Un Paso A La Vez Quotes

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Para leer en forma interrogativa Has visto verdaderamente has visto la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa Has tocado de verdad has tocado el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amas Has vivido como un golpe en la frente el instante el jadeo la caída la fuga Has sabido con cada poro de la piel sabido que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón había que tirarlos había que llorarlos había que inventarlos otra vez.
Julio Cortázar
Me repito una y otra vez que hay un tiempo para cada cosa. Un tiempo para la siembra. Un tiempo para la cosecha. Un tiempo para la llovizna. Un tiempo para la sequía. Un tiempo para aprender a esperar el paso del tiempo.
Federico Falco (Los llanos)
Así se reanudó una amistad prohibida que por lo menos una vez se pareció al amor. Hablaban hasta el amanecer, sin ilusiones ni despecho, como un viejo matrimonio condenado a la rutina. Creían ser felices, y tal vez lo eran, hasta que uno de los dos decía una palabra de más, o daba un paso de menos, y la noche se pudría en un pleito de vándalos que desmoralizaba a los mastines. Todo volvía entonces al principio, y Dulce Olivia desaparecía de la casa por largo tiempo.
Gabriel García Márquez (Of Love and Other Demons)
Llegara un tiempo, cuando todos nosotros estemos muertos. Todos nosotros. Llegara un tiempo cuando no quedaran más seres humanos para recordar que alguna vez existimos o que nuestra especie alguna vez hizo algo. No habrá nadie que quede para recordar a Aristóteles o a Cleopatra, por no hablar de ti. Todo lo que hicimos, construimos, escribimos, pensamos y descubrimos será olvidado y todo esto habrá sido inútil. Quizás ese tiempo venga pronto y quizás esta a millones de años lejos, pero incluso si sobrevivimos el desplome de nuestro sol, no sobreviviremos para siempre. Paso mucho tiempo antes que los organismos experimentaron la conciencia, y habrá tiempo después. Y si la inevitabilidad del olvido humano te preocupa, te animo a que lo ignores. Dios sabe que eso es lo que hacen todos.
John Green (The Fault in Our Stars)
El viaje no acaba nunca. Solo los viajeros acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: “no hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino. —Viaje a Portugal, Saramago—
José Saramago
Eres la chica que me llamó imbécil la primera vez que hablamos. La chica que trató de pagar su almuerzo después de saber que yo tengo más dinero que Dios. Eres la chica quien arriesgo su trasero para salvar a un perro moribundo, quien hace que mi pecho duela si vistes seda verde o jeans desgarrados. Eres la chica que yo…” Noah se detuvo, entonces dio un paso más cerca de mí. “Eres mi chica”.
Michelle Hodkin
Amigo mío... yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas, y a ti, de mi negligencia. El "yo" que hay en mí, amigo mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, secreto. No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acto. Cuando dices: "El viento sopla hacia el Este", digo: "Sí, siempre sopla hacia el Este"; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar. No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solas en el mar. Cuando es de día para tí, amigo mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche. Cuando tú subes a tu Cielo yo desciendo a mi Infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: " ¡Compañero! ¡Camarada!" Y te contesto: "¡Compañero! ¡Camarada!, porque no quiero que veas mi Infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi Infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi Infierno. Tu amas la Verdad, la Belleza y lo Justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y finjo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas. Amigo mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero... estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas. Amigo mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.
Kahlil Gibran (El loco / Lágrimas y sonrisas)
La esperanza es como una astilla de vidrio clavada en el pie. Mientras permanece clavada en la carne sientes dolor a cada paso que das, pero una vez que te la han extraído la herida sangra un poco y tarda un tiempo en cicatrizar, pero al final uno puede seguir caminando.
Sebastian Fitzek (Thérapie)
Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabia que tenia: la extrañeza de los que no eres o no posees mas, te espera al paso en los lugares extraños y no poseidos. Marco [Polo] entra en una ciudad: ve a alguien que vive en una plaza una vida o un instante que podrian ser suyos; en el lugar de aquel hombre ahora hubiera podido estar el si se hubiese detenido en el tiempo mucho tiempo antes, o bien si mucho tiempo antes, en una encrucijada, en vez de tomar por un camino hubiese tomado por el opuesto y al cabo de una larga vuelta hubiera ido a encontrarse en el luhar de aquel hombre en aquella plaza. En adelante, de aquel pasado suyo verdadero o hipotetico, el queda excluido; no puede detenerse; debe continuar hasta otra ciudad donde lo espera otro pasado suyo, o algo que quizas habia sido un posible futuro y ahora es el presente de algun otro. Los futuros no realizados son solo ramas del pasado: ramas secas. -¿Viajas para revivir tu pasado?-era en ese momento la pregunta del Kan, que podia tambien formularse asi: ¿Viajas para encontrar tu futuro? Y la respuesta de Marco: -El otro lado es un espejo en negativo. El viajero reconoce lo poco que es suyo al descubrir lo mucho que no ha tenido y no tendra.
Italo Calvino (Invisible Cities)
Me estoy atando los zapatos, contento, silbando, y de pronto la infelicidad. Pero esta vez te pesqué, angustia, te sentí previa a cualquier organización mental, al primer juicio de negación. Como un color gris que fuera un dolor y fuera el estómago. Y casi a la par (pero después, esta vez no me engañas) se abrió paso el repertorio inteligible, con una primera idea explicatoria: «Y ahora vivir otro día, etc.» De donde se sigue: «Estoy angustiado porque... etc.» Las ideas a vela, impulsadas por el viento primordial que sopla desde abajo (pero abajo es sólo una localización física). Basta un cambio de brisa (¿pero qué es lo que la cambia de cuadrante?) y al segundo están aquí las barquitas felices, con sus velas de colores. «Después de todo no hay razón para quejarse, che», ese estilo…Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano".
Julio Cortázar (Rayuela)
El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino.
José Saramago (Viaje a Portugal)
Hay que mirarlo todo como si fuese la primera o la última vez. Así tu paso por la tierra estará repleto de dicha.
Betty Smith
Doy un paso atrás otra vez. La puerta está atrancada. Ahora hay una forma menos de entrar. Por supuesto, también hay una forma menos de salir.
Gustave Flaubert
Más de una vez yo mismo me lo había preguntado, por qué los mismos milicos que acá en sus tierras perpetraron todas las atrocidades existentes en el catálogo mundial, y agregaron de paso algunas nuevas, no habían cometido en toda la guerra una sola contra los habitantes nativos de Las Islas. Se supone que era por la imagen internacional, pero no terminaba de cerrarme; demasiado racional. Quizás era simplemente que para cometer atrocidades es imprescindible juzgar al otro un inferior, y los kelpers eran demasiado blancos, arios y anglosajones para que los milicos argentinos se atrevieran a pisotearlos.
Carlos Gamerro (Las islas)
Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y, cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Este es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores».
Pope Francis (Evangelii gaudium. Exhortación apostólica La alegría del Evangelio)
El señor Collins, torpe y solemne, disculpándose en vez de atender al compás, y perdiendo el paso sin darse cuenta, le daba toda la pena y la vergüenza que una pareja desagradable puede dar en un par de bailes.
Jane Austen (Orgullo y prejuicio)
Estoy mirando a sus ojos aterrorizados y, por primera vez desde que nos conocimos... creo que realmente lo entiendo. Todo de él. No reacciona de la manera que lo hace porque hay cinco diferentes lados de su personalidad. Reacciona como lo hace porque sólo hay un lado en Dean Holder. Apasionado. Es un apasionado sobre la vida, sobre el amor, sobre sus palabras, sobre Les. Y seré condenada si no estoy agregada a su lista. La intensidad que transmite no es desconcertante... es hermosa. He pasado tanto tiempo tratando de encontrar maneras de sentirme entumecida en cualquier oportunidad que tenga, pero al ver el entusiasmo detrás de sus ojos ahora mismo... me dan ganas de sentir cada cosa de la vida. Lo bueno, lo malo, lo bello, lo feo, el placer, el dolor. Quiero eso. Quiero empezar a sentir la vida de la misma manera en que él lo hace. Y mi primer paso para hacerlo, se inicia con este muchacho sin esperanza delante de mí, que está vertiendo su corazón, en busca de la palabra perfecta, deseando desesperadamente ayudarme a agregar el sentimiento de nuevo en la vida.
Colleen Hoover (Hopeless (Hopeless, #1))
Temo que, al dar un paso, se me desafinen las cuerdas del violín. Que se desparrame contra el suelo mi caja torácica. Pido respeto para esta picadura de avispa. Real o imaginaria o las dos cosas a la vez. Me late. La experimento. Físicamente.
Marta Sanz (Clavícula)
Esto es un salto de fe y tienes que darlo. Tienes que hacer un Indiana Jones. Ahora estás cagada de miedo porque ves un precipicio y no sabes cómo vas a llegar al otro lado, pero una vez des el primer paso sabrás que es seguro y que lanzarse era la decisión correcta.
Lara A. Serodio (Una vida M)
Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más precioso que se puede poseer. –No lo siento yo así, lord Henry. –No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando sea viejo y feo y esté lleno de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasión le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ¿Será siempre así?… Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusión. Tiene un derecho divino de soberanía. Convierte en príncipes a quienes la poseen. ¿Se sonríe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá… La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, también lo quitan, y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted tantas cosas que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted. He pensado en la tragedia que sería malgastar lo que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el próximo junio como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la juventud!
Oscar Wilde (The Picture of Dorian Gray)
¿Qué pasaría...? ¿Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta de que somos mayoría? ¿Qué pasaría si de pronto una injusticia, sólo una, es repudiada por todos, todos los que somos, todos, no unos, no algunos, sino todos? ¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos nos multiplicamos, nos sumamos y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso? ¿Qué pasaría si nos organizáramos y al mismo tiempo enfrentáramos sin armas, en silencio, en multitudes, en millones de miradas la cara de los opresores, sin vivas, sin aplausos, sin sonrisas, sin palmadas en los hombros, sin cánticos partidistas, sin cánticos? ¿Qué pasaría si yo pidiese por ti que estás tan lejos, y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por los otros que están muy lejos y los otros por nosotros aunque estemos lejos? ¿Qué pasaría si el grito de un continente fuese el grito de todos los continentes? ¿Qué pasaría si pusiésemos el cuerpo en vez de lamentarnos? ¿Qué pasaría si rompemos las fronteras y avanzamos y avanzamos y avanzamos y avanzamos? ¿Qué pasaría si quemamos todas las banderas para tener sólo una, la nuestra, la de todos, o mejor ninguna porque no la necesitamos? ¿Qué pasaría si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos? No sé... me pregunto yo: ¿Qué pasaría...?
Mario Benedetti
La verdadera Oscuridad es más densa y más silenciosa; llena el espacio que hay entre la chaqueta y el corazón. Se mete en los ojos. Cuando estoy fuera por la noche, no son los cuchillos lo que me da miedo, sino la Oscuridad. Tú que caminas tan alegremente, silbando, detente cinco minutos. Detente en la Oscuridad en un campo o en un sendero. Entonces te darás cuenta de que tu presencia es sólo tolerada. La Oscuridad sólo te permite dar un paso cada vez. El paso y la Oscuridad se cierran contra tu espalda. Delante de ti no hay espacio ninguno hasta que das el paso. La Oscuridad es absoluta. Caminar por la Oscuridad es como nadar por debajo del agua, sólo que no se puede subir a coger aire.
Jeanette Winterson (The Passion)
A veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla. Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió: - Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer. Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando: - Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente. Volvió a callar y reflexionar, antes de añadir: - Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser. Después de una nueva y larga interrupción, siguió: - De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento. Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final: - Eso es importante.
Michael Ende (Momo)
—¿Ha sabido alguna vez que iba a llover sin ni siquiera ver las nubes, señorita Hopper? Sientes algo, no sabes bien el qué, algo que te dice que aunque esté el sol brillando va a llover… y al final llueve. O mejor, imagine un camino largo, muy largo, y una persona al final del mismo. Esa persona camina hacia usted. No puede ver nada de ella, ni su cara ni su ropa. Pero llega un instante en que, aún sin poder ver sus rasgos, ni siquiera su manera de andar, algo hace clic en su cabeza y la reconoce. Es un familiar. Es un amigo. Es un desconocido. Pues así veo yo a la muerte. Pero con la particularidad de que ella ya no está al final del camino, sino muy cerca. Puedo verla con todo detalle. Y solo quedan unos pocos pasos para que me alcance…
Eugenio Prados (El largo funeral del señor White)
La biblioteca nos propone olvidarnos de nosotros mismos, salir de nuestras mentes y nuestros cuerpos para encarnar en mujeres y hombres de otros tiempos, de otras clases sociales, de otros credos e ideologías. Por eso la lectura sigue siento tan peligrosa. Es un grito de emancipación, una revolución silenciosa que avanza un paso cada vez que un nuevo lector abre un libro.
