Ley De La Vida Quotes

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La vida verdaderamente no conoce de probabilidades o de leyes superiores. Aparece en el sitio menos esperado y se aferra con todas sus fuerzas a donde sea necesario.- Orión.
Iria G. Parente (Rojo y oro)
únicamente el viejo Benjamín manifestaba recordar cada detalle de su larga vida y saber que las cosas nunca fueron, ni podrían ser, mucho mejor o mucho peor; el hambre, la opresión y el desengaño eran, así dijo él,la ley inalterable de la vida
George Orwell
Las mujeres, pedazo de imbécil, somos igual de válidas que vosotros. Que algunos hayan hecho de este mundo un lugar para hombres no significa que no seamos dignas de vivir en él, de ocuparnos de nuestras vidas de hacer lo que se nos antoje con ellas. Somos libres e inteligentes, e igual de capaces de realizar cualquier tarea que los hombres. Además, que en Marabilia las cosas sean así no significa que funcionen igual en el resto del mundo. Más allá de este continente hay países en los que la mujer gobierna sobre su vida y sobre las de los demás. Civilizaciones sólo de mujeres. Si en Silfos y el resto de Países de Marabilia siguen pensando en nosotras como... objetos inútiles es por gente como tú; gente que podría cambiar las cosas, pero decide quedarse en esas leyes no escritas tan cómodas para vosotros y que sólo os permiten pensar con el miembro que tenéis entre las piernas.
Iria G. Parente (Sueños de piedra (Marabilia, #1))
Si quieres conocer la verdad de la vida y la muerte, debes reflexionar continuamente sobre esto: en el universo solo hay una ley que no cambia nunca, la de que todas las cosas cambian y ninguna cosa es permanente.
Gautama Buddha
Yo había saltado desde el borde del acantilado y justo cuando estaba a punto de dar contra el fondo, ocurrió un hecho extraordinario: me enteré que había gente que me quería. Que le quieran a uno de ese modo lo cambia todo. No disminuye el terror de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa ese terror. Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la vida de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad
Paul Auster (Moon Palace)
Una no es tonta, me doy cuenta que en otros lugares a una la ven mal: si no trae una ropita de marca, no es nadie; si no trae carro, no es nadie; si trae carro pero no es del año, mal. Por un lado te dicen que le eches ganas, que mejores la raza, que no te quedes pobre, pero si le buscas, te dicen arribista, pinche arribista que te avergüenzas de los tuyos, pero si te quedas en donde dicen que es tu lugar, pues entonces luego luego se te nota lo india, lo quesdillera, lo verdulera, lo totonaca. Y si sí es cierto que estás morena, pues ya te chingaste, te quedas abajo, para que te pisoteen, ésa es la ley de la vida.
Brenda Navarro (Casas vacías)
!Oh, amigo, escúchame! La muerte no existe , no es nada. Ni si quiera se puede comprender. La vida es la vida, y sigue la ley de la vida: el progreso. Tenías ayer una madre en la tierra; hoy tienes un ángel en otra parte. Todo lo que es bueno sobrevive, con mayor potencia, a la vida terrena. Por consiguiente, también el amor de tu madre.
Edmondo de Amicis (Cuore)
No me parece que la luciérnaga extraiga mayor suficiencia del hecho incontrovertible de que es una de las maravillas de este circo, y sin embargo basta suponerle una consciencia para comprender que cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz debe sentir como una cosquilla de privilegio. De la misma manera a la Maga le encantaban los líos inverosímiles en los que andaba metida siempre por causa del fracaso de las leyes en su vida.
Julio Cortázar
de suprimir para siempre la atrocidad de la pena de muerte, porque la ley que atenta contra la vida de un hombre es impracticable, injusta e inadmisible.
Marquis de Sade (Philosophy in the Boudoir or The Immoral Mentors)
Observa como viven sus vidas esta personas y tienes la sensación de que existen al margen de las usuales leyes de la naturaleza.
Charles Spalding
es ley de la vida, el olvido.
José Saramago (The Gospel According to Jesus Christ)
—Ser judía es más algo de tu corazón que de tu mente. Para algunos, ser judío es seguir estrictamente las leyes y las costumbres de nuestros antepasados. Para otros, es ser parte de una comunidad. La religión es muy personal. Siempre estaré allí para ti si quieres o lo necesitas. Puedes elegir adoptar el judaísmo o decidir que tu vida no lo necesita. Nadie puede imponer la religión en ti o ésta no será real.
Simone Elkeles (How to Ruin a Summer Vacation (How to Ruin, #1))
De acuerdo con los términos de este breve pero jugoso manifiesto capitalista, la ley de la selva es el código que naturalmente rige la vida humana y la injusticia no existe, puesto que lo que conocemos por injusticia no es más que la expresión de la cruel armonía del universo: son países son pobres, son pobres porque... son pobres; el destino está escrito en los astros y solo nacemos para cumplirlo: unos, condenados a obedecer; otros señalados para mandar. El autor fue el artífice de la política del Fondo Monetario Internacional en Brasil.
Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América Latina)
Entonces el desierto le decía que la muerte es sólo una fatiga de las leyes de la naturaleza: la vida es la regla del juego, no su excepción, y hasta el desierto que parecía muerto escondía toda una minuciosa vida que prolongaba, originaba o remedaba las leyes de la existencia humana.
Carlos Fuentes (The Old Gringo)
Sólo el individuo que vive en soledad es una criatura sujeta a leyes profundas y si sale al empezar la mañana, o mira hacia la tarde que está vibrante de vida y comprende lo que le rodea, entonces todo se desprende de él, como si de un cadáver se tratara, aunque siga en la plenitud de la vida.
Douglas Coupland (Generation X: Tales for an Accelerated Culture)
SEGISMUNDO: ¡Ay mísero de mí, y ay infelice! Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo. Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido. Sólo quisiera saber para apurar mis desvelos -dejando a una parte, cielos, el delito del nacer-, ¿qué más os pude ofender, para castigarme más? ¿No nacieron los demás? Pues si los demás nacieron, ¿qué privilegios tuvieron que no yo gocé jamás? Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma, o ramillete con alas, cuando las etéreas salas corta con velocidad, negándose a la piedad del nido que dejan en calma; ¿y teniendo yo más alma, tengo menos libertad? Nace el bruto, y con la piel que dibujan manchas bellas, apenas signo es de estrellas -gracias al docto pincel-, cuando, atrevido y cruel, la humana necesidad le enseña a tener crueldad, monstruo de su laberinto; ¿y yo, con mejor instinto, tengo menos libertad? Nace el pez, que no respira, aborto de ovas y lamas, y apenas bajel de escamas sobre las ondas se mira, cuando a todas partes gira, midiendo la inmensidad de tanta capacidad como le da el centro frío; ¿y yo, con más albedrío, tengo menos libertad? Nace el arroyo, culebra que entre flores se desata, y apenas sierpe de plata, entre las flores se quiebra, cuando músico celebra de las flores la piedad que le dan la majestad del campo abierto a su huída; ¿y teniendo yo más vida, tengo menos libertad? En llegando a esta pasión, un volcán, un Etna hecho, quisiera sacar del pecho pedazos del corazón. ¿Qué ley, justicia o razón negar a los hombres sabe privilegios tan süave excepción tan principal, que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un bruto y a un ave?
Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño)
Si algún día tiene usted una hija, bendición que no se la deseo yo a nadie, porque es ley de vida que tarde o temprano le romperá a uno el corazón, en fin, a lo que iba, que si algún día tiene usted una hija empezará sin darse cuenta a dividir a los hombres en dos clases: los que usted sospecha que se acuestan con ella y los que no.
Carlos Ruiz Zafón (The Shadow of the Wind (The Cemetery of Forgotten Books, #1))
La autopsia al final de una velada era uno de los rasgos de su vida conyugal.
Ian McEwan (La ley del menor)
–Lo necesito. Tengo cincuenta y nueve años. Es mi último cartucho. Todavía no he visto pruebas de que exista otra vida después de ésta.
Ian McEwan (La ley del menor)
Einstein creía que existía una realidad armónica tras las leyes del universo y que el objetivo de la ciencia era descubrirla.
Walter Isaacson (Einstein: Su vida y su universo)
De hecho, fue precisamente por descubrir la ley del efecto fotoeléctrico por lo que se concedería a Einstein su único premio Nobel.
Walter Isaacson (Einstein: Su vida y su universo)
La muerte con dignidad es un derecho humano, pero la ley y el establecimiento médico a menudo nos obligan a vivir más allá de la dignidad.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
La vida orgánica y la materia (complejas, sustanciales y sometidas a leyes) fueron creadas con el propósito de producir un impedimento.
Edgar Allan Poe
El objeto, el fin de la vida, era la carne. La vida misma era carne. La vida vivía de la vida. Unos comían y otros eran comidos. La ley consistía, pues, en eso: come o sé comido.
Jack London (Obras ─ Colección de Jack London: Biblioteca de Grandes Escritores (Spanish Edition))
ya desde el principio se cumple la ley de su vida: recibirlo todo del destino demasiado pronto, y sin la alegría de ser consciente de ello.
Stefan Zweig (María Estuardo)
Así, la unificación de las leyes de la mecánica cuántica no solo revelaba los secretos del universo, sino que también unificaba el árbol de la vida.
Michio Kaku (La ecuación de Dios: La búsqueda de una teoría del todo (Spanish Edition))
Los sistemas autocráticos y opresivos degeneran muy pronto. Pues la violencia atrae a individuos de escasa moral y es ley de vida que a tiranos geniales sucedan verdaderos canallas.
Albert Einstein (The World As I See It)
La medida de una persona no es cuánto ha vivido. No es lo fácilmente que salta ante un ruido o lo rápido que muestra sus emociones. Es cómo hace uso de lo que la vida le ha mostrado.
Brandon Sanderson (Aleación de ley (Nacidos de la Bruma, #4))
Secuencias. No sé decirlo mejor, es como una noción de que bruscamente se arman secuencias terribles o idiotas en la vida de un hombre, sin que se sepa qué ley fuera de las leyes clasificadas decide...
Julio Cortázar (Las armas secretas)
La Ley de la Retrocesión”, que presenta la idea de que mientras más persigas el sentirte bien todo el tiempo, más insatisfecho estarás; pues perseguir algo sólo refuerza el hecho de que careces de ello.
