Mis Hijos Quotes

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Pensé en Carlos, en que fui a su entierro con las lágrimas guardadas a la fuerza. A él podía recordarlo: exactas su sonrisa y sus manos arrancadas de golpe. Entonces, como era correcto en una viuda, lloré más que mis hijos.
Ángeles Mastretta (Arráncame la vida)
Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento. De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesionales poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente. Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.
Sylvia Plath (The Bell Jar)
Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y mis huesos se endurecieron primero que los tuyos.
Juan Rulfo (Cartas a Clara)
Cuando era niño, creía que los padres querían a sus hijos instintivamente. Era lo que me enseñaban en el colegio; y yo acabé creyéndomelo. Pero mis padres parecen reservar todo su amor a mi hermano.
N.H. Kleinbaum (Dead Poets Society)
Después de todo, amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Te debo, pues, todos mis amores posteriores, incluido el amor salvaje y ciego que siento por mis hijos. Ya no puedo abrir un libro sin desear ver tu cara de calma y de concentración, sin saber que no la veré más y, lo que tal vez sea incluso más grave, que no me verá más. Nunca volveré a ser mirada por tus ojos. Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos. Mi lugar en el mundo estaba en tu mirada y me parecía tan incontestable y perpetuo que nunca me molesté en averiguar cuál era. No está mal, he conseguido ser una niña hasta los cuarenta años, dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos, esperemos que sepa hacer la transición a adulto y que no me convierta directamente en una anciana. No me gusta ser huérfana, no estoy hecha para la tristeza.
Milena Busquets (También esto pasará)
Teresita Pisano era de un inquebrantable optimismo: se le moría el marido y decía: "Me quedan mis hijos"; se le morían los hijos y decía: "Me quedan mis nietos" se le morían los nietos y decía: "Me queda el televisor".
Fernando Vallejo (Los días azules)
—Porque cuando se escriban las leyendas, no quería que me recordarán como alguien que escurrió el bulto. Quiero que mi futuro hijo sepa que yo estuve ahí, que pelee contra Amarantha al final, aunque mis esfuerzos de poco sirvieran. Parpadeé, y esta vez no era por el brillo del sol. —Porque —continuó él, los ojos fijos en los míos— no queria que pelearas sola. O murieras sola.
Sarah J. Maas (A Court of Thorns and Roses (A Court of Thorns and Roses, #1))
NOVIA. ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia.) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera,y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aun que hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos.
Federico García Lorca (Bodas de sangre)
Continuaré tirando pan al agua; y si mis hijos vuelven algún día, seré feliz.
D.H. Lawrence (The Plumed Serpent)
Les he dado a mis hijos los dos regalos más crueles: la experiencia de una felicidad familiar perfecta y la absoluta certeza de que tarde o temprano se acaba.
Jane Smiley (Un amor cualquiera)
Yo no sé ni siquiera que el agua está compuesta por oxígeno e hidrógeno, y estas [se refiere a sus hijas, sus mordaces críticos] me echan a la cara que las lunas salen del este. ¿Pero qué me importan si las lunas salen del oeste o del este, si en Marte llueve o no llueve? Yo no proporciono breviarios a los matemáticos y a los físicos. Pero un escritor de ciencia ficción, contestan, tiene que saber ciertas cosas. Bien. Toda la vida llamándome escritor de ciencia ficción, y aún no he entendido lo que significa. Desde hace algún tiempo me llaman escritor de la Era Espacial. Suena algo más respetable, pero tampoco entiendo qué significa. Solamente, el que hace 20 años todos se burlaban de mí. ‘Pero qué ridículo eres’, decían, ‘absurdo’. ‘¿Qué quiere decir astronauta? ¿Qué quiere decir cosmopuerto, ir a la Luna? ¡Eres tonto!’ Luego, de pronto, explota la Era Espacial, y se realiza lo que escribía. Pero no se arrepienten, no piden disculpas, siguen diciendo ‘No es una obra de arte la suya, es cinerama. Bien, ¿qué es el cinerama? ¿Quién inventó el cinerama sino el viejo Mike, Michelangelo en resumen? ¿No la hizo él La Capilla Sixtina? ¿Y qué otra cosa es La Capilla Sixtina sino cinerama en pintura? Y si el viejo Michelangelo pintaba en cinerama, ¿por qué yo no puedo escribir el futuro en ciencia ficción? La ciencia ficción me sirve para interpretar el tiempo en que vivo, en que vivirán los hijos de mis hijos, para describir sus amenazas.
Ray Bradbury
Lo bailado nadie te lo quita. Aunque volvamos a desconocernos, no nos perdemos de nada. De alguien serán mis hijos y los suyos. De alguien será la nueva sonrisa que registre para siempre junto a la de Emiliano, quizá por encima de ella. En algún lado viviremos, haciendo cosas. El pasado latiéndonos en algún rincón, moviéndonos los
Catalina Aguilar Mastretta (Todos los días son nuestros)
Yo no conocía mi país, mi ciudad; nunca había ido ni a Tepito. No sabía cómo era. Ni a la gente la conocía. Creo que tampoco conocía a mis hijos, a mis sobrinos. Los imaginaba siempre en discotheques, nunca los visualicé con un casco, un paliacate, disciplinándose, olvidados de si mismos. Mucho menos, cargando cadáveres.
Elena Poniatowska (Nothing, Nobody: The Voices Of the Mexico City Earthquake)
—Porque cuando se escriban las leyendas, no quería que me recordarán como alguien que escurrió el bulto. Quiero que mi futuro hijo sepa que yo estuve ahí, que pelee contra Amarantha al final, aunque mis esfuerzos de poco sirvieran. Parpadeé, y esta vez no era por el brillo del sol. —Porque —continuó él, los ojos fijos en los míos— no queria que pelearas sola. O murieras sola.” –Capítulo 46, pág. 451
Sarah J. Maas (A Court of Thorns and Roses (A Court of Thorns and Roses, #1))
Hijos de mis hijas, mis nietos; hijos de mis hijos, sepa su chingada madre.
Fernanda Melchor (Hurricane Season)
Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
—Si mis hijos me tienen miedo, ¿cómo se supone que van a defenderse en el mundo?
Edith Eger (La bailarina de Auschwitz: Una inspiradora historia de valentía y supervivencia)
-En esos segundos, lloraba todas mis pérdidas. El no llegar a verte nunca recorriendo el pasillo hacia el alatar, el no ver tu rostro reflejado en nuestros hijos, el no ver los primeros mechones plateados en tu cabello. Pero, al mismo tiempo, no me importaba. Si muriendo conseguía que tú siguieras viva, ¿Qué de malo tenía aquello?
Kiera Cass (The One (The Selection, #3))
Se felicitaba de morir sin hijos; pues mis hijos se hubieran parecido a mí y ella les hubiera mostrado la misma aversión que a su padre. Aquella frase en la que supura tanto rencor fue la única prueba de amor que me haya dado Sabina.
Marguerite Yourcenar (Memoirs of Hadrian)
—Además —lo interrumpió nuevamente—, mis hijos jamás tendrán que preocuparse por su próxima comida. Nunca tendrán que pagar impuestos, nunca tendrán que preocuparse acerca de cómo permitirse enviar a sus hijos a la escuela. Ellos siempre tendrán la opción de un sólido techo sobre sus cabezas y tres comidas diarias. Siempre habrá personas a su alrededor para cuidarlos y protegerlos. Ellos nunca, nunca estarán solos. Y si hicieran algo mal, tendrían el poder de arreglarlo.
MaryJanice Davidson (The Royal Treatment (Alaskan Royal Family, #1))
Entre las muchas oraciones que hago como padre están las de “dame sabiduría”, “que hoy me vaya bien” y “fortalece mis manos”. Le he pedido a Dios que proteja a mis hijos, les bendiga, les haga crecer y les use, pero como padres a veces la necesidad es mayor que nuestros recursos.
