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Al mismo tiempo, el Jueves Santo nos brinda la ocasión de preguntarnos de nuevo: ¿a qué hemos dicho «sí»? ¿Qué es «ser sacerdote de Jesucristo»? El Canon II de nuestro Misal describe la esencia del ministerio sacerdotal con las palabras que usa el Libro del Deuteronomio (cfr. Dt 18, 5-7) para describir la esencia del sacerdocio del Antiguo Testamento: astare coram te et tibi ministrare. Por tanto, son dos las tareas que definen la esencia del ministerio sacerdotal: en primer lugar, «estar en presencia del Señor». En el Libro del Deuteronomio esa afirmación debe entenderse en el contexto de la disposición anterior, según la cual los sacerdotes no recibían ningún lote de terreno en la Tierra Santa, pues vivían de Dios y para Dios. No se dedicaban a los trabajos ordinarios necesarios para el sustento de la vida diaria. Su profesión era «estar en presencia del Señor», mirarlo a él, vivir para él. La palabra indicaba así, en definitiva, una existencia vivida en la presencia de Dios y también un ministerio en representación de los demás.
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