Como El Vino Quotes

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Las religiones también son como el vino: hay gente a la que le sienta mal y gente a la que le sienta bien.
Fernando Savater
Todo puede ser tan hermoso, todo puede ser tan fértil, tan imprevisible, cuesta creer que sea obra de algún dios. El lenguaje es mío. Es mi derecho, me corresponde una parte de él. Vino a mí, yo no lo busqué, por lo tanto, es mío. Me lo heredó mi madre, lo despilfarró mi padre. Voy a destruirlo, a enfermarlo, a confundirlo, a incomodarlo, voy a desplazarlo y a hacerlo renacer tantas veces como sean necesarias, un renacimiento por cada cosa bien hecha en este mundo.
Camila Sosa Villada (Las malas)
...a veces nos preguntamos por qué la felicidad tarda tanto en llegar, por qué no vino antes, pero si nos aparece de repente, como en este caso, cuando ya no la esperábamos, entonces lo más probable es que no sepamos qué hacer con ella, y la cuestión no es tanto elegir entre reír o llorar, es la secreta angustia de pensar que tal vez no consigamos estar a su altura
José Saramago (El hombre duplicado)
Recuerdo muy bien la emoción, la alegría que sentí al pisar el acelerador. Si ha habido alguna vez una mujer enamorada, ésa era yo. Si alguna vez he estado enamorada, fue entonces, el día que viajé desde la provincia de Cuenca hasta la de Castellón, conduciendo por carreteras secundarias con un Ford Fiesta rojo que se ahogaba en todas las cuestas y un corazón tan grande que no me cabía en el cuerpo. Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta.
Almudena Grandes (Castillos de cartón)
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quixote)
Sabía que los pensamientos, como el vino, necesitan tiempo para clarificarse.
Domingo Villar (Ojos de agua (Leo Caldas, #1))
Corría como si para ella fuera algo natural. Recordó el vuelo de los patos salvajes en otoño. Igual de fluido y uniforme. Le vino a la cabeza la palabra «hermosa» pero la rechazó y apresuró el paso hacia casa.
Katherine Paterson (Bridge to Terabithia)
Dígame lo que tiene que decirme —le exigió, cerca de los labios. —¿Qué tendría que decirle? —¿Por qué no vino a mí esta noche? 'Tuve esperándola como un zonzo ahí juera. —¿Tengo que ir cada noche?” “Artemio hundió sus dedos en la carne de Rafaela y apretó el ceño. Hizo ademán de hablar y calló. Sus respiraciones agitadas componían el único sonido de la habitación, que crispaba las feroces emociones en que se hallaban envueltos. —Cada noche. Sí, cada noche —repitió, con los dientes apretados—, cada día, cada hora, cada minuto. Usté é mía, Rafaela, y la quiero pa'mí, sempre.
Florencia Bonelli (Me llaman Artemio Furia)
Al mate le debo mi obra. Si Susuki y Okakura Kazuzo hablan del té como una de las estéticas del zen, no veo porqué sería inoportuno escribir un tratado: El mate como disciplina zen del sudamericano. Pero no como una ironía o como un chiste, sino como algo dicho absolutamente en serio. A cuántos habrá salvado el mate en las épocas del hambre infinita. Es cosa de ver cómo ayuda a resistir, a conservar el equilibrio, la esperanza y a que no se pierda el centro. Sirve al solitario, pero también al ideal que es compartir. No hay cosa más linda que tomar mate con la mujer de uno. Maldito sea el que está compartiendo y no comprende. En su defecto que sea con un amigo. El mate es más compañero que el vino, y digo mucho. El vino traiciona como algunos hombres traicionan a sus mujeres. Como algunas mujeres traicionan a los hombres que viven con ellas. Pero el mate brinda y rodea de escudos. Más de uno no se mató porque todavía no se le había terminado la yerba. La bombilla de plata equivale a la flecha puesta en el arco zen. ‘Un mate, una vida'.
Alberto Laiseca (El jardín de las máquinas parlantes)
Oh, era suntuoso, y la suntuosidad hecha carne. Los trombones crujían como láminas de oro bajo mi cama, y detrás de mi golová las trompetas lanzaban lenguas de plata, y al lado de la puerta los timbales me asaltaban las tripas y brotaban otra vez como un trueno de caramelo. Oh, era una maravilla de maravillas. Y entonces, como un ave de hilos entretejidos del más raro metal celeste, o un vino de plata que flotaba en una nave del espacio, perdida toda gravedad, llegó el solo de violín imponiéndose a las otras cuerdas, y alzó como una jaula de seda alrededor de mi cama. Aquí entraron la flauta y el oboe, como gusanos platinados, en el espeso tejido de plata y oro. Yo volaba poseído por mi propio éxtasis, oh hermanos.
Anthony Burgess (A Clockwork Orange)
En mi vida, he tenido sueños que han quedado conmigo para siempre y han cambiado mis ideas, han calado muy hondo en mí, y como el vino en el agua, han cambiado el color de mi mente.
Emely Jane Bronte
Los detectives eran como el vino, pensó Cayetano, como el vino, el ron, el tequila o la cerveza, hijos de la tierra y su clima, y quien lo olvidaba terminaba cosechando fracasos. ¿Podía alguien imaginarse a Philip Marlowe frente a la catedral de La Habana? Lo achicharraría el sol de las dos de la tarde, y lo despojarían hasta del sombrero y el impermeable sin que ni siquiera lo notara. ¿O a Miss Marple caminando con su paso lento y distinguido, de dama ya mayor, por el centro de Lima? Se intoxicaría con el primer cebiche que probara, los siniestros taxistas limeños la desviarían del aeropuerto a una casucha, donde la estarían esperando un par de facinerosos. No encontrarían ni su placa de bien montados dientes falsos. ¿Y qué decir del amanerado Hercules Poirot cruzando el mercado Cardonal de Valparaíso con el traserito erguido y las manos enguantadas de blanco? Le hurtarían el bastón de caña, el reloj de bolsillo con cadena de oro y hasta el sombrero de hongo. La gente se burlaría de ellos en sus propias narices, los perros vagos los corretearían a dentelladas y los niños de la calle los apedrearían con crueldad.
Roberto Ampuero (The Neruda Case)
Tengo el corazón roto. Y tener el corazón roto es como andar borracho de dos copas de vino, o sea, desinhibido, medio impertinente, pero no súper atento al hecho de que uno está borracho. Con la sensación de que no hay nada que perder porque si uno sobrevive a esto podrá sobrevivir a lo que sea.
Catalina Aguilar Mastretta
Hemos visto una viña roja, toda roja como el vino rojo. En la lejanía se volvía amarilla y después un cielo verde con un sol, terrenos, después de la lluvia, violetas y centelleantes de amarillo por aquí y por allá, donde se reflejaba el sol poniente.
Vincent van Gogh (Cartas a Theo)
Hay que estar siempre ebrio. Nada más: ése es todo el asunto. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que os fatiga la espalda y os inclina hacia la tierra, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como queráis. Pero embriagaos.
Charles Baudelaire (Paris Spleen)
- Antes he preguntado por el baño y he acabado en la piscina climatizada del piso de abajo. ¿Te apetece tomar algo? ¿Refresco, cerveza, champán, una copa de Henry Jayer Cros Parantoux de la cosecha del 85? - añadió, acercándome el vaso de plástico lleno de vino que sujetaba. - Pero si tú no bebes alcohol - comenté, extrañada. - Lo sé. Pero este es uno de los vinos más caros del mundo y lo están utilizando para hacer sangría. ¡Es un crimen! Así que he hecho lo único que estaba en mis manos: salvar una copa y huir de allí como un refugiado de guerra. Creo que voy a regar el jardín con él mientras grito: "¡Sé libre, sé libre!".- Se recolocó las gafas y añadió -: A lo mejor crece una parra.
Javier Ruescas (El (sin)sentido del amor)
Te prometo mi amor y todo lo que poseo. Te prometo el primer bocado de mi carne y el primer sorbo de mi vino. A partir de este día solo tu nombre gritaré en la oscuridad de la noche, y por tus ojos sonreiré cada mañana; Yo seré un escudo para ti como tú eres el mío. No habrá entre nosotros ninguna palabra severa, ni ningún extraño oirá mi queja. Eres sangre de mi sangre y hueso de mi hueso. Te doy mi cuerpo para que podamos ser uno. Te doy mi espíritu para que podamos ser uno. Por encima de todo, te valoraré y te honraré, en esta vida y en la siguiente.
Ross Callum
—Ni me dejaron preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se moriría. Para usarlo con intenciones políticas, ¿sabes? Como los usan a todos. Unos borregos, eso es lo que son. Unos ingenuos. Y Joxe Mari lo mismo. Les calientan la cabeza, les dan un arma y, hala, a matar. En casa nunca hemos hablado de política. A mí la política no me interesa. ¿Te interesa a ti? —Ni pizca. —Les meten malas ideas y, como son jóvenes, caen en la trampa. Luego se creen unos héroes porque llevan pistola. Y no se dan cuenta de que, a cambio de nada, porque al final no hay más premio que la cárcel o la tumba, han dejado el trabajo, la familia, los amigos. Lo han dejado todo para hacer lo que les mandan cuatro aprovechados. Y para romperles la vida a otras personas, dejando viudas y huérfanos por todas las esquinas.
Fernando Aramburu (Patria)
Ella siguió hablando, pero yo no la escuchaba ya. Sentí cómo después de decir, "nosotros también" quería estar en ese mismo instance con mi madre, teletransportarme, desaparecer - cualquier cosa -, pero estar junto a ella. Rebobinar ese verano como una cinta y volver al día en que vino - gorda y bajita - a recogerme en la escuela por su cumpleaños. Desodiarla y decirle que tenía unos ojos preciosos antes de que ella me lo preguntara.
