina pero larga, afilada, perfecta, radiante. Una navaja que yo sacaba con bastante facilidad en esa Ă©poca globalmente confusa. Me habĂa acostumbrado a ella; a mi manera, habĂa aprendido a usarla. Esa noche, la navaja se quedĂł escondida en mi bolsillo y la Ăşnica idea que me vino a la cabeza fue: sobre todo que no la encuentren, que no decidan jugar con ella. Ni siquiera pensĂ© en utilizarla.
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Virginie Despentes (TeorĂa King Kong (Spanish Edition))
“
(...)más ridĂcula aĂşn es la opiniĂłn corriente de que es absurdo y estĂşpido esperar nada del juego. ÂżY por quĂ© el juego habrá de ser peor que cualquier otro medio de procurarse dinero, por ejemplo, el comercio? Una cosa es cierta: que de cada ciento gana uno. Pero eso Âża mĂ quĂ© me importa?
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Fyodor Dostoevsky (El Jugador / Noches Blancas)
“
Siempre envidiĂ© los secretos que guardaba Agustina. Nunca te confesĂ©, Tadeo, que en el fondo de mi corazĂłn yo querĂa ser hija de esta mala mujer, como la llamaban en el pueblo, porque ella sabĂa cosas que nosotros no, comprendĂa el lenguaje del viento y olĂa a ave; y yo querĂa que me enseñara a hechizarte a ti y a los pájaros, para que no me abandonaran, y querĂa conjurar con ella en las noches de viento tibio, con las aves a nuestro alrededor, volando y bailando, borrachas de leche blanca.
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Natalia GarcĂa Freire (Trajiste contigo el viento)
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Era una noche maravillosa, una noche de esas que puede que solo se den cuando somos jĂłvenes, querido lector.
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Fyodor Dostoevsky (Noches Blancas)
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¡Cómo hierve de amor el corazón! Es como si uno quisiera fundir su propio corazón con el corazón de otro, como si quisiera que todo se regocijara, que todo riera.
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Fyodor Dostoevsky (Noches Blancas)
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13Uno de los ancianos hablĂłc diciĂ©ndome: «Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ÂżquiĂ©nes son y de dĂłnde han venido?». 14Y le respondĂd: «Señor mĂo, usted lo sabe». Y Ă©l me dijo: «Estos son los que vienen de la gran tribulaciĂłn, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven dĂa y noche en Su temploe; y Aquel que está sentado en el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos. 16Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol les hará dañof, ni ningĂşn calor abrasador, 17pues el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos».
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Anonymous (Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH))
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¿Y ya con qué voy a sonar, cuando he sido tan feliz despierto? ¡Bendita sea usted, niña querida, por no haberme rechazado desde el primer momento, por haberme dado la posibilidad de decir que he vivido al menos dos noches en mi vida!
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas (Spanish Edition))
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Vuelve a preguntarse: ÂżquĂ© has hecho con tus años?, ÂżdĂłnde has sepultado los mejores dĂas de tu vida?, Âżhas vivido o no?
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas (Spanish Edition))
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La dieta de las montañas antioqueñas era, en efecto, sencilla y frugal, pero completa y balanceada: todas las noches, en todas las casas, igual en las de las mujeres de pañolĂłn que en las de ruana, se servĂan frisoles, una fuente segura de proteĂna, que cuida las neuronas, Nunca faltaba la mazamorra de sobremesa, a veces con bocadillo de guayaba o al menos con panela en trocitos, que daban la energĂa del azĂşcar. La carne de res y de cerdo, con las nuevas fincas abiertas, empezĂł a abundar, y no toda se exportaba a las minas del sur. Lo difĂcil era conservarla, pero para eso se usaba la sal traĂda de El Retiro en mulas, y se la secaba al sol en forma de tasajo que luego se molĂa entre dos piedras. La carne molida, o carne en polvo como siempre le hemos dicho, espolvoreada sobre los frisoles, a veces coronada por un huevo frito en manteca de cerdo, era el playo más apetitoso del mundo, sobre todo si se complementaba con plátano maduro, asado o en tajadas, que le daban un toque dulce a toda la comida. Al medio dĂa podĂa agregarse esa misma carne en polvo a la sopa de arroz, que llevaba algo de papa picada, y en un platico aparte tomates maduros en cuadritos, con repollo rallado, cebolla roja, cilantro y jugo de limĂłn, y aguacates maduros si estaban en cosecha. Y siempre una arepa blanca o amarilla al lado, al estilo del pan en el viejo mundo, porque, como decĂa un viajero alemán, “donde no se da el maĂz, tampoco se da el antioqueño
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HĂ©ctor Abad Faciolince (La oculta)
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El veterano machetero se dejĂł conducir hasta una casa, donde lo obligaron a recostarse en una cama, al pie de una mesita de noche donde un coro de velas blancas parecĂa cantar el encantamiento de un silencio benefactor: Ahora si que ya me morĂ, pensĂł Miguel. ÂżNo habĂa un velorio esta noche? ÂżAcaso no le habĂa dicho eso su primo Yeison durante el desayuno? El muerto soy yo, pensĂł Miguel, que ni siquiera podĂa llorar en su media ausencia. Me mataron, se dijo, me mataron y no me di cuenta. A lo lejos se escuchaba una mĂşsica de violines y tambores. La musica de los funerales negros.
