Los Padres Quotes

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Llega un momento en que nos damos cuenta de que nuestros padres no se pueden salvar a ellos mismos ni salvarnos a nosotros,que a todos los que navegan por el tiempo,tarde o temprano,la corriente los arrastra hacia el mar, y que, en pocas palabras, todos nos vamos.p
John Green (Looking for Alaska)
Pasa que los cronopios no quieren tener hijos, porque lo primero que hace un cronopio recién nacido es insultar groseramente a su padre, en quien oscuramente ve la acumulación de desdichas que un día serán las suyas.
Julio Cortázar
El padre y la madre ya están muertos. Somos los hijos de Hollywood, del porno, de la píldora, de la telebasura, de Internet y del cybercapitalismo.
Paul B. Preciado
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: "amor, amor", y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: "¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!". Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida. Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: "Cultura". Cultura porque sólo a través de ella se puede resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz. Medio pan e un libro. Locución de Federico García Lorca al pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada)
Federico García Lorca
Mis padres bailaron juntos; mi madre con la cabeza apoyada en el pecho de mi padre. Ambos tenían los ojos cerrados y parecían perfectamente satisfechos. Si encuentras a una persona así, alguien a quien puedas abrazar y con la que puedas cerrar los ojos a todo lo demás, puedes considerarte muy afortunado. Aunque solo dure un minuto, o un día. Después de tantos años, esa imagen de mis padres meciéndose suavemente al son de la música es, para mí, la imagen del amor.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Una vez, tu finado padre nos dijo que no se puede medir el tiempo por días, como el dinero por centavos o pesos, porque los pesos son iguales y cada día es distinto y tal vez cada hora. No comprendí muy bien lo que decía, pero me quedó grabada la frase.
Jorge Luis Borges (Brodie's Report)
Los padres no estamos en la vida de nuestros hijos para generar en ellos NUESTRAS expectativas, sino para guiarlos y animarlos en las expectativas que cada uno se formará para su propia vida.
Miguel Ángel Núñez (111 Sugerencias para padres de adolescentes)
Los niños quieren a sus padres, aunque estos no se lo merezcan; es inevitable.
Julianna Baggott (Pure (Pure, #1))
—No se madura, Leo—replicó su padre antes de acelerar y dejarlo de pie en el aparcamiento—. Sólo se envejece.
Domingo Villar (La playa de los ahogados (Leo Caldas, #2))
Poseidón, sacudidor de tierras, portador de tormentas, padre de los caballos. Salve Perseus Jackson, hijo del Dios del mar.
Rick Riordan (The Lightning Thief (Percy Jackson and the Olympians, #1))
Los niños luchaban con desesperación por amar a sus padres. De hecho, antes que odiar a un padre, elegían odiarse a sí mismos.
Ryū Murakami (Piercing)
Nuestra vida son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir
Jorge Manrique (Coplas a la muerte de su padre)
- Mi padre solía decir que la vida no da segundas oportunidades. - Sólo se las da a aquellos a los que nunca les dio una primera. En realidad son oportunidades de segunda mano que alguien no ha sabido aprovechar, pero son mejores que nada.
Carlos Ruiz Zafón (The Angel's Game (The Cemetery of Forgotten Books, #2))
Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos buenos amigos. Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes. Tus padres te tuvieron. Que tus padres te alimenten siempre, y págales con mala moneda. A mi qué. Jamás ahorres. Nunca te vuelvas una persona seria. Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta. Elimina las treguas recoge tu hogar en el daño, el exceso y la tembladera. Todo es tuyo. A todo tienes derecho y cóbralo caro.
Andrés Caicedo (¡Que viva la música!)
Cuando eres niña, crees que los padres solo pueden hacer cosas ejemplares, y luego te enteras de que solo hacen lo que pueden.
Anna Pacheco (Listas, guapas, limpias)
Cuando era niño, creía que los padres querían a sus hijos instintivamente. Era lo que me enseñaban en el colegio; y yo acabé creyéndomelo. Pero mis padres parecen reservar todo su amor a mi hermano.
N.H. Kleinbaum (Dead Poets Society)
Pobres tus padres, pobre tú, cuando os encontréis, ciegos de ojos, ciegos de sentimientos, porque los sentimientos con que hemos vivido y que nos hicieron vivir como éramos, nacieron de los ojos que teníamos, sin ojos serán diferentes los sentimientos, no sabemos cómo, no sabemos cuáles, tú dices que estamos muertos porque estamos ciegos, ahí está.
José Saramago (Blindness)
Mi hermano mayor me despertó a medianoche para revelarme el siguiente secreto: — Dentro de poco te dirán que los Reyes Magos son los padres. Se lo dicen a todo el mundo al cumplir tu edad. No te lo creas. Los Reyes Magos existen, pero como los mayores no saben explicar su existencia, dicen eso, que son los padres.
Juan José Millás (Los objetos nos llaman)
Al despedirnos éramos como dos chicos que se han hecho estrepitosamente amigos en una fiesta de cumpleaños y se siguen mirando mientras los padres los tiran de la mano y los arrastran, y es un dolor dulce y una esperanza, y se sabe que uno se llama Tony y la otra Lulú, y basta para que el corazón sea como una frutilla, y...
Julio Cortázar
El sueño mantiene en vida a cualquiera. Los que sueñan no mueren, porque nunca se desesperan. Soñar es tener esperanzas.
Joël Dicker (Los últimos días de nuestros padres)
Me llamo Adeline LaRue, se dice a sí misma. Mi padre me enseñó a ser una soñadora, mi madre a ser la esposa de alguien, y Estele me enseñó a hablar con los dioses.
V.E. Schwab (The Invisible Life of Addie LaRue)
Mi padre dijo que en México todos éramos indios, aun sin saberlo ni quererlo. Si los indios no fueran al mismo tiempo los pobres nadie usaría esa palabra a modo de insulto.
José Emilio Pacheco (Las batallas en el desierto)
Lo importante no es lo que dicen los padres, sino el ejemplo que dan.
Pierre Szalowski (El frío modifica la trayectoria de los peces)
mi conclusión es que la mayoría de los padres no conocen realmente a sus hijos.»
John Green (Bajo la misma estrella)
—Deberías saber lo que es la igualdad. Atiéndeme: todo el mundo nace igual. El trabajo de tu padre en el Gobierno de la prefectura no te otorga ningún derecho a privilegios especiales. No eres distinto a los demás. Escuchadme todos —dijo Sakamochi—. Todos vosotros tenéis historias y pasados distintos y personales. Desde luego, algunos de vosotros provenís de familias acaudaladas, otras de familias pobres. Pero circunstancias que están más allá de vuestro control, como las descritas, no deberían determinar lo que sois. Todos vosotros debéis ser conscientes de lo que sois por vuestros propios medios. Así que, Kyoichi, no pretendas convencernos de que eres alguien especial… ¡porque no lo eres!
Koushun Takami (Battle Royale)
Incluso vestido de cazador de demonios, se dijo Clary, Simon parecía la clase de chico que iría a recogerte a casa para salir y sería educado con tus padres y simpático con tus mascotas. Jace, por otra parte, parecía la clase de chico que pasaría por tu casa y la quemaría hasta los cimientos por diversión.[pp.228]
Cassandra Clare (City of Bones (The Mortal Instruments, #1))
Me llamo Kvothe, que se pronuncia «cuouz». Los nombres son importantes porque dicen mucho sobre la persona. He tenido más nombres de los que nadie merece. Los Adem me llaman Maedre. Que, según como se pronuncie, puede significar la Llama, el Trueno o el Árbol Partido Mi primer mentor me llamaba E’lir porque yo era listo y lo sabía. Mi primera amante me llamaba Dulator porque le gustaba cómo sonaba. Me han llamado Kvothe el Sin Sangre, Kvothe el Arcano y Kvothe el Asesino de Reyes. Todos esos nombres me los he ganado. Los he comprado y he pagado por ellos. Pero crecí siendo Kvothe. Una vez mi padre me dijo que significaba «saber». He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos. Quizá hayas oído hablar de mí.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
No lo entiendes, Urania. Hay muchas cosas de la Era que has llegado a entender; algunas, al principio, te parecían inextricables, pero, a fuerza de leer, escuchar, cotejar y pensar, has llegado a comprender que tantos millones de personas, machacadas por la propaganda, por la falta de información, embrutecidas por el adoctrinamiento, el aislamiento, despojadas de libre albedrío, de voluntad y hasta de curiosidad por el miedo y la práctica del servilismo y la obsecuencia, llegaran a divinizar a Trujillo. No solo a temerlo, sino a quererlo, como llegan a querer los hijos a los padres autoritarios, a convencerse de que azotes y castigos son por su bien.
