Las Casas Quotes

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Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado...
Julio Cortázar
Supongo que nos dan más morbo las cosas malas, las imágenes de violencia. Nos hacen sentir seguros en nuestras casas y cómodos en nuestras vidas, o nos hunden en la miseria y nos reafirman en nuestra creencia de que el mundo es una mierda.
Laura Gallego (Dos velas para el diablo)
El hombre necesita del misterio como del pan y el aire, necesita de las casas embrujadas, de las personas innombrables, de las calles sin retorno que hay que esquivar.
Antonio Santa Ana (Los ojos del perro siberiano)
Donde no hay libros hace frío. Vale para las casas, las ciudades, los países. Un frío cataclismo, un páramo de amnesia
María Elena Walsh
El libro es capote de torero, paraguas para el sol y la lluvia, escudo contra las flechas de la estulticia, de la imbecilidad que inunda el cielo. El libro es almohada para tener los mejores sueños, cama de clavos para tener las más chidas pesadillas, el libro es pañuelo de lágrimas, bálsamo para las heridas, el libro es este ladrillo que construye ciudadanía, casas, muros, universos. Somos lo que hemos leído por el contrario seremos la ausencia que los libros dejaron en nuestras vidas. Leer es resistir. Leer es encontrarte a ti mismo y saber que sigues siendo humano.
Benito Taibo
Y si, digo que me parecería de lo más bonito del mundo tomarnos de la mano y besarnos frente a los demás. Y comer fresas con crema de tu boca o de tus piernas en mi casa de campo mientras preparo chocolate caliente y tu enciendes la calefacción. Y estar cada noche en la azotea viendo constelaciones mientras te hago dibujos en la espalda de las mismas. Y decirte que me encantaría pasar horas dando vueltas en la cama mirandote y jugando contigo a que somos gatos que no quieren dormirse y quieren jugar hasta que se vaya la luna. Y quisiera despertar todos los días viendote despertar. Hacerte el desayuno, el amor. Compartirte mi vida. Decir que no hay peor ciego que el que no te quiera ver, y que la verdad el mundo sería bastante aburrido sin tu existencia. Y que me ha gustado un montón haberte encontrado. Y que sólo me sentiría perdido si te suelto de la cintura cuando bailemos. Que sólo en tus labios es que puedo calmar mi sed de verdad, y en tus ojos es que puedo disfrutar de un próspero amanecer. Que con nuestros cuerpos rozados uno al otro mi corazón da latidos de fuego artificial. Que la vida sin ti es un desperdicio, y que no me importa el tiempo que tenga que pasar esperandote por que te vistas a la hora de salir. Que no me importaría llegar tarde al trabajo si cada mañana despertamos, te hago el café comemos y hacemos el amor antes de despedirnos. Que sonreír es mucho más bonito cuando lo hago porque lo haces tú. Que me encantas con pijama, sin pijama, con lo que sea. Que eres tan bella que no dejas que nadie más para mí lo sea. Corretear por la cocina desnudos por estar jugando a las escondidas, aparecerme en la ducha cuando tu lo estás, abrazarte y besarte haciendote saber que eres la mejor persona del mundo y que ser feliz es sinónimo de estar contigo. Y besar tu cuello y acariciar tu vientre mientras digo que soy capaz de darle la vuelta al mundo para abrazarte por la espalda. Así te quedaría claro que eres amada por mí.
J. Porcupine (La vuelta al mundo para abrazarte por la espalda)
Llevo varios días pensado en la sutil diferencia que hay entre en palabras que, aparentemente, significan lo mismo y que sin embargo entre ellas hay un abismo. Casa y hogar, por ejemplo. Casa no son más que paredes, techo para guarecerte de la lluvia, habitaciones especiales donde puedes realizar, sin que nadie te mire, necesidades fisiológicas propias de nuestra especie, área reservada que tiene el colchón en el que duermes. Hogar, en cambio, es donde tienes tus libros; la cama que conserva tu olor, o más bien, el perfume, la esencia de la persona amada; el maravilloso espacio donde los sueños se suceden; el lugar en el que te refugias de la maldad; también hay trono de rey o de princesa donde lees sin que nadie te moleste y que en las casas sólo sirve para mear y cagar. Hogar es sinónimo, no de casa sino de calidez, de ternura, de refugio, de ventana para mirar al mundo y la lluvia sin que ésta te moje.
Benito Taibo (Persona normal)
—¿Sabes por qué se llama síndrome premenstrual? —No te atreverás —amenazó ella—. Sólo las mujeres pueden hacer chistes de eso. —Porque la expresión «enfermedad de las vacas locas» ya estaba cogida. Al diablo la sartén. Miró a su alrededor buscando un cuchillo. —Sal de esta casa.
Linda Howard
Mi madre fue la primera en convertirse en una casa encantada. Dentro de ella había amores muertos que aún la habitaban, y ya no sabía cómo dejarlos marchar. A veces ni siquiera quería que se fueran. No era un amor real, pero era bonito. Era cálido.
Beatriz Esteban (Las voces del lago)
Los gatos que salen de las casas no dudan un instante en cruzar fronteras que sólo existen para los humanos.
Takashi Hiraide (The Guest Cat)
Dudo que enviara a un demonio rapiñador a su casa por que quisiera que <>-comentó Alec [...] No sería lo que yo haría - coincidió Jace. Primero los dulces y las flores, luego las cartas de disculpa y a continuación las horas de demonios rapiñadores. En ese orden.
Cassandra Clare (City of Bones (The Mortal Instruments, #1))
Escribo, ella escribió, que la memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede todo tan deprisa, que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos, no podemos medir la consecuencia de los actos, creemos en la ficción del tiempo, en el presente, el pasado y el futuro, pero puede ser también que todo ocurre simultáneamente, como decían las tres hermanas Mora, que eran capaces de ver en el espacio los espíritus de todas las épocas. Por eso mi abuela Clara escribía en sus cuadernos, para ver las cosas en su dimensión real y para burlar a la mala memoria.
Isabel Allende (La casa de los espíritus)
Tu aliento se me fue haciendo costumbre, y ahora lo único que sé es que ya no podría vivir sin él; lo necesito junto a mí y para siempre, contra mi propia almohada. En tu casa o en la mía ¡qué importa! cualquiera de las dos puede ser la nuestra. Elige tú.
Alejandro Casona (Los árboles mueren de pie)
La casa se había vuelto más silenciosa de lo que había sido hasta ese momento: solo se escuchaba el péndulo del reloj moviéndose, y las campanas dando las horas, las cuales resonaban por toda la casa, y acompañaban el sonido que provocaban los tacos de la señora Doris al recorrer las plantas superiores
Lily.G Rafferty (Jack y los fantasmas de la casona de Eliot)
Baje a la orilla y me senté en la arena, donde años atrás había esparcido las cenizas de Marina. La misma luz de aquel día encendió el cielo y sentí su presencia, intensa. Comprendí que ya no podía ni quería huir más. Había vuelto a casa.
Carlos Ruiz Zafón (Marina)
‎La verdad es un cuchillo afilado, la verdad es una llaga incurable, la verdad es un ácido corrosivo. Por esto durante los días de su juventud y de su fuerza, el hombre huye de la verdad hacia las casas de placer y se ciega con el trabajo y con una actividad febril, con viajes y diversiones, con el poder y las destrucciones. Pero viene un día en que la verdad lo atraviesa como un venablo y ya no siente más el júbilo de pensar o trabajar con sus manos, sino que se encuentra solo, en medio de sus semejantes, y los dioses no aportan ningún alivio a su soledad.
Mika Waltari (Sinuhe egyptiläinen)
Había muchas cosas dignas de admiración en la casa de castaño. La comida. Las camas. La comida
Veronica Rossi (Under the Never Sky (Under the Never Sky, #1))
Desde aquí no se ve el óxido, la pintura cayéndose y todo eso, pero ves lo que es realmente. Ves lo falso que es todo. Ni siquiera es duro como el plástico. Es una ciudad de papel. Mírala, Q, mira todos esos callejones, esas calles que giran sobre sí mismas, todas las casas que construyeron para que acaben desmoronándose. Toda esa gente de papel que vive en sus casas de papel y queman el futuro para calentarse. Todos los chicos de papel bebiendo cerveza que algún imbécil les ha comprado en una tienda de papel. Todo el mundo enloquecido por la manía de poseer cosas. Todas las cosas débiles y frágiles como el papel. Y todas las personas también. He vivido aquí dieciocho años y ni una sola vez en la vida me he encontrado con alguien que se preocupe por lo que de verdad importa.
John Green (Paper Towns)
God is the one who always remembers those whom history has forgotten.
Bartolomé de las Casas
Es curioso cómo funciona eso, ¿no? Descubrimos las cosas más insospechadas cuando ni siquiera las estamos buscando.
T.J. Klune (The House in the Cerulean Sea (The House in the Cerulean Sea, #1))
Los espacios de una casa no los ocupan los muebles ni las cosas; los espacios los ocupan los ruidos.