Dave Earley (Las 21 Oraciones Más Efectivas de la Biblia: 21 Most Effective Prayers of the Bible (Spanish Edition))
Vi a mi vida desarrollar ramas que se extendían ante mí como el árbol de higos del cuento. De la punta de cada rama, como un higo gordo y morado, me llamaba y guiñaba un hermoso futuro. Un higo era un esposo y un hogar feliz con hijos, otro higo era ser una poetisa famosa. Otro higo era ser una brillante profesora. Otro higo era Ee Gee (la maravillosa editora). Otro higo era Europa y África y América del Sur. Otro higo era Constantin y Sócrates y Attila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco convencionales. Otro higo era un campeonato olímpico y debajo de éste y encima de los otros se extendían más higos que no alcancé a descifrar. Me vi a mí misma sentada al pie del árbol de higo, muerta de hambre porque no podía decidirme por uno de los higos. Los quería todos pero elegir uno significaba perder todos los demás y mientras me sentaba ahí sin poderme decidir, los higos comenzaron a arrugarse y a volverse negros para ir cayendo uno a uno ante mis pies.
Sylvia Plath (La campana de cristal)
Hacía años que mis labios no habían pronunciado una oración. Hacía años que no me acordaba de Dios, pero en aquel momento fue todo lo que se me ocurrió. Pedirle perdón por haberme olvidado de Él y pedirle un favor especial: que me diera tiempo, solo un poco más de tiempo para llegar junto a mis hijos.
Mikel Santiago (La última noche en Tremore Beach)
Quizá era momento de claudicar en mis anhelos de grandeza. Convertirme en una mamá modelo dedicada al cien por ciento a mis hijos y a mi marido. Olvidarme de que solo a través de la danza podía alcanzar mis metas y vivir más en concordia con mis posibilidades. En otras palabras, aceptar mi mediocridad y mi pusilanimidad
Guillermo Arriaga (Salvar el fuego)
Yo quería a mi papá con un amor que nunca volví a sentir hasta que nacieron mis hijos. Cuando los tuve a ellos lo reconocí, porque es un amor igual en intensidad, aunque distinto, y en cierto sentido opuesto. Yo sentía que a mí nada me podía pasar si estaba con mi papá. Y siento que a mis hijos no les puede pasar nada si están conmigo. Es decir, yo sé que antes me haría matar, sin dudarlo ni un instante, por defender a mis hijos. Y sé que mi papá se habría hecho matar sin dudarlo un instante por defenderme a mí. La idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por eso yo había resuelto tirarme al río Medellín si él llegaba a morirse. Y también sé que hay algo que sería mucho peor que mi muerte: la muerte de un hijo mío. Todo esto es una cosa muy primitiva, ancestral, que se siente en lo más hondo de la conciencia, en un sitio anterior al pensamiento. Es algo que no se piensa, sino que sencillamente es así, sin atenuantes, pues uno no lo sabe con la cabeza sino con las tripas".
Héctor Abad Faciolince (El olvido que seremos)
—¿Quién es: —preguntó el anciano, añadiendo en seguida—: ¡Adelante! Entré. —Perdóneme usted —dije—, soy un viajero en busca de un poco de reposo. Me haría un gran favor si me permitiera disfrutar del fuego unos minutos. —Pase, pase —dijo De Lacey—, y veré a ver cómo puedo atender a sus necesidades. Desgraciadamente, mis hijos no están en casa
Mary Wollstonecraft Shelley (Frankenstein: Clásicos de la literatura)
Mi sueño es agitado. Mis nervios están desquiciados. Mi piel está seca. Mi cabello cae. Mis ojos están apagados. Las uñas de mis manos y mis pies están quebradizas. Estoy envejeciendo. Comienzo a no encontrar gusto en cosa alguna. Empiezo a aburrirme de las cosas buenas, como me aburro de las malas. Estoy muriendo. Estoy muriendo y no tengo hijos.
William Saroyan (Rock Wagram)
Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos
Rosa Montero
¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
—Que yo sea pequeño no significa que mis sueños también tengan que serlo. Lo quiero todo. Y para conseguirlo, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. Incluso compartir.
Pierce Brown (Hijo dorado (Amanecer rojo, #2))
Grita. Para que despierte su voz, la voz que se negó a repetir la caída de unos cuerpos al agua. Porque contar la historia es recordar la muerte de los suyos. Es verlos morir otra vez. -A mis hijos también se los llevó el río. Palabras que estuvieron siempre ahí, al lado, dispuestas. La voz dormida al lado de la boca. La voz que no quiso contar que todos habían muerto.
Dulce Chacón (La voz dormida)
Quedaban sus palabras, adiós, que tengáis suerte, adiós, te quiero más que nunca, adiós, me voy con la alegría de haberte conocido, adiós, habla a mis hijos de mí, de las ideas por las que voy a morir, adiós, busca a un buen hombre, cásate con éñ y sé feliz, pero no me olvides, adiós, mi amor, cuánto te he querido y qué poco tiempo hemos tenido para estar juntos, adiós, hijos míos, sed muy buenos y ayudad mucho a vuestra madre, adiós, cariño, adiós, vida mía, adiós, adiós, adiós, y todas las despedidas eran parecidas, pero todas distintas, distintas as mujeres que no podían terminar de leer en vox alta el papel que temblaba entre sus manos, idéntico el hueco que cada nueva carta abría en mi cuerpo agujereado, incapaz de abrigar tanto adioses
Almudena Grandes (Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3))
Hijo mío, guarda mis razones, y encierra contigo mis mandamientos. 2 Guarda mis mandamientos, y vivirás; y mi ley como las niñas de tus ojos. 3 Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón.
Russell M. Stendal (Las Sagradas Escrituras (Jubilee Bible 2000))
A veces, los hijos te los pone la vida por delante cuando ya han sido gestados por otras mujeres. A veces, a los hijos los encuentras en el camino y basta un verano para crear un lazo que ya nada ni nadie puede romper.
Cherry Chic (Todas mis ilusiones (Dunas, #3))
Ignorancia. Ese es el problema. Toda la Psiquiatría de nuestro país está preñada de ignorancia y de vergüenza. Nos avergonzamos de tener un hijo retrasado y nos empeñamos en una lucha en que siempre llevaremos la de perder.
Antonio Zaglul (Mis 500 locos (Spanish Edition))
Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger la libertad que los gobernados tienen de practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueran sectarios de alguna.
Benito Juárez (Apuntes Para Mis Hijos)
Me acuerdo entonces del consejo que me dio mi padre hace años: «Tienes que amenazar a tus primos y hermanos con algo que puedas cumplir, Mandarlos al Everest de una patada no es realista, hijo, y lo que no es realista, no da miedo.»
Cherry Chic (Todas mis respuestas (Dunas #1))
Mi padre era muy inteligente y como todos los hombres inteligentes, muy bondadoso. Una vez me dijo que me fijara bien en los soldados, en los uniformes, en los cuarteles, en las banderas, en las iglesias, en los sacerdotes y en las carnicerías, ya que todo eso iba a desaparecer, y algún día podría contarle a mis hijos que había visto esas cosas. Hasta ahora, desgraciadamente, no se ha cumplido su profecía”. Tomado de "Lugares con genio: los escritores y sus ciudades, Fernando Savater
Jorge Luis Borges
4 Porque así dijo el SEÑOR a los eunucos que guardaren mis sábados, y escogieren lo que yo quiero, y abrazaren mi pacto: 5 Yo les daré lugar en mi casa, y dentro de mis muros, y nombre, mejor que a los hijos y a las hijas; nombre perpetuo les daré que nunca perecerá.
Russell M. Stendal (Las Sagradas Escrituras (Jubilee Bible 2000))
Mi Vida es un exquisito secreto […] No concebiré hijos de la carne –pero conozco un sagrado Consuelo. Dios me ha dispuesto para la Concepción de una especie diferente. Mis hijos son de la Mente –mi Gestación es perpetua–, mi Éxtasis es del alma. Doy la bienvenida a las jubilosas labores que separan al poema de su creador; como Partera, ¡sólo lo divino! Que las épocas tomen la medida de la Fecundidad, y que el Futuro juzgue si esta elección –si lo es– fue acertada. Yo le explicaría estas Cosas a mi Padre –si pudiera– pidiéndole paciencia por la Cosecha”.
Emily Dickinson (Cartas de Emily Dickinson: un campo minado (Pequeños Grandes Ensayos) (Spanish Edition))
Una vez, el día que cumplía 21 años, uno de mis tres hijos adoptivos, que estaba a punto de partir al Amazonas con el Cuerpo de Paz me dijo: –¿Sabes que nunca me has dado un abrazo? Así que lo abracé. Nos abrazamos. Fue muy agradable. Como revolcarme en la alfombra con ese gran danés que teníamos.
