El Nido Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to El Nido. Here they are! All 30 of them:

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Si pudiera impedir que un corazón se rompa no habré vivido en vano. Si pudiera calmar el dolor de una vida, o hacer más llevadera una tristeza. o ayudar a algún débil petirrojo a que vuelva a su nido, no habré vivido en vano.
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Emily Dickinson (MorĂ­ por la belleza)
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Finalmente, te quedas atrapado en tu precioso nido y los objetos que poseĂ­as ahora te poseen a ti.
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Chuck Palahniuk (El club de la lucha)
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SEGISMUNDO: ¡Ay mísero de mí, y ay infelice! Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo. Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido. Sólo quisiera saber para apurar mis desvelos -dejando a una parte, cielos, el delito del nacer-, ¿qué más os pude ofender, para castigarme más? ¿No nacieron los demás? Pues si los demás nacieron, ¿qué privilegios tuvieron que no yo gocé jamás? Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma, o ramillete con alas, cuando las etéreas salas corta con velocidad, negándose a la piedad del nido que dejan en calma; ¿y teniendo yo más alma, tengo menos libertad? Nace el bruto, y con la piel que dibujan manchas bellas, apenas signo es de estrellas -gracias al docto pincel-, cuando, atrevido y cruel, la humana necesidad le enseña a tener crueldad, monstruo de su laberinto; ¿y yo, con mejor instinto, tengo menos libertad? Nace el pez, que no respira, aborto de ovas y lamas, y apenas bajel de escamas sobre las ondas se mira, cuando a todas partes gira, midiendo la inmensidad de tanta capacidad como le da el centro frío; ¿y yo, con más albedrío, tengo menos libertad? Nace el arroyo, culebra que entre flores se desata, y apenas sierpe de plata, entre las flores se quiebra, cuando músico celebra de las flores la piedad que le dan la majestad del campo abierto a su huída; ¿y teniendo yo más vida, tengo menos libertad? En llegando a esta pasión, un volcán, un Etna hecho, quisiera sacar del pecho pedazos del corazón. ¿Qué ley, justicia o razón negar a los hombres sabe privilegios tan süave excepción tan principal, que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un bruto y a un ave?
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Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño)
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Hoy no hecho nada. pero muchas cosas se hicieron en mi. Pájaros que no existen encontraron su nido. Sombras que tal vez existan hallaron sus cuerpos. Palabras que existen recobraron su silencio. No hacer nada salva a veces el equilibrio del mundo, al lograr que también algo pese en el platillo vacio de la balanza.
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Roberto Juarroz (Vertical Poetry: Recent Poems)
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Pero Aiden era un maldito pura-sangre. Un maldito pura-sangre con unos dedos maravillosamente fuertes y una sonrisa que… bueno, me hacía sentir como si tuviese un nido de mariposas en el estómago. Y la forma en que me miraba —cómo sus ojos cambiaban de gris a plateado en un segundo— me seguía emocionando todavía. Mi estúpido corazón me saltaba en el pecho.
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Jennifer L. Armentrout (Half-Blood (Covenant, #1))
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«Todo el mal que puede desplegarse en el mundo se esconde en un nido de traidores». FRANCESCO PETRARCA
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Paco Ignacio Taibo II (Temporada de zopilotes: Una historia narrativa de la Decena Trágica (Spanish Edition))
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And Clark clearly knew and disapproved of El Nido. (A nido could be a nest, a den, a hole, a haunt.)
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John Irving (Avenue of Mysteries)
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Visto desde el espacio exterior, Tokio debe parecer una gran burbuja brillante en la que no hay lugar de donde esconderse de esa luz que parece atravesar todas las barreras; el cristal más ahumado y la más gruesa de las membranas, colándose hasta la última esquina de todas las habitaciones, al último escondrijo y la última grieta, a todos los nidos de los pájaros y a toda las colmenas. No había donde correr, ningún sitio en el que no pudieran encontrarte junto a tu sombra
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Ryū Murakami (Coin Locker Babies)
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Yo soy mi adivinanza. Señor, no pretende usted bondadosamente aliviar ni secuestrar mi soledad. Es una cosa que a las mujeres se nos enseña a temer: oh la torre terrible, oh las zarzas que las circundan; no un nido sociable, sino un calabazo. Pero nos han mentido, sabe usted, en esto como en otras tantas cosas. El calabozo podrá ser severo y amenazador, pero dentro de él estamos muy seguras, dentro de sus confines somos libres de una manera que ustedes, que tienen libertad para correr el mundo, no necesitan imaginar. Ni yo recomiendo imaginarla; pero hágame la justicia de creer que mi soledad es mi tesoro, lo mejor que poseo. No me decido a salir. Si abriera usted la puertecilla, no escaparía; pero ay, cómo canto en mi jaula de oro...