Mario Mendoza (Leer es resistir)
Sin quitarme los ojos de encima, acercó aún más su pupitre. - ¿Sabes una cosa? - ¿Qué? - Que he entrado en tu blog. Ay, Dios. ¿Cómo lo había encontrado? Un momento; la pregunta que debía hacerme era la siguiente: ¿por qué lo había encontrado? Mi blog no podía buscarse a través de Google...Estaba flipando en colores. - Ya estás acosándome otra vez, ¿no? ¿Tengo que llamar a la poli para que te ponga una orden de alejamiento? - Ni en sueños, gatita - Sonrió - Ah, espera, que ya salgo en ellos, ¿verdad? Puse los ojos en blanco. - Más bien apareces en mis pesadillas, Daemon. (pág.154) - ¿Me estás preguntando si me atraen las humanas? - dijo. El pelo le caía hacia delante en ondas. Unas gotitas de agua le recorrían los mechones y acababan salpicándome la mejilla - ¿O si eres tú la que me atrae? Con las manos apoyadas en la roca, fue acercándose a mí lentamente. Muy pronto nos separaban sólo unos milímetros...Sentía su respiración como si fuera la mía, y cuando movió las caderas abrí los ojos y ahogué un grito. Vaya que si funcionaba la cosa...Me despejó la duda de un plumazo. (pág. 240) - Sí que es importante el helado - dije. - Es mi vida entera.- Dee tiró el monedero a Daemon, pero erró el objetivo - ¡Y tú me lo has quitado! (pág. 258 NUNCA TE METAS ENTRE DEE Y SU COMIDA, Y MENOS SI SE TRATA DE HELADO) - ¿Lo estás pasando bien con...Ash? - ¿Y tú con tu amiguito el pulpo? Me mordí el larbio. - Qué simpático eres, como siempre. ... - Estás...muy guapa, por cierto. Demasiado guapa para estar con ese idiota. Me sonrojé y bajé la vista. - ¿Te has tomado algo? - Pues no, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas, si puede saberse? - Porque nunca me dices nada agradable. - Touché. (pág. 303) - Recuérdame...que no te haga enfadar nunca más ¡La leche! ¿Eres agente secreto en tus ratos libres? ... Me recorrió la espalda con sus brazos y hundió una mano en los rizos que se me habían soltado del moño. - No me has hecho caso - susurró contra mi hombro. - Nunca te hago caso. (pág. 327) Daemon murmuró algo en un idioma desconocido. Era una lengua dulce y bonita. Mágica. De otro planeta. Podría haberlo despertado, pero no lo hice sin saber demasiado bien por qué. La emoción que sentía por el contacto con su piel era más fuerte que todo lo demás. Daemon tenía una mano en el borde de mi camiseta, y los dedos encima del pedazo de piel que había entre el borde de la camiseta y la cinturilla de los pantalones de pijama. La mano empezaba a abrirse paso por debajo de la camiseta, a través de mi estómago, en la parte en que este empieza a descender. El pulso se me desbocó. Me rozó las costillas con la punta de los dedos. Su cuerpo se movió y sentí su rodilla contra mí. (pág. 338) O.O o_O OMG - Gatita - Ni aunque fueras el último ser con aspecto humano sobre la faz de la Tierra ¿Ahora lo entiendes? ¿Capiche? ... - Ademñas, no me atraes nada - Mentira podrida - Pero vamos, nada de nada. Eres... De repente Daemon estaba delante de mí, a apenas un centímetro de mi rostro. - ¿Qué soy? - Ignorante -¿Y qué más? - Prepotente, controlador...-...- Y un...cretino. - Venga ya, gatita, seguro que puedes hacerlo mejor - ... - Todavía no me creo que no te sientas atraída por mí. (pág. 360) - Seguro que hasta sueñas conmigo - Bajó la vista hacia mis labios y sentí que se despegaban - Seguro que escribes mi nombre en tus libretas, una y otra vez, rodeado por un corazoncito. Me reí. - En tus sueños, Daemon. Eres la última persona a la que... Daemon me besó (pág.361) Una sonrisa pícara se le asomó a los labios. - ¿Te das cuenta de que me encantan los retos? Me reí entre dientes y me volví hacia la puerta mientras le dedicaba un gesto grosero con el dedo corazón. - Y a mí, Daemon; y a mí. (pág. 414)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
—En realidad no. Sigo pensando que ella lo haría todo de nuevo si hubiera una posibilidad... una posibilidad de que pudiera salir bien. Aunque 99 veces de cada 100 la historia termina mal, pero merece la pena, aunque sólo sea una vez, que consiga un final feliz. —Escucha, Garrick, mientras que este paralelo que estás dibujando es adorable, sobre todo con ese acento, estoy un poco cansada de las metáforas, y ser comparada con las historias de amor condenadas. Sólo di lo que quieres decir. He estado descifrando un texto antiguo toda la noche. No quiero tener que descifrarte a ti, también. —Estoy diciendo que me equivoqué. —Dio un paso más cerca, y mi cansancio huyó, sustituido por la electricidad bajo mi piel—. Estoy diciendo que me gustas. Estoy diciendo que no me importa una mierda ser tu maestro. Entonces, me besó.
Cora Carmack (Losing It (Losing It, #1))
Ursúa y Castellanos hablaron hasta que la noche azul llena de estrellas cubrió las tierras bajas de la sierra. Todavía a medianoche, cuando en el campamento buena parte de los soldados dormían y sólo los guardias vigilaban en los pasos altos, seguía junto a la fogata el rumor inacabable de ese diálogo, como de dos náufragos que acabaran de llegar otra vez al mundo, porque no hay gran amistad que no comience por un largo intercambio de historias.
William Ospina (Ursúa)
Con el paso de los años, uno aprende a... ¿Qué se aprende? ¿A temer a los desconocidos, a desconfiar incluso de tus seres queridos? ¿A disimular todo lo posible? ¿A asumir que la soledad absoluta es inevitable? ¿A que lleves ocho años con tu amante y nunca se quede más de una noche y cada vez esté más distante, hasta que finalmente un día entras a la fuerza en su habitación y encuentras su cuerpo frío, gris y cubierto de vómito desmadejado en la cama?
Bethan Roberts (My Policeman)
Aceptaría ahora el café que tuvo la amabilidad de ofrecerme, Le recuerdo que los policías no aceptan nada cuando están de servicio, respondió, consciente del juego, la mujer del médico, Los comisarios están autorizados a infringir las reglas siempre que lo consideren conveniente, Quiere decir, útil a los intereses de la investigación, También se puede expresar de esa manera, Y no tiene miedo de que el café que le voy a traer sea un paso en el camino de la corrupción, Recuerdo haberle oído que eso sólo ocurre con el tercer café, No, lo que le dije es que con el tercer café queda consumado de una vez por todas el proceso corruptor, el primero abre la puerta, el segundo la sostiene para que el aspirante a la corrupción entre sin tropezar, el tercero la cierra definitivamente, Gracias por el aviso, que recibo como un consejo, me quedaré entonces en el primer café, Que le será servido de forma inmediata, dijo la mujer, y salió de la sala.
José Saramago (Ensayo sobre la lucidez)
Que la vida tiene ironías, se dice, cuando lo cierto es que es la más obtusa de todas las cosas conocidas, un día alguien debió decirle, Sigue adelante, siempre adelante, no te salgas de tu camino, y desde entonces, inepta, incapaz de aprender con las lecciones que tiene a gala enseñarnos, no ha hecho nada más que cumplir a ciegas la orden que le dieron, atropellando todo cuanto se encuentra a su paso, sin detenerse para valorar los daños, para pedirnos perdón, por lo menos una vez.
José Saramago (The Double)
Para combatir su dolor y su depresión, había bebido mucho en su casa de Great Neck, y para distraerse había medido la casa y los jardines a pasos, había medido la habitación de su padre con una cinta métrica, moviendose tercamente, agachándose, midiendo y volviendo a medir, como un autómata infatigable que sólo de vez en cuando se apartase de su camino, poniendo en evidencia el hecho de que estaba borracho y no trastornado. Así pasó los diez días que sucedieron a su encuentro con Guy,...
Patricia Highsmith (Strangers on a Train)
No sabía lo que le pasaba, Minerva lo dominaba y atraía como imán, lo supo desde que la recepcionista la señaló y él la miró. A pesar de su furia cuando llegó a su habitación la noche anterior, deseaba tenerla, por coraje, por orgullo, por premio y por placer, la deseaba tanto que tiró todo a su paso, a ella misma deseaba tirar sobre la cama, arrancarle la ropa, besarla hasta hacerla perder el conocimiento evitando que respirara, deseaba tenerla desnuda y hacer con ella lo que diera la gana, deseaba someterla a él y hacerle sentir lo que era un verdadero hombre, deseaba hacerla suya y marcarle un sello en su piel, su miembro le dolía pero más por la excitación, imaginar todo lo que quería hacer con ella hizo que se metiera al baño para bajarse el coraje y el ardor del fuego en la ducha, pero antes tenía una cita con su amigo que exigía liberarse, se maldijo porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había hecho y se odió porque en tiempo record, Minerva había logrado que gimiera en gruñidos su nombre al llegar a su orgasmo.
Itxamany Bustillo (Minerva: Arte, Pasión y Seducción (Arte, Pasión y Seducción (APS)) (Spanish Edition))
Tarde o temprano, también esto tendrás que aprenderlo, ver cómo son por dentro aquellos que fueron creados para servirnos y alimentarnos. Jesús volvió la cara hacia un lado y dio un paso para retirarse de allí, pero Pastor, que había detenido el movimiento del cuchillo, dijo, Los esclavos viven para servirnos, quizá deberíamos abrirlos para saber si llevan esclavos dentro y después abrir un rey para ver si tiene otro rey en la barriga y, ya ves, si encontrásemos al Diablo y él se dejase abrir, tal vez nos lleváramos la sorpresa de ver saltar a Dios de allí dentro.
José Saramago (El Evangelio Según Jesucristo)
Trabaja a fondo, pues, durante la etapa de decepción. El Enemigo deja que esta desilusión se produzca al comienzo de todos los esfuerzos humanos. En cada actividad de la vida, esta decepción marca el paso de algo con lo que se sueña y a lo que se aspira a un laborioso quehacer. Al desear su libertad, el Enemigo renuncia, consecuentemente, a la posibilidad de guiarles, les deja que lo hagan “por sí solos”. Una vez que superan con éxito esta aridez inicial, los humanos se hacen menos dependientes de las emociones y, en consecuencia, resulta mucho más difícil tentarles.
C.S. Lewis (The Screwtape Letters)
Rara vez había una encrucijada en la vida de una persona. La gente cambiaba de manera paulatina, con el tiempo. Uno no daba un paso y de pronto se encontraba en una situación completamente nueva. Primero te desviabas un poco del sendero para evitar unas rocas. Durante un tiempo, caminabas junto al sendero, pero después te desviabas un poco más para pisar terreno más blando. Luego dejabas de prestar atención mientras te alejabas más y más. Finalmente, acababas yendo a parar a la ciudad equivocada, preguntándote por qué las señales de la calzada no te habían guiado mejor.
Brandon Sanderson (Legion and The Emperor's Soul)
Quién se ha subido alguna vez a un tren, a un avión o a un ascensor? Tenemos todas esas cosas gracias a que en su día hubo empollones que lo hicieron posible, personas que con o sin talento se esforzaron por estudiar, por investigar, por aprender, por dar un paso más que los demás... Cuando cogéis una moto, una bici, cuando cruzáis un puente, cuando compráis algo por internet, cuando encendéis una bombilla, cuando utilizáis el GPS para guiaros, cuando jugáis a la consola, cuando os hacéis una foto... todo eso es posible gracias a los que llamamos "empollones", de hecho toda vuestra vida depende de ellos.
Eloy Moreno (Invisible)
Fue exactamente como él sabía que iba a ser. Como la primera vez, solo que sin nervios, sin las dudas, sin las preguntas no formuladas. Como la última vez, sin anestesia, sin su llanto de después. Uno puede dejar a una persona con la que le va bien en la cama. Pero Katrine tenía razón, siempre se vuelve. Sin embargo, Harry comprendió que había algo más. Que para Rakel aquello era una última visita necesaria a viejos lugares, un adiós a lo que ambos una vez llamaron «el gran amor de su vida». Antes de que ella diera el paso para entrar en una nueva etapa. ¿A un amor no tan grande? Quizá, pero a un amor soportable.
Jo Nesbø (El muñeco de nieve (Harry Hole, #7))
Ante eso se interponía el mecanismo ininterrumpido de la vida diaria. ¡De qué forma tan distinta transcurrirían hoy probablemente las revoluciones y toda la historia si los hombres continuaran siendo seres autónomos relacionados con un todo, tal vez como en la antigua Atenas, y no se sintieran tan desesperadamente aprisionados por su profesión ni por su horario, si no dependieran de mil imprevistos ni fuesen piezas de una maquinaria incontrolable, como si caminaran sobre raíles y estuviesen perdidos en caso de descarrilar! Sólo la rutina diaria genera seguridad y una sensación de permanencia, de ahí a la jungla sólo hay un paso.
Sebastian Haffner (Historia de un alemán (Áncora & Delfín) (Spanish Edition))
Las palabras «Dios es Amor» no tienen un significado real a menos que Dios contenga al menos a dos Personas. El amor es algo que una persona siente por otra persona. Si Dios fuera una sola persona entonces, antes de que el mundo fuese creado, Dios no era amor. Y esa es, de paso, tal vez la diferencia más importante entre el cristianismo y todas las demás religiones: que en el cristianismo Dios no es una Cosa -ni siquiera una Persona- estática, sino una actividad dinámica y pulsante, una vida, casi una especie de drama. Casi, si no me tomáis por irreverente, una suerte de danza. La unión entre el Padre y el Hijo es algo tan vivo y concreto que esta unión misma es en sí una Persona.
C.S. Lewis (Mere Christianity)
Cada vez que voy a participar en un maratón, paso más o menos por el mismo proceso mental: hasta el kilómetro 30 pienso ‘puede que esta vez haga un buen tiempo’, pero al superar el kilómetro 35 se me va agotando el combustible y empiezo a enfadarme con todo lo que me circunda. Y, al final, me siento exactamente como un coche que sigue corriendo con el depósito vacío. Sin embargo, poco después de dejar de correr, todo lo que he sufrido y todo lo miserable que me he sentido se me olvidan, como si jamás hubieran sucedido, y ya vuelvo a estar decidido a hacerlo mejor la próxima vez. Por más experiencia que adquiera, por más años de edad que acumule, al final siempre se repite lo mismo”.
Haruki Murakami (What I Talk About When I Talk About Running)
Él era, después de todo, antari. Y los antari podían hablarle a la sangre. A la vida. A la magia misma. El elemento primero y final, el que vivía en todo y era de ninguno. Pudo sentir la magia agitándose contra la palma de su mano, la pared de ladrillos se calentó y enfrió al mismo tiempo con ella. Kell dudó, esperando a ver si respondía al llamado sin que se lo pidiera. Pero esta se contuvo, esperando a que él le diera voz a su comando. La magia básica podía hablar cualquier lengua, pero la magia antari —la verdadera magia, la magia de sangre— hablaba una y solo una. Kell flexionó los dedos sobre la pared. —As Travars —dijo. Viajar. Esta vez, la magia escuchó y obedeció. El mundo osciló y Kell dio un paso adelante.