Tatiana Țîbuleac (El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes)
Dos gruesos gerontes de las heladas tierras del norte sostienen sus cartas de vinos desde una de las atiborradas terrazas del Sinatra. Están inquietos porque piensan que, como comensales europeos, tienen derecho a decir lo que les dé la gana o bien a guardar silencio. Porque saben que todo lo que coman puede ser cargado en su cuenta y que tienen derecho a una sangría y a un plato de calamares, y que, de no poder pagarla, el hormiguero común pangeico de los soldados de Cristo puede proporcionarles una paella de oficio
Martín Zeke Ochoa (Pídele papeles a Santa Simpa)
Yo bebí un vino fuerte, como sólo el audaz bebe el placer.
Constantinos P. Cavafy
Se conocieron en un chat. Conversaciones, risas, complicidad, la protección que te brinda la pantalla y que da pie a decir ciertas cosas que no nos atreveríamos a soltar cara a cara, el resto del día pensando en encontrarse otra vez por el chat, la complicidad reciente, algunas fotos y finalmente una cita. Ya en la cita, los nervios de antes, el saludo extraño, la sonrisa algo forzada, el tic de él que ella observa con disgusto, los incómodos silencios que él salva con su ingenio, el físico de ella que no es como las fotos anunciaban, la conversación tirante que se va aflojando poco a poco, algunos temas comunes que los van haciendo sentir cómodos, el que supera todo el resto, ella cada vez más guapa, él cada vez más tierno, la tarde que termina en noche, el vino que también ayuda, la noche cada vez más larga y el deseo que toma el volante y un beso y muchos más y ¿en tu casa o en la mía? y la noche que sigue girando hacia ellos y el sudor y la cama desarmada y la misma pregunta en la cabeza de ambos, ¿me estoy enamorando?, y la misma respuesta en la cabeza de los dos dando título a este poema.
Marwán Abu-Tahoun Recio (Todos mis futuros son contigo)
La búsqueda de una vida más fácil trajo muchas privaciones, y no por última vez. En la actualidad nos ocurre a nosotros. ¿Cuántos jóvenes graduados universitarios han accedido a puestos de trabajo exigentes en empresas potentes, y se han comprometido solemnemente a trabajar duro para ganar dinero que les permita retirarse y dedicarse a sus intereses reales cuando lleguen a los treinta y cinco años? Pero cuando llegan a esa edad, tienen hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, casa en las urbanizaciones, dos coches como mínimo por familia y la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sin vino realmente bueno y unas vacaciones caras en el extranjero. ¿Qué se supone que tienen que hacer, volver a excavar raíces? No, redoblan sus esfuerzos y siguen trabajando como esclavos.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
¿Morirse será así, notar que algo se acerca y que no se puede evitar? Este pensamiento surge de la nada y le cae en la cabeza como una gota de vino en el agua, la mancha, oscura y expansiva, le colorea las ideas.
Maggie O'Farrell (Hamnet)
Si tuviera que resumir mi perfil diría que no sé no escribir. Que soy escritor y que todo cuanto hago tiene que ver con lo que escribo. He sacado un vino… inspirado en una novela mía. He hecho una marca de ropa… inspirada en otra. He dirigido el corto “Cuarenta Días de Mayo”, elongación de otra novela, y he editado bolsos como envoltorio para mis versos. Hago booktrailers, no solo como promo de mis libros sino como piezas audiovisuales que yo guionizo. Y es que escribir es eso, dar forma a las emociones, más allá de contar historias".
Mikel Alvira
Me vino muy bien verlos permanecer allí sentados y no acudir en mi ayuda, porque cuando terminé de gritar por segunda vez y el desollador consiguió entrar, comprendí que estaba totalmente sola y que tendría que apañármelas como pudiera, pues no le importaba a nadie más.
Naomi Novik (Una Educacion Mortal (Escolomancia, #1))
No hay liberación en un puñal o una enfermedad, ni puede haber obra tan magnífica como la que limpie la pizarra sucia del hombre. En tanto puede éste conservar su cuerpo, el vino o el amor lo drogan para dormir, y al despertar agradece al Señor tener aún cuerpo y su estupidez
W.B. Yeats
vino puro, Los santos, para condenarse, necesitaban un cuerpo. Y como en los cerdos de Asia, los demonios, Traicioneros de una dicha que compraron muy caro, Famélicos desmedidos e insaciables, Desde el fondo de su sueño llorando su delirio, Los muertos me asaltaron y habitaron mi carne.
Marguerite Yourcenar (Las caridades de Alcipo y otros poemas)
Extraño como un pato en el Manzanares, torpe como un suicida sin vocación, absurdo como un belga por soleares, vacío como una isla sin Robinson, oscuro como un túnel sin tren expreso, negro como los ángeles de Machín, febril como la carta de amor de un preso…, Así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Perdido como un quinto en día de permiso, como un santo sin paraíso, como el ojo del maniquí, huraño como un dandy con lamparones, como un barco sin polizones…, así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Más triste que un torero al otro lado del telón de acero. Así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Vencido como un viejo que pierde al tute, lascivo como el beso del coronel, furtivo como el Lute cuando era el Lute, inquieto como un párroco en un burdel, errante como un taxi por el desierto, quemado como el cielo de Chernovil, solo como un poeta en el aeropuerto…, así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Inútil como un sello por triplicado, como el semen de los ahorcados, como el libro del porvenir, violento como un niño sin cumpleaños, como el perfume del desengaño…, así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Más triste que un torero al otro lado del telón de acero. Así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Amargo como el vino del exiliado, como el domingo del jubilado, como una boda por lo civil, macabro como el vientre de los misiles, como un pájaro en un desfile…, así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Más triste que un torero al otro lado del telón de acero. Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Joaquín Sabina
Quisiera recordar - dijo Ylla rompiendo el silencio y mirando a lo lejos, más allá de la figura de su marido, frío, erguido, de mirada amarilla. - ¿Qué quisieras recordar? - preguntó el señor K bebiendo un poco de vino. - Aquella canción - respondió Ylla -, aquella dulce y hermosa canción. Cerró los ojos y tarareó algo, pero no la canción. - La he olvidado y no se por qué. No quisiera olvidarla. Quisiera recordarla siempre. Movió las manos, como si el ritmo pudiera ayudarle a recordar la canción. Luego se recostó en su silla. - No puedo acordarme - dijo, y se echó a llorar. - ¿Por qué lloras? - le preguntó su marido. - No sé, no sé, no puedo contenerme. Estoy triste y no sé por qué. Lloro y no sé por qué. Lloraba con el rostro entre las manos; los hombros sacudidos por los sollozos. - Mañana te sentirás mejor - le dijo su marido. Ylla no lo miró. Miró únicamente el desierto vacío y las brillantísimas estrellas que aparecían ahora en el cielo negro, y a lo lejos se oyó el ruido creciente del viento y de las aguas frías que se agitaban en los largos canales. Cerró los ojos, estremeciéndose. - Sí - dijo -, mañana me sentiré mejor...
Ray Bradbury (The Martian Chronicles)
La fiel mujer nos traía vino y comida a la cama; también preparó una tinaja con agua caliente para que nos laváramos, costumbre peruana que ella me había enseñado. Como todo español de origen, Pedro creía que el baño es peligroso, produce debilitamiento de los pulmones y adelgaza la sangre, pero le aseguré que la gente del Perú se bañaba a diario y nadie tenía los pulmones blandos ni la sangre aguada.
Isabel Allende (Inés del alma mía)
Era una costumbre que te pertenecía, un detalle curioso, una anécdota que te caracterizaba. Sí. Junto a tu nombre se alzaba a modo de una pequeña leyenda tu afición por el té. Ni el vino, ni la cerveza, ni siquiera el pisco. Pero el té no consiguió disminuirte o ridiculizarte, sencillamente se inscribió como un hábito si no respetable, posible, una costumbre que todos aceptaban y que no obstaculizaba.
Diamela Eltit (Jamás el fuego nunca)
Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. Estaré en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. Desafección y mierda violenta que aprendió a expresarse en nuestros días mediante fórmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entregué a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrío, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. Libérame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquí. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, húmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos días despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabía qué hacer salvo esto: que debía golpearme y castigarme ya que tú no venías. Con tu sonrisa de paraíso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonríen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona súbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiración fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrío y hay una niña azul en el jardín de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caída, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruación, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jóvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. Después no me veo más. Después hablo en no sé cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosímiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. Sonrío a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rítmicos, que deshacían la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacíamos el amor debajo de las grandes palabras que perdían su sentido, porque no había más que nuestros cuerpos rítmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el día y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso quería decir: que no estás y tengo miedo.»)
Alejandra Pizarnik (Diarios (nueva edición de Ana Becciu))
Levanté los ojos al cielo, que se ponía de un color más suave y más azul con las primeras estrellas y me vino una impresión de belleza casi mística. Como un deseo de morirme allí, a un lado, mirando hacia arriba, debajo de la gran dulzura de la noche que empezaba a llegar. Y me dolió el pecho de hambre y de deseos inconfesables al respirar. Era como si estuviese oliendo un aroma de muerte y me pareciera bueno por primera vez,
Carmen Laforet (Nada)
Aquellos autorreconocidos revolucionarios se limpiaban el culo con el papel noruego más caro del mercado, se hacían traer el vino de una bodega específica y muy exclusiva de La Rioja, el aceite de oliva de Jaén y solo comían en casa el jamón de bellota Isidro González Revilla, uno de los más caros de la península, sin mencionar detalles tan simples como que La Rioja, Jaén y Salamanca, por no incluir Oslo, no eran territorios catalanes.