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A.S. Byatt (Possession)
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Tienes todo lo que necesitas -dijo el Cañón. Atrévete a vencer el vértigo que te provoca la vida y ¡aviéntate! Aviéntate como el águila que se avienta de su nido por primera vez para descubrir que puede volar. Aprende de ella, aprende de su confianza en la vida. Eres un ser perfecto como todo lo que te rodea, y entiende que tienes, como todo en la naturaleza, una misión específica búscala, encuéntrala y descubre en ti la razón de ser y de existir.
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Odin Dupeyron (Y colorĂ­n colorado este cuento aĂşn no se ha acabado)
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Desde que se le había caído el nido al agua había aprendido a usar las alas para navegar, y gobernaba su extraña nave con bastante habilidad, pero cuando Peter Pan la reconoció por fin, estaba absolutamente agotada. Había venido a salvarlo, a cederle su nido, a pesar de que había huevos dentro.
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J.M. Barrie (Peter and Wendy)
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Cuando el círculo de la sangre se completa la eternidad fragua la piedra filosofal. Vestida de juventud surge una nueva fuerza que al elegido otorga un poder inmortal Mas cuando ascienda la duodécima estrella, reanudará el destino su curso fatal. Perderá su lozanía el roble con ella, sometido al yugo del tiempo terrenal. Hasta que el lucero palidezca y muera, no tendrá el águila su nido eternal. Y solo por amor se extingue una estrella, si ha elegido libremente su final. De los Escritos secretos del conde de Saint Germain
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Kerstin Gier (SmaragdgrĂĽn (Edelstein-Trilogie, #3))
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Pero... ¿Habría amor en un mundo semejante, Simón? ¿Existirían la belleza y el encanto, sin nada feo con que compararlos? ¿Qué sería un mundo sin sorpresas?
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Tad Williams
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Cúpoles la ración de dos copas por estómago: a la segunda quedó abierto el apetito del copeo, y las botellas fueron llegando una tras otra a pedimento de don Sebastián.
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Clorinda Matto de Turner (Aves sin nido (Spanish Edition))
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Dicho del Profeta Opresión Cuando existe la opresión, incluso el pájaro muere en su nido
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Idries Shah
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—Me salvaste la vida en el nido. Por definición, eres mi heroína. —Te dejé muriendo en un sótano. —Me sacaste de las garras del horror absoluto cuando pensé que ya no me quedaba ninguna esperanza. Me diste la oportunidad de volver a la vida cuando nadie más podía hacerlo —Clara me mira con los ojos brillando en la oscuridad—. Eres una heroína, Penryn, te guste o no.
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Susan Ee (El mundo del mañana (El fin de los tiempos))
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Era aquello un nido, una hechura de políticos, de periodistas, de tribunos, de agitadores, de ministros, y daba gusto ver con cuánto donaire rompían el cascarón los traviesos polluelos.
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Benito Pérez Galdós (Cádiz)
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No es fácil ser ornitólogo y cruzar un bosque cuando por todas partes el mundo grita: «¡Largo, joder, este es mi matorral! ¡Aargh, maldito ladrón de nidos! ¡Mantén relaciones sexuales conmigo, puedo inflar el pecho y ponerlo rojo!».
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Terry Pratchett (Regimiento monstruoso)
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¿No falta algo, miss Price, en nuestro idioma... algo entre recuerdos y... y cariño..., que se adapte a la especie de relación amistosa que hemos mante­nido? ¡Son tantos meses de trato! Pero los recuerdos son suficientes para el caso.
