Iban Quotes

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Supe entonces, con humildad, con perplejidad, en un arranque de mexicanidad absoluta, que estábamos gobernados por el azar y que en esa tormenta todos nos ahogaríamos, y supe que sólo los más astutos, no yo ciertamente, iban a mantenerse a flote un poco más de tiempo.
Roberto Bolaño (The Savage Detectives)
El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.
Gabriel García Márquez (Crónica de una muerte anunciada (Spanish Edition))
...los nómadas y sus rebaños tomaban lo que necesitaban y luego se iban, dejando tras de sí una naturaleza aún más rica que antes.
Alan Weisman (The World Without Us)
...La esencia misma del amor era la contrariedad, todos los obstáculos que iban apareciendo en el camino
Rocío Carmona (La gramática del amor)
Clary aspiró profundamente y alzó los ojos hacia él, ojos que estaban llenos de incertidumbre. Un impulso desconocido se alzó dentro de él: el impulso de rodearla con los brazos y decirle que todo iba a estar bien. No lo hizo. Por lo que él sabía, las cosas raras veces iban bien. [pp. 343]
Cassandra Clare (City of Bones (The Mortal Instruments, #1))
A ella todo le salía, escogía bien las películas que iban a ver, los libros, los amigos, se manejaba con seguridad. Con ella eran buenas las conversaciones y buenas las comidas. Mucho más madura que las de su edad; llevarla a su lado, ahuecando el pecho, su pelo de lino alborotado, era una certeza equiparable a saber que la tierra gira en torno al sol.
Elena Poniatowska (La piel del cielo)
Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado.
Juan Rulfo (El llano en llamas)
[...] El hecho de saber lo que podía ocurrir era agobiante, un manto asfixiante de miedo y sufrimiento que empezaba a cobrar vida. Casi deseaba que aquellos cabrones llegaran y acabaran con todo. La espera era insoportable. Los gemidos distantes de los laceradores se iban acercando a medida que la noche avanzaba, y cada minuto parecía durar más que el anterior.
James Dashner (The Maze Runner (The Maze Runner, #1))
La plebe éramos nosotros. La plebe era ese disputarse la comida y el vino, ese pelearse para que te sirvieran el primero y mejor, ese suelo mugriento por el que los camareros iban y venían, esos brindis cada vez más vulgares...
Elena Ferrante (My Brilliant Friend (My Brilliant Friend #1))
Eran gentes de vidas lentas, a las cuales no se les veía volverse viejas, ni enfermarse ni morir, sino que iban desvaneciéndose poco a poco en su tiempo, volviéndose recuerdos, brumas de otra época, hasta que los asimilaba el olvido.
Gabriel García Márquez (Love in the Time of Cholera)
Un pacto tácito de frases hechas encadenadas, palabras que iban llenando el silencio, con el propósito de ni siquiera tener que hablar del silencio.
Claudia Piñeiro (Las viudas de los jueves)
Su idea de cómo iban las cosas al país se medía por el tamaño de las colillas que recogía en la calle
Fannie Flagg (Fried Green Tomatoes at the Whistle Stop Cafe (Whistle Stop #1))
¿Iban a sumirla en la tristeza antes de hacerla feliz? No, por favor.
Ann Brashares (The Second Summer of the Sisterhood (Sisterhood, #2))
—No te follé. Nunca te he follado. —Y apartándose un poco, continuó—: Estabas a punto de tirar tu futuro por la borda. Tantos años de duro trabajo, tantos sacrificios... Iban a arrebatártelo todo y no habrías podido recuperarlo. No iba a quedarme de brazos cruzados viendo cómo te suicidabas académicamente. Te dije que bajaría a los infiernos a rescatarte si hacía falta y eso es lo que acabo de hacer. —Alzando la barbilla, añadió—: Y volvería a hacerlo.
Sylvain Reynard (Gabriel's Rapture (Gabriel's Inferno, #2))
La vista era preciosa, se veía gran parte de Nueva York, a muchas personas, como algunas iban corriendo y con muchas prisas y otras que iban más relajadas. Se veían parques, algunas casas... Una vista preciosa de Nueva York.
Dream Walker (Intentando Olvidarla.)
—Eso es, colega. No podemos rendirnos —Minho volvió a colocar con cuidado los papeles en el baúl, lo cerró y luego se incorporó—. Bueno, tendremos que darnos prisa porque aquí hemos estado mucho rato. Los primeros días sólo tendrás que seguirme. ¿Listo? Thomas sintió una corriente de nerviosismo en su interior, pellizcándole la barriga. Ya había llegado el momento, iban a salir de verdad; se había acabado hablar y pensar sobre el tema. —Ummm…, sí. —Aquí no hay «ums» que valgan. ¿Estás listo o no? Thomas miró a los ojos de Minho, que de repente reflejaban dureza. —Estoy listo. —Entonces, vamos a correr.
James Dashner (The Maze Runner (The Maze Runner, #1))
¡Y cómo rezaba! ¡Qué mirada de ternera la suya! Los ojos se le iban poniendo cada vez más vidriosos, y su boca, amargada, se movía sin cesar y sin la menor puntuación. Así es como suelen boquear, buscando aire, los peces arrojados a la playa. Sirva esta imagen para ilustrar el descomedimiento con que Mahlke rezaba.
Günter Grass (Cat and Mouse)
Anoche cuando dormía Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que una fontana fluía dentro de mi corazòn. Di: ¿por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mí, manantial de nueva vida en donde nunca bebí? Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que una colmena tenía dentro de mi corazòn; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas, blanca cera y dulce miel. Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que un sol ardiente lucía dentro de mi corazòn. Era ardiente porque daba calores de rojo hogar, y era sol porque alumbraba y porque hacía llorar. Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que era Dios lo que tenía dentro de mi corazòn.
Antonio Machado
Eso es lo que conmemoran con esa estatua en el puerto de Nueva York: a una zorra a la que le gustaba que se la follasen sobre los desperdicios del volquete que transportaba a los que iban a ser guillotinados. Ya puedes levantar la antorcha tanto como quieras, querida, que todavía tienes ratas en el vestido y semen frío corriendo por tus piernas.
Neil Gaiman (American Gods (American Gods, #1))
Caldas se cruzó con varios hombres jóvenes en el paseo. Unos caminaban y otros iban en bicicleta, solos o en pareja. Sus rostros no le dijeron nada, pero tampoco esperaba encontrar en ellos ninguna señal. Había mirado muchas veces a los ojos de un asesino y sabía que eran idénticos a los de los demás. El crimen era humano. Cualquiera podía matar.
Domingo Villar (La playa de los ahogados (Leo Caldas, #2))
¿Qué policía había que nos defendiera a nosotros cuando nos iban a matar? De haber habido, nos habrían detenido para extorsionarnos.Pero no, andaban extorsionando en el centro.