Victoria Schwab (A Darker Shade of Magic (Shades of Magic, #1))
Lo que también me parece interesante y durante mucho tiempo representó un problema para mí es que, una vez más, no encontramos simplemente en el plano del Estado socialista ese mismo funcionamiento del racismo, sino también en las diferentes formas de análisis o proyectos socialistas, a lo largo de todo el siglo XIX, y, me parece alrededor de esto: en el fondo, cada vez que un socialismo insistió, sobre todo, en la transformación y paso del Estado capitalista al Estado socialista (en otras palabras, cada vez que buscó el principio de la transformación en el nivel de los procesos económicos), no necesitó el racismo, al menos en lo inmediato. En cambio, en todos los momentos en que el socialismo se vio obligado a insistir en el problema de la lucha, la lucha contra el enemigo, la eliminación del adversario dentro mismo de la sociedad capitalista; cuando se trata por consiguiente, de pensar el enfrentamiento físico con el adversario de clase en la sociedad capitalista, el racismo resurgió, porque era la única manera que tenía un pensamiento socialista , que de todas formas estaba muy ligado al tema del biopoder, de pensar la razón de matar al adversario. Cuando se trata simplemente de eliminarlo económicamente, de hacerle perder sus privilegios , el racismo no hace falta . Pero desde el momento en que hay que pensar que vamos a estar frente a frente, y que será preciso combatirlo físicamente, arriesgar la vida y procurar matarlo, el racismo es necesario
Michel Foucault (É Preciso Defender a Sociedade. Curso no Collège de France, 1976)
(...) Sí, por las tardes, hacia las siete, le gusta encontrarse en un vagón de segunda mano del metro. La mayoría de los pasajeros son personas que regresan de sus trabajos. Se sienta entre ellos, trata de sorprender en sus caras el motivo de sus preocupaciones. Naturalmente, están pensando en lo que acaban de abandonar hasta mañana, sólo hasta mañana, y también en lo que les espera esta noche, lo cual les alegra o les preocupa aún más. Nadja se queda mirando fijamente algo definido: «Hay buenas personas». Más alterado de lo que quisiera mostrarme, ahora sí me enojo: «Pues no. Además tampoco se trata de eso. El hecho de que soporten el trabajo, con o sin las demás miserias, impide que esas personas sean interesantes. Si la rebeldía no es lo más fuerte que sienten, ¿cómo podrían aumentar su dignidad sólo con eso? En esos momentos, por lo demás, usted les ve; ellos ni siquiera la ven a usted. Por lo que a mí se refiere, yo odio, con todas mis fuerzas, esa esclavitud que pretenden que considere encomiable. Compadezco al hombre por estar condenado a ella, porque por lo general no puede evitarla, pero si me pongo de su parte no es por la dureza de su condena, es y no podría ser más que por la energía de su protesta. Yo sé que en el horno de la fábrica, o delante de esas máquinas inexorables que durante todo el día imponen la repetición del mismo gesto, con intervalos de algunos segundos, o en cualquier otro lugar bajo las órdenes más inaceptables, o en una celda, o ante un pelotón de ejecución, todavía puede uno sentirse libre, pero no es el martirio que se padece lo que crea esa libertad. Admito que esa libertad sea un perpetuo librarse de las cadenas: será preciso, por añadidura, para que ese desencadenarse sea posible, constantemente posible, que las cadenas no nos aplasten, como les ocurre a muchos de los que usted me habla. Pero también es, y quizá mucho más desde el punto de vista humano, la mayor o menor pero, en cualquier caso, la maravillosa sucesión de pasos que le es dado al hombre hacer sin cadenas. Esos pasos, ¿les considera usted capaces de darlos? ¿Tienen tiempo de darlos, al menos? ¿Tienen el valor de darlos? Buenas personas, decía usted, sí, tan buenas como las que se dejaron matar en la guerra, ¿verdad? Digamos claro lo que son los héroes: un montón de desgraciados y algunos pobres imbéciles. Para mí, debo confesarlo, esos pasos lo son todo. Hacia dónde se encaminan, ésa es la verdadera pregunta. De algún modo, acabarán trazando un camino y, en ese camino, ¿quién sabe si no surgirá la manera de quitar las cadenas o de ayudar a desencadenarse a los que se han quedado en el camino? Sólo entonces será conveniente detenerse un poco, sin que ello suponga desandar lo andado». (Bastante a las claras se ve lo que puedo decir al respecto, sobre todo a poco que decida tratarlo de manera concreta.) Nadja me escucha y no intenta contradecirme. Tal vez lo último que ella haya querido hacer sea la apología del trabajo.
André Breton (Nadja)
—Recuerda todo lo que has visto en tu vida. Los olores, los sonidos, las luces y las sombras de todo lo que alguna vez tocaste. Recuerda los paisajes que has visitado. Recuerda todo eso, hija, porque ya forman parte de tu pasado. Nunca debes olvidar que vienes de aquí, de este planeta maravilloso. Que fuiste criada con amor bajo un techo azul y diste tus primeros pasos en el verde. No olvides que tus alimentos fueron frutas que cayeron de los árboles y vegetales que crecieron en nuestros suelos —el ascensor se detuvo—. Recuerda el calor del sol en tu frente y el sonido de las cigarras por la noche. Recuerda a la tierra de los insectos y animales más maravillosos que puedas ver jamás. —Papá hizo una pausa. —Tan solo recuerda todo esto.
TOMAS ANDREI
Podríamos tomar la punta de un lápiz y ampliarla. Llegamos así a realizar un descubrimiento que nos aturde: la punta del lápiz no es sólida, sino que se compone de átomos que giran y orbitan como un trillón de planetas enloquecidos. Lo que nos parece sólido no es en realidad más que una floja red, sostenida por la gravitación. Si encogiéramos hasta el tamaño adecuado, las distancias entre estos átomos se convertirían en leguas, golfos, eones. Y los átomos están a su vez compuestos de núcleos y protones y electrones que giran a su alrededor. Podríamos dar un paso más, hasta las partículas subatómicas. Y luego, ¿qué? ¿Taquiones? ¿Nada? Claro que no. Todo en el universo desmiente la nada, sugerir una conclusión a las cosas es una imposibilidad.
Stephen King (The Gunslinger (The Dark Tower, #1))
Estamos diseñados para huir cuando creemos que las cosas se ponen difíciles. ¿Cuándo perdimos de vista que lo que costaba pero nos hacía felices era aquello por lo que merecía la pena luchar? ¿Dónde estaban nuestras ganas? Tenemos diecinueve, veinticuatro, treinta y cinco años y parece que estamos a un paso de la tumba. ¿De dónde viene este cansancio? ¿Este agotamiento vital? ¿Esta falta de sorpresa ante lo que descansa en nuestras manos? ¿Por qué seguimos dormidos y dejamos que las cosas sucedan delante de nosotros sin darnos cuenta, sin hacer nada para que cambien? ¿Quién nos ha quitado la ilusión? ¿Por qué nos conformamos con lo que viene en vez de salir a buscar aquello que nos mueve de verdad? ¿De dónde procede tanto miedo? ¿En qué momento hemos dejado de ser jóvenes?
Elvira Sastre (Días sin ti)
A lo largo de días y semanas uno se devana inútilmente los sesos, no sabría, si se le preguntara por ello, si se sigue escribiendo por costumbre, o por afán de prestigio, o porque no se ha aprendido otra cosa, o por asombro ante la vida, por amor a la verdad, por desesperación o indignación, así como tampoco sería capaz de decir si mediante la escritura uno se vuelve más inteligente o más loco. Tal vez cada uno de nosotros pierda la perspectiva en la medida en que sigue construyendo su propia obra, y tal vez por este motivo tendemos a confundir la complejidad creciente de nuestras construcciones espirituales con un paso adelante en el conocimiento, mientras que, al mismo tiempo, ya intuimos que nunca vamos a poder comprender los imprevistos que ciertamente determinan nuestra carera.
W.G. Sebald (The Rings of Saturn)
3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor»[1]. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y, cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Este es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores».
Pope Francis (Evangelii gaudium. Exhortación apostólica La alegría del Evangelio)
Hay, efectivamente, pasiones que se encauzan mal o bien, según se quiera. Dos personas se confían a la táctica del sentimiento, hablan en vez de actuar y se baten en campo abierto en lugar de poner un cerco. Así se cansan a menudo de sí mismas al extenuar sus deseos en el vacío. Dos enamorados se dan entonces tiempo para reflexionar y juzgarse. Frecuentemente pasiones que habían entrado en campaña con las banderas desplegadas, pimpantes, con un ardor que lo arrollaba todo a su paso, acaban por volver a sus puestos sin haber logrado la victoria, avergonzadas, desarmadas y atontadas por su vano estruendo. Tales fatalidades resultan explicables en ocasiones por la timidez de la juventud y por las dilaciones de que gustan las mujeres que se inician, pues esta especie de mutuo engaño no se da ni en los fatuos duchos en la práctica, ni en las coquetas habituadas a los ardides de la pasión.
Honoré de Balzac (Lost Illusions)
Porque si una lleva una falda o un escote de un tiempo a esta parte lo lleva para sí misma o en nombre del em­­poderamiento, una de dos, y que no me mire nadie porque machete al machote y madre mía qué fuerte e inde­­pen­­diente con mi falda, que era a lo que me reducían antes, a ser dos piernas y poca tela y me quejaba y con razón y ahora como por arte de magia resulta que eso es signo de empoderamiento, pero no puede mirarlo nadie. Nos he­­mos encerrado tanto en nosotros mismos, nos hemos individuado tanto y hemos hecho tantos esfuerzos por acabar con lo de las dinámicas de poder —y, nos guste o no, la belleza siempre ha implicado y siempre implicará poder— que hemos terminado creyendo que no pro­­vocamos ningún efecto, ninguna reacción en el otro y que lo contrario sería inaceptable, aunque las mujeres nos lo hemos creído a medias, como todas las mentiras que nos contamos a nosotras mismas. Por eso rara vez nos ponemos escote y los labios rojos para estar solas en casa, de la misma forma que el pavo real no desplegaría su cola si no hubiera una pava a la vista, porque gilipollas no es y por lo del ahorro energético, y negar que un escote bonito es enseñado de cuando en cuando para ser visto, solo cuando quiere ser visto, cuando quiere ser mirado, además de ridículo niega parte de nuestro poder como mujeres, un poder que no se reduce a lo bello y a lo sexual pero del que lo bello y lo sexual forman parte y no pasa nada y por eso toda mujer ama a un fascista: porque todo el que mira nuestros escotes lo es, a no ser que sea un trapero en un videoclip, entonces es un trapero al uso, entonces se le permite. Y porque mal que bien y según el nuevo canon, nuestros abuelos lo fueron y nuestros padres lo son. No solo porque se les fueran los ojos con las mujeres bonitas que cruzaban los pasos de cebra cuando pensaban, inocentes, que no nos dábamos cuenta.
Ana Iris Simón (Feria)
Comienza por hacerle caso a tu sonrisa”    ...que en tu sonrisa, como en el rayo de un sol que abre los cielos, aguarda el camino que ilumina la felicidad de tu corazón.    Tu mente puede guardar extraños sortilegios para andar, puede incluso dudar de lo dulce y aún creer que dos cuerpos amantes son dos cuerpos y no uno solo, como un solo verbo que es y se promete a la vez.    Tus pasos pueden llevarte lejos, pero tu sonrisa sabe qué nombre murmura por las noches, qué nombre recita en tus sueños y qué reflejos la iluminan en esa otra sonrisa.    El amor tiene forma de dos labios felices, y el amor encontrado, el sabor de dos bocas lado a lado.    Busca en los caminos, busca el amor en la noche más sincera o el día más lejano, pero lleva siempre contigo la brújula de tu sonrisa, y será el faro de tus pasos, pues no hay amor que no se mida en largos de labios.    Comienza por hacerle caso a tu sonrisa,  y al fin hallarás otra que de la tuya sea norte y orilla.
Jacques Pierre (Declaro el estado de poesía permanente)
La idea de la muerte llega siempre con paso de lobo, con andares de culebra, como todas las peores imaginaciones. Nunca de repente llegan las ideas que nos trastornan; lo repentino ahoga unos momentos, pero nos deja, al marchar, largos años de vida por delante. Los pensamientos que nos enloquecen con la peor de las locuras, la de la tristeza, siempre llegan poco a poco y como sin sentir, como sin sentir invade la niebla los campos, o la tisis los pechos. Avanza, fatal, incansable, pero lenta, despaciosa, regular como el pulso. Hoy no la notamos; a lo mejor mañana tampoco, ni pasado mañana, ni en un mes entero. Pero pasa ese mes y empezamos a sentir amarga la comida, como doloroso el recordar, ya estamos picados. Al correr de los días y las noches nos vamos volviendo huraños, solitarios; en nuestra cabeza se cuecen las ideas, las ideas que han de ocasionar el que nos corten la cabeza donde se cocieron, quién sabe si para que no siga trabajando tan atrozmente. Pasamos a lo mejor hasta semanas enteras sin variar; los que nos rodean se acostumbraron ya a nuestra adustez y ya ni extrañan siquiera nuestro extraño ser. Pero un día el mal crece, como los árboles, y engorda, y ya no saludamos a la gente; y vuelven a sentirnos como raros y como enamorados. Vamos enflaqueciendo, enflaqueciendo, y nuestra barba hirsuta es cada vez más lacia. Empezamos a sentir el odio que nos mata; ya no aguantamos el mirar; nos duele la conciencia, pero ¡no importa!, ¡más vale que duela! Nos escuecen los ojos, que se llenan de agua venenosa cuando miramos fuerte. El enemigo nota nuestro anhelo, pero está confiado; el instinto no miente. (...) Cuando huimos como las corzas, cuando el oído sobresalta nuestros sueños, estamos ya minados por el mal; ya no hay solución, ya no hay arreglo posible. Empezamos a caer, vertiginosamente ya, para no volvernos a levantar de vida. Quizás para levantarnos un poco a última hora, antes de caer de cabeza hasta el infierno... Mala cosa.