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Jane Austen (Mansfield Park (Spanish Edition))
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habiendo algunos fanáticos en el valle de Shah-i-Kot, en la provincia de Paktia. Una vez más la información era inexacta: no eran un puñado, sino centenares. Al ser afganos los talibanes derrotados, tenían a donde ir: sus aldeas y pueblos natales. Allí podían escabullirse sin dejar rastro. Pero los miembros de Al Qaeda eran árabes, uzbekos y, los más feroces de todos, chechenos. No hablaban pastún y la gente del pueblo afgano los odiaba, de manera que solo podían rendirse o morir peleando. Casi todos eligieron esto último. El mando estadounidense reaccionó al chivatazo con un plan a pequeña escala, la operación Anaconda, que fue asignada a los SEAL de la Armada. Tres enormes Chinook repletos de efectivos despegaron rumbo al valle, que se suponía vacío de combatientes. El helicóptero que iba en cabeza se disponía a tomar tierra, con el morro levantado y la cola baja, la rampa abierta por detrás y a solo un par de metros del suelo, cuando los emboscados de Al Qaeda dieron el primer aviso. Un lanzagranadas hizo fuego. Estaba tan cerca que el proyectil atravesó el fuselaje del helicóptero sin explotar. No había tenido tiempo de cargarse, así que lo único que hizo fue entrar por un costado y salir por el otro sin tocar a nadie, dejando un par de boquetes simétricos. Pero lo que sí hizo daño fue el incesante fuego de ametralladora desde el nido situado entre las rocas salpicadas de nieve. Tampoco hirió a nadie de a bordo, pero destrozó los controles del aparato al horadar la cubierta de vuelo. Gracias a la habilidad y la genialidad del piloto, pocos minutos después el moribundo Chinook ganaba altura y recorría cuatro kilómetros hasta encontrar un sitio más seguro donde proceder a un aterrizaje forzoso. Los otros dos helicópteros se retiraron también. Pero un SEAL, el suboficial Neil Roberts, que se había desenganchado de su cable de amarre, resbaló en un charquito de fluido hidráulico y cayó a tierra. Resultó ileso, pero inmediatamente fue rodeado por miembros de Al Qaeda. Los SEAL jamás abandonan a uno de los suyos, esté vivo o muerto. Poco después de aterrizar regresaron en busca de Roberts, al tiempo que pedían refuerzos por radio. Había empezado la batalla de Shah-i-Kot. Duró cuatro días, y se saldó con la muerte del suboficial Neil Roberts y otros seis estadounidenses. Había tres unidades lo bastante cerca como para acudir a la llamada: un pelotón de SBS británicos por un lado y la unidad de la SAD por el otro; pero el grupo más numeroso era un batallón del 75 Regimiento de Rangers. Hacía un frío endemoniado, estaban a muchos grados bajo cero. La nieve, empujada por el viento incesante, se clavaba en los ojos. Nadie entendía cómo los árabes habían podido sobrevivir en aquellas montañas; pero el caso era que allí estaban, y dispuestos a morir hasta el último hombre. Ellos no hacían prisioneros ni esperaban serlo tampoco. Según testigos presenciales, salieron de hendiduras en las rocas, de grutas invisibles y nidos de ametralladoras ocultos. Cualquier veterano puede confirmar que toda batalla degenera rápidamente en un caos, y en Shah-i-Kot eso sucedió más rápido que nunca. Las unidades se separaron de su contingente, los soldados de sus unidades. Kit Carson se encontró de repente a solas en medio de la ventisca. Vio a otro estadounidense (pudo identificarlo por lo que llevaba en la cabeza: casco, no turbante) también solo, a unos cuarenta metros. Un hombre vestido con túnica surgió del suelo y disparó contra el soldado con su lanzagranadas. Esa vez la granada sí estalló; no dio en el blanco sino que explotó a los pies del soldado.
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Frederick Forsyth (La lista)
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La angustia me trepaba por el cogote como una criatura negra, helada, crujiente, con aguijĂłn. ÂżConocen a ese animal? Es difĂ­cil explicar cĂłmo hace su nido en tu espalda. Es como morir y quedar viva. Como intentar respirar debajo del agua. Como estar maldita.
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MarĂ­a Fernanda Ampuero (Sacrificios humanos)
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Los que no están siendo arrastrados a la muerte no pueden comprender que el corazón se te endurece y afila hasta convertirse en un nido de rocas con un huevo huero y solitario en el interior. Estoy yerma; nada crecerá ya nunca de mí. Soy el pez muerto puesto a secar en el aire frío. Soy el pájaro muerto en la orilla. Estoy seca, no sé si sangraré cuando me arrastren al encuentro del hacha. No, sigo caliente, la sangre aún aúlla en mis venas igual que el viento, y sacude el nido vacío y pregunta dónde han ido todas las aves, ¿dónde han ido?
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Hannah Kent (Burial Rites)
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VERSO DECORATIVO La niña vio a la luna en el azul estanque Que en medio de los pinos servía de pecera. (Piernas de cazadora, suelta la cabellera, Y el fino seno blanco celoso de su arranque). De un elástico salto llegó junto a la fuente, Hundió las blancas manos, tomó el disco de oro, Y al cargar junto al cuello el redondo tesoro, La cabellera negra se le tornó luciente. Y huyó bajo las selvas. Su grito de alegría Hasta los dulces nidos de las aves subía, E, iluminando el bosque perfumado, la vieron, Cargada de la luna, pasar los abedules, Y siguiendo en el aire la curva de sus tules Ejércitos de pájaros cantando la siguieron.