Fernando Vallejo (La virgen de los sicarios)
Allá iban, con mis escupitajos, los bacilos de la tuberculosis que había contraído en Japón y me alegraba imaginar esos bacilos agonizando abrazados bajo el sol tropical.
Shōhei Ōoka
Para eso se había hecho la Revolución. Iban a tener las mismas oportunidades el obrero y el campesino y el abogado y el banquero. Sí, cómo no.
Carlos Fuentes (La región más transparente)
Los posmodernos, al aparentar que iban aún más allá de la teoría situacionista, en verdad la convirtieron en lo contrario de lo que era.
Anselm Jappe (El absurdo mercado de los hombres sin cualidades: Ensayos sobre el fetichismo de la mercancía)
8 Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Anunciaron que iban a hacer un viaje de placer por los Estados Unidos: a todo el mundo le pareció una cosa extraña, pero más extraña les hubiera parecido la verdad si hubieran
Robert Louis Stevenson (El diablo en la botella)
estaba empezando a desaparecer. Y, de hecho, no importaba. Harry suspiró. Noviembre. Los días iban a ser más oscuros aún.
Jo Nesbø (El muñeco de nieve (Harry Hole, #7))
De repente, una parte de mi vida iba a serme arrancada y nunca me la iban a devolver.
André Aciman (Call Me By Your Name (Call Me By Your Name, #1))
(...)porque cuando a alguien le iban mal las cosas sentía siempre un ligero placer que disimulaba bajo un gran afán de ofrecer ayuda (...)
Natalia Ginzburg (Sagitario (Spanish Edition))
yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual era imposible huir, pues todos los caminos, aunque fingieran ir al norte o al sur, iban realmente a Roma,
Jorge Luis Borges (Ficciones (Spanish Edition))
Ella notó mucho antes que Hitler y con mayor intuición y sensibilidad que nosotros cómo en Alemania los tontos y los malvados iban aumentando y tornándose en amenaza.
Sebastian Haffner (Historia de un alemán (Áncora & Delfín) (Spanish Edition))
Iban a comerse el mundo y ahora se limitan a comentarlo, si es que lo comentan, circunscritos como están a los límites de su limitada capacidad de pensar.
Enrique Vila-Matas (Dublinesque)
No temas eso, Sancho —dijo don Quijote—, que mejor lo hará el cielo contigo. Es estos coloquios iban don Quijote
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
El acudía a la sinagoga porque buscaba compañía y unión con otras personas; los católicos iban a la iglesia porque buscaban estar solos con Dios.
Stieg Larsson (The Girl Who Played with Fire (Millennium, #2))
¿por qué iban «ellos» a molestarse con el tedio de la existencia humana, y menos aún con el del gobierno humano?
Christopher Hitchens (Dios no es bueno: Alegato contra la religión)
¡Sonó la hora en la selva! Los relojes de bolsillo, como bandadas de moscas, iban y venían. En mi corazón sonaba el reloj sobredorado de mi abuelita.
Federico García Lorca
[...] Lo cual no excluía que el Pabellón de Oro no tardase, tal vez, a verse reducido a cenizas por las bombas incendiarias. Tal y como iban las cosas, EL PABELLÓN DE ORO MUY PRONTO NO SERÍA MÁS QUE UN MONTÓN DE CENIZAS: ESTO ERA SEGURO. A partir del momento en que esta idea se instaló en mí, todo lo que había de trágico en la belleza del templo se acrecentó todavía más.
Yukio Mishima (The Temple of the Golden Pavilion)
—Da igual, es como con las bicis —continuó el primer hablante, autoritario—. Yo creía que me iban a regalar una bici de siete marchas con el sillín superguay, toda violeta, osea, una pasada, y va y me regalan esa azul clarito. Con una cesta. Una bici de chica. —Porque eres una chica —señaló uno de los otros. —Pues eso es sexismo, ¿vale? ¡Regalar a la gente cosas de chicas sólo porque sean chicas!
Neil Gaiman (Good Omens: The Nice and Accurate Prophecies of Agnes Nutter, Witch)
Fue como si el tiempo se detuviera y una especie de trance las empujara al abismo de una cruenta verdad. Muerta. Creusa estaba muerta y ellas iban a ser las siguientes si no hacían nada para impedirlo.
Scarlett de Pablo (Hilando historias)
Pienso en todas las voces que arman barullo en mi cabeza, voces que no son más que versiones mayores, más jóvenes o simplemente mejores de mí mismo, estoy seguro. A veces, cuando las cosas iban realmente mal, he tratado de llamarla a ella, de conseguir que me respondiera, pero nunca lo he conseguido. Sólo logro captarme a mí mismo. Si quiero oír su voz, tengo que recurrir a los recuerdos. Al menos eso no me falta.
Gayle Forman (Where She Went (If I Stay, #2))
Creyeron que los militares iban a «limpiar» el país. «Se terminó la delincuencia, no hay muros pintarrajeados con graffiti, todo está limpio y gracias al toque de queda los maridos llegan temprano a la casa», me dijo una amiga.
Isabel Allende (Mi país inventado)
levantaban al aire sus espadas. ¡Ay qué furia de amor, qué hiriente filo, qué nocturno rumor, qué muerte blanca! ¡Qué desiertos de luz iban hundiendo los arenales de la madrugada! El niño estaba solo con la ciudad dormida en la garganta.
Federico García Lorca
Al levantar los velos para mostrar como los mitos de la modernidad se iban formando a partir de la Resstauracion, Balzac nos ayuda a identificar la profunda continuidad que subyace en la aparente ruptura radical que se produce a partir de 1848.
David Harvey (Paris, Capital of Modernity)
Para él, los astros eran piezas en el tablero de juego que era el cielo. Podían moverse de cualquier modo y en cualquier dirección: él sabía perfectamente dónde iban a encontrar aquella estrella en aquella hora determinada, y cómo llegar hasta allí.
Samantha Shannon (The Priory of the Orange Tree (The Roots of Chaos, #1))
An indigenous group native to the vast jungles of Borneo, the Iban considered the Bejalai central to their culture. The general idea is you go on an adventure, and learn something about the world. When all is said and done, hopefully you’re better for what you’ve seen, and you share the knowledge you’ve acquired with your home village. The Iban then commemorate the experience with a hand-tapped tattoo, à la “travel leaves marks.” It was literally a perfect theme for an episode of TV about travel.
Tom Vitale (In the Weeds: Around the World and Behind the Scenes with Anthony Bourdain)
Él y otros miles como él, todos los que tuvieran un poco de sentido común se irían a Marte. Ya lo iban a ver. Escaparían de las guerras, la censura, el estatismo, el servicio militar, el control gubernamental de esto o aquello, del arte y de la ciencia.