Pedro Simón (Los incomprendidos)
Walking Around Sucede que me canso de ser hombre. Sucede que entro en las sastrerías y en los cines marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro navegando en un agua de origen y ceniza. El olor de las pelquerías me hace llorar a gritos. Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. Sucede que me canso de mis pies y mis uñas y mi pelo y mi sombra. Sucede que me canso de ser hombre. Sin embargo sería delicioso asustar a un notario con un lirio cortado o dar muerte a une monja con un golpe de oreja. Sería bello ir por las calles con un cuchillo verde y dando gritos hasta morir de frío. No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, vacilante, extendido, tiritando de sueño, hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando, comiendo cada día. No quiero para mí tantas desgracias. No quiero continuar de raíz y de tumba, de subterráneo solo, de bodega con muertos ateridos, muriéndome de pena. Por eso el día lunes arde como el petróleo cuando me ve llegar con mi cara de cárcel, y aúlla en su transcurso como una rueda herida, y da pasos de sangre caliente hacia la noche. Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas, a hospitales donde los huesos salen por la ventana, a ciertas zapaterías con olor a vinagre, a calles espantosas como grietas. Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos colgando de las puertas de las casas que odio, hay dentaduras olvidadas en una cafetera, hay espejos que debieran haber llorado de vergüenza y espanto, hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos. Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.
Pablo Neruda
Trató de volver a vivir ese momento, la tierra roja y húmeda, el intenso olor de los bosques de pinos y eucaliptos, donde el tapiz de las hojas secas se maceraba, después del largo y cálido verano, y donde la luz cobriza del sol se filtraba entre las copas de los árboles. Trató de recordar el frío, el silencio y esa preciosa sensación de ser los dueños de la tierra, de tener veinte años y la vida por delante, de amarse tranquilos, ebrios de olor a bosque y de amor, sin pasado, sin sospechar el futuro, con la única increíble riqueza de ese instante presente, en que se miraban, se olían, se besaban, se exploraban, envueltos en el murmullo del viento entre los árboles y el acantilado, estallando en un fragor de espuma olorosa, y ellos dos, abrazados dentro del mismo poncho como siameses en un mismo pellejo, riéndose y jurando que sería para siempre, convencidos de que eran los únicos en todo el universo en haber descubierto el amor.
Isabel Allende (La casa de los espíritus)
Y entonces pensé que la felicidad no "llega". No llega cuando te casas o cuando ya no dependes de tus jefes o cuando tienes el trabajo chingón o te vas a estudiar fuera. Es algo que está todo el tiempo, desde siempre, mezclado con las cosas pinches. Es un sentimiento de a ratitos, a veces dura más y a veces menos, pero va y viene. Y uno decide si lo agarra cuando está, o no.
Anaí López (Quiéreme si te atreves)
Sus gritos resonaban en las paredes de aquella casa, en la que ahora solo la muerte vivía y andaba. Con los ojos desorbitados, la cara lívida, el pelo erizado, Louis gritaba. Los sonidos que salían de su garganta congestionada eran como las campanas del infierno, unos gritos terribles que marcaban la pérdida no del amor, sino de la razón.
Stephen King (Pet Sematary)
Porque el ideal de la mujer blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética, madre realizada pero no desbordada por los pañales y por las tareas del colegio, buen ama de casa pero no sirvienta, cultivada pero menos que un hombre, esta mujer blanca, feliz que nos ponen delante de los ojos, esa a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos (...) nunca me la he encontrado en ninguna parte. Es posible incluso que no exista.
Virginie Despentes (King Kong théorie)
...nunca me retracté de esta y de otras mentiras porque ella se mostraba encantada con mis invenciones, y a mí me ocurría otro tanto con las suyas, y es que aquel acuerdo tácito nos interesaba mucho a los dos porque nos permitía huir de nosotros mismos y nos proporcionaba esa serenidad que se desprende de una unión entre dos seres de ficción, una serenidad ficticia que hasta entonces no habíamos nunca conocido, y es que nada, pensaba yo, tranquiliza tanto como una máscara.
Enrique Vila-Matas (Una casa para siempre)
When history textbooks leave out the Arawaks, they offend Native Americans. When they omit the possibility of African and Phoenician precursors to Columbus, they offend African Americans. When they glamorize explorers such as de Soto just because they were white, our histories offend all people of color. When they leave out Las Casas, they omit an interesting idealist with whom we all might identify. When they glorify Columbus, our textbooks prod us toward identifying with the oppressor. When textbook authors omit the causes and process of European world domination, they offer us a history whose purpose must be to keep us unaware of the important questions. Perhaps worst of all, when textbooks paint simplistic portraits of a pious, heroic Columbus, they provide feel-good history that bores everyone.
James W. Loewen (Lies My Teacher Told Me: Everything Your American History Textbook Got Wrong)
Las urbanizaciones de casas iguales para gente igual que piensa igual generan ignorancia y paranoia, lo dos males contemporáneos de Estados Unidos
Enric González (Historias de Nueva York)
Al principio, pretendía aprovechar las ocasiones, a fé de buena ama de casa: luego, se dejaba llevar por la coquetería: al final, se la comían viva.
Émile Zola
Las respuestas que se esperan con impaciencia siempre llegan cuando uno no está en casa.
Alexandre Dumas (La Dama de las Camelias (Spanish Edition))
Le dije, en resumen, todas las locuras que nunca le hubiera dicho si pudiera oírme y que nunca he vuelto a decir a ninguna mujer.
Isabel Allende (La casa de los espíritus)
el amor que late en las piedras viejas de esta casa ha hecho un milagro más: el de permitir que, como si fueran ciegos, no se vieran el cuerpo sino sólo el alma».
Manuel Puig (El beso de la mujer araña)
Amigo mío... yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas, y a ti, de mi negligencia. El "yo" que hay en mí, amigo mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, secreto. No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acto. Cuando dices: "El viento sopla hacia el Este", digo: "Sí, siempre sopla hacia el Este"; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar. No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solas en el mar. Cuando es de día para tí, amigo mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche. Cuando tú subes a tu Cielo yo desciendo a mi Infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: " ¡Compañero! ¡Camarada!" Y te contesto: "¡Compañero! ¡Camarada!, porque no quiero que veas mi Infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi Infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi Infierno. Tu amas la Verdad, la Belleza y lo Justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y finjo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas. Amigo mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero... estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas. Amigo mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.
Kahlil Gibran (El loco / Lágrimas y sonrisas)
No lo creo todavía estás llegando a mi lado y la noche es un puñado de estrellas y de alegría palpo gusto escucho y veo tu rostro tu paso largo tus manos y sin embargo todavía no lo creo tu regreso tiene tanto que ver contigo y conmigo que por cábala lo digo y por las dudas lo canto nadie nunca te reemplaza y las cosas más triviales se vuelven fundamentales porque estás llegando a casa sin embargo todavía dudo de esta buena suerte porque el cielo de tenerte me parece fantasía pero venís y es seguro y venís con tu mirada y por eso tu llegada hace mágico el futuro y aunque no siempre he entendido mis culpa y mis fracasos en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido y si beso la osadía y el misterio de tus labios no habrá dudas ni resabios te querré más todavía.
Mario Benedetti
Pero siento como si conociera a Rue...La veo en las flores amarillas que crecen en la Pradera junto a mi casa. La veo en los sinsajos que cantan en los arboles. Pero mas que nada, la veo en mi hermana Prim.
Suzanne Collins (Catching Fire (The Hunger Games, #2))
icen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos, esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella. Y dicen que hay un segundo gran amor, una persona que perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y te impedirá, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejarás de intentarlo. Te rendirás y buscarás a esa otra persona que acabarás encontrando. Pero te aseguro que no pasarás una sola noche sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más. Todos sabéis de qué estoy hablando, porque mientras estabais leyendo esto os ha venido su nombre a la cabeza. Te librarás de él o de ella, dejarás de sufrir, conseguirás encontrar la paz (le sustituirás por la calma), pero te aseguro que no pasará un día en que desees que estuviera aquí para perturbarte… Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas que haciendo el amor con alguien a quien aprecias.
Paulo Coelho (The Zahir)
En algún tiempo, la casa comenzará a transformarse en las ruinas de un pasado glamoroso, y yo no quiero estar aquí para verlo; porque sé que, hagamos lo que hagamos por evitar que entren, puede que un día ya no podamos hacerlo, o que el simple enemigo silencioso del paso del tiempo vaya comiendo de a poco la casa hasta que esta simplemente muera, como todos los que en ella hemos habitado.
Lily.G Rafferty (Jack y los fantasmas de la casona de Eliot)
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo, sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura, en regiones contrarias, en un mediodía quemante: eras sólo el aroma de los cereales que amo. Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa en Angol, a la luz de la luna de Junio, o eras tú la cintura de aquella guitarra que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido. Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria. En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato. Pero yo ya sabía cómo era. De pronto mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida: frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas. Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
Pablo Neruda
Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además, ¿sabemos acaso lo que es la verdad? Si yo lo digo que aquel trozo de ventana azul, digo una verdad. Pero es una verdad parcial, y por lo tanto una especie de mentira. Porque el trozo de ventana no está solo, está en una casa, en una cuidad, en un paisaje. Está rodeado del gris de ese muro de cemento, del azul claro del cielo, de aquellas nubes alargadas, de infinitas cosas más. Y si no digo todo absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible, aun en este caso de la ventana, de un siempre trozo de la realidad física. La realidad es infinita y además infinitamente matizada, y si me olvido de un solo matiz, ya estoy mintiendo. Ahora imagínese lo que es la realidad de los seres humano con sus complicaciones y recovecos, contradicciones y además cambiantes. Porque cambia a cada instante que pasa, y lo que éramos hace un momento no lo somos más. ¿Somos, acaso, siempre la misma persona? ¿Tenemos acaso siempre los mismos sentimientos? Se puede querer a alguien y de pronto desestimarlo y hasta detestarlo. Y si cuando lo desestimamos cometemos el error de decírselo, eso es una verdad, pero una verdad momentánea, que no será más verdad dentro de una hora o al otro día, o en otras circunstancias. Y en cambio el ser a quien se la decimos creerá que ésa es la verdad, la verdad para siempre y desde siempre. Y se hundirá en la desesperación.
