Eco Bricks Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Eco Bricks. Here they are! All 4 of them:

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Your website is the center of your digital eco-system, like a brick and mortar location, the experience matters once a customer enters, just as much as the perception they have of you before they walk through the door.
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Leland Dieno (Face The Book With Your Small Business: A step by step guide to establishing your small business on the biggest social media network in existance..)
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Lesbos Madre de los juegos latinos y los deleites griegos, Lesbos, donde los besos, lánguidos o gozosos, cálidos como soles, frescos como las sandías, son el adorno de noches y días gloriosos; madre de los juegos latinos y los deleites griegos. Lesbos, donde los besos son como cascadas que se arrojan sin miedo en las simas sin fondo, y fluyen, entrecortados de sollozos y risas, tormentosos y secretos, hormigueantes y profundos; ¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, donde nunca un suspiro dejó de hallar un eco, las estrellas te admiran tanto como a Pafos, ¡y Venus con razón puede envidiar a Safo! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, que hacen que en sus espejos, ¡infecundo deleite! las niñas de ojos hundidos, enamoradas de sus cuerpos, acaricien los frutos ya maduros de su nubilidad; Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero; obtienes tu perdón del exceso de besos, reina del dulce imperio, tierra noble y amable, y de refinamientos siempre sin agotar, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero. Obtienes tu perdón del eterno martirio, infligido sin tregua a los corazones ambiciosos, que atrae lejos de nosotros la radiante sonrisa, ¡vagamente entrevista al borde de otros cielos! ¡Obtienes tu perdón del eterno martirio! ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos?, y a condenar tu frente pálida por penosas labores, si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio, de lágrimas que en el mar vertieron tus arroyos? ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos? ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Vírgenes de corazón sublime, honra del Archipiélago, vuestra religión es augusta como cualquiera, ¡y el amor se reirá del Infierno y del Cielo! ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos, para cantar el secreto de sus floridas vírgenes, y desde la infancia que inicié en el negro misterio, de las risas sin freno mezcladas con los llantos sombríos; pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, igual que un centinela de mirada segura y penetrante, que vigila noche y día, brick, tartana o fragata, cuyas formas a lo lejos se agitan en el azul; y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, para saber si el mar es indulgente y bueno, y si entre los sollozos que en la roca resuenan, un día llevará a Lesbos, que perdona, el cadáver adorado de Safo, que partió, ¡para saber si el mar es indulgente y bueno! De Safo la viril, la amante y la poetisa, ¡por su palidez triste más hermosa que Venus! —Al ojo azul venció el negro que mancilla el tenebroso círculo trazado por las penas ¡de Safo la viril, la amante y la poetisa! Presentándose al mundo más hermosa que Venus y vertiendo el tesoro de su serenidad y el brillo de su rubia juventud, sobre el viejo Océano prendado de su hija; ¡presentándose al mundo más hermosa que Venus! —De Safo, que murió el día de su blasfemia, cuando, insultando el rito y el culto establecido, convirtió su hermoso cuerpo en pasto supremo de un bruto cuyo el orgullo castigó la impiedad de aquella que murió el día de su blasfemia, y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones, y, pese a los honores que le tributa el mundo, cada noche le embriaga la voz de la tormenta, ¡que elevan hacia el cielo sus orillas desiertas! ¡y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones!
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Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
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He raised the leather curtain and showed us into the next room. “Little study” is not how I would have described it; it was spacious, with walls of exquisite antique shelving crammed with handsomely bound books all of venerable age. What impressed me more than the books were some small glass cases filled with objects hard to identify—they looked like stones. And there were little animals, whether stuffed, mummified, or delicately reproduced I couldn’t say. Everything was bathed in a diffuse crepuscular light that came from a large double-mullioned window at the end, with leaded diamond panes of transparent amber. The light from the window blended with that of a great lamp on a dark mahogany table covered with papers. It was one of those lamps sometimes found on reading tables in old libraries, with a dome of green glass that could cast a white oval on the page while leaving the surroundings in an opalescent penumbra. This play of two sources of light, both unnatural, somehow enlivened the polychrome of the ceiling. The ceiling was vaulted, supported on all four sides by a decorative fiction: little brick-red columns with tiny gilded capitals. The many trompe l’oeil images, divided into seven areas, enhanced the effect of depth, and the whole room had the feeling of a mortuary chapel, impalpably sinful, melancholy, sensual.
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Umberto Eco (Foucault's Pendulum)
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They say the fortress site is rotten, evil even, and it should be avoided. Just look at how unsightly it is, how wildly the tufts of grass have grown as the ivy wraps around the broken window frames and bricks. Even the trees stoop with a bending back. When it looks bad, they say, it is bad, and that badness could be contagious, so keep away. Unruly and dangerous, like an uprising that needs to be quashed.
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BB Clifford (Rainbow Warrior: The Tale of Ares, The Battle-Lustful Son)