“
Míralo. El rostro de un ángel malicioso y los ojos como el cielo nocturno en el Infierno. Es muy hermoso, y a los vampiros les gusta eso. Y no puedo decir que a mí me moleste. -Magnus sonrió de medio lado-. Cabello negro y ojos azules son mi combinación favorita.
”
”
Cassandra Clare (Clockwork Prince (The Infernal Devices, #2))
“
Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces...Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.
”
”
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
“
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.
”
”
Antonio Machado (Proverbios y cantares)
“
Arriba, más arriba que ninguna, en la blanca columna del puente, una inscripción resalta sobre todas las demás, imborrable. Está allí, sobre el frío mármol, azul como sus ojos, bella como siempre la ha deseado. Su corazón empieza a latir feroz. Por un instante le parece que todos pueden oírla, todos pueden leer esa frase, precisamente como está haciendo ella en ese momento. Está allí, en lo alto, inalcanzable. Allí donde sólo los enamorados llegan: <>
”
”
Federico Moccia (Tre metri sopra il cielo)
“
from the short story, Cielo Azul
“Harry, get an ambulance.”
I stood up and stepped back from the scene. I felt my chest growing tight, a clarity of thought coming over me. In all my years I had spoken for the dead many times. I had avenged the dead. I was at home with the dead. But I had never so clearly had a part in pulling someone away from the outstretched hands of death.
And in that moment I knew we had done just that. And I knew that whatever happened afterward and wherever my life took me, I would always have this moment, that it would be a light that could lead me out of the darkest of tunnels.
”
”
Michael Connelly (Suicide Run (Harry Bosch, #14.5; Harry Bosch Universe, #23.4))
“
¿Puedes vender cielo,
el cielo azul a veces,
o gris también a veces,
una parcela de tu cielo,
el que compraste, piensas tú, con los árboles]
de tu huerto, como quien compra el techo con la casa?]
¿Puedes venderme un dólar
de cielo, dos kilómetros
de cielo, un trozo, el que tú piensas,
de tu cielo?
”
”
Nicolás Guillén
“
Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida.
En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además, ¿sabemos acaso lo que es la verdad? Si yo lo digo que aquel trozo de ventana azul, digo una verdad. Pero es una verdad parcial, y por lo tanto una especie de mentira. Porque el trozo de ventana no está solo, está en una casa, en una cuidad, en un paisaje. Está rodeado del gris de ese muro de cemento, del azul claro del cielo, de aquellas nubes alargadas, de infinitas cosas más. Y si no digo todo absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible, aun en este caso de la ventana, de un siempre trozo de la realidad física. La realidad es infinita y además infinitamente matizada, y si me olvido de un solo matiz, ya estoy mintiendo. Ahora imagínese lo que es la realidad de los seres humano con sus complicaciones y recovecos, contradicciones y además cambiantes. Porque cambia a cada instante que pasa, y lo que éramos hace un momento no lo somos más. ¿Somos, acaso, siempre la misma persona? ¿Tenemos acaso siempre los mismos sentimientos? Se puede querer a alguien y de pronto desestimarlo y hasta detestarlo. Y si cuando lo desestimamos cometemos el error de decírselo, eso es una verdad, pero una verdad momentánea, que no será más verdad dentro de una hora o al otro día, o en otras circunstancias. Y en cambio el ser a quien se la decimos creerá que ésa es la verdad, la verdad para siempre y desde siempre. Y se hundirá en la desesperación.
”
”
Ernesto Sabato (Sobre héroes y tumbas)
“
¿Y si te dijese que te he querido de todas las maneras que existen? Te he querido de forma platónica y te he querido con dudas, te he querido como se quiere cuando eres demasiado joven para plantearte que eso no lo es todo y te he querido antes y después de ser padre. Te he querido solo como amigo y te he querido pensando en ti cada noche. En ocasiones ni si quiere he sido consciente de quererte y otras veces lo he hecho con tanta intensidad que me dolía el pecho al pensar en ti. Pero lo peor de todo es que casi nunca te he dicho que te quiero porque me parecía tan cotidiano como que el cielo sea azul o que exista la puta gravedad.
”
”
Alice Kellen (Donde todo brilla)
“
Buscad en la naturaleza el secreto de la poesía. Ella os dará los elementos inertes y los elementos vivos de los afectos. Ella es cielo, aire y tierra: ella es hombre y mujer, luz y amor, ciencia y virtud, color y armonía… escala misteriosa que remata en Dios.
”
”
Rubén Darío (Azul...)
“
Mi ángel azul. Azul cielo. Azul río. Fuente de vida.
”
”
Jul Maroh (Le bleu est une couleur chaude)
“
El cielo estaba azul, sin mácula, como si acabaran e crearlo aquella misma mañana.
”
”
Haruki Murakami (Hard-Boiled Wonderland and the End of the World)
“
Del azul del cielo al negro de la nada.
”
”
Stephen King (It)
“
El cielo azul, es cielo y es azul
”
”
Jorge Luis Borges (Textos recobrados 1919-1929, 1ra parte (Obras completas, #16))
“
«Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.
”
”
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
“
Sólo muy de vez en cuando se puede estar seguro de que se va a vivir para siempre jamás, y ésa es una de las curiosidades de la vida. A veces sucede cuando uno se levanta al amanecer, ese momento de meliflua solemnidad, y se sale al jardín y se queda uno allí quieto y solo; y se levanta mucho la mirada, más y más arriba, y se observa cómo muda de color el pálido cielo azul, sonrojándose, cómo va sucediendo lo insólito y maravilloso, hasta que el Oriente casi le hace a uno clamar, y el corazón parece que cesara de latir ante la inexplicable, imperturbable majestad del sol naciente. Desde hace miles y miles de años, esto es lo que acontece cada mañana, y es entonces cuando durante un instante se sabe que uno va a vivir siempre. Y también se sabe a veces cuando uno está solo en un bosque, a la hora del crepúsculo; y la misteriosa quietud de oro intenso que desciende inclinándose entre las ramas, y bajo ellas, parece que nos dijera muy despacio, una y otra vez, algo que no se termina de entender, por más que se escuche. Y luego a veces nos lo confirma el inmenso sosiego de la oscuridad azul de la noche, en la que nos aguardan y observan millones de estrellas; y a veces nos lo dice una música lejana, y otras, está escrito en unos ojos que nos miran.
Y esto mismo le sucedió a Colin cuando, por vez primera, vio y escuchó y sintió la primavera entre los muros de un jardín oculto.
”
”
Frances Hodgson Burnett (The Secret Garden)
“
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
”
”
Pablo Neruda (Veinte poemas de amor y una canción desesperada)
“
Amor, piedad, gratitud a la vida, a los libros y al mundo me galvanizaban el nervio azul del alma. No era yo, sino el dios que estaba dentro de mí, un dios hecho pedazos de montaña, de bosques, de cielo y de recuerdo.
”
”
Roberto Arlt (El juguete rabioso)
“
Por la ventana abierta se veía gran parte de la ciudad. Por sobre los techos el horizonte es azul e infinito. Entonces me dije a mí misma: "Mientras exista este sol intenso y este cielo azul y mi corazón pueda sentirlo, no puedo estar triste".
”
”
Anne Frank (El diario de Ana Frank)
“
No importa, Ben. Lo que importa es el amor, el cariño... Siempre el deseo, nunca el tiempo. Tal vez es lo único que podemos llevarnos, cuando salimos del azul del cielo para entrar en la negrura. Es un frío consuelo, tal vez, pero es mejor que nada.
”
”
Stephen King (It)
“
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.
En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo.
Mi madre murió entonces.
Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?
”
”
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
“
—¿Qué me has traído? —me preguntó, emocionada.
Sonreí.
—¿Y tú? ¿Qué me has traído? —bromeé.
Auri sonrió y alargó la mano. Vi brillar algo en su palma a la luz de la luna.
—Una llave —contestó con orgullo, y me la puso en la mano.
La cogí y noté su agradable peso.
—Es muy bonita —dije—. ¿Qué abre?
—La luna —respondió ella, muy seria.
—Ah, podría serme muy útil —dije examinándola.
—Eso mismo pensé yo. Así, si hay una puerta en la luna, podrás abrirla. —Se sentó en el tejado con las piernas cruzadas y me miró con una amplia sonrisa en los labios—. Aunque yo no fomentaría esa clase de comportamiento insensato.
[...]
—Te he traído un poco de pan. [...]. Y una botella de agua.
—Eso también es muy bonito —dijo ella con gentileza. [...]—. ¿Qué hay en el agua? [...].
—Flores —respondí—. Y el trozo de luna que no está en el cielo esta noche. Lo he metido también.
[...]
—Yo ya mencioné la luna —dijo con un deje de reproche.
