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El juez asintió con la cabeza, luego miró hacia Melinda como si quisiese hacerle alguna pregunta o hacer alguna pregunta acerca de ella, pero Vic se dio cuenta de que no quería prolongarlo más, ni quería tampoco investigar más a fondo en su relación con De Lisle. De los ojos del juez se desprendía algo cálido y amistoso cuando miró hacia Vic. –Señor Van Allen, tengo entendido que es usted el dueño de la Greenspur Press de Little Wesley, ¿no es así? –Sí –dijo Vic. –Una editorial estupenda. He oído hablar mucho de ella –dijo, sonriendo como si diese por sentado que cualquier persona culta en aquella región de Massachusetts tenía que haber oído hablar de la Greenspur Press–. ¿Tiene algo más que añadir, señora Van Allen? –Ya le he dicho lo que pienso –dijo Melinda, escupiéndole las últimas palabras con su viejo estilo. –Puesto que esto es un palacio de justicia, tenemos que tener evidencias –dijo el juez con una leve sonrisa–. A menos que alguien pueda ofrecer alguna evidencia de que la muerte no se debió a circunstancias accidentales, tendré que declarar cerrado este interrogatorio. Esperó. No habló nadie. –Declaro cerrado este interrogatorio con un veredicto de muerte debida a causas accidentales. –Sonrió–. Muchas gracias a todos por comparecer. Buenas tardes.
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