Ray Bradbury (Crónicas marcianas)
Por más que siempre nos hubiese dominado a todos y a todos hubiese impuesto e impusiera una forma de ser, bajo pena de sufrir su resentimiento y su furia, ella se veía a sí misma como una colada y, en resumidas cuentas, todos sus esfuerzos iban dirigidos únicamente a contenerse. Cuando, a pesar de su ingeniería preventiva sobre las personas y los objetos prevalecía la colada, Lila perdía a Lila, el caos parecía la única verdad, y ella -tan activa, tan valiente- se anulaba llena de pavor, se convertía en nada.
Elena Ferrante (The Story of the Lost Child (The Neapolitan Novels, #4))
Uno no sabe ya qué hacer en este país. Cuando pensábamos que los violentos y los enemigos de la paz nos iban a conceder alguna tregua, los asesinatos selectivos y los incendios provocados intencionalmente estremecen las más dormidas y apáticas conciencias".
Héctor Abad Gómez (Manual de tolerancia)
Un oficial escribió: «La palabra París los vuelve locos. Cuando vieron un cartel en el que ponía “París 37 kilómetros”y que no había sido borrado, se pusieron a bailar y a abrazar aquel poste». Su alegría habría sido menor si hubieran sabido que iban a dejar París a su derecha.
Álvaro Lozano (Breve historia de la Primera Guerra Mundial (Spanish Edition))
¿Cómo no iban a apodersarse los deliriros de grandeza de un campesino del Banato si de pronto, a los veintiún años, con sólo mover unas figuritas sobre un tablero de madera, ganaba más en una semana que su pueblo entero en todo un año de talar bosques y realizar las tareas más duras?
Stefan Zweig (Chess Story)
Marcos nunca me lo confesó, porque era muy orgulloso, pero su padre tuvo que darle una paliza brutal después de aquello. Desde ese momento, apenas se quitó esa camiseta. Era como un símbolo. Una forma de gritarle a todos que no iban a poder con él. Ni con nosotros… - traga saliva—. Y no han podido.
Fernando J. López
—Bueno —dijo Mallory, tirando de un hilo suelto en el dobladillo de su jersey—, seguramente es mejor así. —No, ni mucho menos —replicó Jared—. Hasta tú deberías darte cuenta de eso. ¡No podemos devolver lo que no tenemos! Los monstruos no creyeron a tía Lucinda cuando les dijo que no tenía el libro. ¿Por qué iban a creernos a nosotros?.
Tony DiTerlizzi (Lucinda's Secret (The Spiderwick Chronicles, #3))
ofrecerles elevados edificios, graneros y esclavos para enviciar sus barrigas […] y, para los que iban a rendirse, el emperador [debería] favorecerlos haciéndoles los honores con una recepción imperial en la que el propio emperador les sirviera vino y comida para enviciar su mente. Estos son los que podrían denominarse los cinco cebos.27
Henry Kissinger (China)
Sólo la carne les daba un respiro. Piel contra piel, se amaban. También de vacaciones: cuando se iban solos, cuando se dedicaban a subir montañas, cuando no había nadie ante quien pelearse. Ningún juez y ningún testigo. A Pablo le amarga, le obsesiona, no haber sido capaz de quererla mejor. Quererla a la altura de lo que de verdad la quería.
Rosa Montero (La buena suerte)
Las tormentas siempre me hacían sentir tan pequeño. Aunque los veranos en general estaban hechos de sol y calor, los veranos para mí tenían que ver con las tormentas que iban y venían, y me dejaban sintiendo solo. ¿Todos los chicos se sentían solos? El sol de verano no estaba hecho para chicos como yo. Los chicos como yo pertenecían a la lluvia.
Benjamin Alire Sáenz (Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe (Aristotle and Dante, #1))
¿Y qué era el luto? Cara larga durante una hora, un dia…pero no mucho más…(…) Pero ¿por lo demás? Coleman no se hacia ilusiones en el sentido de que por él iban a derrarmarse muchas lágrimas. El luto era algo reservado a un puñado de amigos verdaderos, o a las familias unidas que lo guardaban principalmente para que lo viera el resto de lal familia.
Patricia Highsmith (Those Who Walk Away)
Oyó al caballo moverse en sus maniotas y la hierba partirse suavemente en la boca del caballo y la respiración de este o las sacudidas de su cola y muy al sur, más allá de los Hatchet, vio el resplandor de unos relámpagos sobre México y supo que no iban a enterrarlo en ese valle sino en algún remoto lugar entre desconocidos y miró hacia donde la hierba se inclinaba al viento bajo la fría luz de las estrellas como si fuera el planeta mismo corriendo a toda velocidad y antes de dormirse de nuevo dijo en voz baja que lo único que sabía de todas las cosas que supuestamente se conocen era que de ninguna de ellas podía afirmarse que fuera cierta. Y no solo de la proximidad de la guerra. De cualquier cosa.
Cormac McCarthy (En la frontera (Trilogía de la frontera #2))
Yo tengo alguna idea, como todo hombre, de lo que son dos ojos que nos aman cuando uno se va acercando despacio a ellos. Pero la luz de aquellos ojos, la felicidad en que se iban anegando mientras me acercaba, el mareado relampagueo de dicha –hasta el estrabismo–cuando me incliné sobre ellos, jamás en un amor normal a treinta y siete grados los volveré a hallar.
Horacio Quiroga (Cuentos de amor, de locura y de muerte)
¡Pulsé unas pocas teclas del teclado y quedé impresionado! Las letras iban apareciendo en la pantalla». Era el domingo 29 de junio de 1975, un hito en la historia de los ordenadores personales. «Aquella era la primera vez en la historia —declaró Wozniak posteriormente— en que alguien pulsaba una letra de un teclado y la veía aparecer justo enfrente, en su pantalla».
Walter Isaacson (Steve Jobs)
Don Fabrizio conocía desde siempre esta sensación. Hacía decenios que sentía cómo el fluido vital, la facultad de existir, la vida en suma, y acaso también la voluntad de continuar viviendo, iban saliendo de él lenta pero continuamente, como los granitos que se amontonan y desfilan uno tras otro, sin prisa pero sin detenerse, ante el estrecho orificio de un reloj de arena.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa (The Leopard)
Todo va a desaparecer; todo y todos estamos muriéndonos. El ser humano es un asco, amigo. Creemos que somos lo que se dice indestructibles e infinitos, porque podemos pensar y cuidar de nosotros mismos, a diferencia de los teléfonos a monedas o los libros, pero estoy seguro de que los dinosaurios en su momento también pensaban que iban a seguir siendo los reyes para siempre.
Adam Silvera (They Both Die at the End (Death-Cast #1))
Dos explosiones iniciaron la masacre. Antonio disparó de izquierda a derecha contra la gente, que pasó del desconcierto a un pánico generalizado con los primeros gritos que se iban mezclando con el sonido de las balas. Todos tratan de correr, pero debido a la oscuridad, chocan torpemente entre ellos, unos simplemente se tiran al piso y se cubren con sus manos, otros tantos mueren abatidos
Allan Fis (Crónicas de una masacre (Spanish Edition))
Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fueron muchos, pero esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana —la libre elección de la acción personal ante las circunstancias— para elegir el propio camino.
