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Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policĂacas) y los pone en la librerĂa. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periĂłdico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollĂn en el alfĂ©izar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azĂşcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitaciĂłn. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas despuĂ©s de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavanderĂa de autoservicio, hace un montĂłn separado con la ropa de Ă©l que tiene que coser, y pone la mesa para sĂ misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allĂ. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sĂ misma que tiene que limpiar allĂ abajo más tarde, y se sirve cereales, tĂ©, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que tambiĂ©n debe estar por allĂ. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linĂłleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el tĂ©, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tĂrala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobĂşs a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabĂłn, lo deja, friega sĂłlo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policĂaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caĂdo en la alfombra y la barre. ÂżEso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, dĂ©jalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque Ă©l no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linĂłleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de Ă©l, cambia de opiniĂłn. Coge la novela policĂaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrĂłn de la chaqueta de verano de Ă©l, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energĂa saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para
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