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Juan Cárdenas (Elástico de sombra)
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—ande, sea bueno y cumpla lo que voy a pedirle, ya ve que le hablo con franqueza—, no se enamore de mĂ… No es posible, se lo aseguro. Estoy dispuesta a ser su amiga, aquĂ tiene mi mano… Pero no puede enamorarse, ¡por favor se lo pido! —Se lo juro —gritĂ© yo atrapando su mano.
Noches Blancas
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Fiodor DostoĂŻevski
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—ande, sea bueno y cumpla lo que voy a pedirle, ya ve que le hablo con franqueza—, no se enamore de mĂ… No es posible, se lo aseguro. Estoy dispuesta a ser su amiga, aquĂ tiene mi mano… Pero no puede enamorarse, ¡por favor se lo pido! —Se lo juro —gritĂ© yo atrapando su mano.
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FiĂłdor Dostoyevski (Noches blancas)
“
Un alma desgraciada siente con mayor intuiciĂłn la desgracia de otra alma.
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FiĂłdor Dostoyevski (Noches blancas)
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Piedra negra sobre piedra blanca, como el poema de CĂ©sar Vallejo, Âżno? El odio vuelve visibles muchos grupos y vuelve legibles ciertos discursos. El odio es antiguo, pero cuando sale a la superficie es como si un grupo de exploradores encontrara una serpiente fosforescente cruzando un bosque de noche, y ya nada es igual en el mundo ahora que hay serpientes fluorescentes; solo que nosotros somos el bosque, y la serpiente nos atraviesa. Pero no sĂ© si cuando escribimos buscamos esa clase de legibilidad. Creo que al contrario. Quieres escapar de esos anteojos del odio que vuelve legible el mundo. Aunque estĂ© disponible y seamos capaces de comprenderlo, quizás no queremos comunicarnos, no queremos usar el cĂłdigo vigente. Queremos perseguir a la serpiente donde se esconde. Quizás escribimos para entrar en un agujero, y hablar de otras cosas… Uno se pasa la vida evitando la llegada de la energĂa negra, la mente se entrena en escapar.
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Pola Oloixarac (Mona (Spanish Edition))
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Historia de balcones I A partir del sábado 7 de marzo de 1835 y por 6.177 dĂas (hasta el martes 3 de febrero de 1852), Juan Manuel de Rosas fue gobernador de la provincia de Buenos Aires. Además, fue el encargado de las Relaciones Exteriores de todas las provincias que integraban la ConfederaciĂłn Argentina. Por lo tanto, en Ă©l confluĂan los dos gobiernos, el provincial y el nacional. Al caer Rosas y sancionarse la ConstituciĂłn en 1853, la unidad se habĂa perdido y el paĂs ya estaba partido en dos: Buenos Aires por un lado y la RepĂşblica Argentina (las trece provincias restantes) por el otro. AsĂ serĂa hasta 1860, el año en que Buenos Aires se integrĂł al resto. Este quiebre era apenas el comienzo de las discordias, porque pronto brotaron los conflictos de jurisdicciĂłn: el presidente administraba los destinos de toda la NaciĂłn desde una provincia que tenĂa un gobernador con poder supremo sobre su territorio. En ese escenario, el primer mandatario del paĂs pasaba a ser un huĂ©sped del gobernador bonaerense. El primer presidente que viviĂł esa situaciĂłn fue BartolomĂ© Mitre, pero no fue traumática por el hecho de que antes de asumir la presidencia era gobernador de Buenos Aires y su lugar lo ocupĂł el presidente provisional del Senado. En cambio, en el transcurso del mandato de Sarmiento hubo cruces con el gobernador bonaerense Emilio Castro (aquel que le dio sus tierras en Almagro a Floro Madero para que las rematara). Uno de los conflictos tuvo lugar en medio de un acto al que tanto Sarmiento como el gobernador Castro concurrieron con sus respectivos carruajes y los dos ordenaban a sus cocheros pasarse para tomar la delantera. Cada uno consideraba que el protocolo le daba prioridad. Y asĂ fue