Mark Manson (El sutil arte de que te importe un caraj*: Un enfoque disruptivo para vivir una buena vida)
Somos viajeros en una travesía cósmica — polvo de estrellas, dando vueltas y bailando en los remolinos del infinito. La vida es eterna. Pero las expresiones de vida son efímeras, momentáneas y transitorias.
Deepak Chopra (Las Siete Leyes Espirituales Del Éxito)
Los hombres temen el poder femenino, por eso las leyes, las religiones y las costumbres han impuesto durante siglos toda suerte de restricciones al desarrollo intelectual, artístico y económico de las mujeres.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
En aquella ciudad, donde a menudo lo ilegal es convención social y forma de vida --es herencia de familia, dice un corrido famoso, trabajar contra la ley--, Teresa Mendoza fue durante algún tiempo una de esas jóvenes, hasta que cierta ranchera Bronco negra se detuvo a su lado, y Raimundo Dávila Parra bajó el cristal tintado de la ventanilla y se la quedo mirando desde el asiento del conductor. (p. 26 en LA REINA DEL SUR)
Arturo Pérez-Reverte
Ahora me doy cuenta de lo cruel que has sido conmigo, de lo falsa y cruel que has sido. ¿Por qué me despreciaste? ¿Por qué traicionaste, Cathy, a tu propio corazón? No puedo tener una sola palabra de consuelo para tí; te mereces lo que te pasa. Eres tú quien se ha matado a sí misma. Sí, puedes abrazarme y llorar cuanto quieras, puedes provocar mis lágrimas y mis besos, pero ellos serán tu ruina y tu perdición. Si me amabas, ¿en nombre de qué ley me abandonaste? ¿En nombre de la mezquina ilusión que despertó en ti Linton? Dímelo. Porque tú misma, por voluntad propia, hiciste lo que ni la desgracia, ni el envilecimiento, no la muerte, ni nada de lo que Dios o el Diablo nos pudieran infligir habría logrado en su empeño de separarnos. No he sido yo quien ha roto tu corazón, te lo has roto tú misma, y al hacerlo has destrozado, de paso, el mío. Y la peor parte me toca a mí, porque aún tengo fortaleza. ¿Crees que me apetece vivir? ¿Qué clase de vida podrá ser la mía cuando tú...? ¡Oh, Dios Mío! ¿Acaso te gustaría a ti vivir si te encerraran el alma en una tumba?»
Emily Brontë
El Estado no debería ratificar —con sus políticas o sus leyes— ninguna concepción determinada de la vida buena, sino proporcionar un marco neutral de derechos, dentro del cual las personas puedan escoger sus propios valores y fines.
Michael J. Sandel (Public Philosophy: Essays on Morality in Politics)
La ley natural del universo es la entropía, todo tiende al desorden, a romperse, a dispersarse, la gente se pierde, miren cuántos se perdieron en la Retirada, los sentimientos se destiñen y el olvido se desliza en las vidas como neblina.
Isabel Allende (Largo pétalo de mar)
y más, que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias. Bien es verdad que, en lo que tocare a defender mi persona, no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha I)
En la isla goza de los dos ingredientes necesarios para la vida sin trabas: la soledad y la inmensidad. En la ciudad, la muchedumbre humana no puede sobrevivir si la ley no pone orden en sus desbordes y regula sus necesidades. Cuando los hombres se concentran, nace la administración.
Sylvain Tesson (Dans les forêts de Sibérie)
Una paella con gambas, guisantes, espárragos, pimiento, chorizo, mejillones, guisantes, calamares, bacalao..., es como ponerse sandalias con calcetines: no está prohibido por ley, pero debería. Hay una costumbre de toda la vida, pero que realmente es muy reciente: afirmar que la paella es
J.M. Mulet (Comer sin miedo: Mitos, falacias y mentiras sobre la alimentación en el siglo XXI (Imago Mundi) (Spanish Edition))
Había que dominar o ser dominado; y la piedad era una señal de debilidad. En la vida primitiva no existía. Se confundía piedad con temor y ello acarreaba la muerte. Matar o morir, comer o ser comido: tal era la ley; y Buck obedecía a aquel mandato que surgía de las profundidades del tiempo.
Jack London (La llamada de lo salvaje)
Creo que si un hombre se atreviera a vivir su vida plena y totalmente, a dar forma a cada sentimiento, expresión a cada pensamiento, realidad a cada ensueño… creo que el mundo cobraría de nuevo un ímpetu de alegría, que olvidaríamos todas las enfermedades del medievalismo, y tornaríamos al ideal helénico… a algo quizá más bello, más rico que el ideal helénico. Pero hasta el más audaz de nosotros tiene miedo de sí mismo. La mutilación del salvaje tiene su trágica supervivencia en la renuncia de sí mismo que frustra nuestras vidas. Y somos castigados por ello. Cada impulso que luchamos por estrangular, germina en el espíritu y nos envenena. El cuerpo peca una vez, y acaba con su pecado, pues la acción es una especie de purificación. Nada queda entonces, excepto el recuerdo de un placer, o la voluptuosidad de un arrepentimiento. El único medio de librarse de una tentación es ceder ante ella. Resistan, y su alma enfermará de deseo por las cosas que se ha prohibido a sí misma, y de concupiscencia por aquello que sus leyes monstruosas han hecho ilícito y monstruoso. Se ha dicho que los grandes acontecimientos del mundo tienen lugar en el cerebro. En el cerebro también, y sólo en el cerebro, tienen lugar los grandes pecados del mundo.
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
Cuando no eres agradecido interrumpes el flujo de mejorar tu salud, mejorar tus relaciones, ser más feliz, tener más dinero y progresar en tu trabajo, carrera o negocio. Para recibir has de dar. Es la ley. La gratitud es dar gracias, y sin ella te privas de la magia y de recibir todo lo que deseas en la vida. A
Rhonda Byrne (La magia (Crecimiento personal) (Spanish Edition))
Una de las misteriosas leyes de la vida es que descubrimos siempre tarde sus auténticos y más esenciales valores: la juventud, cuando desaparece; la salud, tan pronto como nos abandona, y la libertad, esa esencia preciosísima de nuestra alma, sólo cuando está a punto de sernos arrebatada o ya nos ha sido arrebatada.
Stefan Zweig (Montaigne)
No solo hemos sido liberados de la necesidad de cumplir la ley para ser salvos, sino también de la esclavitud al pecado en la vida diaria. Hemos sido liberados del peso de la ley para vivir una vida piadosa. No podemos gloriarnos en nuestra liberación sin a la vez aceptar nuestro llamado (ver Ro 6:1-14; Tit 2:11-14).
Paul David Tripp (Guerra de Palabras: Tratando el corazón de tus problemas con la comunicación (Spanish Edition))
Admiraba la inflexible integridad - aquella especie de triunfo de sus principios- que el señor Bradshaw demostraba en todo momento, Se pregunta cómo era posible que Jemimah no se diera cuenta de la satisfacción que provocaba conducir una vida en la que cada acto se realizaba de acuerdo a al obediencia de una ley eterna.
Elizabeth Gaskell (Ruth)
La vida del sabio se extiende mucho, no la encierra el mismo límite que a las demás. Es el único liberado de las leyes humanas, todos los siglos le sirven como a un dios. Pasó algún tiempo? Ello retoma con el recuerdo. ¿El presente? Lo utiliza. ¿Lo venidero? Lo anticipa. La reunión de todos los tiempos en uno le alarga la vida.
Seneca (Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad)
¿Olvidaste que el hombre prefiere la paz e incluso la muerte a la libertad para discernir el bien y el mal? No hay nada más seductor para el hombre que el libre albedrío, pero también nada más doloroso. En vez de principios sólidos que tranquilizaran para siempre la conciencia humana, ofreciste nociones vagas, extrañas, enigmáticas, algo que superaba las posibilidades de los hombres. Procediste, pues, como si no quisieras a los seres humanos, tú que viniste a dar la vida por ellos. Aumentaste la libertad humana en vez de confiscarla, y así impusiste para siempre a los espíritus el terror de esta libertad. Deseabas que se te amara libremente, que los hombres te siguieran por su propia voluntad, fascinados. En vez de someterse a las duras leyes de la antigüedad, el hombre tendría desde entonces que discernir libremente entre el bien y el mal, no teniendo más guía que la de tu imagen, y no previste que al fin rechazaría, e incluso pondría en duda, tu imagen y tu verdad, abrumado por la tremenda carga de la libertad de escoger.
Fyodor Dostoevsky (Los Hermanos Karamazov (Spanish Edition))
¡Si la condenación es eterna! Un hombre que desea mutilarse está bien condenado ¿no es así? Yo me creo en el infierno, por lo tanto estoy en él. Es el cumplimiento del catecismo. Soy esclavo de mi bautismo. Padres míos, habéis hecho mi desgracia y la vuestra. ¡Pobre inocente! —El infierno no puede atacar a los paganos. —¡Aún es la vida! Las delicias de la condenación resultarán después profundas. Un crimen, y pronto, que yo caiga en la nada, en virtud de la ley humana. ¡Calla, pero calla!… Es la vergüenza, el reproche, aquí: Satán proclamando que el fuego es innoble y que mi cólera es horriblemente estúpida. —¡Basta!… Errores que me soplan al oído, magias, perfumes falsos, músicas pueriles.
Arthur Rimbaud (A Season in Hell)
Deberíamos crecer como un árbol que tampoco sabe de su ley. Sin embargo, nos atamos a intenciones, sin tener en cuenta el hecho de que la intención es limitación, e incluso exclusión de la vida. Creemos poder aclarar una oscuridad con una intención y con ello pasamos por alto la luz. ¿Cómo podemos atrevernos a querer saber por anticipado de dónde nos vendrá la luz?
C.G. Jung (The Red Book: Liber Novus)
Cuanto peor memoria ha tenido la humanidad, más espantoso ha sido el aspecto de sus costumbres; en particular la dureza de las leyes penales permite evaluar las dificultades que ha experimentado para hacerse dueña del olvido y para mantener presente en la memoria de estos esclavos del momento, sometidos a las pasiones y a los deseos, algunas exigencias primitivas de la vida social.
Friedrich Nietzsche (On the Genealogy of Morals)
Es necesario despenalizar el aborto, es decir, que no se castigue. Eso es diferente a legalizarlo, porque las leyes las impone el patriarcado y al legalizarlo el poder queda en manos de jueces, policías, políticos y otras estructuras masculinas. Como un paréntesis, puedo agregar que por la misma razón las trabajadoras sexuales no desean la legalización de la prostitución, sino la despenalización.