Kurt Vonnegut Jr. (Slapstick, or Lonesome No More!)
Pero el pensamiento de salir del armario con mis padres me asusta. Los he escuchado discutir antes sobre la «homosexualidad» y cómo es un «pecado»... Pero eso siempre ha sido sobre otras personas. ¿Cambiarán sus sentimientos cuando se enteren de que su hijo también es gay? La incertidumbre me impide decir las palabras.
Kevin van Whye (Date Me, Bryson Keller)
a actos que violan la castidad; es igualmente probable que se trate de actos contra la justicia, o faltas de caridad contra el mundo de los demás. A ellos les parecerán muestras de fervor y piedad hacia el eros. La pareja puede decirse—el uno al otro—casi con el tono de quien ofrece un sacrificio: «Es por causa del amor que he descuidado a mis padres… que he dejado a mis hijos… engañado a mi socio… fallado a mi amigo en su mayor necesidad». Estas razones en la ley del amor pasan por buenas. Sus fieles hasta pueden llegar a sentir que hay un mérito especial en estos sacrificios, porque ¿qué ofrenda más costosa puede dejarse en el altar del amor que la propia conciencia?
C.S. Lewis (Los Cuatro Amores (Spanish Edition))
mujer, y con mis hijos, y con mis amigos; mis ejercicios son el de la caza y pesca, pero no mantengo ni halcón ni galgos, sino algún perdigón manso, o algún hurón atrevido. Tengo hasta seis docenas de libros, cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción otros; los de caballerías aún no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que déstos hay muy pocos en España. Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son mis convites limpios y aseados, y no nada escasos;
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Si me preguntaran, podría soltar de carrerilla, al momento y sin vacilación, cuántos años tendrían ahora mis hijos malogrados. ¿Es raro? ¿Es macabro? No lo sé. Son datos que guardo muy dentro. Nadie me lo ha preguntado nunca, ni creo que me lo pregunten: el aborto sigue siendo una cuestión tabú que las mujeres no suelen mencionar, sacar a colación ni debatir. Puedo contar con los dedos de una mano las conversaciones que he tenido con amigas sobre esto, cosa que me parece extraña, teniendo en cuenta lo frecuente que es. ¿Por qué no hablamos más de ello? Porque es demasiado visceral, íntimo, propio. Se trata de personas, espíritus, fantasmas que nunca respiraron aire ni vieron la luz. Son tan invisibles, tan evanescentes que no tenemos palabras para ellos.
Maggie O'Farrell (I Am, I Am, I Am: Seventeen Brushes with Death)
Excelencias de la sabiduría 1 Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, 2 Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, 3 Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; 4 Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, 5 Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Cuando aparecía, no decía nada acerca de mis luchas personales. Sólo a través de la oración entendí finalmente que yo no era diferente de cualquier otra persona que sufría. Nuestra Señora permanecía en silencio sobre mi situación por respeto a mi libre albedrío y por amor a todos sus hijos los que la podían ver, como los que no la podían ver. Me di cuenta que, como una buena madre, Nuestra Señora no tenía favoritos.
Mirjana Soldo (My Heart Will Triumph)
Me pregunto en qué momento un niño se convierte en un adulto. ¿Pasa de repente o es más bien poco a poco, como por etapas? ¿Hay una edad, una semana, un momento, en el que se revelan todos los secretos del universo y la madurez desciende del cielo en una nube, cambiando el cerebro para siempre? ¿Se escabullirá un día la niña que hay en mí para no volver jamás? No me puedo imaginar viviendo una vida real, o que alguna vez seré adulta. Me parece una transformación tan increíble... Puede que algún día sea la pareja de alguien o la madre de alguien o el patólogo forense de alguien. Puede que algún día beba demasiado o tenga un hijo del que no le hable a nadie. Puede que algún día huya de todo y tenga mis razones. Ese yo es imposible de imaginar por mi yo actual. No me puedo imaginar mayor. No me puedo imaginar diferente de la persona que soy ahora. No me puedo imaginar vieja ni casada ni muerta.
Meg Rosoff (Picture Me Gone)
Me imagino a Bryson viniendo y conociendo a mis padres, como mi novio esta vez. Lo presento como tal y mamá simplemente le pregunta si ha comido. Fiel a su palabra, papá le habla de fútbol, y pasamos la tarde riendo y bromeando. No hay un interrogatorio de tercer grado; no hay lágrimas ni decepción ni oraciones porque su hijo es gay. No hay angustia ni dolor. En lugar de eso, todo sucede como si fuera normal. Porque lo es. Que yo tenga un novio es normal.
Kevin van Whye (Date Me, Bryson Keller)
Mis cabellos ¿no lo dicen? ¿No se ven aquí los golpes de la sangre y las señales? ¿Vosotros, sois hombres nobles? ¿Vosotros, padres y deudos? ¿Vosotros, que no se os rompen las entrañas de dolor de verme en tantos dolores? Ovejas sois, bien lo dice de Fuenteovejuna el nombre. Dadme unas armas a mí pues sois piedras, pues sois tigres... Tigres no, porque feroces siguen a quien roba sus hijos, matando cazadores antes que entren por el mar y por sus ondas se arrojen.
Lope de Vega (Fuenteovejuna)
De ahí que sea imprescindible la comunión con mis hermanos y por eso mismo «si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1.7). Por supuesto que está ligado lo uno con lo otro. Hay pecados que no reconoceré ni confesaré jamás a menos que tenga comunión con el cuerpo, porque no llegaré a reconocerlos. Creeré que lo estoy haciendo bien. Me engañaré a mí mismo. Por eso el aislamiento es destructivo.
Marcos Vidal (Con permiso: Cómo vivir un cristianismo real de todos los días (Spanish Edition))
—Escuchad mis palabras, sed testigos de mi juramento ... La noche se avecina, ahora empieza mi guardia. No terminará hasta el día de mi muerte. No tomaré esposa, no poseeré tierras, no engendraré hijos. No llevaré corona, no alcanzaré la gloria. Viviré y moriré en mi puesto. Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo que defiende los reinos de los hombres. Entrego mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche, durante esta noche y todas las que estén por venir.
George R.R. Martin
—El día que conocí a tu madre, sabía que estaría en mi vida para siempre. Había algo sobre ella y supe que me estaba enamorando ese primer día. Te hacía querer ser mejor, tratar de ser digno de su amor. Lamentablemente, tu padre pensaba lo mismo, nadie entendía por qué cambió drásticamente, excepto yo. A pesar de que ella estaba conmigo, dejó de beber, dejó de dormir con otras chicas, es como si lo hubiera hecho madurar al instante y convertido en el tipo que finalmente quería ser para que pudiera tener una oportunidad con ella. Siempre tuve miedo de perderla por él algún día, es como si me diera cuenta de que era una cuestión de cuándo, no de sí. Pero tu madre era diferente, yo había salido con muchas chicas, pero realmente no me importaba si estaban allí o no. Eran sólo alguien para tratar de llenar el dolor de perder a mi padre. Así que cuando me reuní con ella y se dio cuenta de mis sentimientos, luché por mantenerla tanto tiempo como pude. No se lo digas a tu mamá, pero Chase y yo constantemente peleábamos por ella cuando no estaba cerca. Infierno, incluso peleábamos por ella cuando estaba cerca. Sabíamos que cualquiera de nosotros podría tener a cualquier chica que quisiéramos, pero sólo queríamos a Harper. Así que, por supuesto, siendo nosotros, las palabras se utilizaron en puños y volaban cuando nos quedábamos solos. No le dije esto, pero ya sabía lo que había pasado con tu padre antes de que ella me lo dijera. Cuando llegué a casa de la rotura, y Chase no me molestó de nuevo, sabía que algo había pasado. Sólo no sabía qué todavía. Pero ¿sabes qué pequeño hombrecito? No puedo ni siquiera estar loco sobre eso más, porque si no hubiera pasado, no estarías aquí ahora. Besó suavemente a nuestro hijo de tres meses quien estaba completamente cautivado en sus historias y señaló la última foto en el libro. —Y él te amaba y a tu mamá, muchísimo. Siempre voy a recordarte eso, pero desearía que hubieras podido reunirte con él.