Viktor E. Frankl (El hombre en busca de sentido)
Una vez le pregunté a Novecento en qué demonios pensaba mientras tocaba, y en qué estaba mirando, siempre con la vista clavada delante, y, en fin, adónde se iba con sus pensamientos, mientras las manos iban arriba y abajo sobre las teclas. Y me dijo: «Hoy he acabado llegando a un país bellísimo, las mujeres tenían el cabello perfumado, había luz por todas parte y estaba lleno de tigres.» Viajaba.
Alessandro Baricco (Novecento. Un monologo)
Estoy acostumbrado a mi vida. Antes de que llegaras, pensaba en todo el tiempo que había perdido en el mismo lugar mientras mis amigos cambiaban, se iban a la quiebra o progresaban. Esto me provocaba una inmensa tristeza. Ahora yo sé que no era exactamente así: la tienda tiene el tamaño exacto que yo siempre quise que tuviera. No quiero cambiar porque no sé cómo hacerlo. Ya estoy muy acostumbrado a mí mismo.
Paulo Coelho (The Alchemist)
Sonidos de la noche de San Juan, sonidos que iban de un lado a otro de la ciudad a través de capas de aire húmedo; sonidos de vida y movimiento, de gente que se aprestaba para las cosas y de gente que tiraba la toalla, sonidos de esperanza y sonidos de perseverancia, y, detrás de todos ellos, el tictac callado y mortecino de un millar de relojes famélicos, el sonido solitario del paso del tiempo en la larga noche del Caribe.
Hunter S. Thompson (El diario del ron)
Pero cómo va a haber un Dios que mande a esta gente al infierno si el infierno es lo que vivían en esas cuevas reventaícos y sin na que llevarse a la boca. Igual por eso los dejaba aquí y no se los llevaba ni a un sitio ni a otro, porque ya habían tenido bastante infierno pero para el cielo no llegaban porque el cielo está lleno de obispos y gente fina que puede pagarse misas y entierros y qué iban a hacer allí estos miserables.
Layla Martínez (Carcoma)
A medida que pasaban los años era el miedo al vacío en su vida lo que la aprisionaba. Gradualmente la vida intelectual de Clifford y la suya propia se iban pareciendo más a la nada. Su matrimonio, su vida toda, estaban basados en el hábito de la intimidad del que él hablaba: había días en que todo parecía borrado y vacío. Eran palabras, nada más que palabras. La única realidad era la nada, y por encima de ella una palabrería hipócrita.
D.H. Lawrence (Lady Chatterley's Lover)
Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino.
Viktor E. Frankl
Su primera manifestación multitudinaria ocurrió en el Estadio Azteca, durante la inauguración del Mundial de 1986. El presidente Miguel de la Madrid tardó en aceptar ayuda internacional para no debilitar la ‘imagen de México’ y fue rebasado por las iniciativas ciudadanas. En el comienzo de el mundial recibió un abucheo sin precedentes. Fue el primer signo de que la mayoría de los habitantes del D.F. no iban a soportar más gobiernos del PRI.
Juan Villoro (8.8: El miedo en el espejo)
Y permaneció allí, susurrando los nombres de las estrellas a medida que iban abriendo sus flores en lo alto del cielo. Le gustaban mucho las estrellas, pero aquella noche no le sirvieron de consuelo; no bastaron para recordarle que lo que nos ocurre a los que vivimos en la tierra carece de importancia contemplado desde el eterno fulgor de la eternidad. Mirándolas, volvió a pensar en la guitarra tachonada de brillantes, en su relumbrón mundano.
Truman Capote (A Diamond Guitar)
Y ya, en esto, se venía a más andar el alba, alegre y risueña: las florecillas de los campos se descollaban y erguían, y los líquidos cristales de los arroyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas, iban a dar tributo a los ríos que los esperaban. La tierra alegre, el cielo claro, el aire limpio, la luz serena, cada uno por sí y todos juntos, daban manifiestas señales que el día, que al aurora venía pisando las faldas, había de ser sereno y claro.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
Pero los dos, al ser detenidos, al ser confrontados con la elección de una identidad, eligieron declararse judíos, unirse al número de las víctimas absolutas, los que eran condenados no por sus actos ni por sus palabras, no por profesar una religión o una ideología, no por arrojar octavillas que no iban a influir sobre nadie ni por echarse al monte sin ropas ni calzado de invierno y sin más armas que una pistolilla ridícula, sino por el simple hecho de haber nacido.
Antonio Muñoz Molina (Sefarad (Biblioteca Breve) (Spanish Edition))
Con gran atención iban escuchando todos los demás la plática de los dos, y aun hasta los mismos cabreros y pastores conocieron la demasiada falta de juicio de nuestro don Quijote. Sólo Sancho Panza pensaba que cuanto su amo decía era verdad, sabiendo él quién era y habiéndole conocido desde su nacimiento; y en lo que dudaba algo era en creer aquello de la linda Dulcinea del Toboso, porque nunca tal nombre ni tal princesa había llegado jamás a su noticia, aunque vivía tan cerca del Toboso
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha)
Le da la sensación de estar rodeado de libertad, de oxígeno. Tothero es como un remolino de aire, y el edificio en el que se encuentra, las calles del pueblo, no son más que escaleras y pasadizos del espacio. Es tan perfecta y coherente la libertad en que se ha convertido el desorden del mundo gracias al simple estallido de su decisión, que todos los caminos parecen buenos, todos los movimientos serán caricias para su piel, y ni un solo átomo de su felicidad se alteraría si Tothero le dijera que en lugar de ir a una cita con dos chicas iban a reunirse con dos machos cabríos, o que no iban a Brewer sino al Tíbet".
John Updike (Rabbit, Run (Rabbit Angstrom, #1))
Con todos los diputados en el suelo, en efecto, acojonados y agazapados como conejos —no siempre Iberia parió leones— excepto el dirigente comunista Santiago Carrillo (lo iban a fusilar seguro, y se fumó un pitillo sin molestarse en agachar la cabeza), el presidente Adolfo Suárez y el teniente general Gutiérrez Mellado, que le echaron unos huevos enormes enfrentándose a los golpistas (Tejero cometió la vileza de querer zancadillear al viejo general, sin conseguirlo), todo estuvo en el alero hasta que el rey Juan Carlos, sus asesores y los altos mandos del Ejército detuvieron el golpe, manteniendo la disciplina militar.