Mario Vargas Llosa (The Feast of the Goat)
Parte de la arrogancia de la juventud (bueno, digo "juventud" por decir algo)radica en la suposición de que tus padres dejarán todo lo que estén haciendo y te recibirán con los brazos abiertos en cuanto tú decidas aparecer.
Helen Fielding (Bridget Jones’s Diary (Bridget Jones, #1))
—Él es mi alma gemela, es mi mejor amigo. La única persona que realmente me conoce, cuando estoy con él, ya no pienso en todas esas cosas vacías, ya no pienso en el dinero, ni lo que piensen los demás. —Mis padres me miraron como si estuviera loca. —Desde que él entro a mi vida, siento que me he vuelto mejor persona, y yo sé que pase lo que pase él siempre va a aceptarme y no importa lo que pase, siempre voy a amarlo. Nada puede cambiar eso, no importa si me quitan todo lo que poseo, no lo voy a dejar.
Lolo Mayaya (Play With Me)
¿Cuántas personas podrán decir que tuvieron el padre que quisieran tener si volvieran a nacer? Yo lo podría decir. Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido alguien mucho menos feliz
Héctor Abad Faciolince (El olvido que seremos)
En casa intenté con algunas indirectas que mis padres entendiera que ya era hora de que dejaran de decirme que si no me portaba bien Papá Noel no me traería nada. Pero cuando vi la mirada de pánico que mi madre lanzó a mi padre, lo dejé correr. No quería que se pusieran tristes. A veces hay que mentir a los padres para que estén contentos.
Pierre Szalowski (El frío modifica la trayectoria de los peces)
—Los logros de los hijos son una muestra de la educación que recibieron de sus padres.
Christopher Paolini (Brisingr (Inheritance, #3))
Haz lo que tu corazón te diga que es lo correcto porque de todas formas te van a criticar. Mal si lo haces y mal si no lo haces.
Robert T. Kiyosaki (Padre rico. Padre pobre (Nueva edición actualizada). Qué les enseñan los ricos a sus hijos acerca del dinero, ¡que los pobres y la clase media no!)
—Hay cosas que sólo pueden verse entre tinieblas —insinuó mi padre blandiendo una sonrisa enigmática
Carlos Ruiz Zafón (La sombra del viento (El cementerio de los libros olvidados, #1))
un hombre que ama puede ver cosas que los demás no ven. La fe abre puertas.
Michael D. O'Brien (El padre Elías (un apocalipsis) (Spanish Edition))
los satisfechos no son felices, son cómodos; y la comodidad es una enfermedad degenerativa y mortal.
Alma Delia Murillo (La cabeza de mi padre)
Los ceniceros de mi padre eran los crematorios, donde él incineraba las cosas que prefería callar.
Renato Cisneros (La distancia que nos separa)
Todo tiene su momento en el vivir: el momento de llegar, el momento de permanecer y el momento de partir. Una mitad de la vida es para subir la montaña y gritar a los cuatro vientos: «Existo». Y la otra mitad es para el descenso hacia la luminosa nada, donde todo es desprenderse, alegrarse y celebrar.
Joan Garriga (¿Dónde están las monedas? Las claves del vínculo logrado entre hijos y padres)
Los poderes de nuestras familias son muy antiguos. Descendemos de los ángeles. Y tu que eres? Una humana patetica infectada por un parásito. Un monstruo" "Seras siempre increíblemente poderosa, Sophie me dijo la directora. Esperemos que como tu padre sepas utilizar este poder al servicio del Concilio
Rachel Hawkins (Hex Hall (Hex Hall, #1))
Hace treinta años los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin sentirse humillados, sin dejar de ser dignos ni de luchar por el futuro.
Almudena Grandes
Alguna vez había leído que mudarse estaba en tercer lugar entre las situaciones más estresantes, después del duelo y el despido. En los últimos dos años, ella había pasado por las tres: se había muerto su padre, la habían echado del trabajo y se había mudado. Y el tarado de su marido creía que podía soportar todo con voluntad.
Mariana Enríquez (Las cosas que perdimos en el fuego)
Los apellidos son prosa, los nombres poesía. Hay quienes se pasan la vida leyendo la novela irremediable del apellido. Pero en el nombre laten caprichos, intenciones, prejuicios, contingencias, emociones. Y suele ser la única obra que la madre y el padre escriben juntos.
Alejandro Zambra (Literatura infantil (Spanish Edition))
Lo que quiero decir es que, cuando llega, llega por sorpresa. No te levantas con una sensación extraña en el cuerpo. No ves sombras donde no debería haberlas. No se te ocurre decirles a tus padres que los quieres, o incluso puede que salgas sin despedirte de ellos, como hice yo.
Lauren Oliver (Before I Fall)
La indiferencia es la razón misma por la cual nunca podremos dormir tranquilos; un día perderemos todo, no porque seamos débiles y nos aplaste alguien más fuerte, sino porque hemos sido cobardes y no hemos hecho nada.
Joël Dicker (Los últimos días de nuestros padres)
Las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: «¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?» En cambio, os preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?» Sólo entonces creen conocerle.
Antoine de Saint-Exupéry (El Principito)
Mi padre solía hacer algo similar —dice ella—. Esa atractiva, encantadora seducción. Pasé los primeros pocos años de mi vida viendo a mi madre anhelarlo, fuertemente. Amándolo y deseándolo mucho después del tiempo cuando él había perdido el poco interés en ella que había podido contener. Hasta un día cuando yo tenía cinco años y ella se quitó la vida. Cuando fui lo suficientemente mayor para entenderlo, me prometí a mi misma que no sufriría por nadie. Tomará mucho más que esa encantadora sonrisa tuya para seducirme.
Erin Morgenstern (The Night Circus)
Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Te joden bien, tu padre y tu madre. Quizá no sea su intención, pero lo hacen. Te han colmado con los fallos que ellos tenían Y han añadido algo extra, sólo para ti. Pero ellos fueron jodidos a su vez Por cretinos vestidos con abrigos y sombreros anticuados, Que la mitad del tiempo se comportaban entre ñoños y severos Y la otra mitad se la pasaban peleando. La miseria se transmite de persona en persona. Se va haciendo tan honda como una fosa marina. Sal de aquí tan pronto como puedas, Y no tengas hijos.
Rosa Montero (La ridícula idea de no volver a verte)
En el mundo había gente tan parecida entre sí que se los podría tomar por padres e hijos. Pero difícilmente existieran muchos en el mundo. Tal vez hubiera un solo hombre que pudiera corresponderse con una muchacha y una sola joven que combinara con un hombre. Solo uno para algún otro; y tal vez en todo el mundo una sola pareja posible. Viven como extraños, sin suponer ningún tipo de lazo entre ellos y hasta ignorantes de la existencia del otro. Por casualidad suben a un mismo tren, se reúnen por primera vez y probablemente nunca vuelvan a encontrarse. Treinta minutos en el curso de toda una vida. Se separan sin decirse una palabra. Habiendo estado sentados uno al lado del otro, sin mirarse, sin darse cuenta del parecido, se alejan siendo parte de un milagro del que no tomaron conciencia. Y el único admirado por la rareza de todo eso es un extraño que se pregunta si, al ser un accidental testigo, no estará participando de un milagro.
Yasunari Kawabata (The Sound of the Mountain)
Quiero ver con mis propios ojos a la cierva durmiendo junto al león, a la víctima besando a su verdugo. Sobre este deseo reposan todas las religiones, y yo tengo fe. Quiero estar presente cuando todos se enteren del porqué de las cosas. ¿Pero qué papel tienen en todo esto los niños? No puedo resolver esta cuestión. Todos han de contribuir con su sufrimiento a la armonía eterna, ¿pero por qué han de participar en ello los niños? No se comprende por qué también ellos han de padecer para cooperar al logro de esa armonía, por qué han de servir de material para prepararla. Comprendo la solidaridad entre el pecado y el castigo, pero esta no puede aplicarse a un niño inocente. Que este sea culpable de las faltas de sus padres es una cuestión que no pertenece a nuestro mundo y que yo no comprendo.