Molly McAdams (Taking Chances (Taking Chances, #1))
enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. 32De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. 33Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. 34De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 35El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 36Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. 37Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del
Anonymous (Santa Biblia (Reina Valera 1960 RV60) Con índice activo por cada libro (Spanish Edition))
Mis más trágicos recuerdos se levantaron en furioso oleaje. Creía que después de pasar por la experiencia de perderte ya nada podía afectarme demasiado, pero la mínima posibilidad de que algo semejante le ocurriera al hijo que me quedaba, me volteó. Tenía un peso en el pecho, como una roca aplastándome, que me cortaba la respiración. Me sentía vulnerable, en carne viva, a punto de llorar en cualquier instante. En la noche, cuando todos descansaban, oía un rumor entre las paredes, había quejidos atascados en los umbrales, suspiros en los cuartos desocupados. Era mi propio miedo, supongo. El dolor acumulado en ese largo año de tu agonía estaba agazapado en la casa.
Isabel Allende (La suma de los días)
La gente no acepta que se le diga sus verdades. Quieren que se crea sus lindas palabras o por lo menos que uno haga como si. Yo soy lúcida soy franca arranco las caretas. La tipeja que susurra: '¿Así que quiere mucho a su hermanito?' y yo con mi vocecita serena 'Lo detesto'. He seguido siendo esa adolescente que dice lo que piensa no hace trampas. Se me partía el corazón escucharlo pontificar y todos esos infelices de rodillas delante de él. Yo aparecía con mis grandes zuecos sus palabras solemnes quedaban desinfladas: el progreso la prosperidad el porvenir del hombre la felicidad de la humanidad la ayuda a los países subdesarrollados la paz del mundo. No soy racista pero me importan un pito los árabes los judíos los negros exactamente como me importan un pito los chinos los rusos los yanquis los franchutes. Me importa un pito la humanidad qué es lo que ella ha hecho por mí me gustaría saberlo. Si son lo bastante estúpidos como para degollarse bombardearse tirarse napalm exterminarse no gastaré mis ojos llorando. Un millón de niños degollados ¿y qué? Los niños nunca son otra cosa que semilla de canallas y así se descongestiona un poco el planeta reconocen que está superpoblado ¿y entonces qué? Si yo fuera la tierra me daría asco toda esa gusanada en mi espalda me la sacudiría. Si todos revientan yo quiero reventar. Los niños no son nada para mí no voy a enternecer por ellos. Mi hija está muerta y me han robado a mi hijo.
Simone de Beauvoir (The Woman Destroyed)
Un pobre campesino que sacrifica un buey inestimable en honor a Júpiter se convencerá de que Júpiter existe; de otro modo, ¿cómo iba a excusar su estupidez? El campesino sacrificará otro buey, y otro, y otro más, solo para no tener que admitir que todos los bueyes previos no fueron un desperdicio. Exactamente por la misma razón, si he sacrificado un hijo por la gloria de la nación italiana o mis piernas por la revolución comunista, bastará con que me convierta en un nacionalista italiano fanático o en un comunista entusiasta. Porque si los mitos nacionales italianos o la propaganda comunista son mentira, entonces me veré obligado a admitir que la muerte de mi hijo o mi propia parálisis no han tenido sentido alguno. Pocas personas tienen estómago para admitir algo así.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía. Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios. Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano. Y tú permanecerás después de mí, hijo mío. Y guardarás mi recuerdo. Y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo. Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en el Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia.
Amin Maalouf (Leo Africanus)
Entrañado en la oscuridad pecaminosa estuve yo también, concebido no engendrado. Por ellos, el hombre con mi voz y mis ojos y una mujer fantasmal de aliento a cenizas. Se ayuntaron y desjuntaron, cumplieron la voluntad del apareador. Desde antes de los tiempos Él me dispuso y ahora no puede disponer lo contrario ni nunca. Una lex eterna Le atenaza. ¿Es ésa pues la divina sustancia en la que el Padre y el Hijo son con-sustanciales? ¿Dónde está el pobre de Arrio para meterse dentro y ver qué pasa? Guerreando de por vida por la contransmagnificandjudeogolpancialidad. ¡Aciago heresiarca malogrado! En un excusado griego exhaló su último suspiro: euthanasia. Con mitra de abalorios y con báculo, instalado en su trono, viudo de una sede viuda, con omophonon envarado, con posaderas aglutinadas.
James Joyce (Ulises (Spanish Edition))
¡Oh, olas del Adriático! ¡Oh Brento! Tal vez no vuelva a veros ni a oír vuestra mágica voz, sagrada para los hijos de Apolo, que me hizo familiar la lira altanera de Albión. En libertad gozaré con indolencia de las noches de la dorada Italia, bogando en una góndola secreta en compañía de una joven veneciana, a veces charlatana, otras silenciosa; con ella mis labios aprenderán el lenguaje de Petrarca y del amor. ¿Llegará la hora de mi libertad? ¡Ya es tiempo, ya es tiempo! La imploro; voy errante por el piélago y la espero; invoco los vientos favorables a la fiera tempestad que empuje mi barco entre las olas por los caminos abiertos del mar. ¿Cuándo empezaré mi libre carrera? Ya es hora de dejar la orilla aburrida; no es hostil el ambiente, y entre las playas del Sur, bajo el cielo de mi África, podré suspirar por la sombría Rusia, en la que sufrí, amé y enterré mi corazón.
Alexander Pushkin (Eugene Onegin)
ahora piensa con afecto en ese período, porque en muchos sentidos fue una época maravillosa. En diciembre nominaron a Willem para un premio importante por su papel en La manzana envenenada, y en enero se lo concedieron. Luego lo nominaron para un premio aún más importante y prestigioso, y de nuevo lo consiguió. Él estaba en Londres por motivos de trabajo la noche que Willem lo recogió, pero puso el despertador a las dos de la madrugada para ver la ceremonia por internet; cuando pronunciaron el nombre de Willem gritó fuerte, y vio cómo sonreía radiante, besaba a Julia -a quien había llevado de acompañante- y subía los escalones del escenario, donde dio las gracias a los cineastas, al estudio,a Emil, a Kit, al mismísimo Alan Turing, a Roman, a Cressy, a Richard, a Malcom, a JB, y «a mis suegros, Julia Altman y Harold Stein, por haber hecho que me sintiera siempre como un hijo y, de un modo especial, a Jude St. Francis, mi mejor amigo y el amor de mi vida, por todo».
Hanya Yanagihara (A Little Life)
—¿Te imaginas? —murmuró en algún momento de la madrugada—. ¿Sabes lo duro que es estar así con alguien y no encontrar jamás su secreto? —Sí —respondí pensando en Frank—. Lo sé. —Lo suponía. —Me tocó el pelo—. Y de pronto... recuperar la seguridad. Decir y hacer lo que quieras, sabiendo que es lo correcto. —Decir «te amo» y decirlo con todo el corazón —añadí suavemente. Sin saber cómo, me descubrí acurrucada contra él, con la cabeza en el hueco de su hombro. —Durante tantos años he sido tantas cosas, tantos hombres diferentes... —Tragó saliva y cambió de posición—. Era tío para los hijos de Jenny, hermano para ella y su marido, «milord» para Fergus, «señor» para mis arrendatarios. «Mac Dubh» para los hombres de Ardsmuir y «MacKenzie» para los otros sirvientes de Helwater. Después, Malcolm en la imprenta y Jamie Roy en los muelles. Me acarició lentamente la cabellera. —Pero aquí —concluyó en voz tan baja que apenas pude oírle—, aquí, contigo en la oscuridad... no tengo nombre. —Te quiero— le dije.
Diana Gabaldon (Voyager (Outlander, #3))
Uno de mis sobrinos, que vive en Boston, trabaja en las finanzas: gana una montaña de dólares al mes, está casado, tiene tres hijos, una mujer adorable y un coche estupendo. En resumen, la vida ideal. Un día, vuelve a su casa y le dice a su mujer que se va, que ha encontrado el amor, con una universitaria de Harvard que podría ser su hija, a la que había conocido en una conferencia. Todo el mundo dijo que había perdido un tornillo, que buscaba en aquella chica una segunda juventud, pero yo creo que simplemente había encontrado el amor. La gente cree que se ama, y entonces se casa. Y después, un día, descubren el amor, sin ni siquiera quererlo, sin darse cuenta. Y se dan de bruces con él. En ese momento, es como el hidrógeno que entra en contacto con el aire: produce una explosión fenomenal, que lo arrastra todo. Treinta años de matrimonio frustrado que saltan de un golpe, como si una gigantesca fosa séptica en ebullición explotara, salpicando todo a su alrededor. La crisis de los cuarenta, la cana al aire, no son más que tipos que comprenden la fuerza del amor demasiado tarde, y que ven derrumbarse toda su vida.