cĂłmo un simple acto se convirtiĂł en una carrera de carrozas. Otro de los enfrentamientos se dio el 2 de enero de 1870, con motivo del desfile de las tropas que habĂan combatido en la Guerra del Paraguay. Durante los Ăşltimos dĂas de diciembre de 1869 se habĂan organizado los detalles de la bienvenida. Los veteranos desembarcados se formarĂan en el largo muelle de Viamonte y la Alameda (es decir, Alem). Iban a desfilar por Alem hacia la Plaza de Mayo; luego, pasando por la puerta de la catedral, por Rivadavia hasta MaipĂş, y por esta rumbo a Retiro, a los cuarteles que los albergarĂan. Para Sarmiento era una complicaciĂłn porque la Casa Rosada no tenĂa balcĂłn y Ă©l necesitaba estar en un lugar en el cual sobresaliera para que se le rindieran honores. En cambio, el edificio del gobierno bonaerense, que se hallaba junto al Cabildo en el espacio que ahora ocupa la Avenida de Mayo, tenĂa una ubicaciĂłn privilegiada. El gobernador Castro invitĂł a Sarmiento a presenciar el desfile desde los balcones del municipio. El sanjuanino respondiĂł que era un acto nacional, que Ă©l mismo debĂa presidirlo y no podĂa ser huĂ©sped de nadie. Incluso le pidiĂł al gobernador que le cediera el edificio a la NaciĂłn para que Sarmiento invitara a quien quisiera. El gobierno provincial se excusĂł alegando que ya habĂa cursado las participaciones a los vecinos ilustres. El 1° de enero de 1870, una numerosa cuadrilla construyĂł un estrado de madera junto a la Recova (que cortaba a la actual Plaza en dos). Ese serĂa el palco oficial. Las tropas llegaron por la noche. Se resolviĂł que aguardaran en los barcos hasta el amanecer. Al dĂa siguiente, pocos minutos antes de que se iniciara el apoteĂłtico desfile —Buenos Aires era celeste y blanca, nunca se habĂan visto tantas banderas argentinas adornando la ciudad—, Sarmiento ordenĂł un cambio de ruta. Las tropas, entonces, ingresaban a la Plaza de la Victoria y no bien cruzaban el arco principal de la Recova, viraban hacia la derecha, abandonaban la Plaza y tomaban por Reconquista hacia Retiro. Esto hizo que el balcĂłn del gobernador Castro, plagado de invitados, quedara fuera del recorrido. Tuvieron que contentarse con ver a los veteranos a cien metros de distancia. Para evitar com
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Anonymous
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Mimi era una mujer encantadora y con un carácter que entonaba muy bien en las aficiones plásticas y poĂ©ticas de Rodolphe. TenĂa veintidĂłs años, era baja de estatura, menuda, mimosa. El rostro parecĂa el apunte de una cara aristocrática, pero los rasgos, bastante delicados y a los que parecĂa prestar un dulce resplandor el fulgor de los ojos azules y lĂmpidos, tenĂan, en algunos momentos de contrariedad o de mal humor, un aspecto brutal, casi feroz, en el que un fisiĂłlogo habrĂa descubierto quizá el indicio de un hondo egoĂsmo o de una gran insensibilidad. Pero se le veĂa casi siempre un rostro adorable, de sonrisa joven y lozana, de mirada tierna o rebosante de imperiosa coqueterĂa. La sangre joven le corrĂa, cálida y rápida, por las venas y le teñĂa de tonos sonrosados la piel translĂşcida, blanca como las camelias. Aquella belleza enfermiza seducĂa a Rodolphe y, por las noches, pasaba con frecuencia muchas horas coronando de besos la frente pálida de su amante dormida, cuyos ojos hĂşmedos y cansados brillaban, entornados, bajo la cortina de la esplĂ©ndida cabellera morena. Pero lo que contribuyĂł a que Rodolphe se enamorase locamente de la señorita Mimi fueron sus manos, que, pese a los trabajos del hogar, sabĂa conservar más blancas que las de la diosa Ociosidad. Pero aquellas manos tan frágiles y tan bonitas, tan suaves bajo los labios que las acariciaban, aquellas manos de niña entre las que habĂa depositado Rodolphe el corazĂłn, otra vez en flor, aquellas manos blancas de la señorita Mimi no iban a tardar en mutilarle el corazĂłn al poeta con sus uñas de color de rosa.
