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Por eso, cuando, la tarde del 3 de junio de 1963, Juan XXIII cerró los ojos definitivamente, el mundo entero lloró, desde los taxistas de la ciudad de Roma a los lejanos campesinos latinoamericanos. Con un estilo más pastoral que dogmático, se había extinguido la luz del «Papa carismático» de nuestro siglo. Poco antes de morir, se le oyó musitar: Ut unum sint («¡Que sean uno!»).
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Pedro Miguel Lamet (ARRUPE. Testigo del siglo XX, profeta del XXI (Jesuitas) (Spanish Edition))