Gracias Por Todo Quotes

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gracias por venir a mi vida y darme alegría, gracias por amarme y recibir mi amor a cambio. Gracias por los recuerdos que serán atesorados por siempre. Pero sobre todo, gracias por mostrarme que llegará un momento en el que finalmente puedo dejarte ir.
Nicholas Sparks (Message in a Bottle)
-Gracias por esto, Ángel, pero no me gusta el Coco Pops. Le fruncí el ceño, confundida. Siempre estaba comiendo mi cereal. -Claro que sí, te lo comes todos los días. Se echó a reír. -No, no lo hago. Hago un plato cada día y pretendo comerlo, antes de que vengas y me lo arrebates. -¿Por qué diablos harías un plato y pretender comerlo? ¿Te gusta hacerme enojar? -No, Ángel. Me gusta hacerte el desayuno.
Kirsty Moseley (The Boy Who Sneaks in My Bedroom Window (The Boy Who Sneaks in My Bedroom Window, #1))
La beso, a ella la beso, y no soy hipócrita. La beso como podría morderla, y a veces la muerdo, o comérmela y masticarla y digerirla. Porque hay una desesperada necesidad, casi diría una obligación, de marcar al otro, a la otra, aunque sea con los dientes, y aunque alguno de estos sea postizo. Dejar una marca propia es cosa de vida o muerte, o de muerte solamente, porque la intención subterránea es pasar la muerte, es seguir existiendo después del fin. Y a esos efectos tanto sirve la existencia de un hijo como la de una cicatriz. Después de todo, también el hijo es una cicatriz. Buena definición para proponer a la Academia. Hijo: cicatriz de amor.
Mario Benedetti (Gracias por el fuego)
Así que, desde que conocí a La Tía Encarna, yo tomé por costumbre mentirle mucho al vulgo y le digo por favor y gracias a cualquiera, y perdón también, en todos los colores, y la gente se siente bien y te deja de molestar por un momento.
Camila Sosa Villada (Las malas)
Mi amigo Óscar es uno de estos príncipes sin reino que corren por ahí esperando que los beses para transformarse en sapo. Lo entiende todo al revés y por eso me gusta tanto. La gente que piensa que lo entiende todo a derechas hace las cosas a izquierdas,y eso, viniendo de una zurda,lo dice todo. Me mira y se cree que no lo veo. Imagina que me evaporaré si me toca y que,si no lo hace,se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe cómo subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraíso,pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que,por no perderle,no se lo digo. Finjo que no le veo y que sí,que me voy a evaporar... Mi amigo Óscar es uno de estos príncipes que harían bien manteniéndose alejados de los cuentos y de las princesas que lo habitan. No sabe que es el príncipe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueño eterno,pero eso es porque Óscar ignora que todos los cuentos son mentiras,aunque no todas las mentiras son cuentos.Los príncipes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño. Es el mejor amigo que nunca he tenido y, si algún día me tropiezo con Merlín,le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino.
Carlos Ruiz Zafón
—Eso es todo. Ese día mi abuelo me explicó que nosotros somos distintos de los animales, que solo hacen lo que su naturaleza les dicta. En cambio, nosotros somos libres. Es el mayor don que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo distinto de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a veces cuestan algún azote y un largo viaje. «Jamás renuncies a tus sueños. Nunca tengas miedo de soñar, por mucho que los demás se rían de ti», eso me dijo mi abuelo, «pues si lo haces renunciarías a ser tú mismo». Aún recuerdo los ojos brillantes con que subrayó sus palabras.
Alessandro D'Avenia (Blanca como la nieve, roja como la sangre)
Me doy cuenta de pronto de que todo ha merecido la pena, porque de otra manera nuestros caminos nunca se habrían cruzado. Me doy cuenta de que puede que mi cuerpo esté sucio, pero gracias a eso valoro tanto su manera de tocarme. Muchos han sido bruscos conmigo, y por eso puedo saber lo delicado que es él. Muchos me han quitado demasiadas cosas, y por eso puedo entender todo lo que me da. Muchos me han hecho odiarme. Y por eso ahora a su lado puedo intentar quererme.
Iria G. Parente (Sueños de piedra (Marabilia, #1))
Yo no siento nada de eso. (…) Al principio, estuve furioso. Luego me di cuenta de que si podemos estar juntos, entonces todo me ha traído a ti. Piensa en ello, debo dar gracias incluso a ese maldito vampiro por golpearme en el Hie. Si no hubiera sido por eso... (…) Además, no me importa la lucha, cuando el premio es tan digno. - Bowen a Mariketa
Kresley Cole (Wicked Deeds on a Winter's Night (Immortals After Dark, #3))
Todos vivimos en un infierno, Elena, todos, pero no le pasamos la factura a nadie. ¿Sabes por qué? Porque cada uno de nosotros elige su propio infierno, aquel en el que se encuentra más cómodo. Sé que a veces desprecias mi afición al dinero y que te has desligado por completo de mis negocios, de nuestros negocios, porque también son tuyos. Pues bien, gracias a esos negocios puedo costearme los infiernos que quiero y no ando por ahí contándole a nadie de mis desgracias. Lo que te ocurre a ti es que todavía ignoras en qué infierno quieres vivir. Averígualo, date el tiempo que necesites y cuando lo sepas dímelo. Creo que podré pagártelo por caro que resulte. Entretanto, procuremos tener un poco de calma, por favor.
Juan José Millás (La soledad era esto)
Gracias por todo, papá. Voy a ser valiente, y todo irá bien. Sigo queriéndote desde donde me encuentro. Mateo.
Adam Silvera (They Both Die at the End (Death-Cast, #1))
Sus ojos buscaron los míos. —Gracias. —¿Por qué? —Me encantó la sensación de sus brazos alrededor de mí y cómo encajé contra él, duro contra blando. Pasó sus dedos sobre mi brazo, y quedé impresionada con la forma en que podía hacerme temblar. —Por todo —dijo. Regocijo aumentó dentro de mi pecho, y mientras estábamos en los brazos del otro, nuestras respiraciones salían entrecortadas, nuestros cuerpos entrelazados, todavía no podíamos conseguir lo suficiente el uno del otro. Nos besamos. Hablamos. Vivimos.
Jennifer L. Armentrout (Opal (Lux, #3))
Cierro mis ojos con fuerza y trago sus palabras, enviándolas directamente a mi corazón. Lleva sus labios a mi cabello y me besa por primera vez, o veinteava o millonésima vez, pero ¿quién lleva la cuenta? Lo abrazo con más fuerza y exhalo. —Gracias. —Levanto mi cabeza y descanso mi barbilla sobre su pecho, mirándolo mientras me regresa la sonrisa —. Y no es por lo que acabas de decir que te doy las gracias, Holder. Necesito darte las gracias por todo. Gracias por darme el coraje de hacer siempre las preguntas, incluso cuando no quiero las respuestas. Gracias por amarme como lo haces. Gracias por enseñarme que no siempre tenemos que ser fuertes para estar allí unos a otros, que está bien ser débil, mientras estamos allí. Y gracias por encontrarme finalmente después de todos estos años. —Muevo mis dedos en su pecho hasta llegar a su brazo. Recorriendo cada letra de su tatuaje, entonces me inclino hacia adelante y presiono mis labios sobre los suyos y lo beso—. Pero sobre todo, gracias por perderme hace tantos años... porque mi vida no sería lo mismo si nunca te hubieras marchado.
Colleen Hoover (Hopeless (Hopeless, #1))
No es a mí a quien quiero que reverencien por este don angelical, si es lo que insinuáis. Todo lo que yo hago es por y para el Todopoderoso, y si con mi servicio logro que el abatido pueblo recupere la fe en Él, por ello doy gracias".
Irene Maciá (La doncella de Orléans)
Creo que la vida del hombre está marcada por tres edades: la primera es la edad del impulso, en la que todo lo que nos mueve y nos importa no necesita justificación, antes bien nos sentimos atraídos hacia todo aquello -una mujer, una profesión, un lugar donde vivir- gracias a una intuición impulsiva que nunca compara; todo es tan obvio que vale por sí mismo y lo único que cuenta es la capacidad para alcanzarlo. En la segunda edad aquello que elegimos en la primera, normalmente se ha gastado, ya no vale por sí mismo y necesita una justificación que el hombre razonable concede gustoso, con ayuda de su razón, claro está; es la madurez, es el momento en que, para salir airoso de las comparaciones y de las contradictorias posibilidades que le ofrece todo lo que contempla, el hombre lleva a cabo ese esfuerzo intelectual gracias al cual una trayectoria elegida por el instinto es justificada a posteriori por la reflexión. En la tercera edad no sólo se han gastado e invalidado los móviles que eligió en la primera sino también las razones con que se apuntaló su conducta en la segunda. Es la enajenación, el repudio de todo lo que ha sido su vida para la cual ya no encuentra motivación ni disculpa. Para poder vivir tranquilo hay que negarse a entrar en esa tercera etapa; por muy forzado que parezca, debe hacer un esfuerzo con su voluntad para permanecer en la segunda; porque otra cosa es la deriva.
Juan Benet
¿Sabes?- dijo sentándose-, tiene gracia, todos encontramos buenas excusas para no permitirnos amar, por miedo a sufrir, por miedo a que un día nos abandonen. Y, sin embargo, cuánto amamos la vida, pese a saber que algún día nos abandonará.
Marc Levy (All Those Things We Never Said)
Todo lo que he aprendido hoy en la clase sobre Shakespeare es que a veces tienes que enamorarte de la persona equivocada para encontrar a la correcta. Una lección más útil hubiera sido que a veces la persona adecuada no te corresponde. O que a veces la persona adecuada es gay. O que a veces tú mismo no eres la persona adecuada. Gracias por nada, Shakespeare.
Jackson Pearce (As You Wish (Genies #1))
—Betsie, no hay ningún modo de que ni siquiera el mismo Dios pueda hacerme sentir agradecimiento por una pulga. —«Dad gracias por todo» –citó–. No dice «en circunstancias agradables». Y las pulgas forman parte de este lugar donde Dios nos ha puesto.
Corrie ten Boom (El refugio secreto (Astor))
¡Ve... sé feliz! Si me extrañas o te extraño tal vez volvamos a estar juntos. Si por el contrario esto se acerca al final, gracias por tus sonrisas, tus abrazos y tus besos. No hace falta decir que todo esto me llenó de vida, al menos durante un tiempo.
Manuel Gonzalezpico (Historias y poemas de un corazón roto (Spanish Edition))
Por lo general, sólo se mantenían vivos aquellos prisioneros que tras varios años de dar tumbos de campo en campo, habían perdido todos sus escrúpulos en la lucha por la existencia; los que estaban dispuestos a recurrir a cualquier medio, fuera honrado o de otro tipo, incluidos la fuerza bruta, el robo la traición o lo que fuera con tal de salvarse. Los que hemos vuelto de allí, gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros -como cada cual prefiera llamarlos- lo sabemos bien: los mejores de entre nosotros no regresaron.
Viktor E. Frankl (Man’s Search for Meaning)
Todos cuidamos que nadie "falte al respeto a las señoras", noción universal, sin duda, pero que en México se lleva hasta sus últimas consecuencias. Gracias a ella se suavizan muchas de las asperezas de nuestras relaciones (...). Naturalmente habría que preguntar a las mexicanas su opinión; ese "respeto" es a veces una hipócrita manera de sujetarlas e impedirles que se expresen. Quizá muchas preferirían ser tratadas con menos "respeto" (que, por lo demás, se les concede solamente en público) y con más libertad y autenticidad. Esto es, como seres humanos y no como símbolos y funciones.
Octavio Paz
—En París, es común reconocer a alguien atractivo. El francés no desvía la mirada como otras culturas lo hacen. ¿No te habías dado cuenta? St. Clair piensa que soy atractiva. Me llamó hermosa. —Créeme, no quieres dormir en mi cama. Me estoy tele transportando a Atlanta. Te estoy recogiendo, e iremos a algún lugar donde nuestras familias no nos encuentren. Nos llevaremos a Seany. Y le dejaremos correr todo lo que quiera hasta que se canse, y luego tú y yo tomaremos una larga caminata. Como Acción de Gracias. ¿Recuerdas? Y hablaremos sobre todo EXCEPTO sobre nuestros padres… O tal vez ni siquiera hablaremos. Simplemente caminaremos. Y seguiremos caminando hasta que el resto del mundo deje de existir. —Anna. —Etienne habla lentamente—. No me hiciste hacer algo que no quería hacer. Mi cara se calienta mientras el conocimiento estalla dentro de mí como dinamita. Le gusto. En verdad le gusto a Etienne. —Si me pides que te bese, lo haré. —Dice. Sus dedos aprietan mis muñecas, y me enciendo en llamas. —Bésame. —Digo. Lo hace. —La engañaba todos los días. En mi mente, pensaba en ti en formas que no podía, una y otra vez. Ella no era nada comparada contigo. Nunca antes me he sentido de esta forma por nadie. —Eres la chica más increíble que he conocido. Eres hermosa e inteligente, y me haces reír como nadie más puede. Y puedo hablar contigo. Y sé que después de todo esto no te merezco, pero lo que estoy tratando de decir es que te amo, Anna. Mucho. —¿Por favor dirías que me amas? Me estoy muriendo aquí.