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Alfonsina Storni (SelecciĂłn de poesĂ­as)
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Matar una rata es sencillo: solo hace falta un trozo de queso rancio y una trampa de resorte. Pero matar mil ratas, un millón de ratas, mil millones de ratas (o siete mil millones) es un poco más complicado. Para eso hace falta un cebo. Veneno. No tienes por qué envenenar a los siete mil millones, solo a un porcentaje que se lleve el veneno a su nido
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Rick Yancey (The Infinite Sea (The 5th Wave, #2))
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Como una gran diosa que preside de lejos los juegos de las divinidades inferiores, la princesa se había quedado voluntariamente un poco al fondo, en un canapé lateral, rojo como una roca de coral, al lado de una ancha reverberación vidriosa que era probablemente una luna y que hacía pensar en una sección que un rayo de luz hubiera practicado, perpendicular, oscura y líquida, en el cristal deslumbrado de las aguas. Pluma y corola a un tiempo, como ciertas floraciones marinas, una gran flor blanca, aterciopelada como un ala, descendía desde la frente de la princesa a lo largo de una de sus mejillas cuya inflexión seguía con flexibilidad coqueta, amorosa y viva, y parecía encerrarla a medias como un huevo rosa en la blandura de un nido de martinete.
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Marcel Proust (Ă€ la recherche du temps perdu, Tome III)
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Ningún cepo puede torturarme – mi alma – en libertad – debajo de este hueso mortal teje uno más audaz – No puedes serrucharlo – ni atravesarlo con la espada – dos cuerpos – hay – ata uno – el otro vuela – El águila de su nido no se aleja más fácil – y gana el cielo  que lo que tu podrías – Excepto que seas tu propio enemigo – la prisión está en la conciencia – así como la libertad.
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Emily Dickinson (111 Poemas (Spanish Edition))
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tus soldados dorados, miles de maleantes, tus bastardos de dios[63], como pavos reales: han vertido en tu nido el olor de las mozas y edictos condenándonos a vivir en Bastillas[64]; gritaremos: ¡Muy bien: de rodillas, los pobres! ¡Doraremos tu Louvre[65] dándote nuestros reales! y te emborracharás, armando la gran juerga. —Mientras ríen los Amos pisando nuestras frentes. »¡Pues no; tales guarradas son de épocas pretéritas! El pueblo ya no es una puta.
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Arthur Rimbaud
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Hablan la Castidad, la Modestia y la Pureza: "¡No siempre ha sido así! Pero los hombres ya no nos quieren; las mujeres nos detestan. Vayámonos; vayámonos. (...) Porque allí (...) viven todavía en nidos y tocadores, en oficinas y tribunales de justicia, aquellos que nos quieren; aquellos que nos honran, vírgenes y hombres de negocios; abogados y médicos; los que prohíben; los que niegan; los que respetan sin saber por qué; los que glorifican sin comprender, la todavía numerosa tribu (el cielo sea liado) de los respetables; de los que prefieren no ver; de los que no desean saber; de los que aman la oscuridad; los que todavía nos adoran, y con razón, porque les hemos dado riqueza, prosperidad, comodidad, tranquilidad.