Arturo Pérez-Reverte (Una historia de España (Spanish Edition))
A partir de entonces, iban a ser mis padres los que tomaran decisiones sobre mi existencia. En aquel universo privado lo de menos eran las razones, las excusas que me dieran para controlarme. Lo importante era la renuncia, la sumisión a un poder ajeno, impuesto y absoluto, que exigía la entrega de lo íntimo en nombre de los sagrados valores de obediencia familiar. Se suponía que yo debía aprender a negarme a mí misma y a amoldarme, a aceptar normas y convenciones por incomprensibles que parecieran. Y aquella exigencia se justificaba en la seguridad de su criterio, tan aplastante que rechazaba la existencia de cualquier otro.
Lucía Etxebarria (Beatriz y los cuerpos celestes)
Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que una fontana fluía dentro de mi corazòn. Di: ¿por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mí, manantial de nueva vida en donde nunca bebí? Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que una colmena tenía dentro de mi corazòn; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas, blanca cera y dulce miel. Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que un sol ardiente lucía dentro de mi corazòn. Era ardiente porque daba calores de rojo hogar, y era sol porque alumbraba y porque hacía llorar. Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusiòn!, que era Dios lo que tenía dentro de mi corazòn.
Antonio Machado
En cuanto a mis gustos, iban tal vez demasiado lejos en el extremo opuesto. Yo odiaba los coches, aeroplanos, aparatos de radio y televisión, de hecho, la mayoría de las manifestaciones de nuestra civilización de los últimos cincuenta años, y siempre me encantaba, en Irak o en cualquier sitio, compartir un cuchitril lleno de humo con un pastor, su familia y las bestias. En hogares de este tipo, todo me era extraño y diferente, la seguridad que demostraban en sí mismos me hacía sentir cómodo y me fascinaba la sensación de continuidad con el pasado. Les envidiaba una satisfacción con la vida rara hoy en el mundo, y un dominio de ciertas habilidades, por simples que fueran, que yo no podía ni soñar en llegar a adquirir.
Wilfred Thesiger
Y delante del establo una mujer tenía sobre su falda un pato que había degollado y al que acariciaba dulcemente, mientras que una niña sostenía una taza para recoger la sangre, con la que iban a hacer la salsa, y el pato parecía muy contento, y cuando lo depositaron en el suelo -toda la sangre había caído ya dentro de la taza- el se contoneó dos veces sobre sus patas, y comprendió que estaba muerto. Y nos lo comimos más tarde, relleno y asado, y otros muchos platos también, con el vino de aquel año y del anterior y el gran vino de cuatro años antes, y otros vinos de otros años, cuya memoria he perdido, mientras que los brazos de un espantamoscas artificial, movido por un mecanismo de relojería, giraban y giraban; y hablábamos francés, aunque todos sabíamos mejor el español.
Ernest Hemingway (Death in the Afternoon)
¿Debía contarle a aquel nuevo imperfecto que, esa misma tarde, iban a abrirle el cuerpo, a limarle los huesos para darles la forma adecuada, a estirar o rellenar algunos, a quitarle el cartílago nasal y los pómulos y a sustituirlos por plástico programable, a lijarle la piel y volver a sembrarla como a un campo de fútbol en primavera? ¿Que le tallarían los ojos con láser para toda una vida de visión perfecta, que le colocarían implantes reflectantes bajo el iris para añadir motas doradas a su mediocre castaño? ¿Que le arreglarían todos los músculos con una noche de electrócisis y le succionarían toda la grasa infantil para siempre? ¿Que le sustituirían los dientes por cerámicas fuertes como el ala de una aeronave suborbital y blancas como la porcelana buena de la residencia?
Scott Westerfeld (Uglies (Uglies, #1))
Hasta donde alcanzaba su vista, todo se le antojaba un páramo rocoso. Ni una sola gota de agua, ni la más pequeña brizna de hierba. Había desaparecido todo color, cualquier cosa semejante a la luz. No había sol, luna ni estrellas. Probablemente ni siquiera hubiese norte ni sur, este ni oeste. Cada cierto tiempo, un enigmático crepúsculo reemplazaba a la oscuridad infinita, pero ésta siempre regresaba. Se hallaba en los últimos confines habitables por cualquier ser humano. Al mismo tiempo, de vez en cuando, también había vida. Durante el crepúsculo, pájaros de picos afilados como cuchillos venían y le desgarraban sin piedad la carne. Cuando las tinieblas cubrían la tierra, las aves se marchaban y los huecos que habían dejado en su carne iban llenándose en silencio de otra materia, un sucedáneo de carne que no era en absoluto carne.
Haruki Murakami (Colorless Tsukuru Tazaki and His Years of Pilgrimage)
Me encontré una vez más en la ciudad sepulcral, sin poder tolerar la contemplación de la gente que se apresuraba por las calles para extraer unos de otros un poco de dinero, para devorar su infame comida, para tragar su cerveza malsana, para soñar sus sueños insignificantes y torpes. Eran una infracción a mis pensamientos. Eran intrusos cuyo conocimiento de la vida constituía para mí una pretensión irritante, porque estaba seguro de que no era posible que supieran las cosas que yo sabía. Su comportamiento, que era sencillamente el comportamiento de los individuos comunes que iban a sus negocios con la afirmación de una seguridad perfecta, me resultaba tan ofensivo como las ultrajantes ostentaciones de insensatez ante un peligro que no se logra comprender. No sentía ningún deseo de demostrárselo, pero tenía a veces dificultades para contenerme y no reírme en sus caras, tan llenas de estúpida importancia.
Joseph Conrad (ADAPTED CLSCS HEART OF DARKNESS SE 95)
Todo le pertenecía, pero eso qué importaba. Lo importante era saber a quién pertenecía él, cuántas potencias de la oscuridad reclamaban su posesión. Esa era la reflexión que me estremecía. Era imposible -ni siquiera era conveniente- imaginárselo. Se había ganado un destacado lugar entre los demonios de esta tierra -y lo digo literalmente-. Pero ustedes no podrían entenderlo. ¿Cómo iban a entenderlo? Ustedes, con un sólido asfalto bajo sus pies, rodeados de amables vecinos dispuestos a saludarles o a quejarse por cualquier cosa; ustedes, que pasean cómodamente entre el carnicero y el policía, que viven rodeados del sagrado terror al escándalo y a la horca y a los sanitarios psiquiátricos; cómo pueden ustedes imaginar a qué regiones de la edad primigenia pueden llevar a un hombre sus pies libres de ataduras por medio de la soledad -de la verdadera soledad, sin policías., por medio del silencio -un silencio profundo, en el que no puede oírse la voz de un amable vecino que en susurros te pone al corriente de las habladurías-.
