Antonio Luna Quotes

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Me debes tu alma, dos besos a las puertas de la muerte y una noche de masacre. Me los he ganado en buena lid.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
«Todos mueres» se dijo el demiurgo,« al final todos mueren... Pero qué vidas majestuosas podemos llevar mientras tanto. Qué de maravillas nos da tiempo a contemplar».
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
No hay historias alegres. No existen los finales felices. Es mentira. Son espejismos. Esas historias a las que te refieres están incompletas. No te cuentan la última parte. No te cuentan que siempre, al final, todos mueren.
José Antonio Cotrina (La cosecha de Samhein (El ciclo de la Luna Roja, #1))
—¿Y cuál es la diferencia? —quiso saber Mistral—. El resultado es el mismo, ¿no es así? ¿Qué importa ser un héroe o fingirlo? —Que yo sé que miento —dijo.
José Antonio Cotrina (La cosecha de Samhein (El ciclo de la Luna Roja, #1))
-Si lo que pretendes es suicidarte, adelante. Pero la muerte es un lugar sumamente aburrido, te lo advierto. Está lleno de estatuas mal hechas, ciudades nauseabundas y viejas chifladas. Hector se giró hacia la voz, aturdido al reconocerla. -No te miento. Vengo de allí.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
—¡Has dicho que sabes cómo termina! —los ojos le brillaban—. Cuéntamelo, por favor ¿Cómo acaba? ¡Necesito saber si ha merecido la pena! —No termina —Sedalar sonrió, la mirada alzada al inmaculado cielo, a la claridad que se los llevaba—. Es ahora cuando empieza.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
(...) La felicidad es tener un corazón capaz de amar. Es saber que has sido importante para alguien... Que de algún modo, en algún momento, has marcado la diferencia. Y la muerte no es nada en comparación con esos momentos.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
¿Me estás preguntando si me sale pelo en sitios donde antes no tenía? ¿O si me está saliendo rabo?
José Antonio Cotrina (Los hijos de las tinieblas (El ciclo de la luna roja, #2))
No hay nada más peligroso que un hombre desesperado.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Será increíble, será magnifico, será leyenda.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
-Los monstruos más terribles son los que no lo parecen- murmuró Héctor.
José Antonio Cotrina (La cosecha de Samhein (El ciclo de la Luna Roja, #1))
Un libro es una madriguera para no ser visto y una isla desierta en la que encontrarse a salvo y también un vehículo de huida.
Antonio Muñoz Molina (El viento de la Luna)
-Si te lo pidiera, ¿tallarías mi rostro en la luna? - le preguntó Ari. -Con las manos desnudas - dijo Evan sin vacilar un instante - A mordiscos si fuera necesario. Haría cualquier cosa por ti.
José Antonio Cotrina (La canción secreta del mundo)
—Bruno no sabía lo que decía —insistió—. ¿Qué podía saber ese desdichado de finales felices? — la voz le temblaba—. Nada. No sabía nada. La felicidad es estar aquí y ahora, bajo la lluvia, mirándote a los ojos. La felicidad es tener un corazón capaz de amar. Es saber que has sido importante para alguien... Que, de algún modo, en algún momento, has marcado al diferencia. Y la muerte no es nada en comparación con esos momentos.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
—Lo haré. Lo haré porque no me queda más alternativa. Pero no lo haré para cumplir tu sueño, hechicera —hizo un gesto despectivo hacia la Rocavarancolia que aquella mujer había construido en su interior—. No me interesa esta ciudad. No es la mía ni lo será nunca. Lo haré por venganza. Lo haré por justa ira. ¿Estás contenta, Dama Loca? —quiso saber—. Haré lo que deseas. —Pero por los motivos equivocados. —¿Y dónde está la diferencia? —preguntó él.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
La amaba, y le importaba bien poco no ser correspondido, la había amado aun antes de saber que lo que sentía por ella tenía un nombre, la había amado sin esperanza. Y no le había importado hacerlo. El hecho de que él pudiera amar era un milagro que tenía sentido por sí mismo, una muestra de que la magia del universo podía estar presente en todos y cada uno de los seres que lo habitaban.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Ahora Rocavarancolia es nuestra.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Como una canción enloquecida, como el preludio de las leyendas por venir.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Lo que nos convierte en monstruos es lo que hacemos, no nuestro aspecto.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Olvidad la esperanza. Olvidadla. Lo que necesitamos aquí es lo que queda cuando esa perra ya no está: necesitamos desesperación. ¿Me oís? ¡Desesperación! Ésa sí es una fuerza en la que puedo confiar, ése sí es un credo con el que puedo comulgar. La desesperación nunca os fallará: cuando no os quede nada siempre estará allí. ¿Y sabéis una cosa? No hay nada más peligroso que un hombre desesperado.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