Joël Dicker (La verdad sobre el caso Harry Quebert)
Que seguramente mucha gente no había conocido nunca el amor. Que en el fondo se conformaban con buenos sentimientos, que se enterraban en la comodidad de una vida vulgar y que se perdían sensaciones maravillosas, que son probablemente las únicas que justifican la existencia. Uno de mis sobrinos, que vive en Boston, trabaja en las finanzas: gana una montaña de dólares al mes, está casado, tiene tres hijos, una mujer adorable y un coche estupendo. En resumen, la vida ideal. Un día, vuelve a su casa y le dice a su mujer que se va, que ha encontrado el amor, con una universitaria de Harvard que podría ser su hija, a la que había conocido en una conferencia. Todo el mundo dijo que había perdido un tornillo, que buscaba en aquella chica una segunda juventud, pero yo creo que simplemente había encontrado el amor. La gente cree que se ama, y entonces se casa. Y después, un día, descubren el amor, sin ni siquiera quererlo, sin darse cuenta. Y se dan de bruces con él. En ese momento, es como el hidrógeno que entra en contacto con el aire: produce una explosión fenomenal, que lo arrastra todo. Treinta años de matrimonio frustrado que saltan de un golpe, como si una gigantesca fosa séptica en ebullición explotara, salpicando todo a su alrededor.
Joël Dicker (La verdad sobre el caso Harry Quebert)
— Anda, hijo —replicó don Quijote—, y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar. ¡Dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo! Ten memoria, y no se te pase della cómo te recibe: si muda las colores el tiempo que la estuvieres dando mi embajada; si se desasosiega y turba oyendo mi nombre; si no cabe en la almohada, si acaso la hallas sentada en el estrado rico de su autoridad; y si está en pie, mírala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie; si te repite la respuesta que te diere dos o tres veces; si la muda de blanda en áspera, de aceda en amorosa; si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado; finalmente, hijo, mira todas sus acciones y movimientos; porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al fecho de mis amores toca; que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa. Ve, amigo, y guíete otra mejor ventura que la mía, y vuélvate otro mejor suceso del que yo quedo temiendo y esperando en esta amarga soledad en que me dejas.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha)
Ya no, ya no, ya no me sirves, zapato negro, en el cual he vivido como un pie durante treinta años, pobre y blanca, sin atreverme apenas a respirar o hacer achís. Papi: he tenido que matarte. Te moriste antes de que me diera tiempo… Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios, lívida estatua con un dedo del pie gris, del tamaño de una foca de San Francisco. Y la cabeza en el Atlántico extravagante en que se vierte el verde legumbre sobre el azul en aguas del hermoso Nauset. Solía rezar para recuperarte. Ach, du. En la lengua alemana, en la localidad polaca apisonada por el rodillo de guerras y más guerras. Pero el nombre del pueblo es corriente. Mi amigo polaco dice que hay una o dos docenas. De modo que nunca supe distinguir dónde pusiste tu pie, tus raíces: nunca me pude dirigir a ti. La lengua se me pegaba a la mandíbula. Se me pegaba a un cepo de alambre de púas. Ich, ich, ich, ich, apenas lograba hablar: Creía verte en todos los alemanes. Y el lenguaje obsceno, una locomotora, una locomotora que me apartaba con desdén, como a un judío. Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen. Empecé a hablar como los judíos. Creo que podría ser judía yo misma. Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena, no son ni muy puras ni muy auténticas. Con mi abuela gitana y mi suerte rara y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot, podría ser algo judía. Siempre te tuve miedo, con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa y tu recortado bigote y tus ojos arios, azul brillante. Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú... No Dios, sino un esvástica tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso. Cada mujer adora a un fascista, con la bota en la cara; el bruto, el bruto corazón de un bruto como tú. Estás de pie junto a la pizarra, papi, en el retrato tuyo que tengo, un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie, pero no por ello menos diablo, no menos el hombre negro que me partió de un mordisco el bonito corazón en dos. Tenía yo diez años cuando te enterraron. A los veinte traté de morir para volver, volver, volver a ti. Supuse que con los huesos bastaría. Pero me sacaron de la tumba, y me recompusieron con pegamento. Y entonces supe lo que había que hacer. Saqué de ti un modelo, un hombre de negro con aire de Meinkampf, e inclinación al potro y al garrote. Y dije sí quiero, sí quiero. De modo, papi, que por fin he terminado. El teléfono negro está desconectado de raíz, las voces no logran que críe lombrices. Si ya he matado a un hombre, que sean dos: el vampiro que dijo ser tú y me estuvo bebiendo la sangre durante un año, siete años, si quieres saberlo. Ya puedes descansar, papi. Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón, y a la gente del pueblo nunca le gustaste. Bailan y patalean encima de ti. Siempre supieron que eras tú. Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.
Sylvia Plath (Ariel)
Lo había conocido años atrás cuando asistió a una de mis cruzadas, donde lloró arrepentido y oró pidiendo ser salvo. Aquella noche salió de la sala de oración con verdadero gozo en su corazón. Pero ahora se veía completamente desolado; nunca en mi vida había visto un rostro joven tan triste. Me dijo: —Señor Wilkerson, no sé hacia dónde encaminarme. No tengo gozo, y Dios parece estar muy lejos. Me siento tentado, y temo que voy a caer en el pecado y perder mi contacto con Dios. ¡No siento nada más que temor y temblor! Le puse la mano en el hombro y le dije: — Hijo, esta es tu hora de prueba. Dios te está probando para ver qué hay en tu corazón. ¿Estás dispuesto a arrepentirte, aceptar su perdón y seguir acercándote a la Luz? Dios no te ha abandonado. De repente empezaron a correrle lágrimas por las mejillas: — ¿Quiere decir que en realidad Dios no está enojado conmigo? — No — respondí. — Y este desasosiego y desesperanza que tengo, ¿será resultado de algún hábito terrible en mi vida? — me preguntó. Le dije que eso sólo él podía contestarlo. — Pues no, no lo creo — replicó él. Entonces, de pronto, comenzó a ver la luz: ¡después de todo no era culpa de Dios! Era su descuido de la oración y del hambre por la Palabra, durante su temporada de sufrimiento, lo que le había hecho temer y tropezar. En ese momento el Espíritu del Señor comenzó a dispensarle esperanza; levantó sus manos y alabó al Señor: “Ayúdame a salir de esto, Señor. ¡Restaura mi fe!” Cuando me despedí de él, le estaba dando gracias a Dios por hacerlo retornar a un compromiso sólido. El Espíritu Santo estaba comenzando a resplandecer de nuevo en él.