—Entonces, solo flores. Y el brillo del cuerpo de una libélula. Yo quería un trozo de luna, pero solo conseguí el brillo azul de una libélula.
Auri inclinó la botella y dio un sorbo de agua.
—Es maravillosa.
”
”
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
“
Su piel blanca, que no me digan que el blanco es la falta de color, porque es el color más hermoso y es el color de la pureza, y por supuesto que el blanco no es la falta de color: los profesores de física han descubierto a todo el mundo que en un copo de nieve, alineados en un blanco inmaculado están ocultos sin embargo el violeta de los lirios, o sea la tristeza, la melancolía, pero también está presente el azul que significa la calma de contemplar reflejado en un charco de la calle el cielo que nos espera, porque el azul está al lado del verde que es la límpida esperanza, y después viene el amarillo de las margaritas del campo, que florecen sin que nadie las plante y se presentan sin buscarlas, como buenas noticias cuando menos se las espera, y el color de las naranjas que ya están maduras por el verano se llama muy apropiadamente anaranjado, el azahar dio un fruto que el verano madura a causa del calor, qué goce saber que germinó la semilla, creció la planta que es la adolescencia y se va a entrar en la juventud del fruto que da el goce anaranjado, el fruto jugoso y refrescante de las tardes calurosas. El rojo también está oculto en el blanco, también está en ella, en Carla, que es tan blanca.
”
”
Manuel Puig (Betrayed by Rita Hayworth)
“
He recorrido un largo camino, el frío penetra mi ropa gastada. Esta tarde el cielo está despejado, ¡cómo me duele el corazón!
”
”
Hiromi Kawakami (El cielo es azul, la tierra blanca: Una historia de amor)
“
¿Sabías que los cielos eran azules, Yamagatasan? Azul brillante, como los ojos de los gaijins. ¿Y ahora? Rojo como tu loto. Rojo como la sangre.
”
”
Jay Kristoff
“
La simple contemplación de la bóveda celeste basta para desencadenar una experiencia religiosa.
”
”
Mircea Eliade (The Sacred and the Profane: The Nature of Religion)
“
Busco, quiero probar cosas nuevas; quizá más dolor y más soledad, pero creo que vale la pena. Sé que hay algo más que estas cuatro paredes y este cielo enojosamente azul.
”
”
Cristina Rivera Garza (El invencible verano de Liliana)
“
Era un día azul cielo de diciembre del sesenta y nueve (el mil novecientos no se dice).
”
”
Arundhati Roy (The God of Small Things)
“
¡Ah, eternamente veo tus ojos soñadores, ardorosos, azules como los lánguidos cielos decorados con la orla dorada del ocaso!
”
”
Edgar Allan Poe (Poesías Completas (Colección Edgar Allan Poe))
“
Nunca ha habido otro comienzo que éste de ahora, ni más juventud que ésta ni mas vejez que ésta; y nunca habrá más perfección que la que tenemos ni más cielo ni más infierno que éste de ahora.
”
”
Walt Whitman (Canto a mí mismo: Editorial Fuego Azul (Spanish Edition))
“
Por las mañanas, al asomarme al balcón, veo el pueblo con sus tejados rojos, negruzcos, sus chimeneas cuadradas y el humo que sale por ellas en hebras muy tenues en el cielo gris del otoño. Después de las lluvias abundantes, las casas están desteñidas, las calles limpias; la carretera descarnada, con las piedras al descubierto. El azul del cielo parece lavado cuando sale entre nubes: es más diáfano, más puro.
”
”
Pío Baroja (Las Inquietudes De Shanti Andia)
“
Ruinas refugio cierto por fin hacia el cual de tan lejos tras tanta falsedad. Lejanos sin fin tierra cielo confundidos sin un ruido nada móvil. Rostro gris azul claro cuerpo pequeño corazón latiendo solo en pie.
”
”
Samuel Beckett
“
El tiempo de la espera es a la vez azul y gris, se nos llena de cielos y de brumas. Soñamos con lo posible y tememos lo indeseado, los dos se esconden tras el presente, pero sólo ansiamos el goce del deseo cumplido.
”
”
Rosa Huertas (Mala Luna)
“
Nos veo a los ocho y a la Casa de atrás, como si fuéramos un trozo de cielo azul, rodeado de nubes de lluvia negras, muy negras. La isla redonda en la que nos encontramos aún es segura, pero las nubes se van acercando, y el anillo que nos separa del peligro inminente se cierra cada vez más. Ya estamos tan rodeados de peligros y de oscuridad, que la desesperación por buscar una escapatoria nos hace tropezar unos con otros. Miramos
”
”
Anne Frank (Diario de Anne Frank (Spanish Edition))
“
Lo que importa es el amor, el cariño … Siempre el deseo, nunca el tiempo. Tal vez es lo único que podemos llevarnos, cuando salimos del azul del cielo para entrar en la negrura. Es un frío consuelo, tal vez, pero mejor que nada.»
”
”
Stephen King (It)
“
Ahora mismo, de noche, igual dices que su elemento más distintivo es que tiene una luna ahí colgando. Pero eso sería hacerles un feo a las estrellas, ¿no? Que también están ahí, también son importantes y también forman parte del cielo y definen quién es. Y, además, en algún momento se hará de día y el cielo cambiará de azul y tendrá un sol gigantesco colgando que podríamos decir que es su elemento definitorio. Pues… con las personas es igual, supongo. Somos muchas cosas.
”
”
Raquel Tirado (De hermanas y acertijos a medianoche (Academia de élite para brujas extraordinarias, #1))
“
Puse cara de no entender nada. Si eres inteligente, si sabes más de lo que debes, destacas como un cielo verde sobre un campo azul, y, como es bien sabido, la Presidenta de la Patria opina que los artistas que pintan ese tipo de paisajes deberían ser esterilizados.
”
”
Sally Gardner (Maggot Moon)
“
Con esta boca, en este mundo...
No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.
Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.
Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado del silencio,
lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo con la lengua cortada.
¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca, cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
Olga Orozco
”
”
Olga Orozco
“
EL MAL
Mientras que los gargajos rojos de la metralla
silban surcando el cielo azul, día tras día,
y que, escarlata o verdes, cerca del rey que ríe
se hunden batallones que el fuego incendia en masa;
mientras que una locura desenfrenada aplasta
y convierte en mantillo humeante a mil hombres;
¡pobres muertos! sumidos en estío, en la yerba,
en tu gozo, Natura, que santa los creaste,
existe un Dios que ríe en los adamascados
del altar, al incienso, a los cálices de oro,
que acunado en Hosannas dulcemente se duerme.
Pero se sobresalta, cuando madres uncidas
a la angustia y que lloran bajo sus cofias negras
le ofrecen un ochavo envuelto en su pañuelo.
”
”
Arthur Rimbaud
“
creer que si se pasa página, si se entierra el pasado o si durante meses se le cuenta a un psiquiatra que tu madre quería comerte, uno puede «curarse» del miedo, vivir en un mundo de prados verdes y cielos azules sostenidos con la simple voluntad de que así sea. La convicción de que la felicidad es una decisión le resultaba tan ilusa
”
”
Dolores Redondo (Trilogía del Baztán: El guardián invisible / Legado en los huesos / Ofrenda a la tormenta (Trilogía del Baztán #1-3))
“
El león abrió las fauces, pero no salió ningún sonido; exhalaba, un largo y cálido aliento, que pareció balancear a todos los animales igual que el viento balancea una hilera de árboles. En las alturas, desde un punto situado más allá del velo de cielo azul que las ocultaba, las estrellas volvieron a cantar; era una música pura, serena e intrincada. Entonces se produjo un veloz fogonazo parecido a una llamarada -que no quemó a nadie- procedente del cielo o del mismo león, los niños sintieron que toda su sangre hormigueaba, y la voz más profunda e impetuosa que habían oído jamás empezó a decir:
-Narnia, Narnia, Narnia,despierta. Ama. Piensa. Habla. Sed Árboles Andantes. Sed Bestias Parlantes. Sed Aguas Divinas.
”
”
C.S. Lewis (Troldmandens nevø (Narnia #1))
“
Sólo muy de vez en cuando se puede estar seguro de que se va a vivir para siempre jamás, y ésa es una de las curiosidades de la vida. A veces sucede cuando uno se levanta al amanecer, ese momento de meliflua solemnidad, y se sale al jardín y se queda uno allí quieto y solo; y se levanta mucho la mirada, más y más arriba, y se observa cómo muda de color el pálido cielo azul, sonrojándose, cómo va sucediendo lo insólito y maravilloso, hasta que el Oriente casi le hace a uno clamar, y el corazón parece que cesara de latir ante la inexplicable, imperturbable majestad del sol naciente. Desde hace miles y miles de años, esto es lo que acontece cada mañana, y es entonces cuando durante un instante se sabe que uno va a vivir siempre.