Camilo José Cela (The Family of Pascual Duarte)
Konrad si que palidecia cada vez que escuchaba musica. Cualquier tipo de musica, incluso la mas popuar, lo tocaba tan de cerca como si le estuvieran tocando el cuerpo de verdad. Palidecia, sus labios temblaban. La musica le decia algo mas que los demas no podian comprender. Probablemente las melodias no le hablasen al intelecto. La disciplina en la que vivia, en la que habia crecido, la disciplina que le habia ayudado a obtener su lugar y su rango en el mundo, la disciplina que el mismo habia elegido de manera voluntaria - como el creyente que escoge por si solo la culpa y el castigo - esa disciplina desaparecia en tales momentos, y su cuerpo tenso y crispado se relajaba. (...) Escuchaba la musica con todo su cuerpo, con una atencion parecida a la que presta un condenado en su celda al ruido de pasos que quizas lleven la noticia de su salvacion. En esos momentos no oia a quienes se dirigian a el. La musica rompia en pedazos el mundo a su alrededor, cambiaba las leyes establecidas de manera artificial durante unos instantes...
Sándor Márai
Después de la visita del mayordomo, el príncipe no pudo seguir escribiendo. La “Gymnopedie No 1” de Satie sonaba para sí, demostrando su estado de ánimo. Colocó a un lado la pluma y se levantó en dirección a la ventana. Su porte era erguido y su paso firme. Colocó sus manos hacia atrás sujetándolas mientras observaba el horizonte. Respiraba suavemente tratando de contener el aire y soltándolo lentamente. Ya no estaba seguro, dudaba de su decisión. Por su mente pasaron muchas cosas y las bases de su tranquilidad comenzaban a sacudirse. Había sido indiferente a las mujeres y ella, no sería la privilegiada en captar su atención. No había sentido nada por ninguna y ella no sería la excepción. Era demasiado altivo y orgulloso. Y esa, era su decisión. Ningún asunto de estado le había quitado la paz como ella. No la conocía, ni deseaba hacerlo. Por primera vez comenzó a cuestionarse, por primera vez comenzaba a sentirse nervioso. Por primera vez sentía una serie de extrañas y desconocidas emociones. Y por primera vez, comenzó a odiarse por eso.
Itxamany Bustillo (El Príncipe de Bórdovar 1)
Fue Ivan Illich, el anarquista austriaco, quien para elaborar su crítica del desarrollo económico habló de la sabia manera como un caracol construye su concha. Primero sumando espiras cada vez más amplias para de pronto cesar y comenzar a enroscarse. Una vuelta más y su caparazón se hubiera multiplicado tantas veces que le sería imposible sobrellevar la carga: «Desde entonces cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha fuera de los límites fijados por su finalidad». Yo empecé a decrecer hace unos meses, consciente, voluntaria y voluntariosamente. De un trabajo bien remunerado, pero esclavizante y poco alentador, al frilancismo precario pero libertario. Nuestro último movimiento ha sido una mudanza. Del centro a la periferia, de la gran ciudad al barrio. Todo a mitad de precio. En este camino hacia una vida sencilla espero muchas cosas de mí, pero sobre todo espero decrecer. Pasito a paso. En la misma lógica: Rocío, Candela, Arantxa, Jaime y Rosi construyeron hoy nuestra cocina con sus propias manos. Ha quedado preciosa. Casi de diseño. Mi caparazón se ha reducido exponencialmente. Hoy avanzo.
Gabriela Wiener (Llamada perdida (Malpaso) (Spanish Edition))
[Stephen Dedalus] Entraba y salía de interminables capillas en las que algún anciano dormitaba, algún empleado limpiaba el polvo o alguna mujer se arrodillaba. Mientras caminaba a paso lento por el laberinto de calles, devolvía con orgullo las miradas de tonta maravilla que recibía y observaba de soslayo los grandes torsos vacunos de los policías que se volvían para analizarlo una vez los había pasado. Estos vagabundeos endurecían las raíces de su ira ya bien arraigada, y cada vez que se topaba con un grueso cura sudado bajo sus ropas negras haciendo su ronda matinal por esas colmenas de piadosos reptantes para atestiguar la estabilidad de su parálisis, maldecía con ira la farsa del Catolicismo, la farsa de su isla: una isla donde los habitantes confían y venden su espíritu al mejor postor, una isla en la que todo el poder y la riqueza están en manos de los guardianes de las llaves del otro mundo, una isla en la que César confiesa a Cristo y Cristo confiesa a César, engordando ambos de la mano su tripa y su bolsillo como puercos a costa del hambre de una plebe a la que consuela fácilmente con palabras y frases vulgares como: el Reino de Dios está en cada uno de vosotros.
James Joyce (Stephen Hero)
Cuando Calíope emerge a la superficie, es como un defecto del habla adquirido en la infancia. De pronto ahí está otra vez, dándose un tironcito del pelo o mirándose las uñas. Es un poco como estar poseído. Callie surge en mi interior, llevando mi piel como un vestido amplio. Mete las manitas en las anchas mangas de mis brazos. Introduce los pies de chimpancé por los pantalones de mis piernas. Por la acera noto que sus andares de niña toman el relevo, y el movimiento me devuelve una especie de emoción, una simpatía desolada y efusiva por las niñas que veo volver a casa del colegio. Eso continúa durante unos cuantos pasos. El pelo de Calíope me hace cosquillas en la nuca. Noto la vacilante presión de su mano en el pecho —aquel viejo hábito nervioso suyo—, para ver si hay alguna novedad por ese lado. El enfermizo fluido de la desesperación adolescente que corre por sus venas inunda las mías una vez más. Pero entonces, tan bruscamente como ha aparecido, desaparece, encogiéndose y fundiéndose en mi interior, y cuando me vuelvo a mirar en un escaparate esto es lo que veo: un hombre de cuarenta y un años de pelo ondulado, más bien largo, fino bigote y perilla. Una especie de mosquetero moderno.
Jeffrey Eugenides
Te arrodillaste para atarle el cordón del zapato que se le había desanudado, cuando terminaste esperaste hasta ponerte a la altura de Julia. Fue un gesto muy fluido y discreto: un paso hacia delante, la flexión de una rodilla, una retirada hasta colocarte al lado de Julia. Para ti no significó nada, no te paraste a pensar, ni siquiera interrumpiste la conversación. Siempre estabas pendiente de él (todos lo hacíais), lo cuidabais de múltiples formas, a lo largo de esos pocos días me di cuenta de ello, aunque dudo que tú recuerdes ese hecho en particular. Sin embargo, mientras lo hacías me miraste, y la expresión de tu rostro…, todavía no puedo describirla, solo sé que en ese momento sentí que dentro de mí se desmoronaba algo, una torre de arena húmeda demasiado alta: por él, por ti, pero también por mí. Supe que su rostro era un reflejo del mío. La imposibilidad de encontrar a alguien que hiciera algo así con tanta naturalidad, con tanta elegancia. Cuando lo miré, comprendí por primera vez desde la muerte de Jacob a qué se refería la gente cuando decía que algo le había desgarrado, le había partido el corazón. Siempre me había parecido una expresión sensiblera, pero en ese momento comprendí que, aun siéndolo, también era verdad. Supongo que fue entonces cuando lo supe.
Hanya Yanagihara (A Little Life)
Entre las cosas más importantes que se van preparando dentro de uno se cuentan los encuentros aplazados. Puede tratarse tanto de lugares como de personas, tanto de cuadros como de libros. Hay ciudades que ansío tanto ver, que es como si estuviese predestinado a pasar en ellas una vida entera, desde el comienzo. Con cien ardides evito ir a esas ciudades, y cada nueva ocasión de visitarlas que dejo pasar acrecienta tanto su importancia en mí, que cabría pensar que estoy en el mundo únicamente en razón de ellas, y que si dichas ciudades, que me siguen aguardando, no existiesen, hace ya mucho tiempo que habría yo perecido. Hay personas sobre las cuales oigo hablar con gusto, y es tanto lo que oigo, y tal la avidez con que lo oigo, que podría pensarse que sé yo más sobre ellas que ellas mismas, pero evito ver alguna foto o cualquier representación visual suya, como si hubiera una prohibición especial y justificada de conocer su rostro. También hay personas con las que durante años me he venido encontrando en un mismo camino, personas sobre las cuales reflexiono, parecidas a enigmas que me hubieran encargado de resolver a mí, y no les dirijo, sin embargo, una sola palabra, paso mudo a su lado como mudas ellas pasan junto a mí, y nos miramos con una mirada que es una pregunta y mantenemos bien cerrados los labios; me imagino nuestra primera conversación, y me emociono al pensar cuántas cosas inesperadas llegaría a conocer. Y hay, finalmente, personas a las que desde hace años vengo amando sin que ellas puedan llegar a barruntarlo; yo me voy haciendo cada vez más viejo, y sin duda tiene que parecer una ilusión absurda el que alguna vez vaya a decirles que las amo, aunque siempre vivo pensando en ese instante magnífico. Sería incapaz de existir sin estos prolijos preparativos de lo futuro; y cuando me examino a mí mismo con detalle, veo que no son para mí menos importantes que las sorpresas súbitas que llegan como si no llegasen de ningún sitio y subyugan en el acto. No me gustaría mencionar los libros para los que todavía me estoy preparando; entre ellos se cuentan algunas de las obras más famosas de la literatura universal, obras de cuya importancia no me permitirá dudar, pues sobre ellas están de acuerdo todos aquellos autores del pasado cuyas opiniones han sido determinantes para mí. Es evidente que, tras haber estado aguardando veinte años, una colisión con esas obras se convierte en algo de enorme importancia; tal vez sólo así resulte posible acceder a esos renacimientos espirituales que nos preserven de las consecuencias de la rutina y la decadencia.
Elias Canetti (Masa y poder (Spanish Edition))
Quiénes somos los letraheridos Empezamos a organizar los encuentros de letraheridos con varias ideas en mente. Una, poder hablar de libros y literatura alejados del esquema clásico del club de lectura, que obliga muchas veces a leer libros que no nos gustan. Al escuchar varias recomendaciones uno puede elegir aquella que le llame más la atención, tener un abanico más amplio en el que escoger y charlar sobre autores que se hayan leído en común. La segunda era crear la obligación de escribir un relato para cada encuentro. La única manera de mejorar en algo es practicándolo y con frecuencia tenemos las ideas pero no la motivación para sentarnos a escribirlas. En el transcurso de los dos años que llevamos en marcha se han leído muchos cuentos y doy fe de que cada vez son mejores. Una tercera motivación era propiciar un encuentro entre personas a las que les gusta leer y otras a las que les gusta escribir, que suelen coincidir pero no siempre. Los escritores tenían un público, los lectores cuentos en primicia y se rompen las barreras entre creador y receptor. Debo confesar que, con el paso del tiempo, lo mejor de estas reuniones ha sido lo que no teníamos previsto desde el principio. La creación de un grupo de amigos con los que tener una agradable charla y que se han convertido, al menos en mi caso, en la principal razón para no faltar ni un sábado. Gracias a todos los que hacéis posible letraheridos.
Juan Pablo Fuentes (Antología letraherida)
Y a fin de conocernos, un paso fundamental es reconocer que el «yo» es un relato ficticio que los mecanismos intrincados de nuestra mente construyen, ponen al día y reescriben sin cesar. En mi mente hay un narrador que explica quién soy, de dónde vengo, hacia dónde me dirijo y qué está ocurriendo ahora mismo. Como los expertos manipuladores del gobierno que explican (y maquillan) las últimas turbulencias políticas, el narrador interno se equivoca en muchas ocasiones, pero rara vez, o nunca, lo admite. Y de la misma forma que el gobierno construye un mito nacional con banderas, iconos y desfiles, mi máquina de propaganda interna construye un mito personal con recuerdos estimados y traumas apreciados que suelen guardar muy poco parecido con la verdad. En la época de Facebook e Instagram, este proceso de creación de mitos puede observarse mejor que nunca, porque parte del mismo se ha externalizado desde la mente al ordenador. Resulta a la vez fascinante y espantoso ver que hay personas que pasan incontables horas construyendo y embelleciendo un yo perfecto en línea, que quedan prendadas de su propia creación y que la confunden con la verdad sobre ellas mismas.[20] Así es como unas vacaciones familiares repletas de atascos de tráfico, riñas insignificantes y silencios tensos se convierte en una colección de bellos paisajes, cenas perfectas y caras sonrientes; el 99 por ciento de lo que experimentamos nunca forma parte del relato del yo.
Yuval Noah Harari (21 lecciones para el siglo XXI)
Dejando a un lado la cuestión de la genialidad de los representantes del pueblo, considérese simplemente el carácter complejo de los problemas pendientes de solución, aparte de los ramos diferentes de actividad en que deben adoptarse decisiones, y se comprenderá entonces la incapacidad de un sistema de gobierno que pone la facultad de la decisión final en manos de una asamblea, entre cuyos componentes sólo muy pocos poseen los conocimientos y la experiencia requeridos en los asuntos a tratar. Pues así como las más importantes medidas en materia económica resultan sometidas a un foro cuyos miembros, en sus nueve décimas partes, carecen de la preparación necesaria. Lo mismo ocurre con otros problemas, dejando siempre la decisión en manos de una mayoría compuesta de ignorantes e incapaces, pues la organización de esa institución permanece inalterada, al paso que los problemas que en ella son tratados se extienden a todos los ámbitos de la vida pública. Es completamente imposible que los mismos hombres que tratan de asuntos de transportes se ocupen, por ejemplo, de una cuestión de alta política exterior. Sería preciso que todos fuesen genios universales, los que tan sólo de siglo en siglo aparecen. Infelizmente, se trata no de verdaderas "cabezas" pero sí de diletantes, tan vulgares que incluso están convencidos de su valor. De ahí proviene también la ligereza con que frecuentemente estos señores deliberan y resuelven cuestiones que serían motivo de honda reflexión aun para los más esclarecidos talentos. Allí se adoptan medidas de enorme trascendencia para el futuro de un Estado como si no se tratase de los destinos de toda una nacionalidad, sino solamente de una partida de naipes, que es lo que resultaría más propio de tales políticos. Sería naturalmente injusto creer que todo diputado de un parlamento semejante se halle dotado de tan escasa noción de responsabilidad. No. De ningún modo. Pero, el caso es que tal sistema, forzando al individuo a ocuparse de cuestiones que no conoce, lo corrompe paulatinamente. Nadie tiene allí el valor de decir: "Señores, creo que no entendemos nada de este asunto; yo al menos no tengo ni idea". Esta actitud tampoco modificaría nada porque, aparte de que una prueba tal de sinceridad quedaría totalmente incomprendida, no por un tonto honrado se resignarían los demás a sacrificar su juego. Quien, además, conoce a los hombres, comprende que en una sociedad tan ilustre nadie quiere ser el más tonto y, en ciertos círculos, honestidad es siempre sinónimo de estupidez. Así es como el representante aún sincero es obligado forzosamente al camino de la mentira y de la falsedad. Justamente la convicción de que la reacción individual poco o nada modificaría, mata cualquier impulso sincero que por ventura surja en uno u otro. A fin de cuentas, se convencerá de que, personalmente, lejos está de ser el primero entre los otros y que con su colaboración tal vez impida males mayores.