Leonardo Padura (Como polvo en el viento (Andanzas) (Spanish Edition))
No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder. Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada. Nuestra lucha es por hacernos escuchar, y el mal gobierno grita soberbia y tapa con cañones sus oídos. Nuestra lucha es por el hambre, y el mal gobierno regala plomo y papel a los estómagos de nuestros hijos. Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia. Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio. Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios. Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno compra y vende cuerpos y vergenzas. Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro. Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal gobierno impone a los más la ley de los menos. Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y el mal gobierno pone cárceles y tumbas. Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos. Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido. Nuestra lucha es por la Patria, y el mal gobierno sueña con la bandera y la lengua extranjeras. Nuestra lucha es por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción... (Cuarta Declaración de la Selva Lacandona)
Subcomandante Marcos
Cuando mañana comience sin mí Y no esté ahí para ver, Si el sol fuera a salir y encontrara tus ojos Llenos de lágrimas por mí; Deseo tanto que no llores De la manera que lo hiciste hoy, Mientras pensabas en las muchas cosas, Que no llegamos a decir. Sé lo mucho que me amas, Tanto como te amo a ti, Y cada vez que pienses en mí, Sé que también me extrañarás; Pero cuando mañana comience sin mí, Por favor trata de comprender, Que un ángel vino y dijo mi nombre, Y me tomó de la mano, Y me dijo que mi lugar estaba listo, En el cielo allá arriba Y que tendría que dejar atrás A todos los que tanto amaba. Pero mientras daba la vuelta para marcharme, Derramé una lágrima Porque toda la vida, siempre creí, Que no quería morir. Tenía tanto por lo que vivir, Tanto aún por hacer, Parecía casi imposible, Que te estuviera dejando a ti. Pensé en todos los ayeres, Los buenos y los malos, El pensamiento de todo el amor que compartimos, Y todo lo que nos divertimos. Si pudiera revivir el ayer Aunque fuera por un rato, Te diría adiós y te besaría Y quizá te vería sonreír. Pero entonces comprendí en su totalidad Que esto nunca podría ser, Porque el vacío y los recuerdos, Tomarían mi lugar. Y cuando pensé en cosas terrenales Que mañana podría extrañar, Pensé en ti, y cuando lo hice Mi corazón se llenó de pena. Pero al cruzar las puertas del cielo Me sentí tan en casa Cuando Dios me miró y me sonrió, Desde Su gran trono dorado, Dijo: “Esta es la eternidad
Eben Alexander (La prueba del cielo)
La vez primera nos le volvieron atravesado sobre un jumento, molido a palos. La segunda vino en un carro de bueyes, metido y encerrado en una jaula, adonde él se daba a entender que estaba encantado; y venía tal el triste, que no le conociera la madre que le parió: flaco, amarillo, los ojos hundidos en los últimos camaranchones del celebro, que, para haberle de volver algún tanto en sí, gasté más de seiscientos huevos, como lo sabe Dios y todo el mundo, y mis gallinas, que no me dejaran mentir.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal. Y esto lo diera firmado de mi nombre si supiera firmar, y yo en este caso no he hablado de mío, sino que se me vino a la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote la noche antes que viniese a ser gobernador de esta ínsula, que fue que cuando la justicia estuviese en duda me decantase y acogiese a la misericordia, y ha querido Dios que ahora se me acordase, por venir en este caso como de molde.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha: Edición de Francisco Rico)
Oh Dios, el tiempo corre, volando como un pájaro asustado. El pájaro del tiempo está volando y tiene poco camino para revolotear. El vino de la vida se está yendo gota a gota, y las hojas de la vida están cayendo una a una. Pronto, ante el Inefable todo hombre debe aparecer para rendir cuentas por los hechos realizados en el cuerpo. Oh, Padre, mantén en nosotros un sentido de santidad para que no podamos pecar y justificarlo, sino que el arrepentimiento sea profundo en nuestras vidas. Te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.
A.W. Tozer (Los atributos de Dios - vol. 1 (Incluye guía de estudio): Un viaje al corazón del Padre (Spanish Edition))
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dió loco en el mundo, y fué que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
Noche de verano, mar apacible, silencio infinito sobre el bosque y el mar; seres y cosas parecen dormir o meditar más bien, ninguna voz, ningún grito, ningún paso turba la quietud; sólo mi corazón golpea con jubiloso ritmo, cual si hubiese bebido un vino generoso. Algunos insectos penetran por la ventana, atraídos por la luz y el aroma del asado, y su bordoneo torpe va tan pronto a las vigas del techo como a mi calabaza de pólvora, llenándome los oídos y comunicándome su temblor. Son menudos, ágiles, bulliciosos; parecen pensamientos escapados de una cabeza loca.
Knut Hamsun
Soy de la generación de la bicicleta sin casco. De la pichanga en la calle. De los soldaditos y las cañerías de plomo. De irse al colegio colgando en la micro. De los remedios sin receta. De las cajas de juguetes escritos en chino. De los asados con prietas, chunchules, longanizas y mollejas. De los que se toman un pisco sour antes del almuerzo, un par de copas de vino como acompañamiento de las comidas y uno o dos bajativos. De los que viajaba en aviones con espacio para fumadores. De los que creció con el Superocho, la Fruna, los sandwichs de Turín y el algodón de azúcar a la salida del colegio... Y aquí estoy, vivito y coleando como la mayoría de mis amigos.
Jaime Atria Rosselot (Jubilé (Spanish Edition))
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. 11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. 12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, 13 vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. 14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
Casiodoro de Reina (Reina Valera 1960)
Me senté en el sofá a la manera árabe, y luego ella vino a sentarse de la misma manera delante de mí. Le solté el pelo, como había hecho tantas otras veces, y ella me dio un peine y yo empecé a peinarle los cabellos color caoba despacio de la frente a los hombros; luego le hice una trenza y até los extremos con un cordel que me dio, y le desabroché la ropa y le quité la chaqueta, y luego la blusa y todo lo demás, y se sentó ante mí, desnuda y muy hermosa con la cabeza ladeada. Le dije "te amo" muchas veces, y la besé, y le susurré amor y ternura y recuerdos al oído. Al final se volvió y me acercó su boca y fuimos un solo ser. Dos cuerpos y dos cerebros y dos vidas sujetas la una a la otra, y nada más tenía importancia. Ser amadas y poseer a la persona a quien se ama es la razón por la que nacimos.
Waguih Ghali (Beer in the Snooker Club (Twentieth Century Lives))
En la actualidad nos ocurre a nosotros. ¿Cuántos jóvenes graduados universitarios han accedido a puestos de trabajo exigentes en empresas potentes, y se han comprometido solemnemente a trabajar duro para ganar dinero que les permita retirarse y dedicarse a sus intereses reales cuando lleguen a los treinta y cinco años? Pero cuando llegan a esa edad, tienen hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, casa en las urbanizaciones, dos coches como mínimo por familia y la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sin vino realmente bueno y unas vacaciones caras en el extranjero. ¿Qué se supone que tienen que hacer, volver a excavar raíces? No, redoblan sus esfuerzos y siguen trabajando como esclavos. Una de las pocas leyes rigurosas de la historia es que los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas obligaciones.
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
Entonces, ¿qué es lo que puede escoltamos? Sólo una cosa, la filosofía. Esto es vigilar que el espíritu divino interior esté sin vejación, sin daño, más fuerte que los placeres y los sufrimientos, que no haga nada al azar ni con mentira o fingimiento, que no tenga necesidad de que otro haga o deje de hacer algo. Y además que acepte lo que ocurre y lo que se le ha asignado como algo que viene de allí de donde él vino. Por encima de todo, aguardar la muerte con el pensamiento favorable de que no es otra cosa sino disgregación de los elementos de los que está compuesto cada ser vivo. Si precisamente para los elementos en sí no hay nada terrible en que cada uno se transforme sin interrupción en otro, ¿por qué uno ve con malos ojos la transformación y disgregación de todos? En efecto, se produce según la naturaleza y nada es malo si es según la naturaleza.
Marcus Aurelius (Meditaciones)
La última vez que vi al Hombre de las Cetonias fue un atardecer, estando yo sentado en un altillo que dominaba el camino. Venía evidentemente de alguna fiesta y había tragado cantidad de vino, pues hacía eses de lado a lado del camino, tocando con la flauta una tonada melancólica. Grité un saludo, y sin volverse me hizo una seña estrafalaria. Al doblar el recodo se silueteó un instante sobre el pálido color lavanda de la tarde. Vi su sombrero andrajoso con las plumas al viento, los abultados bolsillos de su abrigo, las jaulas de mimbre llenas de soñolientas palomas a su espalda, y sobre la cabeza, dando vueltas y más vueltas a lo tonto, los puntitos minúsculos de las cetonias. Torció entonces la esquina y no quedó sino el cielo pálido con una luna nueva suspendida como una pluma de plata y el blando gorjeo de su flauta perdiéndose en el crepúsculo lejano.