Ernesto Sabato (Sobre héroes y tumbas)
—A la gente —Geralt volvió la cabeza— le gusta inventarse monstruos y monstruosidades. Entonces se parecen menos monstruosos a sí mismos. Cuando beben como una esponja, engañan, roban, le dan de palos a su mujer. matan de hambre a su vieja abuelilla, golpean con un hacha a la raposa atrapada en el cepo o acribillan a flechazos al último unicornio del mundo, les gusta pensar que sin embargo todavía es más monstruosa que ellos la Muaré que entra en las casas a la aurora. Entonces, como que se les quita un peso de encima. Y les resulta más fácil vivir. —Lo recordaré —dijo Jaskier al cabo de un rato de silencio— Sacaré unas rimas y compondré un romance sobre ello. —Componlo. Pero no cuentes con grandes aplausos.
Andrzej Sapkowski
Hasta el océano de las lágrimas tiene otra orilla; si así no fuera, nadie habría llorado nunca
Rabindranath Tagore (The Home and the World)
Si en esta casa hubiera hierbas, ya te encargarías de traer a pastar las ovejas del vecindario.
Federico García Lorca (La casa de Bernarda Alba)
ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que los embellece es invisible.
Antoine de Saint-Exupéry (El Principito)
Los libros le han devuelto la vida. Se han convertido en bálsamo para las heridas, ladrillo que construye casas donde viven los sueños y la imaginación, burbuja que lo protege de la banalidad de los macchiatos de leche de soya y doble caramelo.
Benito Taibo (Cómplices)
un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él, que cada uno de los seres humanos es un profundo secreto para los demás. A veces, cuando entro de noche en una ciudad, no puedo menos de pensar que cada una de aquellas casas envueltas en la sombra guarda su propio secreto; que cada una de las habitaciones de cada una de ellas encierra, también, su secreto; que cada corazón que late en los centenares de millares de pechos que allí hay, es, en ciertas cosas, un secreto para el corazón que más cerca de él late.
Charles Dickens (Historia de dos ciudades)
Pero la hora magnífica pertenece a las rosas de mayo. Entonces, hasta mas allá de donde alcanza la vista, desde las vertientes de las colinas hasta las hondonadas de las llanuras, entre diques de viñas y de olivares, afluyen de todas partes como un río de pétalos del que emergen las casas y los árboles, un río del color que damos a la juventud, a la salud y a la alegría. Diríase que el aroma a la vez cálido y fresco, pero sobretodo espacioso que entreabre el cielo, emana directamente los manantiales de la beatitud.
Maurice Maeterlinck (La inteligencia de las flores)
Vlasta me reprocha que soy un soñador. Parece que no veo las cosas tal como son. No, veo las cosas tal como son, pero además de las cosas visibles veo también las invisibles. Las ideas inventadas no son algo inútil. Son precisamente ellas las que hacen de nuestras casas hogares
Milan Kundera (The Joke)
—Tú —jadeé sin apartar los ojos de los músicos que tocaban con tanta perfección que hasta los clientes de los restaurantes de los alrededores habían dejado de comer—. Tú enviaste esa música al calabozo. ¿Por qué? La voz de Rhysand era ronca. —Porque estabas a punto de rendirte. Y no encontré ninguna otra forma de salvarte. La música se alzó hasta parecer llenarlo todo. Yo había visto un palacio en el cielo en las alucinaciones..., un lugar entre la puesta del sol y el amanecer, una casa sobre los pilares de piedra de luna. —Vi la Corte Noche. Él me miró de refilón. —Yo no te mandé esas imágenes.
Sarah J. Maas (A Court of Mist and Fury (A Court of Thorns and Roses, #2))
Nuestro sistema solar tiene nueve planetas, siendo Saturno el más grande. Las formas de vida de Saturno son silenciosas. No necesitan boca porque se comunican a través del pensamiento, no del habla. «Quiero quedarme en mi habitación», le dice mentalmente un joven saturnino a su madre. Su madre lo comprende a la perfección. Capta el significado de lo que le dice de un modo que los monosílabos hablados de la Tierra jamás serán capaces de replicar. Sabe que a su hijo le apetece estar un rato a solas, sin que le pregunten si está bien, sin que se preocupen por él, sin necesidad de ir dejándole folletos explicativos por toda la casa.
Joe Dunthorne (Submarine)
Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y Nueva York han abrumado con feroz esplendor la imaginación de los hombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes, ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigable como la que día y noche convergía sobre el infeliz Ireneo, en su pobre arrabal sudamericano. Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.
Jorge Luis Borges (Ficciones)
Sin embargo, cuando leemos algo sobre una bruja zambullida en agua, una mujer poseída de los demonios, una sabia mujer que vendía hierbas o incluso un hombre muy notable que tenía una madre, nos hallamos, creo, sobre la pista de una novelista malograda, una poetisa reprimida, alguna Jane Austen muda y desconocida, alguna Emily Brontë que se machacó los sesos en los páramos o anduvo haciendo muecas por las carreteras, enloquecida por la tortura en que su don la hacía vivir. Me aventuraría a decir que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer. Según sugiere, creo, Edward Fitzgerald, fue una mujer quien compuso las baladas y las canciones folklóricas, canturreándolas a sus niños, entreteniéndose mientras hilaba o durante las largas noches de invierno. Quizás esto sea cierto, quizá sea falso —¿quién lo sabe?—, pero lo que sí me pareció a mí, repasando la historia de la hermana de Shakespeare tal como me la había imaginado, definitivamente cierto, es que cualquier mujer nacida en el siglo dieciséis con un gran talento se hubiera vuelto loca, se hubiera suicidado o hubiera acabado sus días en alguna casa solitaria en las afueras del pueblo, medio bruja, medio hechicera, objeto de temor y burlas.
Virginia Woolf (A Room of One’s Own)
...cuando alguien muere, pensamos que ya se ha hecho tarde para cualquier cosa, para todo —más aún para esperarlo—, y nos limitamos a darlo de baja. También a nuestros allegados, aunque nos cueste mucho más y los lloremos, y su imagen nos acompañe en la mente cuando caminamos por las calles y en casa, y creamos durante mucho tiempo que no vamos a acostumbrarnos. Pero desde el principio sabemos —desde que se nos mueren— que ya no debemos contar con ellos, ni siquiera para lo más nimio, para una llamada trivial o una pregunta tonta ('¿Me he dejado ahí las llaves del coche?', ¿A qué hora salían hoy los niños?'), para nada. Nada es nada. En realidad es incomprensible, porque supone tener certidumbres y eso está reñido con nuestra naturaleza: la de que alguien no va a venir más, ni a decir más, ni a dar un paso ya nunca —para acercarse ni para apartarse—, ni a mirarnos, ni a desviar la vista. No sé cómo lo resistimos, ni cómo nos recuperamos. No sé cómo nos olvidamos a ratos, cuando el tiempo ya ha pasado y nos ha alejado de ellos, que se quedaron quietos.
Javier Marías (Los enamoramientos)
Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Branque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.
Julio Cortázar (Hopscotch)
Pero el amor, esa palabra… Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fijate. Pero fijate bien, porque no es gratuito. ¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.
Julio Cortázar
Tal vez -pensó- no existen los buenos y los malos amigos; tal vez sólo hay amigos, gente que nos apoya cuando sufrimos y que nos ayuda a no sentirnos tan solos. Tal vez siempre vale la pena sentir miedo por ellos, y esperanzas, y vivir por ellos. Tal vez también valga la pena morir por ellos, si así debe ser. No hay buenos amigos ni malos amigos, sólo personas con las que uno quiere estar, necesita estar; gente que ha construido su casa en nuestro corazón.
Stephen King (It)
-Mire,niño-me explicó-, si su necesidad es de tal magnitud que no pueda dominarla,!adelante",!desahóguese!,nada más no me vaya a apuntar a mí. -Ahora-continuó mi tío Tacho-,si tiene usted control sobre su cuerpo, en unos minutos más estaremos en la casa y podrá satisfacer su necesidad fisológica con toda corrección y comodidad. Yo crucé fuertemente las piernas y descubrí, con agradable sorpresa, mi capacidad para dominar necesidades fisológicas; práctica muy útil en la vida.
Claudia Celis (Donde Habitan Los Angeles)
Él inclino su cabeza y habló suavemente —: Quiero estar contigo en estos malos momentos. Quiero llevarte a casa conmigo y tenderte en mi cama y tener horas y horas tu cuerpo envuelto en el mío y hacerte todo lo que o quiera. Quiero tenerte ahí en la mañana, así cuando despertemos puedo hacerte venir diciendo mi nombre. Quiero manejar hasta tu trabajo y recogerte cuando termines tu turno. Quiero ir a las tiendas contigo y comprar comida que podamos cocinar para la cena. Quiero ver un programa tonto de televisión y tenerte cayendo dormida en mi pecho, así podría verte y oír tu respiración.
Raine Miller (Naked (The Blackstone Affair, #1))
Porque el ideal de la mujer blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética, madre realizada pero no desbordada por los pañales y por las tareas del colegio, buen ama de casa pero no sirvienta, cultivada pero menos que un hombre, esta mujer blanca feliz que nos ponen delante de los ojos, esa a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos, a parte del hecho de que parece romperse la crisma por poca cosa, nunca me la he encontrado en ninguna parte. Es posible incluso que no exista.