Adolf Hitler (Mi Lucha)
Hay naturalezas puramente contemplativas, impropias totalmente para la acción, que, sin embargo, merced a un impulso misterioso y desconocido, actúan en ocasiones con rapidez de que se hubieran creído incapaces. El que, temeroso de que el portero le dé una noticia triste, se pasa una hora rondando su puerta sin atreverse a volver a casa; el que conserva quince días una carta sin abrirla o no se resigna hasta pasados seis meses a dar un paso necesario desde un año antes, llegan a sentirse alguna vez precipitados bruscamente a la acción por una fuerza irresistible, como la flecha de un arco. El moralista y el médico, que pretenden saberlo todo, no pueden explicarse de dónde les viene a las almas perezosas y voluptuosas tan súbita y loca energía, y cómo, incapaces de llevar a término lo más sencillo y necesario, hallan en determinado momento un valor de lujo para ejecutar los actos más absurdos y aun los más peligrosos. Un amigo mío, el más inofensivo soñador que haya existido jamás, prendió una vez fuego a un bosque, para ver, según decía, si el fuego se propagaba con tanta facilidad como suele afirmarse. Diez veces seguidas fracasó el experimento; pero a la undécima hubo de salir demasiado bien. Otro encenderá un cigarro junto a un barril de pólvora, para ver, para saber, para tentar al destino, para forzarse a una prueba de energía, para dárselas de jugador, para conocer los placeres de la ansiedad, por nada, por capricho, por falta de quehacer. Es una especie de energía que mana del aburrimiento y de la divagación; y aquéllos en quien tan francamente se manifiesta suelen ser, como dije, las criaturas más indolentes, las más soñadoras.
Charles Baudelaire (Paris Spleen)
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen. ROMANOS 1.28 El apóstol Pablo describe la ira de Dios en Romanos 1 y es muy específico: «Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador». Pablo repite la misma idea en el versículo 26: «Dios los entregó a pasiones vergonzosas». Y de nuevo en el versículo 28: «Dios los entregó a una mente reprobada». ¿Cuál es la expresión más terrible de la ira divina que una sociedad puede enfrentar? Es esta: Dios los entrega a su propio pecado. Él les abandona a lo que les gusta. ¿Les encanta la inmundicia? Dios los abandona en ella. ¿Aman las pasiones vergonzosas? Dios los entrega a la homosexualidad y a las perversiones de todo tipo (vv. 26–27). Pero hay un paso más en la decadencia, que se describe en el versículo 28: «Dios los entregó a una mente reprobada». La palabra griega traducida como «reprobada» es adokimos. Ella significa algo inútil, despreciado y desaprobado. La mente se vuelve espiritualmente inútil, moralmente incapaz de hacer un juicio correcto. Y cuando una sociedad ha llegado tan lejos, no hay vuelta atrás. Usted sabe que la sociedad está llegando a ese punto cuando la gente no tolerará que alguien haga juicios morales. Las Escrituras dicen que cuando una sociedad desciende hasta ese punto, dando su aprobación al pecado, a pesar de saber tales pecados sean destructivos para la sociedad y condenan al individuo. Todo sentimiento de culpa es finalmente erradicado.
John F. MacArthur Jr. (Las lecturas diarias de MacArthur: Desatando la verdad de Dios un día a la vez (Spanish Edition))
Clary Fray. - La voz en su cabeza era divertida, y también conocida. No tenía sonido, pero reconoció la forma de los pensamientos, del modo en que reconoces la forma en que alguien se ríe o respira. “Hermano Zachariah. ” Resignadamente, devolvió la estela a su sitio, y se acercó a él, deseando que Isabelle se hubiera quedado con ella.-Asumo que estás aquí para ver a Jonathan,- dijo, levantando la cabeza de su postura meditativa. Su cara todavía estaba en las sombras debajo de la capucha, aunque pudo ver la forma de unos pómulos angulosos. - A pesar de las órdenes de la Hermandad – “Por favor, llámelo Jace. Es demasiado confuso del otro modo. ” -Jonathan es buen nombre antiguo de Cazadores de Sombras, el primero de los nombres. Los Herondale siempre conservan los nombres en la familia- “Él no fue nombrado por un Herondale,” señaló Clary.“Aunque tiene una daga de su padre. Dice S.W.H. en la hoja. ” -Stephen William Herondale. - Clary dio otro paso hacia las puertas, y hacia Zachariah. “Sabes un montón sobre los Herondale,” dijo.“Y de todos los Hermanos Silenciosos, pareces el más humano. La mayoría de ellos nunca muestran ninguna emoción. Son como estatuas. Pero tú pareces sentir cosas. Recuerdas tu vida. ” -Ser un Hermano Silencioso es estar vivo, Clary Fray. Pero si te refieres a si recuerdo mi vida antes de la Hermandad, lo hago. - Clary respiró profundo.“¿Alguna vez estuviste enamorado? ¿Antes de la Hermandad? ¿Hubo alguien por quien hubieras muerto?” Hubo un largo silencio.Luego: -Dos personas,- dijo el Hermano Zachariah. – Hay recuerdos que el tiempo no borra, Clarissa. Pregúntale a tu amigo Magnus Bane, si no me crees. La eternidad no hace que olvides las pérdidas, solo las vuelve soportables.
Anonymous
La disminución de la gravedad llegó hasta tal punto que las rayas de la piel de tigre que tenía colgada en la pared, se desprendieron de la piel y rodearon nuestros cuerpos y nos encarcelaron. Luego se desprendieron todos los motivos frutales de nuestra vajilla e hicimos así el amor entre racimos de uvas diminutas y montañas de manzanas liliputienses. Luego se desprendieron las flores que Estefanía había bordado en la funda de la almohada, y como cada vez que mi prima dormía el bordado dejaba una huella en su cara, se desprendió también la huella de las flores. Luego se desprendieron los lunares blancos de mi corbata azul y entonces hicimos el amor rodeados de lunas pequeñas con sabor a seda. Después se desprendieron todos los puntos de colores de un cuadro de Seurat y nos bañaron de confeti. Luego se desprendieron los encabezados y las noticias de los periódicos y las palabras de los libros, y se confundieron, y entonces nos amamos entre la muerte del Ché Guevara en Vietnam y Madame Bovary cruzando el Atlántico en el Espíritu San Luis. Después se desprendió el significado de las palabras y las frases, y entonces hicimos el amor entre balbuceos y sílabas sin sentido. Después se desprendieron todas las huellas digitales que habíamos dejado en la puerta, en los vasos y en las cortinas, y acariciaron nuestros cuerpos. Después se desprendió la piel de nuestras lenguas y nos lamió la espalda. Luego la oscuridad se escapó por la ventana de nuestro cuarto y nos amamos a pleno sol. Después todos los colores del mundo se desprendieron de las cosas y con ellos el color de nuestra piel, de nuestros ojos y nuestras venas y nuestros huesos, y entonces hicimos el amor invisibles, entre todos los colores del paraíso. Luego la vigilia se desprendió de nuestros cuerpos y entonces hicimos el amor dormidos. Después el sueño se desprendió de nuestros ojos y nos amamos despiertos.
Fernando del Paso (Palinuro de México)
Cada día progresa el delirio con mayor profusión, se desborda. Un día le digo al niño: ¿Y si formamos una gran familia con mi marido y mi mujer, contigo también? Río con mi travesura. Me emociona vivir con un arado en una mano y una antorcha en la otra. Hago experimentos imaginarios con combinaciones peligrosas. Construyo una pequeña bomba. Le propongo jugar, entrar al poliamor, pero lo hago incumpliendo todas sus reglas. Y estos días a su lado se convierten en una sucesión de breves reflexiones sobre todo lo que no seremos, nuestra diferencia de edad, los límites de la distancia geográfica, lo sexy de la imposibilidad. Él es un recién llegado, mientras yo juego a qué sucedería si dejara por él todo lo que me ha costado años poner en pie. Como estar casado y pedirle matrimonio a alguien, que fue exactamente lo que hizo mi padre. Sé que no lo haré nunca. Que solo estoy esperando que sea real para él para quitarme la máscara y enseñarle la cámara escondida. Y aun así, sin convicción, tejo el vínculo defectuoso entre nosotros, tiro de la lana del ovillo, de la seda pegajosa, el mismo puente que suelo construir “entre mi subjetividad y el resto del mundo, para hacerlo lidiar también a él con mis inseguridades. Pobre, lo hago responsable de mí. Me paso horas mostrando incredulidad ante sus sentimientos imberbes, que no son exagerados y dolientes como los míos, y por eso me saben a poco. No cae en mi trampa. Peleamos mucho y eso me hace sentir más cerca, más comprometida. Jugamos a la fidelidad dentro de la infidelidad, como mi papá con su amante: «Si al volver lo haces con otro que no sea Jaime te jodes». Otra vez descubro cómo me enganchan del amor sus formas reconocibles, tóxicas. Juego a que es verdad, pero en realidad hay en este ejercicio más verdad sobre mí que juego. Una constatación aún más terrible. Y como en toda relación inesperada, hay un gran componente de narcisismo.
Gabriela Wiener (Huaco retrato)
¿Qué clase de hombres son, pues, estos aviadores? Proceden de ese ejército gigantesco que, allá delante en las trincheras, está sometido a un fuego permanente, y constituyen una selección a la que ha congregado el afán de entregarse a formas de combate cada vez más audaces. También hay entre ellos soldados de caballería, figuras delgadas como yóqueis, de rostros afilados y monóculos brillantes. Se han cansado de estar inactivos en las aldeas y en las mansiones señoriales de la retaguardia y de esperar, sin hacer nada, a que se reanude el avance. Se les nota que pertenecen a familias que desde hace siglos llevan en la sangre el espíritu de los combates ecuestres y que miran con desdén, como poco adecuado a su rango, ese modo de luchar que consiste en situarse detrás de máquinas y de fusiles automáticos. Por ello se les acusa de que entienden más de cazar y disparar que de manejar los motores. Pero entre los aviadores hay también otros hombres que han nacido y crecido en las zonas llenas de humo de las grandes industrias y que desde su infancia han estado cerca de los medios y poderes propios de nuestra época. Ellos se han adentrado un poco más en este mundo nuestro que, por debajo de su superficie fría, hierve de misterios y prodigios incandescentes; estos hombres barruntan ese espíritu elemental que comienza a dar señales de vida en los átomos del acero y de los materiales explosivos y en las crepitantes chispas del encendido de una máquina. Y, sin embargo, sus pasos se orientan hacia lo sencillo; los aviadores dominan su avión como el australiano domina su bumerán. Hay, en fin, entre ellos, otros hombres en los que parecen haber resucitado, haber re-nacido de una manera extraña, los antiguos vikingos; apenas representa diferencia ninguna el que éstos de ahora suban a pájaros artificiales y los vikingos de otros tiempos subieran a naves piratas adornadas con escudos multicolores. Es cierto que han cambiado los tiempos y los medios, pero ha permanecido viva la audacia con que se enfrentan a la Muerte.
Ernst Jünger (Copse 125: A Chronicle from the Trench Warfare of 1918)
«No sé quién me ha puesto en el mundo, ni lo que es el mundo, ni lo que soy yo mismo; permanezco en una absoluta ignorancia acerca de todas estas cosas; no sé lo que es mi cuerpo, ni mis sentidos, ni mi alma, ni siquiera esta parte de mí mismo que piensa lo que estoy diciendo, que reflexiona sobre todo y sobre sí misma, y que se conoce tan poco como conoce todo lo demás. Veo estos espantables espacios del universo que me contienen, y me encuentro atado a un rincón de esta extensión tan vasta sin saber por qué estoy aquí y no en otro lugar, ni por qué ese corto lapso de tiempo que me dan para vivir me ha sido asignado a mí en vez de asignarse a otro por toda la eternidad que me ha precedido y por toda la que me sigue. No veo más que infinitos por todas partes que me envuelven como un átomo y como una sombra que no dura más que un instante sin retorno. Todo lo que sé es que no tardaré mucho en morir, pero lo que más ignoro es esta misma muerte que no podré evitar. Del mismo modo que no sé de dónde vengo, tampoco sé adónde voy; y sé solamente que al salir de este mundo he de caer para siempre o en la nada o en las manos de un Dios irritado, sin que sepa cuál de estas dos situaciones ha de corresponderme eternamente. Tal es mi estado, lleno de debilidad y de incertidumbre. Y de todo eso saco la conclusión de que lo mejor es pasar todos los días de mi vida sin pensar en averiguar lo que debe ocurrirme. Tal vez pudiera encontrar alguna luz que disipase mis dudas; pero no quiero tomarme la molestia de buscarla, ni de dar un paso para averiguar, y luego, tratando con desdén a los que se ocupan de esta cuestión» —sea cual fuere la certeza que consigan, será motivo de desesperación más que de vanidad—, «me dirijo con ignorancia y sin temor, hacia el misterio de algo tan grande, dejándome blandamente conducir a la muerte, en la incertidumbre de la eternidad de mi condición futura». ¿Quién desearía tener por amigo a un hombre que discurriese de ese modo? ¿Quién le elegiría entre todos los demás para hacerle partícipe de sus asuntos? ¿Quién recurriría a él en sus aflicciones? Y finalmente, ¿a qué función de la vida se le podría destinar?