”
”
Frances Hodgson Burnett (The Secret Garden)
“
Cómo estar aburrido mientras el cielo es azul , y la Tierra es verde , y las flores tienen este magnífico aroma, y el corazón tiene esta maravillosa capacidad de amar, y el alma tiene este infinita energía de creer. Cómo estar aburrido mientras en este mundo hay personas a quienes amamos y quienes nos gustan y quienes nos aman y a quienes les gustamos
(para tania en México)
”
”
Naguib Mahfouz
“
Levanté los ojos al cielo, que se ponía de un color más suave y más azul con las primeras estrellas y me vino una impresión de belleza casi mística. Como un deseo de morirme allí, a un lado, mirando hacia arriba, debajo de la gran dulzura de la noche que empezaba a llegar. Y me dolió el pecho de hambre y de deseos inconfesables al respirar. Era como si estuviese oliendo un aroma de muerte y me pareciera bueno por primera vez,
”
”
Carmen Laforet (Nada)
“
El sol brillaba en lo alto de un cielo azul y despejado, el agua centelleaba bajo sus rayos y los árboles parecían más verdes y las flores más alegres bajo su benéfica influencia. El agua corría rizándose con plácido murmullo, los árboles susurraban con la ligera brisa que rozaba sus hojas, los pájaros que cantaban sobre los arbustos y la alondra trinaba lo alto, saludando a la mañana. Sí, era la mañana, la espléndida y embalsamada mañana estival; las hojas más diminutas, la más tenue brizna de hierba, palpitaban con el instinto de la vida. La hormiga se arrastraba en su afanosa labor cotidiana; la mariposa revoloteaba y se desperezaba en los cálidos rayos del sol; miríadas de insectos extendían sus alas transparentes y festejaban su dichosa y fugaz existencia. Avanzaba el hombre en su camino, exaltado por el espectáculo, y todo era brillo y esplendor.
”
”
Charles Dickens (Cuentos de navidad)
“
La mejor pradera es la que siempre se encuentra al otro lado del horizonte. El agua más dulce, la del siguiente río. El cielo más azul, el que siempre ves encima de otra colina. Y antes de que te des cuenta, una mañana te castañetean las articulaciones y no puedes dormir dos horas seguidas sin levantarte a orinar, y sólo entonces comprendes que el mejor lugar quedó atrás, y que no lo viste porque estabas obsesionado en seguir adelante.
”
”
Joe Abercrombie (Red Country)
“
Un tren me llevó hasta la pequeña ciudad de Kamadura, a una hora de la capital. El redescubrimiento de un Japón antiguo y silencioso hizo que se me saltaran las lágrimas. Bajo aquel cielo inmensamente azul, los pesados tejados de teja en forma de arco y el aire inmovilizado por el hielo parecían decirme que me habían estado esperando, que me habían echado de menos, que, con mi regreso, volvía a restaurarse el orden del mundo y que mi reinado duraría diez mil años.
”
”
Amélie Nothomb (Ni d'Ève ni d'Adam)
“
Mandamientos y prohibiciones -dijo-, son altas murallas que se levantan para alcanzar el cielo, pero cuanto más altas se alzan más se encoge el cielo, y pronto no se ve más que un cuadrado azul miserable, que no tiene nada de cielo, que sólo es un cuadrado azul. Nos hablan de escaleras de mármol y tronos de oro, un mundo tan muerto como su moral. No comprenden que el cielo es la vida en su multiplicidad infinita; ¿cómo iba a estar la vía hacia el infinito rodeada de murallas?
”
”
Kenizé Mourad (De la part de la princesse morte)
“
¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos?
¿Por qué, si no, persistirían los cielos
en clavar en mí su azul mirada,
instándome, y a mi mente, a subir
cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste,
tirando de mí sin cesar hacia unas alturas
muy por encima de los humanos?
¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante:
por qué, con todo, ese afán de remontarse
ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura?
”
”
Yukio Mishima (Sun & Steel)
“
Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pañuelo odorífero, para sacudir recuerdos al aire.
¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música.
Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana.
En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor.
En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes.
En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la noche de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de coco.
Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.
”
”
Charles Baudelaire (Paris Spleen)
“
Aquí fue. Ahí estaba. Esos leones de piedra, sin cabeza ahora, la miraron. Esa fortaleza, un día inexpugnable, ahora un montón de piedras, fue lo último que vio. Un enemigo hace tiempo olvidado y los siglos, sol, lluvia y viento, la arrasaron. Inalterado el cielo, un bloque azul intenso, alto, dilatado. Cerca las murallas ciclópeamente ensambladas, hoy como ayer, que marcan su dirección al caminar: hacia la puerta, bajo la cual no mana la sangre. Hacia lo tenebroso. Hacia el matadero. Y sola.
Con mi relato voy hacia la muerte.
”
”
Christa Wolf
“
Siempre puedo decir que yo no fui, que no pude impedirlo, piensa imaginando la entrevista del periódico. Pero tal vez no haya entrevista, y por lo tanto está anclada en el presente, con cuatro marcianos y un loco que espera a que ella diga algo. De modo que esto es lo que ocurre a sus espaldas; de modo que esto es lo que significa estar viva; lamenta haber querido saberlo. Pero el cielo ya no es liso; es más azul que nunca y se aleja de ella, claro pero desenfocado. You are my sunshine…, piensa Annette. Eres mi sol, cuando el cielo está gris. La luz es la de siempre. No ha cambiado. ¿Soy uno de ellos o no?
”
”
Margaret Atwood (Chicas bailarinas)
“
(...) Se oye lejano el tiroteo del frente, y algunas abejas se atreven a volar sobre las maravillas en flor. El cielo es azul claro y el campo aterido de la noche se deja esponjar por el suave calorcito del sol...
-¡Si casi paece que pasara ná! -dice el jardinero- ¡Y mire usté si pasa...! ¡Y cualquiera sabe quien tié la razón...! Los de las derechas y los de las izquierdas empeñaos en que tién la receta pa hacernos felices, pero en el entretanto a machacarnos a los que sabemos ná de ná... (...)
Calla y vuelve la cabeza. Se limpia después en el revés de la mano..., otra vez llora.
(...)
Celia en la revolución
”
”
Elena Fortún
“
¡Qué grande es que lo amen a uno! ¡Y qué cosa mucho mayor es amar! El corazón se vuelve heroico a fuerza de pasión. Ya no entra en su composición nada que no sea puro; ya no toma apoyo en nada que no sea elevado y grande. No puede ya germinar en él un pensamiento indigno como no puede germinar ortiga en un glaciar. El alma elevada y serena, inaccesible a las pasiones y a las emociones vulgares, más arriba de las nubes y de las almas de este mundo, de las locuras, de las mentiras, de los odios, de las vanidades, de las miserias, mora en el azul del cielo y no nota ya sino las conmociones profundas y subterráneas del destino, igual que la cima de las montañas nota los terremotos.
”
”
Victor Hugo (Les Misérables)
“
¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.
Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza —son de árboles y noches.
Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco misterioso, a tus pies se sentó.
Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca!
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
—Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.
”
”
Arthur Rimbaud
“
Una tarde, ya de regreso en los barracones, derrengados sobre el suelo, muertos de cansancio, con el cuenco de sopa entre las manos, entró de repente uno de los prisioneros para urgirnos a salir al patio y contemplar una maravillosa puesta de sol. Allí, de pie, vimos hacia el oeste unos densos nubarrones y el cielo entreplagado de nubes que continuamente cambiaban de forma y de color desde el azul acero al rojo bermellón. Esta luminosidad menguante contrastaba de forma hiriente con el gris desolador de los barracones, especialmente cuando los charcos del suelo fangoso reflejaban el resplandor de aquel cielo tan bello. Luego, tras unos minutos de silencio y emoción, un prisionero le dijo a otro: "Qué hermoso podría ser el mundo...!
”
”
Viktor E. Frankl (El Hombre en Busca de Sentido)
“
En ese preciso momento el camino se abría y con una exclamación Lucy se encontró fuera del bosque. Luz y belleza la envolvía. Había ido a dar a una pequeña terraza que estaba cubierta de violetas de un extremo a otro.
- ¡Valor! -exclamó su compañero, erguido a unos seis pies de altura respecto a ella-. Valor y amor.
Ella no respondió. A sus pies el suelo se cortaba bruscamente dando paso a la panorámica. Violetas que se agrupaban alrededor de arroyos y corrientes y cascadas, regando la vertiente de la colina de azul, arremolinándose alrededor de los troncos de los árboles, formando lagunas en los agujeros, cubriendo la hierba con manchas de espuma azulada. Jamás volvería a haberlas en tal profusión. La terraza era el principio de lo bello, la fuente original donde la belleza hacía brotar agua que iba a la tierra.