Isabel Allende (Mujeres del alma mía: Sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas (Spanish Edition))
No pudo evitar esa cara de horror que ponen los italianos cuando descubren que alguien no comparte su interés predominante y obsesivo por lo único que de veras les parece importante en la vida: la comida. Lo demás -la política, la ley, aun el arte-, lo demás es relativo y secundario. La comida jamás y de ella se deriva todo: la política, la ley, aún el arte. El orden familiar, la vida. La razón profunda por la que la cultura italiana es un matriarcado incorregible está allí en el hecho de que son las mamás, le mamme, quienes cocinas y así le dan sentido al mundo, solo así. Por eso los hombres italianos jamás dejan de ser niños y cuando se casan buscan una esposa, faltaba más, sino una réplica de su mamá que les dé órdenes, que los cuide y que los quiera y los seduzca, si se puede, pero sobre todo que les haga la pasta como en su casa.
Juan Esteban Constaín (El hombre que no fue Jueves)
»Y no nos dejes caer en la tentación. »Y bajando el tono de voz nos hizo partícipes de otro secreto: »...No en la tentación de violar el sábado o las casi siempre interesadas leyes de los hombres. Decid mejor: «no nos dejes caer en la tentación» de olvidarte, Padre de los cielos. Si el peor de los pecados es menospreciar o ignorar a los que nos han dado la vida terrenal, ¿qué clase de afrenta será renunciar al Padre de los padres?
J.J. Benítez (Nazaret (Caballo de Troya #4))
El dandismo es una institución vaga, tan extraña como el duelo; muy anciana, pues César, Catilina, Alcibíades, nos proporcionan modelos rutilantes; muy general, pues Chateaubriand la encontró en los bosques y las orillas de los lagos del Nuevo Mundo. El dandismo, que es una institución fuera de la ley, tiene leyes rigurosas a las que se someten estrictamente todos sus sujetos, más allá de la fogosidad y la independencia de su carácter.
Charles Baudelaire (El pintor de la vida moderna (Serie Great Ideas 28))
No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder. Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada. Nuestra lucha es por hacernos escuchar, y el mal gobierno grita soberbia y tapa con cañones sus oídos. Nuestra lucha es por el hambre, y el mal gobierno regala plomo y papel a los estómagos de nuestros hijos. Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia. Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio. Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios. Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno compra y vende cuerpos y vergenzas. Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro. Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal gobierno impone a los más la ley de los menos. Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y el mal gobierno pone cárceles y tumbas. Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos. Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido. Nuestra lucha es por la Patria, y el mal gobierno sueña con la bandera y la lengua extranjeras. Nuestra lucha es por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción... (Cuarta Declaración de la Selva Lacandona)
Subcomandante Marcos
Lo que hoy existe no es comunidad: es, simplemente, rebaño. Los hombres se unen porque tienen miedo unos de otros, y cada uno se refugia en los suyos. Los señores, en su rebaño; los obreros, en el suyo; los intelectuales en otro... ¿Y por qué tienen miedo? Se tiene miedo cuando no se está de acuerdo consigo mismo. Tienen miedo porque no se han atrevido jamás a seguir sus propios impulsos interiores. Una comunidad formada por individuos temerosos todos de lo desconocido que en sí mismos llevan. Todos ellos sienten que las leyes a las que ajustan su vida han periclitado ya, que viven conforme a mandamientos anticuados y que ni sus religiones ni su moral son ya las que necesitamos. ¡Durante cien años no ha hecho Europa más que estudiar y construir fábricas! Saben muy bien cuántos gramos de pólvora se necesitan para matar a un hombre; pero no saben cómo se reza a Dios, no saben siquiera cómo puede pasarse una hora divertida. ¡Fiíjate en una cualquiera de estas cervecerías estudiantiles! ¡O en cualquiera de los lugares de diversión a los que acude la gente rica! ¡Qué espectáculo más desconsolador!... De todo esto no puede resultar nada bueno, querido Sinclair. Estos hombres que se hacinan tan temerosamente están llenos de miedo y de maldad, ninguno se fía de otro. Se mantienen fieles a ideales que no lo son ya, y lapida, furiosos, a quien intenta erigir otros nuevos. Siento iniciarse ya graves conflictos que no pueden tardar en surgir.
Hermann Hesse (Demian. Die Geschichte von Emil Sinclairs Jugend)
Los estados se fundamentan en mitos nacionales comunes. Dos serbios que nunca se hayan visto antes pueden arriesgar su vida para salvar el uno al otro porque ambos creen en la existencia de la nación serbia, en la patria serbia y en la bandera serbia. Los sistemas judiciales se sostienen sobre mitos legales comunes. Sin embargo, dos abogados que no se conocen de nada pueden combinar sus esfuerzos para defender a un completo extraño porque todos creen en la existencia de leyes, justicia, derechos humanos… y en el dinero que se desembolsa en sus honorarios.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
Yo pregunto: de la vida social o natural, ¿cuál está más sujeta a convertirse en insoportable para quienes las disfrutan? Alrededor nuestro casi sólo vemos gentes lamentándose de su existencia y aun algunos que se privan de ella en cuanto está en su poder, no bastando apenas el concurso de la ley divina y de la humana para contener este desorden. Yo pregunto si alguna vez se ha oído decir que un salvaje en libertad hubiera tan sólo pensado en quejarse de la vida o en darse la muerte. Júzguese, pues, con menos orgullo de qué lado se halla la verdadera miseria
Jean-Jacques Rousseau
¿Queréis creer en el capitalismo? ¿Queréis creer, pongamos, en el paradigma de la igualdad entre los ciudadanos? ¿Son iguales ante la ley dos fulanos que no pueden pagarse el mismo bufete de abogados? ¿Son iguales ante el mercado laboral dos trabajadores que provienen de sistemas educativos diametralmente opuestos? ¿Son iguales ante el doctor los enfermos independientemente del Centro de Salud del que provengan? ¿Si todos tenemos las mismas oportunidades, cómo es que los hijos de los ricos siguen siendo ricos? ¿Cómo es que todos los ciudadanos sueñan con llegar lejos en esta vida si luego lo cierto es que la fama y el poder son inalcanzables para la práctica totalidad de las personas de este mundo? ¿Cabe entonces hablar del sueño americano? ¿ Tiene algún sentido hablar de igualdad de oportunidades cuando el dinero domina nuestras vidas y el dinero se hereda? ¿Puedes soñar con salir de la miseria mientras los bancos te cobran intereses por tus deudas y les pagan réditos a tus jefes por sus depósitos? ¿Estás tú remunerando a tu banco y alimentando a un empresario? ¿ Y cómo has hecho para meterte en semejante estafa?
Emilio Bueso (Cenital)
Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Las cosas tienden a romperse, a desunirse, a desacoplarse naturalmente. Nada de lo que hacemos tiene otra función más que acelerar ese proceso. Son muy raros los casos en los que ocurre lo contrario- cualquier acercamiento, cualquier intimidad lleva consigo la semilla potencialmente destructora del amor. La depravación absoluto no está reservada a los demonios. La deprevación absoluta es la aceptación de esa verdad que te envuelve con su rara belleza. No hace falta comprender más que esa ley para entrar sin problemas en la música del mundo y su constante negación de la vida.
Betina González (Las poseídas)
Independiente de la ley, hay una manga de infelices que se merecen que les hayan metido cuatro disparos en la cien, otros tantos en los genitales y estén bien muertos. En muchos casos, quien debería estar en la cárcel es el occiso y no el asesino. Decenas de mujeres que han matado al desgraciado de su marido que las ha golpeado toda la vida, y tipos que han disparado en la calle al que intentó violar a su hija o robarle su almacén, deberían caminar hoy libres por la calle y con la frente en alto. En cambio, hoy pagan penas de largos años por hacer lo que la justicia debió haber hecho por ellos mucho antes.
Jaime Atria Rosselot (Jubilé (Spanish Edition))
No juzgues sin entender En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa. La mesera puso un vaso de agua en frente de él. - ¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuates? preguntó el niño. - Cincuenta centavos, respondió la mesera. El niño saco su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas. - ¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar. (En ese momento había algunas personas que estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente). - Treinta y cinco centavos, dijo ella bruscamente.  El niño volvió a contar las monedas. - Quiero el helado solo, dijo el niño. La mesera le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio... Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos... ¡Su propina! El consejo de la historia: ¡Jamás juzgues a alguien solo por las apariencias! y ¡siempre considera que aquellos a quienes sirves pueden darte una sorpresa! Recuerda: La manera más efectiva de encantar al público es a través de una historia
Yudis Lonzoy (Las 45 Leyes del Seductor en la Vida y los Negocios: Estrategias y Tácticas Irrefutables para Mejorar tu Influencia (Spanish Edition))
Hablan todo el rato de la igualdad, pero a mí bastantes veces me gustaría ser tío, y al revés no pasa tanto. No lo digo por el sexo. Yo querría ser tío pero no para enrollarme con Vera, eso puedo hacerlo ya. Si lo piensas, es hasta increíble que haya que hacer leyes, es alucinante que en otrs época no nos dejaran estudiar o ser ingenieras. Pero es que hay historias que no están en las leyes, no sé cómo decirlo: me refiero a lo que te pides, ¿sabes? Los tíos se pidieron cosas como consolar o defender y luego se quedaron con esas cosas cosas. ¿Por qué no puede pedírselas cualquier persona, sea lo que sea, según su ánimo o según lo que le haya pasado? Muchos días prefiero consolar y no que me consuelen, defender y no que me defienda. Prefiero salir en vez de quedarme esperando aq ue vuelva alguien. Y aunque ya no siempre sea así, aunque a veces mi madre se vaya de viaje y sea mi padre quien va a buscarla, no sé, es que los chicos se han pasado la vida viéndose en todas partes como los que llevan el barco. He oído a pocos que digan: me encantaría quedarme aquí y que vinieran a salvarme. No se trata de se valiente. A lo mejor es incluso al revés. Porque lo que da másmiedo es estar esperando y no poder hacer nada. Da mucho más miedo eso que salir a matar dragones.