Blaise Pascal (Pensées)
Lejos, desde mi colina. A veces sólo era un llamado de arena en las ventanas, una hierba que de pronto temblaba en la pradera quieta, un cuerpo transparente que cruzaba los muros con blandura dejándome en los ojos un resplandor helado, o el ruido de una piedra recorriendo la indecible tiniebla de la medianoche; a veces, sólo el viento. Reconocía en ellos distantes mensajeros de un país abismado con el mundo bajo las altas sombras de mi frente. Yo los había amado, quizás, bajo otro cielo, pero la soledad,las ruinas y el silencio eran siempre los mismos. Más tarde, en la creciente noche, miraba desde arriba la cabeza inclinada de una mujer vestida de congoja que marchaba a través de todas sus edades como por un jardín antiguamente amado. Al final del sendero, antes de comenzar la durmiente planicie, un brillo memorable, apenas un color pálido y cruel, la despedía; y más allá no conocía nada. ¿Quién eras tú, perdida entre el follaje como las anteriores primaveras, como alguien que retorna desde el tiempo a repetir los llantos, los deseos, los ademanes lentos con que antaño entreabría sus días? Sólo tú, alma mía. Asomada a mi vida lo mismo que a una música remota, para siempre envolvente, escuchabas, suspendida quién sabe de qué muro de tierno desamparo, el rumor apagado de las hojas sobre la juventud adormecida, y elegías lo triste, lo callado, lo que nace debajo del olvido. ¿En qué rincón de ti, en qué desierto corredor resuenan los pasos clamorosos de una alegre estación, el murmullo del agua sobre alguna pradera que prolongaba el cielo, el canto esperanzado con que el amanecer corría a nuestro encuentro y también las palabras, sin duda tan ajenas al sitio señalado, en las que agonizaba lo imposible? Tú no respondes nada, porque toda respuesta de ti ha sido dada. Acaso hayas vivido solamente aquello que al arder no deja más que polvo de tristeza inmortal, lo que saluda en ti, a través del recuerdo, una eterna morada que al recibirnos se despide. Tú no preguntas nada, nunca, porque no hay nadie ya que te responda. Pero allá, sobre las colinas, tu hermana, la memoria, con una rama joven aún entre las manos, relata una vez más la leyenda inconclusa de un brumoso país.
Olga Orozco (Desde Lejos)
—Yo sé que mi vida no ha sido nada del otro mundo, hijo —dijo la vieja después de un rato—. Lo mismo todos los días: que la cocina, que el telar, que la preocupación por el viejo que iba a volver curado y tenía que levantarse temprano, y luego por usted que no llamaba nunca del norte. Todos los días lo mismo. Pero esta ha sido mi vida y ha tenido cosas bonitas. Un día fui madre: usted me hizo madre. Y ese día tuve en mis brazos a una cosita que había salido de mí misma y que tenía un corazón que latía. Y cuando pequeña escuché historias de mis abuelos acurrucada cerca del brasero, y aprendí el oficio de tejedora de mi propia madre. Y ahora de vieja salgo todavía a caminar y a mirar el mar, y a veces me hago una agüita de boldo con harta azúcar. Y los sábados me levanto a preparar un almuerzo rico porque viene usted, y cuando le oigo los pasos el corazón se me acelera de la emoción. Y es verdad: ya tengo más de ochenta años y sé que me voy a morir en un tiempito más. Y cuando estos viejos de la caleta se mueran también, y cuando se muera usted, nadie se va a acordar de mí, así como poco a poco a mí misma me va siendo cada vez más difícil recordar la cara de Florencio, y la de Rubén, y también la del padre Jerónimo, y hasta me olvido de cómo era mi pobre vecina Jimena, que en paz descanse, tan joven que partió. Pero a mí eso no me preocupa, no me preocupa que cuando yo muera a usted mismo le cueste recordar mi cara y mi voz. ¿Sabe por qué? Porque lo tuve a usted en mis brazos, y porque aprendí a tejer con mi madre, y porque me he tomado miles de agüitas mirando el mar. Eso nadie lo sabe y a nadie le importa y por lo mismo está claro que nadie lo va a recordar, pero yo lo tengo acá adentro, y cuando venga la muerte la podré mirar y preguntarle cuántos hijos tuvo ella, cuántas cucharadas de azúcar le puso a sus tecitos, cuántas veces vio una gaviota lanzarse en picada al mar y salir de vuelta hacia el cielo con un pescado. Y la muerte no me va a poder decir nada, porque la muerte es eso: la muerte. La muerte es la envidiosa de los que tuvimos una vida. Y no sabe la envidia que le da cuando ve que otra gente va a despedirse del que se está llevando, cuando escucha a esa gente hablar y decir cosas bonitas del muerto; no sabe usted, Martín, toda la rabia que siente la muerte por cada lágrima que se derrama por un finado, porque nunca nadie va a derramar una lágrima por ella.
Andrés Montero (La muerte viene estilando)
El coche se había ido, pero había dejado tras él una tenue onda que fluía por las tiendas de guantes, las sombrererías y sastrerías a ambos lados de Bond Street. Durante treinta segundos todas las cabezas apuntaron en la misma dirección - la ventanilla. Mientras escogían un par de guantes - ¿hasta el codo o más arriba, color limón o gris pálido? - las señoras se interrumpieron; al terminar la frase algo había ocurrido. En algunos casos algo tan nimio que su vibración no la podía registrar ningún instrumento matemático, por muy capaz que éste fuera de transmitir sacudidas y terremotos hasta China; y eso que era impresionantemente rotundo y a la vez emotivo por cuanto que su efecto se dejaba sentir en todo el mundo; porque en todas las sombrererías y sastrerías los clientes, extraños entre sí, se miraron y pensaron en los muertos; en la bandera; en el Imperio. En la taberna de una callejuela un alguien de las colonias profirió insultos contra la Casa de Windsor, lo cual derivó en improperios, jarras de cerveza rotas y una algarabía general que, singularmente, resonó como un eco al otro lado de la calle, hasta llegar a los oídos de las chicas que estaban comprando lencería blanca, de lazos de seda pura, para sus bodas. Porque la agitación superficial que el coche provocaba a su paso, tocaba y rasgaba algo muy profundo. Deslizándose por Piccadilly el coche dobló por St. James's Street. Unos hombres altos, de físico robusto, hombres trajeados, con sus chaqués y levitas, sus pañuelos blancos y pelo peinado hacia atrás, que por razones difíciles de dilucidar, estaban de pie en el mirador de White, las manos tras la cola del chaqué, vigilando, percibieron instintivamente que la grandeza pasaba ante ellos, y la pálida luz de la presencia inmortal descendió sobre ellos, como había descendido sobre Clarissa Dalloway. Inmediatamente se irguieron más si cabe, retiraron sus manos de la espalda, y parecía que estuviesen en disposición de acatar las órdenes de su Soberano, hasta la misma boca del cañón, si fuera necesario, igual que sus antepasados lo hicieran en otros tiempos. Parecía que los bustos blancos y las mesitas, en segundo plano, con algunas botellas de soda encima y cubiertas de ejemplares del 'Tatler', asentían; parecía que señalaban la abundancia del trigo y las casas de campo de Inglaterra; y que devolvían el tenue murmullo de las ruedas de coche, como los muros de una galería humilde devuelven el eco de un susurro convertido en voz sonora debido a la fuerza de toda una catedral.
Virginia Woolf (Mrs. Dalloway)
Una ráfaga de aire helado pasó entre los presentes, haciendo una pequeña espiral y levantando hojas a su paso. Tan solo los sollozos desgarradores de Adèle rompían el silencio que reinaba en aquel claro del bosque. Recorrí con la mirada los rostros desconocidos de aquellas personas, sus caras reflejaban emociones que iban desde el dolor más profundo por la pérdida de un ser amado a la impotencia. Reconocí al moreno Ray que permanecía impertérrito con la mirada perdida cargada de dolor, de vez en cuando desviaba la vista hacia la pelirroja que lloraba desconsolada en brazos de su padre. A su lado, dos figuras imponentes captaron mi atención; me sorprendió lo diferentes y parecidos a la vez que me resultaron. La figura oscura y salvaje de Erwan se hallaba al lado de un hombre de su edad aproximada e idéntica complexión. Su cabello rubio llegaba casi a la altura de los hombros y una mueca de dolor atravesaba su bien parecido rostro. Gruesas lágrimas se derramaban por sus ojos anegados de la más profunda tristeza. A su lado, Erwan miraba un punto que quedaba frente a él con la mandíbula apretada. Había mucho dolor en su rostro, sus ojos azules estaban oscuros como el mar en plena tormenta y reflejaban una furia salvaje que apenas podía mantener controlada. En el centro del claro, sobre un lecho de ramas se hallaba un cuerpo sin vida. Me acerqué para observarlo de cerca, nadie reparó en mi presencia, era como si fuese un fantasma, como si realmente no estuviese allí. Pude adivinar mientras me acercaba que se trataba de una mujer. Su cuerpo menudo estaba bellamente vestido de blanco haciéndola parecer un hada con su magnífica melena azabache desparramada a su alrededor. Una gota de lluvia cayó en su pecosa nariz. Levanté la vista al cielo: las negras nubes habían acabado por cubrirlo todo. Una mujer alta, bastante mayor, y de porte solemne, hizo una señal de asentimiento con la cabeza a un hombre que sostenía una antorcha. El hombre la acercó al lecho de la joven y éste empezó a arder. Adèle finalmente se derrumbó sin poder aguantar más aquella tortura. El hombre rubio avanzó con decisión hacia la joven sin vida que ahora yacía entre las llamas. Fue interceptado antes de llegar al fuego por Erwan que lo agarró con fuerza desde detrás envolviéndolo con sus fuertes brazos. El hombre lanzó un gritó desgarrador al aire; estaba roto por el dolor. Sentí una gruesa lágrima resbalando por mi mejilla ante aquella desoladora escena, compartía su dolor, yo también acababa de perder una parte de mí misma. Antes de que las llamas envolvieran totalmente el cuerpo de la joven, dirigí la mirada hacia su rostro. Un escalofrío me recorrió desde la columna vertebral. Di un paso atrás totalmente conmocionada. ¿Quién era aquella gente?, ¿por qué mi cuerpo yacía sin vida en medio de las llamas? Desperté de golpe con un fuerte dolor en el pecho. Me incorporé en la cama intentado recuperar la respiración, mi corazón latía descontrolado a punto de salirse por la boca. Era yo. La mujer de la pira era yo.
Elisabet Castany (El eterno legado (La hija de la sacerdotisa, #1))
Cuando me disponía a partir, decicí preguntarle por los enemigos de un hombre de conocimiento (...). Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar (...) Sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. (...) Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo, achechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda (...) No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe deternerse ¡Esa es la regla!. Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a estar seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender ya no es una tarea aterradora. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad (...) Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente tan difícil de obtener, dispersa el miedo pero también lo ciega. (...) Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla solo para ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos. (...) Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo (...) Sabrá entonces que el poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin (...) Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el poder! El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente lo más fácil es rendirse; después de todo el hombre es de veras invencible (...) Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso. (...) Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado nunca es suyo de verdad. (...) Si puede ver que, sin control sobre si mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo. El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡la vejez! Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no se puede vencer por completo. (...) Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en que siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido su último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento. Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento.
Carlos Castaneda (Teachings of Don Juan, The: A Yaqui Way of Knowledge)
— ¿Qué piensa usted de las artes? — El arte es la ciencia de lo inútil. El médico frunció la frente sorprendido. Aquella respuesta no cuadraba con la personalidad que había creído adivinar en su paciente. — ¿Quiere decir que desprecia usted las artes; que las considera algo trivial, y a quienes las practican gentes desocupadas que no tienen otra cosa mejor que hacer? — ¡Nada de eso doctor! ¡Considero que el arte es tanto más sublime cuanto mayor es su inutilidad! — Explíquese mejor. — El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer para alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añadan placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas forma y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta? ¿De qué le sirve al estómago una salsa cumberland o un chateaubriand a la Périgord? ¿Qué añade al cobijo del hombre el friso de una escayola o las orlas en forma de signos de interrogación de los hierros que sostienen el pasamanos de una escalera? Pues bien: todo eso que está inútilmente «añadido a la pura necesidad»… ¡ya es arte! La gastronomía, la hoy llamada alta costura y la decoración son las primeras artes creadas por nuestra especie, porque representan los excesos inútiles añadidos a las necesidades primarias de comer, abrigarse y guarecerse. — Dígame, señora de Almenara, ¿dónde ha leído ese ensayo sobre la inutilidad? ¡Me gustaría conocerlo! — ¡No necesito leer a los demás para formarme una opinión, doctor! — Prosiga, señora: me tiene usted absolutamente fascinado. — Pues bien — continuó Alicia —. En el momento mismo en que el espíritu creador del hombre se despegó incluso de la necesidad primaria para producir sus lucubraciones, nacieron las grandes Artes: la Poesía, la Danza, la Música y la Pintura. — Olvida la Arquitectura. — Considero a la Arquitectura, como a la Gastronomía, un añadido inútil a una necesidad «primaria». La Danza en cierto modo, también tiene este lastre, pero se aleja más de la necesidad. Es… ¿cómo explicarme?, una… una… ¡una mímica sublimada! ¡eso es lo que quería decir! Tal vez la Danza sea anterior al lenguaje y tuviera en sus orígenes una intencionalidad práctica: con carga erótica, reverencial o religiosa. ¡Yo no estaba allí, y no se qué «intencionalidad» tenía! Pero no hay duda de que encerraba «un propósito», encaminado a la consecución de un fin. No sé si me explico, pero la intencionalidad es algo muy superior a la «necesidad primaria». Está ya directamente relacionada con el juicio y la voluntad. «Quiero esto y voy a demostrarlo con gestos y ademanes rítmicos.» ¡Y la Humanidad se puso a danzar! ¡De ahí a la Paulova o a Nureyev no había más que un paso! La Pintura pertenece a un género superior. ¡Es más inútil todavía! Tiene un lejanísimo parentesco con la escritura ideográfica, mas una vez añadida su carga de inutilidad, la distancia entre lo necesario y lo que no sirve para nada, se hace tan grande, que la considero entre las primeras de las Artes Mayores. ¿No opina lo mismo, doctor?