De pie en el margen, como un nadador que se prepara, estaba el buen hombre. Pero no era el buen hombre que ella había pensado, y estaba solo.
George se había vuelto al oír su llegada. Por un momento la contempló, como si fuera alguien que bajaba de los cielos. Vio la radiante alegría en su cara, las flores que batían su vestido en olas azuladas. Los arbustos que la encerraban por encima. Subió rápidamente hasta donde estaba ella y la besó.
Antes de que ella pudiera decir algo, casi antes de que pudiera sentir nada, una voz llamó: ¡Lucy!, ¡Lucy!, ¡Lucy!. La señorita Bartlett, que era una mancha oscura en la panorámica, había roto el silencio de la vida.
”
”
E.M. Forster (A Room with a View)
“
Hay sol, el cielo está de un azul profundo, hay una brisa hermosa y yo tengo unos enormes deseos de... ¡de todo! Deseos de hablar, de ser libre, de ver a mis amigos, de estar sola. Tengo tantos deseos de... ¡de llorar! Siento en mí una sensación como si fuera a estallar, y sé que llorar me aliviaría. Pero no puedo. Estoy intranquila, voy de una habitación a la otra, respiro por la rendija de una ventana cerrada, siento que mi corazón palpita como si me dijera: “¡Cuándo cumplirás mis deseos!” Creo que siento en mí la primavera, siento el despertar de la primavera, lo siento en el cuerpo y en el alma. Tengo que contenerme para comportarme de manera normal, estoy totalmente confusa, no sé qué leer, qué escribir, qué hacer, sólo sé que ardo en deseos... Tu Ana
”
”
Anne Frank (El diario de Ana Frank)
“
Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además, ¿sabemos acaso lo que es la verdad? Si yo lo digo que aquel trozo de ventana azul, digo una verdad. Pero es una verdad parcial, y por lo tanto una especie de mentira. Porque el trozo de ventana no está solo, está en una casa, en una cuidad, en un paisaje. Está rodeado del gris de ese muro de cemento, del azul claro del cielo, de aquellas nubes alargadas, de infinitas cosas más. Y si no digo todo absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible, aun en este caso de la ventana, de un siempre trozo de la realidad física. La realidad es infinita y además infinitamente matizada, y si me olvido de un solo matiz, ya estoy mintiendo. Ahora imagínese lo que es la realidad de los seres humanos con sus complicaciones y recovecos, contradicciones y además cambiantes. Porque cambia a cada instante que pasa, y lo que éramos hace un momento no lo somos más. ¿Somos, acaso, siempre la misma persona? ¿Tenemos acaso siempre los mismos sentimientos? Se puede querer a alguien y de pronto desestimarlo y hasta detestarlo. Y si cuando lo desestimamos cometemos el error de decírselo, eso es una verdad, pero una verdad momentánea, que no será más verdad dentro de una hora o al otro día, o en otras circunstancias. Y en cambio el ser a quien se la decimos creerá que ésa es la verdad, la verdad para siempre y desde siempre. Y se hundirá en la desesperación.
”
”
Ernesto Sabato (Sobre héroes y tumbas)
“
El mayor misterio que presenta el universo no es la vida, sino el Tamaño. El Tamaño abarca la vida, y la Torre abarca el Tamaño. El niño, que se siente a gusto con lo maravilloso, pregunta: ¿Qué hay más allá del cielo, papá? Y el padre contesta: La oscuridad del espacio. El niño: ¿Qué hay más allá del espacio? El padre: La galaxia. El niño: ¿Más allá de la galaxia? El padre: Otra galaxia. El niño: ¿Y más allá de las demás galaxias? El padre: Nadie lo sabe. »¿Lo ves? El tamaño nos derrota. Para el pez, el lago en que vive es el universo. ¿Qué piensa el pez cuando es arrastrado por la boca más allá de los plateados límites de la existencia, hacia un nuevo universo donde el aire lo sofoca y la luz es una demencia azul? ¿Donde enormes bípedos sin branquias lo meten en una caja asfixiante y lo cubren de hierbas mojadas para dejarlo morir?
”
”
Stephen King (The Gunslinger (The Dark Tower, #1))
“
Caroline Helstone tenía solo dieciocho años, y a los dieciocho años la auténtica historia de la vida no ha comenzado. Antes de ese momento, nos sentamos y escuchamos un cuento, una maravillosa ficción, deliciosa a ratos, a ratos triste, casi siempre irreal. Antes de ese momento, nuestro mundo es heroico, sus habitantes semidioses o semidemonios, sus paisajes son escenarios de ensueño: bosques más oscuros y colinas más extrañas, cielos más fúlgidos, aguas más peligrosas, flores más dulces, frutos más tentadores, llanuras más amplias, desiertos más áridos y campos más soleados que los que se encuentran en la naturaleza se extienden por nuestro mundo encantado. ¡Qué luna contemplamos antes de ese momento! ¡De qué modo el estremecimiento que en nuestro corazón produce su aspecto atestigua su indescriptible belleza! En cuanto a nuestro sol, es un cielo ardiente: el mundo de los dioses.
En esa época, a los dieciocho años, acercándonos a los confines de esos sueños ilusorios vacíos, el país de las hadas queda a nuestra espalda, las orillas de la realidad se alzan ante nosotros. Esas orillas están lejos todavía; parecen tan azules, tan suaves y amables, que ansiamos alcanzarlas. A la luz del sol, vemos verdor bajo el azul celeste, como prados primaverales; vislumbramos líneas plateadas e imaginamos el oleaje de las aguas. Si pudiéramos alcanzar esa tierra, no pensaríamos más en la sed y el hambre, cuando lo cierto es que, antes de poder saborear la auténtica dicha, habremos de atravesar muchos desiertos, y a menudo el río, de la Muerte, o algún arroyo de la aflicción tan frío y casi tan negro como la Muerte. Todas las alegrías que da la vida han de ganarse, y solo los que han luchado por grandes premios saben lo mucho que eso cuesta. La sangre del corazón ha de adornar con rojas gemas la frente del combatiente antes de que la ciñan los laureles de la victoria.
”
”
Charlotte Brontë (Shirley)
“
Clarissa habla conmigo durante exactamente cuarenta y cinco minutos, pero no es psiquiatra cualificada; es estudiante de psiquiatría. De modo que oficialmente es una visitante que tiene los ojos verdes..."
"Si estaba en una misión de recopilación de datos o coqueteaba conmigo, no habría sabido decirlo. Pero que supiera qué fármacos corrían por mis privadas venas era algo profundamente íntimo."
"Hay una tradición solemne en torno a lo clandestino..."
"Ya no pude permitirme crear un código cuando sabía en todo momento que su último fin era ser decodificado."
"Toda ella era una colección de colores pastel, y su piel, con el brillo rosa que irradiaba, contrastaba con la arena blanca y el azul turquesa de su blusa. A partir de su imagen y de los recuerdos que tenía de ella me hice una idea clara de su cualidad más conmovedora: su negativa a estar triste."
"No sabía si los gestos de Clarissa hacía mí eran platónicos, aristotélicos, hegelianos o eróticos. De modo que me quedé allí, unido a ella por tres puntos: su mano en mi nuca, mi mano en su espalda y su pelo acariciándome el costado. Miré el cielo y me pregunté cómo podía estar enamorado de alguien cuyo nombre no era un anágrama..."
Fragmentos de El Placer de mi Compañía,
escrito por Steve Martin
”
”
Steve Martin (The Pleasure of My Company)
“
Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o hacer achís.
Papi: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo…
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.
Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.
En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco
dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir dónde
pusiste tu pie, tus raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.
Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar:
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,
una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.
Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.
Siempre te tuve miedo,
con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú...
No Dios, sino un esvástica
tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara; el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.
Estás de pie junto a la pizarra, papi,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que
me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.
Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.
Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,
e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papi, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.
Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papi.
Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.
”
”
Sylvia Plath (Ariel)
“
Tu infancia en Menton
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Tu soledad esquiva en los hoteles
y tu máscara pura de otro signo.
Es la niñez del mar y tu silencio
donde los sabios vidrios se quebraban.
Es tu yerta ignorancia donde estuvo
mi torso limitado por el fuego.
Norma de amor te di, hombre de Apolo,
llanto con ruiseñor enajenado,
pero, pasto de ruina, te afilabas
para los breves sueños indecisos.
Pensamiento de enfrente, luz de ayer,
índices y señales del acaso.
Tu cintura de arena sin sosiego
atiende sólo rastros que no escalan.
Pero yo he de buscar por los rincones
tu alma tibia sin ti que no te entiende,
con el dolor de Apolo detenido
con que he roto la máscara que llevas.