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Henri Murger (Escenas de la vida bohemia)
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El miedo a la noche vuelve invidentes a las mujeres y al mismo tiempo las condiciona, las vuelve acrĂticas, irreflexivas y conformistas, y en esa dinámica les impide romper con el miedo a la oscuridad; porque como toda ruptura causa dolor, ansiedad e incertidumbre, salirse de la oscuridad equivale a recuperar un poder nunca antes tenido y desde esa nueva experiencia, construir su propia identidad.
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Blanca Guifarro (Le tengo miedo a la noche (Mujeres y Vida Cotidiana))
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Negro para la caza durante la noche El color blanco para la muerte y el luto Oro para una novia en su vestido de boda Y el rojo para deshacer encantamientos. Seda blanca cuando nuestros cuerpos se queman, Banderas azules cuando lo perdido regresa. Flamas por el nacimiento de un Nefilim, Y para lavar nuestros pecados. Gris por el mejor conocimiento jamás dicho Hueso para aquellos que no envejecen. El azafrán ilumina la marcha de la victoria, El verde reparará nuestros corazones rotos. Plata para las torres de los demonios, Y el bronce para convocar los poderes malvados.
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Cassandra Clare (City of Heavenly Fire (The Mortal Instruments, #6))
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No sé callar cuando el corazón habla en mi interior.
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas (Spanish Edition))
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El Feminismo significa apropiarte de tu ser, es darte cuenta que sos humana racional e inteligente, es rescatar el derecho a pensar por vos misma, es romper esquemas, estereotipos y construir tu propia identidad. Es empezar a romper el silencio en la cama, en la cocina, en la calle, en el trabajo, en el entorno social.
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Blanca Guifarro (Le tengo miedo a la noche (Mujeres y Vida Cotidiana))
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Feminismo significa inconformidad, deseos de superaciĂłn, derecho a la privacidad, a los secretos y pensamientos el derecho de ser una misma, es seguir siendo mujer, pero mujer concebida con inteligencia-subjetividad, inteligencia-sensibilidad, racional y amorosa.
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Blanca Guifarro (Le tengo miedo a la noche (Mujeres y Vida Cotidiana))
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Ser feminista no significa renunciar a lo que te gusta hacer: pintarte el cabello, cocinar, arreglar tu casa, ser atenta, darle tiempo a los seres que amas, ser cariñosas, sentirte atractiva. Lo que no te esclavice, domine y obligue y que te dé placer, debes hacerlo.
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Blanca Guifarro (Le tengo miedo a la noche (Mujeres y Vida Cotidiana))
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Y te preguntas «¿Dónde están tus sueños?». Y meneas la cabeza y te dices: «¡Qué rápido pasan los años!» Y de nuevo te preguntas «¿Y qué has hecho con tus años? ¿Dónde has enterrado tu mejor época? ¿Has o no vivido?»
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas y otros relatos)
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Pasaron los dĂas, llegaron las lluvias de invierno. Octubre tocaba a su fin cuando recibĂ las pruebas de imprenta de mi libro. Me comprĂ© un coche, un Ford de 1929. No tenĂa capota, pero corrĂa como el viento y cuando llegaron los dĂas de cielo despejado emprendĂ viajes largos, siguiendo la lĂnea azul de la costa, a Ventura y Santa Bárbara por el norte, a San Clemente y San Diego por el sur, siguiendo la raya blanca del asfalto, bajo las estrellas acechantes, con el pie apoyado en la consola de mandos, con la cabeza llena de proyectos para escribir otro libro, una noche, y otra, y otra, noches todas que en conjunto me proporcionaron una serie de dĂas delirantes y visionarios como nunca habĂa conocido, dĂas serenos cuyo sentido temĂa cuestionarme. Patrullaba por la ciudad con el Ford: encontraba callejones misteriosos, árboles solitarios, casas antiguas y medio derruidas que procedĂan de un pasado desaparecido. VivĂa en el Ford dĂa y noche y no me detenĂa más que el tiempo necesario para pedir una hamburguesa y un cafĂ© en desconocidos restaurantes de carretera. Aquello era vivir, dejarse llevar y detenerse para proseguir inmediatamente despuĂ©s, siguiendo siempre la raya blanca que corrĂa paralela a la costa llena de accidentes, descansar un momento al volante, encender otro cigarrillo y observar como un tonto el cielo abrumador del desierto para preguntarse por el significado de las cosas.