Fyodor Dostoevsky (Los Hermanos Karamazov (Spanish Edition))
Vi a mi padre aterrado, que era como si te quitaran el suelo de los pies.
Juan José Millás (El mundo)
Yo no soy entendida en política ni economista. Soy simplemente una mujer que padeció, que perdió a su marido, a sus padres, a sus hijos y a sus amigos. Yo sé que el mundo tendrá que compartir colectivamente la responsabilidad. Los alemanes pecaron criminalmente, pero lo mismo hicieron las demás naciones aunque sólo sea por negarse a creer y a afanarse día y noche en salvar a los desventurados y desposeídos, por cuantos medios estuviesen a su alcance. Sé que si la gente de todo el mundo se propone que de ahora en adelante reine una justicia indivisible y que no haya más Hitlers, algos se conseguirá. Indudablemente, todos aquellos cuyas manos se hayan manchado con sangre nuestra, bien sea directa bien indirectamente, tienen que pagar por los crímenes que han cometido, lo mismo si son hombres que si son mujeres.
Olga Lengyel
La peor consecuencia de la vejez es que los demás invaden tu intimidad. Ya nadie respeta las manías, las costumbres, tu forma particular de hacer las cosas, desde la higiene a la organización del día. Alguien, con la intención de ayudar, se ocupa de ti. Pero ocuparse de ti es ocupar tu territorio íntimo. La independencia perdida de mi padre le transformó en un señor malhumorado. La incapacidad para valerse solo le enfrentó con los demás.
David Trueba (Tierra de campos)
Había una vez un pobre granjero escocés que escuchó un lamento en un pantano. Al aproximarse descubrió a un joven que poco a poco se ahogaba en el lodo y en el estiércol, así que sin pensarlo salvó al muchacho de una muerte espantosa. Al otro día, un acaudalado noble llegó a su humilde vivienda (era el padre del muchacho que había salvado). En señal de gratitud, este noble le ofreció al granjero pagar los estudios de su hijo en las mejores universidades. Muchos años después, el hijo del noble enfermó de pulmonía, pero Alexander Fleming le salvó la vida, era el hijo del granjero que se había graduado en la escuela médica del St. Mary´s Hospital en Londres y había inventado la penicilina. Por cierto, el hijo del noble era Winston Churchill. Favor con favor se paga.
Alejandro Llantada (El libro negro de la persuasión)
Llevara el nombre de su padre: Anthony Alexander Barrington. ¡Soldado! Deja que acune tu cabeza y acaricie tu rostro, déjame que bese tus queridos y dulces labios, que llore a través de los mares y que susurre a través de la helada tierra rusa lo que siento por ti... Luga, Ladoga, Leningrado, Lazarevo... Alexander, una vez me llevaste a mí, y ahora yo te cargo a mi eternidad. A través de Finlandia, a través de Suecia, a Estados Unidos, con la mano extendida, me levanto y avanzo, con el corcel negro al galope y sin jinete en mi estela. Tu corazón, tu fusil, me consolarán, serán mi cuna y mi tumba. Lazarevo te trae a mi alma, en los amaneceres y en las noches de luna junto al Kama. Cuando me busques, búscame allí, porque es allí donde estaré todos los días de mi vida.
Paullina Simons (The Bronze Horseman (The Bronze Horseman, #1))
Ser padre es muy distinto a la maternidad. A las mujeres les crece dentro el hijo, las antoja, les duele, les da náuseas, los patea por dentro. En cambio, ser padre es que los demás digan: 'este es tu hijo'. Es si acaso, una patada por fuera. Es una palabra. Es algo a lo que se puede uno acostumbrar o rechazar. Esa lejanía, esa posibilidad de tomar distancia. La madre no puede hacer eso. Es lo cercano, lo que envuelve, lo que cuida. El padre puede desatenderse, evadir, quedarse callado. Ser hijo de un padre es mucho más complejo que serlo de una madre. Al padre se le idealiza cuando está ausente, y cuando no, se le perdona tras una visita, una caricia tosca en el cabello, una palmada mal dada. Ser hijo es una tarea de abandono
Fabrizio Mejía Madrid (Nación TV. La novela de Televisa)
A los mayores les encantan las cifras. Si les hablas de un nuevo amigo tuyo, nunca te preguntarán por lo esencial. Nunca te dirán: "¿Cuál es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que más le gustan? ¿Colecciona mariposas?" Te preguntarán: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Sólo entonces creerán conocerlo. Si dices a los mayores: "He visto una bonita casa de ladrillos color rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado...", no conseguirán imaginarse esa casa. Hay que decirles: "He visto una casa de cien mil francos". Entonces exclaman: "¡Qué fabuloso!
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
dime ¿dónde está el cementerio de aquello que vivimos? ¿Dónde están las caricias de mi madre, los abrazos de mi padre, los besos de mi abuela, las palabras de mi hermano? Gainisg, no pueden simplemente desaparecer. No puede morirse toda la vida al morir. Algo debe quedar en esa bruma impenetrable que es la muerte. Así sean migajas de todo aquello que alguna vez existió.
Guillermo Arriaga (El salvaje)
-No somos lo que deseamos ser,Somos lo que la sociedad exige.Somos lo que nuestros padres eligieron.No queremos decepcionar a nadie,sentimos una gran necesidad de ser amados.Por eso reprimimos lo mejor de nosotros mismos.Poco a poco,lo que era la luz de nuestros sueños se convierte en el monstruo de nuestras pesadillas.Son los deseos no realizados,las posibilidades no vividas.
Paulo Coelho (Adultery)
Vivir en el tiempo equivale a cambiar. La sequía y monotonía que tu paciente está atravesando ahora no son, como gustosamente supones, obra tuya; son meramente un fenómeno natural. Nuestro objetivo de guerra es un mundo en el que Nuestro Padre de las Profundidades haya absorbido en su interior a todos los demás seres; el Enemigo desea un mundo lleno de seres unidos a Él pero todavía distintos.
C.S. Lewis (The Screwtape Letters)
Cantar el himno nacional completo, nos empleaba varios minutos todos los Lunes, en total ciento cuarenta y seis versos. Pero el Padre Malaquías nos advirtió: «Decirlo así está prohibido en México, lo prohibió oficialmente el Presidente Ávila Camacho, en la estrofa cuatro y en la siete se alude a Santa Anna y a Iturbide y eso ya no se vale». Siempre hemos sido un País al que le mochan los héroes.
José Armando López Freeman (Las miradas exactas (Spanish Edition))
-Si te llevas un libro a un viaje –le había dicho Mo cuando introdujo el primero en la caja- sucede algo muy extraño: el libro empezará a atesorar tus recuerdos. Más tarde, bastará con abrirlo para trasladarte al lugar donde lo leíste por vez primera. Y con las primeras palabras recordarás todo: las imágenes, los olores, el helado que te comiste mientras leías… Créeme, los libros son como esas tiras de papel matamoscas. A nada se pegan tan bien los recuerdos como a las páginas impresas. Seguramente tenía razón. Pero Meggie se llevaba en cada viaje sus libros también por otro motivo. Eran su hogar cuando estaba fuera de casa: voces familiares, amigos que nunca se peleaban con ella, amigos inteligentes, poderosos, audaces, experimentados, grandes viajeros curtidos en mil aventuras. Sus libros la alegraban cuando estaba triste y disipaban su aburrimiento mientras su padre cortaba el cuero y las telas y encuadernaba de nuevo viejas páginas que se habían tornado quebradizas por los incontables años y dedos que habían pasado por sus hojas. Algunos libros la acompañaban siempre; otros se quedaban en casa porque no se adecuaban a la finalidad del viaje o porque tenían que dejar sitio para una nueva historia aún desconocida.