Allí, león, allí, furia del cielo,
te dejaré pacer en mis mejillas;
allí, caballo azul de mi locura,
pulso de nebulosa y minutero,
he de buscar las piedras de alacranes
y los vestidos de tu madre niña,
llanto de medianoche y paño roto
que quitó luna de la sien del muerto.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
Alma extraña de mi hueco de venas,
te he de buscar pequeña y sin raíces.
¡Amor de siempre, amor, amor de nunca!
¡Oh, sí! Yo quiero. ¡Amor, amor! Dejadme.
No me tapen la boca los que buscan
espigas de Saturno por la nieve
o castran animales por un cielo,
clínica y selva de la anatomía.
Amor, amor, amor. Niñez del mar.
Tu alma tibia sin ti que no te entiende.
Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.
Y tu niñez, amor, y tu niñez.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
”
”
Federico García Lorca (Poeta en Nueva York)
“
Lesbos
Madre de los juegos latinos y los deleites griegos,
Lesbos, donde los besos, lánguidos o gozosos,
cálidos como soles, frescos como las sandías,
son el adorno de noches y días gloriosos;
madre de los juegos latinos y los deleites griegos.
Lesbos, donde los besos son como cascadas
que se arrojan sin miedo en las simas sin fondo,
y fluyen, entrecortados de sollozos y risas,
tormentosos y secretos, hormigueantes y profundos;
¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas!
Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí,
donde nunca un suspiro dejó de hallar un eco,
las estrellas te admiran tanto como a Pafos,
¡y Venus con razón puede envidiar a Safo!
Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí,
Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas,
que hacen que en sus espejos, ¡infecundo deleite!
las niñas de ojos hundidos, enamoradas de sus cuerpos,
acaricien los frutos ya maduros de su nubilidad;
Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas,
deja al viejo Platón fruncir su ceño austero;
obtienes tu perdón del exceso de besos,
reina del dulce imperio, tierra noble y amable,
y de refinamientos siempre sin agotar,
deja al viejo Platón fruncir su ceño austero.
Obtienes tu perdón del eterno martirio,
infligido sin tregua a los corazones ambiciosos,
que atrae lejos de nosotros la radiante sonrisa,
¡vagamente entrevista al borde de otros cielos!
¡Obtienes tu perdón del eterno martirio!
¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos?,
y a condenar tu frente pálida por penosas labores,
si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio,
de lágrimas que en el mar vertieron tus arroyos?
¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos?
¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto?
Vírgenes de corazón sublime, honra del Archipiélago,
vuestra religión es augusta como cualquiera,
¡y el amor se reirá del Infierno y del Cielo!
¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto?
Pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos,
para cantar el secreto de sus floridas vírgenes,
y desde la infancia que inicié en el negro misterio,
de las risas sin freno mezcladas con los llantos sombríos;
pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos
y desde entonces velo en la cumbre del Léucato,
igual que un centinela de mirada segura y penetrante,
que vigila noche y día, brick, tartana o fragata,
cuyas formas a lo lejos se agitan en el azul;
y desde entonces velo en la cumbre del Léucato,
para saber si el mar es indulgente y bueno,
y si entre los sollozos que en la roca resuenan,
un día llevará a Lesbos, que perdona,
el cadáver adorado de Safo, que partió,
¡para saber si el mar es indulgente y bueno!
De Safo la viril, la amante y la poetisa,
¡por su palidez triste más hermosa que Venus!
—Al ojo azul venció el negro que mancilla
el tenebroso círculo trazado por las penas
¡de Safo la viril, la amante y la poetisa!
Presentándose al mundo más hermosa que Venus
y vertiendo el tesoro de su serenidad
y el brillo de su rubia juventud,
sobre el viejo Océano prendado de su hija;
¡presentándose al mundo más hermosa que Venus!
—De Safo, que murió el día de su blasfemia,
cuando, insultando el rito y el culto establecido,
convirtió su hermoso cuerpo en pasto supremo
de un bruto cuyo el orgullo castigó la impiedad
de aquella que murió el día de su blasfemia,
y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones,
y, pese a los honores que le tributa el mundo,
cada noche le embriaga la voz de la tormenta,
¡que elevan hacia el cielo sus orillas desiertas!
¡y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones!
”
”
Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
“
Recorría sin descanso la inmensidad del sur con su pequeño ejército, adentrándose en los bosques húmedos y sombríos, bajo la alta cúpula verde tejida por los árboles más nobles y coronada por la soberbia araucaria, que se perfilaba contra el cielo con su dura geometría. Las patas de los caballos pisaban un colchón fragante de humus, mientras los jinetes se abrían camino con las espadas en la espesura, a ratos impenetrable, de los helechos. Cruzaban arroyos de aguas frías, donde los pájaros solían quedar congelados en las orillas, las mismas aguas donde las madres mapuche sumergían a los recién nacidos. Los lagos eran prístinos espejos del azul intenso del cielo, tan quietos, podían contarse las piedrecillas en el fondo. Las arañas tejían sus encajes, perlados de rocío, entre las ramas de robles, arrayanes y avellanos. Las aves del bosque cantaban reunidas, diuca, chincol, jilguero, torcaza, tordo, zorzal, y hasta el pájaro carpintero, marcando el ritmo con su infatigable tac-tac-tac. Al paso de los caballeros se levantaban nubes de mariposas y los venados, curiosos, se acercaban a saludar. La luz se filtraba entre las hojas y dibujaba sombras en el paisaje; la niebla subía del suelo tibio y envolvía el mundo en un hálito de misterio. Lluvia y más lluvia, ríos, lagos, cascadas de aguas blancas y espumosas, un universo líquido. Y al fondo, siempre, las montañas nevadas, los volcanes humeantes, las nubes viajeras. En otoño el paisaje era de oro y sangre, enjoyado, magnífico. A Pedro de Valdivia se le escapaba el alma y se le quedaba enredada entre los esbeltos troncos vestidos de musgo, fino terciopelo. El Jardín del Edén, la tierra prometida, el paraíso. Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile.
”
”
Isabel Allende (Inés del alma mía)
“
Del ovillo enmarañado de la memoria, de la oscuridad, de los nudos ciegos, tiro de un hilo que me aparece suelto.
Lo libero poco a poco, con miedo de que se deshaga entre mis dedos.
Es un hilo largo, verde y azul, con olor a cieno, y tiene la blandura caliente del lodo vivo.
Es un río.
Me corre entre las manos, ahora mojadas.
Toda el agua me pasa por entre las palmas abiertas, y de pronto no sé si las aguas nacen de mí o hacia mí fluyen.
Sigo tirando, no ya sólo memoria, sino el propio cuerpo del río.
Sobre mi piel navegan barcos, y soy también los barcos y el cielo que los cubre y los altos chopos que lentamente se deslizan sobre la película luminosa de los ojos.
Nadan peces en mi sangre y oscilan entre dos aguas como las llamadas imprecisas de la memoria.
Siento la fuerza de los brazos y la vara que los prolonga.
Al fondo del río y de mí, baja como un lento y firme latir del corazón.
Ahora el cielo está más cerca y cambió de color.
Y todo él es verde y sonoro porque de rama en rama despierta el canto de las aves.
Y cuando en un ancho espacio el barco se detiene, mi cuerpo desnudo brilla bajo el sol, entre el esplendor mayor que enciende la superficie de las aguas.
Allí se funden en una sola verdad los recuerdos confusos de la memoria y el bulto súbitamente anunciado del futuro.
Un ave sin nombre baja de no sé dónde y va a posarse callada sobre la proa rigurosa del barco.
Inmóvil, espero que toda el agua se bañe de azul y que las aves digan en las ramas por qué son altos los chopos y rumorosas sus hojas.
Entonces, cuerpo de barco y de río en la dimensión del hombre, sigo adelante hasta el dorado remanso que las espadas verticales circundan.
Allí, tres palmos enterraré mi vara hasta la piedra viva.
Habrá un gran silencio primordial cuando las manos se junten con las manos.
Después lo sabré todo.
”
”
José Saramago (Las pequeñas memorias)
“
Ícaro
¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos?
¿Por qué, si no, persistirían los cielos en clavar en mí su azul mirada, instándome, y a mi mente, a subir cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste, tirando de mí sin cesar hacia unas alturas muy por encima de los humanos?
¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante: por qué, con todo, este afán de remontarse ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura?
Nada hay que pueda satisfacerme; toda novedad terrena pierde en seguida su encanto; me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable, cada vez más cerca de la refulgencia del sol.
¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón, por qué me destruyen estos rayos?
Pueblos y sinuosos ríos allá abajo me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia.
¿Por qué suplican, consienten, me tientan con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos, aunque la meta nunca pudo ser el amor, ni, de haberlo sido, podría yo haber pertenecido jamás a los cielos?
No he envidiado al ave su libertad, ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza, impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme en el profundo azul del cielo, tan opuesto a toda alegría de los órganos, tan alejado de los placeres de la superioridad, pero siempre hacia arriba, aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia de unas alas de cera.
