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Existe un bello cuento sufĂ. Un gran emperador iba al pueblo todos los dĂas en su caballo, en la mañana, cuando estaba saliendo el sol. Era un hermoso ejercicio para Ă©l y tambiĂ©n una manera de constatar cuánto habĂa crecido su ciudad, cuán bella se estaba volviendo su capital. HabĂa soñado con convertirla en el lugar más bello de la Tierra. Pero algo lo dejaba perplejo… detenĂa su caballo y observaba a un anciano, que debĂa tener unos ciento veinte años. El anciano siempre estaba trabajando en su jardĂn, sembrando semillas, regando los árboles, árboles que durarĂan cientos de años en llegar a la juventud, árboles que vivirĂan cuatro mil años. El emperador se sentĂa perplejo, pensaba: «Este hombre ya casi está en la tumba; Âżpara quiĂ©n está sembrando esas semillas? Nunca verá las flores ni los frutos. Es imposible que el hombre llegue a ver los resultados de su labor». Un dĂa no pudo resistir la tentaciĂłn. Se bajĂł de su caballo y se dirigiĂł al anciano: —He estado pasando por aquĂ todos los dĂas y la misma pregunta me surge cada vez. Pero ahora se me ha hecho imposible no interrumpir su trabajo por sĂłlo un momento. Quiero saber: Âżpara quiĂ©n está sembrando esas semillas? Los árboles madurarán cuando usted ya no se encuentre aquĂ. El anciano mirĂł al emperador y se rio. Dijo: —Si Ă©sa hubiera sido la lĂłgica de mis ancestros, yo no hubiera podido disfrutar las flores y los frutos de este bello jardĂn. Yo soy jardinero por tradiciĂłn, mi padre y mi abuelo sembraban semillas y yo he comido los frutos. ÂżY quĂ© de mis hijos? ÂżY quĂ© de los hijos de mis hijos? Si mi padre y mi abuelo hubieran pensado como usted, no existirĂa este jardĂn. La gente viene desde muy lejos a ver este lugar porque tengo árboles que tienen miles de años. Simplemente hago lo que puedo por agradecimiento. Y en cuanto a sembrar semillas… ver brotar las hojas verdes al llegar la primavera es un gozo tal que se me olvida completamente cuántos años tengo. Estoy más joven que nunca. He permanecido joven porque he seguido siendo creativo. La muerte se lleva a las personas que se han vuelto inĂştiles. Tal vez por eso he vivido tanto tiempo y sigo siendo joven. La muerte es compasiva conmigo porque sigo el ritmo de la vida. La existencia me extrañará; la existencia no es capaz de reemplazar a nadie. Tal vez es por eso que sigo vivo. Pero tĂş eres joven y haces las preguntas de un hombre que se está muriendo. Y la razĂłn es que no eres creativo. La Ăşnica manera de amar la vida es creando más vida, volviendo la vida más hermosa, más fructĂfera, más jugosa. No abandones esta Tierra hasta que no la hayas dejado un poquito mejor que de lo que era cuando naciste. Ésa es la Ăşnica religiĂłn que yo conozco. Todas las otras religiones son falsas.
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Osho (Háblanos del amor. Reflexiones sobre la poesĂa de Kahlil Gibran: El Profeta)