Cornelia Funke (Inkheart (Inkworld, #1))
«Aguja era Robb, Bran, Rickon, su madre y su padre, hasta Sansa. Aguja era los muros grises de Invernalia y las risas de sus habitantes. Aguja era las nieves del verano, los cuentos de la Vieja Tata, el árbol corazón con sus hojas rojas y su rostro aterrador, el cálido olor a tierra de los jardines de cristal, el sonido del viento del norte contra los postigos de su habitación. Aguja era la sonrisa de Jon Nieve»
George R.R. Martin (A Feast for Crows (A Song of Ice and Fire, #4))
No sé si habéis visto alguna vez un mapa de la mente de una persona. A veces los médicos trazan mapas de otras partes vuestras y vuestro propio mapa puede resultar interesantísimo, pero a ver si alguna vez los pilláis trazando el mapa de la mente de un niño, que no sólo es confusa, sino que no para de dar vueltas. Tiene líneas en zigzag como las oscilaciones de la temperatura en un ráfico cuando tenéis fiebre y que probablemente son los caminos de la isla, pues el País de Nunca Jamás es siempre una isla, más o menos, con asombrosas pinceladas de color aquí y allá, con arrecifes de coral y embarcaciones de aspecto veloz en alta mar, con salvajes y guaridas solitarias y gnomos que en su mayoría son sastres, cavernas por las que corre un río, príncipes con seis hermanos mayores, una choza que se descompone rápidamente y una señora muy bajita y anciana con la nariz ganchuda. Si eso fuera todo sería un mapa sencillo, pero también está el primer día de escuela, la religión, los padres, el estanque redondo, la costura, asesinatos, ejecuciones, verbos que rigen dativo, el día de comer pastel de chocolate, ponerse tirantes, dime la tabla del nueve, tres peniques por arrancarse un diente uno mismo y muchas cosas más que son parte de la isla o, si no, constituyen otro mapa que se transparenta a través del primero y todo ello es bastante confuso, sobre todo porque nada se está quieto.
J.M. Barrie (Peter Pan)
Querido padre: Me preguntaste una vez por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo, y en parte porque en los fundamentos de ese miedo entran demasiados detalles como para que pueda mantenerlos reunidos en el curso de una conversación. Y, aunque intente ahora contestarte por escrito, mi respuesta será, no obstante, muy incomprensible, porque también al escribir el miedo y sus consecuencias me inhiben ante ti, y porque la magnitud del tema excede mi memoria y mi entendimiento.
Franz Kafka (Letter to His Father)
Nuestro padre le había enseñado a analizar las cosas que temía. Así que ir de trato o truco con él, cuando era pequeño, era como escuchar una reunión de información técnica: —Eso no es una bruja de verdad, es una figura de plástico con luces LED para los ojos y una pista pregrabada de chirridos. Esas no son tumbas reales, sino que son de PVC moldeadas en forma de lápidas, con frases espeluznantes escritas por un escritor de bromas. Esos no son verdaderos demonios que vienen por la calle, esos son los chicos de laescuela secundaria vestidos con trajes que consiguieron en Walgreens o tal vez por medio de un pedido en línea... Y todo el tiempo Alex había apretado mi mano, como si le ofreciera el último vínculo con la cordura. Me había gustado ser su protector, el que le hiciera sentirse seguro. Razón por la cual me sentía aún peor por haberlo atacado.
Emmy Laybourne (Monument 14 (Monument 14, #1))
El cielo está tan alto, y mis ojos tan sin mirada, que vivía contenta con saber dónde quedaba la tierra. Además, le perdí todo mi interés desde que el padre Rentería me aseguró que jamás conocería la gloria. Que ni siquiera de lejos la vería… Fue cosa de mis pecados; pero él no debía habérmelo dicho. Ya de por sí la vida se lleva con trabajos. Lo único que la hace a una mover los pies es la esperanza de que al morir la lleven a una de un lugar a otro; pero cuando a una le cierran una puerta y la que queda abierta es nomás la del infierno, más vale no haber nacido… El cielo para mí, Juan Preciado, está aquí donde estoy ahora.
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
―Es algo que mi padre solía decir cuando yo era un niño. Hacia el infinito, significa que ves algo sin final. Nick no lo entendió. ―El infinito es interminable. ―Eso es correcto, lo que significa que seguirás adelante y adelante sin importar lo que ocurra o los obstáculos que encuentres. Por encima, por debajo, alrededor o a través. Siempre hay un camino. Y si tienes que perseguir algo hasta el infinito, ponte tus pantalones de chico mayor, calzate tus botas y en marcha.
Sherrilyn Kenyon (Infinity (Chronicles of Nick, #1))
La relación entre el padre y el hijo es curiosa. El coronel, eso se nota de inmediato, ama a su hijo por encima de sus deberes como militar, un amor que naturalmente no es correspondido, aún le falta mucho al hijo para comprender al padre, para comprender la soledad, el triste destino al que todos los seres están abocados.
Roberto Bolaño (El secreto del mal)
Si os he referido estos detalles acerca del asteroide B 612 y si os he confiado su número es por las personas grandes. Las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: '¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?' En cambio, os preguntan: '¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?' Sólo entonces creen conocerle. Si decís a las personas grandes: 'He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo...', no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: 'He visto una casa de cien mil fracos'. Entonces exclaman: '¡Qué hermosa es!' Si les decís: 'La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía, y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe', se encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. Pero si les decís: 'El planeta de donde venía es el asteroide B 612', entonces quedarán convencidos y os dejarán tranquilo sin preguntaros más. Son así. Y no hay que reprocharles. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes. Pero, claro está, nosotros que comprendemos la vida, nos burlamos de los números.
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
Quiere a tu maestro, porque pertenece a la gran familia de cincuenta mil docentes primarios, esparcidos por toda la geografía de Italia, y que son como los padres intelectuales de los millones de chicos que crecen contigo, unos trabajadores no conceptuados merecidamente y mal pagados, que preparan para nuestra patria una generación mejor, más próspera y desarrollada que la presente. No me satisfará el cariño que me tienes si no lo profesas también a todos los que te hacen algún bien y entre ellos ha de ocupar el primer lugar tu maestro, después de tus padres. Quiérele como querrías a un hermano mío; quiérele cuando te complace y cuando te regaña, cuando a tu parecer, obra con injusticia y cuando creas que es injusto; quiérele cuando se muestre afable y de buen humor, pero más todavía cuando lo veas triste. Quiérele siempre. Pronuncia en todo momento con respeto el nombre de maestro que, después del de padre,es el más noble y dulce que un hombre puede dar a otro.
Edmondo de Amicis (Cuore)
¡Oh, gracias a Dios, Liam está aquí! Mi ritmo cardíaco comenzó a disminuir, mientras lo sentía presionar sus labios contra mi cuello, respirar lentamente y tranquilizarme acariciando mi espalda. Traté de igualar mi respiración con la suya. Me concentré en la sensación de los latidos de su corazón constantes contra mi pecho y las manchas negras poco a poco empezaron a desvanecerse. Después de unos minutos recuperé el control de mis brazos y los envolví apretadamente alrededor de su cintura, aferrándome a él como si fuera la única cosa que impidiéndome caer al borde de un abismo. Mi padre iba a volver, pero estaba con Liam, que no dejaría que nada me hiciera daño, lo sabía. Así que empecé a sentirme segura en sus brazos. Después de lo que pareció una eternidad, fui capaz de inclinarme hacia atrás para mirarlo...
Kirsty Moseley
—En París, es común reconocer a alguien atractivo. El francés no desvía la mirada como otras culturas lo hacen. ¿No te habías dado cuenta? St. Clair piensa que soy atractiva. Me llamó hermosa. —Créeme, no quieres dormir en mi cama. Me estoy tele transportando a Atlanta. Te estoy recogiendo, e iremos a algún lugar donde nuestras familias no nos encuentren. Nos llevaremos a Seany. Y le dejaremos correr todo lo que quiera hasta que se canse, y luego tú y yo tomaremos una larga caminata. Como Acción de Gracias. ¿Recuerdas? Y hablaremos sobre todo EXCEPTO sobre nuestros padres… O tal vez ni siquiera hablaremos. Simplemente caminaremos. Y seguiremos caminando hasta que el resto del mundo deje de existir. —Anna. —Etienne habla lentamente—. No me hiciste hacer algo que no quería hacer. Mi cara se calienta mientras el conocimiento estalla dentro de mí como dinamita. Le gusto. En verdad le gusto a Etienne. —Si me pides que te bese, lo haré. —Dice. Sus dedos aprietan mis muñecas, y me enciendo en llamas. —Bésame. —Digo. Lo hace. —La engañaba todos los días. En mi mente, pensaba en ti en formas que no podía, una y otra vez. Ella no era nada comparada contigo. Nunca antes me he sentido de esta forma por nadie. —Eres la chica más increíble que he conocido. Eres hermosa e inteligente, y me haces reír como nadie más puede. Y puedo hablar contigo. Y sé que después de todo esto no te merezco, pero lo que estoy tratando de decir es que te amo, Anna. Mucho. —¿Por favor dirías que me amas? Me estoy muriendo aquí.