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John Fante (Ask the Dust (The Saga of Arturo Bandini, #3))
“
Si hablaran esta noche, por lo menos, quĂ© buena serĂa la noche y quĂ© fácil serĂa respirar y cĂłmo le fluirĂa la sangre fácilmente por las venas de los tobillos y las muñecas y los brazos, pero no hablaban y la noche era diez mil tictacs y diez mil retorcimientos de las mantas, y la almohada parecĂa una estufita blanca bajo las mejillas y la oscuridad del cuarto era un mosquito que tejĂa una red en el aire y que en alguna vuelta la envolvĂa a ella. Si se dijeran una palabra, una sola palabra… Pero no habĂa palabras, y las venas no se distendĂan en las muñecas y el corazĂłn soplaba como un fuelle sobre un brasero de miedo, animando el fuego con una luz de cereza, una vez y otra vez, un latido y otra vez, una luz de adentro que los ojos interiores de Marie miraban con una fascinaciĂłn involuntaria.
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Ray Bradbury (The Next in Line)
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Más tarde vinieron las noches de verano. Dulces y espesas noches mediterráneas sobre Barcelona, con su dorado zumo de luna, con su húmedo olor de nereidas que peinasen cabellos de agua sobre las blancas espaldas, sobre la cola escamosa de oro.
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Carmen Laforet
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Un soñador - si he de explicarme más concretamente -- no es un hombre, sino, sĂ©palo Usted, más bien una criatura de sexo neutro. Por lo general, suele vivir el tal soñador lejos de todo el mundo, en un rincĂłn retraĂdo, cual si quisiera ocultarse de la luz del dĂa, y luego que se ha instalado en su tugurio, crece con Ă©l de igual modo que el caracol con su concha, o por lo menos se asemeja a ese animalillo notable, que es ambas cosas, el animal y su casa, y que llamamos tortuga"
(Dostoievski, Fedor; "Noches Blancas".
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DOSTOIEVSKI
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Que, finalmente, todo lo que pido es que me digan con simpatĂa dos palabras fraternales, que no me aparten a la primera, que crean en mĂ de palabra, que escuchen atentas lo que voy a decir, que se rĂan de mĂ si quieren, que me infundan esperanzas, que me digan dos palabras, dos palabras nada más, y luego no importa si no nos vemos más… Pero se rĂe usted… Bueno, tambiĂ©n hablo para eso…
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Fyodor Dostoevsky (Noches Blancas)
“
ÂżY para quĂ© sirve la fantasĂa cuando uno están tristes? Acaba uno por cansarse y siente que esa inagotable fantasĂa se agota con el esfuerzo constante por avivarla. Porque, al fin y al cabo, va uno siendo maduro y dejando atrás sus ideales de antes; Ă©stos se quiebran, se desmoronan, y si no hay otra vida, la Ăşnica posibilidad es hacĂ©rsela con esos pedazos. Mientras tanto, el alma pide y quiere otra cosa. En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algĂşn rescoldo para reavivar la fantasĂa, para recalentar con nuevo fuego su enfriado corazĂłn y resucitar en Ă©l una vez más lo que antes habĂa amado tanto, lo que conmovĂa el alma, lo que enardecĂa la sangre, lo que arrancaba lágrimas de los ojos y cautivaba con esplĂ©ndido hechizo.
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
ÂżquĂ© has hecho con tus años?, ÂżdĂłnde has sepultado los mejores dĂas de tu vida?, Âżhas vivido o no? ¡Mira, se dice uno mira cĂłmo todo se congela en el mundo! Pasarán más años y tras ellos llegará la lĂşgubre soledad, llegará báculo en mano la trĂ©mula vejez, y en pos de ella la tristeza y la angustia. Tu mundo fantástico perderá su colorido, se marchitarán y morirán tus sueños y caerán como las hojas secas de los árboles.
”
”
Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
“
Ahora que estoy sentado junto a usted y que hablo con usted me aterra pensar en el futuro, porque el futuro es otra vez la soledad, esta vida rutinaria e inútil. ¿Y ya con qué voy a sonar, cuando he sido tan feliz despierto?
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Fyodor Dostoevsky (Noches blancas)
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Pues con nadie, con un ideal, con quien sueño en sueños. Invento romances regulares en mis sueños.
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FiĂłdor Dostoyevski (Noches blancas (Spanish Edition))
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El soñador –si quieres una definiciĂłn exacta– no es un ser humano, sino una criatura de un tipo intermedio. La mayor parte de las veces se instala en algĂşn rincĂłn inaccesible, como escondiĂ©ndose de la luz del dĂa; una vez que se desliza en su rincĂłn, se amolda a Ă©l como un caracol, o, en todo caso, en en ese aspecto muy parecido a esa notable criatura, que es un animal y una casa a la vez, y se llama tortuga.
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FiĂłdor Dostoyevski (Noches blancas (Spanish Edition))