Gerald Durrell (My Family and Other Animals (Corfu Trilogy, #1))
La búsqueda de una vida más fácil trajo muchas privaciones, y no por última vez. En la actualidad nos ocurre a nosotros. ¿Cuántos jóvenes graduados universitarios han accedido a puestos de trabajo exigentes en empresas potentes, y se han comprometido solemnemente a trabajar duro para ganar dinero que les permita retirarse y dedicarse a sus intereses reales cuando lleguen a los treinta y cinco años? Pero cuando llegan a esa edad, tienen hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, casa en las urbanizaciones, dos coches como mínimo por familia y la sensación de que la vida no vale la pena vivirla sin vino realmente bueno y unas vacaciones caras en el extranjero. ¿Qué se supone que tienen que hacer, volver a excavar raíces? No, redoblan sus esfuerzos y siguen trabajando como esclavos. Una de las pocas leyes rigurosas de la historia es que los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas obligaciones. Una
Yuval Noah Harari (Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad)
¿Pero cómo va ese hombre a unirse a Dios? ¿Cómo es posible para nosotros ser absorbidos en la vida tri-Personal? En nuestro estado natural no somos hijos de Dios: sólo somos (por así decirlo) estatuas. No poseemos Zoe o vida espiritual: sólo poseemos Bios o vida biológica que a su tiempo se agotará y morirá. Pues bien, todo lo que ofrece el cristianismo es esto: que podemos, si dejamos que Dios se salga con la Suya, llegar a compartir la vida de Cristo. Si lo hacemos, estaremos compartiendo una vida que fue engendrada, no creada, que siempre ha existido y que siempre existirá. Cristo es el Hijo de Dios. Si compartimos esta clase de vida nosotros también seremos hijos de Dios. Amaremos al Padre como Él le ama y el Espíritu Santo se despertará en nosotros. El vino a este mundo y se hizo hombre para difundir a otros hombres la clase de vida que Él tiene, a través de lo que yo llamo una «buena infección». Cada cristiano debe convertirse en un pequeño Cristo.
C.S. Lewis (Mere Christianity)
Antonieta y Luis XVI representan, en todas sus facultades y cualidades, una antítesis de manual. Él pesado, ella ligera, él torpe, ella flexible, él congestivo, ella burbujeante, él obtuso, ella llameante. Y yendo más a lo intelectual: él indeciso, ella decidida con demasiada rapidez, él de lenta reflexión, ella espontánea en el sí y el no, él mojigato y estrictamente creyente, ella dichosamente enamorada del mundo, él humilde y modesto, ella coqueta y segura de sí, él puntilloso, ella distraída, él ahorrador, ella derrochadora, él excesivamente serio, ella desmedidamente juguetona, él fondo de pesada marea, ella espuma y baile de las olas. Como mejor se siente él es solo, ella en ruidosa compañía; él gusta de comer mucho y beber vino espeso, con placer obtuso y animal, ella nunca toca el vino, come poco y con presteza. El elemento de él es el sueño, el de ella la danza, su mundo el día, el de ella la noche. Así van las agujas de los relojes de su vida, constantemente enfrentadas como el sol y la luna.
Stefan Zweig (María Antonieta)
La respuesta le vino tras cinco largos días de deambular por las calles del Lower East Side, justo cuando estaba a punto de abandonar toda esperanza. Estaba sentado sobre una caja volcada, comiendo a deshora el almuerzo que le había preparado Regina, cuando se le ocurrió: ropa. Por todas partes a su alrededor se estaban abriendo tiendas: trajes, vestidos, monos de trabajo, camisas, faldas, blusas, pantalones, todas ellas prendas hechas y listas para vestir. Viniendo de un mundo donde la ropa se cosía a mano en casa o bien se encargaba a un sastre, esto era una revelación. Lo que más me maravilló no fue la mera cantidad de prendas, aunque esto fuera un milagro en sí mismo —escribiría Borgenicht años más tarde, ya consagrado como próspero fabricante de ropa para mujeres y niños—, sino el hecho que en América hasta los pobres podían ahorrarse la tediosa y laboriosa tarea de hacerse la ropa simplemente entrando en una tienda y saliendo con aquello que necesitaran. Ahí había un sector que prometía, casi emocionaba. Borgenicht
Malcolm Gladwell (Fuera de serie. Por qué unas personas tienen éxito y otras no)
Si alguien les pregunta por él, díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa acaso ya nadie reconozca su rostro; díganle también que no dejó razones para nadie, que tenía un mensaje secreto, algo importante que decirles pero que lo ha olvidado. Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y en otra parte del mundo, díganle que todavía no es feliz, si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también que se fue con el corazón vacío y seco y díganle que eso no importa ni siquiera para la lástima o el perdón y que ni él mismo sufre por eso, que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos en él mismo, que tantas cosas que vio apagaron su mirada y ahora, ciego, necesita del tacto, díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe en Dios, en un día de sol, díganle que hubo palabras que le hicieron creer en el amor y luego supo que el amor dura lo que dura una palabra. Díganle que como un globo de aire perforado a tiros, su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive y que ni siquiera está desesperado y díganle que a veces piensa que esa calma inexorable es su castigo; díganle que ignora cuál es su pecado y que la culpa que lo arrastra por el mundo la considera apenas otro dato del problema y díganle que en ciertas noches de insomnio y aun en otras en que cree haberlo soñado, teme que acaso la culpa sea la única parte de sí mismo que le queda y díganle que en ciertas mañanas llenas de luz y en medio de tardes de piadosa lujuria y también borracho de vino en noches de lluvia siente cierta alegría pueril por su inocencia y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a solas. Díganle que si alguna vez regresa, volverá con dos cerezas en sus ojos y una planta de moras sembrada en su estómago y una serpiente enroscada en su cuello y tampoco esperará nada de nadie y se ganará la vida honradamente, de adivino, leyendo las cartas y celebrando extrañas ceremonias en las que no creerá y díganle que se llevó consigo algunas supersticiones, tres fetiches, ciertas complicidades mal entendidas y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre vuelven a él en la oscuridad y nada.
Darío Jaramillo Agudelo
A finales de 1968 un golpe militar derrocó al presidente Belaúnde Terry. El general Velasco Alvarado encabezó el nuevo gobierno, que se declaró abiertamente marxista. Parecía que el comunismo se empeñaba en seguirme allí donde yo fuese. Yo conocía de memoria la receta del nuevo gobierno, siempre era la misma. Cuando Velasco anunció un proceso de cambios revolucionarios se me erizó la piel. En pocos meses el Perú dejó de ser un país apacible, el miedo y las persecuciones políticas se pusieron a la orden del día. Las multinacionales y las inversiones desaparecieron por temor a la confiscación. MFK empezó a perder gran parte de los contratos de mantenimiento porque las compañías cerraban o reducían gastos. La maquinaria no se vendía y las restricciones en la posesión de dólares hacían imposibles las importaciones. Los recambios no llegaban, las reparaciones no se podían realizar, los puestos de trabajo desaparecían, la productividad se vino abajo y la pobreza se extendió por el país como una mancha de aceite. Se puso en marcha una reforma agraria que a los dos años dejó los mercados vacíos y el país al borde del hambre. La misma receta de siempre y los mismos resultados.
Blanca Miosi (La búsqueda: El niño que se enfrentó a los nazis)
Hacía ya mucho que no pasaba por aquí don Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos y he pensado que merecía una nueva entrada, así que he hecho por buscarla y, tratándose de Quevedo, la verdad es que no hay que escarbar mucho para toparse con ella. Por supuesto, bien podría ser una leyenda, pero sin duda es una gran historia hecha al pelo de Quevedo. Al parece iba el escritor caminando en compañía de otro cuando vieron que se acercaba de frente a ellos un hombre montando en un asno que se mostraba algo perjudicado por el alcohol. Venía de una romería y el hombre había bebido, lo que le llevaba a bailar de un lado al otro del animal rozando a cada momento la caída. ¿Qué os parece este mamarracho? preguntó Quevedo a su acompañante. Que viene como conviene a los que vienen de la romería; le contestaron y entonces el escritor lució su categoría sacándose una coplilla del ingenio al momento: Ese pollino que viene montado en otro pollino no viene como conviene que viene como con vino. Quédense con la copla porque lamentablemente en más de una ocasión podrán recordar a Quevedo y decirle a alguien eso de que no viene como conviene sino que viene como con vino.