Stephanie Perkins (Anna and the French Kiss (Anna and the French Kiss, #1))
-Escúchame, Chuck -contestó, haciendo una pausa para calmarse y que no se le quebrara la voz-.No me cabe la menor duda de que tienes padres. Lo sé. Suena horrible, pero estoy seguro de que tu mamá está sentada ahora en tu cuarto, sosteniendo tu almohada, observando por la ventana ese mundo que te arrebató de ella. Y te apuesto a que está llorando. Con fuerza. Los ojos hinchados, los mocos en la nariz: un llanto como debe ser. No dijo nada, pero Thomas escuchó unos ligerísimos gemidos. -No debes rendirte, Chuck. Vamos a solucionar todo y a salir de aquí. Ya soy un Corredor, y prometo por mi vida que te voy a llevar de vuelta a tu habitación. Y tu mamá dejará de llorar. Lo decía en serio. Esa promesa le quemaba el corazón. -Espero que tengas razón -dijo Chuck con voz temblorosa. Hizo el gesto del pulgar hacia arriba en la ventana y se alejó. Thomas se levantó y caminó por el pequeño recinto, ardiendo en deseos de poder cumplir su palabra. -Créeme, Chuck -susurró al aire-.Te juro que te llevaré de vuelta a tu casa.
James Dashner (The Maze Runner (The Maze Runner, #1))
Guapo está. Pero es tan tonto. Pone K en vez de q, en vez de c, en vez de todo, ya ni hablemos de la ausencia total de acentos y signos de interrogación. “Kieres k t compre 1 helado”. ¡Me pongo verde cuando manda esas cosas! Una cosa es estar in y otra ser subnormal. Un día le pregunté por qué hacía esa babosada. —Por ahorrar tiempo. —Pero tu teléfono es nuevo, ¿no? —¿Y eso qué? —Que el celular te completa las frases solito. Te apuesto lo que quieras a que tuviste que meterle la nueva palabra. —¿Y? —Que perdiste más tiempo. —Pero se ve padre. —Se ve horrible. Me duelen los ojos cuando veo tus kas bailoteando por todos lados. —¿Por qué eres tan anticuada? Y no sólo eso, ¡pone “jajaja” en los correos después de alguna dizque broma hilarante! ¿Quién pone “jaja- ja”? Sólo un imbécil que cree ser graciosísimo. Caray, empecé con que no me gustaba y ahora hasta imbécil resultó.
Ana Romero (Algunas primeras veces)
Fui educada este año. Por todos. Por mi hermano pequeño... por The Avett Brothers... por mi madre, mi mejor amiga, mi maestro, mi padre, y por un chico. un chico del que estoy seriamente, profundamente, locamente, increíblemente e indudablemente enamorada... Fui muy educada este año. Por un niño de nueve años de edad. Él me enseñó que está bien vivir la vida un poco hacia atrás. Y cómo reír Ante lo que podría pensar Que no se puede reír. Fui educada este año ¡Por una banda! Me enseñaron cómo encontrar esa sensación de sentir otra vez. Me enseñaron cómo decidir qué ser Y serlo. Fui educada este año. Por una paciente de cáncer. Ella me enseñó mucho. Todavía me sigue enseñando mucho. Me enseñó a cuestionar. Para nunca lamentar. Me enseñó a empujar mis límites, porque para eso es por lo que están allí. Ella me dijo que tengo que encontrar un equilibrio entre la cabeza y el corazón. Y entonces, me enseñó cómo hacerlo... Fui educada este año Por una Niña de Acogida Ella me enseñó a respetar a la mano con la fui tratada. Y a ser agradecida de que incluso fui tratada con una mano. Me enseñó que la familia No tiene porque ser la sangre. A veces, tu familia son tus amigos. Fui educada este año Por mi maestro Él me enseñó que los puntos no son el punto, el punto es poesía... Fui educada este año Por mi padre. Él me enseñó que el héroe no siempre es invencible Y que la magia está dentro de mí.. Fui educada este año por un Chico. un chico del que estoy seriamente, profundamente, locamente, increíblemente e indudablemente enamorada.... Y me enseñó lo más importante de todas las cosas... A poner énfasis Sobre la vida
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
-Tienes el don de hacer reír a los hombres- dijo la septa Lemore a Tyrion mientras secaba los dedos de sus pies. -Deberías estar agradecido al Padre de arriba. Otorga dones a sus hijos. -Es cierto- asintió gratamente. "Y cuando muera, por favor que entierren conmigo una ballesta, así podré agradecer al Padre de arriba por sus dones de la misma manera que agradecí al padre de abajo".
George R.R. Martin (A Dance with Dragons (A Song of Ice and Fire, #5))
Me levanté y empecé a sacar los libros de la mochila. Mi madre se fue de la habitación sin decir nada. Supongo que le hice daño. Supongo que antes también había hecho daño a mi padre. ¿Cómo se coloca todo bien? ¿Como lo consiguen las personas? Porque si te callas demasiadas cosas, un día estalan o se pudren. Pero si las dices, haces daño. Y a veces mueves la mano y sin querer tiras el vaso y se rompe y hay agua y cristales; dicen que eso es fácil de arreglar con una bayeta y barriendo cristales. Lo que no se arregla es que te gustaria clavarte uno, que saliera sangre y no llorar.
Belén Gopegui (Deseo de ser punk)
Aquella noche, Lisio reunió secretamente al grupo de jóvenes del Sur, y les dijo: "Juro por esta espada que vengaré a mi padre y a todos los de nuestra raza, y juro también que aquel de vosotros que reniegue de nuestra consigna, será el más castigado". Los muchachos juraron a su vez. Pero Lisio no se apercibió de la duda que había nacido en todos ellos. Y en breve podría contemplar cuán frágil es la humana naturaleza, cuán frágiles los humanos juramentos y cuán indefensa una espada de niño -aún con tan larga frase como larga hoja-, en soledad contra el egoísmo y la ceguera que cubre la tierra
Ana María Matute (Olvidado rey Gudú)
Furia la sorprendió tomándola entre sus brazos y pegándola a su cuerpo. Le suplicó al oído: —Rafaela, no quiero que mañana se arripienta de ser mi mujer. Deténgame aura si mañana sentirá asco de mí. La sonrisa suave de Rafaela lo desarmó. No recordaba haberla visto tan tranquila ni dueña de sí. Lo que ella expresó a continuación, le arrancó lágrimas, a él ,que desde la muerte de sus padres no había vuelto a derramarlas. —Lo amo, señor Furia, así como es usted, mal hablado, pendenciero, con argollas en la oreja, con un genio que hace honor a su apellido y hasta con olor a caballo. Lo amo como nunca amé a nadie porque nunca conocí a nadie con su nobleza, su pasión por el trabajo y su respeto por el prójimo. Lo admiro por su coraje, señor Furia, y por su orgullo sin vanidad. Lo amo porque usted es de las pocas personas que le mostró cariño a Mimita. Pero sobre todo lo amo porque a su lado no tengo miedo. —¡Rafaela! —exclamó, enloquecido, y la abrazó con fiereza, sacudiéndola como si se tratase de una muñeca rellena de estopa en su codicia por conquistar con la boca y las manos cada centímetro de su cuerpo. Ella siguió hablándole, con el aliento entrecortado, con la cabeza echada hacia atrás y el cuello expuesto a los besos, los mordiscos y a la intemperancia del gaucho. —No lo conozco. Poco sé de su vida y de su índole. Sin embargo, confío, confío ciegamente en usted, señor Furia.
Florencia Bonelli (Me llaman Artemio Furia)
Soy uno/a con la vida, y toda la vida me ama y apoya. Por eso tengo derecho a tener un corazón lleno de amor que esta abierto a los demás. Todos actuamos lo mejor posible en cualquier momento, incluso yo. El pasado a quedado atrás y ya no volverá. Yo no soy mis padres ni manifiesto sus patrones de resentimiento. Tengo mi propio y único ser, y elijo abrir mi corazón para que se llene de amor, compasión y compresión, y expulsar de el todos los recuerdos dolorosos del pasado.Tengo la libertad para ser todo cuanto puedo ser. Esta es la verdad de mi ser, y la acepto tal como es. En mi vida todo va bien.