Belén Gopegui (Deseo de ser punk)
No soy ateo y no creo que me pueda llamar panteísta. Estamos en la misma situación que un niño que entra en una biblioteca enorme llena de libros escritos en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No entiende las lenguas en las que fueron escritos. El niño presiente oscuramente un orden misterioso en la disposición de los libros, pero no sabe cuál es. Tal es, me parece a mí, la actitud de hasta el más inteligente de los seres humanos ante Dios. Vemos un universo maravillosamente ordenado y sujeto a ciertas leyes. Nuestras mentes limitadas intuyen la fuerza misteriosa que mueve las constelaciones
Max Jammer (Einstein and Religion: Physics and Theology)
Si me amabas, ¿en nombre de qué ley me abandonaste? ¿En nombre de la mezquina ilusión que despertó en ti Linton? Dímelo. Porque tú misma, por voluntad propia, hiciste lo que ni la desgracia, ni el envilecimiento, no la muerte, ni nada de lo que Dios o el Diablo nos pudieran infligir habría logrado en su empeño de separarnos. No he sido yo quien ha roto tu corazón, te lo has roto tú misma, y al hacerlo has destrozado, de paso, el mío. Y la peor parte me toca a mí, porque aún tengo fortaleza. ¿Crees que me apetece vivir? ¿Qué clase de vida podrá ser la mía cuando tú...? ¡Oh, Dios Mío! ¿Acaso te gustaría a ti vivir si te encerraran el alma en una tumba?
Emily Brontë
ROSAURA: Hipogrifo violento que corriste parejas con el viento, ¿dónde, rayo sin llama, pájaro sin matiz, pez sin escama, y bruto sin instinto natural, al confuso laberinto de esas desnudas peñas te desbocas, te arrastras y despeñas? Quédate en este monte, donde tengan los brutos su Faetonte; que yo, sin más camino que el que me dan las leyes del destino, ciega y desesperada bajaré la cabeza enmarañada de este monte eminente, que arruga al sol el ceño de su frente. Mal, Polonia, recibes a un extranjero, pues con sangre escribes su entrada en tus arenas, y apenas llega, cuando llega a penas; bien mi suerte lo dice; mas ¿dónde halló piedad un infelice?  
Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño)
La lucha por la existencia es dura e inexorable, pero es la única manera de mantener la vida. Esta lucha elimina todo lo que es inadecuado para la vida, y selecciona todo lo que es capaz de sobrevivir. […] Estas leyes naturales son incontrovertibles; los seres vivos las demuestran por su misma supervivencia. Son inexorables. Los que se resistan a ellas serán eliminados. La biología no solo nos cuenta acerca de los animales y las plantas, sino que también nos demuestra las leyes que hemos de seguir en nuestra vida, y fortalece nuestra voluntad de vivir y luchar según dichas leyes. El significado de la vida es la lucha. ¡Ay de quien peque contra estas leyes!
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
Como la naturaleza abandona a los seres al riesgo de su oscuro deseo sin proteger a ninguno en particular en el surco y el ramaje, así, en lo más profundo de nuestro ser, tampoco nosotros somos más queridos; nos arriesga. Sólo que nosotros, más aún que la planta o el animal, marchamos con ese riesgo, lo queremos, a veces (y no por interés) hasta nos arriesgamos más que la propia vida, al menos un soplo más... Eso nos crea, fuera de toda protección, una seguridad allí, donde actúa la gravedad de las fuerzas puras; lo que finalmente nos resguarda es nuestra desprotección y el que así la volviéramos hacia lo abierto cuando la vimos amenazar, para en algún lugar del más amplio círculo, allí donde nos toca la ley, afirmarla.
Rainer Maria Rilke
Éramos amigos y nos hemos vuelto extraños. Pero está bien así, y no queremos disimularlo ni ocultarlo como si tuviésemos que avergonzarnos de ello. somos dos barcos y cada uno tiene su meta y su rumbo, puede que nos crucemos y celebremos una fiesta juntos, como lo hicimos cuando los probos barcos quedaron fondeados en un mismo puerto y a un mismo sol, tan tranquilos que parecía como si ya hubiesen llegado a su destino y hubiesen tenido un mismo destino. Pero más tarde la todopoderosa fuerza de nuestra tarea volvió a separarnos, hacia diferentes mares y latitudes, y quizá no nos volvamos a ver nunca más, o tal vez nos volveremos a ver, pero ya no nos reconoceremos: ¡los diferentes mares y vientos nos habrán cambiado! Tener que volvernos extraños el uno para el otro es la ley que está por encima de nosotros: ¡precisamente por eso hemos de ser más venerables uno para el otro! ¡Precisamente por eso ha de ser más sagrado para nosotros el pensamiento de nuestra antigua amistad! Existe probablemente una tremenda curva y órbita estelar invisible en la que nuestros caminos y metas, tan distintos como son, puede que estén incluidos como pequeños trampos, ¡elevémonos hacia ese pensamiento! Pero nuestra vida es demasiado breve y nuestra vista demasiado débil como para que podamos ser más que amigos en el sentido de aquella sublime posibilidad. Creamos, pues, en nuestra amistad estelar, aun en el caso de que tuviéramos que ser enemigos sobre la tierra.
Friedrich Nietzsche (The Gay Science: With a Prelude in Rhymes and an Appendix of Songs)
Ésta es, pues, la regla, el método, la ley, la vía pura, sencilla y segura de esta alma: una ley invariable, que está vigente en todo tiempo, lugar y circunstancia de vida. Es una línea recta, por la que el alma camina valiente y fielmente, sin desviarse a derecha o a izquierda, y sin ocuparse de otra cosa. Y todo lo que vaya más allá de esto es recibido por ella pasivamente y realizado en el abandono. Es decir, es activa en todo lo que viene prescrito por el deber presente, y es, en cambio, pasiva y abandonada en todo lo demás, en lo que no hace nada por sí misma, sino acoger en paz la moción divina. No hay camino espiritual que sea más seguro que esta sencilla vía, ni que sea tan claro y fácil, tan amable y tan libre de errores e ilusiones.
Jean-Pierre de Caussade (Abandonment to Divine Providence)
¿Queréis vivir «según la naturaleza»? ¡Oh nobles estoicos, qué embuste de palabras! Imaginaos un ser como la naturaleza, que es derrochadora sin medida, indiferente sin medida, que carece de intenciones y miramientos, de piedad y justicia, que es feraz y estéril e incierta al mismo tiempo, imaginaos la indiferencia misma como poder — ¿cómo podríais vivir vosotros según esa indiferencia? Vivir — ¿no es cabalmente un querer—ser—distinto de esa naturaleza? ¿Vivir no es evaluar, preferir, ser injusto, ser limitado, querer—serdiferente? Y suponiendo que vuestro imperativo «vivir según la naturaleza» signifique en el fondo lo mismo que «vivir según la vida» — ¿cómo podríais no vivir así? ¿Para qué convertir en un principio aquello que vosotros mismos sois y tenéis que ser? — En verdad, las cosas son completamente distintas: ¡mientras simuláis leer embelesados el canon de vuestra ley en la naturaleza, lo que queréis es algo opuesto, vosotros extraños comediantes y engañadores de vosotros mismos! Vuestro orgullo quiere prescribir e incorporar a la naturaleza, incluso a la naturaleza, vuestra moral, vuestro ideal, vosotros exigís que ella sea naturaleza «según la Estoa» y quisierais hacer que toda existencia existiese tan sólo a imagen vuestra — ¡cual una gigantesca y eterna glorificación y generalización del estoicismo! Pese a todo vuestro amor a la verdad, os coaccionáis a vosotros mismos, sin embargo, durante tanto tiempo, tan obstinadamente, con tal fijeza hipnótica, a ver la naturaleza de un modo falso, es decir, de un modo estoico, que ya no sois capaces de verla de otro modo, — y cierta soberbia abismal acaba infundiéndoos incluso la insensata esperanza de que, porque vosotros sepáis tiranizaros a vosotros mismos — estoicismo es tiranía de sí mismo —, también la naturaleza se deja tiranizar; ¿no es, en efecto, el estoico un fragmento de la naturaleza?... Pero ésta es una historia vieja, eterna: lo que en aquel tiempo ocurrió con los estoicos sigue ocurriendo hoy tan pronto como una filosofía comienza a creer en sí misma. Siempre crea el mundo a su imagen, no puede actuar de otro modo; la filosofía es ese instinto tiránico mismo, la más espiritual voluntad de poder, de «crear el mundo», de ser causa prima [causa primera].
Friedrich Nietzsche (Más allá del bien y del mal)
El afecto, ya lo dije, no se da importancia. La caridad —decía san Pablo— no es engreída. El afecto puede amar lo que no es atractivo: Dios y sus santos aman lo que no es amable. El afecto «no espera demasiado», hace la vista gorda ante los errores ajenos, se rehace fácilmente después de una pelea, como la caridad sufre pacientemente, y es bondadoso y perdona. El afecto nos descubre el bien que podríamos no haber visto o que, sin él, podríamos no haber apreciado. Lo mismo hace la santa humildad. Pero si nos detuviéramos sólo en estas semejanzas, podríamos llegar a creer que este afecto no es simplemente uno de los amores naturales sino el Amor en sí mismo, obrando en nuestros corazones humanos y cumpliendo su ley. ¿Tendrían razón entonces los novelistas ingleses de la época victoriana, al decir que es suficiente este tipo de amor? ¿Son «los afectos caseros», cuando están en su mejor momento y en su desarrollo más pleno, lo mismo que la vida cristiana? La respuesta a estas preguntas, lo sé con seguridad, es decididamente No. No digo solamente que esos novelistas escribieron a veces como si nunca hubieran conocido ese texto evangélico sobre el «odiar» a la esposa y a la madre y aun la propia vida —aunque, por supuesto, sea así—, sino que la enemistad entre los amores naturales y el amor de Dios es algo que un cristiano procura no olvidar. Dios es el gran Rival, que en cualquier momento me puede robar —al menos a mí me parece un robo— el corazón de mi esposa, de mi marido o de mi hija.
C.S. Lewis (The Four Loves)
El reino de los Veinticinco Años de Paz era sólo el fruto acendrado y visible de una subterránea labor de generaciones consagradas a la noble y dichosa misión de mantener contra viento y marea la rígida inmovilidad de los principios, el respeto necesario de las leyes, la obediencia veloz y ciega a las normas misteriosas que gobiernan la humana sociedad jerarquizada en categorías y clases sociales (cada una de ellas representando a la perfección su papel en el ilusorio teatro de la vida). Al término de tan vasta y provechosa experiencia el pueblo aprendía a aplicar por sí mismo los designios catárticos y en aquel espurio verano de 1963 tu patria se había convertido en un torvo y somnoliento país de treinta y pico millones de policías no uniformados.