Joseph Conrad (Heart of Darkness)
Luego se pusieron a contar las diferentes maneras de escribir que hay, decían que algunos autores tienen elaborado un plan completo de la historia antes de empezar a escribir, mientras otros sólo tienen en la cabeza una frase, un principio o un final. Explicaron que era importante que el autor viera en su mente a los personajes de sus historias, que viera cómo iban vestidos, de qué color tenían el pelo y muchos otros detalles curiosos. Dijeron que era importante tener en cuenta que todo el mundo habla diferente y que cada personaje de un libro tiene su manera particular de expresarse. Añadieron que también era importante ser preciso cuando se escribe y que tuviera cuidado con los adjetivos. Por ejemplo opinaron que si yo escribía que «la flor tenía un aspecto fantástico» no estaba diciendo nada sobre la flor. Sería mucho mejor que describiera la flor, para que el lector descubriera por sí mismo lo fantástica que era la flor. Y así siguieron hasta que me hube comido cinco bollos, bebido dos botellas de refresco y dicho «sí» cinco veces, «¡Ah!» quince y «exactamente» siete.
Jostein Gaarder (La biblioteca mágica de Bibbi Bokken)
Ella insistió en que se fueran juntos de inmediato porque el desayuno estaba servido. 'Era una insistencia rara - me dijo Cristo Bedoya -. Tanto, que a veces he pensado que Margot ya sabiá que lo iban a matar y quería esconderlo en tu casa.' Sin embargo, Santiago Nasar la convenció de que se adelantara mientras él se ponía la ropa de montar, pues tenía que estar temprano en El Divino Rostro para castrar terneros. Se despidió de ella con la misma señal de la mano con que se había despedido de su madre, y se alejó hacia la plaza llevando del brazo a Cristo Bedoya. Fue la última vez que lo vio. Muchos de los que estaban en el puerto sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar. Don Lázaro Aponte, coronel de academia en uso de buen retiro y alcalde municipal desde hacía once años, le hizo un saludo con los dedos. 'Yo tenía mis razones muy reales para creer que ya no corría ningún peligro', me dijo. El padre Carmen Amador tampoco se preocupó. 'Cuando lo vi sano y salvo pensé que todo había sido un infundio', me dijo. Nadie se preguntó siquiera si Santiago Nasar estaba prevendio, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera.
Gabriel García Márquez (Chronicle of a Death Foretold)
Estaba esperando el último informe de beneficios. Se oyó el pitido del fax. Toda la redacción se mantuvo en suspenso, casi sin respirar, con miradas furtivas al señor Roca quien, dentro de su despacho, cogía el papel (aún caliente, aún con la tinta fresca) del aparato y lo leía. Luego alzó la vista un momento; buscando inspiración, se acercó a la ventana, miró al exterior. Quizá pasó un minuto. Quizá unos segundos. El mundo se había detenido; al menos, en Gorpeza TV. De repente, con una velocidad que rayaba en lo sobrehumano, salió del cuarto y comenzó a gritar a diestro y siniestro, con el cuidado y el esmero, eso sí, de hacerlo de manera individual y personalizada: primero a este, luego a ella, después a ti, más tarde a la de recepción. Nadie se libró de sus berridos. Había que espabilar. Estaban haciendo un trabajo de mierda. DE MIERDA. Ninguno sabía lo que era hacer TELEVISIÓN con mayúsculas. Eran gente sin ambición, sin talento. No tenían ni idea de lo que el espectador quería ver. De lo que NECESITABA ver en televisión. Pero él no iba a soportarlo más. O despertaban, o iban pidiendo cita en el INEM. Estaba harto de aguantar a ineptos. ESTO ES UNA MIERDA.
Antonio Heras (El cacique desubicado)
El teléfono perdió sus terrores, pero a fines de octubre, Carlos Argentino me habló. Estaba agitadísimo; no identifiqué su voz, al principio. Con tristeza y con ira balbuceó que esos ya ilimitados Zunino y Zungri, so pretexto de ampliar su desaforada confitería, iban a demoler su casa. -¡La casa de mis padres, mi casa, la vieja casa inveterada de la calle Garay! -repitió, quizá olvidando su pesar en la melodía. No me resultó muy difícil compartir su congoja. Ya cumplidos los cuarenta años, todo cambio es un símbolo detestable del pasaje del tiempo; además, se trataba de una casa que, para mí, aludía infinitamente a Beatriz. Quise aclarar ese delicadísimo rasgo; mi interlocutor no me oyó. Dijo que si Zunino y Zungri persistían en ese propósito absurdo, el doctor Zunni, su abogado, los demandaría ipso facto por daños y perjuicios y los obligaría a abonar cien mil nacionales. El nombre de Zunni me impresionó; su bufete, en Caseros y Tacuarí, es de una seriedad proverbial. Interrogué si éste se había encargado ya del asunto. Daneri dijo que le hablaría esa misma tarde. Vaciló y con esa voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos.
Jorge Luis Borges (El Aleph)
Elle Wiesel, premio Nobel, había vivido sólo para Dios durante su infancia en Hungría; su vida había estado configurada por el Talmud y esperaba ser iniciado un día en los misterios de la cábala. Cuando era niño lo llevaron a Auschwitz y, después, a Buchenwald. Durante su primera noche en el campo de concentración, al ver el humo negro que subía en espiral hacia el cielo desde el horno crematorio donde iban a meter los cuerpos de su madre y de su hermana, experimentó que las llamas habían consumido su fe para siempre. Se encontraba en un mundo que correspondía objetivamente al mundo sin Dios imaginado por Nietzsche. «Nunca olvidaré aquel silencio nocturno que me privó, para siempre, del deseo de vivir —escribió años más tarde—. Nunca olvidaré esos momentos en que asesinaron a mi Dios y a mi alma y que convirtieron mis sueños en polvo.»[33] Un día la Gestapo iba a colgar a un niño. Incluso las S. S. estaban preocupadas por la idea de colgar a un niño ante miles de espectadores. El niño —que, como recuerda Wiesel, tenía la cara de un «ángel de ojos tristes»—, estaba silencioso, lívidamente pálido y casi tranquilo al subir a la horca. Detrás de Wiesel, uno de los prisioneros preguntó: «¿Dónde está Dios? ¿Dónde está?». El niño tardó media hora en morir mientras a los prisioneros se los obligaba a mirarlo de frente. El mismo hombre preguntó de nuevo: «¿Dónde está Dios ahora?». Y Wiesel oyó, dentro de sí, una voz que respondía: «¿Dónde está? Está aquí, pendiendo de esta horca».