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Virginia Woolf (Orlando)
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— ¿Qué piensa usted de las artes? — El arte es la ciencia de lo inútil. El médico frunció la frente sorprendido. Aquella respuesta no cuadraba con la personalidad que había creído adivinar en su paciente. — ¿Quiere decir que desprecia usted las artes; que las considera algo trivial, y a quienes las practican gentes desocupadas que no tienen otra cosa mejor que hacer? — ¡Nada de eso doctor! ¡Considero que el arte es tanto más sublime cuanto mayor es su inutilidad! — Explíquese mejor. — El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer para alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añadan placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas forma y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta? ¿De qué le sirve al estómago una salsa cumberland o un chateaubriand a la Périgord? ¿Qué añade al cobijo del hombre el friso de una escayola o las orlas en forma de signos de interrogación de los hierros que sostienen el pasamanos de una escalera? Pues bien: todo eso que está inútilmente «añadido a la pura necesidad»… ¡ya es arte! La gastronomía, la hoy llamada alta costura y la decoración son las primeras artes creadas por nuestra especie, porque representan los excesos inútiles añadidos a las necesidades primarias de comer, abrigarse y guarecerse. — Dígame, señora de Almenara, ¿dónde ha leído ese ensayo sobre la inutilidad? ¡Me gustaría conocerlo! — ¡No necesito leer a los demás para formarme una opinión, doctor! — Prosiga, señora: me tiene usted absolutamente fascinado. — Pues bien — continuó Alicia —. En el momento mismo en que el espíritu creador del hombre se despegó incluso de la necesidad primaria para producir sus lucubraciones, nacieron las grandes Artes: la Poesía, la Danza, la Música y la Pintura. — Olvida la Arquitectura. — Considero a la Arquitectura, como a la Gastronomía, un añadido inútil a una necesidad «primaria». La Danza en cierto modo, también tiene este lastre, pero se aleja más de la necesidad. Es… ¿cómo explicarme?, una… una… ¡una mímica sublimada! ¡eso es lo que quería decir! Tal vez la Danza sea anterior al lenguaje y tuviera en sus orígenes una intencionalidad práctica: con carga erótica, reverencial o religiosa. ¡Yo no estaba allí, y no se qué «intencionalidad» tenía! Pero no hay duda de que encerraba «un propósito», encaminado a la consecución de un fin. No sé si me explico, pero la intencionalidad es algo muy superior a la «necesidad primaria». Está ya directamente relacionada con el juicio y la voluntad. «Quiero esto y voy a demostrarlo con gestos y ademanes rítmicos.» ¡Y la Humanidad se puso a danzar! ¡De ahí a la Paulova o a Nureyev no había más que un paso! La Pintura pertenece a un género superior. ¡Es más inútil todavía! Tiene un lejanísimo parentesco con la escritura ideográfica, mas una vez añadida su carga de inutilidad, la distancia entre lo necesario y lo que no sirve para nada, se hace tan grande, que la considero entre las primeras de las Artes Mayores. ¿No opina lo mismo, doctor?
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Torcuato Luca de Tena (Los renglones torcidos de Dios)
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Y pienso si no será siempre así, que el arte de nuestro tiempo, ese arte tenso y desgarrado, nazca invariablemente de nuestro desajuste, de nuestra ansiedad y nuestro descontento. Una especie de intento de reconciliación con el universo de esa raza de frágiles, inquietas y anhelantes criaturas que son los seres humanos. Puesto que los animales no lo necesitan: les basta vivir. Porque su existencia se desliza armoniosamente con las necesidades atávicas. Y al pájaro le basta con algunas semillitas o gusanos, un árbol donde construir su nido, grandes espacios para volar; y su vida transcurre desde su nacimiento hasta su muerte en un venturoso ritmo que no es desgarrado jamás ni por la desesperación metafísica ni por la locura. Mientras que el hombre, al levantarse sobre las dos patas traseras y al convertir en un hacha la primera piedra filosa, instituyó las bases de su grandeza pero también los orígenes de su angustia; porque con sus manos y con los instrumentos hechos con sus manos iba a erigir esa construcción tan potente y extraña que se llama cultura e iba a iniciar así su gran desgarramiento, ya que habrá dejado de ser un simple animal pero no habrá llegado a ser el dios que su espíritu le sugiera. Será ese ser dual y desgraciado que se mueve y vive entre la tierra de los animales y el cielo de sus dioses, que habrá perdido el paraíso terrenal de su inocencia y no habrá ganado el paraíso celeste de su redención. Ese ser dolorido y enfermo del espíritu que se preguntará, por primera vez, sobre el porqué de su existencia. Y así las manos, y luego aquella hacha, aquel fuego, y luego la ciencia y la técnica habrán ido cavando cada día más el abismo que lo separa de su raza originaria y de su felicidad zoológica. Y la ciudad será finalmente la última etapa de su loca carrera, la expresión máxima de su orgullo y la máxima forma de su alienación. Y entonces seres descontentos, un poco ciegos y un poco como enloquecidos, intentan recuperar a tientas aquella armonía perdida con el misterio y la sangre, pintando o escribiendo una realidad distinta a la que desdichadamente los rodea, una realidad a menudo de apariencia fantástica y demencial, pero que, cosa curiosa, resulta ser finalmente más profunda y verdadera que la cotidiana. Y así, soñando un poco por todos, esos seres frágiles logran levantarse sobre su desventura individual y se convierten en intérpretes y hasta en salvadores (dolorosos) del destino colectivo.
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Ernesto Sabato (Sobre héroes y tumbas)