¿O es que yo, al fin y al cabo, pertenezco a la tierra?
¿Por qué, si no, habría de darse la tierra tanta prisa en abarcar mi caída?
Sin conceder espacio para pensar o sentir, ¿por qué la blanda, indolente tierra
me saludaba con una sacudida de chapa de acero?
La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero sólo para hacerme ver mi propia blandura?, ¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender que caer —no volar— está en el orden de las cosas, algo mucho más natural que esa pasión imponderable?
El azul del cielo ¿será un sueño y nada más?
¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía, por causa de la provisoria, candente embriaguez alcanzada brevemente por unas alas de cera?
¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme por no creer en mí mismo
o por creer demasiado; ansioso de saber a quién debía yo lealtad
o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo; por querer volar
hacia lo desconocido o lo conocido; ambos una misma mota, azul, de idea?
”
”
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
“
Ícaro
¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos?
¿Por qué, si no, persistirían los cielos
en clavar en mí su azul mirada,
instándome, y a mi mente, a subir
cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste,
tirando de mí sin cesar hacia unas alturas
muy por encima de los humanos?
¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio
y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles
de manera a eliminar todo elemento aberrante:
por qué, con todo, este afán de remontarse
ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura?
Nada hay que pueda satisfacerme;
toda novedad terrena pierde en seguida su encanto;
me siento atraído hacia arriba sin cesar, más inestable,
cada vez más cerca de la refulgencia del sol.
¿Por qué me abrasan, estos rayos de razón,
por qué me destruyen estos rayos?
Pueblos y sinuosos ríos allá abajo
me parecen tolerables a medida que aumenta la distancia.
¿Por qué suplican, consienten, me tientan
con la promesa de que puedo amar lo humanoviéndolo únicamente, así, a lo lejos,
aunque la meta nunca pudo ser el amor,
ni, de haberlo sido, podría yo haber
pertenecido jamás a los cielos?
No he envidiado al ave su libertad,
ni anhelado nunca la comodidad de la naturaleza,
impulsado no por otra cosa que por el extraño anhelo
de subir y subir, más cerca cada vez, para zambullirme
en el profundo azul del cielo, tan opuesto
a toda alegría de los órganos, tan alejado
de los placeres de la superioridad,
pero siempre hacia arriba,
aturdido, tal vez, por la vertiginosa incandescencia
de unas alas de cera.
¿O es que yo,
al fin y al cabo, pertenezco a la tierra?
¿Por qué, si no, habría de darse la tierra
tanta prisa en abarcar mi caída?
Sin conceder espacio para pensar o sentir,
¿por qué la blanda, indolente tierra
me saludaba con una sacudida de chapa de acero?
La tierra blanda ¿se habrá vuelto de acero
sólo para hacerme ver mi propia blandura?,
¿para que la naturaleza pueda hacerme comprender
que caer —no volar— está en el orden de las cosas,
algo mucho más natural que esa pasión imponderable?
El azul del cielo ¿será un sueño y nada más?
¿Era un invento de la tierra a que yo pertenecía,
por causa de la provisoria, candente embriaguez
alcanzada brevemente por unas alas de cera?
¿Instigaron los cielos ese plan de castigarme
por no creer en mí mismo
o por creer demasiado;
ansioso de saber a quién debía yo lealtad
o suponiendo, vanidosamente, que ya lo sabía todo;
por querer volar
hacia lo desconocido
o lo conocido;
ambos una misma mota, azul, de idea?
”
”
Yukio Mishima (El sol y el acero (El libro de bolsillo - Bibliotecas de autor - Biblioteca Mishima nº 1))
“
Todo labora en todo.
El álgebra se aplica a las nubes; la irradiación del astro se aprovecha la rosa; ningún pensador se atrevería a decir que el perfume del espino albar no les es de utilidad a las constelaciones. ¿Quién puede calcular el trayecto de la molécula? ¿Sabemos acaso si unos granos de arena al caer no determinan la creación de mundos? ¿Quién sabe de los flujos y reflujos recíprocos de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño, ni de la repercusión de las causas en los precipicios del ser, ni de las avalanchas de la creación? Una cresa tiene importancia; lo pequeño es grande, lo grande es pequeño; todo está en equilibrio en la necesidad; visión que alarma a la mente. Hay entre los seres y las cosas relaciones prodigiosas; en este conjunto inagotable que va del sol al pulgón nadie se desprecia; se necesitan todos entre sí. La luz no se lleva hasta el azul del cielo los perfumes terrenales sin saber qué va a hacer con ellos; la noche reparte esencia de estrellas entre las flores dormidas. Todas la aves que vuelan llevan atado a la pata el hilo de lo infinito. Un meteoro que nace y un picotazo de golondrina para romper el huevo se suman a las complicaciones de la germinación, y ésta hace frente al mismo tiempo al nacimiento de una lombriz y a la llegada de Sócrates. Cuando se acaba con el telescopio, empieza el microscopio. ¿Cuál de los dos tiene mejor vista? Escoged. Un moho es una pléyade de flores; una nebulosa es un hormiguero de estrellas. La misma promiscuidad, y aún más inaudita, de las cosas de la inteligencia y los hechos de la sustancia. Los elementos y los principios se mezclan, se combinan, se acoplan, se multiplican entre sí, y hasta tal punto que consiguen que el mundo material y el mundo moral desemboquen en la misma claridad. El fenómeno se repliego continuamente sobre sí. En los enormes intercambios cósmicos, la vida universa va y viene en cantidades desconocidas y lo arrastra y lo revuelve todo en el invisible misterio de los efluvios, dándole uso a todo, no perdiendo ni uno de los sueños de todos los que duermen, sembrando un animálculo acá y desmigajando un astro allá, oscilando y serpenteando, convirtiendo la luz en fuerza y pensamiento en elemento, diseminada e invisible, disolviéndolo todo con la excepción de este punto geométrico, el ego; volviendo a llevarlo todo al alma átomo; haciendo florecer todo en Dios; enredando entre sí, desde la más alta hasta la más baja, todas las actividades en la oscuridad de un mecanismo vertiginoso, relacionando el vuelo de un insecto con el movimiento de la tierra, subordinando, aunque no sea más que mediante la identidad de la ley, ¿quién sabe?, la evolución del cometa en el firmamento y los giros del infusorio en la gota de agua. Máquina cuya materia es el espíritu. Engranaje gigantesco cuyo primer motor es una mosquita y la última rueda es el zodiaco.
”
”
Victor Hugo (Les Misérables)
“
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada.
En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma.
Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada.
¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas?
Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca.
Era yo.
La mujer de la pira era yo.
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Elisabet Castany (El eterno legado (La hija de la sacerdotisa, #1))
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Alrededor de 1508, mientras simultaneaba en Milán sus estudios sobre anatomía y la Tierra, Leonardo volvió al símil en un cuaderno fascinante: el códice Leicester.(5) De temática más acotada que en otros, contiene setenta y dos páginas repletas de largos textos y trescientos sesenta dibujos sobre geología, astronomía e hidrodinámica. Su objetivo se asemejaba al que los pensadores del Renacimiento —él, en primer lugar— legaron a las siguientes generaciones de la ciencia y la ilustración: comprender las causas y los efectos que rigen nuestro cosmos, desde el funcionamiento de nuestros músculos hasta el movimiento de los planetas, desde la circulación de la sangre en nuestras arterias hasta la de los ríos de la Tierra.[4] Entre los problemas que se plantea, leemos: ¿cuál es la causa de que broten manantiales de agua de las montañas? ¿Por qué existen los valles? ¿Qué hace que la Luna brille? ¿Cómo llegaron los fósiles a las montañas? ¿A qué se debe que el agua y el aire formen remolinos? Y la más emblemática de todas: ¿por qué el cielo es azul? En la elaboración del códice Leicester, Leonardo recuperó como marco de referencia la analogía microcosmos-macrocosmos. «El cuerpo de la Tierra, a semejanza de los cuerpos de los animales, está entretejido por ramificaciones de venas, que están unidas entre sí y constituidas para alimentar y vivificar la Tierra y sus criaturas», escribió, haciéndose eco de sus propias palabras, anotadas hacía casi veinte años.[5] Y, en la página siguiente, añadió: «Su carne es el suelo, sus huesos, los órdenes y agregaciones de las rocas que forman sus montañas, sus tendones, las tobas, su sangre, las venas de agua. Podremos decir del mismo modo que al lago de sangre que rodea el corazón corresponde el mar océano; que a la respiración y a las palpitaciones del pulso con el crecer y decrecer de la sangre, corresponde en la Tierra el flujo y reflujo del mar».[6] El símil lo ayudó a ver la Tierra de una forma novedosa. En vez de dar por sentado que había permanecido estática desde su creación, Leonardo advirtió que poseía una historia dinámica en la que fuerzas poderosas la hacían cambiar y madurar a lo largo de los siglos. «Podremos, pues, decir que la Tierra tiene un alma vegetativa», afirmó.[7] Al considerar a la Tierra como un organismo vivo, quiso explorar la forma en que había envejecido y evolucionado: cómo surgieron del mar montañas cubiertas de fósiles, cómo las rocas forman capas, cómo los ríos cortan los valles y cómo se erosionan las rocas.[8] Sin embargo, aunque Leonardo recurriera a la comparación microcosmos-macrocosmos, no lo hizo a ciegas, sino que la sometió a prueba con experimentos y la contrastó con la experiencia; además, la incluyó en el gran diálogo que conformaba su comprensión del mundo. Al terminar el códice Leicester, Leonardo ya se había dado cuenta de que la comparación entre la Tierra y el cuerpo humano no siempre resultaba útil. Aun así, llegó a comprender que la naturaleza poseía dos rasgos que a veces parecían contradictorios: una unidad que se reflejaba en sus pautas y patrones y, también, una infinita y maravillosa variedad.