Stephanie Perkins (Anna and the French Kiss (Anna and the French Kiss, #1))
Las palabras nunca se me han dado demasiado bien. Pero todo empezó con una nota, ¿verdad? Así que si empezó con palabras, debería continuar con ellas. Sin embargo, no tengo palabras para darte las gracias por todo lo que has hecho por mí, de manera que utilizaré las únicas que sé y de la única manera que conozco. Te quiero”. - Phillip Crane
Julia Quinn (To Sir Phillip, With Love (Bridgertons, #5))
Entro Kriztina y aquel salon oscuro se inundo de luz. No solamente irradiaba juventud, no. Irradiaba pasion y orgullo, la conciencia soberana de unos sentimientos incondicionales. No he conocido a ninguna otra persona que fuera capaz de responder asi, de una manera tan plena, a todo lo que el mundo y la vida le daban: a la musica, a un paseo matutino por el bosque, al color y al perfume de una flor, a la palabra justa y sabia de otra persona. Nadie sabia tocar como ella una tela exquisita o un animal, de esa manera suya que lo abarcaba todo. No he conocido a nadie que fuera capaz de alegrarse como ella de las cosas sencillas de la vida: personas y animales, estrellas y libros, todo le interesaba, y su interes no se basaba en la altivez, en la pretension de convertirse en experta, sino que se aproximaba a todo lo que la vida le daba con la alegria incondicional de una criatura que ha nacido al mundo para disfrutarlo todo. Como si estuviera en conexion intima con cada criatura, con cada fenomenos del universo... comprendes lo que quiero decir? Claro, seguramente lo comprendes. Era directa, espontanea y ecuanime, y tambien habia en ella humildad, como si sintiera constantemente que la vida es un regalo lleno de gracia.
Sándor Márai
Homo sapiens conquistó el mundo gracias, por encima de todo, a su lenguaje único.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
8Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;
Anonymous (Biblia (Reina Valera 1960 RV60) Con índice activo por cada libro (Spanish Edition))
-Tienes una soberbia imaginación, Billy. No sé qué le contesté. Probablemente "gracias" o algo por el estilo. -Aunque no logro sacarle partido -prosiguió-. ¿Por qué será? -Creo que a lo mejor es porque necesito gafas y no puedo leer, ya que veo las palabras muy borrosas. Eso explica por qué me paso todo el rato pestañeando. A lo mejor, si fuese a un oculista, podría recetarme gafas y, entonces, sería el mejor lector del curso y usted no tendría que hacerme quedar tantas tardes después de clase. Se limitó a señalar detrás de ella y a ordenarme: -Ponte a borrar las pizarras, Billy. -Sí, señorita. Lo de borrar las pizarras se me daba de maravilla. -¿Las ves borrosas? -me preguntó la señorita Roginski al cabo de un rato. -¡No, qué va! Me inventé la historia.
William Goldman (The Princess Bride)
―Mm. De todos modos, gracias de nuevo por ayudarme a resolverlo ―. Y por responder a las 139 preguntas que hice. Gracias por tomarte menos de diez minutos para responder a mis correos electrónicos, cada vez, incluso cuando eran las 5:30 am y escribiste mal ―consenso―, lo cual es inusual en ti y me hace sospechar que tal vez todavía estabas medio dormido. ―Y por dejar que me quede contigo.
Ali Hazelwood (The Love Hypothesis)
- ¿Ha visto usted los periódicos? Los conformistas nos la están preparando buena, ¿no? - ¿Eh...? Sí..., sí, señor -murmuró Claude. - Esos cerdos... Ha llegado el momento de espabilarse... Como usted sabe, están todos armados. - Oh... -dijo Claude. - Claramente se vio durante el Liberacionamiento. Llevaban armas para llenar camiones. Y, naturalmente, las personas decentes, como usted o como yo, no tenemos armas. - Muy cierto. - Usted, ¿no tiene? - No, señor Saknussem. - ¿Podría usted agenciarme un revólver? -preguntó Saknussem a quemarropa. - Es que... -dijo Claude-. Quizás el cuñado de la señora que me alquila la habitación... No sé... - Perfecto -dijo su jefe-. Cuento con usted, ¿eh? Que tampoco resulte demasiado caro; y con cartuchos, eh. Esos cerdos conformistas... No queda más remedio que ser precavido, ¿eh? - Indudablemente -dijo Claude. - Gracias, Léon. Cuento con usted. ¿Cuándo podría traérmelo? - Tengo que preguntar. - Por supuesto. Tómese el tiempo que necesite. Si quiere salir un poco antes... - Oh, no. No merece la pena. - Perfectamente. Y, por otra parte, cuidado con los borrones, ¿eh? Preocúpese de su trabajo. Qué diablos, no se le paga para no hacer nada. - Tendré cuidado señor Saknussem -prometió Claude. - Y llegue a su hora -concluyó el jefe-. Ayer llegó usted con seis minutos de retraso. - Sin embargo, hoy estaba aquí nueve minutos antes... -dijo Claude. - Sí -dijo Saknussem-, pero habitualmente llega usted con cuarto de hora de adelanto.
Boris Vian (Autumn in Peking)
La amistad debe estar llena de admiración mutua, de amor de apreciación. Necesario será recordarla: sentiremos que somos nosotros mismos —nosotros cuatro o cinco— quienes nos hemos elegido unos a otros; al percibir cada uno la belleza interior de los demás, todos iguales, y formando así una nobleza voluntaria, creeremos que nosotros mismos nos hemos elevado por encima del resto de la humanidad gracias a nuestros propios poderes.
C.S. Lewis (The Four Loves)
Hitoshi. Yo ya no podré estar aquí. Voy hacia adelate cada instante. No hay más remedio, es el flujo del tiempo que no puede detenerse. Seguiré. Termina una caravana y empieza otra. Habrá personas a quienes encontraré de nuevo. También habrá otras a quienes no veré jamás. Las que se van sin que yo lo sepa, las que simplemente no se cruzan conmigo. Siento que soy cada vez más pura, intercambiando saludos con los demás. Debo vivir mirando cómo fluye el río. Ruego con todo mi corazón que sólo la imagen de una Satsuki joven permanezca siempre a tu lado. Gracias por decirme adiós con la mano. Gracias por decirme adiós con la mano, muchas, muchas veces.
Banana Yoshimoto (Kitchen)
Gracia. La potencia de Dios - Dios hará por usted lo que usted reconoce que no puede hacer por sí mismo para hallar arrepentimiento, liberación, y todos los recursos necesarios para vivir plenamente en santidad, comunicado con Dios. (Romanos 7:25-8:39).
Russell M. Stendal (Las Sagradas Escrituras (Jubilee Bible 2000))
—Muchas gracias, no sabe cómo le agradezco su ayuda, sin usted no podría reconstruir la vida de mi bisabuela. —¿Y por qué ha de reconstruirla? Si usted no hubiera aparecido en esta casa, todo seguiría igual y nos moriríamos tranquilas sin mirar al pasado.
Julia Navarro (Dime quién soy)
Queridos jóvenes, buenas tardes. Quiero primero darles las gracias por el testimonio de fe que ustedes están dando al mundo. Siempre oí decir que a los cariocas no les gusta el frío y la lluvia. Pero ustedes están mostrando que la fe de ustedes es más fuerte que el frío y la lluvia. ¡Enhorabuena! Ustedes son verdaderamente grandes héroes. Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría. Recuerdo la primera Jornada Mundial de la Juventud a nivel internacional. Se celebró en 1987 en Argentina, en mi ciudad de Buenos Aires. Guardo vivas en la memoria estas palabras de Juan Pablo II a los jóvenes: “¡Tengo tanta esperanza en vosotros! Espero sobre todo que renovéis vuestra fidelidad a Jesucristo y a su cruz redentora” (Discurso a los Jóvenes, 11 de abril 1987:
Pope Francis (El Papa Francisco en Brasil)
¿Sabes cuándo realmente me fallan las malditas rodillas y siento que tengo que hacer todo lo que esté en mi mano para merecerte? Cuando hablas, mierda, cuando lo haces. A veces pienso que no tendré vida suficiente para todas las conversaciones que quiero tener contigo. –Se pasó una mano por el pelo–. Y nunca he creído en Dios ni en la fuerza del universo, pero cuando veo cómo tratas a Jeremy, tu bondad, les doy gracias a ambos por haberte colocado en mi camino. Mierda, ¡si me lo pidieran hasta me pondría de rodillas! –Se detuvo–. ¡Y me siento impotente cuando me doy cuenta de que no te valoras, como si me matases sin piedad cada vez que te reprimes! Por eso me voy, porque hace tiempo que me prometí a mí mismo que me alejaría de cualquiera que te hiciese daño. Y esa persona ahora mismo eres tú.
Alexandra Roma (El club de los eternos 27)
Hay en ese extraño caos que llamamos la vida algunas circunstancias y momentos absurdos en los cuales tomamos el Universo todo por una inmensa broma pesada, aunque no logremos percibir con claridad en qué consiste su gracia y sospechemos que nosotros mismos somos las víctimas de las burlas.
Herman Melville (Moby Dick)
Y ya he dado término a una obra que ni la ira de Júpiter ni el fuego, ni el hierro, ni el tiempo devorador podrán destruir. Ese día, que, sin embargo, no tiene poder más que sobre mi cuerpo, pondrá fin cuando quiera al incierto espacio de mi existencia; pero yo volaré, eterno, por encima de las altas estrellas con la parte mejor de mí, y mi nombre persistirá imborrable. Y allá por donde el poder de Roma se extienda sobre las tierras sometidas, los labios del pueblo me leerán, y por todos los siglos, si algo de verdad hay en las predicciones de los poetas, gracias a la fama yo viviré.
Ovid (Metamorphoses)
Todo el mundo descubrió temprano que yo había nacido con la ambigua capacidad de engañar, de convencer a la gente sobre cualquier cosa. Y tenían razón. Yo habría sido un gran abogado. El más hijo de puta de todos. El más respetado, el que más culpables ricos habría salvado de la cárcel, el que más inocentes pobres habría metido en prisión. Un gran abogado, sí señor. Una mierda de persona. Hasta tendría un chalet con pileta, un auto grandote. Pero gracias a Dios, para cada oficio espurio hay uno noble. Incluso si tu talento en la tierra es el de mentir. Yo por ejemplo elegí contar cuentos y decir públicamente barbaridades sin importancia. Si mi talento hubiera consistido en correr atrás de una pelota, también tendría una opción correcta y otra incorrecta: mediocampista o árbitro. Y así podríamos seguir toda la tarde: payaso o político, carpintero o banquero, primera dama o puta.
Hernán Casciari
Las disciplinas franquean entonces el umbral “tecnológico”. El hospital primero, después la escuela y más tarde aún el taller no han sido simplemente “puestos en orden” por las disciplinas; han llegado a ser, gracias a ellas, aparatos tales que todo mecanismo de objetivación puede valer como instrumento de sometimiento, y todo aumento de poder da lugar a unos conocimientos posibles; a partir de este vínculo, propio de los sistemas tecnológicos, es como han podido formarse, en el elemento disciplinario, la medicina clínica, la psiquiatría, la psicología del niño, la psicopedagogía, la racionalización del trabajo.
Michel Foucault (Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión)
En todos los tiempos el rostro del Poder fue visible. ¿Qué son la arquitectura, la pintura, la música de esas edades, sino monumentos, alabanzas creadas en honor de los rostros del Poder: monarcas, príncipes, reinas palpables? El Poder siempre tuvo una cara a la que era posible amar u odia, alabar o insultar, suplicar o guillotinar. Con la locura del capitalismo nació la sociedad sin rostro. Para Lenin, la última etapa del capitalismo es el imperialismo, pero no, la última etapa del capitalismo es la esquizofrenia, la separación de la realidad. Hacia finales del siglo XIX-pensé- ocurrió un hecho sin precedentes: el rostro del capitalismo desapareció enmascarado detrás de las sociedades anónimas. La perversidad de nuestro tiempo fue la aparición de las sociedades anónimas. Gracias a las tinieblas de las sociedades anónimas por primera vez en la historia los hombres ejercen impunemente el Poder. Los Presidentes de las Repúbilcas no son sino fantoches, antifaces: detrás de ellos está el rostro sin rostro de las transnacionales. Hoy el Poder lo ejercen hombres cuyos rostros no conoceremos jamás: los invisibles propietarios, los misteriosos hombres sin cara de las multinacionales. - Págs. 162-163 de "La danza inmóvil" de Manuel Scorza. 1983
Manuel Scorza (La danza immobile)
Me hacía gracia Pérez Nuix, con sus ideas exageradas y peregrinas, con su apasionamiento y su rotundidad, en el fanatismo hay siempre entusiasmo, por eso es tan peligroso y contagioso, todo lo pinta muy simple y eso atrae a las multitudes. La templanza y la moderación no prenden, o les cuesta un mundo, años en lugar de días.
Javier Marías (Tomás Nevinson)
También en la vida de este hombre parecía, como por doquiera en el mundo, que con frecuencia todo lo habitual, lo conocido, lo trivial y lo ordinario no habían de tener más objeto que lograr aquí o allí, un intervalo aunque fuera pequeñísimo, una interrupción, para hacer sitio a lo extraordinario, a lo maravilloso, a la gracia.