Karen Armstrong (Una historia de Dios: 4000 años de búsqueda en el judaísmo, el cristianismo y el islam (Contextos) (Spanish Edition))
Tengo que confesarle que no siempre le tuve cariño; le pido perdón. Ahora ella y usted ya no son para mí sino una única persona. Le estoy muy agradecido. Noto que hace feliz a Cosette. Si usted supiera, señor Pontmercy, aquellas mejillas sonrosadas que tenía eran mi alegría; cuando la veía un poco pálida me ponía triste. (...) Cosette, ¿ves ese vestidito que está encima de la cama? ¿Te acuerdas de él? Es de hace sólo diez años. ¡Cómo pasa el tiempo! Fuimos muy felices. Se acabó. No lloréis, hijos míos, que no me voy muy lejos. Os veré desde allí. Bastará con que miréis cuando sea de noche y me veréis sonreír. Cosette, ¿te acuerdas de Montfermeil? Estabas en el bosque; tenías mucho miedo; ¿te acuerdas de cuando te cogí el asa del cubo de agua? Fue la primera vez que toqué esa pobre manita. ¡La tenías tan fría! ¡Ah, por entonces tenía usted las manos encarnadas, señorita, y ahora las tiene bien blancas! Y la muñeca grande, ¿te acuerdas? La llamabas Catherine. ¡La echabas de menos porque no te la llevaste al convento! ¡Cuánto me hiciste reír a veces, ángel mío! Cuando había llovido, echabas a los arroyos briznas de paja y mirabas cómo se iban. Un día te di una raqueta de mimbre y un volante con plumas amarillas, azules y verdes. A ti se te ha olvidado ya. ¡Eras tan traviesa de pequeñita! Jugabas. Te ponías pendientes de cerezas. Son cosas del pasado. Los bosques por los que ha pasado uno con su niña, los árboles por los que nos paseamos, los conventos donde nos escondimos, los juegos, las risas tan buenas de la infancia, ahora son sombra. Me había imaginado que todo eso me pertenecía. En eso era un necio.
Victor Hugo (Les Misérables)
Estas cosas son fáciles de decir, pues las palabras no sienten vergüenza y nunca se sorprenden (14) Imágenes del pasado remoto se agolpan en mi cabeza, y la mitad de las veces soy incapaz de distinguir si son recuerdos o invenciones. Tampoco es que haya mucha diferencia, si es que hay alguna (14) Hay quien afirma, que sin darnos cuenta, nos lo vamos inventando todo, adornándolo y embelleciéndolo, y me inclino a creerlo, pues Madame Memoria es una gran y sutil fingidora (14) Me la debo de estar inventando (14) En mi opinión, los nombres de las mujeres casadas nunca suenan bien. ¿Es porque todas se casan con los nombres equivocados, o, en cualquier caso, con los apellidos equivocados? (17) …y en mi oído resonaban los tins y los plofs de sus tripas en su incesante labor de transubstanciación (18) Ahora me pregunto si ella también estaba enamorada de mí, y esas muestras de gracioso desdén eran una manera de ocultarlo ¿O todo esto no es más que vanidad por mi parte? (25) …y al presenciar todas aquellas cosas sentí el dolor dulce y agudo de la nostalgia, sin objeto pero definida, como el dolor fantasma de un miembro amputado (27) …permanecimos echados boca arriba durante mucho tiempo, como si practicáramos para ser los cadáveres que seríamos algún día (34) …y yo me quedé en medio de la sala, sin ser gran cosa, a duras penas yo mismo. Había momentos como ése, en los que uno estaba en punto muerto, por así decir, sin preocuparse de nada, a menudo sin fijarse en nada, a menudo sin ser realmente en ningún sentido vital (42) El Tiempo y la Memoria son una quisquillosa empresa de decoradores de interiores, siempre cambiando los muebles y rediseñando y reasignando habitaciones (43) En lugar de los tonos de color rosa y melocotón que había esperado –Rubens es en gran parte responsable de ello-, su cuerpo, de manera desconcertante, mostraba una variedad de tonos apagados que iban del blanco magnesio al plata y al estaño, un matiz mate de amarillo, ocre pálido, e incluso una especie de verde en algunos lugares y, en los recovecos, una sombra de malva musgoso (45) ¿Era eso estar enamorado, me pregunté, ese repentino y plañidero viento que te atravesaba el corazón? (62) …no estaba acostumbrado todavía al abismo que se abre entre la comisión de un hecho y el recuerdo de lo cometido (65) …la noche del último día ella ya me había dejado para siempre (75) No todo significa algo (100) Cómo anhelábamos en aquellos años, pasar aunque sólo fuera un día normal, un día en el que pudiéramos levantarnos por la mañana y desayunar sin preocuparnos por nada, leernos fragmentos del periódico el uno al otro y planear hacer cosas, y luego dar un paseo, y contemplar las vistas con una mirada inocente, y luego compartir un vaso de vino y por la noche irnos juntos a la cama (102) Debe de ser difícil acostumbrarse a que no haya nada que hacer (107) A lo largo de los años, los vagabundos, los auténticos vagabundos, han disminuido constantemente en calidad y cantidad (107) Qué frágil resulta este absurdo oficio en el que me he pasado la vida fingiendo ser otras personas, y sobre todo fingiendo no ser yo mismo (119) …tan sólo vulgarmente humana (123) El quinto de los seis cigarrillos que según ella son su ración diaria (143) …participar en una película es algo extraño, y al mismo tiempo no lo es en absoluto; se trata de una intensificación, una diversificación de lo conocido, una concentración en el yo ramificado; y todo eso es interesante, y confuso, y emocionante y perturbador (143) El hecho es que me echó a perder a otras (157) Era, como ya he dicho, todo un género en sí misma (158) Los cisnes, con su belleza estrafalaria y sucia, siempre me dan la impresión de mantener una fachada de indiferencia tras la cual realmente viven una tortura de timidez y duda (173)
John Banville
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany (El eterno legado (La hija de la sacerdotisa, #1))
— Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señora, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero; que, aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