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Walter Isaacson (Leonardo da Vinci: La biografía (Spanish Edition))
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Buenos Aires sólo tiene 50 días, a lo sumo, de calores fuertes y no alcanzan a 60 días los fríos o lluviosos, a los que opone una temperatura media, una abundancia de días luminosos, de cielos increíblemente azules y de noches maravillosamente estrelladas, como creo que hay en pocas ciudades en el mundo. Pero el tipo, en cuanto transpira un poquito y no puede estar en Mar del Plata o en Punta del Este, sólo atina a decir: "¡Esta ciudad de m...!".
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Anonymous
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Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada.
En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma.
Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada.
¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas?
Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca.
Era yo.
La mujer de la pira era yo.
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Elisabet Castany
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Para que no le viera los ojos, Camila los levantó hacia el azul del cielo. Una hoja seca se desprendió de las alturas del tajo y, balanceándose en el aire lentamente, cayó como mariposita muerta a sus pies. Se inclinó y la tomó en sus dedos. Luego, sin mirarlo a la cara, susurró:
—¡Ay, curro… si vieras qué feo siento que tú me digas eso!… Si yo a ti es al que quero… pero a ti nomás… Vete, curro; vete, que no sé por qué me da tanta vergüenza… ¡Vete, vete!…
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Mariano Azuela (Los de abajo)
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Eran las tres y pico de una madrugada incomparable. El blanco y azul de las estrellas y el cielo eran como los colores del desierto, de una dulzura tan conmovedora que tuve que detenerme asombrado de que pudieran ser tan fascinantes. En las palmeras llenas de polvo no se movía ni una hoja. No se oía el menor ruido. Todo lo bueno que había en mí se me estremeció en el corazón en aquel instante, y con ello todo cuanto esperaba del sentido profundo y misterioso de mi existencia. Me envolvía la complacencia infinita y muda de la naturaleza, indiferente a la gran ciudad; el desierto latía bajo aquellas calles, alrededor de aquellas calles, en espera de que la ciudad feneciese, para cubrirla una vez más con sus arenas sin tiempo. De repente me sentí invadido por una intuición aterradora, relativa al significado y patético destino de los hombres. El desierto estaría siempre allí, animal blanco y paciente que aguardaba a que los hombres desaparecieran, a que las civilizaciones se tambaleasen y se sumergiesen en las tinieblas. En aquel punto, la raza humana se me antojó una raza valiente y me sentí orgulloso de pertenecer a ella. La maldad del mundo no era maldad, sino un elemento inevitable y benéfico y que formaba parte de la lucha interminable por contener y domeñar el desierto.
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John Fante (Ask the Dust (The Saga of Arturo Bandini, #3))
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Pasaron los días, llegaron las lluvias de invierno. Octubre tocaba a su fin cuando recibí las pruebas de imprenta de mi libro. Me compré un coche, un Ford de 1929. No tenía capota, pero corría como el viento y cuando llegaron los días de cielo despejado emprendí viajes largos, siguiendo la línea azul de la costa, a Ventura y Santa Bárbara por el norte, a San Clemente y San Diego por el sur, siguiendo la raya blanca del asfalto, bajo las estrellas acechantes, con el pie apoyado en la consola de mandos, con la cabeza llena de proyectos para escribir otro libro, una noche, y otra, y otra, noches todas que en conjunto me proporcionaron una serie de días delirantes y visionarios como nunca había conocido, días serenos cuyo sentido temía cuestionarme. Patrullaba por la ciudad con el Ford: encontraba callejones misteriosos, árboles solitarios, casas antiguas y medio derruidas que procedían de un pasado desaparecido. Vivía en el Ford día y noche y no me detenía más que el tiempo necesario para pedir una hamburguesa y un café en desconocidos restaurantes de carretera. Aquello era vivir, dejarse llevar y detenerse para proseguir inmediatamente después, siguiendo siempre la raya blanca que corría paralela a la costa llena de accidentes, descansar un momento al volante, encender otro cigarrillo y observar como un tonto el cielo abrumador del desierto para preguntarse por el significado de las cosas.
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John Fante (Ask the Dust (The Saga of Arturo Bandini, #3))
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-Eh, Clark dijo-. Cuéntame algo bueno.
Miré por la ventana, al cielo azul y brillante de Suiza, y le conté una historia de dos personas. Dos personas que no deberían haberse conocido y que al principio no se cayeron demasiado bien, pero que descubrieron que eran las dos únicas personas en el mundo que podrían comprenderse. Y le conté las aventuras que compartieron, los lugares que visitaron y las cosas que vi y que no esperaba ver. Evoqué para él cielos eléctricos y mares iridiscentes y noches llenas de risas y bromas tontas.
Le dibujé un mundo, un mundo lejos de una zona industrial de Suiza, un mundo en el que, por algún motivo, él era todavía la persona que quería ser. Dibujé el mundo que él había creado para mí, lleno de maravillas y posibilidades. Le hice saber que una herida había sido curada de un modo que él no podía ni imaginar, y solo por eso siempre habría una parte de mí que le estaría agradecida...
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Jojo Moyes (Me Before You (Me Before You, #1))
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La jungla evaporaba todo lo azul, que se escurría como niebla por los volcanes del cielo. El gran anillo negro del horizonte empezaba a dorarse poco a poco, aparecían unas transparencias prematuras, otras que se demoraban arrastrando visiones, otras más, como lupas rosa. Los niños, los únicos que madrugaban tanto como él, ya se estaban zambullendo en las cascadas. Al fin se producía el amanecer, como una red para atrapar monos.
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César Aira (El santo)
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Quiero viajar por Europa. Sé que sólo encontraré un cementerio, pero qué cementerio tan sugeridor. En él reposan ilustres muertos; cada una de sus losas nos habla de una vida llena de noble ardor, de una fe ciega en el propio ideal, de una lucha por la verdad y la ciencia. Caeré de rodillas ante esas piedras y las besaré llorando, íntimamente convencido de hallarme en un cementerio y nada más que en un cementerio. Mis lágrimas no serán de desesperación, sino de felicidad. Mi propia ternura me embriaga. Adoro los tiernos brotes primaverales y el cielo azul. La inteligencia y la lógica no desempeñan en esto ningún papel. Es el corazón el que ama... es el vientre... Amamos las primeras fuerzas de nuestra juventud...
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Fyodor Dostoevsky (Los Hermanos Karamazov (Spanish Edition))
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el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre la yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso
(...)
—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida —pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos.
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Octavio Paz
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Este afán de vivir a toda costa es un rasgo característico de los Karamazov, y tú también lo sientes; ¿pero por qué ha de ser vil? Todavía hay mucha fuerza centrípeta en el planeta, Aliocha. Uno quiere vivir y yo vivo incluso a despecho de la lógica. No creo en el orden universal, pero adoro los tiernos brotes primaverales y el cielo azul, y quiero a ciertas personas no sé por qué. Admiro el heroísmo; ya hace tiempo que no creo en él, pero lo sigo admirando por costumbre...
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Fyodor Dostoevsky (Los Hermanos Karamazov (Spanish Edition))
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Salió y se encontró cara a cara con dos ojos azules, casi blancos, estrellas de una galaxia perdida. Margherita, como un marinero bajo el manto nocturno del cielo, se sumergió en esos ojos y vio algo que se le asemejaba. Giulio, sorprendido por esas dos heridas verdes y melancólicas, le sostuvo la mirada el tiempo que necesita un poeta para inspirarse. Pupilas en las pupilas, experimentaron la sensación de quien se asoma a un abismo a través de una rendija y un embriagador y sagrado vértigo lo sobrecoge. Para no caer tuvieron que dejar de mirarse.