Hermann Hesse (El lobo estepario)
favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces. Así, si el mañana nunca llega, no tendrás remordimientos por hoy. Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero y agradecerte por todo lo compartido».
Vicente Raga (Rebeca debe morir: Las doce puertas parte VI)
Pero un día ocurrió algo y Nakata se convirtió en un recipiente vacío. —Pero oye, Nakata, si te lo miras así, todos estamos más o menos vacíos, ¿no? ¡Ya me dirás! Comemos, cagamos, cobramos un sueldo de mierda por un trabajo estúpido, follamos de vez en cuando y ¡se acabó! ¿Qué más hay aparte de eso? Pero, con todo, vivir tiene su gracia, ¿no?
Haruki Murakami (Kafka en la orilla)
—Soy la mejor —murmuró Elena a la mañana siguiente, cuando salió del taxi frente al magnífico edificio de la Torre del Arcángel—. Soy la mejor. —Oiga, señorita, ¿piensa pagarme o se va a quedar ahí hablando entre dientes todo el día? —¿Qué? ¡Ah! —Sacó un billete de veinte dólares, se inclinó hacia delante y lo aplastó contra la mano del taxista—. Quédese el cambio. El ceño fruncido del tipo se transformó en una sonrisa. —¡Gracias! ¿Qué, hoy tiene una buena caza por delante? Elena no le preguntó cómo había sabido que era una cazadora. —No, pero tengo altas probabilidades de enfrentarme a una muerte horrible en las próximas horas. Tengo que hacer algo bueno para intentar acabar en el paraíso.
Nalini Singh (Angels' Blood (Guild Hunter, #1))
Y es que es forzoso que por sí solo el ser de los dioses, en la mayor paz, disfrute de una existencia sin [45] muerte, apartado de nuestras cosas y separado lejos; porque libre de todo dolor, libre de pruebas, capaz por sí solo gracias a sus recursos, en nada necesitado de nosotros, ni se deja ganar por meritorios favores ni afectar por enfados 9 .
Lucretius (La naturaleza)
¡Gracias a Dios soy yo un ser que reacciona orgánicamente por encima de la razón! (...) Aprovéchense, mis buenos amigos, se lo ruego, de este ejemplo. Se evitarán así muchas molestias enojosas. Cultiven la supremacía de los sentimientos sobre la razón y verán entonces cómo le cortan las garras a todo ser cuerdo que intente arañarlos, por el propio bien de ustedes.
Wilkie Collins (The Moonstone)
Si, por el contrario, es consciente de que le pueden esperar cosas horribles, y reza para pedir las virtudes necesarias para enfrentarse con tales horrores, y entretanto se ocupa del presente porque en éste, y sólo en éste, residen todos los deberes, toda la gracia, toda la sabiduría y todo el placer, su estado es enormemente indeseable y debe ser atacado al instante.
C.S. Lewis (Cartas del Diablo a Su Sobrino (Spanish Edition))
Y, si no fuese contra caridad, diría que nunca sane don Quijote, porque con su salud no solamente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza su escudero, que cualquiera de ellas puede volver a alegrar a la misma melancolía. Con todo esto, callaré y no le diré nada, por ver si salgo verdadero en sospechar que no ha de tener efecto la diligencia hecha por el señor Carrasco
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha)
Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resisitó más y fue a su dormitorio. Lo encontró en calzoncillos, despierto, tendido en la hamaca que había colgadio de de los horcones con cables de amarrar barcos. La impresionó tanto su enorme desnudez tarabiscoteada que sintió el impulso de retroceder. «Pedone», se excuso. «No sabía que estaba aquí.» pero apago la voz para no despertar a nadie. «Ven acá», dijo él. Rebeca obedeció. Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le fromaban nudos en las tripas, mientras José Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando: «Ay, hermanita; ay, hermanita» Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura y la despojo de su intimidad con tres zarpazos, y la descuartizó como a un pajarito. Alcanzó a dar gracias a Dios por haber nacido, antes de perder la conciencia en el placer inconcebible de aquel dolor insportable, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre.
Gabriel García Márquez (One Hundred Years of Solitude)
Vin aceptó la mano, tratando con toda la gracia posible de sacar del carruaje la falda de encajes de su vestido. Mientras descendía con cuidado, tratando de no tropezar, agradeció la mano firme del criado y finalmente se dio cuenta de por qué se esperaba de los hombres que ayudaran a las mujeres a salir de los carruajes. No era una costumbre tonta después de todo: lo tonto era la ropa.
Brandon Sanderson (The Final Empire (Mistborn, #1))
En oposición a ese parlamentarismo democrático está la genuina democracia germánica de la libre elección del Führer, que se obliga a asumir toda la responsabilidad de sus actos. Una democracia tal no supone el voto de la mayoría para resolver cada cuestión en particular, sino llanamente la voluntad de uno solo, dispuesto a responder de sus decisiones con su propia vida y haciendo entrega de sus propios bienes. Si se hiciese la objeción de que bajo tales condiciones difícilmente podrá hallarse al hombre resuelto a sacrificarlo personalmente todo en pro de tan arriesgada empresa, habría que responder: "Gracias a Dios, el verdadero sentido de una democracia germánica radica justamente en el hecho de que no puede llegar al gobierno de sus conciudadanos por medios vedados cualquier indigno arribista o emboscado moral, sino que la magnitud
Adolf Hitler (Mein Kampf (Mi Lucha): Para no olvidar)
Y la belleza es una forma de genio más elevada, en verdad, que el genio; no tiene necesidad de explicación. La belleza es la maravilla de las maravillas, únicamente la gente limitada no juzga por las apariencias, el verdadero misterio del mundo es el visible, no el invisible. Viva la vida maravillosa que tiene en usted, busque siempre nuevas sensaciones, que no lo asuste nada… Todos nos convertimos en horrorosos polichinelas alucinados por el recuerdo de las pasiones que nos atemorizan y de las tentaciones a las que no tuvimos el valor de ceder. A usted el mundo le pertenece, no hay nada que no pueda hacer con su personalidad y su gracia. No hemos sido enviados al mundo para pregonar nuestros prejuicios morales, yo, por ejemplo, no hago nunca el menor caso de lo que dice la gente vulgar, ni intervengo jamás en lo que hace la gente encantadora
Oscar Wilde
Una mujer bella puede ser ella misma a su antojo; la sociedad le pasa siempre por alto una tontería o una torpeza, mientras que una sola mirada detiene la más magnífica expresión en los labios de una mujer fea, intimida sus ojos, aumenta la poca gracia de sus ademanes, coarta su actitud. Bien sabe que sólo a ella se le prohíbe cometer faltas, que todos le niegan el don de repararlas, y, por lo demás, nadie le proporciona la ocasión de ello.
Honoré de Balzac (La Recherche de l'absolu : suivi de La Messe de l'athée)
Eugene Peterson hace un contraste entre Agustín y Pelagio, dos teólogos del siglo IV opuestos entre sí. Pelagio era educado, cortés, convincente y le caía bien a todo el mundo. Agustín había derrochado su juventud en la inmoralidad, tenía una extraña relación con su madre y se conseguía muchos enemigos. Sin embargo, hizo de la gracia su punto de partida y las cosas le salieron bien, mientras que Pelagio comenzaba por el esfuerzo humano y se descarriaba.
Philip Yancey (Gracia divina vs. condena humana (Spanish Edition))
Odioso día en el que recibí la vida! –– exclamé desesperado––. ¡Maldito creador! ¿Por qué creaste a un monstruo tan horripilante, del cual incluso tú te apartaste asqueado? Dios, en su misericordia, creó al hombre hermoso y fascinante, a su imagen y semejanza. Pero mi aspecto es una abominable imitación del tuyo, más desagradable todavía gracias a esta semejanza. Satanás tenía al menos compañeros, otros demonios que lo admiraban y animaban. Pero yo estoy solo y todos me desprecian.
Mary Wollstonecraft Shelley (Frankenstein)
En general lograban sobrevivir solo aquellos prisioneros que, endurecidos tras años de deambular por distintos campos, habían perdido todos los escrúpulos en su lucha por la supervivencia, y para salvarse recurrían a cualquier medio, honrado o deshonroso, sirviéndose incluso de la fuerza bruta, el robo o la traición a sus amigos. Los escasos afortunados que sobrevivimos, gracias a una concatenación de casualidades o milagros —llámese como se quiera—, estamos convencidos de que los mejores no regresaron.
Viktor E. Frankl (El hombre en busca de sentido)
a la edad ridículamente temprana de veinte años Ferguson aprendió que siempre no significaba siempre sino solo la mayoría de las veces, y en las raras ocasiones en que las sombrías expectativas de siempre resultaban incumplidas, la única respuesta adecuada era dar gracias a los dioses por su aleatorio acto de benevolencia antes de volver a las oscuras perspectivas de aquel siempre, aun cuando su primer encuentro con el principio de la mayoría de las veces retumbó en todo su ser con la fuerza de una bendición sagrada.
Paul Auster (4 3 2 1 (Spanish Edition))
Así, a través de todas las densas nieblas de las oscuras dudas de mi mente, se encienden de cuando en cuando divinas intuiciones que iluminan mi bruma con un rayo celestial. Y doy gracias a Dios por esto; pues todos tienen dudas, muchos niegan, pero pocos entre los que dudan o niegan tienen intuiciones. Dudas acerca de todas las cosas terrenas e intuiciones de algunas cosas celestiales: esta combinación no nos hace creyentes o incrédulos, pero nos convierte en hombres que consideran con mirada imparcial a creyentes e incrédulos.
Herman Melville (Moby-Dick or, The Whale)
Quién se ha subido alguna vez a un tren, a un avión o a un ascensor? Tenemos todas esas cosas gracias a que en su día hubo empollones que lo hicieron posible, personas que con o sin talento se esforzaron por estudiar, por investigar, por aprender, por dar un paso más que los demás... Cuando cogéis una moto, una bici, cuando cruzáis un puente, cuando compráis algo por internet, cuando encendéis una bombilla, cuando utilizáis el GPS para guiaros, cuando jugáis a la consola, cuando os hacéis una foto... todo eso es posible gracias a los que llamamos "empollones", de hecho toda vuestra vida depende de ellos.
Eloy Moreno (Invisible)
Había recorrido un largo camino para llegar allí. Estaba muy lejos del adolescente amargo y enfadado que había sido en Brooklyn, antes de que empezara todo, y gracias a Dios por eso. Pero lo curioso era que después de todo ese tiempo seguía sin pensar que ese adolescente miserable se hubiera equivocado. No estaba en desacuerdo con él; todavía se sentía solidario con él en los puntos principales. El mundo era espantoso. Era un lugar desdichado, desolado, un desierto sin sentido y despiadado, donde ocurrían cosas horribles todo el tiempo y no podías confiar en que nada durara. Había tenido razón sobre el mundo, pero se equivocaba sobre él mismo. El mundo era un desierto, pero él era un mago, y ser un mago era ser una primavera secreta, un oasis en movimiento. Él no estaba desolado y no estaba vacío. Estaba lleno de emoción, lleno de sentimientos, rebosante de ellos, y en el fondo ser mago se trataba de eso. No eran sentimientos ordinarios, no eran de los mansos y domesticados. La magia era sentimientos salvajes, de los que escapaban de ti al mundo y cambiaban las cosas. Había mucho de talento en ello, y mucho que aprender, y mucho que trabajar, pero era donde empezaba el poder: el poder de encantar el mundo.
Lev Grossman (The Magician's Land (The Magicians, #3))
Lo que a mí me parece mal en los periódicos es que soliciten todos los días nuestra atención para cosas insignificantes, mientras que los libros que contienen cosas esenciales no lo leemos más que tres o cuatro veces en toda nuestra vida. (...) Debían aparecer en el periódico los pensamientos de Pascal, por ejemplo. Y en esos tomos de cantos dorados que no abrimos más que cada diez años es donde debiéramos leer que la reina de Gracia ha salido para Cannes, o que la duquesa de León ha dado un baile de trajes -añadió Swann dando muestra de ese desdén por las cosas mudanas que afectan algunos hombres de este mundo.
Marcel Proust (Du côté de chez Swann (À la recherche du temps perdu, #1))
Lawrence Lefferts era, por sobre todo, la máxima autoridad en cuestiones de "formalidades" de toda Nueva York. Probablemente dedicaba más tiempo que nadie al estudio de esta intrincada y fascinante materia; pero el solo estudio no explicaría su absoluta maestría y facilidad. Bastaba, mirarlo desde la amplia frente y la curva de su hermoso bigote rubio hasta los largos zapatos de charol al otro extremo de su esbelta y elegante silueta, para sentir que el conocimiento de las "formalidades" debía ser congénito en alguien que sabía usar ropa tan buena con tanta soltura y lucir tal estatura con una gracia tan lánguida.