Louise L. Hay (Tu felicidad empieza ahora : alcanza la plenitud aprendiendo a utilizar las afirmaciones)
Así, cuando asistieres a un festín en que abunden los dones de Baco, si una muchacha que te atrae se coloca cerca de ti en el lecho, ruega a este padre de la alegría, cuyos misterios se celebran por la noche, que los vapores del vino no lleguen a trastornar tu cabeza. Allí te será permitido dirigir a tu bella insinuantes discursos con palabras veladas que no escaparán a su perspicacia y se los aplicará a sí misma; escribe en la mesa con gotas de vino dulcísimas ternuras, en las que tu amiga adivine tu pasión avasalladora, y clava en los suyos tus ojos respirando fuego: un semblante mudo habla a las veces con singular elocuencia.
Ovid (Arte de amar / Remedios de Amor)
A veces imagino las relaciones humanas como algo blando, agua o arena, y que al verterlas en un recipiente concreto les damos forma. Así, la relación entre una madre y su hija se vierte en un recipiente etiquetado como 'madre e hija' y adquiere los contornos del envase, y ahí dentro se queda, para bien o para mal. Puede que unas amigas enemistadas hubiesen sido perfectamente felices como hermanas, o algunas parejas casadas como padres e hijos, quién sabe. Pero ¿cómo sería forjar una relación sin ninguna clave de forma preestablecida? Verter el agua y dejar que caiga, ya está. Supongo que no adoptaría ninguna forma, que se escurriría en todas direcciones.
Sally Rooney (Beautiful World, Where Are You)
la admiración por el Padre, símbolo de lo cerrado y agresivo, capaz de chingar y abrir, se transparenta en una expresión que empleamos cuando queremos imponer a otro nuestra superioridad: "Yo soy tu padre" […] No es el fundador de un pueblo; no es el patriarca que ejerce la patria protestad; no es rey, juez, jefe de clan. Es el poder, aislado en su misma potencia, sin relación ni compromiso con el mundo exterior. Es la incomunicación pura, la soledad que se devora a sí misma y devora lo que toca. No pertenece a nuestro mundo; no es de nuestra ciudad; no vive en nuestro barrio. Viene de lejos, está lejos siempre. Es el extraño. Es imposible no advertir la semejanza que guarda la figura del "macho" con la del conquistador español. Ése es el modelo –más mítico que real– que rige las representaciones que el pueblo mexicano se ha hecho de los poderosos: caciques, señores feudales, hacendados, políticos, generales, capitanes de industria. Todos ellos son "machos, "chingones".
Octavio Paz (The Labyrinth of Solitude and Other Writings)
Me contó un montón de cosas que yo no quería oír, cosas que mi madre y mi padre nunca supieron, y que odiarían saber. Lo cabrón que era Billy con ella. Cómo en ocasiones la golpeaba, la humillaba, y la trataba en general como un trozo de mierda excepcionalmente corrompida. "¿Por qué te quedaste con él?" "Era mi chico. Siempre piensas que será diferente, que puedes hacerle cambiar, que tú puedes suponer la diferencia." Eso lo entendía, Pero es un error. Los únicos hijoputas que supusieron alguna vez una diferencia para Billy fueron los Provisionales, y ellos también eran unos cabrones. No tengo ninguna ilusión sobre ellos como luchadores de la libertad. Los muy hijoputas convirtieron a mi hermano en un montón de comida para gatos. Pero ellos sólo tiraron de la palanca. Su muerte fue concebida por esos cabrones anaranjaos que venían por aquí todos los meses de julio con sus fajines y sus flautas, llenando la estúpida cabeza de Billy con insensateces acerca de la corona y la nación y toda esa mierda. Ellos irán a casa felices por el día de hoy. Pueden contarles a todos sus colegas cómo murió asesinado por el IRA uno de la familia mientras defendía el Ulster. Eso alimentará su ira sin objeto, hará que les inviten a copas en los pubs, y consolidará su credibilidad memo-bastarda entre otros tontolabas sectarios.
Irvine Welsh (Trainspotting)
Addie ha tenido trescientos años para practicar el arte de su padre, para reducirse a sí misma a un puñado de verdades esenciales, para aprender cuáles son las cosas sin las que no puede vivir. Y esto es lo que ha decidido: es capaz de prescindir de la comida (su cuerpo no se marchitará). Es capaz de renunciar al calor (el frío no la matará). Pero vivir una vida sin arte, sin maravillas, sin cosas bellas… eso la volvería loca. Se ha vuelto loca. Lo que necesita son historias. Las historias son una forma de preservarse a sí misma. De ser recordada. Y también de olvidar. Las historias se presentan de muchas formas: en carbón, y en canciones, en pinturas, poemas y películas. Y en libros. Ha descubierto que los libros son una forma de vivir mil vidas, o de hallar la fuerza en una muy larga. A dos call
V.E. Schwab (The Invisible Life of Addie LaRue)
No sé yo ahora, hay esa tendencia a encerrar a los niños en una burbuja de felicidad entontencedora y sosiego falso, a no ponerlos en contacto ni siquiera con lo inquietante, y a evitar que conozcan el miedo y hasta que sepan de su existencia creo que circulan por ahí, que hay quienes les dan a leer versiones censuradas, amañadas o edulcoradas de los cuentos clásicos de Grimm y de Perrault y Andersen, desprovistas de lo tenebroso y cruel, de lo amenazador y siniestro , a lo mejor hasta de los disgustos y de los engaños. Una estupidez descomunal desde mi punto de vista. Padres ñoños. Educadores irresponsables. Yo eso lo consideraría un delito, por desamparo y por omisión de ayuda. Porque a los niños los protege mucho percibir el miedo ajeno, y así concebirlo con serenidad, desde su seguridad de fondo; experimentarlo vicariamente, a través de otros, sobre todo por personajes de ficción interpuestos, como un contagio de corta duración. Y además sólo de prestado, y no tanto como fingido. Imaginarse algo es empezar a resistirlo y eso es también aplicable a lo ya sucedido: uno resiste mejor las desgracias si después logra imaginarlas, después de haberlas sufrido. Y claro, el recurso más común de la genta es relatarlas.
Javier Marías
Vi nítidamente a las madres de familia del barrio viejo. Eran nerviosas, eran condescendientes. Callaban con los labios apretados y los hombros caídos o proferían insultos terribles a los hijos que las atormentaban. Se arrastraban flaquísimas, con ojos y mejillas hundidas, o traseros anchos, tobillos hinchados, pechos pesados, las bolsas de la compra, los niños pequeños aferrados a sus faldas pidiendo que los auparan. Santo Dios, tenían diez, como mucho veinte años más que yo. Sin embargo, parecían haber perdido los rasgos femeninos que tanto nos importaban a nosotras, las muchachas, y a los que sacábamos partido con la ropa, el maquillaje. Habían sido devoradas por el cuerpo de sus maridos, de sus padres, de sus hermanos, a quienes terminaban por parecerse cada vez más, a causa de las fatigas o la llegada de la vejez, de la enfermedad. ¿Cuándo empezaba esa transformación? ¿Con las tareas domésticas? ¿Con los embarazos? ¿Con las palizas?
Elena Ferrante (The Story of a New Name (The Neapolitan Novels, #2))
Aquella noche interminable, mientras el coronel Gerineldo Márquez evocaba sus tardes muertas en el costurero de Amaranta, el coronel Aureliano Buendía rasguñó durante muchas horas, tratando de romperla, la dura cáscara de su soledad. Sus únicos instantes felices, desde la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, habían transcurrido en el taller de platería, donde se le iba el tiempo armando pescaditos de oro. Había tenido que promover 32 guerras, y había tenido que violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso los privilegios de la simplicidad.