Torcuato Luca de Tena (Los renglones torcidos de Dios)
Imagine el lector un sistema que, en palabras de la famosa canción de Police, vigile cada bocanada de aire que inhale, cada movimiento que haga y cada lazo que rompa. Un sistema que supervise su cuenta bancaria y su ritmo cardíaco, sus niveles de azúcar y sus aventuras sexuales. Es evidente que conocerá al lector mucho mejor de lo que este se conoce a sí mismo. Los autoengaños y las ilusiones que hacen que la gente quede atrapada en malas compañías, carreras equivocadas y hábitos perniciosos no engañarán a Google. A diferencia del yo narrador que nos controla en la actualidad, Google no tomará decisiones a partir de relatos amañados, no caerá en la trampa de atajos cognitivos ni se guiará por la regla de la «arte culminante-parte final». Google recordará en verdad cada paso que demos y cada mano que estrechemos. Muchas personas estarán encantadas de transferir gran parte de sus procesos de toma de decisiones a manos de un sistema de este tipo, o al menos de consultar con él siempre que se enfrenten a decisiones importantes. Google nos aconsejará qué película ver, adónde ir de vacaciones, qué estudiar en la universidad, qué oferta laboral aceptar e incluso con quién salir y casarse. «Oye, Google —le dirá—, tanto John como Paul me cortejan. Los dos me gustan, pero de una manera diferente, y me está costando mucho decidirme. Considerando todo lo que sabes, ¿qué me aconsejas que haga?» Y Google contestará: «Bueno, te conozco desde el día que naciste. He leído todos tus correos electrónicos y registrado todas tus llamadas telefónicas y conozco tus películas favoritas, tu ADN y el historial completo de tu corazón. Tengo datos exactos acerca de cada cita que has tenido y, si quieres, puedo mostrarte gráficos segundo a segundo de tu ritmo cardíaco, tensión arterial y niveles de azúcar de cada vez que quedaste con John o con Paul. Si es necesario, incluso puedo proporcionarte una puntuación matemática precisa de cada encuentro sexual que tuviste con uno u otro. Y, naturalmente, los conozco tan bien como a ti. Sobre la base de toda esta información, de mis magníficos algoritmos y de estadísticas sobre millones de relaciones que hace décadas que reúno…, te aconsejo que te quedes con John, ya que tienes un 87 por ciento de probabilidades de vivir a la larga más satisfecha con él. »De hecho, te conozco tanto que también sé que no te gusta esta respuesta. Paul es mucho más guapo que John, y puesto que concedes tanto peso a la apariencia externa, querías secretamente que yo te dijera ”Paul”. La apariencia es importante, desde luego, pero no tanto como crees. Tus algoritmos bioquímicos (que evolucionaron hace decenas de miles de años en la sabana africana) conceden a la apariencia un 35 por ciento de la puntuación global de parejas potenciales. Mis algoritmos, que se basan en los estudios y las estadísticas más actualizados, dicen que el aspecto solo tiene un 14 por ciento de impacto en el éxito a largo plazo de las relaciones románticas. Así, aunque he tenido en cuenta la apariencia de Paul, continúo diciéndote que estarás mejor con John».[31] A cambio de estos devotos servicios de asesoramiento, solo tendremos que abandonar la idea de que los humanos son individuos, y de que cada humano tiene un libre albedrío que determina qué es bueno, qué es hermoso y cuál es el sentido de la vida. Los humanos ya no serán entidades autónomas dirigidas por los relatos que inventa su yo narrador. En cambio, serán parte integral de una enorme red global.
Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
Pero, en 1915, Alemania se lanzó a la segunda alternativa, y su decisión fue coronada por grandes éxitos. Dejó a los franceses y británicos gastarse contra sus líneas de trincheras de Francia. A la vez, Alemania, acompañada de sus aliados, marchó contra Rusia y consiguió, al llegar el otoño, conquistar territorios enormes. Además, todo el sistema de fortalezas y de ferrocarriles estratégicos rusos se hallaba en sus manos, los ejércitos rusos se encontraban en gran medida destruidos y el Estado ruso gravemente herido. El único medio para que los aliados pudieran ayudar a Rusia era forzar los Dardanelos, único contraataque que podía ser realmente efectivo. Si se hubiera logrado, se habría establecido contacto directo y permanente entre Rusia y sus aliados occidentales y se habría eliminado de la guerra a Turquía, o por lo menos a la Turquía europea, además de ofrecer la posibilidad de unir contra Austria y Alemania al conjunto de los estados balcánicos: Serbia, Grecia, Bulgaria y Rumanía. Así, no solo habría recibido Rusia un socorro directo, sino que habría experimentado además un enorme alivio por la presión que habrían ejercido instantáneamente los estados balcánicos sobre el Imperio austrohúngaro. Por desgracia, la visión limitada y estrecha de los almirantes y generales británicos y del Gran Cuartel General francés había obstruido esta brillante maniobra. En lugar de ser una concepción estratégica clara, vestida y armada con todo lo que podían proporcionar los conocimientos de los estados mayores y la autoridad de los mandos, había resultado víctima de resistencias, obstáculos e inanición de medios, hasta que se la dejó consumir del todo. El tiempo que ganó con este desbarajuste y la situación creada por las derrotas rusas permitieron a Alemania, en septiembre, dar un paso más en su estrategia de atacar al más débil. Falkenhayn organizó un ataque contra Serbia. Se ganó a Bulgaria para el bando alemán, se conquistó a Serbia y se estableció contacto directo entre los imperios centrales y Turquía. Así el fracaso y abandono final de la campaña de los Dardanelos sellaba el destino, no solo de los estados balcánicos, sino también de Rusia, en el mismo momento en que las desastrosas batallas de la Champagne y de Loos demostraban que el frente alemán era irrompible en el Oeste. El contacto directo entre Alemania y Turquía, establecido a través de Bulgaria, vivificó al imperio otomano y abrió el camino hacia Oriente. Así pues, el año 1915, fue de grandes triunfos para Alemania, y Falkenhayn podía pretender con justicia que, entre las faltas de sus enemigos y su política de guerra de atacar al más débil, había logrado reparar la desastrosa situación en que se había encontrado su país a fines de 1914. Alemania poseía de nuevo la oportunidad y la iniciativa; a ella le tocaba ahora jugar de nuevo y el año 1916 empezaba en una espera ansiosa de cuál iba a ser su próxima jugada.
Winston S. Churchill (La crisis mundial. Su historia definitiva de la Primera Guerra mundial 1911-1918)
Lo mejor era que, cada vez que te miraba sonreír, me sentía un paso más cerca de la vida y cien más lejos de la muerte.
Miguel Gane (Ahora que ya bailas)
Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guardes rencores. Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar. Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar. Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas. Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro. Te deseo además que seas útil, más no insustituible. Y que en los momentos malos, cuando no quede nada más, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie. Igualmente, te deseo que seas tolerante; no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvas de ejemplo a otros. Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros. Te deseo de paso que seas triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana. Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que te rodean, seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices. Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal, porque de esta manera, sentirás bien por nada. Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuántas vidas está hecho un árbol. Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico. Y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: «Esto es mío», sólo para que quede claro quién es el dueño de quien. Te deseo también que ninguno de tus afectos muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable. Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer, y que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes, hablen sobre amor para recomenzar. Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo más nada que desearte. VICTOR HUGO
Álex Rovira Celma (Las Palabras Que Curan: Selección comentada de las mejores frases sobre el amor, la sabiduría y la realización)
¡Un paso decisivo! Y dime, Orfeo, ¿qué necesidad hay de que haya ni Dios ni mundo ni nada? ¿Por qué ha de haber algo? ¿No te parece que esa idea de la necesidad no es sino la forma suprema que el azar toma en nuestra mente?»¿De dónde ha brotado Eugenia? ¿Es ella una creación mía o soy creación suya yo?, ¿o somos los dos creaciones mutuas, ella de mí y yo de ella? ¿No es acaso todo crea- ción de cada cosa y cada cosa creación de todo? Y ¿qué es creación?, ¿qué eres tú, Orfeo?, ¿qué soy yo?»Muchas veces se me ha ocurrido pensar, Orfeo, que yo no soy, a iba por la calle antojándoseme que los demás no me veían. Y otras veces he fantaseado que no me veían como me veía yo, y que mientras yo me creía ir formalmente, con toda compostura, estaba, sin saberlo, haciendo el payaso, y los demás riéndose y burlándose de mí. ¿No te ha ocurrido alguna vez a ti esto, Orfeo? Aunque no, porque tú eres joven todavía y no tienes experiencia de la vida. Y además eres perro. »Pero, dime, Orfeo, ¿no se os ocurrirá alguna vez a los perros creeros hombres, así como ha habido hombres que se han creído perros?
Miguel de Unamuno (Niebla)
Esto… —señala algo entre nosotros— no va a pasar cada vez que salga con un hombre. Usted no va a convertir mi vida personal en una especie de… trío bizarro. Ladeo la cabeza, la observo. Cuando se enoja se sonroja hasta el cuello. —No se preocupe, doctora, no me gusta compartir. Su boca se abre, pero no dice nada. Solo me mira mientras busca palabras que no llegan. —Estaré afuera, grite si me necesita. —Avanzo dos pasos, retrocedo uno—. Grite mi nombre, doc.
Mar Petryk (El pecador de Oxford)
Maravillosas ocupaciones Qué maravillosa ocupación cortarle una pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina. Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento sobre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, y girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino. Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un montón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los delantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas contraídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas. Qué maravillosa ocupación tomar el ómnibus, bajarse delante del Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exactamente en el momento en que un ujier vestido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quiere tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silbando, anunciar en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.
Julio Cortázar (Historias de cronopios y de famas (Spanish Edition))
Habría que recordarles aquella broma de Chéjov: —Debo de haber escrito una obra muy mala, porque todos la aplaudieron. Broma, dicho sea de paso, hasta por ahí nomás. Edgar Poe dijo una vez que amaba la fama; simulaba despreciarla, pero la amaba. Puede ser. Una cosa es amar y otra perseguir. En nuestro país, Roberto Arlt podría haber dicho algo parecido, si es que no lo dijo. Sin embargo, Arlt no buscaba la fama, no hacía nada por conseguirla. Seguramente, en sus mejores momentos, se sentía una especie de fatalidad. Y en los peores, un fracasado.
Abelardo Castillo (Diarios (1992-2006) (Spanish Edition))
Tu vida está en tus manos, no está en las manos de nadie más. Tienes todo el potencial, solo tienes que comenzar a intentarlo. Pues este camino se hace con estos continuos pequeños intentos, que cada vez producen que seas un ser más libre. Lo lograrás paso a paso, momento a momento, hasta que en algún punto, el caminar se convierta en tu Realización, pues ya no necesitarás un lugar donde llegar más allá que el lugar en donde estés. Y allí estarás completo, libre, te habrás transformado en quien realmente Eres. El Amor te espera, el Amor te ama, siempre te amó, sólo está aguardando a que corras el velo para abrazarte.
Leonardo Alvarez (Acepta Lo que Es y Haz lo Mejor que Puedas: El Fluir de la Conciencia. Un Camino para el Florecimiento de tu verdadero Ser (El Despertar del Ser nº 2) (Spanish Edition))
El siguiente paso, cercano ya al Estado tal como lo conocemos, fueron los reyes surgidos de los ambientes ilustrados de la Europa del siglo XVIII. Formados al socaire del despotismo ilustrado de tendencia absolutista, destacan los reyes Federico II el Grande de Prusia, Catalina II de Rusia, José II de Austria y Carlos III de España, a los que los madrileños guardan, con razón, un gran cariño: «el mejor alcalde, el rey». Magníficos administradores, capaces de organizar por primera vez cuerpos de funcionarios especializados, estos monarcas ejemplifican el talante de los nuevos reyes, acorde con los nuevos tiempos ilustrados: hombres bien instruidos culturalmente, con capacidad para atraer a algunos intelectuales como consejeros en sus cortes, se sentían los primeros funcionarios del Estado, no sus dueños, aunque fueron catalogados dentro de la corriente general del «despotismo ilustrado» o del «absolutismo ilustrado», como veremos más adelante. Federico el Grande, quien organizó un extraordinario ejército, entrenado con las últimas técnicas del combate y que fue la base de la posterior supremacía prusiana y alemana en los campos de batalla europeos, basó su gobierno en la racionalización de los procesos más que en el absolutismo de las decisiones.
Jaume Aurell Cardona (Genealogía de Occidente: Claves históricas del mundo actual)
Una persona de veintitantos años ha sido un niño durante la mayor parte de su vida, pero con el paso del tiempo la porción que representa la infancia se vuelve cada vez menor, cada vez más lejana, cada vez menos nítida, aunque dicen que al final de la vida el principio regresa con una viveza renovada, como si hubiéramos dado la vuelta al mundo y regresáramos a la oscuridad de la que vinimos. Para los ancianos, a menudo lo más cercano y reciente se vuelve borroso y solamente aquello que se encuentra alejado en el tiempo y el espacio aparece bien definido.
Rebecca Solnit (Una guía sobre el arte de perderse)
capacidad de sentir la vida, en el amplio sentido de la palabra, no es una enfermedad frente a la cual hay que crear inmunidad: es salud física y mental. Puedes dejarte llevar sin límites cuando haces el amor (aullar si se te ocurre), volar con tu música preferida hasta las cinco de la mañana (sin molestar al vecino), llorar frente a La Piedad de Miguel Ángel, gritar en una película de terror, darle una patada al automóvil porque te dejó en media vía por quinta vez, abrazar efusivamente a un amigo, decirle setenta veces “te quiero” a la mujer o al hombre que amas, aplaudir a rabiar tu concierto preferido o sentir nostalgia frente a la foto de un familiar que se ha ido para siempre. Puedes sentir lo que se te dé la gana, si no violas los derechos de las otras personas, si no te hace daño y si eso te hace feliz, aunque a unos cuantos constipados emocionales no les agrade y te censuren por ello. Paso
Walter Riso (Guía práctica para mejorar la autoestima: 24 pasos para enamorarte de ti y mejorar tu autoestima. Por Walter Riso. (Guías prácticas de Walter Riso))
Así pues el único paso vital en su camino hacia la iluminación es este: aprenda a dejar de identificarse con su mente. Cada vez que usted crea una brecha en el fluir de la mente, la luz de su conciencia se vuelve más fuerte. Un día puede que se sorprenda a sí mismo sonriendo a la voz de su cabeza, como sonreiría ante las travesuras de un niño. Esto significa que ya no se toma tan en serio el contenido de su mente, puesto que el sentido de usted mismo no depende de él.