Virginie Despentes (Teoría King Kong (Spanish Edition))
No creo que tu vida no tenga sentido. He cambiado de opinión. Los milagros termodinámicos… son unos sucesos con unas probabilidades tan remotas de que lleguen a producirse que prácticamente resulta imposible que acaben dándose. Por ejemplo: que el oxígeno se transforme de manera espontánea en oro. Tengo muchas ganas de ver algo así. Y aún así, en cada apareamiento humano, mil millones de espermatozoides compiten para llegar a un solo óvulo. Multiplica esas posibilidades por las innumerables generaciones que ha habido de seres humanos, por las posibilidades de que tus antepasados vivieran, se conocieran, engendraran a ese hijo en concreto, a esa hija exactamente… hasta llegar a tu madre, que se enamorará de un hombre al que tiene todas las razones del mundo para odiar y de esa unión, de los miles de millones de niños que compiten para lograr fecundar el óvulo, fuiste tú, sólo tú, la que surgió. Destilar una forma tan específica a partir de tal caos de improbabilidades resulta tan difícil como que el aire se transforme en oro… El cenit de lo imposible. Un milagro termodinámico. Se podría decir eso de cualquier persona del mundo. Pero el planeta está tan lleno de gente, tan repleto de milagros, que acabamos considerándolos algo normal y olvidamos lo que son… Yo lo olvidé. Contemplamos la Tierra día tras día hasta que acaba convirtiéndose en un lugar al que consideramos monótono. Pero visto desde otro punto de vista, como si fuera algo nuevo, aún es capaz de asombrarnos. Ven, seca tus lágrimas, porque eres vida, algo más excepcional que un quark y más impredecible que lo que Heisenberg soñó jamás: la arcilla en la que las fuerzas que dan forma a todas las cosas dejan sus huellas de un modo más claro. Seca tus lágrimas… y volvamos a casa." Dr. Manhattan, WATCHMEN, Alan Moore
Alan Moore (Watchmen)
Me encantaría creer en un mundo invisible. Eso destruiría todo el sufrimiento y la presión del mundo físico. Pero también negaría el valor del dinero que tengo en el banco, de mi casa que no está nada mal y de todo mi esfuerzo. Todos nuestros problemas y todo lo bueno que nos pasa podrían desdeñarse simplemente porque no son más reales que las escenas de un libro o una película. Un mundo eterno e invisible convertiría el nuestro en una ilusión.
Chuck Palahniuk (Stranger than Fiction)
...y un viento fuerte, que venía del oeste, se fue a estrellar contra la falda de las montañas del este, levantando polvo y hojas de periódico y cartones tirados en la calle a su paso por Santa Teresa y moviendo la ropa que Rosa había colgado en el jardín trasero, como si el viento, ese viento joven y enérgico y de tan corta vida, se probara las camisas y pantalones de Amalfitano y se metiera dentro de las bragas de su hija y leyera algunas páginas del Testamento geométrico a ver si por allí había algo que le fuera a ser de utilidad, algo que le explicara el paisaje tan curioso de calles y casas a través de las cuales estaba galopando o que lo explicara a él mismo como viento.
Roberto Bolaño (2666)
La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba Melquíades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre
Gabriel García Márquez (One Hundred Years of Solitude)
A los mayores les encantan las cifras. Si les hablas de un nuevo amigo tuyo, nunca te preguntarán por lo esencial. Nunca te dirán: "¿Cuál es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que más le gustan? ¿Colecciona mariposas?" Te preguntarán: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Sólo entonces creerán conocerlo. Si dices a los mayores: "He visto una bonita casa de ladrillos color rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado...", no conseguirán imaginarse esa casa. Hay que decirles: "He visto una casa de cien mil francos". Entonces exclaman: "¡Qué fabuloso!
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
¿Qué es hoy día la ciudad de México? Una mancha expansiva que se trepa por los cerros. Un inmenso lago desecado que, en venganza por la destrucción a la que fue sometido, va mordisqueando los cimientos de los edificios hasta tragárselos por completo. Un amontonamiento de casas a medio construir que exhiben las varillas de la esperanza de un segundo piso que nunca se construye […]
Gonzalo Celorio
Pasaron por delante de la casa de las Delgado. Rolando levantó la vista y vio a Susan sentada junto a su ventana, una clara visión en medio de la grisácea luz de aquella mañana otoñal. El corazón le dio un vuelco en el pecho y, aunque entonces aún no lo sabía, así la recordaría siempre, la encantadora Susan, la chica de la ventana. Así pasamos por delante de los fantasmas que más adelante nos persiguen en la vida; los vemos, si es que llegamos a verlos por el rabillo del ojo, sentados sin el menor dramatismo al borde del camino como pobres pordioseros. Raras veces se nos pasa por la cabeza la idea de que nos hayan estado esperando allí. Pero ellos esperan y, cuando ya hemos pasado, recogen sus fardos de recuerdos y siguen nuestros pasos, acortando poco a poco la distancia que los separa de nosotros.
Stephen King (Wizard and Glass (The Dark Tower, #4))
-Si te llevas un libro a un viaje –le había dicho Mo cuando introdujo el primero en la caja- sucede algo muy extraño: el libro empezará a atesorar tus recuerdos. Más tarde, bastará con abrirlo para trasladarte al lugar donde lo leíste por vez primera. Y con las primeras palabras recordarás todo: las imágenes, los olores, el helado que te comiste mientras leías… Créeme, los libros son como esas tiras de papel matamoscas. A nada se pegan tan bien los recuerdos como a las páginas impresas. Seguramente tenía razón. Pero Meggie se llevaba en cada viaje sus libros también por otro motivo. Eran su hogar cuando estaba fuera de casa: voces familiares, amigos que nunca se peleaban con ella, amigos inteligentes, poderosos, audaces, experimentados, grandes viajeros curtidos en mil aventuras. Sus libros la alegraban cuando estaba triste y disipaban su aburrimiento mientras su padre cortaba el cuero y las telas y encuadernaba de nuevo viejas páginas que se habían tornado quebradizas por los incontables años y dedos que habían pasado por sus hojas. Algunos libros la acompañaban siempre; otros se quedaban en casa porque no se adecuaban a la finalidad del viaje o porque tenían que dejar sitio para una nueva historia aún desconocida.
Cornelia Funke (Inkheart (Inkworld, #1))
¿Qué significaba esto? ¡Qué forma tan extraña de proceder conmigo, como si yo fuese el más insignificante de los seres! «Tal vez todos los de la Casa Antigua no sean más que de mi imaginación mientras escribo – estuve pensando -, pues yo soy el que les ha dado la vida al permitirles anidar en esta faceta donde antes solamente había unos desiertos blancos y rectangulares de papel. Si no estuviera yo, todos aquellos que andan a través de los cauces estrechos de mis líneas, jamás serían conocidos por nadie». Desde luego, nada de todo esto le dije a la vieja, pues sé por experiencia que para un ser humano es la mayor de las afrentas el poner en duda su propia realidad, el dudar de su realidad tridimensional.
Yevgeny Zamyatin (We)
—Ni me dejaron preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se moriría. Para usarlo con intenciones políticas, ¿sabes? Como los usan a todos. Unos borregos, eso es lo que son. Unos ingenuos. Y Joxe Mari lo mismo. Les calientan la cabeza, les dan un arma y, hala, a matar. En casa nunca hemos hablado de política. A mí la política no me interesa. ¿Te interesa a ti? —Ni pizca. —Les meten malas ideas y, como son jóvenes, caen en la trampa. Luego se creen unos héroes porque llevan pistola. Y no se dan cuenta de que, a cambio de nada, porque al final no hay más premio que la cárcel o la tumba, han dejado el trabajo, la familia, los amigos. Lo han dejado todo para hacer lo que les mandan cuatro aprovechados. Y para romperles la vida a otras personas, dejando viudas y huérfanos por todas las esquinas.
Fernando Aramburu (Patria)
Las medias, la franela, el sostén, parecían casas arrasadas por un huracán. Del otro lado del mundo la mamá insistía en decir cosas que ella no lograba descifrar. Se paró frente al espejo y se sobresaltó. Cada día lo mismo. La chica desnuda frente a sí le parecía tan distinta a la que era apenas uno, dos años atrás. No dejaba de asombrarle con qué prisa le crecían los pechos, con sus manchas oscuras que se derramaban espesamente, como sirop de chocolate.
Héctor Torres (La huella del bisonte)
En casa uno facilmente puede sentirse encerrado, agobiado por la falta de horizonte, por la excesiva familiaridad de las cosas. En el cafe se es a la vez sedentario y transeunte, y si uno tiene la suerte de ocupar una mesa junto al ventanal, la situacion es admirable, perfecta: uno es la estampa involuntaria del desconocido que mira la calle tras los cristales del cafe, y esa figura, ese anonimato, le concede una vision alejada y un poco novelesca de si mismo.
Antonio Muñoz Molina (Ventanas De Manhattan (Biblioteca Antonio Munoz Molina) (Spanish Edition))
Si os he referido estos detalles acerca del asteroide B 612 y si os he confiado su número es por las personas grandes. Las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: '¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?' En cambio, os preguntan: '¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?' Sólo entonces creen conocerle. Si decís a las personas grandes: 'He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo...', no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: 'He visto una casa de cien mil fracos'. Entonces exclaman: '¡Qué hermosa es!' Si les decís: 'La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía, y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe', se encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. Pero si les decís: 'El planeta de donde venía es el asteroide B 612', entonces quedarán convencidos y os dejarán tranquilo sin preguntaros más. Son así. Y no hay que reprocharles. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes. Pero, claro está, nosotros que comprendemos la vida, nos burlamos de los números.