Gabriel García Márquez (One Hundred Years of Solitude)
Tengo las piernas cortas y retorcidas, y me cuesta caminar. Necesito una silla de montar especial para no caerme del caballo. Por cierto, la diseñé yo mismo, ya que hablamos del tema. Tenía que elegir entre eso o ir en poni. Tengo fuerza en los brazos, pero también son cortos. Nunca seré un espadachín. Si hubiera nacido en una familia de campesinos seguramente me habrían abandonado a la intemperie para que muriera, o me habrían vendido como monstruo de feria. Pero soy un Lannister de Roca Casterly, y eso que se perdieron las ferias. Se esperan cosas de mí. Mi padre fué Mano del Rey veinte años. Después resulta que mi hermano mató a ese mismo rey, ironías de la vida. Mi hermana se casó con el nuevo rey, y ese odioso sobrino que tengo será rey tras su muerte. Debo hacer algo por el honor de mi casa, ¿no te parece? Pero, ¿qué? Puede que tenga las piernas cortas en relación con mi cuerpo, pero la cabeza la tengo demasiado grande, aunque prefiero pensar que es del tamaño adecuado para mi mente. Tengo una idea bastante precisa de cuáles son mis puntos fuertes y mis puntos débiles. Mi mejor arma está en mi cerebro. Mi hermano tiene su espada, el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente...Pero una mente necesita de los libros igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo...Por eso leo tanto, Jon Nieves.
George R.R. Martin
La ducha es un lugar de inspiración caro y antiecológico, pero las canciones saben a lluvia. Además es una manera de rebelarme contra los rigores de mi padre. Cuando vivía con él, bastaba que me oyera abrir el grifo de la ducha para golpear la puerta del baño desde fuera. ¡Esa agua, no hace falta gastar tanta para una ducha! ¡Cuando te enjabonas cierra el grifo! Si te sonabas los mocos bajo el chorro de agua, se indignaba. Pero, hombre de Dios, ¿tú sabes el agua que derrochas así?, me increpaba tras la puerta. ¿Crees que tus mocos merecen desperdiciar el agua de un río? El agua malgastada, la luz sin apagar, la nevera que no cierras porque dudas qué tomarte, la persiana levantada de noche si está encendida la calefacción, tirar el tarro de mermelada sin que quede cristalino hasta el fondo eran dispendios que no admitía. La música favorita de mi padre era la de la cucharilla golpeando el envase de un yogur mientras perseguía las últimas rebañaduras durante quince minutos. Clinc, clanc, clinc, clanc.
David Trueba (Tierra de campos)
¡Ah, reverendo padre! (me dicen), explícanos cómo el mal inunda toda la tierra." Mi ignorancia es igual a la de los que me formulan esta pregunta; a veces les digo que en el mundo todo va del mejor modo posible; pero los que se han arruinado o han sido mutilados en la guerra no me creen, y yo tampoco me lo creo; me retiro a mi casa abrumado por mi curiosidad y mi ignorancia. Leo nuestros antiguos libros y ellos espesan todavía más mis tinieblas. Hablo con mis compañeros: los unos me responden que hay que gozar de la vida y burlarse de los hombres; los otros creen saber algo y se pierden en ideas extravagantes; todo aumenta el sentimiento doloroso que experimento. A veces estoy a punto de caer en la desesperación cuando pienso que, después de tanto estudiar, no sé ni de dónde vengo, ni lo que soy, ni adónde iré, ni lo que será de mí." El estado de este buen hombre me causó verdadera pena: nadie era más razonable ni más sincero que él. Comprendí que cuantos más conocimientos tenía en su cabeza y más sensibilidad en su corazón, más desgraciado era.
Voltaire
Las culpas hay que buscarlas, más bien, entre los centenares de periodistas, columnistas, directores y ejecutivos de la prensa que llevan nueve años largos aupando esa noticia de forma cínica, irracional y deliberada a las portadas de sus publicaciones. Como veremos, lo han hecho a base de formular extrapolaciones exageradas y absurdas a partir de un único estudio, y de ignorar meticulosamente, al mismo tiempo, todos los datos de signo tranquilizador y todas las subsiguientes refutaciones. Han citado las palabras de «expertos», utilizándolos como figuras de autoridad, en lugar de explicar el contenido científico de los argumentos; han ignorado el contexto histórico; han enviado a auténticos idiotas a cubrir los temas; han contrapuesto las emotivas historias de las personas (padres y madres) afectadas al academicismo insulso (que se han encargado de desprestigiar todo lo posible); y —lo más estrafalario de todo— en algunos casos, simplemente se han inventado las noticias
Anonymous
—Vi a mi madre en su ataúd—dijo por fin—. Las mujeres le habían trenzado el pelo para que tuviera un aspecto decoroso, pero mi padre no lo permitió. Quería verla por última vez tal como era para él. Fue personalmente al ataúd, le deshizo las trenzas y extendió la cabellera con las manos, cubriendo la almohada. Hizo una pausa; su pulgar quedó inmóvil. —Yo estaba allí, quieto en el rincón. Cuando todos salieron para recibir al cura me acerqué sigilosamente. Era la primera vez que veía a una persona muerta.—Dejé que mis dedos se cerraran sobre su antebrazo.— Una mañana mi madre me dio un beso en la frente; luego volvió a colocarme la horquilla que se me había desprendido de mi pelo ensortijado y salió. Jamás volví a verla. La velaron con el ataúd cerrado. —¿Era…ella? —No.—Contemplaba el fuego con los ojos entornados—. No del todo. Se le parecía, pero nada más. Como si alguien la hubiera tallado en madera de abedul. Pero su pelo… eso aún tenía vida. Eso todavía era…ella. Lo oí tragar saliva y carraspear un poco. —La cabellera le cruzaba el pecho, cubriendo al niño que yacía con ella. Pensé que a él no le gustaría sofocarse de ese modo. Y retiré las guedejas rojas para dejarlo a la vista. Mi hermanito, acurrucado en sus brazos, con la cabeza en su seno, abrigado y en sombras bajo la cortina de pelo. Y enseguida pensé que no, que estaría más contento si lo dejaba así. Y volví a alisar la cabellera de mi madre para cubrirle la cabeza. Su pecho se elevó bajo mi mejilla. Deslizó lentamente las manos por mi pelo. —No tenía una sola cana, Sassenach. Ni una. Ellen Fraser había muerto de parto a los treinta y ocho años. Mi madre, a los treinta y dos. Y yo… yo tenía la riqueza de todos esos años largos que ellas habían perdido. Y más aún. —Para mí es un gozo ver cómo te tocan los años, Sassenach—susurró—, pues significa que vives.
Diana Gabaldon (The Fiery Cross (Outlander, #5))
A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía. Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios. Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano. Y tú permanecerás después de mí, hijo mío. Y guardarás mi recuerdo. Y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo. Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en el Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia.
Amin Maalouf (Leo Africanus)
Mi padre era un hombre decente. O, por lo menos, eso que llamaríamos un hombre decente: alguien que, en las pequeñas circunstancias de la vida, prefiere no complicarse con las molestias de la indecencia. Uno que, por ejemplo, si al salir de la panadería desecubre que se lleva, además de las facturas, pebetes y miñones, un cuarto kilo de cuernitos sin pagar, vuelve al local, compone una sonrisa tímida, turbada - que le sale perfecta- e intenta un chiste malo para decirle a la dueña que ha vuelto porque es un hombre decente: -¡Vengo a denunciar un robo! Le dirá, por ejemplo, y que él es el delincuente que acaba de llevarse el cuarto de cuernitos sin previo abono de su precio estipulado. O sea: mi padre era un hombre cómodo, que nunca quiso tomarse el trabajo de ver qué haía un poco más allá de la decencia, de la conveniencia, de los buenos modales y las reglas morales. La decencia, en general, es cuestión de falta de imaginación o de pereza, y mi padre tenía, por lo que sé, bastante de las dos. Aunque, por supuesto, no sé qué habría pasado si alguna vez la tentación de la indecencia lo hubiera asaltado en serio, armada de una buena recompensa. Es fácil ser decente cuando te cuesta un cuarto de cuernitos; de allí en más se hace más y más difícil, hasta que llega al punto en que cada cual encuentra su temperatura de fundido. Si no hay metal que resista el calor pertinente, ¿por qué habría hombres o mujeres? Es - si existen tales cosas - una de esas verdades innegables; sabiéndolo, ¿no es preferible ahorrarse el fuego de decenas, cientos de grados celsius, y fundirse cin tanto despilfarro?