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Alessandro D'Avenia (Cose che nessuno sa)
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Intenta sentarte frente al mar, un día de verano, de cielo azul y poco viento, cuando la línea del horizonte se dibuja tan clara como si un niño pequeño lo hubiera trazado con una escuadra, y piensa que la calma puede astillarse en cuestión de minutos: unas nubes en la lejanía y un relámpago que ilumina un trozo de cielo y, al cabo de un rato, el trueno. Y otro rayo y otro trueno, cada vez el tiempo que pasa entre uno y otro es más breve. La tormenta se acerca. Se levanta un aire frío y húmedo, inquietante, que parece cargado de malos presagios y el mar se remueve hasta que las olas son bien visibles donde antes había un espejo. Empiezan a caer gotas gruesas y, ahora ya sí, llueve en bote de punta. De la calma a la tempestad sin avisar. Esto ocurre. Y a sus vidas llegó una tempestad que ninguno de ellos hubiera podido imaginar, la más devastadora.
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Sílvia Soler (L'estiu que comença)
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Cuando el cielo del Tepeyac abre sus primeras estrellas delgaditas y la oscuridad baja como tinta color azul japones.
Sobre la verdad: si se la das a alguien, entonces ese alguien tiene poder sobre ti.
El besandome entre grandes mordiscos de pan.
El jazmin nocturno con su aroma espumoso de leche dulce.
El reir del rio y los canales y la voz alta, melancolica, del viento en las ramas del alto pino.
Te extrano aun ahora que estas acostado a mi lado.
Mirar mientras duermes el color de tu piel. Ver como a la media luz de la luna emites tu propia luz, como si todo tu estuvieras hecho de ambar. Como si fueras una linternita y todo en la casa estuviera dorado tambien.
Hacer el amor en espanol, de una manera tan intricada y devota como la Alhambra.
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Ana Merino
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La vida es una constante de dolor abolida por la costumbre. Entonces, sin dolor, yo era como una gran ciudad vacía de gente, donde el cielo podía chorrear todo su azul en el interior de las casas desmanteladas.
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Rodolfo Enrique Fogwill (Help a él)
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Corrió hacia la ventana y estuvo a punto de arrancar las cortinas al abrirlas de un tirón para poder contemplar las montañas grises y el desolado paisaje de Endovier. Los guardias apostados bajo la ventana no alzaron la vista y Celaena se quedó mirando boquiabierta el cielo azul grisáceo y las nubes que se desplazaban perezosas hacia el horizonte.
«No tengo miedo». Por primera vez en mucho tiempo le pareció que aquellas palabras adquirían sentido.
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Sarah J. Maas (Throne of Glass (Throne of Glass, #1))
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Nunca he visto a unos hombres tristes mirar con ojos tan ansiosos ese pequeño trocito azul que los presos llamamos cielo.
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Oscar Wilde
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Dicen que en realidad el mar es negro y que simplemente se refleja en él el cielo azul. Lo mismo ocurría conmigo. Os permitía reflejaros en mis ojos. Ofrecía un servicio. Escuchaba y escuchaba sin parar. Os depositabais en mí.
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Diary Of An Oxygen Thief
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Del mismo modo que una pequeña ola puede desencadenar un tsunami en la otra punta del océano, una tontería puede provocar una discusión en el momento más inesperado. Forma parte del matrimonio.
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Hiromi Kawakami (El cielo es azul, la tierra blanca: Una historia de amor)
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Si sé de antemano que pronto oscurecerá, la melancolía del crepúsculo no me afecta tanto.
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Hiromi Kawakami (El cielo es azul, la tierra blanca: Una historia de amor)
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Cuando quieres volar de verdad primero sientes miedo. Y el miedo te da frío, mucho frío, porque no sabes si vas a regresar. Para que se te quite el miedo tienes que imaginar el mundo. Un mundo donde nadie habla. Y luego tienes que escuchar el viento. Es como una música que apenas y se oye. Entonces debes pensar en las nubes. Nubes como camino, nubes de muchos colores, rojas, amarillas, azules, verdes. Nubes que te empujan y te llevan alto, muy alto, cada vez más alto. Y cuando crees que ya estás en el cielo debes imaginar el silencio. Como si fuera una luz, una inmensa luz blanca que te invade, te llena todo: los ojos, el cuerpo, los pensamientos. Y entonces, sólo entonces, puedes volar.
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María Baranda (Marte y las princesas voladoras)
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En cierta ocasión subió a las montañas; era un hermoso día soleado, y estuvo paseando mucho rato, con una idea que lo atormentaba, pero que no llegaba a tomar forma. Delante de él veía el cielo brillante, a sus pies un lago y alrededor el horizonte, luminoso e inabarcable, que parecía no tener fin. Estuvo contemplándolo mucho tiempo, sin dejar de sufrir. Se acordó de que había extendido los brazos en ese azul radiante e infinito, y había llorado. Había sufrido sintiéndose excluido de todo eso. De ese banquete, de esa celebración colosal, perpetua, incesante, a la que se sentía llamado hacía mucho, desde siempre, desde la infancia, y a la que no conseguía acceder. Cada mañana amanecía el mismo sol radiante; cada mañana se veía un arco iris en la cascada; cada tarde, a lo lejos, en el extremo del cielo, la cumbre más alta, cubierta de nieve, ardía en una llama púrpura; cada «pequeña mosca, que zumbaba a su alrededor en un cálido rayo de sol, participaba en todo ese coro: sabía cuál era su sitio, lo amaba y era feliz»; ¡cada brizna de hierba crecía y era feliz! Y todos los seres seguían su camino, todos conocían cuál era su camino, partían con un canto y llegaban con un canto; él era el único que no sabía nada, que no entendía nada, ni a la gente, ni los sonidos, era ajeno a todo, un aborto.
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Fyodor Dostoevsky (The Idiot)
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Y pensar que después que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
se encarnará en la seda de las rosas
Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.
Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;
que he de marchar yo solo hacia el abismo,
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja
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Agustín de Foxá
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Mucha gente contempló con gran interés y fascinación por aquella pira destructora que se alzó hacia el cielo veinte días después de que se impusiera la cuarentena. Expandiéndose en enormes y brillantes oleadas de rojo, palpitando con vigorosas llamaradas de amarillo y pintando todo a su alrededor de profundos tonos morados y azul oscuro, el fuego tardó un buen rato en consumirse, quizá debido a la generosa cantidad de queroseno verde, y fue no sólo por los ciudadanos de Arkaz, sino que su presencia fue también percibida desde otros puntos de la isla.
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Orhan Pamuk
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La bondad del maestro procedía de su estricto sentido de la justicia. No era amable conmigo para hacerme feliz, sino porque analizaba mis opiniones sin tener ideas preconcebidas. Se podría decir que su bondad era más bien una actitud pedagógica. Por eso cuando me daba la razón me sentía mucho más feliz que si se hubiera limitado a decirme que sí para tenerme contenta. Aquello fue todo un descubrimiento. No me siento cómoda cuando me dan la razón sin tenerla. Prefiero mil veces que me traten con justicia. —
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Hiromi Kawakami (El cielo es azul, la tierra blanca: Una historia de amor)
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Aquel sofá duro e incómodo me parecía el lugar más agradable del mundo. Me sentía feliz a su lado. Eso era todo.
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Hiromi Kawakami (El cielo es azul, la tierra blanca: Una historia de amor)
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Leo miró los ojos cielo de Ruga. Tampoco se había acostumbrado a llamarlos azules, aunque fuera lo correcto. Al final, el cielo era inmenso y cambiaba con la luz, estaba lleno de estrellas y se nublaba cuando venían días lluviosos. La palabra "azul" jamás podría contener todo aquello que reflejaban los ojos de Ruga.
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Alba N.F. (Kalisdice) (Cuando vimos la luz)
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Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez hay canciones. Tal vez mejores voces. Hay esperanza, en suma, hay esperanza para nosotros
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Juan Rulfo (Pedro Páramo)
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Somos una especie vulnerable, señor Abraham. Todo aquel que vive bajo una cúpula, en una astronave o en una estación minera es vulnerable. Ganímedes, Calisto, Europa… y Marte. Solo con que uno de los sistemas que nos mantiene con vida fallara, miles de personas morirían al instante. Esa es una verdad con la que hemos aprendido a vivir, pero no la hemos olvidado. No hemos olvidado los cielos azules y los océanos sin fin, el verde de los bosques y el aire puro. La mentira que nos define como civilización es demasiado frágil.
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Pau Varela (El Eterno Retorno (El Eterno Retorno, #1))
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Es lunes y estoy en medio de las montañas. El aire es fresco y el cielo es azul como el agua del mar. El sol está saliendo y los primeros rayos de luz están apareciendo entre los árboles.
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Christoph Schretzenmayr (Aprender Inglés con el método NLS)