Antoine de Saint-Exupéry (The Little Prince)
La historia no ha cambiado. Hace mil anos ellos eran los duenos del mundo. Hoy en dia lo siguen siendo. Claro, lo tienen que compartir con los grandes magnates de la tierra, esos que controlan el petroleo, las drogas, la tecnologia y por supuesto la television y la radio. La Iglesia domina los miedos y la promesa de la salvacion; las grandes empresas tambien manipulan los miedos y los paliativos para estos: la satisfaccion de las necesidades basicas - y las no tan basicas que hoy en dia parecen primordiales: carro, casa, belleza y entretenimiento - , una via directa al consimismo. Ambos en busca de lo mismo, la minipulacion del pueblo que los lleva a la gallina de los huevos de oro: el dinero de las masas. No es causalidad que la gente no quiera pensar. La Iglesia se encargo por siglos de esto, evitando la lectura de cualquier cosa que no fuese su religion. Desde Aristoteles, Ovidio, Pitagoras, Platon, Socrates, Antistenes, Heraclito, hasta Voltaire, Huxley, Hesse, Sade, Maquiavelo, Rousseau, Nietzsche, Dumas, entre otros, fueron censurados.
Antonio Guadarrama Collado (Cóatl: el misterio de la serpiente)
¿Sabías que durante casi toda la historia de la especie humana, el promedio de vida ha sido inferior a treinta años? Disponían de unos diez años de vida adulta, ¿no? No planificaban su juvilación. No planificaban su carrera profesional. No tenían tiempo para pensar en el futuro. Pero luego las expectativas de futuro empezaron a aumentar y la gente empezó a tener cada vez más futuro.... Vas al instituto para poder ir a la universidad, y así podrás encontrar un buen trabajo, y así podrás comprarte una bonita casa, y así podrás permitirte mandar a tus hijos a la universidad para que puedan encontrar un buen trabajo y así puedan comprarse una bonita casa y así puedan permitirse mandar a sus hijos a la universidad.
John Green (Paper Towns)
Más allá del crepúsculo sentía el agua, la olía. Cuando la primavera florecía y llovía se olía por todas partes no se notaba tanto otras veces pero cuando llovía el olor comenzaba a entrar en casa con el crepúsculo o porque al atardecer se intensificase la lluvia o por algo que hubiera en la propia luz pero entonces era cuando el olor se tornaba más intenso hasta que ya en la cama yo pensaba cuándo acabará cuándo acabará. La corriente de aire que entraba por la puerta olía a agua, un continuo hálito de humedad. A veces yo conseguía dormirme repitiéndolo una y otra vez hasta que se mezclaba con las madreselvas todo terminó por simbolizar la noche y el desasosiego no me parecía estar despierto ni dormido mirando hacia un largo pasillo de media luz grisácea donde todas las cosas estables se habían convertido en paradójicas sombras todo cuanto yo había hecho sombras todo cuanto yo había sufrido tomando formas visibles grotescas y burlándose con su inherente irrelevancia de la significación que deberían haber afirmado pensando era yo no era yo quién no era no era quién.
William Faulkner (The Sound and the Fury)
...el secreto de las Grandes Historias es que no tienen secretos. Las Grandes Historias son aquellas que ya se han oído y que se quiere oír otra vez. Aquellas a las que se puede entrar por cualquier puerta, y habitar en ellas cómodamente. No engañan con emociones o finales falsos. No sorprenden con imprevistos. Son tan conocidas como la casa en la que se vive. O el olor de la piel del ser amado. Sabemos cómo acaban y, sin embargo, las escuchamos como si no lo supiéramos. Del mismo modo que, aun sabiendo que algún día moriremos, vivimos como si fuésemos inmortales. En las Grandes Historias sabemos quién vive, quién muere, quién encuentra el amor y quién no. Y, aún así, queremos volver a saberlo. Ahí radica su misterio y su magia.
Arundhati Roy (The God of Small Things)
Conmocionado, Thomas comprobó que sus ojos se habían llenado de lágrimas. La vida había sido tan delirante desde su llegada al Área que nunca se le había ocurrido pensar en los Habitantes como si fueran chicos reales, con familias de verdad que los extrañaran. Era muy raro, pero ni siquiera había pensado en sí mismo de esa manera. Sólo reflexionaba acerca del significado de todo, sobre quiénes los había mandado allí o cómo saldrían alguna vez de ese lugar. Por primera vez, sintió algo por Chuck que lo enojó de tal modo que tenía deseos de matar a alguien. El chico debería estar en la escuela, en su hogar, jugando con los amigos. Tenía derecho a tener una casa y una familia que lo amara, que se preocupara por él. Una mamá que se encargara de que se diera una ducha todos los días y un papá que lo ayudara con la tarea. Detestó a las personas que habían arrancado a ese pobre chico inocente de su familia. Los odió con una pasión que no sabía que un ser humano pudiera sentir. Quería que los mataran, incluso que los torturaran. Deseaba que Chuck fuera feliz. Pero la felicidad había sido extirpada de sus vidas. Y también el amor.
James Dashner (The Maze Runner (The Maze Runner, #1))
¿Y qué fue lo que aprendieron los alumnos de Amalfitano? Aprendieron a recitar en voz alta. Memorizaron los dos o tres poemas que más amaban para recordarlos y recitarlos en los momentos oportunos: funerales, bodas, soledades. Comprendieron que un libro era un laberinto y un desierto. Que lo más importante del mundo era leer y viajar, tal vez la misma cosa, sin detenerse nunca. Que al cabo de las lecturas los escritores salían del alma de las piedras, que era donde vivían después de muertos, y se instalaban en el alma de los lectores como en una prisión mullida, pero que después esa prisión se ensanchaba o explotaba. Que todo sistema de escritura es una traición. Que la poesía verdadera vive entre el abismo y la desdicha y que cerca de su casa pasa el camino real de los actos gratuitos, de la elegancia de los ojos y de la suerte de Marcabrú. Que la principal enseñanza de la literatura era la valentía, una valentía rara, como un pozo de piedra en medio de un paisaje lacustre, una valentía semejante a un torbellino y a un espejo. Que no era más cómodo leer que escribir. Que leyendo se aprendía a dudar y a recordar. Que la memoria era el amor.
Roberto Bolaño
De la nostalgia humana por el amor ha brotado al fin y al cabo toda la parte de la cultura que no se orienta directamente a calmar el hambre o a luchar contra los enemigos. El sentimiento de la belleza no mana de otra fuente. Todo el arte, toda la poesía, toda la música han bebido de ella. El más soso cuadro de historia moderno, las madonas de Rafael, y las obreritas parisinas de Steinlen, el 'Ángel de la Muerte' como el Cantar de los Cantares y el Buch der Lieder, oratorios y valses vieneses, incluso toda moldura de yeso en esta casa horrenda donde vivo, todo dibujo de la alfombra, la forma de aquel jarrón de porcelana y el diseño de mi bufanda, todo lo que pretende gustar y embellecer, tanto si lo logra como sino, viene de allí, aunque sea por caminos largos y tortuosos.
Hjalmar Söderberg (Doctor Glas)
La búsqueda de una vida más fácil trajo muchas privaciones, y no por última vez. En la actualidad nos ocurre a nosotros. ¿Cuántos jóvenes graduados universitarios han accedido a puestos de trabajo exigentes en empresas potentes, y se han comprometido solemnemente a trabajar duro para ganar dinero que les permita retirarse y dedicarse a sus intereses reales cuando lleguen a los treinta y cinco años? Pero cuando llegan a esa edad, tienen hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, casa en las urbanizaciones, dos coches como mínimo por familia y la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sin vino realmente bueno y unas vacaciones caras en el extranjero. ¿Qué se supone que tienen que hacer, volver a excavar raíces? No, redoblan sus esfuerzos y siguen trabajando como esclavos.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
Setenta balcones hay en esta casa, setenta balcones y ninguna flor. ¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa? ¿Odian el perfume, odian el color? La piedra desnuda de tristeza agobia, ¡Dan una tristeza los negros balcones! ¿No hay en esta casa una niña novia? ¿No hay algún poeta bobo de ilusiones? ¿Ninguno desea ver tras los cristales una diminuta copia de jardín? ¿En la piedra blanca trepar los rosales, en los hierros negros abrirse un jazmín? Si no aman las plantas no amarán el ave, no sabrán de música, de rimas, de amor. Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave... ¡Setenta balcones y ninguna flor!
Baldomero Fernández Moreno
—Vamos, B. Te llevo a casa. —¿Y los demás? ¿Lucía se ha ido sin mí? —¿Tienes miedo de volver a montar conmigo? —se burló él, y me dio la sensación de que había escogido las palabras de forma deliberada—. En moto, quiero decir. «No muerdas el anzuelo», me dije, consciente de que me estaba desafiando. —Creo que cogeré un taxi. Enarcó las cejas, divertido por mi indecisión, y se cruzó de brazos a la vez que esbozaba una sonrisa de suficiencia. —Prometo no ir demasiado deprisa para ti —aseguró, y de nuevo no supe dilucidar si solo hablaba de la velocidad suicida a la que conducía o estaba adquiriendo otro tipo de compromiso.
