“
En aquella Ă©poca, la Era de la Extrañeza y de la Guerra de los Mundos que vino despuĂ©s, el presidente de Estados Unidos era un hombre desacostumbradamente inteligente, elocuente, reflexivo, sutil, de palabras y acciones mesuradas, buen bailarĂn (aunque no tan bueno como su mujer), difĂcil de enfadar, de sonrisa fácil, un hombre religioso que tambiĂ©n se consideraba un hombre de acciones razonadas, atractivo (aunque con las orejas un poco de soplillo), tan cĂłmodo con su propio cuerpo como un Sinatra renacido (aunque reticente a entonar canciones románticas) y daltĂłnico. Era un tipo práctico y pragmático y tenĂa los pies plantados con firmeza en el suelo. En consecuencia, fue completamente incapaz de reaccionar de forma apropiada al desafĂo que le lanzĂł Zumurrud el Grande, que era un desafĂo surrealista, caprichoso y monstruoso. Y tal como se ha mencionado ya, Zumurrud no atacĂł solo, sino que vino en bloque, en compañĂa de Zabardast el Hechicero, RubĂ Resplandeciente el Poseedor de Almas y Ra’im Bebesangre, con su afilada lengua de sierra.
”
”