David Wilkerson (Tenemos hambre de Cristo: Experimentando su presciencia en tiempos difíciles)
Por ejemplo, muchos estudios sobre felicidad matrimonial se realizaban simplemente sometiendo a los cónyuges a diversos cuestionarios. Esto se conoce como el método del autoinforme y, aunque tiene su utilidad, es bastante limitado. ¿Cómo sabemos si una esposa es feliz simplemente porque marca la casilla de «felicidad» en el cuestionario? Las mujeres sometidas en su relación a abusos físicos suelen obtener una calificación muy alta en los cuestionarios sobre satisfacción matrimonial. Sólo cuando una mujer se siente segura y es entrevistada a solas, revela sus sufrimientos. Para remediar estas lagunas en la investigación, mis colegas y yo hemos mejorado los métodos tradicionales estudiando el matrimonio con otros métodos más innovadores y exhaustivos. Actualmente seguimos a setecientas parejas en siete estudios distintos. No sólo observamos a recién casados, sino también parejas más veteranas, con cónyuges de cuarenta a sesenta años de edad. También hemos estudiado matrimonios que acaban de tener su primer hijo, y parejas interactuando con hijos recién nacidos, en edad preescolar o adolescentes. Como parte de esta investigación he entrevistado a parejas sobre la historia de su matrimonio, su filosofía sobre el matrimonio, sus puntos de vista sobre el matrimonio de sus padres. Las he filmado mientras hablaban sobre cómo habían pasado el día, sobre las áreas de continuo desacuerdo en su relación o sobre temas más alegres. Y para obtener una lectura psicológica de su estado de tensión o de relajación, he medido su ritmo cardíaco, su presión sanguínea, su sudoración o la función inmunológica. En todos los casos he permitido que la pareja viera las cintas de vídeo para que expresaran su propio punto de vista sobre lo que pensaban o sentían al ver, por ejemplo, que su ritmo cardíaco o su presión sanguínea subía bruscamente durante una discusión matrimonial. Y he mantenido el contacto con las parejas, estudiándolas al menos una vez al año para ver cómo seguía su relación. De momento mis colegas y yo somos los únicos investigadores que realizamos esta observación y análisis exhaustivo de las parejas casadas. Nuestros datos ofrecen la primera visión real del funcionamiento interno, de la anatomía de un matrimonio. Los resultados de estos estudios, y no mis opiniones, forman la base de mis siete principios para el buen funcionamiento del matrimonio.
John M. Gottman (Siete reglas de oro para vivir en pareja)
— ¡Oh Caballero de la Triste Figura!, no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimoñesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre. Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágines con su rápido y natural curso. Y tú, ¡oh, el más noble y obediente escudero que tuvo espada en cinta, barbas en rostro y olfato en las narices!, no te desmaye ni descontente ver llevar ansí delante de tus ojos mesmos a la flor de la caballería andante; que presto, si al plasmador del mundo le place, te verás tan alto y tan sublimado que no te conozcas, y no saldrán defraudadas las promesas que te ha fecho tu buen señor. Y asegúrote, de parte de la sabia Mentironiana, que tu salario te sea pagado, como lo verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero, que conviene que vayas donde paréis entrambos. Y, porque no me es lícito decir otra cosa, a Dios quedad, que yo me vuelvo adonde yo me sé. Y, al acabar de la profecía, alzó la voz de punto, y diminuyóla después, con tan tierno acento, que aun los sabidores de la burla estuvieron por creer que era verdad lo que oían. Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella; y vio que le prometían el verse ayuntados en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha. Y, creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y, dando un gran suspiro, dijo: — ¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado!, ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho; que, como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso. Y, en lo que toca a la consolación de Sancho Panza, mi escudero, yo confío de su bondad y buen proceder que no me dejará en buena ni en mala suerte; porque, cuando no suceda, por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula, o otra cosa equivalente que le tengo prometida, por lo menos su salario no podrá perderse; que en mi testamento, que ya está hecho, dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la posibilidad mía. Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha)
Intento hacer sentir a cada uno de mis hijos que son personas realmente valiosas. Ya sé que lo son y ya sé que tú sabes que tus hijos también lo son, pero ¿realmente se lo haces sentir? Para lograrlo sigo una receta muy sencilla. Los miro como si fueran un verdadero tesoro. Les sonrío. Paso todo el tiempo que puedo con ellos. Los incluyo en mis planes, para que sepan que es un privilegio estar con ellos.
Álvaro Bilbao (El cerebro del niño explicado a los padres)
Tu sueño realista es difícil de destruir, una encarnación que no quieres dejar, es lo que te pertenece, casi no es un sueño, eres naturalmente la pareja de Romualdo y lo sabes y no quieres dejarme destruir ese sueño para iniciarte en otro. El sueño de Romualdo lo comprendes entero, el que te propongo, no, te queda grande, pero yo lo puedo rebajar a tu medida, te puedo ir encajando poco a poco dentro de él. Estás urgida, no puedes más, salir, salir ahora es lo que quieres, no puedes postergar tu deseo de salir. - Te vas a perder. - No me importa. - No vas a tener dónde dormir ni qué comer. Te encoges de hombros con un gesto que desprecia mi temor de la intemperie que no quiero que desprecies porque necesito que lo hagas tuyo, por lo menos ahora, esta noche: te hablo, me escuchas, te explico que todo lo del Gigante fue una farsa porque el verdadero padre se escondía dentro de Romualdo, que no ere más que otra máscara como la del Gigante que ella vio que destruyeron, ahora hay que destruir la máscara de cartonpiedra de Romualdo para encontrar al otro adentro, al verdadero padre de tu hijo, vive en su palacio de fierro y cristal, lo puedes ver desde tu ventana, uno de esos palacios que despiden haces de luz que tratas de atrapar con tus manos para encaramarte a ellos, no tendrás para qué encaramarte a un haz de luces, Iris, yo destruiré la máscara de Romualdo y te traeré al verdadero padre, espérame aquí, las calles son terribles, hay hombres barbudos que acechan y médicos que hacen sufrir al extirparte órganos con sus bisturís finísimos, y los perros de los doctores persiguen a la gente que anda por la calle de noche y no tiene identificación ni domicilio conocido, la oscuridad de afuera no es como la oscuridad de esta Casa, Iris, esa oscuridad de allá es la de la gente que no tiene ni dónde caerse muerta como dicen y no tienen dónde caerse muerta porque esa oscuridad es el vacío que traga y uno cae gritando y nunca deja de caer gritando y gritando y cayendo y cayendo porque no hay fondo, hasta que la voz se pierde pero uno sigue y sigue cayendo en esa infinidad de calles vertiginosas con nombres que tú no conoces, llenas de caras de gentes que se reirán de ti, que viven en casas donde no te van a dejar entrar y hacen cosas que tú no entiendes, no te acerques más, Iris, no me toques así, no Humberto, no permitas que la Iris siga tocándote porque va a romper tus disfraces, si no huyese tendrás que volver a ser un tú mismo que ya no recuerdas dónde está ni quién es, acercas tus labios gordos a mi boca y tus muslos hurgan entre mis pobres piernas flacas que tiemblan, no le permitas que te transforme en Humberto Peñaloza con su carga de nostalgia intolerable, huye para que tu sexo no despierte con la presión de esas palmas carnosas, que no responda a su lengua que explora tu boca y tu lengua, mantenerte yerto en el rincón donde sus tetas y sus caderas te aprietan, Humberto no existe, el Mudito no existe, existe sólo la séptima vieja. Tu mano no encuentra nada.
José Donoso (El obsceno pájaro de la noche)
No, Andrea, yo no deseaba entonces ningún hijo de mi marido. Y, sin embargo, vino. Cada tormento físico que sentía me parecía una nueva brutalidad de la vida añadida a las muchas que había tenido que soportar. Cuando me dijeron que era una niña, a mi desgana se unió una extraña congoja. No la quería ver. Me tendí en la cama volviendo la cara... Me acuerdo que era otoño y que detrás de mi ventana aparecía una tristísima mañana gris. Contra los cristales se empujaban, casi crujiendo, las ramas color de oro seco de un gran árbol. La criatura, cerca de mis oídos, empezó a gritar. Yo sentía remordimientos por haberla hecho nacer de mí, por haberla condenado a llevar mi herencia. Así, empecé a llorar con una debilitada tristeza de que por mi culpa aquella cosa gimiente pudiese llegar a ser una mujer algún día. Y así, movida por un impulso compasivo —casi tan vergonzoso como el que se siente al poner una limosna en las manos de cualquier ser desgraciado con quien nos tropezamos en la calle—, arrimé aquel pedazo de carne mía a mi cuerpo y dejé que para alimentarse chupara de mí y así me devorara y me venciera, por primera vez, físicamente...
Carmen Laforet (Nada)
Ser propietaria de una vivienda a mi edad me produce la sensación de que estoy haciendo trampas en la vida. Tal vez si tuviera hijos podría llevar la cabeza más alta; sin embargo, no hay el menor atisbo de que me vaya a quedar encinta, como si mis entrañas percibieran mi talante deshonesto.