Francisco de Quevedo
Leonardo era un maestro de los gestos, pero también sabía hacerlos enigmáticos, de modo que el espectador participara en la obra. ¿Baja la mano como diciendo: «Lo sabía»? ¿Señala con el pulgar a Judas? Ahora detengámonos en Mateo. Con las palmas de las manos vueltas hacia arriba, ¿apunta a Jesús o a Judas? El espectador no tiene por qué avergonzarse por su confusión; a su manera, Mateo y Tadeo también lo están sobre lo que acaba de ocurrir, intentan aclararse y acuden a Simón el Zelote en busca de respuesta. Jesús tiende la mano derecha hacia un vaso de vidrio lleno una tercera parte de vino tinto. En un detalle deslumbrante, se le ve el meñique a través del vaso, más allá del cual hay un plato y un pedazo de pan. La mano izquierda de Jesús, con la palma hacia arriba, se alarga hacia otro pedazo de pan, al que contempla bajando la mirada. La perspectiva y la composición de la pintura, en especial vista desde la puerta que los monjes usaban para acceder al refectorio, guían la mirada del espectador en la misma dirección que los ojos de Jesús, descendiendo por su brazo izquierdo hasta el pedazo de pan. Ese gesto y esa mirada crean el segundo momento destacado en el relato pictórico: el de la institución de la eucaristía. En el Evangelio según san Mateo, esta ocurre en el momento posterior al anuncio de la traición: «Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo”. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: “Bebed de ella todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados”». Este pasaje del relato parte de Jesús para abarcar tanto la reacción a su revelación de que Judas lo traicionaría como la institución del santísimo sacramento.[11]
Walter Isaacson (Leonardo da Vinci: La biografía (Spanish Edition))
Estas cosas son fáciles de decir, pues las palabras no sienten vergüenza y nunca se sorprenden (14) Imágenes del pasado remoto se agolpan en mi cabeza, y la mitad de las veces soy incapaz de distinguir si son recuerdos o invenciones. Tampoco es que haya mucha diferencia, si es que hay alguna (14) Hay quien afirma, que sin darnos cuenta, nos lo vamos inventando todo, adornándolo y embelleciéndolo, y me inclino a creerlo, pues Madame Memoria es una gran y sutil fingidora (14) Me la debo de estar inventando (14) En mi opinión, los nombres de las mujeres casadas nunca suenan bien. ¿Es porque todas se casan con los nombres equivocados, o, en cualquier caso, con los apellidos equivocados? (17) …y en mi oído resonaban los tins y los plofs de sus tripas en su incesante labor de transubstanciación (18) Ahora me pregunto si ella también estaba enamorada de mí, y esas muestras de gracioso desdén eran una manera de ocultarlo ¿O todo esto no es más que vanidad por mi parte? (25) …y al presenciar todas aquellas cosas sentí el dolor dulce y agudo de la nostalgia, sin objeto pero definida, como el dolor fantasma de un miembro amputado (27) …permanecimos echados boca arriba durante mucho tiempo, como si practicáramos para ser los cadáveres que seríamos algún día (34) …y yo me quedé en medio de la sala, sin ser gran cosa, a duras penas yo mismo. Había momentos como ése, en los que uno estaba en punto muerto, por así decir, sin preocuparse de nada, a menudo sin fijarse en nada, a menudo sin ser realmente en ningún sentido vital (42) El Tiempo y la Memoria son una quisquillosa empresa de decoradores de interiores, siempre cambiando los muebles y rediseñando y reasignando habitaciones (43) En lugar de los tonos de color rosa y melocotón que había esperado –Rubens es en gran parte responsable de ello-, su cuerpo, de manera desconcertante, mostraba una variedad de tonos apagados que iban del blanco magnesio al plata y al estaño, un matiz mate de amarillo, ocre pálido, e incluso una especie de verde en algunos lugares y, en los recovecos, una sombra de malva musgoso (45) ¿Era eso estar enamorado, me pregunté, ese repentino y plañidero viento que te atravesaba el corazón? (62) …no estaba acostumbrado todavía al abismo que se abre entre la comisión de un hecho y el recuerdo de lo cometido (65) …la noche del último día ella ya me había dejado para siempre (75) No todo significa algo (100) Cómo anhelábamos en aquellos años, pasar aunque sólo fuera un día normal, un día en el que pudiéramos levantarnos por la mañana y desayunar sin preocuparnos por nada, leernos fragmentos del periódico el uno al otro y planear hacer cosas, y luego dar un paseo, y contemplar las vistas con una mirada inocente, y luego compartir un vaso de vino y por la noche irnos juntos a la cama (102) Debe de ser difícil acostumbrarse a que no haya nada que hacer (107) A lo largo de los años, los vagabundos, los auténticos vagabundos, han disminuido constantemente en calidad y cantidad (107) Qué frágil resulta este absurdo oficio en el que me he pasado la vida fingiendo ser otras personas, y sobre todo fingiendo no ser yo mismo (119) …tan sólo vulgarmente humana (123) El quinto de los seis cigarrillos que según ella son su ración diaria (143) …participar en una película es algo extraño, y al mismo tiempo no lo es en absoluto; se trata de una intensificación, una diversificación de lo conocido, una concentración en el yo ramificado; y todo eso es interesante, y confuso, y emocionante y perturbador (143) El hecho es que me echó a perder a otras (157) Era, como ya he dicho, todo un género en sí misma (158) Los cisnes, con su belleza estrafalaria y sucia, siempre me dan la impresión de mantener una fachada de indiferencia tras la cual realmente viven una tortura de timidez y duda (173)
John Banville
Control de la mente. Vaya estupidez. Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos. Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador <>, el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos. Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano. Control de la mente. ¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable. Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas. Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente! ¿Qué era mejor, control o caos?
Michael Crichton (The Terminal Man)
Control de la mente. Vaya estupidez. Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos. Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador "Ponte los zapatos y los calcetines", el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos. Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano. Control de la mente. ¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable. Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas. Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente! ¿Qué era mejor, control o caos?
Michael Crichton (The Terminal Man)
Who has anguish? Who has sorrow?    Who is always fighting? Who is always complaining?    Who has unnecessary bruises? Who has bloodshot eyes? 29 ¿Quién tiene angustia? ¿Quién siente tristeza?    ¿Quién es el que siempre pelea? ¿Quién está siempre quejándose?    ¿Quién tiene moretones sin motivo? ¿Quién tiene los ojos rojos? 30 It is the one who spends long hours in the taverns,    trying out new drinks. 30 Es el que pasa muchas horas en las tabernas,    probando nuevos tragos. 31 Don’t gaze at the wine, seeing how red it is,    how it sparkles in the cup, how smoothly it goes down. 31 No te fijes en lo rojo que es el vino,    ni en cómo burbujea en la copa, ni en lo suave que se desliza. 32 For in the end it bites like a poisonous snake;    it stings like a viper. 32 Pues al final muerde como serpiente venenosa;    pica como una víbora. 33 You will see hallucinations,    and you will say crazy things. 33 Tendrás alucinaciones    y dirás disparates. 34 You will stagger like a sailor tossed at sea,    clinging to a swaying mast. 34 Te tambalearás como un marinero en alta mar,    aferrado a un mástil que se mueve. 35 And you will say, “They hit me, but I didn’t feel it.    I didn’t even know it when they beat me up.   When will I wake up    so I can look for another drink?” 35 Y entonces dirás: «Me golpearon pero no lo sentí.    Ni siquiera me di cuenta cuando me dieron la paliza.   ¿Cuándo despertaré    para ir en busca de otro trago?».
Anonymous (Biblia bilingüe / Bilingual Bible NTV/NLT (Spanish Edition))
No creo en lo que llaman amor a primera vista, a menos que se entienda como esa inconfundible intuición que te indica de antemano que se avecina un vínculo; esa súbita descarga que te obliga a encogerte de hombros y a entrecerrar los ojos, protegiéndote de algo inmenso que se te viene encima y que por alguna misteriosa razón está más ligado a tu futuro que a tu presente. Recuerdo con claridad que en el momento en que vi entrar a Siete por Tres, aun antes de saber su ningún nombre, me hice con respecto a él la pregunta que a partir de entonces habría de hacerme tantas veces: ¿Vino para salvarme, o para perderme?
Laura Restrepo
A Ballesteros le vino a la mente el chiste que definía el cielo como un país gestionado por alemanes, los suizos administrando las finanzas, con cocina francesa, moda italiana y los españoles organizando las fiestas. Luego estaba el infierno: un país gestionado por españoles, administrado por italianos, con cocina inglesa, moda alemana y los suizos organizando las fiestas.
Francisco Marín (El caso Demichellis (Spanish Edition))
No tiene nada que temer de mí. Soy un exdelincuente, libre sólo desde ayer. Me busca la policía para encerrarme otra vez en el manicomio, porque creen que estoy envuelto en la muerte de un hombre o quizá de dos, según si los de la metralleta acertaron o no al jardinero. También ando metido en un asunto de drogas: cocaína, anfetaminas y ácido. Y mi pobre hermana, que es puta, está en chirona por mi culpa. Ya ve usted en qué dramática tesitura me hallo. Repito que no tiene nada que temer: ni estoy loco como pretenden ni soy un criminal. Cierto es que huelo un poco a sobaco y a vino y a basura, pero todo ello tiene una explicación muy sencilla que le daría de mil amores si dispusiera de un tiempo del que por desgracia no dispongo. ¿Me sigue usted?
Eduardo Mendoza (El misterio de la cripta embrujada)
texto bíblico el vino provoca: dolor, conflictos, peleas, perversión, adición, caos personal, locuras y vergüenzas. La persona pierde el buen juicio y el discernimiento y lo que antes juzgaba como malo, ahora lo llama bueno.