Caminaban un día de verano un pobre hombre, ya de buena edad, y una mujer con un muchacho de pocos años. Llevaban delante consigo un jumentillo, que servía de llevarles un poco de ropa que tenían: carga tan moderada y poca, que podía ir bien a la ligera. Acertó a pasar cerca dellos un caminante, y mirando a los tres que iban por el camino y el jumento desembarazado, algo enojado les dijo: «¿Hay tan poco saber de personas, que lleven ahí una bestia holgando y sin carga, y que una mujer, de su natural para poco, delicada y flaca, vaya a pie? Tened juicio, buen viejo, que yo os ayudaré; y suba en ese jumento esa buena mujer; que mejor irá en él que no reventando por las asperezas deste monte». Pareciole bien al casado lo que el pasajero le había dicho, y llegándose a una peña, hizo que su mujer fuese caballera, y los dos siguiéndola iban a pie. Poco anduvieron, cuando otro que venía por el mismo camino les salió al encuentro, y saludándoles, les dijo: «Harto mejor fuera, padre honrado, que un hombre como vos, de tantos días, que es milagro poderos tener en pie, fuera caballero y ocupara aquel animal, y no la mujer que llevais en él, pues las de su género de suyo son inclinadas a pasearse, y esta era ocasión en que pudiera sacar los pies de mal año, habiéndosela ofrecido de caminar a pie, y como buen bailador menearlos apriesa. Bajad, hermana, y suba ese buen viejo; que sus años y canas están pidiendo lo que yo os digo». A tan buenas razones obedeció la casada: apeose y subió su marido en el jumento, prosiguiendo su viaje, adonde de allí a poco rato encontraron unos caminantes, que, mirando al hombre caballero y a la mujer y mozuelo en seguimiento suyo, con muy grandes risadas empezaron a hacer burla dél, diciendo: «¡Salvaje! Apeaos y tened vergüenza: ¿no veis que va ese niño despeado, sin aliento y con tan grande calor, y que vos, tan grande como vuestro abuelo, sin reparar en nada, vais hecho una bestia, pudiendo andar harto mejor y con más descanso que ese pobrecito que os sigue?». Confuso el padre, bajó de su jumento, poniendo en él al hijuelo, y siguiéndole los dos casados, hasta que, viniendo nueva gente, le dijeron: «Subid en esa bestia con ese muchacho; que poca carga será, y la que lleva ahora es casi nada, y a ratos iréis mudando de personas, y no reventando en seguimiento de quien camina tan sin pesadumbre por verse holgado y con tan poco peso». Cuadrole al anciano el consejo que le daban, y poniendo al muchacho delante, subió el atrás, con ánimo que de allí a un rato bajaría él y podría ir caballera su mujer, y así, con algún descanso, mudándose, acabar su jornada. Mas durole poco su sosiego, porque, como viniesen otros pasajeros y viesen al padre y al hijuelo sobre el jumento, comenzaron a darles matraca, diciendo: «¡Buen año! ¿No veis? Dos van caballeros, y ¡con qué conciencia! Alquilado debe de ser el asnillo, pues a ser propio no lo hicieran con él de la suerte que vemos ni tan mal le trataran. ¡Hideputa, buen hombre, qué buen alma tiene! ¡Buena llegará la bestia a la posada! Apostaré que del gran cansancio no puede comer bocado. Bajad enhorabuena o en la otra, que buenos cuartos tenéis y cerca está el pueblo, y no quitéis la vida a ese jumento, siquiera porque es vuestro prójimo». Estas razones le dijeron al labrador, y conociendo entonces bien a la clara los varios pareceres y natural condición que guardan los hombres en materia de su gusto y opinión, vuelto a su mujer y al hijuelo, los dijo: «No hay que reparar en lo que pueden decir de nosotros; que el qué dirán de las gentes es bobería, si no es locura. Cada uno se acomode como pudiere y alargue el pie conforme a la sabana; que, si a mí me falta, el que dice o mormura ni lo da ni lo presta, y él se queda con su dicho y yo con lo que tengo entonces o me falta. Vase él a su casa dejándome a mí en la mía. Vámonos como pudiéremos con nuestro jumento, y diga lo que le agradare cada uno».
Jeronimo de Alcalá (El Donado Hablador: Alonso, Mozo De Muchos Amos (Spanish Edition))
La primera conversación telefónica, la que hizo Pelletier, empezó de manera difícil, aunque Espinoza esperaba esa llamada, como si a ambos les costara decirse lo que tarde o temprano iban a tener que decirse. Los veinte minutos iniciales tuvieron un tono trágico en donde la palabra destino se empleó diez veces y la palabra amistad veinticuatro. El nombre de Liz Norton se pronunció cincuenta veces, nueve de ellas en vano. La palabra París se dijo en siete ocasiones. Madrid, en ocho. La palabra amor se pronunció dos veces, una cada uno. La palabra horror se pronunció en seis ocasiones y la palabra felicidad en una (la empleó Espinoza). La palabra resolución se dijo en doce ocasiones. La palabra solipsismo en siete. La palabra eufemismo en diez. La palabra categoría, en singular y en plural, en nueve. La palabra estructuralismo en una (Pelletier). El término literatura norteamericana en tres. Las palabras cena y cenamos y desayuno y sándwich en diecinueve. La palabra ojos y manos y cabellera en catorce.
Roberto Bolaño (2666)
Un día se presentó con un grupo de lo que él decía se llamaban turistas, algo así como gente cansada de estar en sus casas que pensaban que lo que les faltaba lo iban a encontrar en las casas de otros.
Jose Docavo Alberti (EL TERCER NACIMIENTO DE ULISES (II). La Mujer Caníbal (Spanish Edition))
Todos sus esfuerzos iban dirigidos a perfeccionar sus talentos naturales con el fin de lograr casarse con el hombre perfecto.
Liz Fielding (El bebé de la novia)
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany
Dayan se reía, y aprovechaba cualquier excusa para acariciarle la mejilla, o enredar uno de sus rizos entre los dedos, pero no hablaba de sí mismo. Erinni sabía que sus recuerdos no eran divertidos, y que estaban llenos de dolor y abusos, pero le hubiera gustado que se decidiera a abrirle su corazón de nuevo, y que compartiera con ella los malos recuerdos. Había descubierto que así se hacían más livianos y menos dolorosos. (...) A medida que se iban acercando más y más a Marún, Erinni empezó a hablar menos, y permanecía silenciosa y con aspecto triste, con la mirada perdida enfocada en ninguna parte. Dayan la comprendía perfectamente: con cada paso que daban se acercaba a su pasado de una forma inexorable, y tendría que enfrentarse a él. El miedo y las dudas eran algo lógico, por eso intentaba consolarla y darle fuerzas y seguridad de la única manera que conocía, haciéndole el amor, adorándola con su cuerpo, y diciéndole sin palabras cuánto la amaba y lo que significaba para él. (Capítulo trece)
Alaine Scott
Dayan se reía, y aprovechaba cualquier excusa para acariciarle la mejilla, o enredar uno de sus rizos entre los dedos, pero no hablaba de sí mismo. Erinni sabía que sus recuerdos no eran divertidos, y que estaban llenos de dolor y abusos, pero le hubiera gustado que se decidiera a abrirle su corazón de nuevo, y que compartiera con ella los malos recuerdos. Había descubierto que así se hacían más livianos y menos dolorosos. (...) A medida que se iban acercando más y más a Marún, Erinni empezó a hablar menos, y permanecía silenciosa y con aspecto triste, con la mirada perdida enfocada en ninguna parte. Dayan la comprendía perfectamente: con cada paso que daban se acercaba a su pasado de una forma inexorable, y tendría que enfrentarse a él. El miedo y las dudas eran algo lógico, por eso intentaba consolarla y darle fuerzas y seguridad de la única manera que conocía, haciéndole el amor, adorándola con su cuerpo, y diciéndole sin palabras cuánto la amaba y lo que significaba para él. (Capítulo trece) (Dayan y Erinni)
Alaine Scott (La hechicera rebelde (Cuentos eróticos de Kargul #2))