Edith Wharton (La edad de la inocencia)
A mis niños, Feliz Navidad. Lo siento si estas cartas los han tomado a ambos por sorpresa. Es sólo que hay tantas cosas más que tengo que decir. Sé que pensabas que estaba hecha para dar consejos, pero no podía irme sin reiterar algunas cosas por escrito. Puedes no estar relacionada con estas cosas ahora, pero algún día lo estarás. No era capaz de estar ahí para siempre, pero espero que mis palabras puedan. -No dejes de hacer basaña. La basaña es buena. Espera hasta un día cuando no existan malas noticias, y hornea una maldita basaña. -Encuentra un equilibrio entre la cabeza y el corazón. Espero que hayas encontrado eso, Lake, y puedas ayudar a Kel a resolverlo cuando llegue a ese punto. -Presiona tus límites, para eso están. -Estoy robando este fragmento de tu banda favorita, Lake. “Recuerda siempre que no hay nada que valga la pena compartir, como el amor que nos deja compartir nuestro nombre.” -No tomes la vida tan en serio. Dale un puñetazo en la cara cuando necesite un buen golpe. Ríete de eso. -Y ríe mucho. Nunca pases un día sin reír al menos una vez. -Nunca juzgues a otros. Ambos saben muy bien cómo acontecimientos inesperados pueden cambiar lo que una persona es. Siempre ten eso en mente. Nunca se sabe lo que otra persona está experimentando en su propia vida. -Cuestiona todo. Tu amor, tu religión, tus pasiones. Si no tienes preguntas, nunca encontraras respuestas. -Acepta. De todo. Las diferencias de las personas, sus semejanzas, sus elecciones, sus personalidades. A veces se necesita una variedad para hacer una buena colección. Lo mismo va para las personas. -Escoge tus batallas, pero no elijas muchas. -Mantén una mente abierta; es la única manera en que cosas nuevas pueden entrar. -Y por último, pero no menos importante, ni un poquito menos importante. Nunca te arrepientas. Gracias a los dos por haberme dado los mejores años de mi vida. Especialmente el último. Con amor, Mamá.
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
Qué horror la frase de «pase lo que pase, estaré ahí para ti». Pues no, pase lo que pase yo no voy a estar ahí. Si tú te portas mal conmigo, si tú me haces daño, me traes problemas, me metes en marrones, me quitas mi paz, yo no voy a estar ahí. Voy a estar ahí para las personas que me quieren, que me cuidan y que valoran mi presencia en sus vidas, pero si tú te has portado fatal conmigo y, algún día, necesitas ayuda, que te ayude otro. Que un amigo tuyo te diga que siempre estás ahí para cuando te necesita es un halago, pero que alguien que constantemente te hace daño te diga: «Gracias por estar ahí siempre que lo necesito, pese a todo», no.
Elizabeth Clapés (Hasta que te caigas bien: Trabaja en ti para estar orgullosa de quien eres)
—Sentir amor no es fácil —exclamó Alma despacio—. No lo es. Sentir amor por todo lo que te ha sucedido y te sucede es el trabajo más difícil que existe. Amor por las cosas buenas y las malas, comprender que… no hay cosas malas, en realidad. Todo tiene un mensaje, un aprendizaje, un motivo. Dar gracias con lágrimas en los ojos por las miserias que nos atribulan no es nada sencillo. Ahora mismo lloras…, pero examina tus lágrimas. No hay amor en ellas. Hay miedo, hay frustración, hay rabia. La aceptación es el primer paso para aprender cómo amarlo todo, empezando por nosotros mismos. Empezando por ese monstruo. Por todo lo que nos ha ayudado a ser como somos. A llegar donde estamos.
Carlos Sisí (Alma)
Durante miles de años, filósofos, pensadores y profetas han vilipendiado el dinero y lo han calificado de la raíz de todos los males. Sea como fuere, el dinero es asimismo el apogeo de la tolerancia humana. El dinero es más liberal que el lenguaje, las leyes estatales, los códigos culturales, las creencias religiosas y los hábitos sociales. El dinero es el único sistema de confianza creado por los humanos que puede salvar casi cualquier brecha cultural, y que no discrimina sobre la base de la religión, el género, la raza, la edad o la orientación sexual. Gracias al dinero, incluso personas que no se conocen y no confían unas en otras pueden, no obstante, cooperar de manera efectiva.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
habiendo algunos fanáticos en el valle de Shah-i-Kot, en la provincia de Paktia. Una vez más la información era inexacta: no eran un puñado, sino centenares. Al ser afganos los talibanes derrotados, tenían a donde ir: sus aldeas y pueblos natales. Allí podían escabullirse sin dejar rastro. Pero los miembros de Al Qaeda eran árabes, uzbekos y, los más feroces de todos, chechenos. No hablaban pastún y la gente del pueblo afgano los odiaba, de manera que solo podían rendirse o morir peleando. Casi todos eligieron esto último. El mando estadounidense reaccionó al chivatazo con un plan a pequeña escala, la operación Anaconda, que fue asignada a los SEAL de la Armada. Tres enormes Chinook repletos de efectivos despegaron rumbo al valle, que se suponía vacío de combatientes. El helicóptero que iba en cabeza se disponía a tomar tierra, con el morro levantado y la cola baja, la rampa abierta por detrás y a solo un par de metros del suelo, cuando los emboscados de Al Qaeda dieron el primer aviso. Un lanzagranadas hizo fuego. Estaba tan cerca que el proyectil atravesó el fuselaje del helicóptero sin explotar. No había tenido tiempo de cargarse, así que lo único que hizo fue entrar por un costado y salir por el otro sin tocar a nadie, dejando un par de boquetes simétricos. Pero lo que sí hizo daño fue el incesante fuego de ametralladora desde el nido situado entre las rocas salpicadas de nieve. Tampoco hirió a nadie de a bordo, pero destrozó los controles del aparato al horadar la cubierta de vuelo. Gracias a la habilidad y la genialidad del piloto, pocos minutos después el moribundo Chinook ganaba altura y recorría cuatro kilómetros hasta encontrar un sitio más seguro donde proceder a un aterrizaje forzoso. Los otros dos helicópteros se retiraron también. Pero un SEAL, el suboficial Neil Roberts, que se había desenganchado de su cable de amarre, resbaló en un charquito de fluido hidráulico y cayó a tierra. Resultó ileso, pero inmediatamente fue rodeado por miembros de Al Qaeda. Los SEAL jamás abandonan a uno de los suyos, esté vivo o muerto. Poco después de aterrizar regresaron en busca de Roberts, al tiempo que pedían refuerzos por radio. Había empezado la batalla de Shah-i-Kot. Duró cuatro días, y se saldó con la muerte del suboficial Neil Roberts y otros seis estadounidenses. Había tres unidades lo bastante cerca como para acudir a la llamada: un pelotón de SBS británicos por un lado y la unidad de la SAD por el otro; pero el grupo más numeroso era un batallón del 75 Regimiento de Rangers. Hacía un frío endemoniado, estaban a muchos grados bajo cero. La nieve, empujada por el viento incesante, se clavaba en los ojos. Nadie entendía cómo los árabes habían podido sobrevivir en aquellas montañas; pero el caso era que allí estaban, y dispuestos a morir hasta el último hombre. Ellos no hacían prisioneros ni esperaban serlo tampoco. Según testigos presenciales, salieron de hendiduras en las rocas, de grutas invisibles y nidos de ametralladoras ocultos. Cualquier veterano puede confirmar que toda batalla degenera rápidamente en un caos, y en Shah-i-Kot eso sucedió más rápido que nunca. Las unidades se separaron de su contingente, los soldados de sus unidades. Kit Carson se encontró de repente a solas en medio de la ventisca. Vio a otro estadounidense (pudo identificarlo por lo que llevaba en la cabeza: casco, no turbante) también solo, a unos cuarenta metros. Un hombre vestido con túnica surgió del suelo y disparó contra el soldado con su lanzagranadas. Esa vez la granada sí estalló; no dio en el blanco sino que explotó a los pies del soldado.
Frederick Forsyth (La lista)
que la vida es el mejor caricaturista. La vida nos labra nuestra propia caricatura. Tienen ustedes, tenemos todos, la obligación de hacernos la mejor caricatura posible, de camuflar lo que no nos guste y exaltar lo que nos guste más. El buen entendedor sabrá que no hablo solamente de rasgos físicos, sino del misterioso rastro que deja la vida en nuestras facciones, ese paisaje moral, sí, no hay otra manera de llamarlo, ese paisaje moral que se va dibujando en nuestro rostro a medida que la vida pasa y nos vamos equivocando o teniendo aciertos, a medida que herimos a los demás o nos esforzamos por no hacerlo, a medida que mentimos y engañamos o persistimos, a veces a costa de grandes sacrificios, en la siempre difícil tarea de decir la verdad. Muchas gracias».
Juan Gabriel Vásquez (Las reputaciones)
Bebió el café recordándolas a todas y pensando que de todo lo creado por Dios en el mundo no hay nada que se compare a una mujer bonita, es el misterio y la atracción más grande de todos, lo que no se parece a nada, pues por más que las mujeres sean tan humanas como cualquier hombre, tienen algo más, algo que nunca tendremos nosotros, una atracción hecha de belleza, peligro, tentación, ternura, formas irrepetibles, suavidad, fuerza, tacto, caricia, respiración, todo ello incomparable. No lo tiene ningún hombre. Y ninguna mujer, teniéndolo todo, lo repite nunca; la combinación es siempre distinta. Dio gracias, bebiéndose su café, de haber amado a las mujeres. No iba a tener un premio mejor por haber nacido. Lo repitió: ése era su premio. Nacer para amar a una mujer.
Carlos Fuentes
No es exactamente asi. Hubo un tiempo en que las palabras eran tan pocas que ni siquiera las teniamos para expresar algo tan simple como Esta boca es mia, o Esa boca es tuya, y mucho menos para preguntar Por que tenemos las bocas juntas. A las personas de ahora ni les pasa por la cabeza el trabajo que costo crear estos vocablos, en primer lugar , y quien sabe si no habra sido, de todo, lo mas dificil, fue necesario comprender que se necesitaban, despues, hubo que legar a un consenso sobre el significado de sus efectos inmediatos, y finalmente, tarea que nunca acabara de completarse, imaginar las consecuencias que podrian advenir, a medio y a largo plazo, de los dichos efectos y de los dichos vocablos. Comparado con esto, y al contrario de lo que de forma tan concluyente el sentido comun afirmo ayer noche, la invencion de la rueda fue mera bambarria, como acabaria siendolo el descubrimiento de la ley de la gravitacion universal simplemente porque se le ocurrio a una manzana caer sobre la cabeza de Newton. La rueda se invento y ahi sigue inventada para siempre jamas, en cuanto las palabras, esas y todas las demas, vinieron al mundo con un destino brumoso, difuso, el de ser organizaciones foneticas y morfologicas de caracter eminentemente provisional, aunque, gracias, quiza, a la aureola heredada de su auroral creacion, se empenian en pasar, no tanto por si mismas, sino por lo que de modo variable van significando y representando, por inmortales, imperecederas o eternas, segun los gustos del clasificador. Esta tendencia congenita a la que no sabrian ni podrian resistirse, se torno, con el transcurrir del tiempo, en gravisimo y tal vez insoluble problema de comunicacion, ya sea la colectiva de todos, ya sea la particular de tu a tu, como se ha podido confundir galgos y podencos, ovillos y madejas, usurpando las palabras el lugar de aquello que antes, mejor o peor, pretendian expresar, lo que acabo resultando, finalmente, te conozco mascarita, esta atronadora algazara de latas vacias, este cortejo carnavalesco de latones con rotulo pero sin nada dentro, o solo, ya desvaneciendose, el perfume evocador de los alimentos para el cuerpo y para el espiritu que algun dia contuvieron y guardaban. A tan lejos de nuestros asuntos nos condujo esta frondosa reflexion sobre los origenes y los destinos de las palabras, que ahora no tenemos otro remedio que volver al principio.
José Saramago
«Pues bien – dije –, si Dios no me va a abandonar, ¿qué puede ocurrirme o qué importancia puede tener el que todo el mundo me haya abandonado, cuando pienso que la pérdida sería mucho mayor si tuviese el mundo entero a mi disposición y perdiese el favor y la bendición de Dios?». Desde ese momento, comencé a convencerme de que, posiblemente, era más feliz en esta situación de soledad y abandono que en cualquier otro estado en el mundo. Con estos pensamientos le di gracias a Dios por haberme traído a este lugar. No se qué ocurrió, pero algo me turbó y me impidió pronunciar las palabras de agradecimiento. «¿Cómo puedes ser tan hipócrita – me dije en voz alta – y fingirte agradecido por una situación de la cual, a pesar por tus esfuerzos por resignarte a ella, deseas liberarte con todas las fuerzas de tu corazón?».
Daniel Defoe (Robinson Crusoe)
De pronto una idea que cruzó por su mente la hizo levantarse a mirar al cielo estrellado. Ella conocía, pues lo había sentido en carne propia, lo poderoso que puede ser el fuego de una mirada. Es capaz de encender al mismo sol. Tomando esto en consideración, ¿qué pasaría si Gertrudis miraba una estrella? De seguro que el calor de su cuerpo, inflamado por el amor, viajaría con la mirada a través del espacio infinito sin perder su energía, hasta depositarse en el lucero de su atención. Estos grandes astros han sobrevivido millones de años gracias a que se cuidan mucho de no absorber los rayos ardientes que los amantes de todo el mundo les lanzan noche tras noche. De hacerlo, se generaría tanto calor en su interior que estallarían en mil pedazos. Por lo que al recibir una mirada, la rechazan de inmediato, reflejándola hacia la tierra como en un juego de espejos. Es por eso que brillan tanto en las noches.