Yukiko Motoya (Mi marido es de otra especie)
Cuando un hijo no toma de sus padres, los rechaza o juzga, les dice: “Tal como son no los tomo, quiero que sean diferentes”, está atacando el orden. Este hijo no reconoce la realidad: que recibió la vida justo de estos padres y que de ninguna manera puede tener otros padres. En este sentido, todos los padres siempre son los correctos (no los ideales) porque sin ellos no habríamos nacido. Al no tomarlos, el hijo se cierra y se siente vacío y podría llegar a la falta de éxito y plenitud en la vida. Por el contrario, cuando un hijo reconoce: “Ustedes son mis padres y son los correctos para mí, tal como son, y yo soy correcto porque tengo justo estos padres”, entonces un hijo abre su corazón y se siente rico, independientemente de cómo sean sus padres.
Ingala Robl (Secretos de familia (Spanish Edition))
«En este momento crepuscular de mi vida me siento más cerca del Señor a quien he servido. Abandono todas mis deficiencias en la misericordia infinita de su corazón, seguro de su comprensión y amor. En las largas horas de mi forzada inacción, puedo considerar reposadamente mi pasado y mi presente. Me esfuerzo así por cooperar con la gracia divina en el proceso de purificación y conversión permanente a que tan repetidamente he instado a la Compañía». Y recordaba sus dos últimas opciones, como testamentarias, a sus hijos: los refugiados y los jóvenes, manipulados especialmente por la droga[31
Pedro Miguel Lamet (ARRUPE. Testigo del siglo XX, profeta del XXI (Jesuitas) (Spanish Edition))
«La Creación es luz y sombra a la vez; de otra manera, la película no sería posible. El bien y el mal de maya deben siempre alternarse en su supremacía. Si el gozo fuese continuo en este mundo, ¿buscaría el hombre algún otro? Sin sufrimiento, difícilmente trata de recordar que ha abandonado su eterno hogar. El dolor es un aguijón al recuerdo. El medio de escape es la sabiduría. La tragedia de la muerte es irreal; aquellos que tiemblan ante ella son como un actor ignorante que muere de miedo en el escenario, cuando solamente le ha sido disparado un cartucho vacío. Mis hijos son los hijos de la luz; ellos no dormirán para siempre en la ilusión».
Paramahansa Yogananda (Autobiografia de un Yogui (Self-Realization Fellowship))
Saludos, Damián González. Es tu padre, dejando que la tinta trace las palabras que mi corazón apenas puede sostener. Te extraño enormemente, campeón. Aunque alguna vez te enseñé que los hombres no lloran, la verdad es que mis lágrimas son testigos silenciosos de la añoranza que me embarga al recordarte.
César Reyes (Una Carta a mi Hijo Muerto (Spanish Edition))
RETRATO Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada. Converso con el hombre que siempre va conmigo —quien habla solo espera hablar a Dios un día—; mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía. Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado (Campos de Castilla)
Oración para que las madres recen por sus hijos Mi Señor Padre eterno, Fuente de todo consuelo, Te ruego por los hijos Que me has regalado. Tú que ya pensaste en ellos Antes de la creación del mundo Y que les quieres mucho más que yo, Bendícelos siempre, Envía a tus ángeles Para que sus pies no tropiecen Y no les dejes caer en la tentación. Mi Señor Jesucristo, Que quisiste nacer en una familia, Por tu bendita Madre, Que tanto sufrió al verte en la Cruz, Apiádate de mis lágrimas Y concede a mis hijos La fe que vale más que el oro Y la vida eterna. Mi Señor Espíritu Santo, Sé para ellos Brisa suave que alivie sus penas, Fuego que arda en sus corazones Y Maestro que les enseñe a orar, Para que nunca se desvíen Del camino que lleva al cielo Y un día podamos sentarnos juntos En el banquete del Reino Que dura para siempre. Amén.
F.A. Forbes (5 vidas de santos inolvidables (Spanish Edition))
Cuando descubrí lo que era coger le pregunté a mi madre, con la sorpresa, la inocencia y el espanto de la infancia, si eso que me habían dicho mis amigas era cierto, si de verdad las mujeres debían dejar que los hombres «metieran su pito» dentro de una. Mi madre me miró, se tomó un instante y luego dijo: «No lo pienses así, es como cuando uno tiene hambre y come, o tiene sed y toma agua». No mencionó el amor. Ni siquiera los hijos por venir.
Claudia Piñeiro (Un comunista en calzoncillos)
Si hay que llamar a las cosas por su nombre, el tuyo va que ni pintado: eres la alegría de mi vida. Quererte ha sido lo único que me ha resultado fácil en el mundo.
Eleanor Rigby (Si te tientan mis labios (Los hijos de la Infamia, #2))
Porque estos últimos años no he sentido nada por nadie de carne y hueso. Ni culpabilidad, ni remordimiento, ni amor, ni pasión. Pero por ti no hay nada que no sienta. Así que lo siento, lo siento todo.
Eleanor Rigby (Si te tientan mis labios (Los hijos de la Infamia, #2))
»Nunca había oído decirlo de esa manera, pero se me quedó. Tanto que ahora se lo digo a mi hijo: “¿Es un sueño o es una meta?”. Porque un sueño es algo con lo que fantaseas y que probablemente nunca llegará a ocurrir. Una meta es algo que planificas, en lo que trabajas y que alcanzas. Siempre he visto así mis cosas. Mis modelos de éxito eran personas con metas bien estructuradas y que después se fijaron un plan para alcanzar esas cosas. Creo que eso es lo que impresionó de Arnold [Schwarzenegger]. Es lo que me impresionó de mi suegro [Vince McMahon].» Preocuparse ahora no va a cambiar nada «Soy amigo de Floyd Mayweather, y una vez lo acompañé al cuadrilátero, creo que cuando luchó contra Marquez. Yo quería ver algunas de las peleas preliminares y llegamos temprano. Al poco, algunos de los suyos se acercaron a mí y me dijeron: “Floyd quiere saludarte antes de empezar a prepararse, charlar contigo unos minutos”. Así que Steph, mi mujer, y yo fuimos a su vestuario y lo encontramos tumbado en el sofá viendo un partido de baloncesto. Dijo: “Hola, sentaos”. Así que nos ponemos a charlar un poco,
Timothy Ferriss (Armas de titanes: Los secretos, trucos y costumbres de aquellos que han alcanzado el éxito (Deusto) (Spanish Edition))
El Crecimiento Espiritual es importante para poder dar mejores frutos y lograr el objetivo del matrimonio espiritual. En la etapa unitiva, El Señor es nuestro amigo, nos revela sus secretos. Juan 15,15. se aumenta el gozo, la humildad, se vencen los temores del sufrimiento o las pruebas, gran anhelo de servir a Dios, y muchos frutos. Don de conocimiento, sabiduría infusa, se está más en la presencia de Dios. San Padre Pio nos dice que la conversión de una persona es más grande milagro que la sanación del cuerpo físico. Si fuera posible querría conseguir del Señor, solamente esto: “No me dejes ir al paraíso mientras el último de mis hijos, la última persona encomendada a mis cuidados sacerdotales, no haya ido delante de mí…y me coloque a la puerta y no pase hasta que no haya visto entrar al último de mis hijos e hijas espirituales
Cristian Diaz (Porque es importante crecer espiritualmente San Padre Pio)
Tengo tres hijos minusválidos en casa. Vine a Medjugorje para pedir a Dios que los curara y quería saber por qué Él me ha enviado esta cruz. ¡Pero ahora lo entiendo! Lo entendí cuando estaba rezando. ¿Por qué no debería haberme enviado Dios esta cruz? ¡Significa que puedo llevarla! Él confía en mí y yo tengo que confiar en Él. Él me ayudará cuando sea demasiado pesada. Tengo muchas ganas de volver a casa y besar a mis hijos. Soy tan bienaventurada por tenerlos».
Mirjana Soldo (My Heart Will Triumph)
PAPÁ OLVIDA W. Livingston Larned Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado.
Dale Carnegie (Cómo ganar amigos e influir sobre las personas: Versión completa)
Nunca hubo tanta paz en mi vida como aquel día que, apoyada en tu regazo, me contaste tu infancia. Lo confieso, pensé: Ojalá mis hijos sean como ella y lleven su alma.
Elvira Sastre (Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo)
¿Qué les diría a quienes se extrañan de que sea cordial con referentes importantes de la izquierda? Yo soy cordial con todos, porque todos son hijos de Dios. Si yo a priori empiezo a seleccionar gente, voy listo. Soy pastor de todos.
