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Pasados estos días, Cnemo, Brásidas y los otros jefes peloponesios581, queriendo provocar la batalla enseguida, antes de que pudiera llegar alguna ayuda de Atenas, convocaron primero a los soldados, y al ver que muchos de ellos, debido a la derrota anterior, estaban asustados y faltos de ánimo, les dieron alientos y les hablaron de este modo: Arenga de los jefes peloponesios «La pasada batalla naval, peloponesios, [87] si es que a causa de ella alguno de vosotros tiene miedo a la que va a venir, no ofrece ningún motivo fundado que justifique el temor. Porque, como sabéis, estuvo falta de preparativos, [2] y nos habíamos hecho a la mar no tanto para una batalla naval como para una expedición por tierra582; y ocurrió, además, que muchas circunstancias dependientes de la suerte nos fueron contrarias, y en cierto modo la inexperiencia también contribuyó al fracaso, dado que era la primera [3] batalla naval que librábamos. De modo que no fue por nuestra cobardía que sobrevino la derrota, y no es justo que un espíritu que no ha sido vencido por la fuerza, sino que mantiene dentro de sí una capacidad de respuesta, se deje debilitar por lo que ha sido resultado del azar; hay que pensar que los hombres pueden sufrir fracasos por obra de la suerte, pero que en su espíritu estos mismos hombres pueden mantenerse siempre valerosos como es debido, y que, si el valor existe, no puede haber razón para mostrarse cobardes en ningún caso alegando inexperiencia. [4] Además, en vuestro caso, la inferioridad en que os deja la inexperiencia no pesa tanto como la superioridad que alcanzáis gracias a vuestra audacia; en el caso del enemigo, en cambio, la ciencia, causa principal de vuestro temor, si va acompañada del valor, también tendrá memoria en medio del peligro para poner en práctica lo que aprendió, pero sin coraje ninguna técnica vale frente a los peligros, porque el miedo turba la memoria y la técnica sin [5] bravura no sirve de nada. Colocad, pues, la superioridad de vuestra audacia frente a la de su experiencia, y frente al temor debido a vuestra derrota, el hecho de que entonces [6] no estabais preparados583. Juegan a nuestro favor el mayor número de naves y la circunstancia de que la batalla tenga lugar junto a una tierra amiga y en presencia de nuestros hoplitas; y por lo general la victoria es de los [7] que son más numerosos y están mejor preparados. De modo que no encontramos ni un solo motivo para pensar razonablemente en el fracaso; y los errores que antes cometimos, ahora estos mismos errores actúan a nuestro favor y nos servirán de lección. Ánimo, pues, y que cada [8] uno, piloto o marinero, cumpla con su deber, sin abandonar el puesto que le haya sido asignado. Por nuestra [9] parte, nosotros no prepararemos el ataque peor que los comandantes de antes584, y no daremos a nadie pretexto para mostrarse cobarde585; pero, si alguno se empeña en serlo, será castigado con la pena merecida, en tanto que los valientes serán honrados con las recompensas al valor que convengan.»
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