Gonzalo Sanabria (El Espíritu Santo: Conoce su obra, fruto y enseñanza. (Spanish Edition))
ropa bonita a su hija. Pero María no se daba por satisfecha. Creía que merecía algo mucho mejor. Cuando María ya era mujercita, no quería tener nada que ver con los jóvenes de su pueblo. No eran bastante buenos para ella. Muchas veces cuando se paseaba con su abuelita por las afueras del pueblo, decía: —Abuelita, cuando yo me case, voy a casarme con el hombre más guapo del mundo. La abuela movía la cabeza. Pero María miraba a través de la ladera y decía: —Va a tener el pelo tan negro y reluciente como el cuervo que veo posado en aquel piñón. Y cuando se mueva, va a mostrar la fuerza y la gracia del caballo que mi abuelito tiene en su corral. —María —decía la anciana suspirando—, ¿por qué piensas siempre en cómo se ve un hombre? Si vas a casarte con un hombre hay que asegurarte de que sea un buen hombre, de que tenga buen corazón. No te fijes tanto en lo guapo que es. Pero María se decía: —Estas viejitas. Tienen las ideas tan anticuadas. No entienden nada. Un día llegó al pueblo un hombre que parecía ser el mero hombre de quien María hablaba. Se llamaba Gregorio. Era un vaquero del llano al este de la sierra. Sabía montar cualquier bestia. Si tenía un caballo que se amansaba mucho, lo regalaba y se iba para capturar un caballo salvaje. Pensaba que no era varonil montar un caballo que no fuera medio bronco. Era tan guapo que todas las muchachas andaban enamorándose de él. Tocaba la guitarra y cantaba con buena voz. María decidió que ése era el hombre con quien se iba a casar. Pero disimulaba sus sentimientos. Si se encontraban en la calle y Gregorio la saludaba, María volteaba la cara. Si venía a su casa para tocar su guitarra y cantar, ella ni siquiera se asomaba a la ventana. Al poco tiempo Gregorio también se decidió. Se dijo: —Esa orgullosa de María. Es con ella que me voy a casar. Yo puedo conquistar su corazón. Todo resultó tal y como María lo había planeado. Los padres de María no querían que se casara con Gregorio. Le dijeron: —Él no puede ser buen marido. Está acostumbrado a la vida bárbara del llano. No te cases con él. Por supuesto María no les hizo caso a sus padres. Se casó con Gregorio. Por algún tiempo todo andaba bien. Tuvieron dos hijos. Pero después de varios años, Gregorio volvió a su antigua manera de ser. Se mantenía fuera de casa por meses a la vez. Cuando regresaba a casa le decía a María: —Yo no vine a verte a ti. Quiero pasar un rato con mis hijos nomás. Jugaba con los hijos por un tiempo, y luego se iba para pasar toda la noche jugando a las cartas con sus amigos y tomando vino. Y empezó a decir
Joe Hayes (The Day It Snowed Tortillas / El día que nevó tortilla)
Lo cual me trae a la memoria una carta escrita por uno de nuestros animadores, Austin Madison, que encontré particularmente reveladora. A quien pueda inspirar —escribió Austin en el encabezamiento—. Yo, como muchos de los artistas de esta empresa, me muevo constantemente entre dos estados. El primero (y mucho más preferible de los dos) es el modo creativo explosivo e instintivo. Sucede cuando coges la pluma y las ideas empiezan a fluir como el vino de una copa maravillosa. Esto
Ed Catmull (Creatividad, S.A. Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá)
A quien pueda inspirar —escribió Austin en el encabezamiento—. Yo, como muchos de los artistas de esta empresa, me muevo constantemente entre dos estados. El primero (y mucho más preferible de los dos) es el modo creativo explosivo e instintivo. Sucede cuando coges la pluma y las ideas empiezan a fluir como el vino de una copa maravillosa. Esto sucede el 3 por ciento de las veces, aproximadamente. El 97 por ciento restante me siento frustrado, apurado, como un papel arrugado y tirado en una esquina. Lo importante es seguir luchando sin tregua para salir de ese atolladero de desaliento y desesperación. Escuche comentarios e historias de profesionales que han hecho cine durante décadas y pasado por las mismas adversidades causadas por tremendos problemas de producción. En una palabra: PERSEVERE. PERSEVERE y no deje de contar historias. PERSEVERE en llegar a su público. PERSEVERE en seguir siendo fiel a su sueño…
Ed Catmull (Creatividad, S.A. Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá)
Por ejemplo, Mauricio Babilonia. A mi casa de Aracataca, cuando yo tenía unos cinco años de edad, vino un día un electricista para cambiar el contador. Lo recuerdo como si fuera ayer porque me fascinó la correa con que se amarraba a los postes para no caerse. Volvió varias veces. Una de ellas, encontré a mi abuela tratando de espantar una mariposa con un trapo y diciendo: «Siempre que este hombre viene a casa se mete esa mariposa amarilla.» Ese fue el embrión de Mauricio BabiloniA
Plinio Apuleyo Mendoza (The Fragrance of Guava)
como el vino, las mujeres y la castidad. En
William Napier (Atila)
Kiyomori dijo para sus adentros: "... ¡Ah, yo también quiero tener una esposa! ¿No habrá otra muchacha como ella en alguna parte del mundo?". Tragó saliva y acto seguido se ruborizó por el sonido que produjo su garganta. De pronto le vino a la mente la imagen de Ruriko. Al mismo tiempo, recordaba la postura de la prostituta de Rokujou-Touin cuando estaba durmiendo. Al parecer, él ni siquiera sabía distinguir exactamente el objeto del amor. La idea que tenía del amor era la de un simple encuentro ocasional. En el caso de que pudiera tomar a alguien por esposa cuanto antes, no le importaba que fuese Ruriko, la prostituta de Rokujou-Touin o incluso otra cualquiera.
Eiji Yoshikawa (The Heike Story: A Modern Translation of the Classic Tale of Love and War)
Chssst. Chsst. Les contaré lo que sé. Me da igual. Una vez Lucía vino a mi casa, me pidió que le preparara un novenario de ruibarbo y artemisa y así lo hice. Ya saben para qué sirve. La veía llegar todas las madrugadas mirando siempre a todos lads como si alguien la siguiera, con miedo. Entraba en silencio y tomaba el brebaje, sin decir nada. Luego como si fuse yo un sacerdote, se ponía a hablar, sin mirarme. Me contó tantas cosas de su infancia, de ese pobre hombre que era su padre, de su madre muda como un tronco, de lo que recordaba, porque decía que recordaba poco, cada vez menos.
Natalia García Freire (Trajiste contigo el viento)
El populismo centroeuropeo, con su gusto por avivar la llama del miedo, vino a interpretar la crisis de los refugiados como la prueba definitiva de que el liberalismo debilitaba la capacidad de las naciones para defenderse por sí mismas en un mundo hostil.
Ivan Krastev (La luz que se apaga: Cómo Occidente ganó la Guerra Fría pero perdió la paz (Spanish Edition))
Prólogo Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos. Arrugan la frente y gruñen hasta que los ven hundirse otra vez en el horizonte. No les gustan los forasteros armados. Los jinetes cabalgan sin fijarse en los aldeanos. Durante meses han escalado montañas, han franqueado desfiladeros, han cruzado valles, han vadeado ríos, han navegado de isla en isla. Sus músculos y su resistencia se han endurecido desde que les encargaron esta extraña misión. Para cumplir su tarea deben aventurarse por los violentos territorios de un mundo en guerra casi constante. Son cazadores en busca de presas de un tipo muy especial. Presas silenciosas, astutas, que no dejan rastro ni huella. Si estos inquietantes emisarios se sentasen en la taberna de algún puerto, a beber vino, comer pulpo asado, hablar y emborracharse con desconocidos (nunca lo hacen por prudencia), podrían contar grandes historias de viajes. Se han adentrado en tierras azotadas por la peste. Han atravesado comarcas asoladas por incendios, han contemplado la ceniza caliente de la destrucción y la brutalidad de rebeldes y mercenarios en pie de guerra. Como todavía no existen mapas de regiones extensas, se han perdido y han caminado sin rumbo durante días enteros bajo la furia del sol o las tormentas. Han tenido que beber aguas repugnantes que les han causado diarreas monstruosas.
Irene Vallejo (El infinito en un junco)
En realidad, Ellingworth ya se había encontrado con Cavendish previamente, en el fin de semana de ‘carreras de entrenamiento’ del año anterior. Cavendish estaba allí como parte del equipo nacional junior. «Todo lo que recuerdo de entonces era que parecía un tonel. Tenía hechuras de sprinter, llevaba una bicicleta amarilla, pero su posición era realmente mala. No tenía madera de campeón. Pero lo que sí recuerdo es que después vino hacia mí y me dijo: ‘He disfrutado como nunca sobre la bici. ¿Puedo venir a la próxima?’».
Richard Moore (Sky's the Limit. Sky, el límite es el cielo. (Spanish Edition))
erróneamente que ese placer es producto de la borrachera. Así que siguen bebiendo más y más, intentando en vano recuperar el subidón. Suele acabar mal, a menudo inclinados sobre un váter. Algunas personas lo descubren por sí solas. Una mujer que fue a una fiesta explicó que siempre se divertía más bebiendo cócteles que cerveza. A primera vista, esto parece no tener sentido, porque el alcohol es alcohol, tanto si es de una cerveza como de un daiquiri. Pero la ciencia confirma la experiencia de la mujer. Un cóctel está más concentrado y suele estar azucarado, por lo que la gente tiende a beberlo más deprisa. Los cócteles contienen por lo general más alcohol que la cerveza o el vino. Por lo tanto, un cóctel proporciona mucho alcohol de forma rápida, un estallido de estimulación dopaminérgica, a diferencia de una noche en la que alguien se emborracha lentamente. Esta mujer quería euforia, no embriaguez, así que por
Daniel Z. Lieberman (Dopamina: Cómo una molécula condiciona de quién nos enamoramos, con quién nos acostamos, a quién votamos y qué nos depara el futuro (DIVULGACIÓN) (Spanish Edition))
El cuerpo de Julie se estremeció. Se giró hacia la voz que había pronunciado esas palabras cerca de su oído. No podía evitarlo, ese joven le provocaba un extraño deseo que la arrastraba a entregarse al otro lado de sus propios límites… ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Quién era esa mujer que emergía con descaro? Una parte de ella no se reconocía, pero ora avanzaba despierta como un animal salvaje que buscaba saciar su hambre.
Blanca Holanda (Clandestina: ¿Te atreves? Desearás reinventar tu mundo, Clandestina: novela transformación (Spanish Edition))
—Quizá tú no estés confuso —dijo ella en un susurro—. Pero yo sí lo estoy. Tú me confundes mucho. —Cristina —susurró Kieran. Le acarició el rostro suavemente. Ella se dejó llevar por el calor de su mano, y los dedos descendieron por la mejilla hasta la boca. Le dibujó el contorno de los labios con un leve roce. Ella le echó los brazos al cuello. La estrechó contra sí, y sus bocas se unieron tan rápido que ella no supo quién besó a quién. Era puro fuego: el sabor de Kieran en su boca, y su piel suave cuando le pasó los dedos por el cuello. Sus labios eran dulces y firmes, y la besó como si bebiera un buen vino. Ella le hundió las manos en los suaves rizos. —Mi señora —susurró él en su boca, y ella notó que su cuerpo vibraba con el sonido de esa voz—. Mi Señora de las Rosas.
