Jueves Santo Quotes

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La santidad no es cosa de santos
Juan Esteban Constaín (El hombre que no fue Jueves)
Al mismo tiempo, el Jueves Santo nos brinda la ocasión de preguntarnos de nuevo: ¿a qué hemos dicho «sí»? ¿Qué es «ser sacerdote de Jesucristo»? El Canon II de nuestro Misal describe la esencia del ministerio sacerdotal con las palabras que usa el Libro del Deuteronomio (cfr. Dt 18, 5-7) para describir la esencia del sacerdocio del Antiguo Testamento: astare coram te et tibi ministrare. Por tanto, son dos las tareas que definen la esencia del ministerio sacerdotal: en primer lugar, «estar en presencia del Señor». En el Libro del Deuteronomio esa afirmación debe entenderse en el contexto de la disposición anterior, según la cual los sacerdotes no recibían ningún lote de terreno en la Tierra Santa, pues vivían de Dios y para Dios. No se dedicaban a los trabajos ordinarios necesarios para el sustento de la vida diaria. Su profesión era «estar en presencia del Señor», mirarlo a él, vivir para él. La palabra indicaba así, en definitiva, una existencia vivida en la presencia de Dios y también un ministerio en representación de los demás.
Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
Así, por ejemplo, la alimentación también quedaba regulada por las normas templarias. Únicamente podían tomar carne tres veces por semana: los domingos, martes y jueves, además de las fiestas de Pascua de Resurrección, Navidad, la Virgen y Todos los Santos. Los lunes, miércoles y sábados debían consumir dos o tres platos de legumbres o cualquier otro alimento cocido. El viernes era día de ayuno para toda la comunidad, exceptuando a los que se encontraran enfermos o en un estado de debilidad considerable. La Regla no hace mención alguna al consumo o no de pescado, lo que permite intuir que este alimento no debía de ser habitual en la dieta de los hermanos templarios.
Templespaña (Codex Templi: Los misterios templarios a la luz de la historia y de la tradición)
El Jueves Santo de ese año de 1812, un terremoto destruye Caracas, La Guaira, San Felipe, Barquisimeto y Mérida; perecen unas treinta mil personas. El clero español predica, exacerbado: “¡Castigo de Dios!”. Castigo por haberse sublevado los americanos contra la autoridad del rey, a sabiendas de que “toda autoridad viene de Dios”.
Alfonso Rumazo González (Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho (Spanish Edition))