Javier Martínez-Brocal (Papa Francisco. El sucesor: Mis recuerdos de Benedicto XVI)
Los jóvenes deben estudiar carreras técnicas o científicas, computación, medicina, ingeniería, como lo hicieron mis hijos, y solo después de los cuarenta abrazar la filosofía, la literatura o la historia. Ahí recién pueden resultar provechosas.
Roberto Ampuero (Nunca volveré a Berlín (Spanish Edition))
Todo mi método de relacionarme con mis hijos consistía en recordarles cosas, alentarlos, darles instrucciones y preocuparme por ellos. Eso era todo lo que yo conocía del amor; tratar de ayudar a la gente y de preocuparme por ellos. No tenía la menor idea de aceptar a los demás tal como eran, tal vez porque nunca me había aceptado a mí misma. Tenía mucho miedo de que en cualquier momento se descubriera que yo no era tan buena como todos los demás. Si bien sabía vestirme bien y me iba bien en los estudios, siempre me sentí un fraude. Por adentro, sabía que estaba llena de defectos. Si la gente me tenía cariño era porque los estaba engañando. Si me conocieran bien, se alejarían.
Robin Norwood (Las mujeres que aman demasiado: El best seller que ha ayudado a millones de mujeres (Spanish Edition))
Y fue así que le di a cada una de las incontables partes de Mí (a todos Mis hijos espirituales) el mismo poder de crear que Yo tengo como el todo.
Neale Donald Walsch (Un diálogo singular (Conversaciones con Dios, #1))
Y don Raúl, doblegado y aturdido y herido de muerte por un revoltijo de enfermedades, sólo atinó a contestarle «ustedes lo que están es metiéndome venenos e infectándome con sus virus a mí porque saben muy bien que si yo sigo vivo voy a seguir denunciando que a mi hijo me lo mataron porque él un día me llamó a contarme que acababa de tener a una hija que ya no quieren dejarnos ver y no sabemos dónde está y también a decirme “papá: yo me voy a salir del ejército porque esto se está poniendo muy feo” y “papá: aquí quieren que yo mate a unos muchachos que no han hecho nada para hacerlos pasar por guerrilleros y yo eso sí no lo voy a hacer”, y yo le contesté “mijo: usted es el que sabe bien qué hacer”, y entonces, como él se negó a matar a los hijos de las madres de Soacha, a él lo empezaron a envenenar como ustedes me están envenenando a mí y se lo llevaron a El Tarra maniatado y atontado con drogas para pegarle un tiro en la cabeza que le destrozó el cráneo, y luego el puntero de la cuadrilla le pegó un tiro al puntero que me lo mató para echarle tierra al asunto, y todo era para que mi hijo no saliera a la calle ni a la justicia a decirle a la gente, que la gente cree lo que quiere creerse, que los soldados de Colombia, por órdenes de los altos mandos militares en colaboración con los presidentes de la república que hemos tenido en los últimos años, han estado asesinando muchachos inocentes con el objetivo de decirle al mundo que están ganando esta guerra pero esta guerra son ellos matando inocentes nada más para que esto no se acabe nunca y se nos vaya la vejez a las unas y a los otros pidiéndole a Dios por las almas de todos y para que se me vaya a mí la eternidad diciéndoles a todos que he denunciado el crimen del Mono en El Ubérrimo y en la Plaza de Bolívar y en el Capitolio y en la Casa de Nariño y en la Fiscalía y en la Procuraduría y en la Defensoría y en la Personería y en las organizaciones de derechos humanos y en la ONU y en la Corte Penal Internacional, que en ninguna parte del Estado han querido investigar nada de nada porque todos son vendidos y todos son cómplices callados con plata detrás de este derramamiento de sangre como yo digo con mis volantes y con las pancartas —que yo puse en mi camión que me compré después de vender todo lo que trabajé yo en la vida y lo tuve que parquear en Bogotá porque ya me había ido por todo el país—, y siempre han querido callarme a mí, a Raúl Carvajal Pérez, con platas y con calabozos y con amenazas de muerte, pero ya están es matándome porque están convencidos de que lo único que les queda es mi muerte».
Ricardo Silva Romero (El libro del duelo)
La vida es una batalla - Escribió en su diario-, y solo quiero equipar a mis hijos con todo el amor y la felicidad posibles, para que se los lleven como armas.
Espido Freire (Llamadme Alejandra)
Yo me lo creo, o al menos lo acepto y me dedico a desarrollar uno de los problemas que me preocupan, el de que en el Opus Dei no se dan amistades reales. Le explico que la amistad precisa compromiso con la otra persona y que en el Opus la lealtad institucional es tan fuerte que no es posible ponerse del lado de la otra persona. Concreto mis ideas en lo que respecta a los sacerdotes, y argumento que esa falta de compromiso con las personas les lleva a distanciarse de la realidad en la que viven. Pongo un ejemplo real: un sacerdote que confiesa todas las semanas a una supernumeraria y que, desde luego, no se olvida de preguntarle si reza el rosario, lleva un año entero sin preguntarle por un hijo drogadicto, aunque conoce la situación, que supone un gran sufrimiento para esa persona.
Antonio Esquivias (El Opus Dei: el cielo en una jaula)
Que no se olviden de mi hijo. Él vivió y fue importante. Estuvo con nosotros físicamente por cuatro años, pero seguirá vivo eternamente en los corazones de quienes lo recordemos. —Que pronuncien el nombre de mi hijo cada vez que puedan; a mí me encanta hacerlo y me encanta también escucharlo: Gabriel. —Que no se alejen de mí cuando estoy triste, quizás no sea buena compañía, pero si estoy así es porque extraño a mi hijo con todas mis fuerzas, no porque no quiera estar con ustedes. —Que se dieran cuenta de que la muerte de un hijo es diferente a cualquier otra pérdida. Es la tragedia más grande y no me gusta que la comparen con la muerte de una madre, un padre, un abuelo o una mascota. —Que si me ven sonriendo, disfrutando un momento, no quiere decir que el dolor se haya ido y que ya estoy bien; y si estoy triste, llorando y no me provoca salir de mi cama, no quiere decir que estoy deprimida y que necesito tratamiento psiquiátrico. —Que sepan que las fechas especiales como los cumpleaños, aniversarios o Navidad, son fechas sumamente dolorosas para nosotros. Desearía que me dijeran que están con nosotros y que tienen a mi hijo presente.
Úrsula Barboza (Me gané el cielo: La muerte de mi hijo, el inicio de una transformación (Spanish Edition))
«Recuerde, Jorge, no se debe mentir. Los pobres lo único que tenemos de valor es la palabra. Cuídela».
Jorge Parra (De mis hijos aprendí: 212 historias para enamorarte de la paternidad (Spanish Edition))
Creo que ya intuí entonces algo que confirmo cada vez que voy a buscar a mis hijos a la escuela: que es una representación a escala y superfiel de la sociedad. Muy mal o muy bien lo tienen que hacer en la vida los niños para no llegar a adultos con el rol que ya adoptan o que se les atribuye en educación infantil.
Desirée de Fez (Reina del grito: Un viaje por los miedos femeninos)
Soñé que estaba cuerda, me desperté y vi que estaba loca. Soñé que estaba cuerda, cuerda, tendida en mi ventana, y en mí habían puesto a secar las sábanas de mis llantos nocturnos. ¡Soñé que tenía un hijo! Me desperté y vi que era una broma. Soñé que estaba despierta, me desperté y vi que estaba dormida.
Gloria Fuertes (Obras incompletas)
te lo suplico, déjame que me quede en cada hostia para ser vida de cada uno de ellos! Para poner en fuga a sus enemigos y ser para ellos luz, fuerza y ayuda en todo. De lo contrario, ¿a dónde irán?, ¿quién los ayudará? Nuestras obras son eternas, mi amor es irresistible, no puedo ni quiero dejar a mis hijos ».
Luisa Piccarreta (Las Horas de la Pasión: Reparación en Divina Voluntad (Spanish Edition))
Mis hijos me dieron el poder exclusivo de soplar en una herida para hacer desaparecer el dolor, de comprender palabras no pronunciadas, de poseer la verdad universal, de ser un hada. Un hada prendada de sus olores.
Kim Thúy (Ru)