Cassandra Clare (Queen of Air and Darkness (The Dark Artifices, #3))
Llegaba hasta el Carpanta, traído por la brisa de tierra, el olor de los montes cercanos: desnudos, secos y calcinados por el sol, con tomillo, romero, palmito y chumbera entre sus peñas pardas, ramblas secas donde crecían las higueras, y almendrales escalonados por muretes de piedra. Pese al cemento y al cristal y al acero y a las excavadoras, a la sucesión interminable de luces bastardas que mancillaba sus orillas de costa a costa, todo el Mediterráneo seguía estando allí, a poca atención que se prestase al tenue rumor de la memoria: aceite y vino rojo, Islam y Talmud, cruces, pinos, cipreses, tumbas, iglesias, ponientes cárdenos como la sangre, velas blancas a lo lejos, piedras talladas por los hombres y por el tiempo, hora singular de la tarde en que todo quedaba quieto y en silencio salvo el canto de la cigarra, noches a la luz de una hoguera hecha con madera de deriva, mientras la luna se elevaba despacio sobre un mar de islas sin agua. Y también espetones de sardinas, laurel y aceitunas, cáscaras de sandía flotando quietas en el leve ondular vespertino de la playa, rumor de guijarros en la resaca del amanecer, barcas pintadas de azul, blanco y rojo, varadas en orillas con molinos en ruinas y olivos grises, y uvas que amarilleaban en los emparrados. Y a su sombra, perdidos los ojos en el azul intenso que se extendía hacia levante, hombres inmóviles mirando el mar; héroes atezados y barbudos que sabían de naufragios en calas designadas por dioses crueles, ocultos bajo la apariencia de mutiladas estatuas que dormían, con los ojos abiertos, un silencio de siglos.
Arturo Pérez-Reverte (La Carta Esf�rica / The Nautical Chart)
—Vino la muerte a buscarme —suspira Villa—, pero se equivocó de hora. Los dos resucitados van a parar a una misma celda en la prisión de Tlatelolco. Conversando pasan los días y los meses. Magaña habla de Zapata y de su plan de reforma agraria y del presidente Madero, que se hace el sordo porque quiere quedar bien con los campesinos y con los terratenientes, montado en dos caballos a la vez. Un pequeño pizarrón y un par de libros llegan a la celda. Pancho Villa sabe leer personas, pero no letras. Magaña le enseña; y juntos van entrando, palabra por palabra, estocada tras estocada, en los castillos de Los tres mosqueteros. Después emprenden viaje por Don Quijote de La Mancha, locos caminos de la vieja España; y Pancho Villa, el feroz guerrero del desierto, acaricia las páginas con mano de amante. Magaña le cuenta: —Este libro… ¿Sabes? Lo escribió un preso. Uno como nosotros.
Eduardo Galeano (Memory of Fire: III: Century of the Wind: Part Three of a Trilogy)
—Vino la muerte a buscarme —suspira Villa—, pero se equivocó de hora. Los dos resucitados van a parar a una misma celda en la prisión de Tlatelolco. Conversando pasan los días y los meses. Magaña habla de Zapata y de su plan de reforma agraria y del presidente Madero, que se hace el sordo porque quiere quedar bien con los campesinos y con los terratenientes, montado en dos caballos a la vez. Un pequeño pizarrón y un par de libros llegan a la celda. Pancho Villa sabe leer personas, pero no letras. Magaña le enseña; y juntos van entrando, palabra por palabra, estocada tras estocada, en los castillos de Los tres mosqueteros. Después emprenden viaje por Don Quijote de La Mancha, locos caminos de la vieja España; y Pancho Villa, el feroz guerrero del desierto, acaricia las páginas con mano de amante. Magaña le cuenta: —Este libro… ¿Sabes? Lo escribió un preso. Uno como nosotros.
Eduardo Galeano (Memory of Fire: III: Century of the Wind: Part Three of a Trilogy)
Con la edad se deterioran muchas cosas. Las manos y la espalda cobran rigidez. La visión empeora. La piel se vuelve áspera y la belleza se apaga. La única excepción es la voz. Si se cuida bien, con la edad y con el uso continuado la voz no hace otra cosa que ganar suavidad. La de aquel hombre era dulce como un vino de miel. Al terminar su canción, recibió un aplauso caluroso, y al cabo de un momento volvieron a encenderse las luces y se reanudaron las conversaciones.
Patrick Rothfuss (The Wise Man S Fear (Series: Kingkiller Chronicle, Bk. 2))
Del desierto del norte tenía que llegar su fortuna, la aventura, la hora milagrosa que al menos una vez le toca a cada uno. Por esa posibilidad vaga, (...) Quizá también Tronk, probablemente. Tronk seguía los artículos del reglamento, la disciplina matemática, el orgullo de la responsabilidad escrupulosa, y se hacía la ilusión de que eso le bastaba. Mas si le hubieran dicho: siempre así mientras vivas, todo igual hasta el final, también él habría despertado. Imposible, habría dicho. Algo distinto tendrá que venir, algo verdaderamente digno, como para poder decir: ahora, aunque haya acabado, paciencia. Drogo había comprendido su fácil secreto y con alivio pensó que estaba al margen, espectador incontaminado. Dentro de cuatro meses, gracias a Dios, los dejaría para siempre. Las oscuras fascinaciones de la vieja bicoca se habían disuelto ridiculamente. Eso pensaba. Pero ¿por qué el vejete seguía mirándolo, y con aquella expresión ambigua? ¿Por qué Drogo sentía deseos de silbar un poco, de beber vino, de salir al aire? ¿Quizá para demostrarse a sí mismo que era verdaderamente libre y estaba tranquilo?
Dino Buzzati (The Tartar Steppe)
Del desierto del norte tenía que llegar su fortuna, la aventura, la hora milagrosa que al menos una vez le toca a cada uno. Por esa posibilidad vaga, que parecía volverse cada vez más incierta con el tiempo, hombres hechos y derechos consumían allá arriba la mejor parte de su vida. (...) Quizá también Tronk, probablemente. Tronk seguía los artículos del reglamento, la disciplina matemática, el orgullo de la responsabilidad escrupulosa, y se hacía la ilusión de que eso le bastaba. Mas si le hubieran dicho: siempre así mientras vivas, todo igual hasta el final, también él habría despertado. Imposible, habría dicho. Algo distinto tendrá que venir, algo verdaderamente digno, como para poder decir: ahora, aunque haya acabado, paciencia. Drogo había comprendido su fácil secreto y con alivio pensó que estaba al margen, espectador incontaminado. Dentro de cuatro meses, gracias a Dios, los dejaría para siempre. Las oscuras fascinaciones de la vieja bicoca se habían disuelto ridiculamente. Eso pensaba. Pero ¿por qué el vejete seguía mirándolo, y con aquella expresión ambigua? ¿Por qué Drogo sentía deseos de silbar un poco, de beber vino, de salir al aire? ¿Quizá para demostrarse a sí mismo que era verdaderamente libre y estaba tranquilo?
Dino Buzzati (The Tartar Steppe)
Mi vida pareció desbaratarse de repente. Todo lo que hasta entonces había sido una realidad incuestionable se vino abajo como un tigre de papel arrastrado por el viento.
David González Raga (Encuentro con la sombra)
Por eso vino la reacción de los macabeos, que usaban como grandes insultos en esa época los términos “griego”, “helenista” o “helenizado” para calificar a los judíos vendidos. Los macabeos se levantaron contra esta vertiente griega oriental, pero en lugar de atacar derecho a los ocupantes empezaron a liquidar a los propios judíos colaboracionistas con el opresor (se había incluso llegado a cambiar el nombre de Jerusalem por Antioquía). Es ley de la historia: el levantamiento arranca ajusticiando a sangre y fuego a los cipayos.
Carlos Maslatón (Téngase presente)
Como su hija, que ni me conocía, su hija que no se atrevió a ser madre pero dispuso de mi cuerpo como si fuera de ella, así como hoy usted, que no vino a saldar una deuda sino a cometer el mismo delito, veinte años después. La mira y repite, usted vino a usar mi cuerpo.
Claudia Piñeiro (Elena sabe (Kindle Edition))
Aquella noche nos habíamos acostado sin hablarnos. Yo estuve leyendo, no sé qué, y a veces, de reojo, veía dormirse a Cecilia. Ella tenía una expresión lenta, dulce, casi risueña, una expresión de antes, de cuando se llamaba Ceci, para la que yo había construido una imagen exacta que ya no podía ser recordada. Nunca pude dormirme antes que ella. Dejé el libro y me puse a acariciarla con un género de caricia monótona que apresura el sueño. Siempre tuve miedo de dormir antes que ella, sin saber la causa. Aún adorándola, era algo así como dar la espalda a un enemigo. No podía soportar la idea de dormirme y dejarla a ella en la sombra, lúcida, absolutamente libre, viva aún. Esperé a que se durmiera completamente, acariciándola siempre, observando cómo el sueño se iba manifestando por estremecimientos repentinos de las rodillas y el nuevo olor, extraño, apenas tenebroso, de su aliento. Después apagué la luz y me di vuelta esperando, abierto al torrente de imágenes. Pero aquella noche no vino ninguna aventura para recompensarme el día. Debajo de mis párpados se repetía, tercamente, una imagen ya lejana. Era precisamente, la rambla a la altura de Eduardo Acevedo, una noche de verano, antes de casarnos. Yo la estaba esperando apoyado en la baranda metido en la sombra que olía intensamente a mar. Y ella bajaba la calle en pendiente, con los pasos largos y ligeros que tenía entonces, con un vestido blanco y un pequeño sombrero caído contra una oreja. El viento la golpeaba en la pollera, trabándole los pasos, haciéndola inclinarse apenas, como un barco de vela que viniera hacia mí desde la noche. Trataba de pensar en otra cosa; pero, apenas me abandonaba, veía la calle desde la sombra de la muralla y la muchacha, Ceci, bajando con un vestido blanco. Entonces tuve aquella idea idiota como una obsesión. La desperté, le dije que tenía que vestirse de blanco y acompañarme. Había una esperanza, una posibilidad de tender redes y atrapar el pasado y la Ceci de entonces. Yo no podía explicarle nada; era necesario que ella fuera sin plan, no sabiendo para qué.