Laura Esquivel (Like Water for Chocolate)
A VECES LA MAÑANA AYUDA Hace tiempo que ando escribiendo una crónica que llevaría el título "No siempre la mañana ayuda". Y hasta tenía el comienzo apuntado en un papel por ahí, a toda prisa, sobre la mesa del despacho. Empieza así: "Al salir de la casa y tropezar con el rostro del sol(antiguamente lo representábamos así, con una amplia sonrisa y los ojos alegres, con una cabellera de rayos resplandecientes), deberíamos caer de rodillas, ofrecer cualquier cosa al culto pagano de la luz y sentir después el mundo conquistado. Pero todos tenemos otra cosa que hacer". Y saldría uno por ahí fuera a ahuyentar la melancolía, a justificar el título, en definitiva. Algo me ha impedido continuar. Y sé que hoy no voy a concluir una prosa que me enfrentaría al lector. Y es que, sin esperarlo, se despertó en mi memoria un caso acontecido entre dos hombres, un caso que viene a demostrar que, a veces, la mañana ayuda, sí señor. Vamos, pues, con la historia. Imagine el lector un vagón de tren. Lleno. El día no es ni feo ni bonito: tiene algo de sol, unas nubes que lo cubren, y hay una brisa cortante allá afuera. Los viajeros van callados, hacen todos unos gestos involuntarios al albur del traqueteo. Unos leen periódicos, otros se ausentan hacia un país silencioso y sólo habitado por pensamientos ocultos e indefinidos. Hay una gran indiferencia en la atmósfera, y el sol, al descubrirse, ilumina un escenario de rostros apagados. Entonces, el hombre más(pero muy lejos deser un adolescente), que está sentado junto a la ventanilla, empieza a tararear en sordina una vaga canción. Quizá no tenga motivos especiales de contento, pero, en aquella hora, la necesidad de cantar es irresistible. Todo cuanto acude a su memoria sirve. Y va tan absorto en su pura y gratuita alegría que ni siquiera repara en que el vecino de asiento se muestra ofendido y esboza esos movimientos elocuentes que sustituyen a las palabras cuando no hay valor para pronunciarlas. Frente al hombre que canta, hay un viejo. Éste desde que salió anda rumiando problemas que lo atormentan. Es muy viejo, y está enfermo. Ha dormido mal. Sabe que va a tener un día difícil. Y detrás de él una voz deshilacha canciones, badabádabá, notas de música, de un modo impreciso pero obstinadamente vivo y afirmativo. El sol sique jugando al escondite. Y el mar, que súbitamente aparece se puebla de islas de sombra entre grandes lagos de plata fundida. A lo lejos, la ciudad se diluye en humo y niebla seca. Silenciosa, a aquella distancia, tiene un aire de fatalidad y resignación, como un cuerpo que ha renunciado a vivir y se extingue lentamente. Es grande el peligro de que la melancolía triunfe definitivamente. Pero el hombre insiste. Ya no es posible identificar al que canta. Ahora sale de su boca un flujo de armonía, un lenguaje que ha desistido de la articulación coherente para penetrarse mejor de la sustancia de la música. Esto acabrá sin duda con un grito irreprimible de alegría, con indignación y escandalo de los viajeros. Ocurrió, sin embargo, que la ciudad llegó de repente. Se abrieron las puertas, la gente se precipitó, empujándose, olvidándose unos de otros. El hombre se levanta, murmurando aún algo. Sigue a lo largo del andén, va a lo suyo, con su música. Y, de pronto, alguien lo coge del brazo. El viejo está a su lado, se juraría que tiene los ojos húmedos, y dice: "Gracias. Yo venía preocupado y triste. Cuando lo oí cantar sentí una gran paz, y durante todo el camino vine pidiéndole a Dios que siguiera usted cantando. Muchas gracias". El hombre de las canciones sonrió, primero con embarazo, luego como si fuera el amo del mundo. Se separaron. Y fue cada uno a su trabajo, con la música que era de los dos.
José Saramago (Las maletas del viajero)
hay varios factores que confluyen para impedir que el ciudadano de a pie se forme fácilmente su propia opinión fundada sobre este tema. Señalaremos cuatro, que están entre los más importantes: en primer lugar, los recursos metodológicos y estadísticos que se utilizan en este ámbito de investigación no son, ni mucho menos, sencillos; en segundo lugar, la cantidad de estudios publicados sobre el tema (estaríamos hablando de, como mínimo, varios miles) es lo suficientemente elevada como para enfriar el entusiasmo más vehemente; en tercer lugar, la mayoría de los estudios dignos de ese nombre se han publicado en revistas internacionales anglófonas especializadas en investigación, así que para acceder a esta información es imprescindible dominar el inglés; en cuarto y último lugar, la literatura científica no es barata,* pese a esa leyenda que asegura que, por obra y gracia de Internet, «ahora todo el saber está al alcance de cualquier persona».2
Michel Desmurget (La fábrica de cretinos digitales: Los peligros de las pantallas para nuestros hijos (Spanish Edition))
ahora piensa con afecto en ese período, porque en muchos sentidos fue una época maravillosa. En diciembre nominaron a Willem para un premio importante por su papel en La manzana envenenada, y en enero se lo concedieron. Luego lo nominaron para un premio aún más importante y prestigioso, y de nuevo lo consiguió. Él estaba en Londres por motivos de trabajo la noche que Willem lo recogió, pero puso el despertador a las dos de la madrugada para ver la ceremonia por internet; cuando pronunciaron el nombre de Willem gritó fuerte, y vio cómo sonreía radiante, besaba a Julia -a quien había llevado de acompañante- y subía los escalones del escenario, donde dio las gracias a los cineastas, al estudio,a Emil, a Kit, al mismísimo Alan Turing, a Roman, a Cressy, a Richard, a Malcom, a JB, y «a mis suegros, Julia Altman y Harold Stein, por haber hecho que me sintiera siempre como un hijo y, de un modo especial, a Jude St. Francis, mi mejor amigo y el amor de mi vida, por todo».
Hanya Yanagihara (A Little Life)
Él es quien nos vacía de extrañamiento y nos llena de intimidad, el que hace que se celebren en mutua compañía todas las reuniones como la presente, y en las fiestas, en los coros y en los sacrificios resulta nuestro guía; nos otorga mansedumbre y nos quita aspereza; dispuesto a dar cordialidad, nunca a dar hostilidad; es propicio y amable; contemplado por los sabios, admirado por los dioses; codiciado por los que no lo poseen, digna adquisición de los que lo poseen mucho; padre de la molicie, de la delicadeza, de la voluptuosidad, de las gracias, del deseo y de la nostalgia; cuidadoso de los buenos, despreocupado de los malos; en la fatiga, en el miedo, en la nostalgia, en la palabra es el mejor piloto, defensor, camarada y salvador; gloria de todos, dioses y hombres; el más hermoso y mejor guía, al que debe seguir en su cortejo todo hombre, cantando bellamente en su honor y participando en la oda que Eros entona y con la que encanta la mente de todos los dioses y de todos los hombres.
Platón (The Symposium)
El problema de nuestro tiempo viene de que la masa, que hasta ahora se ha dejado conducir por la minoría, se niega a ello y exige que se adopten sus gustos y hábitos. Esto es, impone su vulgaridad como norma de conducta social. Incluso hay algo más grave: ante el avance de las masas, las minorías abdican de su condición de élites, no se marcan a sí mismas normas más severas ni objetivos más audaces, contentándose con lo que todo el mundo. En otras palabras, han claudicado ante la masa. Era lo que desde hacía años venía llamando «hiperdemocracia», inflación de democracia, imposición de la cantidad a la calidad, del número a la categoría. Un grave peligro, pues los pueblos avanzan gracias a la trocha que van abriéndoles sus mejores. Si se ignora a las minorías selectas, que con su esfuerzo e inventiva sirven de motor y guía al resto, los países y las civilizaciones se estancan. La hiperdemocracia conduce a borrar las fronteras entre lo excelso y lo mediocre, entre lo auténtico y lo engañoso.
José María Carrascal (Autobiografía apócrifa de José Ortega y Gasset: Un retrato intelectual (Memorias y biografías nº 29) (Spanish Edition))
«La tristeza que causa un arrepentimiento saludable es propia del hombre obediente, afable, humilde, dulce, suave y paciente, porque deriva del amor de Dios. Sufre infatigable el dolor físico y la contrición del espíritu, gracias al vivo deseo que le anima de perfección. Es también alegre y en cierto modo se siente como robustecido por la esperanza de su aprovechamiento; conserva de continuo el hechizo y el encanto de la afabilidad y de la longanimidad, y posee en sí todos los frutos del Espíritu Santo... La tristeza diabólica es diametralmente opuesta. Es áspera, impaciente, dura, llena de amargor y disgusto, y le caracteriza también una especie de penosa desesperación. Cuando se apodera de un alma, la priva y aparta de cualquier trabajo y dolor saludable. Ello obedece a que es una pasión irracional, y no sólo impide y frustra por completo la eficacia de la oración, sino que malogra los frutos espirituales que dijimos causaba la tristeza santa o de Dios» (Juan Casiano, Inst. cenob. IX, 11).
Fernando Rivas Rebaque (Terapia de las enfermedades espirituales en los padres de la Iglesia (colección Betel) (Spanish Edition))
Desde la parte de Dios que hay en mí, Yo te bendigo mi casa querida, bendigo cada átomo de cal y arena que te componen, bendigo el techo con me amparas y a mis seres queridos a partir de este momento no cruzará por esta puerta nada que sea diferente a la armonía y perfección de Dios manifestada en Amor puro, no entraran personas ni comidas desagradables, pido humilde y reverentemente a los ángeles de la llama Rosa, a todos los ángeles de la llama azul del Arcángel Miguel que vengan, vengan, vengan y envuelvan ésta mi casa querida, cada puerta y ventana para que cualquier espíritu encarnado o desencarnado que rose con éste manto de protección sagrada, sienta latir en su corazón el amor de Dios y pierda cualquier deseo de dañar la propiedad ajena, invito a todos los seres celestiales a entrar y formar parte de esta casa. A partir de ahora solo entrará el bien, el éxito y la opulencia, Gracias amados Ángeles gracias Padre que así es”. Con esto das por hecho que has colocado un sello de protección
Sandra Castellanos (Ángeles : Tu dulce Compañía)
En las tertulias de antaño siempre había un erudito que lo sabía todo. Recordaba nombres, fechas y datos con absoluta precisión gracias a su privilegiada memoria alimentada por múltiples, diversas y a veces inútiles lecturas. Ante cualquier discusión se recurría a él en última estancia para que ejerciera de tribunal de casación. Hoy el prestigio de esta clase de sabios, ganado a pulso después de quemarse las pestañas leyendo montones de libros, ha desaparecido. La erudición ya no sirve de nada. Ahora en cualquier debate en que las partes se obstinan por tener razón, mientras la disputa se alarga y adquiere una elevada temperatura, tal vez el más tonto del grupo que ha permanecido callado picotea discretamente en el iPhone y cuando la discusión alcanza un encono sin salida, exhibe el veredicto inapelable que dicta la pantalla del móvil como si fuera el ojo de halcón. He aquí la verdad sacada con la punta de los dedos del légamo digital. El prestigio está en manos de cualquier garrulo que sepa manejar mejor y más rápidas las cinco yemas para extraer la razón del Google.
Manuel Vicent
Vivimos en una sociedad sombría. Lograr el éxito, ésta es la enseñanza que, gota a gota, cae de la corrupción a plomo sobre nosotros. Digamos, sin embargo, que eso que se llama éxito es algo bastante feo. Su falso parecido con el mérito engaña a los hombres. Para la muchedumbre, el triunfo tiene casi el mismo aspecto que la supremacía. El éxito, este artificio del talento, tiene una víctima a quien engañar: la historia. Juvenal y Tácito son los únicos que protestan. En nuestros días, ha entrado como sirviente en casa del éxito una filosofía casi oficial, que lleva la librea de su amo y le rinde homenaje en la antecámara. Hay que tener éxito: ésa es la teoría. La prosperidad supone capacidad. Ganen la lotería y ya serán capaces. El que triunfa es objeto de veneración. Todo consiste en nacer de pie. Tengan suerte, lo demás ya llegará; sean felices, y los considerarán grandes. Fuera de cinco o seis excepciones importantes, que constituyen la luz de un siglo, la admiración contemporánea no es más que miopía. Lo dorado es considerado oro. No importa ser un cualquiera, si se llega el primero. El vulgo es un viejo Narciso que se adora a sí mismo y que celebra todo lo vulgar. Esa facultad enorme, por la cual el hombre se convierte en Moisés, Esquilo, Dante, Migue Ángel o Napoleón, la multitud la concede por unanimidad y por aclamación a quien logra su objetivo, sea quien fuere. Que un notario se transforme en diputado; que un falso Corneille haga el Tiridate; que un eunuco llegue a poseer un harén; que un militar adocenado gane por casualidad la batalla decisiva de una época; que un boticario invente las suelas de cartón para el ejército del Sambre-et-Meuse y obtenga, con aquel cartón vendido como cuero, una renta de cuatrocientos mil francos; que un buhonero contraiga matrimonio con la usura, y tenga de ella por hijos siete y ocho millones, de los cuales él es el padre y ella, la madre; que un predicador llegue a obispo por la gracia de ser gangoso; que un intendente de buena casa, al dejar el servicio, sea tan rico que lo nombren ministro de Hacienda; no importa: los hombres llaman a eso Genio, tal como Belleza a la figura de Mousqueton, y Majestad al talante de Claudio, confundiendo así con las constelaciones del abismo las huellas estrelladas que dejan en el lodo blando las patas de los gansos.