Juan Goytisolo (Marks of Identity)
¿Qué somos nosotros, habitantes de esta esfera, los insignificantes entre los muchos que pueblan el espacio ilimitado? Nuestras mentes abrazan el infinito, pero el mecanismo visible de nuestro ser está sujeto al más pequeño accidente (no hay más remedio que corroborarlo día a día). Aquel a quien un rasguño afecta, aquel que desaparece de la vida visible bajo el influjo de los agentes hostiles que operan a nuestro alrededor, ostentaba los mismos poderes que yo... Yo también existo sujeto a las mismas leyes. Y a pesar de todo ello nos llamamos a nosotros mismos señores dominadores de de la creación, los elementos, maestros de la vida y de la muerte, yalegamos, como excusa a esta arrogancia, que aunque el individuo se destruye, el hombre perdura siempre.
Mary Wollstonecraft Shelley (The Last Man)
Así queda en parte explicado que a menudo las mujeres sean imprescindibles a los hombres. Y también así se entiende mejor por qué a los hombres les intranquilizan tanto las críticas de las mujeres; por qué las mujeres no les pueden decir este libro es malo, este cuadro es flojo o lo que sea sin causar mucho más dolor y provocar mucha más cólera de los que causaría y provocaría un hombre que hiciera la misma crítica. Porque si ellas se ponen a decir la verdad, la imagen del espejo se encoge; la robustez del hombre ante la vida disminuye. ¿Cómo va a emitir juicios, civilizar indígenas, hacer leyes, escribir libros, vestirse de etiqueta y hacer discursos en los banquetes si a la hora del desayuno y de la cena no puede verse a sí mismo por lo menos de tamaño doble de lo que es?
Virginia Woolf (Un cuarto propio)
Al negar toda autoridad trascendente se afirma que es el hombre quien se da el poder a sí mismo. A partir de ahí, como podemos ver en tantos ejemplos cercanos, se puede negar la potestad de los padres sobre los hijos, la validez de la Ley Natural o la misma existencia de una naturaleza humana quedando toda vida humana amenazada por la arbitrariedad del consenso. Así, la absolutización de lo humano a partir de la negación de lo divino irá acercando el advenimiento del Anticristo. Newman se fija más en los signos que señalan la gran apostasía y que vincula al hecho de que todos los ámbitos de la vida social y política se estaban separando de lo religioso, intentando construir una vida humana sin ninguna referencia a Dios. La gran apostasía, en la que se enfriará la fe de muchos, precederá a la manifestación del Anticristo.
John Henry Newman (Cuatro sermones sobre el Anticristo: La idea patrística del Anticristo en cuatro sermones (Religión) (Spanish Edition))
La búsqueda de una vida más fácil trajo muchas privaciones, y no por última vez. En la actualidad nos ocurre a nosotros. ¿Cuántos jóvenes graduados universitarios han accedido a puestos de trabajo exigentes en empresas potentes, y se han comprometido solemnemente a trabajar duro para ganar dinero que les permita retirarse y dedicarse a sus intereses reales cuando lleguen a los treinta y cinco años? Pero cuando llegan a esa edad, tienen hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, casa en las urbanizaciones, dos coches como mínimo por familia y la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sin vino realmente bueno y unas vacaciones caras en el extranjero. ¿Qué se supone que tienen que hacer, volver a excavar raíces? No, redoblan sus esfuerzos y siguen trabajando como esclavos. Una de las pocas leyes rigurosas de la historia es que los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas obligaciones. Una
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
La mayoría de las personas son otras personas. Sus pensamientos son las opiniones de otro, su vida un remedo, sus pasiones una cita. Cristo no fue sólo el Individualista supremo, sino el primero de la Historia. Se ha querido hacer de él un vulgar Filántropo, como los espantosos filántropos del siglo diecinueve, o se le ha colocado como Altruista al lado de los acientíficos y los sentimentales. Pero en realidad no fue ni lo uno ni lo otro. Tiene compasión, naturalmente, de los pobres, de los que están encerrados en las cárceles, de los humildes, de los desdichados, pero tiene mucha más compasión de los ricos, de los hedonistas duros, de los que dilapidan su libertad en hacerse esclavos de las cosas, de los que visten telas suaves y viven en las casas de los reyes. La Riqueza y el Placer le parecían tragedias realmente mayores que la Pobreza y el Dolor. Y en cuanto al Altruismo, ¿quién supo mejor que él que es la vocación y no la volición lo que nos determina, y que no se pueden recoger uvas de los espinos ni higos de los cardos? Vivir para los demás como objetivo concreto y deliberado no fue su credo. No fue la base de su credo. Cuando dice: « Perdonad a vuestros enemigos», no lo dice por el bien del enemigo sino por el bien de uno mismo, y porque el Amor es más bello que el Odio. Cuando ruega al joven al que amó con verle: «Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres », no es en el estado de los pobres en lo que está pensando, sino en el alma del joven, el alma gentil que la riqueza estaba desfigurando. En su visión de la vida coincide con el artista que sabe que por la ley inevitable del propio perfeccionamiento el poeta ha de cantar, y el escultor pensar en bronce, y el pintor hacer del mundo espejo de sus estados de ánimo, tan seguro y tan cierto como que el majuelo ha de florecer en primavera, y el trigo llamear de oro al tiempo de la siega, y la Luna en sus ordenadas andanzas cambiar de escudo en hoz y de hoz en escudo.
Oscar Wilde (Obras - Coleccion de Oscar Wilde (Spanish Edition))
Imagínate cómo es esta vida cuando hace frío, cuando el suelo está cubierto de nieve y no encuentras nada que comer, y tienes que romper el hielo para que los caballos puedan beber. O cuando es pleno verano y la hierba está seca y no hay sombra para protegerse del sol. —Bueno, eso no suena muy bien —admití. —O cuando hay comida solo para la mitad de la tribu, y tienes que pelearte con tus propios primos para ver quién come ese día —continuó él con una mirada sombría—. Cuando se te ha quedado pequeño el abrigo y tienes que robar periódicos para ponerte las hojas dentro de la camisa y no pasar tanto frío. Cuando robas una cartera y tu madre te da una paliza por haber sido torpe. Su voz se había vuelto muy grave, y yo no dije nada mientras continuaba hablando, casi consigo mismo. —O cuando vienen los giorgios con sus perros y sus antorchas, vuelcan los vardos y tiran tu comida al fuego solo porque la ley se lo permite, y sus hijos te escupen y te insultan mientras sus madres sonríen. Eso es ser gitano
Deanna Raybourn
La mayoría de las personas afirman que su jerarquía social es natural y justa, mientras que las de otras sociedades se basan en criterios falsos y ridículos. A los occidentales modernos se les enseña a mofarse de la idea de jerarquía racial. Les sorprende que haya leyes que prohíban a los negros vivir en barrios de blancos, o estudiar en escuelas para blancos, o ser tratados en hospitales para blancos. Sin embargo, la jerarquía de ricos y pobres, que ordena que la gente rica viva en barrios separados y más lujosos, que estudien en escuelas separadas y más prestigiosas y que reciban tratamiento médico en instalaciones separadas y mejor equipadas, les parece perfectamente sensata a muchos norteamericanos y europeos. No obstante, es un hecho comprobado que la mayoría de las personas ricas lo son por el simple hecho de haber nacido en el seno de una familia rica, mientras que la mayoría de las personas pobres seguirán siéndolo durante toda su vida simplemente por haber nacido en el seno de una familia pobre.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
La ambición de los poderosos aprovechó estas circunstancias para perpetuar sus cargos en sus familias; el pueblo, habituado ya a la dependencia, al reposo y a las comodidades de la vida, y lejos así mismo de estar en situación de poder romper sus cadenas, consintió en el aumento de su servidumbre como medio de asegurar su tranquilidad; y así es como los jefes, que llegaron a ser hereditarios, se acostumbraron a mirar su magistratura como un caudal de familia, a considerarse ellos mismos propietarios del Estado, del cual no eran, ciertamente, más que funcionarios; a llamar esclavos a sus conciudadanos; a contarlos, como a rebaños, entre el número de las cosas de su propiedad, y a llamarse a sí mismos iguales a los dioses y reyes de los reyes. Si seguimos el progreso de la desigualdad en estas diferentes evoluciones, hallaremos que su primera causa fue la constitución de la ley y del derecho de propiedad; la institución de la magistratura, la segunda; y la tercera y última, el cambio de poder legítimo en poder arbitrario.
Jean-Jacques Rousseau (Discours sur l'origine et les fondements de l'inégalité parmi les hommes (French Edition))
El comunismo soviético era una religión fanática y misionera. Un comunista devoto no podía ser cristiano ni budista, y se esperaba que difundiera el evangelio de Marx y Lenin incluso al precio de su propia vida.   La religión es un sistema de normas y valores humanos que se fundamenta en la creencia en un orden sobrehumano. La teoría de la relatividad no es una religión porque (al menos hasta ahora) no existen normas y valores humanos que se fundamenten en ella. El fútbol no es una religión porque nadie aduce que sus reglas reflejen edictos sobrehumanos. El islamismo, el budismo y el comunismo son religiones porque son sistemas de normas y valores humanos que se fundamentan en la creencia de un orden sobrehumano. (Adviértase la diferencia entre «sobrehumano» y «sobrenatural». La ley de la naturaleza budista y las leyes de la historia marxista son sobrehumanas, puesto que no fueron legisladas por humanos, pero no son sobrenaturales.)   Algún lector puede sentirse incómodo con esta línea de razonamiento. Si esto hace que se sienta mejor, es libre de seguir llamando al comunismo una ideología y no una religión. Esto no supone ninguna diferencia.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
Son los descendientes de los galeotes de Colón, de los castellanos ambiciosos y haraganes que asaltaron México y Perú: son los cazadores de los nativos del África, los implacables negreros; son los mismos buscadores frenéticos de oro del Yukón o la Baja California; los que torturaron a Atahualpa para arrebatarle sus tesoros; los dueños de los cauchales del Amazonas, de las plantaciones de la Malasia. Son los siempre errantes, los siempre ambiciosos, los despiadados. Nunca siembran, ni plantan, ni fecundan. Desarraigan, destrozan, hieren, matan. Su misión es arrancar y violar. Por donde pasan los pequeños Atilas hambrientos, no vuelve a crecer el pasto, ni las aguas, ni los peces. Tienen la mirada dura, ansiosa. No conocen la piedad. Su vista sólo se posa buscando algo para despojar, para apoderarse, para llevarse consigo. Su única meta es el botín. Su única ley, la codicia. Caminan sobre muertos, dejan detrás desiertos, árboles tronchados, tierras removidas, paisajes mustios y secos. Los empuja la vida, el ansia de vivir, pero sólo llevan por doquiera la muerte. Son como las suntuosas enredaderas parásitas, que sólo largan la presa cuando la han exprimido por completo.
