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No se atrevía a afirmar de nadie, ahora, que fuera esto o aquello. Se sentía muy joven; al tiempo que inefablemente avejentada. Penetraba en todas las cosas como un cuchillo; y a la vez se quedaba fuera, observando. Tenía un perpetuo sentir, al mirar los taxis, de estar fuera, lejos, muy lejos, mar adentro y sola; siempre tuvo la impresión de que vivir era muy, muy peligroso, aunque sólo fuese un día. Y no es que se creyese lista, o muy fuera de lo normal. Cómo se las había arreglado en la vida con las cuatro cosillas que Fräulein Daniels les había enseñado, no se lo explicaba. No sabía nada; ni idiomas, ni historia, apenas si leía ya algún libro (salvo memorias en la cama); y sin embargo a ella le resultaba absolutamente absorbente; todo esto; los coches que pasan; y no se habría atrevido a afirmar de Peter, a afirmar de ella misma; soy esto, soy aquello.
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Virginia Woolf (Mrs. Dalloway)