—¡Oídme! —aulló, y al momento se hizo el silencio—. ¡Todos me conocéis! ¡La mayoría habéis combatido conmigo! ¡Hemos matado juntos y más de uno a muerto a mi lado! ¡Sabéis quién soy! —desplegó las alas. La multitud le contemplaba y él se sentía inmenso—. ¡Rocavarancolia nos convoca a una nueva batalla! ¡De nuevo resuenan tambores de guerra! ¡Pero no os dejéis engañar! La Rocavarancolia que nos llama no es la nuestra! ¡Nuestro reino agoniza ahí fuera y nada de los que hagamos podrá salvarlo! —Denéstor se removió inquieto y la intranquilidad del demiurgo sirvió de acicate—. ¡Bien se han encargado de ello! ¡Nos lo han arrebatado todo! ¿Me oís? ¡Todo! ¡Y aún así estoy aquí para pediros que os dejéis engañar y que luchéis! ¡Porque fuimos grandes! ¡Somos monstruos y demonios! ¡Somos pesadillas y malos sueños! ¡Somos lo que el mundo teme! ¡Y si triunfa Hurza nos convertiremos en víctimas! ¡Y me niego a que ocurra eso! ¡No somos víctimas de nadie! ¡Jamás! ¡Somos verdugos y asesinos! ¡Quisieron exterminarnos antes y no pudieron! ¡Luchad, monstruos! ¿Me oís? ¡LUCHAD! ¡Luchad por nuestra Rocavarancolia si se os antoja! ¡O por el recuerdo de la antigua! ¡Luchad por Sardaurlar y los reyes conquistadores! ¡Por las torres dragoneras, por la sangre que derramamos! ¡ O por los malditos reyes araña si os apetece! ¡Luchad porque fuimos grandes y nadie que pretenda arrebatarnos eso va a conseguirlo! ¡Luchad por la gloria, por placer, por hacer daño! ¡No me importa el motivo! ¡No me importa qué fuerza os guíe! ¡Sólo quiero que luchéis! ¡Salid ahí fuera y arrasad con todos! ¡Y si se levantan, si osan levantarse, matadlos de nuevo!
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
La amaba, y le importaba bien poco no ser correspondido, la había amado aún antes de saber que lo que sentía por ella tenía un nombre, la había amado sin esperanza. Y no le había importado hacerlo. El hecho de que él pudiera amar era un milagro que tenía sentido por sí mismo, una muestra de que la magia del universo podía estar presente en todos y cada uno de los seres que lo habitaban.
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Un traduttore qualificato dovrebbe essere in grado non solo di tradurre letteralmente, ma di tradurre i termini, anche concettuali, di una determinata cultura nazionale nei termini di un'altra cultura nazionale, cioè un tale traduttore dovrebbe conoscere criticamente due civiltà ed essere in grado di far conoscere l'una all'altra servendosi del linguaggio storicamente determinato di quella civiltà alla quale fornisce il materiale d'informazione.
Antonio Gramsci (Lettere dal carcere)
Ma le fontane, discorrendo tra loro nella notte quieta, dicevano che Marina era passata come Cecilia, il conte Cesare come i suoi avi, che nuovi signori verrebbero per passare alla loro volta e non valeva la pena di turbarsene. Quando, presso l’alba, uscì la luna e si posò sul pavimento della loggia, sulla pompa delle dracene e delle azalee che nessuno aveva pensato a rimuovere, ella parve cercar là dentro, col suo sorriso voluttuoso, ciò che non si trovava ancora, quella notte, nel Palazzo, ma che la vicenda delle cose umane vi ha quindi portato: degli altri occhi da empir di chimere, degli altri cuori da muovere alla passione, invece di quelli che se n’erano appena liberati per sempre.
Fogazzaro Antonio
Mi affretto di dirti che aspetto la luna.
Antonio Fogazzaro (Malombra)
ORILLAS DEL DUERO ¡Primavera soriana, primavera humilde, como el sueño de un bendito, de un pobre caminante que durmiera de cansancio en un páramo infinito! ¡Campillo amarillento, como tosco sayal de campesina, pradera de velludo polvoriento donde pace la escuálida merina! ¡Aquellos diminutos pegujales de tierra dura y fría, donde apuntan centenos y trigales que el pan moreno nos darán un día! Y otra vez roca y roca, pedregales desnudos y pelados serrijones, la tierra de las águilas caudales, malezas y jarales, hierbas monteses, zarzas y cambrones. ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! ¡Castilla, tus decrépitas ciudades! ¡La agria melancolía que puebla tus sombrías soledades! ¡Castilla varonil, adusta tierra, Castilla del desdén contra la suerte, Castilla del dolor y de la guerra, tierra inmortal, Castilla de la muerte! Era una tarde, cuando el campo huía del sol, y en el asombro del planeta, como un globo morado aparecía la hermosa luna, amada del poeta. En el cárdeno cielo violeta alguna clara estrella fulguraba. El aire ensombrecido oreaba mis sienes, y acercaba el murmullo del agua hasta mi oído. Entre cerros de plomo y de ceniza manchados de roídos encinares y entre calvas roquedas de caliza, iba a embestir los ocho tajamares del puente el padre río, que surca de Castilla el yermo frío. ¡Oh Duero, tu agua corre y correrá mientras las nieves blancas de enero el sol de mayo haga fluir por hoces y barrancas, mientras tengan las sierras su turbante de nieve y de tormenta, y brille el olifante del sol, tras de la nube cenicienta!… ¿Y el viejo romancero fue el sueño de un juglar junto a tu orilla? ¿Acaso como tú y por siempre, Duero, irá corriendo hacia la mar Castilla?