Alfredo Varela (El río oscuro)
Conclusión A lo largo de estas páginas, hemos visto cómo se desarrollan los procesos perversos en algunos contextos, pero es evidente que nuestra lista no es exhaustiva y que estos fenómenos van más allá del mundo de la pareja, de la familia o de la empresa. Los volvemos a encontrar en todos los grupos en donde los individuos pueden establecer rivalidades, especialmente en las escuelas y en las universidades. La imaginación humana no tiene límites cuando pretende aniquilar la buena imagen que el otro tiene de sí mismo; sirve para enmascarar las propias debilidades y para colocarse en una posición de superioridad. La cuestión del poder atañe a toda la sociedad. En todas las épocas ha habido seres carentes de escrúpulos, calculadores y manipuladores, y para los que el fin justifica los medios. Sin embargo, la multiplicación actual de los actos de perversidad en las familias y en las empresas es un indicador del individualismo que domina en nuestra sociedad. En un sistema que funciona según la ley del más fuerte, o del más malicioso, los perversos son los amos. Cuando el éxito es el valor principal, la honradez parece una debilidad y la perversidad adopta un aire de picardía. Con el pretexto de la tolerancia, las sociedades occidentales renuncian poco a poco a sus propias prohibiciones. Pero, al aceptar demasiado, como lo hacen las víctimas de los perversos narcisistas, permiten que se desarrollen en su seno los funcionamientos perversos. Numerosos dirigentes o políticos, que ocupan no obstante una posición de modelo para la juventud, no muestran ninguna preocupación moral a la hora de liquidar a un rival o de mantenerse en el poder. Algunos de ellos abusan de sus prerrogativas y utilizan presiones psicológicas, y razones y secretos de Estado, para proteger su vida privada. Otros se enriquecen gracias a una delincuencia astuta hecha de abusos de bienes sociales, de estafas o de fraudes fiscales. La corrupción se ha convertido en una moneda corriente. Ahora bien, basta con que un grupo, una empresa o un gobierno cuenten con uno o con varios individuos perversos para que todo el sistema se vuelva perverso. Si esta perversión no se denuncia, se extiende subterráneamente mediante la intimidación, el miedo y la manipulación. Efectivamente, para atar psicológicamente a un individuo, basta con inducirlo a la mentira o a ciertos compromisos para convertirlo en cómplice del proceso perverso. Sin ir más lejos, ésta es la base del funcionamiento de la mafia o de los regímenes totalitarios. Tanto en las familias como en las empresas y los Estados, los perversos narcisistas se las arreglan para atribuir a los demás los desastres que provocan, se presentan luego como salvadores y se hacen así con el poder. En lo sucesivo, para mantenerse en él, les basta con no tener escrúpulos. La historia nos ha mostrado hombres que se niegan a reconocer sus propios errores, que no asumen sus responsabilidades, y que falsean las cosas y manipulan la realidad a fin de borrar las huellas de sus fechorías. Más allá del aspecto individual del acoso moral, se nos plantean dilemas más generales. ¿Cómo restablecer el respeto entre los individuos? ¿Qué límites debemos poner a nuestra tolerancia? Si los individuos no pueden detener por sí mismos estos procesos destructivos, la sociedad deberá intervenir y establecer una legislación. Recientemente, se ha presentado un proyecto de ley que proponía instituir un delito de novatada para reprimir cualquier acto degradante y humillante en el ámbito escolar y socioeducativo. Si no queremos que nuestras relaciones humanas acaben completamente reglamentadas por leyes, es esencial prevenir a los niños.
Marie-France Hirigoyen (El acoso moral: El maltrato psicológico en la vida cotidiana)
A lo largo de esos meses pensé a menudo en lo que yo intentaba hacer, en lo duro que es mantener con vida a alguien que no quiere vivir. Primero pruebas con la lógica («Tienes tantos motivos para vivir»), luego con la culpabilidad («Me lo debes»), con la cólera, las amenazas y los ruegos («Ya tengo una edad. No le hagas esto a un anciano»). Pero una vez que él accede, es necesario que tú, que le has engatusado, sepas bien a qué te enfrentas, porque ves cómo le cuesta, ves cuánto desea irse, ves que el solo acto de existir le resulta agotador, y tienes que repetirte cada día: «Estoy haciendo lo que debo. Permitir que haga lo que quiere hacer es contrario a las leyes de la naturaleza, a las leyes del amor». Y te abalanzas sobre los buenos momentos, te aferras a ellos como si fueran una prueba —«¿Ves? Por eso vale la pena vivir. Por eso quiero que lo intente»—, aunque esos momentos únicos no pueden compensar todos los demás, que son la mayoría. Piensas, como pensé con respecto a Jacob: «¿Para qué está aquí este niño? ¿Para darme consuelo? ¿Para que yo le dé consuelo a él? Y si un niño ya no puede ser consolado, ¿es mi deber darle permiso para que se vaya?». Y entonces vuelves a decirte: «Pero eso es abominable. No puedo».
Hanya Yanagihara (A Little Life)
Basándose en las miles de páginas de los cuadernos manuscritos de Leonardo y nuevos descubrimientos sobre su vida y su obra, Walter Isaacson teje una narración que conecta el arte de Da Vinci con sus investigaciones científicas, y nos muestra cómo el genio del hombre más visionario de la historia nació de habilidades que todos poseemos y podemos estimular, tales como la curiosidad incansable, la observación cuidadosa y la imaginación juguetona. Su creatividad, como la de todo gran innovador, resultó de la intersección entre la tecnología y las humanidades. Despellejó y estudió el rostro de numerosos cadáveres, dibujó los músculos que configuran el movimiento de los labios y pintó la sonrisa más enigmática de la historia, la de la Mona Lisa. Exploró las leyes de la óptica, demostró como la luz incidía en la córnea y logró producir esa ilusión de profundidad en la Última cena. La habilidad de Leonardo da Vinci para combinar arte y ciencia —esplendorosamente representada en el Hombre de Vitruvio— continúa siendo la regla de oro de la innovación. La apasionante vida de este gran hombre debe recordarnos la importancia de inculcar el conocimiento, pero sobre todo la voluntad contagiosa de cuestionarlo: ser imaginativos y pensar de manera diferente.
Walter Isaacson (Leonardo da Vinci: La biografía (Spanish Edition))
De todas las criaturas que tienen mente y alma no hay especie más mísera que la de las mujeres. Primero han de acopiar dinero con que compren un marido que en amo se torne de sus cuerpos, lo cual es ya la cosa más dolorosa que hay. Y en ello es capital el hecho de que sea buena o mala la compra, porque honroso el divorcio no es para las mujeres ni el rehuir al cónyuge. Llega una, pues, a nuevas leyes y usos y debe trocarse en adivina, pues nada de soltera aprendió sobre cómo con su esposo portarse. Si, tras tantos esfuerzos, se aviene el hombre y no protesta contra el yugo, vida envidiable es ésta; pero, si tal no ocurre, morirse vale más. El varón, si se aburre de estar con la familia, en la calle al hastío de su humor pone fin; nosotras nadie más a quien mirar tenemos. Y dicen que vivimos en casa una existencia segura mientras ellos con la lanza combaten, mas sin razón: tres veces formar con el escudo preferiría yo antes que parir una sola. Pero el mismo lenguaje no me cuadra que a ti: tienes esta ciudad, la casa de tus padres, los goces de la vida, trato con los amigos, y en cambio yo el ultraje padezco de mi esposo, que de mi tierra bárbara me raptó, abandonada, sin patria, madre, hermanos, parientes en los cuales pudiera echar el ancla frente a tal infortunio.
Euripides (Medea)
Porque de tanto vivir en Westminster - ¿cuántos años ya?... más de veinte - sientes, aun en medio del tráfico, o al despertarte de noche, Clarissa estaba segurísima, una quietud particular, o mejor cierta solemnidad; una pausa indescriptible; un suspense (aunque eso podía ser del corazón, según decían aquejado de gripe) antes de que el Big Ben diese la hora. ¡Ahora! El reloj tronó. Primero un aviso, musical; luego la hora, irrevocable. Los círculos de plomo se disolvieron en el aire. ¡Qué locos estamos!, pensó cruzando Victoria Street. Porque sólo Dios sabe por qué nos gusta tanto, por qué lo vemos así, por qué lo inventamos, por qué construimos todo esto que nos rodea, y lo destrozamos para volverlo a crear de nuevo; pero si hasta los mismísimos mendigos, los miserables más desesperados sentados en los portales (beben su destrucción) hacen lo mismo; y eso no lo pueden solucionar las leyes del Parlamento y por una y misma razón: aman a la vida. En los ojos de la gente, en el vaivén, el caminar y la caminata; en el estruendo y el tumulto; en los coches, automóviles, omnibuses, camiones, hombres-anuncio que van y vienen de un lado a otro; en las bandas de música; organillos; en el triunfo, y en el tintineo y en el extraño canto de algún aeroplano que pasaba volando estaba lo que ella amaba: la vida; Londres; este momento de junio.
