“
A Carlos, como a su padre, y como a todo buen Borbón, lo que le gustaba era cazar (no en vano se le conocía con el sobrenombre de Carlos «el Cazador») o si acaso asistir a una o dos misas diarias. Cuando llovía, al parecer se dedicaba a oficios más manuales, como la relojería, algo de lo más insólito en un monarca, y también se dedicaba en sus momentos más creativos a martirizar los oídos de sus cortesanos con la práctica de un violín Stradivarius. A Goya le tocó ejercer de crítico en algunos de sus conciertos privados, aunque afortunadamente era sordo y se limitaba a asentir con la cabeza mientras el rey torturaba su instrumento.
”
”