Victoria Vilchez (Antes de que decidas dejarme (Antes de, #2))
Me miró con angustia en sus ojos. Me dijo: ―Déjala quedarse, Julia. Me necesita en este momento —Lake, me rompiste el corazón. Me rompió el corazón que lo necesitaras más a él de lo que me necesitabas a mí. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, me di cuenta que ya habías crecido... que yo ya no era toda tu vida. Will pudo verlo. Se dio cuenta de lo mucho que sus palabras me hirieron. Cuando me volví para regresar a casa, me siguió hasta el patio y me abrazó. Me dijo que nunca te arrebataría de mí. Dijo que te iba a dejar ir... te iba permitir concentrarte en mí y en el tiempo que me quedaba. Coloca el regalo envuelto en la cama. Se acerca a mí y vuelve a tomar mis manos. —Lake, no ha seguido adelante. No eligió este nuevo trabajo sobre ti... eligió a su nuevo trabajo sobre nosotros. Él quería que tuvieras más tiempo conmigo.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
— Durante toda la noche estuvo así y, por fin, nos fuimos a casa. Yo llegué a pensar que no iba a hacerlo. Que la noche iba a terminar y que él no iba a pronunciar aquellas malditas palabras. Y ahí me tienes a mí, preguntándome si tendría que ser yo quien lo preguntara de nuevo para terminar de una vez por todas con aquello. Y si me vuelve a decir que no... —No dije que no la primera vez —intervino Mark. —... le doy una paliza. Le dejo inconsciente, lo meto en un avión y nos vamos para Las Vegas, porque ya no soy ningún jovencito. —Y está claro que con la edad tampoco has madurado —refunfuñó Mark. Steven le lanzó una mirada amenazante. —Así que salimos de la limusina y estoy tratando de acordarme de aquella proposición tan fantástica que le hice aquella vez y va él y me agarra del codo y desembucha: «Steve, maldita sea. Tienes que casarte conmigo».
Sylvia Day (Entwined with You (Crossfire, #3))
Es lo habitual en esos lugares; se juzga excéntrico al hombre de verdad, porque las facultades no son más que centros que cuidan de una clase media sin personalidad, de esa clase media que tiene su perfecta expresión en las inmediaciones de las universidades, en esas hileras de casas de gente acomodada, con céspedes y un televisor en cada sala de estar con todo el mundo pensando lo mismo al mismo tiempo, mientras los Japhy del mundo merodean por el yermo, para escuchar la voz que clama en el desierto, para descubrir el éxtasis de las estrellas para dar con el misterioso y sombrío secreto del origen de la crapulosa civilización sin rostro ni fantasía.
Jack Kerouac (The Dharma Bums)
Se conocieron en un chat. Conversaciones, risas, complicidad, la protección que te brinda la pantalla y que da pie a decir ciertas cosas que no nos atreveríamos a soltar cara a cara, el resto del día pensando en encontrarse otra vez por el chat, la complicidad reciente, algunas fotos y finalmente una cita. Ya en la cita, los nervios de antes, el saludo extraño, la sonrisa algo forzada, el tic de él que ella observa con disgusto, los incómodos silencios que él salva con su ingenio, el físico de ella que no es como las fotos anunciaban, la conversación tirante que se va aflojando poco a poco, algunos temas comunes que los van haciendo sentir cómodos, el que supera todo el resto, ella cada vez más guapa, él cada vez más tierno, la tarde que termina en noche, el vino que también ayuda, la noche cada vez más larga y el deseo que toma el volante y un beso y muchos más y ¿en tu casa o en la mía? y la noche que sigue girando hacia ellos y el sudor y la cama desarmada y la misma pregunta en la cabeza de ambos, ¿me estoy enamorando?, y la misma respuesta en la cabeza de los dos dando título a este poema.
Marwán Abu-Tahoun Recio (Todos mis futuros son contigo)
Sobre el fin del milenio, las personas que tienen asegurada casa, comida, entradas al cine, ropa y discos viven hostigadas por la idea de que hay una fiesta, una gran fiesta, pero que está siempre sucediendo en otro lado. Les tengo malas noticias, amigos: la fiesta no está en ninguna parte. Estar conectado, vivir sin riesgos, imaginarse el mundo como un lugar claro y racional donde queremos habitar…Esa es la distopía que propulsa a las propagandas de telefonía celular. En realidad no estamos conectados con nadie. Cada vez acumulamos más información -podemos tener 5 mil canciones en un ipod- , pero, ya no podemos pensar. Ya lo dijo Sara Connor, la mamá de John en Terminator: Las máquinas vienen por nosotros. Se achican, cada vez más pequeñas, símbolo de perfección y pedigrí para quien las posea. Mientras tanto nosotros engordamos de comida, discos, películas y revistas que ya leemos de reojo porque no damos más…
Fabián Casas
Ahora es ella quien lo mira divertida, o tierna, o nerviosa, y finalmente le pregunta: —¿Vas a decirme qué te pasa, Benjamín? Chaparro se siente morir, porque acaba de advertir que esa mujer pregunta una cosa con los labios y otra con los ojos: con los labios le está preguntando por qué se ha puesto colorado, por qué se revuelve nervioso en el asiento o por qué mira cada doce segundos el alto reloj de péndulo que decora la pared próxima a la biblioteca; pero, además de todo eso, con los ojos le pregunta otra cosa: le está preguntando ni más ni menos qué le pasa, qué le pasa a él, a él con ella, a él con ellos dos; y la respuesta parece interesarle, parece ansiosa por saber, tal vez angustiada y probablemente indecisa sobre si lo que le pasa es lo que ella supone que le pasa. Ahora bien —barrunta Chaparro—, el asunto es si lo supone, lo teme o lo desea, porque esa es la cuestión, la gran cuestión de la pregunta que le formula con la mirada, y Chaparro de pronto entra en pánico, se pone de pie como un maníaco y le dice que tiene que irse, que se le hizo tardísimo; ella se levanta sorprendida —pero el asunto es si sorprendida y punto o sorprendida y aliviada, o sorprendida y desencantada—, y Chaparro poco menos que huye por el pasillo al que dan las altas puertas de madera de los despachos, huye sobre el damero de baldosas negras y blancas dispuestas como rombos, y recién retoma el aliento cuando se trepa a un 115 milagrosamente vacío a esa hora pico del atardecer; se vuelve a su casa de Castelar, donde esperan ser escritos los últimos capítulos de su historia, sí o sí, porque ya no tolera más esta situación, no la de Ricardo Morales e Isidoro Gómez, sino la propia, la que lo une hasta destrozarlo con esa mujer del cielo o del infierno, esa mujer enterrada hasta el fondo de su corazón y su cabeza, esa mujer que a la distancia le sigue preguntando qué le pasa, con los ojos más hermosos del mundo.
Eduardo Sacheri (El secreto de sus ojos (Spanish Edition))
En las películas, la ropa simplemente desaparece cuando la pareja está lista para hacer el amor. Están completamente resplandecientes e iluminados con la banda sonora en alza. En la vida real, no es así. Jase tiene que quitarse la camisa y manosear torpemente la hebilla de su cinturón, y yo salto con un pie por la habitación quitándome los calcetines, preguntándome cuán poco sexy es eso. La gente en las películas ni siquiera tiene calcetines. Cuando Jase se quita sus jeans, el cambio que tiene en su bolsillo se sale, suena con estrépito y rueda por el piso. —¡Lo siento! —dice, y los dos nos congelamos, a pesar de que no hay nadie en casa para oír el ruido. En las películas, nadie es auto consciente en este punto, pensando que deberían haberse cepillado los dientes. En las películas, todo está hermosamente coreografiado, montado con una banda sonora cada vez más dramática. En las películas, cuando el chico atrae a la chica hacia él, cuando ambos están finalmente desnudos, nunca chocan sus dientes entre sí, se avergüenzan, necesitan reír y volver a intentarlo. Pero aquí está la verdad: En las películas, nunca es ni la mitad de lo maravilloso de lo que es aquí y ahora con Jase.
Huntley Fitzpatrick (My Life Next Door)
Yo había estado en otros pueblos de los que me había ido sin parecer un lloricas. Así había sido varias veces: mi madre tenía una nueva plaza, hacíamos el equipaje y nos íbamos, sin más. Viajaba contento y a salvo porque «mi patria», como decía mi padre, cabía «en un utilitario pequeño». No solo es que con cada nuevo destino nos acercáramos más al puñetero Madrid, o sea, a mi padre. Sino que, de algún modo, también sentía que todas las cosas imprescindibles para mi vida estaban en ese coche: mi madre, mis hermanas, mis cosas, mis tebeos. Pero llega una edad en la que te das cuenta de que hay un tam-tam apache que te llama, una edad en la que amplías esa patria que decía papá. O, directamente, la cambias. Y entonces sales y compruebas que las cosas imprescindibles no tienen necesariamente tu sangre, ni tu apellido, ni tu mismo techo, ni el mismo destino que tu madre. Lo de fuera empieza a ganarle terreno a lo de dentro. Tu casa es un espacio borroso como un día de niebla que va desde los caminos hasta las riberas. Tu familia son también los amigos, un tendero cojo, los gatos del vecino. Y las lecciones no son cosa de una maestra, sino de una sorda o de una niña que te cobra un duro por enseñarte el culo.