Juan Carlos Onetti (El pozo)
De momento, hay que decir que el proceso de blanqueo de las diferentes tribus, y el ascenso de la creencia en el hecho de ser blanco, no se produjo por medio de las catas de vino y las reuniones sociales para comer helado, sino mediante el saqueo de vidas, libertad, trabajo y tierra; mediante los latigazos en la espalda; las cadenas en brazos y piernas; el estrangulamiento de los disidentes; la destrucción de las familias; la violación de las madres; la venta de los hijos; así como otros muchos actos destinados, principalmente, a negarnos a ti y a mí el derecho a proteger y gobernar nuestros cuerpos.
Ta-Nehisi Coates (Entre el mundo y yo (Los Tres Mundos) (Spanish Edition))
Vino por estar cerca y para comprobar, de paso, si el antiguo recuerdo de la plaza, nítido como un grabado a buril, o reconstruido por la imaginación para así parecerlo hoy, tenía correspondencia próxima con la realidad material de un cuadrilátero rodeado de edificios por tres lados, con una estatua ecuestre irreal en medio, el arco de triunfo, que desde donde está no llega a ver, y al fin todo es difuso, brumoso en la arquitectura, apagadas las líneas, será por el tiempo que hace, será por el tiempo que es, será por sus ojos ya gastados, sólo los ojos del recuerdo pueden ser agudos como los del gavilán.
José Saramago (The Year of the Death of Ricardo Reis)
La vanidad es, por mucho, mi pecado favorito, y la lente de la cámara es un espejo. La cámara capta todos los estados de ánimo y los matices; inmortaliza el continuo suave y sedoso que es la humanidad. Esos momentos capturados parecen tan fluidos, tan representativos de la continuidad. Representan la captura de un único momento y, sin embargo, la expresión de una eternidad. Toda tu juventud; todas tus edades, capturadas y expresadas en un solo clic. De todos los caprichos, el de la vanidad es sin duda mi favorito, al que deberíamos resistirnos, pero al que nos sentimos inexplicablemente cautivados y adictos. ¿Qué otro animal pasaría tanto tiempo haciendo pucheros y acicalándose frente a su reflejo? Sólo la humanidad participaría en tal auto-adoración. Se podría pensar que tenemos las plumas más coloridas o las melenas más suaves. En cambio, somos un bípedo desnudo que se siente incompleto sin algún elemento decorativo, accesorio o adorno del yo. Nos embriaga la imagen del cuerpo, de la misma manera que nos seducen los buenos vinos, las comidas o los elementos que alteran la mente. Devoramos la piel, y nos despojamos de la ropa como si fuera la piel de alguna fruta tropical, que oculta un interior colorido y jugoso. Cazamos placeres corporales, y los coleccionamos como premios; los exhibimos en situaciones sociales como si nuestros compañeros fueran una especie de adorno añadido a nosotros mismos. Nos revelamos en nuestra sensualidad. Tocar debajo de la superficie; conectar más allá de las fachadas, ese discurso inalcanzable entre individuos se pone tímidamente al alcance en la intimidad. Capturar esos momentos es captar la esencia de lo que nos hace humanos, y lo que en última instancia nos coloca por encima y al margen del resto de la naturaleza. Capturar la humanidad en sus expresiones más extravagantes es embriagador. La vanidad es, por mucho, mi pecado favorito, y es un cuento interminable tan infinito como la humanidad. Cada persona no es más que una puntada en un gigantesco tapiz.
A.E. Samaan (Shades of Vanity - Shades and Shadows of Eroticism)
tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos. 26 Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob.
Angela Bianca Echavarria (Atando al Hombre Fuerte: Cómo atarlo y saquear sus bienes (Oraciones de Guerra) (Spanish Edition))
el esfuerzo humano no tiene la edad de la razón el esfuerzo humano tiene la edad de los cuarteles la edad de los penales y de las prisiones la edad de las iglesias y de las fábricas la edad de los cañones ... se nutre de malos sueños y se emborracha con el mal vino de la resignación y como una gran ardilla borracha da vueltas sin cesar en un universo hostil polvoriento y bajo de techo y forja sin pausa la cadena la terrorífica cadena donde todo se encadena la miseria el beneficio el trabajo la matanza la tristeza la desgracia el insomnio y el aburrimiento La terrorífica cadena de oro de carbón de hierro y de acero de escoria de hierro y de polvo de carbón alrededor del cuello de un mundo desamparado
Jacques Prévert
El aire de la noche desordena tus pechos, y desordena y vuelca los cuerpos con su choque. Como una tempestad de enloquecidos lechos, eclipsa las parejas, las hace un solo bloque. La noche se ha encendido como una sorda hoguera de llamas minerales y oscuras embestidas. Y alrededor la sombra late como si fuera las almas de los pozos y el vino difundidas.
Miguel Hernández
Milagro Humano (El Soneto) Convertir el agua en vino no es un milagro, Solo significa que estás borracho. Compartir tu última gota de agua con alguien que tiene sed es el verdadero milagro. Sanar y ayudar son el mayor milagro, Incluso si requiere el sacrificio del yo. Un humano que ayuda a otro a sanar, es el verdadero milagro personificado. Así que despierta y trabaja, oh milagro humano, Corre hacia los indefensos como la lluvia monzónica. Lánzate a los pies de los olvidados, No hay mayor nobleza, ni mayor divinidad. Las oraciones no funcionan a menos que tú lo hagas. A todas las oraciones, somos la respuesta.
Abhijit Naskar (Poesía Humanitaria: Cien Sonetos Para Mi Familia Mundial (Spanish Edition))
Y como el toro tú, mi sangre astada, que el cotidiano cáliz de la muerte, edificado con un turbio acero, vierte sobre mi lengua un gusto a espada diluida en un vino espeso y fuerte desde mi corazón donde me muero.
Miguel Hernández
—A qué vino usted —dijo. Ya he dicho que esperaba la pregunta. Lo que ni yo mismo esperaba fue mi respuesta. —Te voy a contestar —dije—. Esa pregunta y todas las que quieras. No sé a qué vine, pero te puedo decir por qué vine. Vine porque estoy de vacaciones. Vine porque me separé de mi mujer. Vine porque desde hace diez años me da lo mismo cualquier lugar, a condición de no conocer a nadie. No pongas cara de alarmada. Vos hiciste la pregunta y ahora me escuchás. Vine porque mi vida carece de sentido. Siempre imaginé que un tipo como yo estaba destinado a hacer grandes cosas, y un día, como dice tu tío Golo, me desperté de golpe y vi en el espejo la cara de un antiguo señor que había perdido por completo las ganas de vivir.
Abelardo Castillo (El evangelio según Van Hutten)
Los avatares, la inexplicable arbitrariedad de la vida. Cada día le resulta más incomprensible por qué le ha tocado vivir ahora, y no antes ni después, por qué vino al mundo. Le han dado una vida que él no ha pedido, y se la quitarán sin consultárselo. ¿No es su anhelo de vida especialmente grande siempre que cree, como en este preciso momento, que ha perdido el rumbo? ¿Desea algo más de verdad? ¿No lo tiene ya todo y en exceso? Escucha el ritmo cada vez más acelerado de su corazón. La vida es más intensa que cualquier arte, la vida cotidiana cubre por completo todo lo creado.
Klaus Modick (Concierto sin poeta (Spanish Edition))
Las obligaciones del pensamiento barato nos recolocaron de todos modos, y además tenías que ser un fantasma para apreciarlo. Como esos que sueles ver. ... Aprovechando el viaje vino un criadero de cabras   que nos encontraron encantadores, trastornados por nuestros compañeros.
John Ashbery
–Cuando la veo –dije–, no sé lo que es. Es como si no hubiese visto nada igual en mi vida. Es como si estuviera llena, como un vaso cuando está lleno de vino. Veo los números de los otros artistas y no me dicen nada..., son como polvo. Luego ella entra en escena y... es tan bonita, y tiene un traje tan bonito y una voz tan dulce... Me entran ganas de sonreír y de llorar al mismo tiempo. Me duele aquí. –Coloqué una mano en mi pecho, encima del esternón–. No he visto nunca una chica igual. No sabía que hubiese chicas como ella...
Sarah Waters (El lustre de la perla)
Pero vamos a comer primero -dijo. Y así, con batiente de puertas, empezó un exquisito vaivén silencioso de doncellas con delantales y cofias blancas, doncellas no por necesidad sino porque forman parte del misterio o mejor del gran engaño que las damas de Mayfair practican de una y media a dos cuando, con un gesto de la mano, cesa el tráfico y surge en su lugar esta profunda mentira, la comida en primer lugar, que nadie paga; y luego la mesa que parece cubrirse como por voluntad propia de vidrio y de plata, de manteles individuales, de cuencos de fruta roja, de filetes de rodaballo cubiertos de salsa oscura, de pollos troceados nadando en sus cazuelas; el fuego arde todo color y fiesta y con el vino y el café (que nadie ha pagado) nacen visiones alegres en ojos preocupados; ojos ante los que ahora la vida es musical y misteriosa; ojos encendidos ahora para observar animados los claveles rojos que Lady Bruton (cuyos gestos eran siempre duros) había depositado junto a su plato, de forma que Hugh Whitbread, en paz con el universo entero y al mismo tiempo completamente seguro de su categoría, dejó su tenedor y dijo: -¿No crees que resultarían encantadores sobre tu encaje?
Virginia Woolf