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Luego se pusieron a contar las diferentes maneras de escribir que hay, decían que algunos autores tienen elaborado un plan completo de la historia antes de empezar a escribir, mientras otros sólo tienen en la cabeza una frase, un principio o un final. Explicaron que era importante que el autor viera en su mente a los personajes de sus historias, que viera cómo iban vestidos, de qué color tenían el pelo y muchos otros detalles curiosos. Dijeron que era importante tener en cuenta que todo el mundo habla diferente y que cada personaje de un libro tiene su manera particular de expresarse. Añadieron que también era importante ser preciso cuando se escribe y que tuviera cuidado con los adjetivos. Por ejemplo opinaron que si yo escribía que «la flor tenía un aspecto fantástico» no estaba diciendo nada sobre la flor. Sería mucho mejor que describiera la flor, para que el lector descubriera por sí mismo lo fantástica que era la flor. Y así siguieron hasta que me hube comido cinco bollos, bebido dos botellas de refresco y dicho «sí» cinco veces, «¡Ah!» quince y «exactamente» siete.
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