Bodas De Oro Quotes

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Acababan de celebrar las bodas de oro matrimoniales, y no sabían vivir ni un instante el uno sin el otro, o sin pensar el uno en el otro, y lo sabían cada vez menos a medida que se recrudecía la vejez. Ni él ni ella podían decir si esa servidumbre recíproca se fundaba en el amor o en la comodidad, pero nunca se lo habían preguntado con la mano en el corazón, porque ambos preferían desde siempre ignorar la respuesta.
Gabriel García Márquez (El amor en los tiempos del cólera)
Lo hice nuevamente. Uno de cada diez años puedo soportarlo… una especie de milagro ambulante, mi piel brilla como una pantalla nazi, mi pie derecho un pisapapeles, mi rostro sin forma, delgado lienzo judío. Retira la compresa, ¡ah, enemigo mío! ¿te doy miedo?… ¿La nariz, la fosa de los ojos, toda la dentadura? El aliento agrio un día se desvanecerá. Pronto, pronto la carne que alimentó la grave sepultura me será familiar y yo seré una mujer sonriente, sólo tengo treinta. Y como el gato tengo nueve vidas que morir. Ésta es la Número Tres. Qué basura para la aniquilación de cada década. Qué millón de filamentos. La multitud como maní prensado se atropella para ver desenvuelven mis manos y pies… el gran strip tease señoras y señores éstas son mis manos mis rodillas. Puede que esté piel y huesos, sin embargo, soy la misma e idéntica mujer. La primera vez que ocurrió, tenía diez. Fue un accidente. La segunda vez quise que fuera definitivo y no regresar jamás. Me mecí doblada sobre mí misma como una concha. Tuvieron que llamar y llamar y quitarme uno a uno los gusanos como perlas viscosas. Morir es un arte, como cualquier otro, yo lo hago de maravillas. Hago que se sienta como un infierno. Hago que se sienta real. Creo que podrían llamarlo un don. Es tan fácil que puedes hacerlo en una celda. Es tan fácil que puedes hacerlo y quedarte ahí, quietita. Es el teatral regreso a pleno día al mismo lugar, a la misma cara, al mismo grito brutal y divertido “¡Milagro!” que me deja fuera de combate. Hay un precio a pagar para mirar las escaras, hay un precio a pagar para auscultar mi corazón… late de veras. Y hay un precio a pagar, un precio mayor por una palabra o un contacto o un poquito de sangre o una muestra de mi cabello o de mi ropa. Bueno, bueno, Herr Doctor. Bueno, Herr Enemigo. Soy vuestra opus, soy vuestra valiosa niña de oro puro que se funde en un chillido. Giro y ardo. No crean que no estimo su enorme preocupación. Cenizas, cenizas… Ustedes atizan y remueven. Carne, hueso, no hay nada allí… Un pan de jabón, un anillo de bodas, un empaste de oro. Herr dios, Herr Lucifer tengan cuidado tengan cuidado. Sobre las cenizas me elevo con mi cabello rojo y devoro hombres como aire.
Sylvia Plath (Ariel)
-Y el que caiga prisionero con vida en poder de los enemigos, ¿no ha de ser dejado como galardón a los que le han cogido para que hagan lo que quieran de su presa? -Enteramente. -Y aquel que se señale e ilustre por su valor, ¿te parece que primeramente debe ser coronado en la misma cam­paña por cada uno de los jóvenes y niños, sus camaradas de guerra? ¿O no? -Sí, me parece. -¿Y qué más? ¿Ser saludado por ellos? -También. -Pues esto otro que voy a decir -seguí- me parece que no vas a aprobarlo. -¿Qué es ello? -Que bese a cada uno de sus compañeros y sea a su vez besado por ellos. -Lo apruebo más que ninguna otra cosa -dijo-. Y quiero agregar a la prescripción que, mientras estén en esa campaña, ninguno a quien él quiera besar pueda rehusarlo, a fin de que, si por caso está enamorado de al­guien, sea hombre o mujer, sienta más ardor en llevarse el galardón del valor. -Perfectamente -observé-; y ya hemos dicho que el valiente tendrá a su disposición mayor número de bodas que los otros y se le elegirá con más frecuencia que a los demás para ellas a fin de que alcance la más numerosa descendencia. -Así lo dijimos, en efecto -repuso.   XV -También en opinión de Homero es justo tributara estos jóvenes valerosos otra clase de honores; pues cuen­ta cómo a Ayante, que se había señalado en la guerra, «le honraron con un lomo enorme» en consideración a ser este premio a propósito para un guerrero joven y esforza­do, que con él, además de recibir honra, aumentaba su robustez. -Exacto -dijo. -Seguiremos, pues, en esto a Homero -dije-; y así, en los sacrificios y en todas las ocasiones semejantes honra­remos a los valientes, a medida que muestren ser tales, con himnos y estas otras cosas que ahora decimos y además «con asientos de honor y con carnes y copas reple­tas», a fin de honrar y robustecer al mismo tiempo a las personas de pro sean hombres o mujeres. -Muy bien dicho -asintió. -Bien; y a aquel que perezca gloriosamente entre los que mueren en la guerra, ¿no le declararemos primera­mente del linaje de oro? -Por encima de todo. -¿Y no creeremos a Hesíodo en aquello de que cuan­do mueren los de este linaje   se hacen demones terrestres, benéficos, santos que a los hombres de voces bien articuladas custodien?
Plato (La República)
Negro para la caza durante la noche El color blanco para la muerte y el luto Oro para una novia en su vestido de boda Y el rojo para deshacer encantamientos. Seda blanca cuando nuestros cuerpos se queman, Banderas azules cuando lo perdido regresa. Flamas por el nacimiento de un Nefilim, Y para lavar nuestros pecados. Gris por el mejor conocimiento jamás dicho Hueso para aquellos que no envejecen. El azafrán ilumina la marcha de la victoria, El verde reparará nuestros corazones rotos. Plata para las torres de los demonios, Y el bronce para convocar los poderes malvados.
Cassandra Clare (City of Heavenly Fire (The Mortal Instruments, #6))
Negro para la caza durante la noche El color blanco para la muerte y el luto Oro para una novia en su vestido de boda Y el rojo para deshacer encantamientos. Seda blanca cuando nuestros cuerpos se queman, Banderas azules cuando lo perdido regresa. Flamas por el nacimiento de un Nefilim, Y para lavar nuestros pecados. Gris por el mejor conocimiento jamás dicho Hueso para aquellos que no envejecen. El azafrán ilumina la marcha de la victoria, El verde reparará nuestros corazones rotos. Plata para las torres de los demonios, Y el bronce para convocar los poderes malvados.
Cassandra Clare (City of Heavenly Fire (The Mortal Instruments, #6))