Pedro Simón (Los ingratos)
Ella dormiría, dice el actor. Parecería hacerlo, dormir. Está en el centro de la habitación vacía, sobre sábanas blancas extendidas en el mismo suelo. Él está sentado junto a ella. La mira intermitentemente. Tampoco hay sillas en esta habitación. Sin duda él ha traído las sábanas y luego, acto seguido, una a una, puerta tras puerta, ha cerrado las demás habitaciones de la casa. Esta habitación da al mar y a la playa. No hay jardín. Ha dejado ahí la araña de luz amarilla. Sin duda no sabe exactamente el porqué de lo que ha hecho con las sábanas, las puertas, la luz. Ella duerme. Él no la conoce. Mira el sueño, las manos abiertas, el rostro todavía extraño. Los senos, la belleza, los ojos cerrados.Si hubiera dejado abiertas las puertas de las demás habitaciones, ella habría, sin duda, ido a ver. Es lo que él ha debido de pensar. Él mira las piernas que descansan, lisas como los brazos, los senos. La respiración es igualmente clara, prolongada. Y bajo la piel de sus sienes, sosegadamente, el flujo de la sangre que late, aminorado por el sueño. Exceptuada esta luz central de color amarillo que cae de la araña, la estancia está oscura, es redonda, se dirigía, cerrada, sin fisura alguna entorno al cuerpo.
Marguerite Duras (Blue Eyes, Black Hair)
Respiro profundo otra vez y ya van tantas... La cama es un mal lugar para estos pensamientos. Me siendo agobiado. Ya no aguanto más. El #mundo "desquició" sin darnos tiempo. Enjaulados en nuestras propias casas rogando que el #monstruo no entre a aniquilarnos. Nunca nos sentí tan frágiles e indefensos. El #virus no conoce de fronteras, ni de etnias, ni mucho menos, de religiones... iBasta de noticias, por favor! El Gobierno de turno nos indica hasta en qué momentos podemos respirar. ¿Hoy me tocaba ir al baño? Ya ni sé que día es hoy... Suspiro profundo. #Extraño a demasiada gente. Extraño demasiadas cosas. Extraño tener otro tipo de problemas. Mis pensamientos que se van enredando y diluyendo. La cama que se hace demasiado ancha y fría. Todo esto parece una película de Ciencia Ficción, una de terror, una conspiración mundial... Ya ni me doy cuenta si respiro. Sí, sí: ¡es una conspiración mundial! Es parte de un Plan #macabro de los "dueños del mundo". Inventaron una #Pandemia para que entremos en #pánico y nos encerremos como pichoncitos mojados. Las economías caen estrepitosamente. Los países que se debilitan hasta límites impensados. #Crisis, #muerte y #pobreza por doquier. Las necesidades obligan a las personas enjauladas a ser más adictas que nunca a la realidad virtual. Eso es lo que querían, eso es lo que buscaban... ¿Aún existe la realidad real? Es un Plan que viene desde muy lejos. Y esta, es la antesala del Plan Maestro. Ahora nos instalarán chips para controlarnos del todo e iremos perdiendo, una a una, las #libertades individuales que tanta sangre nos costó conseguir. "Es por nuestra seguridad", nos dirán con tono paternal. Nos quieren débiles, asustados, divididos, denunciándonos, enojados, indefinidos y adictos. La tecnología nos hace más manipulables que un ratón... Cuando suene el timbre, todos iremos tras el queso, reclamando -al unísono- por un poderoso #Gobierno Único, de un Nuevo #Orden Mundial, que cuidará el remanente de la especie... Por fin, mis pensamientos, exhaustos, terminan flanqueando y me quedo dormido... Por suerte, ahora, puedo tener otras pesadillas, algo distintas a nuestra angustiante realidad...
Gonzalo Guma
Mirad: somos punks y skins, somos los chicos con botas, somos las ratas con botas, somos feos y pajeros y tiñosos, buscabullas y culoapretados, espitados y bocazas y chulos, botas sucias y caras brutas, los paquetes estrujados y las cabezas rapadas, rotos y descosidos en la ropa y en el alma, malas dentaduras y mal cutis, los peores empleos y barrios, somos la gente que no quieres conocer y venimos de los sitios adonde no quieres ir, nacidos para ser carn d’olla, nacidos para fracasar, el eslabón más bajo de la cadena alimenticia, pisando charcos en la ciudad podrida, carnaza de descampado y bóbila y calimocho, comiéndonos las consonantes y comiéndonos los mocos, expulsados y castigados, sin recreo pero también sin clase, sin clase de ningún tipo, esta noche hay un destroy, tienes-tienes-tienes y nosotros no tenemos nada, pero si tienes una lista negra ya nos puedes ir apuntando, si tienes una lista negra nosotros queremos estar en ella, meando por las calles, rompiendo los cristales, cantando las canciones que no salen en los libros. Los chicos con botas, bolsillos vacíos y cojones llenos, esas canciones son lo único que tenemos. Eso, y a nosotros mismos. Porque somos los chicos con botas, somos las ratas con botas, duros como clavos, a veces hay que agachar la cabeza para no romperse, y somos los irrompibles, somos la arrogancia original, borrachos y orgullosos, pisando cascos rotos, los culos contra la pared, sin futuro y sin modales, carne de cañón, Cornellà, Santako, L’Hospi, Bellvitge, Castefa, Viladecans, Gavà, Sant Boi, La Cope, feas las esquinas y más dura será la caída, cayendo, cayendo, siempre cayendo, cayendo y riendo, haciendo la conga en la cola del INEM, de aquellos polvos vinieron estos lodos, sólo que aquí polvos hemos visto pocos y el lodo nos llega ya hasta el cuello, de cara a la pared pero sin libros en las manos, no nos dio tiempo a querer ser alguien, nadie te cuenta nunca cómo se sale de aquí, ¿hay alguna manera de salir de aquí?, primero deletrea u-n-i-v-e-r-s-i-d-a-d si tienes huevos, oportunidades para estudiar una carrera es lo que no te van a dar (cantaban los Clash), esto es Todos Contra Todos pero nosotros estamos juntos, es lo único que tenemos. Las canciones, y a nosotros mismos. Caemos como piedras pero, mientras tanto, ¿echamos unas risas? Cayendo y riendo, es todo lo que nos queda. Nos vemos en la Casa de la Bomba a las diez en punto, como cada sábado, que esta noche hay un destroy. No tardes, no me jodas.
Kiko Amat (Rompepistas)
Tengo las piernas cortas y retorcidas, y me cuesta caminar. Necesito una silla de montar especial para no caerme del caballo. Por cierto, la diseñé yo mismo, ya que hablamos del tema. Tenía que elegir entre eso o ir en poni. Tengo fuerza en los brazos, pero también son cortos. Nunca seré un espadachín. Si hubiera nacido en una familia de campesinos seguramente me habrían abandonado a la intemperie para que muriera, o me habrían vendido como monstruo de feria. Pero soy un Lannister de Roca Casterly, y eso que se perdieron las ferias. Se esperan cosas de mí. Mi padre fué Mano del Rey veinte años. Después resulta que mi hermano mató a ese mismo rey, ironías de la vida. Mi hermana se casó con el nuevo rey, y ese odioso sobrino que tengo será rey tras su muerte. Debo hacer algo por el honor de mi casa, ¿no te parece? Pero, ¿qué? Puede que tenga las piernas cortas en relación con mi cuerpo, pero la cabeza la tengo demasiado grande, aunque prefiero pensar que es del tamaño adecuado para mi mente. Tengo una idea bastante precisa de cuáles son mis puntos fuertes y mis puntos débiles. Mi mejor arma está en mi cerebro. Mi hermano tiene su espada, el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente...Pero una mente necesita de los libros igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo...Por eso leo tanto, Jon Nieves.
George R.R. Martin
Aquella sociedad potosina, enferma de ostentación y despilfarro, sólo dejó a Bolivia la vaga memoria de sus esplendores, las ruinas de sus iglesias y palacios, y ocho millones de cadáveres de indios. Cualquiera de los diamantes incrustados en el escudo de un caballero rico valía más, al fin y al cabo, que lo que un indio podía ganar en toda su vida de mitayo, pero el caballero se fugó con los diamantes. Bolivia, hoy uno de los países más pobres del mundo, podría jactarse -si ello no resultara patéticamente inútil- de haber nutrido la riqueza de los países más ricos. En nuestros días, Potosí es una pobre ciudad de la pobre Bolivia: "La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene", como me dijo una vieja señora potosina, evuelta en un kilométrico chal de lana de alpaca, cuando conversamos ante al patio andaluz de su casa de dos siglos. Esta ciudad condenada a la nostalgia, atormentada por la miseria y el frío, es todavía una herida abierta del sistema colonial en América: una acusación. El mundo tendría que empezar por pedirle disculpas.
Eduardo Galeano
La sensación que más me ha acompañado desde niña es la del hervor. Me siento como una langosta a la que han arrojado consciente a la olla al rojo vivo que significa existir. A diario me pregunto cuándo estaré cocinada y me podré poner a enfriar. Pensaba que al aprender a saltar a la comba soplaría brisa fresca pero todavía estoy esperando. Dominé la comba, dominé el idioma, aproveché las vacaciones para leer libros hasta el amanecer, aprobé todo tipo de exámenes, saqué buena nota en Selectividad sin el apoyo de ninguna academia, salí a la calle con maquillaje, tacones y ligueros de encaje y volví a casa sorteando ejércitos de obstáculos y monstruos con el rímel sin correr, me depilé las ingles, las piernas completas, los sobacos, me decoloré el bigote, limpié el cuarto de baño doscientas mil veces, hice espaguetis y mermelada de moras, digerí semen espeso y amargo con buena cara, me acordé de llevar siempre cortaúñas, líquido desinfectante, pañuelos y estuche de lentillas a todas partes, de apagar el gas antes de salir de casa, de sacar al perro al amanecer y al sol de agosto, de tender la ropa a tiempo para que no cogiese olor a humedad, de comprar el café que le gusta a mi madre porque no quería que sus mañanas fuesen aún más difíciles. Cuánto falta. Cuándo llega el punto en el que deja de quemar la vida. ¿Ocurrirá al terminar la carrera, al conseguir un trabajo digno? Cada vez quema más, quema más que nunca. Estoy al rojo vivo.