Victor Hugo (Les Misérables)
Pondera sin cesar cuántos médicos murieron, después de haber tantas veces fruncido el ceño sobre sus enfermos; cuántos astrólogos que reputaban maravilla el predecir la muerte a otros; cuántos filósofos, después de miles de controversias sobre la muerte y la inmortalidad; cuántos príncipes, después de ocasionar la muerte a tantos hombres; cuántos tiranos que, a título de una pretendida inmortalidad, han abusado con pasmosa altivez de su poder sobre las vidas humanas. ¡Cuántas ciudades han muerto, por así decirlo, enteramente: Hélice, Pompeya, Herculano y otras sin número! Pasa revista, uno tras otro, a cuantos tú mismo has conocido. Éste, después de haber prestado sus postreros servicios a aquél, fue colocado él mismo en el lecho fúnebre por otro, y a éste tocó también su turno. ¡Y todo esto en cuán breve tiempo! En una palabra, considera siempre las cosas humanas como efímeras y ruines: lo que era ayer un poco de humor, será mañana momia o ceniza. Esta infinita brevedad del tiempo, vívela, pues, conformándote con la naturaleza y termina tu vida con agrado; al modo que la aceituna, llegada a sazón, cae bendiciendo a la tierra que la sostuvo y dando gracias al árbol que le dio savia.
Marcus Aurelius (Meditaciones (Meditations - Spanish Edition))
Conclusión A lo largo de estas páginas, hemos visto cómo se desarrollan los procesos perversos en algunos contextos, pero es evidente que nuestra lista no es exhaustiva y que estos fenómenos van más allá del mundo de la pareja, de la familia o de la empresa. Los volvemos a encontrar en todos los grupos en donde los individuos pueden establecer rivalidades, especialmente en las escuelas y en las universidades. La imaginación humana no tiene límites cuando pretende aniquilar la buena imagen que el otro tiene de sí mismo; sirve para enmascarar las propias debilidades y para colocarse en una posición de superioridad. La cuestión del poder atañe a toda la sociedad. En todas las épocas ha habido seres carentes de escrúpulos, calculadores y manipuladores, y para los que el fin justifica los medios. Sin embargo, la multiplicación actual de los actos de perversidad en las familias y en las empresas es un indicador del individualismo que domina en nuestra sociedad. En un sistema que funciona según la ley del más fuerte, o del más malicioso, los perversos son los amos. Cuando el éxito es el valor principal, la honradez parece una debilidad y la perversidad adopta un aire de picardía. Con el pretexto de la tolerancia, las sociedades occidentales renuncian poco a poco a sus propias prohibiciones. Pero, al aceptar demasiado, como lo hacen las víctimas de los perversos narcisistas, permiten que se desarrollen en su seno los funcionamientos perversos. Numerosos dirigentes o políticos, que ocupan no obstante una posición de modelo para la juventud, no muestran ninguna preocupación moral a la hora de liquidar a un rival o de mantenerse en el poder. Algunos de ellos abusan de sus prerrogativas y utilizan presiones psicológicas, y razones y secretos de Estado, para proteger su vida privada. Otros se enriquecen gracias a una delincuencia astuta hecha de abusos de bienes sociales, de estafas o de fraudes fiscales. La corrupción se ha convertido en una moneda corriente. Ahora bien, basta con que un grupo, una empresa o un gobierno cuenten con uno o con varios individuos perversos para que todo el sistema se vuelva perverso. Si esta perversión no se denuncia, se extiende subterráneamente mediante la intimidación, el miedo y la manipulación. Efectivamente, para atar psicológicamente a un individuo, basta con inducirlo a la mentira o a ciertos compromisos para convertirlo en cómplice del proceso perverso. Sin ir más lejos, ésta es la base del funcionamiento de la mafia o de los regímenes totalitarios. Tanto en las familias como en las empresas y los Estados, los perversos narcisistas se las arreglan para atribuir a los demás los desastres que provocan, se presentan luego como salvadores y se hacen así con el poder. En lo sucesivo, para mantenerse en él, les basta con no tener escrúpulos. La historia nos ha mostrado hombres que se niegan a reconocer sus propios errores, que no asumen sus responsabilidades, y que falsean las cosas y manipulan la realidad a fin de borrar las huellas de sus fechorías. Más allá del aspecto individual del acoso moral, se nos plantean dilemas más generales. ¿Cómo restablecer el respeto entre los individuos? ¿Qué límites debemos poner a nuestra tolerancia? Si los individuos no pueden detener por sí mismos estos procesos destructivos, la sociedad deberá intervenir y establecer una legislación. Recientemente, se ha presentado un proyecto de ley que proponía instituir un delito de novatada para reprimir cualquier acto degradante y humillante en el ámbito escolar y socioeducativo. Si no queremos que nuestras relaciones humanas acaben completamente reglamentadas por leyes, es esencial prevenir a los niños.
Marie-France Hirigoyen (El acoso moral: El maltrato psicológico en la vida cotidiana)
El squire Trelawney, el doctor Livesey y algunos otros caballeros me han indicado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, sin omitir detalle, aunque sin mencionar la posición de la isla, ya que todavía en ella quedan riquezas enterradas; y por ello tomo mi pluma en este año de gracia de 17... y mi memoria se remonta al tiempo en que mi padre regentaba la hostería «Almirante Benbow», y el viejo curtido navegante, con su rostro cruzado por un sablazo, busco cobijo bajo nuestro techo. Lo recuerdo como si fuera ayer, meciéndose como un navío llegó a la puerta de la posada, y tras él arrastraba, en una especie de angarillas, su cofre marino; era un viejo recio, macizo, alto, con el color de bronce viejo que los océanos dejan en la piel; su coleta embreada le caía sobre los hombros de una casaca que había sido azul; tenía las manos agrietadas y llenas de cicatrices, con uñas negras y rotas; y el sablazo que cruzaba su mejilla era como un costurón de siniestra blancura. Lo veo otra vez, mirando la ensenada y masticando un silbido; de pronto empezó a cantar aquella antigua canción marinera que después tan a menudo le escucharía: «Quince hombres en el cofre del muerto... ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Y una botella de ron!»
Robert Louis Stevenson
«El sufrimiento es una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez espiritual; pero es también una invitación de la Providencia a acercarse más al Crucificado, a comprenderlo, a compartir su misterio. »Sentíos cercanos a Dios en vuestras cruces y sabed ofrecerlas con Cristo a Dios Padre, a fin de que la auténtica aportación de vuestro sacrificio genere preciosos momentos de gracia para la humanidad y para la Iglesia. En la meditación de la pasión de Cristo encontraréis la fuerza para transformar el momentáneo peso de la enfermedad en una ofrenda santificante» (JUAN PABLO II, 16-II-1986). «Cristo no responde directamente ni en abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. El hombre percibe su respuesta salvífica a medida que él mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo. La respuesta es, en efecto, ante todo una llamada. Es una vocación. Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento, sino que ante todo dice: Sígueme, ven, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento. Por medio de mi cruz. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la Cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento» (Salvifici doloris).
Jesús Martínez García (Dios no abandona: El sentido cristiano del sufrimiento (Cristianos de hoy) (Spanish Edition))
La memoría es ficción. Seleccionamos lo más brillante y lo más oscuro, ignorando lo que nos avergüenza, y así bordamos el ancho tapiz de nuestra vida. Mediante la fotografía y la palabra escrita intento desesperadamente vencer la condición fugaz de mi existencia, atrapar los momentos antes de que desvanezcan, despejar la confusión de mi pasado. Cada instante desaparece en un spolo y al punto se convierte en pasado, la realidad es efimera y migratoria, pura añoranza. Con estas fotografías y estas páginas mantengo vivos los recuerdos; ellas son mi asidero a una verdad fugitiva, pero verdad de todos modo, ellas prueban que estos eventos sucedieron y estos personajes pasaron por mi destino. Gracias a ellas puedo resucitar a mi madre, muerta cuando yo nací, a mis aguerridas abuelas y mi sabio abuelo chino, a mi pobre padre y a otros eslabones de la larga cadena de mi familia, todos de sangre mezclada y ardiente. Escribo para dilucidar los secretos antiguos de mi infancia, definir mi identidad, crear mi propia leyenda. Al final lo único que tenemos a plenitud es la memoria que hemos tejido. Cada uno escoge el tono para contar su propia historia, quisiera optar por la claridad durable de ina impresión en platino, pero nada en mi destino posee esa luminosa cualidad. Vivo entre difusos matices, velados misterios, incertidumbres; el tono para contar mi vida se ajusta más al de un retrato en sepia ...
Isabel Allende (Portrait in Sepia)
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
 Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
 Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo,
me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto,
no solamente mi cuerpo, sino mi alma. 
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. 
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar. 
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombre. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento,” “perdóname”, “por favor,” “gracias” y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.
Gabriel García Márquez
»Tú eres la meridiana refulgente de caridad aquí, y allá en el suelo de esperanza mortal la viva fuente. »Señora, es tan valioso tu consuelo, que quien pide merced, si a ti no corre, es cual volar sin alas, vano anhelo. »No sólo tu bondad pía socorre a quien demanda; a veces generosa, al que no pide con amor acorre. »En ti misericordia y luz piadosa; en ti magnificencia; en ti se aduna cuanto hay en la criatura bondadosa. »Ora este ser, que de ínfima laguna la vida espiritual ha recorrido, por sus gradas subiendo, una por una, »ruega le sea en gracia concedido poder mirar con ojo levantado a la final salud, fortalecido. »Y yo, que en contemplarte me he abrasado, pido por él, con voto más ferviente, que no en vano su gracia haya implorado; »y disipes las nubes de la mente de su mortalidad, y esplendorosa pueda ver la ventura claramente. »También te ruego, ¡reina poderosa!, quieras que guarde sus afectos sanos, después de una visión tan portentosa. »¡Y le guardes de caer cual los humanos! Mira a Beatriz, con todos los electos, que a par de mí suplican con las manos.» Y los ojos que a Dios son tan dilectos, fijos en el que oraba, demostraron que acogía, en sus preces, sus afectos; y hacia la eterna luz se enderezaron; que ojos mortales, según creen y creo, nunca tan claramente penetraron. Y yo, que el fin de mis anhelos veo tan próximo de mí, como debía, apago en mí las llamas del deseo. Bernardo me apuntaba y sonreía porque mirase arriba, pero ya era yo por mí mismo, lo que en mí quería; pues mi vista, más fija y más sincera, más y más se extendía penetrante en la alta luz eterna y verdadera.
Dante Alighieri (La Divina Comedia : el infierno, el purgatorio y el paraíso)
Lo había conocido años atrás cuando asistió a una de mis cruzadas, donde lloró arrepentido y oró pidiendo ser salvo. Aquella noche salió de la sala de oración con verdadero gozo en su corazón. Pero ahora se veía completamente desolado; nunca en mi vida había visto un rostro joven tan triste. Me dijo: —Señor Wilkerson, no sé hacia dónde encaminarme. No tengo gozo, y Dios parece estar muy lejos. Me siento tentado, y temo que voy a caer en el pecado y perder mi contacto con Dios. ¡No siento nada más que temor y temblor! Le puse la mano en el hombro y le dije: — Hijo, esta es tu hora de prueba. Dios te está probando para ver qué hay en tu corazón. ¿Estás dispuesto a arrepentirte, aceptar su perdón y seguir acercándote a la Luz? Dios no te ha abandonado. De repente empezaron a correrle lágrimas por las mejillas: — ¿Quiere decir que en realidad Dios no está enojado conmigo? — No — respondí. — Y este desasosiego y desesperanza que tengo, ¿será resultado de algún hábito terrible en mi vida? — me preguntó. Le dije que eso sólo él podía contestarlo. — Pues no, no lo creo — replicó él. Entonces, de pronto, comenzó a ver la luz: ¡después de todo no era culpa de Dios! Era su descuido de la oración y del hambre por la Palabra, durante su temporada de sufrimiento, lo que le había hecho temer y tropezar. En ese momento el Espíritu del Señor comenzó a dispensarle esperanza; levantó sus manos y alabó al Señor: “Ayúdame a salir de esto, Señor. ¡Restaura mi fe!” Cuando me despedí de él, le estaba dando gracias a Dios por hacerlo retornar a un compromiso sólido. El Espíritu Santo estaba comenzando a resplandecer de nuevo en él.
