La Boca Buenos Aires Quotes

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Aborrezco profundamente los grandes ámbitos. Sentarme en esas confiterías inmensas que todavía persisten en Buenos Aires me produce una sensación de vértigo sumamente desagradable; un asco certero en la boca del estómago. En lugares como ésos uno se encuentra permanentemente expuesto, fatalmente a la vista de todos. Y eso es algo que sencillamente no tolero. Ocho años de análisis no han logrado quitarme esa inquietud y ese desasosiego.
Eduardo Sacheri (Te conozco, Mendizábal y otros cuentos)
Una aeromoza entró apurada a la cabina del piloto del DC10-15: “¡Capitán, se me acaba de perder un arete!” “Caramba Carolina; justo cuando faltan dos minutos para que aborden los pasajeros. ¡Rápido todos! Quiero el plan de emergencia 2b.” Carolina repasó lo aprendido en la escuela del aire: a) Mantenga la calma ante todo. b) Ante todo, no grite ni haga ademanes ni caras desesperadas —esto incluye cejas y boca— Recuerde que a usted, a fin de cuentas, no le afecta demasiado el eminente retraso, pues este es su trabajo. Los únicos verdaderamente afectados serán los pasajeros, pero de esos hay muchos; usted sólo es una. c) Llame a la torre de control y pida un retraso por tiempo indefinido. d) Muestre a toda la tripulación el otro arete, para que le ayuden a buscarlo. Durante los diecisiete minutos siguientes, repartidos en equipos de dos, azafatas, piloto y copiloto buscaron metódicamente en los pisos, baños, bolsitas y ceniceros de cada asiento el arete, un corazón de cobre forrado de esmalte rosa que Carolina había comprado en la duty free de Houston. “Son las 19:15,” dijo el capitán. “Para ahorita los pasajeros ya deben estarse preguntando qué pasa con su vuelo. Hay que avisarles que sufriremos un retraso de veinte minutos, abordando a las 19:45.” “Pero, capitán,” le respondió el copiloto, nuevo en la compañía, “19:15 más veinte minutos son las 19:35, de manera que a las 19:45 ya deberíamos tener diez minutos de vuelo.” “No importa. La mayoría de los pasajeros no harán esos cálculos. Sigan buscando y si para las 20:00 no aparece, diremos que tenemos un problema mínimo en la segunda bomba de succión del retroalimentador de una turbina y que en diez minutos quedará corregido. Suplíquenles mantener la calma. Esto se hace por su seguridad.” Y dirigiéndose a Carolina, preguntó “¿Cuántos asientos han revisado?” “siete filas apenas.” “Siete filas en quince minutos. Eso quiere decir media fila por minuto, a 42 filas, son 84 minutos, más al menos quince para buscar en los baños, dan un total de 99... dos horas, vamos a decir. A ver, copiloto, hágame una lista de cuatro excusas diferentes para dar a los pasajeros.” “Si, señor. ¿Paso una cada quince minutos?” “No, porque entre más tiempo nos retrasamos más se intranquilizan. Pase una a las 20:00, otra a las 20:30, luego a las 20:45, 20:55 y 21:00.” “Pero todavía nos tardaremos una hora más” “¿Qué no estudiaron diseño de aeropuertos? Entonces los haremos pasar de la sala B a la B-12, luego a la B-12/1 y luego a la B-12/1a. Enseguida abordaremos y ya adentro, treinta minutos más ni quien los note.” “Hay si,” dijo Carolina sin interrumpir la búsqueda. A mí las esperas dentro del avión me desesperan.” “Ah, pero yo uso un truco muy bueno,” respondió el capitán. “Yo pido a la troca de remolque que dé unos aceleroncitos y así se siente como que el avión se mueve; eso es mejor que si estuviéramos ahí parados nomás, sin hacer nada.” Carolina dió un gritito de alegría. “Ya lo encontr.é” “¡Qué bien! ¿Dónde estaba?” “Aquí debajo de una cafetera. Es que siempre lo pongo ahí para que se caliente, porque si me lo pongo frío me pongo chinita.” “Huy y apenas son las 19:55. ¿Qué les parece si nos vamos a tomar una soda lejos de aquí mientras llega la hora de partir?
Sergio E. Avilés (Me enamoré de una cucaracha)