Elisa Victoria (El Evangelio)
En ocasiones, me sentía descontento y atormentado de deseos. Creía no poder soportar ya por más tiempo tenerla a mi lado sin estrecharla entre mis brazos. También esto lo adivinó ella en seguida, y al verme llegar una tarde a su casa, agitado y confuso, después de varios días de retraimiento, me llevó aparte y me dijo: “No debe usted entregarse a deseos en los que no cree. Sé lo que usted desea. Tiene usted que abandonarlos o desearlos de verdad y por entero. Cuando llegue usted a pedir llevando en sí la plena seguridad de lograr su deseo, la demanda y la satisfacción coincidirán en un solo instante. Pero usted desea y se reprocha, temeroso, sus deseos. Tiene usted que dominar todo eso. Voy a contarle una conseja. Y me contó de un adolescente que estaba enamorado de una estrella. A la orilla del mar extendía los brazos hacia ella, la adoraba, soñaba con ella y le dedicaba todos sus pensamientos. Pero sabía, o creía saber, que un hombre no puede enlazar con sus brazos una estrella. Imaginaba que su destino era amarla siempre sin esperanza y construyó sobre esta idea toda una vida de renunciamiento y de dolor, callado y fiel, que habría de purificarle y ennoblecerle. Una noche se hallaba sentado de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando a su amada y ardiendo en amor por ella. Y en un instante de profundo anhelo saltó al vacía, hacia la estrella. Pero todavía entonces pensó en la imposibilidad de alcanzarla y cayó, destrozándose contra las rocas. No sabía amar. Si en el momento de saltar hubiese tenido fuerza de alma suficiente para creer fija y seguramente en el logro de su deseo, hubiese volado cielo arriba a reunirse con su estrella. - El amor no debe pedir – continuó -, ni exigir tampoco. Ha de tener la fuerza de llegar en sí mismo a la certeza, y entonces atrae ya en lugar de ser atraído. Sinclair, su amor es ahora atraído por mí. Cuando llegue a atraerme, entonces acudiré. No quiero hacer un regalo, quiero ser ganada.
Hermann Hesse (Demian. Die Geschichte von Emil Sinclairs Jugend)
A VECES LA MAÑANA AYUDA Hace tiempo que ando escribiendo una crónica que llevaría el título "No siempre la mañana ayuda". Y hasta tenía el comienzo apuntado en un papel por ahí, a toda prisa, sobre la mesa del despacho. Empieza así: "Al salir de la casa y tropezar con el rostro del sol(antiguamente lo representábamos así, con una amplia sonrisa y los ojos alegres, con una cabellera de rayos resplandecientes), deberíamos caer de rodillas, ofrecer cualquier cosa al culto pagano de la luz y sentir después el mundo conquistado. Pero todos tenemos otra cosa que hacer". Y saldría uno por ahí fuera a ahuyentar la melancolía, a justificar el título, en definitiva. Algo me ha impedido continuar. Y sé que hoy no voy a concluir una prosa que me enfrentaría al lector. Y es que, sin esperarlo, se despertó en mi memoria un caso acontecido entre dos hombres, un caso que viene a demostrar que, a veces, la mañana ayuda, sí señor. Vamos, pues, con la historia. Imagine el lector un vagón de tren. Lleno. El día no es ni feo ni bonito: tiene algo de sol, unas nubes que lo cubren, y hay una brisa cortante allá afuera. Los viajeros van callados, hacen todos unos gestos involuntarios al albur del traqueteo. Unos leen periódicos, otros se ausentan hacia un país silencioso y sólo habitado por pensamientos ocultos e indefinidos. Hay una gran indiferencia en la atmósfera, y el sol, al descubrirse, ilumina un escenario de rostros apagados. Entonces, el hombre más(pero muy lejos deser un adolescente), que está sentado junto a la ventanilla, empieza a tararear en sordina una vaga canción. Quizá no tenga motivos especiales de contento, pero, en aquella hora, la necesidad de cantar es irresistible. Todo cuanto acude a su memoria sirve. Y va tan absorto en su pura y gratuita alegría que ni siquiera repara en que el vecino de asiento se muestra ofendido y esboza esos movimientos elocuentes que sustituyen a las palabras cuando no hay valor para pronunciarlas. Frente al hombre que canta, hay un viejo. Éste desde que salió anda rumiando problemas que lo atormentan. Es muy viejo, y está enfermo. Ha dormido mal. Sabe que va a tener un día difícil. Y detrás de él una voz deshilacha canciones, badabádabá, notas de música, de un modo impreciso pero obstinadamente vivo y afirmativo. El sol sique jugando al escondite. Y el mar, que súbitamente aparece se puebla de islas de sombra entre grandes lagos de plata fundida. A lo lejos, la ciudad se diluye en humo y niebla seca. Silenciosa, a aquella distancia, tiene un aire de fatalidad y resignación, como un cuerpo que ha renunciado a vivir y se extingue lentamente. Es grande el peligro de que la melancolía triunfe definitivamente. Pero el hombre insiste. Ya no es posible identificar al que canta. Ahora sale de su boca un flujo de armonía, un lenguaje que ha desistido de la articulación coherente para penetrarse mejor de la sustancia de la música. Esto acabrá sin duda con un grito irreprimible de alegría, con indignación y escandalo de los viajeros. Ocurrió, sin embargo, que la ciudad llegó de repente. Se abrieron las puertas, la gente se precipitó, empujándose, olvidándose unos de otros. El hombre se levanta, murmurando aún algo. Sigue a lo largo del andén, va a lo suyo, con su música. Y, de pronto, alguien lo coge del brazo. El viejo está a su lado, se juraría que tiene los ojos húmedos, y dice: "Gracias. Yo venía preocupado y triste. Cuando lo oí cantar sentí una gran paz, y durante todo el camino vine pidiéndole a Dios que siguiera usted cantando. Muchas gracias". El hombre de las canciones sonrió, primero con embarazo, luego como si fuera el amo del mundo. Se separaron. Y fue cada uno a su trabajo, con la música que era de los dos.
José Saramago (Las maletas del viajero)
-Mi meta en la vida es llegar a ser un adjetivo -dijo-. Que la gente vaya por ahí diciendo: «Eso era tan bankheadiano», o «Un poco demasiado bankheadiano para mi gusto». -Bankheadiano suena bien -dijo Madeleine. -Es mejor que bankheadesco. -O bankheadino. -La terminación en «ino» es horrible la mires por donde la mires. Hay joyciano, shakesperiano, faulkneriano. Pero en «ino». ¿Quién hay por ahí que sea algo terminado en «ino»? -¿Thoma Mannino? -Kafesco -dijo-. ¡Pynchonesco! Mira, Pynchon es ya un adjetivo. Gaddis. ¿Cómo sería para Gaddis? ¿Gaddiesco? ¿Gaddisio? -No, con Gaddis no se puede hacer —dijo Madeleine. -No -dijo Leonard- Ha tenido mala suerte, Gaddis. ¿Te gusta Gaddis? -Leí un poco de Los reconocimientos -dijo Madeleine. Doblaron Planet Street y subieron por la pendiente. -Belloviano -dijo Leonard-. Es superbonito cuando se cambia alguna letra. Con nabokoviano no pasa: Nabokov ya tiene la «v». Y Chéjov también: chejoviano. Los rusos lo tienen fácil. ¡Tolstoiano! El tal Tolstói era un adjetivo a la espera de formarse. -No te olvides del tolstoianismo -dijo Madeleine. -¡Dios mío! -dijo Leonard-. ¡Un nombre! Jamás había soñado con llegar a ser un nombre. -¿Qué significaría bankheadiano? Leonard se quedó pensativo unos segundos. -De o relativo a Leonard Bankhead (norteamericano, nacido en 1959). Caracterizado por una introspección o inquietud excesiva. Sombrío, depresivo. Véase caso perdido. Madeleine reía. Leonard se detuvo y la cogió del brazo, mirándola con seriedad. -Te estoy llevando a mi casa -dijo. -¿Qué? -Todo este tiempo que llevamos andando. Te he estado llevando hacia mi casa. Eso es lo que hago normalmente, al parecer. Es vergonzoso. Vergonzoso. No quiero que sea así. No contigo. Así que te lo estoy diciendo. -Ya me lo había figurado, que íbamos a tu casa. -¿Sí? -Te lo iba a decir. Cuando estuviéramos más cerca. -Ya estamos cerca. -No puedo subir. -Por favor. -No. Esta noche no. -Hannaesco -dijo Leonard-. Testarudo. Dado a posturas inamovibles. -Hannaesco -dijo Madeleine-. Peligroso. Algo con lo que no se juega. -Quedo advertido. Se quedaron de pie, mirándose, en el frío y la oscuridad de Planet Street. Leonard sacó las manos de los bolsillos para encajarse la melena detrás de las orejas. -Puede que suba sólo un minuto -dijo Madeleine.
Jeffrey Eugenides (The Marriage Plot)
Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para
Joanna Russ (The Female Man)