Antonio Machado (Campos de Castilla)
RETRATO Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada. Converso con el hombre que siempre va conmigo —quien habla solo espera hablar a Dios un día—; mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía. Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado (Campos de Castilla)
The Great Chicken (Gallus gallus maximus): His breast is already very tough. He's very old. That's the reason why they decided no to kill him, his flesh would be of no use. He began to study like mad and became a lawyer. He abandoned all that he had and went to pontificate in a foreign hen-coop. After some years, he realised that he could tell what he knew and he couldn't stop talking. Now he has the appearance of a typical Mexican. He even speaks like a Mexican. But at heart he is an Indian chicken from Cuilapa. The only thing that he doesn't forget every night after talking and talking all day is to eat his tortillas and beans. Then he shuts himself away to read so he can continue talking. He doesn't understand a bloody word of it, but no matter, he talks and talks and reads and reads. On Saturdays he drinks Castillo rum. Only that brand because all others disagree with him. As he doesn't like whiskey because it cracks his tongue and in Altillo Universidad there's no Indita hooch, he's into Castillo rum that he drinks with Macaw. Shit-faced, the two birds talk for hours on end. There's no way Gallus ditto maximus will cough up any cash, sometimes he takes out a knotted handkerchief, undoes it and says I'll put one peso, then, afterwards, he makes a great fuss about it. When he's alone he becomes honest with himself, nostalgic for his old hen-coop he plays Luna de Xelajú, dresses like an Indian with a cloth on his head and starts to dance to the beat of the Guatemalan Son. Then he goes out like a light.
Marco Antonio Flores (Comrades)
Los rayos del sol al declinar fueron tallando una capa de tinieblas sobre las estatuas de hombres, monstruos y reyes, convirtiéndolas a todas en inmensas sombras sin voz perdidas en la oscuridad
José Antonio Cotrina (Los hijos de las tinieblas (El ciclo de la luna roja, #2))
Cientos de aberraciones se daban cita en las entrañas de la ciudad, algunas tan desconocidas para él como la fauna alienígena que podía poblar el planeta más lejano. Allí merodeaban los cadáveres pálidos que se alimentaban del tuétano de sus víctimas; los espectros errantes a la caza siempre de cuerpos que poseer... En las profundidades de Rocavarancolia todavía era posible encontrar a los descendientes de los seres humanos a los que Eradianalavela había injertado almas de bestias; o a los vampiros de Rádix, capaces de succionar la sangre, las vísceras y los huesos de sus víctimas con solo tocarlas; y a criaturas aún más terroríficas que aquellas. Y los peligros no se reducían solo a monstruos: bajo la ciudad había escapes de magia asesina, turbulentas nubes de humo venenoso procedentes de la combustión de residuos mágicos... Descender a las entrañas de Rocavarancolia era buscar una muerte segura.
José Antonio Cotrina (Los hijos de las tinieblas (El ciclo de la luna roja, #2))
No vas a morir", le había prometido a las puertas del mausoleo de cristal, y ahora esa promesa le parecía tanvana y estúpida que le daban fanas de dejar de correr y abrirse el cráneo a golpes contra las paredes
José Antonio Cotrina (Los hijos de las tinieblas (El ciclo de la luna roja, #2))
La fantasma soltó un lánguido suspio. Las muertes del vampiro y el alquimista la habían afectado profundamente, no por la pérdida de sus vidas, por supuesto, sino por una cuestión de simple y pura envidia: ella no podía morir
José Antonio Cotrina (Los hijos de las tinieblas (El ciclo de la luna roja, #2))
Si intentaba tocarla, moriría, estaba seguro; si alzaba una mano para acariciarla, caería fulminado ante de conseguir tocarla. Rocavarancolia lo mataría o, aún peor: la mataría a ella.
José Antonio Cotrina (Los hijos de las tinieblas (El ciclo de la luna roja, #2))
Lo que importa no son los deagones ni sus dragoneras. Lo que importa no es la canción ni mi voz. El verdadero milagro, dama Desgarro, lo que de verdad importa es que, aquí y ahora, tú me has escuchado cantar. Y si hubieras muerto en aquel callejón jamás podrías haberlo hecho
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Y mientras las alas pugnaban por atravesae otra vez su carne herida, el ángel negro se aproximó a la mujer que amaba
José Antonio Cotrina (La sombra de la luna (El ciclo de la luna roja, #3))
Me encontré con la Luna, que era una mujer gorda y desnuda, sentada en el horizonte.
Antonio di Benedetto (Zama)
Era un chico que vivía acomplejado por el éxito de su padre, y eso impedía que su talento aflorase.
Antonio Mercero (El final del hombre (Sofia Luna, #1))