David Wilkerson (Tenemos hambre de Cristo: Experimentando su presciencia en tiempos difíciles)
Pero, incluso desde el punto de vista de las cosas más insignificantes de la vida, no somos un todo materialmente construido, idéntico para todo el mundo y sobre el que cada cual pueda informarse como sobre un pliego de condiciones o sobre un testamento; nuestra personalidad social es una creación del pensamiento de los demás. Incluso el acto tan sencillo que denominamos «ver a una persona conocida» es en parte un acto intelectual. Colmamos la apariencia física de la persona que vemos con todas las ideas que tenemos sobre ella y, en el aspecto total que nos imaginamos, dichas ideas ocupan, desde luego, la mayor parte. Acaban hinchando tan perfectamente las mejillas, siguiendo en una adherencia tan exacta la línea de la nariz, matizando la sonoridad de la voz como si no fuera ésta sino una funda transparente, que, siempre que vemos ese rostro y oímos esa voz, recobramos, escuchamos, dichas ideas. Seguramente, en el Swann que habían concebido, mis padres habían omitido, por ignorancia, infinidad de peculiaridades de su vida mundana gracias a las cuales otras personas, cuando estaban delante de él, veían las elegancias reinar en su rostro y detenerse en su aguileña nariz como en su frontera natural, pero también habían podido acumular en ese rostro desprovisto de su prestigio, vacío y espacioso, en el fondo de sus desdeñados ojos, el vago y grato residuo —recuerdo a medias y a medias olvido— de las horas ociosas pasadas juntos, después de nuestras cenas semanales, en torno a la mesa de juegos o en el jardín, durante nuestra vida de buena vecindad campestre. La apariencia corporal de nuestro amigo había quedado tan colmada con
Marcel Proust (Por la parte de Swann (En busca del tiempo perdido, #1))
—Por cierto, durante mi época de cheerleader conocí a muchos hombres bellos interesados en mí, pero a la gran mayoría le habían sustituido el cerebro por un maní, nada más atractivo que un hombre con más seguridad e inteligencia que músculos, aunque en muy pocos casos hay excepciones. Gracias a Dios lo comprendí a tiempo - dijo poniendo los ojos en blanco, recordando de lo que se había salvado y la sabia elección que había hecho—, terminé casada con el ratón de laboratorio de la universidad y puedo decir que han sido los mejores quince años de mi vida. —Eso es imposible Vivian —señaló con incredulidad, mientras observaba como ella le quitaba las mancuernillas y las colocaba sobre el escritorio—. Puede que hayas aprendido a convivir con tu esposo, pero decir que han sido los más felices… ¿acaso no hay discusiones? —Las hay, claro y algunas veces muy a menudo, ya sea porque no nos ponemos de acuerdo sobre quién va a llevar a los niños al colegio, o a quién le toca comprar el pan. Samuel se quejó al sentir el frío apoderársele de la mano, cuando Vivian se la metió en el hielo,pero inmediatamente se hizo el fuerte y ella siguió hablando. —Sin embargo, son más los buenos momentos, no todo en la vida es bueno o malo, sino una mezcla de ambos y es mejor tener con quien discutir, alguien que escuche nuestras quejas,nuestras victorias y derrotas, compartir con alguien los momentos felices y llorar con alguien nuestras penas —le decía con toda sinceridad mirándolo a los ojos—. Siempre, siempre es mejor compartir la carga, para que haya un equilibrio, tienen que haber dos partes. Sino todo el peso nos caería encima y terminaría aplastándonos.
Lily Perozo (Dulces mentiras, amargas verdades: Decisiones)
— Mira, Sancho —dijo don Quijote—, mucha diferencia hay de las obras que se hacen por amor a las que se hacen por agradecimiento. Bien puede ser que un caballero sea desamorado, pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradecido. Quísome bien, al parecer, Altisidora; diome los tres tocadores que sabes, lloró en mi partida, maldíjome, vituperóme, quejóse, a despecho de la vergüenza, públicamente: señales todas de que me adoraba, que las iras de los amantes suelen parar en maldiciones. Yo no tuve esperanzas que darle, ni tesoros que ofrecerle, porque las mías las tengo entregadas a Dulcinea, y los tesoros de los caballeros andantes son, como los de los duendes, aparentes y falsos, y sólo puedo darle estos acuerdos que della tengo, sin perjuicio, pero, de los que tengo de Dulcinea, a quien tú agravias con la remisión que tienes en azotarte y en castigar esas carnes, que vea yo comidas de lobos, que quieren guardarse antes para los gusanos que para el remedio de aquella pobre señora. — Señor —respondió Sancho—, si va a decir la verdad, yo no me puedo persuadir que los azotes de mis posaderas tengan que ver con los desencantos de los encantados, que es como si dijésemos: "Si os duele la cabeza, untaos las rodillas". A lo menos, yo osaré jurar que en cuantas historias vuesa merced ha leído que tratan de la andante caballería no ha visto algún desencantado por azotes; pero, por sí o por no, yo me los daré, cuando tenga gana y el tiempo me dé comodidad para castigarme. — Dios lo haga —respondió don Quijote—, y los cielos te den gracia para que caigas en la cuenta y en la obligación que te corre de ayudar a mi señora, que lo es tuya, pues tú eres mío.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
Leonardo era un maestro de los gestos, pero también sabía hacerlos enigmáticos, de modo que el espectador participara en la obra. ¿Baja la mano como diciendo: «Lo sabía»? ¿Señala con el pulgar a Judas? Ahora detengámonos en Mateo. Con las palmas de las manos vueltas hacia arriba, ¿apunta a Jesús o a Judas? El espectador no tiene por qué avergonzarse por su confusión; a su manera, Mateo y Tadeo también lo están sobre lo que acaba de ocurrir, intentan aclararse y acuden a Simón el Zelote en busca de respuesta. Jesús tiende la mano derecha hacia un vaso de vidrio lleno una tercera parte de vino tinto. En un detalle deslumbrante, se le ve el meñique a través del vaso, más allá del cual hay un plato y un pedazo de pan. La mano izquierda de Jesús, con la palma hacia arriba, se alarga hacia otro pedazo de pan, al que contempla bajando la mirada. La perspectiva y la composición de la pintura, en especial vista desde la puerta que los monjes usaban para acceder al refectorio, guían la mirada del espectador en la misma dirección que los ojos de Jesús, descendiendo por su brazo izquierdo hasta el pedazo de pan. Ese gesto y esa mirada crean el segundo momento destacado en el relato pictórico: el de la institución de la eucaristía. En el Evangelio según san Mateo, esta ocurre en el momento posterior al anuncio de la traición: «Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo”. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: “Bebed de ella todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados”». Este pasaje del relato parte de Jesús para abarcar tanto la reacción a su revelación de que Judas lo traicionaría como la institución del santísimo sacramento.[11]
Walter Isaacson (Leonardo da Vinci: La biografía (Spanish Edition))
La psicología occidental considera que la mente es lo que se conoce como la función intelectual de la psique. La mente es la «mentalidad» de un individuo. En la esfera filosófica es todavía posible tropezarse con una mente universal impersonal que parece constituir un residuo del «alma» humana original. Esta imagen de nuestra concepción occidental puede parecer algo drástica, pero a mi modo de ver no se alejaría en demasía de la verdad. Sea de ello lo que fuere, algo muy similar sale a nuestro encuentro cuando observamos la mentalidad oriental. En Oriente la mente es un principio cósmico, la esencia del ser en cuanto tal, mientras que en Occidente hemos llegado a la conclusión de que la mente es la condición indispensable del conocimiento y, por ende, del mundo como representación. En Oriente no existe ningún conflicto entre la ciencia y la religión, ya que no existe una ciencia basada en la pasión por los hechos, y tampoco una religión que repose exclusivamente en la fe; lo que observamos es un conocimiento religioso y una religión gnóstica1. Entre nosotros el hombre es infinitamente pequeño, y la gracia de Dios lo significa absolutamente todo. En Oriente, en cambio, el hombre es Dios, así como el artífice de su propia redención. Los dioses del budismo tibetano son proyecciones creadas por la mente y forman parte de la esfera de la separación ilusoria, pero, pese a ello, disfrutan de existencia. En cambio, en lo que a nosotros concierne, una ilusión no es más que una ilusión y, por ende, nada en absoluto. Por paradójico que sea afirmarlo, lo cierto es que entre nosotros las ideas carecen en último término de realidad; hacemos uso de ellas como si no existieran. Aunque entra dentro de lo posible que la idea sea correcta, suponemos que, si existe, lo hace tan solo en virtud de los hechos por ella formulados. Con la ayuda de estas multicolores creaciones de la fantasía, ideas que carecen de existencia real, somos capaces de crear cosas sumamente destructivas, como, por ejemplo, la bomba atómica. Pero si alguien barajara en serio la hipótesis de que las ideas son reales, le retiraríamos de inmediato nuestro crédito.
C.G. Jung (Psicología de la religión oriental (Pliegos de Oriente) (Spanish Edition))
—No niegas que hay una causalidad… —dijo Morgan que estaba decidida a no enfadarse con él. Pero deseaba de todo corazón que se marchara. Julius se sentó en uno de los sillones, quitó un cojín y se puso cómodo. —Causalidad, en efecto. Si es que te refieres a algo como la ley de Grimm o la de Verner. Pero estas son simples observaciones de las regularidades superficiales y son en definitiva extremadamente aburridas. El lenguaje es un lío bastante útil con capacidad para maniobrar. Y no niego que estas maniobras podamos observarlas. Pero no son más que lo que son. Nada hay tras ellas. Imaginar que las hay, es infantilismo corriente del metafísico aplicado a esos temas que los disfrazan sin ninguna gracia de ciencia. —Parece que no te interesan los hechos —dijo Morgan—. La lingüística no es un sistema a priori, sino una extensión natural de la filología. Se deriva de los estudios empíricos de esas «maniobras» de las que hablaste tan a la ligera. ¿Por qué va a ser el lenguaje una montaña de accidentes? Nada más lo es en el mundo. Cualquier teoría trata de explicar, o por lo menos de desplegar, la multiplicidad basándose en la pauta profunda. Desde luego, las teorías lingüísticas son hipótesis, pero hipótesis en el sentido científico. —Dudo de que tus compañeros en la teoría estén de acuerdo —dijo Julius—. Sospecho que se figuran ser filósofos o matemáticos o algo así y que por ser el pensamiento humano principalmente verbal, han sondeado sus misterios y han inventado lo que imaginan ser una lengua ur. Lo cierto es que si abre uno sus libros tan aburridos se encuentra con que ni siquiera saben escribir la lengua que ellos hablan corrientemente. —Nadie niega que la filología comparada está en su infancia… —¡La «glosemática»! Desde luego, tenía que haber un nombre pseudocientífico. Supongo que la fonética se refiere a algo. La semántica empieza a perder contacto con la realidad. ¡Pero hemos de partir de la glosemática! ¡Qué vanidad la de los seres humanos! En todas sus decenas de miles de años esforzándose miserablemente, el único auténtico descubrimiento que han hecho son las matemáticas, y ese descubrimiento, incidentalmente, acabará con todos ellos muy pronto. Y ahonden en lo que sea, pretenden encontrar las matemáticas en el fondo de un agujero. Los pobres griegos eran típicos. ¡Y tú, la verdad es que me haces reír, con la formación intelectual de una maestra de sexto curso o de un crítico literario, te das importancia porque crees que estás manipulando un álgebra del lenguaje!
Iris Murdoch (A Fairly Honourable Defeat)
La tradición del islam místico comparte esta misma convicción. Me gustaría relatarle algo tomado de la leyenda dorada de los santos musulmanes. Un día, Suturá, una buena mujer, fue a visitar a Tierno Bokar, el sabio de Bandiagara: esta aldea de Mali está situada en la meseta del mismo nombre, rodeada de altos acantilados al pie de los cuales viven los dogon, pueblo famoso por su arte austero, su compleja cosmogonía y su hondo sentido de la trascendencia. «Tierno –le dijo Suturá–, estoy muy irritable. Me molesta hasta lo más insignificante. Querría recibir de ti una bendición o una oración que me haga dulce, amable y paciente». No había acabado de hablar cuando su hijo, un niño de tres años que estaba esperándola en el patio, agarró una tabla y le dio un golpe en la espalda. Ella miró al niño, sonrió y, atrayéndolo hacia ella, dijo dándole un cachete cariñoso: «¡Qué niño más malo! Mira cómo trata a su madre…». «Si tan irritable estás, ¿por qué no te enfadas con tu hijo?», le preguntó Tierno Bokar. «Si no es más que un niño –contestó Suturá–. No sabe lo que hace. Con un niño de esta edad no hay quien se enfade». «Vete a casa, querida Suturá –le dijo Tierno– y, cuando alguien te irrite, acuérdate de la tabla y piensa: “Tenga los años que tenga, esta persona está actuando como un niño de tres años”. Sé indulgente: puedes hacerlo, ya que acabas de serlo con tu hijo cuando te ha dado ese golpe. Obra así y no volverás a enfadarte. Vivirás feliz y te sentirás mejor. Las bendiciones que desciendan sobre ti serán mucho mayores que las que puedas recibir de mí: serán las bendiciones de Dios y del propio Profeta. Quien soporta y perdona una ofensa –continuó– se parece a una de esas grandes ceibas que ensucian los buitres al posarse en sus ramas. El aspecto repugnante del árbol solo dura una parte del año. Todos los inviernos Dios envía unos cuantos chaparrones que lo limpian de la copa a las raíces y lo revisten de un nuevo follaje. Procura prodigar el amor que sientes por tu hijo a todas las criaturas de Dios. Porque Dios quiere a sus criaturas como un padre a sus hijos. Entonces llegarás a lo más alto de la escala, allí donde, gracias al amor y la caridad, el alma solo ve y valora la ofensa para perdonarla mejor». Las palabras de Tierno supusieron tanto para Suturá que, a partir de ese día, consideró hijos suyos a todos los que la ofendían y no les respondió más que con dulzura, amor y una paciencia silenciosa y sonriente. Tanto cambió que, al final de su vida, la gente decía: «Paciente como Suturá». Nunca más hubo nada capaz de enfadarla. Cuando murió, se la consideraba prácticamente una santa.