Eckhart Tolle (El poder del ahora)
Los siguientes son algunos pasos clave a lo largo de este camino «sagrado»: •​Comience (en los próximos treinta días) con grupos pequeños o con cada empleado, a evaluar el estado actual de las cosas; es decir, la experiencia de crecimiento durante su cargo hasta la fecha, de todos y cada uno de los empleados, en términos precisos. •​Como parte de, digamos, la fase de planeación de un proyecto de tres meses (como máximo), establezca Metas de Crecimiento Personal para cada individuo; el logro de esas metas de noventa días será una parte mayoritaria de su evaluación formal del proyecto. •​Durante el proceso, hable de estos objetivos en público o en privado. Haga de ellos, tal vez, una parte explícita de la misión de su unidad o declaración de valores: «Estamos comprometidos con el crecimiento medible de todos y cada uno de los miembros de nuestro personal. Aspiramos a que cada miembro del personal afirme sobre su estancia aquí: “Fue un período extraordinario de mi desarrollo”».
Tom Peters (Detalles importantes: 163 formas de alcanzar la excelencia (Spanish Edition))
A la entrada de un pueblo había un anciano sentado. Apareció entonces un muchacho y le preguntó al hombre: –¿Cómo es la gente de este pueblo? Es la primera vez que paso por aquí y lo desconozco. El anciano replicó: –Y… ¿cómo son los hombres del sitio de donde vienes? –Son desconfiados, reservados, violentos, estafadores… Por eso he dejado mi casa y mi trabajo –respondió el joven. –Así son los hombres de aquí –dijo el anciano. El forastero se marchó en busca de mejor suerte. Al poco tiempo, llegó a la entrada del pueblo otro joven forastero montado en su yegua. Paró junto al pozo a refrescarse e hizo la misma pregunta al anciano: –¿Cómo es la gente de este pueblo? No soy de aquí y no sé nada de este lugar. El anciano volvió a preguntar: –Y… ¿cómo son los hombres del sitio de donde vienes? –Son buenas personas, abiertas, generosas, bondadosas… –Aquí la gente es igual –dijo con una sonrisa el anciano.
Sergio Fernández (Vivir con abundancia)
El viaje de su vida tiene un propósito externo y otro interno. El propósito externo es llegar a su meta o destino, lograr lo que decide hacer, alcanzar esto o aquello, lo que por supuesto, implica futuro. Pero si su destino, o los pasos que va a dar en el futuro, absorben tanto su atención que se vuelven más importantes para usted que el paso que está dando ahora, entonces pierde completamente el propósito interno, que no tiene nada que ver con a dónde va o con qué está haciendo sino con cómo. No tiene nada que ver con el futuro sino con la calidad de su conciencia en este momento. El propósito externo pertenece a la dimensión horizontal del espacio y el tiempo; el propósito interno concierne a una profundización de su Ser en la dimensión vertical del Ahora sin tiempo. Su viaje externo puede constar de un millón de pasos; su viaje interno sólo tiene uno: el paso que está dando ahora mismo. Según se vuelve más profundamente consciente de ese único paso, se da cuenta de que ya contiene en sí mismo todos los demás pasos así como el destino. Este único paso se transforma entonces en una expresión de la perfección, un acto de gran belleza y calidad. Lo habrá llevado a usted al Ser y la luz del Ser brillará a través de él. Este es a la vez el propósito y el logro de su viaje interno, el viaje hacia usted mismo.
Eckhart Tolle (El poder del ahora)
Nunca olvidaré el momento en que su belleza apareció ante mi vista por primera vez. Sabe bien que el paso del tiempo jamás podrá borrarlo de mi memoria. ¿Qué sentí cuando la encantadora criatura entró en la habitación? Su visión fue como la visión de algo maravilloso. Me levanté, la miré con admiración. Adorable Henrietta, ¡qué hermosa es estes! ¡Declaro que es usted divina! Es usted más que mortal. Es usted un ángel. Es usted la misma Venus. En resumen, señora, es usted la muchacha más hermosa que he visto en mi vida. ¿Habías leído alguna vez una obra maestra de la escritura como esta? ¿Alguna vez tal inteligencia, tal sufrimiento, tal pureza de pensamiento, tal fluidez de lenguaje y un amor genuino semejante en una sola página?
Jane Austen (Love and Friendship)
ELLA Otra noche, bajo la luz de la luna Ella me habla El lenguaje se me aparece Como un sueño En un sueño Pedí llevar adelante con una visión Se presentó un gran sendero Las aguas para llegar allí no son fáciles Yo navego Yo pido Yo dudo Oh, pero debo dudar de la duda Así como nuestro gran Maharishi ha dicho Ella dijo, “tú estás en el agua, fluye nada a través de ella y pronto sí, muy pronto serás caballo de libertad y encontrarás al gran árbol de la sabiduría.” Yo sigo sintiéndome fuerte, creciendo en coraje Yo navego las aguas Doy la vuelta para ver Oh, mi viaje Alma y amigo hay allí – Un poco detrás; Sin embargo, navegando como yo estoy. ¿Puedo hacerlo? Imágenes de las cosas y la gente Una vez conocidas las situaciones Una vez despreciado paso flotando más profundamente hacia lo vasto Alcanzo el borde de un gran acantilado – Grandes aguas resplandecientes aparecen Salto No hay pensamientos allí Caigo en las profundidades de las aguas ¿Qué ocurre si no regreso a la superficie? ¿Tendré aire para respirar? Emerjo por arriba de todo A mi derecha está el más grande de los árboles tan fuerte y sin embargo tan suave y tierno descanso Mirando hacia atrás hacia toda otra cosa – Al Alma esperando arriba en el borde de las aguas yo grito, “salta” Silencio El viaje debe continuar El sendero está despejado Las dudas se han disipado El Alma está sanada Mis guías y ancestros cabalgan conmigo Ya que ahora soy un corcel de la libertad El llamado está contestado La tribu aguarda Nosotros danzamos sobre el agua.
Ulonda Faye
Nuestras imágenes no envejecen, se añejan, vamos quedando como un recuerdo en un portaretratos olvidado en las casas de nuestras familias en Venezuela, haciendo de nuestro regreso una utopía que se aleja tres pasos cada vez que damos dos.
Tannous Thoumi (La falta de papel en Venezuela (Spanish Edition))
Las teorías feministas y queer del último fin de siècle llevaron a cabo un gigantesco esfuerzo de desmantelamiento de la razón patriarcal, del lenguaje colonial y heterosexual que atraviesa toda la filosofía occidental. Extendiendo sus hipótesis críticas a los ámbitos del cuerpo y de la sexualidad, este Manifiesto intentaba utilizar la prótesis más desautorizada (el dildo) para perturbar las tres narrativas modernas del capitalismo patriarcocolonial: el marxismo, el psicoanálisis y el darwinismo. Frente a Marx, la contrasexualidad sitúa la reproducción en el centro de la economía política; frente a Freud, pretende descolonizar y rehabilitar el «fetiche» como tecnología cultural que permite la fabricación de cualquier cuerpo como cuerpo sexual soberano; frente a Darwin, cuestiona el binarismo sexual y la división animal/humano como algo compartido a lo largo de toda la rama así llamada «mamífera» de la evolución. La contrasexualidad es antiedípica y asintónica con respecto a las narrativas del progreso capitalista histórico y de la redención planetaria humanista. Este Manifiesto puede leerse hoy como una respuesta cómica a los dilemas del esencialismo/constructivismo que acapararon, hasta casi inmovilizarlos, la filosofía, la teoría de género y los discursos antropológicos de finales del siglo XX, pero también como una reacción al psicoanálisis y la psiquiatría normativos que dominaban los foros tanto académicos como terapéuticos destinada a pensar la sexualidad y la liberación política. Habla el lenguaje de todos ellos. Pero lo habla, como Carla Lonzi, escupiendo a la cara Hegel, y de vez en cuando también a las de Freud y Lacan. Siguiendo los pasos del giro feminista y queer, los ejercicios incluidos en este Manifiesto podrían ser entendidos como una clínica contrasexual. El psicoanálisis parte de la experiencia psicológica y sexual del cuerpo masculino entendido como cuerpo con pene potencialmente penetrante. Poco importa que al pene lo llamen falo. El modelo corporal y político del psicoanalista es la masculinidad blanca heterosexual con pene. Frente a este modelo corporal, el psicoanálisis reduce el dildo a una instancia fálica, a un objeto que permite mantener la ilusión de poder negar la absoluta y ontológica diferencia sexual evitando el complejo de castración. Contra Freud y Lacan, Deleuze y Guattari entendieron la noción de complejo de castración como una de las «construcciones ideológicas» del psicoanálisis. La experiencia política y teórica elaborada por los movimientos queer y trans en los últimos años ha ampliado y radicalizado la propuesta de El Anti-Edipo. La noción psicoanalítica de castración depende de una epistemología heteronormativa y colonial del cuerpo, de una cartografía anatómica binaria en la que solo hay dos cuerpos y dos sexos: el cuerpo y la subjetividad masculinos, definidos en relación con el pene, un órgano genital (más o menos) extruido, y el cuerpo y la subjetividad femeninos, definidos por la ausencia de pene y por la invaginación; por el supuesto heterosexual de la penetración y el supuesto patriarcal de la reproducción. [...] De vuelta del callejón sin salida de la hermenéutica psicoanalítica y de los debates esencialismo/constructivismo, tomé el dildo, un órgano que me era familiar, pero al mismo tiempo seguía siendo extraño, como un fetiche teórico y un arma mutante anticastración. Este artefacto más bien banal parecía realizar una conversión de la sexualidad femenina y lesbiana en otra cosa, algo tan insoportable e incalificable que debía permanecer clandestino hasta en los círculos feminista más sofisticados. Lo curioso es que el dildo resultaba igualmente molesto para mi psicoanalista lacaniana y para mis amigas feministas. Tanto el psicoanálisis como el feminismo nos obligaban a escribir la política del dildo en un minúsculo papel y a ocultarlo secretamente dentro de ese mismo dildo en los muros de la Bastilla del feminismo liberal.
Paul B. Preciado (Manifiesto Contra-Sexual)
El monarca es como este hombre, avanzando a trompicones, el peso de un reino sobre sus hombros. Muchos le abren paso, pero pocos están dispuestos a ayudarlo a llevar la piedra. No desean comprometerse en el trabajo, no vayan a condenarlos a una vida llena de cargas extra. Yo dejé mi carruaje aquel día y tomé la piedra, recogiéndola para el hombre. Creo que mis guardias se sintieron avergonzados. Puedes ignorar a un pobre despojo sin camisa que hace ese trabajo, pero nadie ignora a un rey que comparte la carga. Tal vez deberíamos cambiar de sitio más a menudo. Si se ve a un rey asumir la carga del más pobre de los hombres, tal vez haya quienes estén dispuestos a ayudarlo con su propia carga, invisible y a la vez tan desalentadora.
Brandon Sanderson (The Way of Kings (The Stormlight Archive, #1))
La buena noticia es que también funciona de la manera opuesta. Es decir, cada vez que te ríes, que tienes un pensamiento positivo, que abrazas a un ser querido, haces oración o meditación, tu cuerpo empieza a segregar endorfinas, dopamina, serotonina y oxitocina. En otras palabras, generas “una sopa de felicidad” que fortalece todos tus sistemas —incluyendo el Inmunológico— y que te ayuda a sentirte bien. Entonces, los pensamientos, ni son abstractos, ni son inofensivos. Cuidar y mantener pensamientos de serenidad, agradecimientos, soluciones y metas contribuye a tener una química en tu cuerpo que fortalece tu salud y tu bienestar.
Margarita Pasos (Yo Pude ¡Tú Puedes!: Cómo tomar el control de tu bienestar emocional y convertirte en una persona imparable)
En realidad el levantamiento se venía maquinando desde principios de la década de los ochenta. En 1983, cuatro capitanes, dándose aires de personajes decimonónicos, se comprometieron ante el mítico Samán de Güere, el árbol donde Simón Bolívar alguna vez había echado una siesta. Los juramentados, en su fantasía, mezclaron la atávica vocación de poder de los militares venezolanos con el ideario radical que grupos de izquierda habían logrado gotear hasta los cuarteles en un enjundioso trabajo de penetración que llevaba años haciéndose. Y es que unos sobrevivientes de la guerrilla vencida en los años sesenta, incapaces de aceptar la derrota, no habían querido colgar sus hábitos y nunca renunciaron a la práctica de penetración de las Fuerzas Armadas. Siguieron insistiendo en el asalto, en la conspiración, y el empeño les generó sus réditos en una camada de jóvenes militares que lograron infiltrar con sus opiniones y creencias. De ahí surgió el cuarteto de mosqueteros de 1983. De ahí se nutre la logia militar que poco a poco va creciendo con cuadros de cadetes que a su vez han sido captados por los líderes fundadores en su paso por la Academia Militar. El objetivo de la logia es tomar el poder para realizar cambios profundos, y el plazo para alcanzarlo es 1992. El año tope para el alzamiento. Para esa fecha, los líderes del movimiento deberán haber ascendido en el escalafón hasta el grado de tenientes coroneles y tendrán a su cargo tropas que podrán movilizar para su causa. Para esa fecha también, el gobierno que estuviera despachando desde Miraflores –el que fuera, no importa: adeco o copeyano ¿quién podía adivinar con tanta antelación?– se encontraría en el penúltimo año de su período, y lo más probable, con bajos puntos de aceptación popular. Entonces, finalmente, las condiciones estarían dadas. La excusa para amotinarse podría ser cualquiera: pérdida de soberanía, pobreza, corrupción, crisis económica, endeudamiento externo, amantes presidenciales. Cualquier argumento vale.
Mirtha Rivero (La rebelión de los náufragos (Hogueras nº 52) (Spanish Edition))
La incertidumbre es connatural a la política, pero crece por varios factores: porque cada vez controla menos; porque la aceleración del mundo, por el poder de las nuevas tecnologías, contrasta con la lentitud de la toma de decisiones en política; porque por mucho sentido de la oportunidad –saber elegir el momento adecuado, conforme a las relaciones de fuerzas, para dar un paso adelante, interpretar la ocasión, para decirlo como Maquiavelo– no existe la garantía del éxito; y porque forma parte de la condición de político saber que no hay final feliz.
Daniel Innerarity (La política en tiempos de indignación (Ensayo) (Spanish Edition))