Virginia Woolf (Mrs. Dalloway)
Éramos amigos y nos hemos vuelto extraños. Pero está bien así, y no queremos disimularlo ni ocultarlo como si tuviésemos que avergonzarnos de ello. Somos dos barcos y cada uno tiene su meta y su rumbo, puede que nos crucemos y celebremos una fiesta juntos, como lo hicimos cuando los probos barcos quedaron fondeados en un mismo puerto y a un mismo sol, tan tranquilos que parecía como si ya hubieran llegado a su destino y hubieran tenido un mismo destino. Pero más tarde la todopoderosa fuerza de nuestra tarea volvió a separarnos, hacia diferentes mares y latitudes, y quizá no nos volvamos a ver nunca más, o tal vez nos volveremos a ver, pero ya no nos reconoceremos: ¡los diferentes mares y vientos nos habrán cambiado! Tener que volvernos extraños el uno para el otro es la ley que está por encima de nosotros: ¡precisamente por eso hemos de ser más venerables uno para el otro! ¡Precisamente por eso ha de ser más sagrado para nosotros el pensamiento de nuestra antigua amistad! Existe probablemente una tremenda curva y órbita estelar invisible en la que nuestros caminos y metas, tan distintos como son, puede que estén incluidos como pequeños tramos, ¡elevémonos hacia ese pensamiento! Pero nuestra vida es demasiado breve y nuestra vista demasiado débil como para que podamos ser más que amigos en el sentido de aquella sublime posibilidad. Creamos, pues, en nuestra amistad estelar, aun en el caso de que tuviéramos que ser enemigos sobre la tierra
Friedrich Nietzsche (The Gay Science: With a Prelude in Rhymes and an Appendix of Songs)
No había piedad en ellos, ni siquiera esos ápices de humanidad que a veces uno vislumbra incluso en los más desalmados. Frailes, juez, escribano y verdugos se comportaban con una frialdad y un distanciamiento tan rigurosos que era precisamente lo que más pavor producía; más, incluso, que el sufrimiento que eran capaces de infligir: la helada determinación de quien se sabe respaldado por leyes divinas y humanas, y en ningún momento pone en duda la licitud de lo que hace. Después, con el tiempo, aprendí que, aunque todos los hombres somos capaces de lo bueno y de lo malo, los peores siempre son aquellos que, cuando administran el mal, lo hacen amparándose en la autoridad de otros, en la subordinación o en el pretexto de las órdenes recibidas. Y si terribles son quienes dicen actuar en nombre de una autoridad, una jerarquía o una patria, mucho peores son quienes se estiman justificados por cualquier dios. Puestos a elegir con quien habérselas a la hora, a veces insoslayable, de tratar con gente que hace el mal, preferí siempre a aquellos capaces de no acogerse más que a su propia responsabilidad. Porque en las cárceles secretas de Toledo pude aprender, casi a costa de mi vida, que nada hay más despreciable, ni peligroso, que un malvado que cada noche se va a dormir con la conciencia tranquila. Muy malo es eso. En especial, cuando viene parejo con la ignorancia, la superstición, la estupidez o el poder; que a menudo se dan juntos. Y aún resulta peor cuando se actúa como exégeta de una sola palabra, sea del Talmud, la Biblia, el Alcorán o cualquier otro escrito o por escribir. No soy amigo de dar consejos –a nadie lo acuchillan en cabeza ajena-, mas ahí va uno de barato: desconfíen siempre vuestras mercedes de quien es lector de un solo libro.
Arturo Pérez-Reverte (Purity of Blood (Adventures of Captain Alatriste, #2))
Erwin Schrödinger fue una figura capital en la formulación de la mecánica cuántica, pero también estaba interesado en otro problema que llevaba siglos fascinando y atormentando a los científicos: ¿qué es la vida? ¿Podía la mecánica cuántica dar respuesta a este misterio capital? Consideraba que uno de los subproductos de la revolución cuántica sería la clave para comprender el origen de la vida. A lo largo de la historia, científicos y filósofos habían creído en la existencia de algún tipo de fuerza vital que animaba a los seres vivos. Cuando un alma misteriosa entraba en un cuerpo, este pasaba, de repente, a estar animado y a actuar como un ser humano. Muchos creían en algo llamado «dualismo», según el cual el cuerpo (material) coexistía con un alma (espiritual). Schrödinger, sin embargo, creía que el código de la vida estaba oculto dentro de alguna molécula maestra que obedecía las leyes de la mecánica cuántica. Einstein, por ejemplo, desterró el éter de la física. De forma parecida, el austriaco trataría de desterrar la fuerza vital de la biología. En 1944 escribió un innovador libro, ¿Qué es la vida?, que ejerció una profunda influencia en la nueva generación de científicos de posguerra. Schrödinger proponía utilizar la mecánica cuántica para responder a las más antiguas cuestiones sobre la vida. En ese libro observó que, de algún modo, un código genético se transportaba de una generación de organismos vivos a la siguiente. Él creía que este código no se guardaba en un alma, sino en la disposición de moléculas de nuestras células. Utilizando la mecánica cuántica, teorizó sobre cuál podía ser esta misteriosa molécula maestra. Por desgracia, en la década de 1940 no se sabía lo suficiente sobre biología molecular para dar respuesta a esta cuestión.
Michio Kaku (La ecuación de Dios: La búsqueda de una teoría del todo (Spanish Edition))
Estas cosas ocurren en verdad de cuando en cuando. El 3 de noviembre de 1985, el gobierno de Myanmar anunció inesperadamente que los billetes de 25, 50 y 100 kyats ya no eran moneda legal. A la gente no se le dio la oportunidad de cambiar los billetes, y los ahorros de toda una vida se convirtieron instantáneamente en montones de papel inútil. Para reemplazar los que habían quedado fuera de circulación, el gobierno emitió nuevos billetes de 75 kyats, supuestamente en honor del septuagésimo quinto aniversario del dictador de Myanmar, el general Ne Win. En agosto de 1986 se emitieron billetes de 15 y 35 kyats. Los rumores indicaban que el dictador, que tenía una enorme fe en la numerología, creía que el 15 y el 35 son números de la suerte. No supusieron mucha suerte para sus súbditos. El 5 de septiembre de 1987, el gobierno decretó sin más que todos los billetes de 15 y 35 kyats ya no eran moneda. El valor del dinero no es lo único que puede evaporarse cuando la gente deja de creer en ello. Lo mismo puede ocurrir con leyes, dioses e incluso imperios enteros. En un momento dado están atareados modelando el mundo, y al siguiente ya no existen. Zeus y Hera fueron antaño poderes importantes en la cuenca del Mediterráneo, pero actualmente carecen de toda autoridad, porque nadie cree en ellos. La Unión Soviética podía haber destruido antaño a toda la especie humana, pero dejó de existir de un plumazo. A las dos de la tarde del 8 de diciembre de 1991, en una dacha estatal cerca de Viskuli, los líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron los Acuerdos de Belavezha, que declaraban: «Nosotros, la República de Bielorrusia, la Federación Rusa y Ucrania, como estados fundadores de la URSS que firmaron el tratado de unión de 1922, por la presente establecemos que la URSS, como sujeto de ley internacional y realidad geopolítica, deja de existir».[25] Y eso fue todo. Ya no había Unión Soviética.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco, según para lo que se les paga. El resto de las gentes son esclavas de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo cosa impropia de la naturaleza de su oficio. Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de conformidad con ellas. Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión. Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a un extraño que está a trescientas millas de distancia.
Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver)
Supongamos que un ictiólogo está explorando la vida del océano. Introduce una red en el agua y pesca todo un surtido en pescados. Inspeccionando sus presas, procede en la forma usual de un científico, con el objeto de sistematizar sus descubrimientos. Llega a dos generalizaciones: a)      Ninguna criatura del mar es más chica de dos pulgadas; b) todas las criaturas del mar tienen agallas. Ambas son ciertas para su cosecha, y él asume tentativamente que seguirán siendo ciertas cuantas veces repita la pesca. Aplicando esta analogía, la pesca es el cuerpo de conocimientos que constituyen la ciencia física, y la red, el equipo sensorial e intelectual que usamos para obtenerlo. El lanzamiento de la red corresponde a la observación: ya que conocimiento que no haya sido o que no pueda ser obtenido por observación no se admite en la ciencia física. Un espectador podría objetar diciendo que la primera generalización es falsa: “existen muchas criaturas del mar con un tamaño menor a las dos pulgadas, lo que sucede es que tu red no se adapta para pescarlos”. El ictiólogo desprecia la objeción desdeñosamente: -Lo que sea impescable por la red queda ipso facto fuera del alcance del conocimiento ictiológico, y no es parte del reino de peces que se han definido como tema del conocimiento ictiológico. En otras palabras, lo que mi red no puede pescar no es un pez-; O -para traducir la analogía-: -Si tú no estás simplemente inventando, estás considerando un conocimiento del universo físico descubierto en una forma distinta a la usada por las ciencias físicas y claramente no verificable por esos métodos, tú eres metafísico, ¡Bah! Cuando el ictiólogo rechazó la sugerencia del espectador acerca de un reino objetivo de los peces, por considerarla metafísica, y explicó que su propósito era descubrir leyes, es decir, generalizaciones que fueran verdaderas para todos los peces pescables, yo esperaría que el espectador se fuera refunfuñando: “Apuesto que él no llega muy lejos con su ictiología de los peces pescables; me pregunto cómo será su teoría acerca de la reproducción de los peces pescables. Está muy bien el descartar los peces bebé como especulación metafísica; pero a mí me parece que son parte del problema”. Sir Arthur Eddington.