Robert Sarah (La fuerza del silencio)
DOCTEUR JOUVE AND MÍSTER MAC TITULAR Aquí está el extraño caso que conmocionó al país, los crímenes más terribles de Mister Mac en París. NOTICIA El docteur Jouve nació en el corazón de Europa, cosa que se traslucía en sus modos y en su ropa. De niño fue algo precoz, si bien su primera cita no fue una cuestión de amor sino, más bien, erudita. Por la mañana se tomaba un tostón de Thomas Mann, un vaso de Joyce de frutas y un milhojas de Renan. Llamó a su perro Lacan, llamó a su gato Goethe, el benjamín era Walter y su esposa La Feyette. Tenía un chale en la Pleyáde una casa en la Montaigne y un Nietzsche en el cementerio con un busto de Verlaine. Cuando estaba en la Camus su esposa era Simenon porque le cogía un Sófocles si él quería un Fenelón. Como estaba Debussy, ella se sentía sola, por eso empezó un diario y al final se sentió Zola. Los años van Maupassant, se va quedando Calvino, se siente un poco Stravinski, y muy poco cervantino. Pero el docteur Jouve esconde un secreto terrorífico tras las botellas de Evian que inundan su frigorífico. Tiene oculta entre el burdeos, en gruyère y el gorgonzola, una pócima secreta que se llama coca cola. Cada vez que se la bebe se le altera el mecanismo y se transforma en un monstruo de contumaz consumismo. Se arranca entre convulsiones la americana pana, los pantalones a cuadros y la bufanda de lana. Luego se pone sus levis, sus adidas y su custo y sale con ganas de consumir con sumo gasto. De este modo transformando docteur Jouve en míster Mac se va directo de compras sin pasar por el FNAC. De golpe adora a los USA compras nikis de la NASA le pone Pamela Anderson y su cultura de masas. Después de haberse comprado un doble de Britney Spears, va a depilarse la espalda pues no es un lobo en París. Tiene una serie de Friends que invita siempre a su House para mirar la MTV y en los highlights pone pause. Por la mañana volvía a ser el gran europeo que viste ropa de Sartre y es -gracias a Dios- ateo. Era tan grande su Ovidio que desde una estantería <<¡Qué vedo!>>, exclamaba Góngora y <<¡Te Virgilio!>>, Marías. Pero una noche quemó su nutrida biblioteca, y no se salvó del fuego ni el penúltimo planeta. Otra noche mató a un hombre que parecía Balzac y luego entró en un McDonalds y se pidió un big mac. Por estar leyendo un libro de un tal Jünger Habermás dicen que a un colega suyo nadie lo volvió a-ver-más. Con su Northface y sus RayBan y su jerga angloparlante Míster Mac se llevó a muchos al infierno por peDantes. CIERRE No hace falta que escojáis entre Pamela y Balzac que todos somos a ratos docteur Jouve y míster Mac.
Dino Lanti (Cuentos cruentos (Spanish Edition))
El conflicto no tiene solución sino cuando Pío XI -este gran papa tan inflexible como conciliador según era menester- se avino a convenir con Mussolini, en 1929, los Acuerdos de Letrán, por los cuales, a cambio de la soberanía pontificia sobre un territorio minúsculo (44 hectáreas tiene en números redondos el Estado de la Ciudad del Vaticano) reconoce la Santa Sede la existencia del Reino de Italia con el territorio que le compete y con Roma como capital. (p. 15) Lo que no depende de la poca o mucha virtud del conquistador, sino de la naturaleza de lo conquistado. (p. 7) … Porque el vulgo se deja llevar siempre del éxito y de las apariencias, y en el mundo no hay sino vulgo (nel mondo non è se non vulgo). (p. 37) .. el dicho de Renan: Después de Atenas, ninguna ciudad ha contribuido tanto como Florencia en la promoción del espíritu humano. (p. 9) Con lo cual queda despachada la cuestión del fin y los medios, los cuales, si son malos, no pueden jamás ponerse por obra, así sea en la consecución del más santo de los fines. (p. 47) Nicolás Maquiavelo fue un escritor extraordinariamente fecundo, y en todos los muchos y variados géneros que cultivó -con la sola excepción de sus poesías, decididamente mediocres-, de suprema excelencia. (p. 11) Sin embargo, el que menos ha confiado en el azar es siempre el que más tiempo se ha conservado en su conquista. También facilita enormemente las cosas el que un príncipe, al no poseer otros Estados, se vea obligado a establecerse en el que ha adquirido. Pero quiero referirme a aquellos que no se convirtieron en príncipes por el azar, sino por sus virtudes. Y digo entonces que, entre ellos, los más ilustres han sido Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y otros no menos grandes. Y aunque Moisés sólo fue un simple agente de la voluntad de Dios, merece, sin embargo, nuestra admiración, siquiera sea por la gracia que lo hacía digno de hablar con Dios. Pero también son admirables Ciro, y todos los demás que han adquirido o fundado reinos; y si juzgamos sus hechos y su gobierno, hallaremos que no deslucen ante los de Moisés, que tuvo tan gran preceptor. Y si nos detenemos a estudiar su vida y sus obras, descubriremos que no deben a la fortuna sino el haberles proporcionado la ocasión propicia, que fue el material al que ellos dieron la forma conveniente. Verdad es que, sin esa ocasión, sus méritos de nada hubieran valido; pero también es cierto que, sin sus méritos, era inútil que la ocasión se presentará. (pp. 9-10) Pero volvamos a nuestro asunto. Cualquiera que meditase este discurso hallaría que la causa de la ruina de los emperadores citados ha sido el odio o el desprecio, y descubriría a qué se debe que, mientras parte de ellos procedieron de un modo y parte de otro, en ambos hubo dichosos y desgraciados. (p. 36) porque el que vence no quiere amigos sospechosos y que no lo ayuden en la adversidad, y el que pierde no puede ofrecer ayuda a quien no quiso empuñar las armas y arriesgarse en su favor. (p. 40)
Niccolò Machiavelli (The Prince)
latinos conservados. El verdadero éxito de la palabra llegó cuando la rescataron varios humanistas a partir de 1496 y cuando más tarde se extendió por todas las lenguas romances. Durante siglos, ha seguido viva y su uso se ha extrapolado a otros ámbitos. Ya no se aplica solo a la literatura; ni siquiera solo a la creación; para mucha gente, un clásico no es más que vocabulario futbolístico. Es cierto que hablar de «clásicos» implica utilizar una terminología de origen clasista, como su propio nombre indica. El concepto nos llega desde una época que lanzaba una mirada jerárquica sobre el mundo, imbuida por arrogantes nociones de privilegio, como casi todas las épocas, por otra parte. Sin embargo, hay algo conmovedor en el hecho de considerar las palabras una forma —aunque sea metafórica— de riqueza, frente a la siempre avasalladora soberanía de la propiedad inmobiliaria y del dinero. De la misma manera que las estirpes de los ricos, los clásicos no son libros aislados, sino mapas y constelaciones. Italo Calvino escribió que un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lea aquel reconoce enseguida su lugar en la genealogía. Gracias a ellos descubrimos orígenes, relaciones, dependencias. Se esconden unos en los pliegues de otros: Homero forma parte de la genética de Joyce y Eugenides; el mito platónico de la caverna regresa en Alicia en el País de las Maravillas y Matrix; el doctor Frankenstein de Mary Shelley fue imaginado como un moderno Prometeo; el viejo Edipo se reencarna en el desgraciado rey Lear; el cuento de Eros y Psique, en La Bella y la Bestia; Heráclito en Borges; Safo en Leopardi; Gilgamesh en Supermán; Luciano en Cervantes y en La guerra de las galaxias; Séneca en Montaigne; las Metamorfosis de Ovidio en el Orlando, de Virginia Woolf; Lucrecio en Giordano Bruno y Marx; y Heródoto en La ciudad de cristal, de Paul Auster. Píndaro canta: «Sueño de una sombra es el ser humano». Shakespeare lo reformula: «Somos de la misma materia de la que están hechos los sueños, y nuestra breve vida está circundada por el sueño». Calderón escribe La vida es sueño. Schopenhauer entra en el diálogo: «La vida y los sueños son páginas del mismo libro». El hilo de las palabras y las metáforas atraviesa el tiempo, ovillando las épocas. El problema, para algunos, es la llegada a los clásicos. Incrustados en los programas escolares y universitarios, se han convertido en lecturas obligatorias. Corremos el riesgo de percibirlos como imposiciones que nos ahuyentan. En La desaparición de la literatura, Mark Twain proponía una definición irónica: «Clásico es un libro que todo el mundo quiere haber leído pero nadie quiere leer». Pierre Bayard toma prestada esa veta de humor para su ensayo Cómo hablar de los libros que no se han leído. Allí analiza los resortes que nos impulsan a la hipocresía lectora. Por el miedo infantil a defraudar, para no quedar excluidos de una conversación, jugando de farol en un examen, decimos que sí, casi sin
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
De ahí aquella burla graciosa de cierto bufón. Promete en el teatro revelar en juegos sucesivos el pensamiento y querer de todos. El día convenido, una apiñada multitud, en medio de profundo silencio, contenido el aliento y con ansiedad expectante, oye clamar desde las tablas al mimo gracioso: “Vosotros queréis comprar barato y vender caro”. En esta sentencia del liviano bufón encontraron sus conciencias os espectadores y se manifestó la verdad a sus ojos; sin embargo, sorprendidos por la imprevista salida, todos con entusiasmo aplaudieron. ¿Por qué aquella gran expectación ante la promesa de adivinar los deseos de todos, sino porque es para el hombre secreto recóndito la voluntad de los otros mortales? ¿Acaso ignoraba esto el histrión? ¿Lo desconoce por ventura alguien? ¿Y cuál es la razón, sino porque es dable, sin inconveniente, conjeturar ciertos quereres ajenos, apoyados en nuestra propia experiencia, gracias a la mancomunidad (le instintos o de naturaleza? Pero una cosa es ver la voluntad propia, y otra, aun siendo la conjetura fundada, averiguar conjeturalmente la del prójimo. En las realidades humanas, tan cierto estoy de la fundación de Roma como de la fundación de Constantinopla; Roma la he visto con mis ojos, mientras Constantinopla sólo la conozco por testimonio ajeno. Nuestro bufón, ya se haya visto a sí mismo, ya sea por experiencia adquirida de los hombres, creyó que el deseo de comprar a vil precio y vender caro era a todos común. Pero, siendo en realidad un vicio, puede uno adquirir en este punto la justicia o incurrir en otro extremo vicioso, contrario al anterior, de suerte que le resista y supere. Sé de un hombre que, al serle ofrecido un códice en venta, el propietario, ignorante del precio, le pidió una suma irrisoria; no obstante, el comprador pagó un precio justo, bastante más elevado. ¿Qué decir del mortal sumido en tan profunda insipiencia que vende la heredad de sus padres a precio vil para comprar a precio alzado lo que ha de consumir la libido? Este exceso, a mi ver, nada tiene de increíble. Si los buscamos, no faltarán ejemplos, y aun sin buscarlos es posible se encuentren viciosos mucho más corrompidos que los libertinos fingidos del teatro, que, condenando la declamación o representación escénicas, compran a precio de oro sus estupros y venden sus campos por una nonada. Pródigos he también conocido que compraron más caro de lo usual el trigo para venderlo luego más barato a sus conciudadanos. Aquel dicho del viejo poeta Ennio: “Todos los mortales desean ser alabados”, se basa en la experiencia personal del autor; en los demás lo conjetura, y así parece expresar el deseo de todos los hombres. Si el bululú de marras hubiera dicho: “Todos amáis la alabanza y nadie el vituperio”, parecería expresar el querer de todos los hombres. Pero hay quienes odian los vicios, están descontentos de sí mismos, no aman la lisonja y dan incluso las gracias cuando, con benévola urbanidad, se les reprende, si es la enmienda el fin de la corrección. Si el gracioso actor cómico hubiese dicho: “Todos amáis la felicidad y nadie ansía ser desgraciado”, habría proclamado esta vez una verdad que nadie deja de reconocer en el fondo de su querer, porque, cualquiera que sea su voluntad secreta, no puede declinar de este anhelo, conocido de todos los hombres.
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