Martín Caparrós
CAPITULO UNO: —¡No llores! La mano abierta voló hasta chocar contra la mejilla de la pequeña Rura, que cayó al suelo de rodillas y se mordió los labios con fuerza para acallar los sollozos que hasta aquel momento salían desgarradores por su boca. El pequeño cuerpecito tembló cuando vio que su padre volvía a moverse con la mano levantada, yendo hacia ella. Al final el príncipe Nikui se detuvo muy cerca, pero no volvió a pegarla. Se quedó allí mirándola, resollando enfurecido, hasta que habló. —Nunca debiste haber nacido. No sirves para nada. Salió de allí, dejando a la pequeña Rura, de seis años, temblando en el suelo de su habitación. Rura sabía que su padre tenía razón. Estaba maldita. Su nacimiento fue un error, y con su llegada causó la muerte de su madre Surebu, la concubina favorita del príncipe heredero. Nunca permitían que lo olvidase. Ninguno de ellos. Se levantó y arrastró sus pequeños piececitos hasta el camastro que le hacía de cama. Su habitación era diminuta, comparada con las de sus hermanas. Claro que ella era una bastarda e hija de una esclava, y sus hermanas, princesas imperiales. Rura no tenía muy claro qué significaba ser una bastarda, pero sabía que era algo malo porque cuando la llamaban así, lo hacían en un tono de desprecio que la hacía temblar y le provocaba ganas de llorar. Pero una princesa no debía llorar, se lo había oído decir a su padre muchas veces. Nadie la llamaba así, princesa, excepto ella misma. Al fin y al cabo era hija de un príncipe, ¿no? así que por fuerza tenía que ser una princesa. Se metió dentro del camastro y se acurrucó, tapada con la manta. ¿Por qué su padre no la quería? Lo había visto con sus hermanas, y con ellas era hasta cariñoso. Las hacía reír y las acariciaba. Pero nunca a Rura. Su pequeña cabecita dio vueltas y más vueltas. Había muchas cosas que no comprendía aún, pero se haría mayor y las entendería. Estaba tan segura de eso como de que cada día salía el sol, y que en invierno, nevaba. Encontraría la manera de que su padre la amase, se dijo cerrando los ojitos.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
Cuando Hewan regresó a buscarla, Bahana se había ido y ella ya se había vestido con el lindo modelito que le había dejado. El saco le llegaba hasta las rodillas. Tenía dos agujeros por los que había metido los brazos, y estaba cortado por la mitad, como un chaleco. Se lo había atado a la cintura con una cuerda para evitar que se abriera. La miró desde la entrada de los baños, repasándola descaradamente de arriba a abajo, con una sonrisa irónica serpenteando en sus labios. —¿Te gusta tu ropa nueva? —le preguntó, burlándose. Rura alzó la cabeza, mirándolo directamente a los ojos, y un destello de ira cruzó sus hermosos ojos. —Seguiré siendo una princesa sin importar la ropa que me obligues a vestir —dijo con orgullo. —Lo que quieres decir —replicó—, es que seguirás siendo una mujer malcriada y caprichosa, y que nada de lo que haga cambiará eso. Rura casi se echó a reír. La idea que Hewan tenía de ella estaba tan equivocada… Toda su actitud no era más que una fachada con la que se obligó a vestirse para conseguir la aceptación de su padre, el maldito príncipe Nikui; pero estaba tan arraigada que ahora era incapaz de deshacerse de ella. Una máscara tras la que esconderse, y una armadura con la que protegerse. No era así de niña. Recordaba reír a menudo, excepto cuando su padre estaba cerca; disfrutaba de las cosas pequeñas de la vida, y no necesitaba mucho para sentirse feliz: un vestido desechado, un plato de sopa caliente, una manta con que abrigarse, y una muñeca rota a la que abrazarse. Pero su padre lo cambió todo, obligándola a ser cruel, a odiar en lugar de amar, a despreciarse a sí misma pensando que no era suficientemente buena, hasta que lo único que quedó fue la amargura y el resentimiento. —Jamás me ha importado lo que los demás pensaran de mí. —Mentira, a pesar de todo el esfuerzo que había puesto en hacer que se convirtiera en verdad—. ¿De veras crees que me interesa lo que tú pienses? Hewan se acercó a ella, remoloneando, caminando a su alrededor. —Tsk. Es una pena que un envoltorio tan hermoso no guarde nada dentro. —Mejor estar vacía que tener a un monstruo escondido tras unos ojos bonitos.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
—¡Arriba, princesita! El grito la sobresaltó, incorporándose de golpe, desorientada. Miró a su alrededor. La luz había vuelto, y Hewan estaba de pie en mitad de la estancia. Tenía una cadena más delgada en una mano, y una bolsa negra en la otra. Se había cambiado la falda de cuero de la noche anterior por otra de lana gruesa, tejida a cuadros verdes con líneas negras —¿No puedes ser más delicado a la hora de despertarme? —se quejó Rura con irritación. —¿La princesita se ha asustado? —Se llevó la mano al pecho, simulando estupor—. Lo lamento mucho, alteza imperialísima. ¿Vais a ordenar azotarme? Rura se levantó. Se sentía sucia y horrenda, con el pelo enredado y el quimono lleno de arrugas. Y olía a sudor. Hacía años que sus axilas no olían. —No me llames así —gruñó. —¿Princesita? ¿No te gusta? —Me importa un comino si me llamas princesita. No te dirijas a mí como Alteza Imperial. No tengo el derecho a usar el título. Rura intentó evitarlo, pero la amargura fue evidente en su voz. Hewan soltó una carcajada y puso los brazos en jarras. La cadena y la bolsa negra colgaban de sus manos. —Vaya, vaya, vaya… Así que no eres hija legítima —se burló—. Lástima. Pensaba utilizarte como moneda de cambio, pero ya veo que no me servirás ni para eso. Probablemente, cuando la noticia de tu captura llegue a oídos de tu padre, el gran príncipe heredero, se sentirá aliviado. ¿No es así? —¡Mi padre me quiere! —gritó furiosa—. ¿Me oyes, bestia inmunda? ¡Mi padre me quiere, y cuando venga a por mí, traerá con él todo el ejército imperial! ¡Destrozará estas montañas hasta encontrarme! Y tú y tu pueblo lo pagaréis con la exterminación. Se sintió como una niña malcriada gritando toda esa sarta de mentiras, pero en aquel momento no podía afrontar la verdad que había en las palabras de aquel extraño. La sonrisa de Hewan murió y su rostro se transformó en una máscara colérica. —Claro que te quiere, princesita —siseó. Tenía el cuello en tensión, y los tendones se marcaban, abultados bajo la piel—. Por eso permitió que tu esposo el gobernador te repudiara y te exiliara. Rura no contestó. ¿Qué iba a decir? ¿Confesar ante este extraño que se lo merecía por lo que había hecho? ¿Que tenía suerte de estar viva? Había conspirado para matar a Kayen. El hecho que fuese por orden de su padre, no la convertía en inocente. Además, estaba segura que su exilio tenía mucho más que ver con la paliza que le dio a la esclava, que con el intento de asesinato. —¿No dices nada? Rura se escondió de nuevo tras su máscara de princesa. Levantó la barbilla con orgullo y se negó a hablar. Hewan se acercó a ella, y Rura luchó con el impulso de huir de él. Le puso la bolsa delante de la cara. —Hueles que apestas —le dijo. Rura enrojeció de rabia y de vergüenza—. Te voy a llevar a los baños para que te puedas lavar, pero para eso tengo que taparte la cabeza. —No quiero ir. Puedo lavarme aquí si alguien me trae agua y jabón. —Nadie te ha pedido tu opinión, princesita. —Le pasó la bolsa por la cabeza y se la anudó en el cuello, por encima del collar metálico—. No te preocupes, no dejaré que te caigas… creo. Desenganchó la cadena que la mantenía sujeta a la pared, y aseguró la nueva cadena que llevaba en la mano, más delgada y corta. —¿Tienes que llevarme como si fuera un perro? —preguntó indignada— . No voy a echar a correr. —Por supuesto que no correrás —contestó Hewan, guasón—. Esta cadena no es para impedir que huyas; es para humillarte. —Eres un animal. —Puede ser, pero no soy yo el que lleva collar y cadena, princesita. Y que no se te ocurra intentar quitarte la bolsa de la cabeza: si lo haces, tendré que arrancarte esos bonitos ojos que tienes.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))