Jacobo Grinberg-Zylberbaum (El Yo como Idea (Spanish Edition))
A sus treinta y seis años, Einstein había elaborado una de las más imaginativas y espectaculares revisiones de nuestros conceptos sobre el universo de toda la historia. La teoría de la relatividad general no era meramente la interpretación de algunos datos experimentales o el descubrimiento de un conjunto de leyes más precisas; era una forma totalmente nueva de ver la realidad. Newton le había legado a Einstein un universo en el que el tiempo tenía una existencia absoluta que transcurría independientemente de los objetos y observadores, y en la que también el espacio tenía una existencia absoluta. Se creía que la gravedad era una fuerza que ejercían las masas unas sobre otras de una manera bastante misteriosa a través del espacio vacío. En este marco, los observadores obedecían leyes mecánicas que se habían revelado extraordinariamente acertadas —casi perfectas— a la hora de explicarlo todo, desde las órbitas de los planetas hasta la difusión de los gases, pasando por los movimientos de las moléculas y la propagación de las ondas del sonido (aunque no las de la luz). Con su teoría de la relatividad especial, Einstein había demostrado que el espacio y el tiempo no tenían una existencia independiente, sino que, en lugar de ello, configuraban juntos la estructura del espacio-tiempo. Ahora, con su versión general de la teoría, dicha estructura del espacio-tiempo dejaba de ser un mero contenedor de objetos y acontecimientos. Lejos de ello, poseía su propia dinámica, la cual venía determinada por —y a su vez contribuía a determinar—, el movimiento de los objetos en su seno; exactamente del mismo modo que la superficie de una cama elástica se verá curvada y ondulada por una bola de bolera inmóvil y algunas bolas de billar que rueden junto a ella; a su vez, esa curvatura y ondulación dinámicas de la superficie de la cama elástica determinarán la trayectoria de las bolas que ruedan por ella y harán que las bolas de billar se dirijan hacia la bola de bolera. La estructura curvada y ondulada del espacio-tiempo explicaba la gravedad, su equivalencia con la aceleración y también —afirmaba Einstein— la relatividad general de todas las formas de movimiento.[92] En opinión de Paul Dirac, premio Nobel y pionero de la mecánica cuántica, aquel fue «probablemente el mayor descubrimiento científico jamás realizado». Otro de los grandes gigantes de la física del siglo XX, Max Born, lo calificó de «la mayor hazaña del pensamiento humano en torno a la naturaleza, la más asombrosa combinación de penetración filosófica, intuición física y habilidad matemática».[93] Todo aquel proceso dejó a Einstein exhausto, pero eufórico. Su matrimonio se había derrumbado y la guerra asolaba Europa, pero Einstein se sentía más feliz que nunca. «Mis sueños más audaces se han hecho realidad —le diría exultante a Besso—. Covariancia general. Movimiento del perihelio de Mercurio maravillosamente preciso.» Y firmaba: «Contento, pero derrotado».[94]
Walter Isaacson (Einstein: Su vida y su universo)
Blanca, en cambio, se había acostumbrado a vivir sola. Terminó por encontrar paz en sus quehaceres de la gran casa, en su taller de cerámica y en sus Nacimientos de animales inventados, donde lo único que correspondía a las leyes de la biología era la Sagrada Familia perdida en una multitud de monstruos. El único hombre de su vida era Pedro Tercero, pues tenía vocación para un solo amor. La fuerza de ese inconmovible sentimiento la salvó de la mediocridad y de la tristeza de su destino. Permanecía fiel aun en los momentos en que él se perdía detrás de algunas ninfas de pelo lacio y huesos largos, sin amarlo menos por ello. Al principio creía morir cada vez que se alejaba, pero pronto se dio cuenta de que sus ausencias duraban lo que un suspiro y que invariablemente regresaba más enamorado y más dulce. Blanca prefería esos encuentros furtivos con su amante en hoteles de cita, a la rutina de una vida en común, al cansancio de un matrimonio y a la pesadumbre de envejecer juntos compartiendo las penurias de fin de mes, el mal olor en la boca al despertar, el tedio de los domingos y los achaques de la edad. Era una romántica incurable. Alguna vez tuvo la tentación de tomar su maleta de payaso y lo que quedaba de las joyas del calcetín, e irse con su hija a vivir con él, pero siempre se acobardaba. Tal vez temía que ese grandioso amor, que había resistido tantas pruebas, no pudiera sobrevivir a la más terrible de todas: la convivencia. Alba estaba creciendo muy rápido y comprendía que no le iba a durar mucho el buen pretexto de velar por su hija para postergar las exigencias de su amante, pero prefería siempre dejar la decisión para más adelante. En realidad, tanto como temía la rutina, la horrorizaba el estilo de vida de Pedro Tercero, su modesta casita de tablas y calaminas en una población obrera, entre cientos de otras tan pobres como la suya, con piso de tierra apisonada, sin agua y con un solo bombillo colgando del techo. Por ella, él salió de la población y se mudó a un departamento en el centro, ascendiendo así, sin proponérselo, a una clase media a la cual nunca tuvo aspiración de pertenecer. Pero tampoco eso fue suficiente para Blanca. El departamento le pareció sórdido, oscuro, estrecho y el edificio promiscuo. Decía que no podía permitir que Alba creciera allí, jugando con otros niños en la calle y en las escaleras, educándose en una escuela pública. Así se le pasó la juventud y entró en la madurez, resignada a que los únicos momentos de placer eran cuando salía disimuladamente con su mejor ropa, su perfume y las enaguas de mujerzuela que a Pedro Tercero cautivaban y que ella escondía, arrebolada de vergüenza, en lo más secreto de su ropero, pensando en las explicaciones que tendría que dar si alguien las descubría. Esa mujer práctica y terrenal para todos los aspectos de la existencia, sublimó su pasión de infancia, viviéndola trágicamente. La alimentó de fantasías, la idealizó, la defendió con fiereza, la depuró de las verdades prosaicas y pudo convertirla en un amor de novela.
Isabel Allende (The House of the Spirits)
¿Los conventos son, pues, tan esenciales para la constitución de un Estado? ¿Instituyó Cristo a los monjes y a los religiosos? ¿La Iglesia no puede, acaso, prescindir de ellos en absoluto? ¿Qué necesidad tiene el Estado de tantas vírgenes enloquecidas, y la especie humana de tantas víctimas? ¿No se percibirá nunca la necesidad de reducir la abertura de estas simas donde van a perderse futuras generaciones? ¿Todas las oraciones rutinarias que allí se hacen, valen acaso lo que una limosna que la conmiseración da a un pobre? Dios, que creó sociable al hombre, ¿aprueba que se le encierre? Dios, que lo creó tan inconstante y frágil, ¿puede autorizar la inseguridad de sus votos? Estos votos, contrarios a la inclinación general de la naturaleza, ¿pueden nunca ser cumplidamente observados excepto por algunas criaturas mal constituidas en las que los gérmenes de las pasiones están marchitos, y que con razón serían consideradas como monstruos si nuestras luces nos permitieran conocer tan fácilmente y tan bien la estructura interior del hombre como su forma exterior? ¿Todas estas ceremonias lúgubres que se observan en la toma de hábito y en la profesión de éstos, al consagrar un hombre o una mujer a la vida monástica y a la desgracia, suspenden acaso las funciones fisiológicas? Al contrario, ¿no se despiertan éstas en el silencio, la sujeción y la ociosidad con una violencia desconocida a la gente del mundo ocupada en una multitud de distracciones? ¿Dónde se ven mentes obsesionadas por espectros impuros que las siguen y las perturban? ¿Dónde este profundo fastidio, esa palidez, ese enflaquecer, todos los síntomas de la naturaleza que languidece y se consume? ¿Dónde las noches son turbadas por los gemidos, los días empapados de lágrimas derramadas sin motivo, precedidas de una melancolía que nadie sabe a qué atribuir? ¿Dónde la naturaleza, sublevada por una sujeción para la que no está hecha, rompe los obstáculos que se le oponen, tórnase furiosa y lanza la economía animal a un desorden que no tiene ya remedio? ¿En qué sitio la tristeza y el mal humor han aniquilado todas las cualidades sociales? ¿Dónde no existe padre, ni hermano, ni hermana, ni amigo? ¿Dónde el hombre, al considerarse sólo como ser de un instante fugaz, trata las relaciones más dulces de este mundo como un viajero los objetos que encuentra, sin afección? ¿Dónde está la sede del odio, del hastío y de los enervantes? ¿Dónde el lugar de la servitud y del despotismo? ¿Dónde los odios que nunca se extinguen? ¿Dónde las pasiones encubiertas en el silencio? ¿Dónde la morada de la crueldad y de la curiosidad? Nadie conoce la historia de estos asilos, decía a continuación el señor Manouri en su defensa; nadie la conoce. Añadía en otro lugar: «Hacer voto de pobreza es comprometerse mediante juramento a ser perezoso y ladrón; hacer voto de castidad equivale a prometer a Dios la infracción constante de la más sabia y más importante de sus leyes; hacer voto de obediencia es renunciar a la prerrogativa inalienable del hombre: la libertad. Si uno observa estos votos es un criminal; si no los observa, perjuro. La vida claustral es propia de un fanático o de un hipócrita.
Denis Diderot (La Religieuse (French Edition))
Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.
Franz Kafka (Ante la ley)
Siguiendo el ejemplo de Francia, se podría restringir artificialmente la natalidad y de este modo evitar una superpoblación. La Naturaleza misma suele oponerse al aumento de población en determinados países o en ciertas razas, y esto en épocas de hambre o por condiciones climáticas desfavorables, así como tratándose de la escasa fertilidad del suelo. Por cierto que la Naturaleza obra aquí sabiamente y sin contemplaciones; no anula propiamente la capacidad de procreación, pero sí se opone ala conservación de la prole al someter a ésta a rigurosas pruebas y privaciones tan arduas, que todo el que no es fuerte y sano vuelve al seno de lo desconocido. El que entonces sobrevive, a pesar de los rigores de la lucha por la existencia, resulta mil veces experimentado, fuerte y apto para seguir generando, de tal suerte que el proceso de la selección puede empezar de nuevo. Actuando de ese modo brutal contra el individuo y llamándolo de nuevo momentáneamente a desaparecer, por no ser capaz de resistir la tempestad de la vida, la Naturaleza mantiene la Raza, la propia especie vigorosa y la hace capaz de las mayores realizaciones. La disminución del número implica así la vigorización del individuo y con ello, finalmente, la consolidación de la Raza. Otra cosa es que el hombre, por sí mismo, se empeñe en restringir su descendencia. Aquí es preciso considerar no sólo el factor natural, sino también el humano. El hombre cree saber más que esa cruel Reina de toda la sabiduría, la Naturaleza. Él no limita la conservación del individuo, sino la propia reproducción. Eso le parece a él (que siempre se ve a sí mismo y nunca a la Raza) más humano y más justificado que lo otro. Infelizmente, las consecuencias son también inversas. En cuanto a la Naturaleza, liberando la generación, somete, entre tanto, la conservación de la especie a una prueba de las más severas, escogiendo dentro de un gran número de individuos los que juzga mejores, y sólo a éstos preserva para la perpetuación de la especie; el hombre limita la procreación y se esfuerza denodadamente para que cada ser, una vez nacido, se conserve a cualquier precio. Esta corrección de la voluntad divina le parece ser tan sabia como humana, y él se alegra más de una vez por haber sobrepujado a la Naturaleza y hasta haber demostrado la insuficiencia de la misma. Y el hijo de Adán no quiere ver ni oír hablar que, en realidad, el número es limitado, pero a costa del abatimiento del individuo. Siendo limitada la procreación, por disminución del número de nacimientos, sobreviene, en lugar de la natural lucha por la vida (que sólo deja en pie al más fuerte y al más sano), como lógica consecuencia, el prurito de "salvar" a todo trance también al débil y hasta al enfermo, cimentando el germen de una progenie que irá degenerando progresivamente, mientras persista ese escarnio de la Naturaleza y sus leyes. El resultado final es que un pueblo tal perderá algún día el derecho a la existencia en este mundo, pues el hombre puede, durante un cierto tiempo, desafiarlas leyes eternas de la conservación, pero la venganza vendrá, más tarde o más temprano. Una generación más fuerte expulsará a los débiles, pues el ansia por la vida, en su última forma, siempre romperá todas las corrientes ridículas del llamado espíritu de humanidad individualista. En su lugar aparecerá una Humanidad natural, que destruirá la debilidad para engendrar la fuerza.
Adolf Hitler (Mi Lucha)