Te Quiero Ver Quotes

We've searched our database for all the quotes and captions related to Te Quiero Ver. Here they are! All 66 of them:

El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo; Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: ‘Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él’. Pensé: ‘No regresará jamás; no volverá nunca.
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
¿Cómo se hace un lector? Me parece que tiene que ver con la libertad. Quiero decir que el no sentirte obligado a leer genera una forma distinta de acercarte al libro, donde no hay más obligación que el gusto por saber qué es lo que sigue. ¿Será que, como dicen, los libros te cambian?
Benito Taibo (Cómplices)
No te entretengas en quien no puede hablarte sin sonreír, mirarte sin decirte te quiero, andar sin darte la mano, abrazarte sin temblar, ver si no es por tus ojos y vivir si no es contigo
Saray García (Antes de conocerme)
—¿Qué sientes tú cuando estás alegre? —¿Cuándo estoy libre, contigo, solos los dos en el campo? —Sí. —Pues siento que me nace dentro del pecho una frescura, una suavidad dulce... —¡Ahí te quiero ver! ¡Madre de Dios! Pues ya sabes cómo brilla el sol.
Benito Pérez Galdós (Marianela)
Abre sus ojos de nuevo, su expresión es desolada–sincera. –¿No ibas a escapar? –pregunta. –¡No! Cierra sus ojos de nuevo y todo su cuerpo se relaja. Cuando abre sus ojos, puedo ver su dolor y angustia. –Pensé… –Se detiene–. Este soy yo, Ana. Todo yo… y soy todo tuyo. ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de eso? Hacerte ver que te quiero de cualquier forma en que te pueda obtener. Que te amo. –También te amo, Christian, y verte así… –Me ahogo y mis lágrimas comienzan de nuevo–. Pensé que te había roto. –¿Roto? ¿A mí? Oh no, Ana. Justo lo contrario. –Se estira y toma mi mano–. Eres mi vida, –susurra, y besa mis nudillos antes de presionar mi palma contra la suya.
E.L. James (Fifty Shades Darker (Fifty Shades, #2))
Pude ver un atisbo de cómo ha sido tu vida… y… —Bajo la mirada a mis enredados dedos, lágrimas todavía corriendo por mis mejillas—. Esto es sobre mí no siendo lo suficientemente buena para ti. Fue una comprensión de tu vida, y estoy tan asustada de que te aburrirás de mí, y luego te irás… y terminaré como Leila… una sombra. Porque te amo, Christian, y si me dejas, va a ser como un mundo sin luz. Estaré en la oscuridad. No quiero huir. Solo estoy tan asustada de que me dejes
E.L. James (Fifty Shades Darker (Fifty Shades, #2))
Estuviera donde estuviese, siempre era el centro de todas las miradas.— Kvothe frunció el ceño—. No me interpretéis mal. No quiero decir que fuera llamativa, ni vanidosa. Si miramos el fuego es porque parpadea, porque resplandece. Lo que atrae nuestra mirada es la luz, pero lo que hace que un hombre se acerque al fuego no tiene nada que ver con su resplandor. Lo que te atrae del fuego es el calor que sientes cuando te acercas a él.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
-Ojalá sea así... Y que todo eso suceda gracias a un tío estupendo de sonrisa arrebatadora y un cuerpo que quite el hipo, en fin, una mezcla entre Clive Owen, Brad Pitt, Matthew McConaughey, Ashton Kutcher y Woody Allen... -¿Woody Allen? ¿Y qué tiene que ver Woody Allen? -¡Bueno, no me negarás que si, después de un buen polvo, el tipo incluso te hace reír, es que has llegado al cielo!
Federico Moccia (Perdona pero quiero casarme contigo (Perdona si te llamo amor, #2))
Te quiero. Ahora mismo. Si dices que sí, me gustaría besarte. Te besaría hasta que ambos nos olvidáramos que los labios se hicieron para otra cosa que besar. Te quitaría ese traje, tan lindo como es. Quiero ver cómo te ves sin nada encima. Quiero hacerte suspirar como lo hiciste con el pastel. Quiero estar contigo. Ahora mismo.
Chelsea M. Cameron (My Favorite Mistake (My Favorite Mistake, #1))
Amigo mío... yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas, y a ti, de mi negligencia. El "yo" que hay en mí, amigo mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, secreto. No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acto. Cuando dices: "El viento sopla hacia el Este", digo: "Sí, siempre sopla hacia el Este"; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar. No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solas en el mar. Cuando es de día para tí, amigo mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche. Cuando tú subes a tu Cielo yo desciendo a mi Infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: " ¡Compañero! ¡Camarada!" Y te contesto: "¡Compañero! ¡Camarada!, porque no quiero que veas mi Infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi Infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi Infierno. Tu amas la Verdad, la Belleza y lo Justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y finjo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas. Amigo mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero... estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas. Amigo mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.
Kahlil Gibran (El loco / Lágrimas y sonrisas)
Ahora ya sé que te he perdido, que lo he perdido todo. Y aun así no puedo dejar que te vayas para siempre y me olvides sin que sepas que no te guardo rencor, que yo lo sabía desde el principio, que sabía que te iba a perder y que tú nunca ibas a ver en mí lo que yo en tí. Quiero que sepas que te quise desde el primer día y que te sigo queriendo, ahora más que nunca, aunque te pese. No deseo nada más en el mundo que seas feliz, que todo a lo que aspiras se haga realidad y que, aunque me olvides con el tiempo, algún día llegues a comprender lo mucho que te quise''.
Carlos Ruiz Zafón (The Shadow of the Wind (The Cemetery of Forgotten Books, #1))
—¿Addy? —Hay un tono ronco en su voz y cierro mis ojos con él. Juro que puedo ver la profundidad de su alma. —¿Si? —Quiero que sepas algo. —Está bien. Él ladea su cabeza, me da un suave beso en los labios. —Solo quiero que sepas que eres mi sol, mi luna y mis estrellas. Mi cielo, mi infierno y mi tierra. Haría cualquier cosa por ti. Iría a cualquier sitio por ti. Si alguna vez me dejas, te seguiré. —Nunca tendrás que seguirme porque nunca te voy a dejar. El amor por él quema dentro de mí como una vela romana. Las llamas son vibrantes, ardientes, y el humo que despliega de la punta es sofocante. Y a pesar de que siento que no puedo respirar, si esta es la forma en que Damien me hace sentir, espero no volver a respirar.
Lauren Hammond (Insanity (Asylum, #1))
–Quiero que me prometas algo –su voz se había vuelto repentinamente grave. Asentí con la cabeza–. –Quiero que me prometas que, pase lo que pase, recordarás siempre dos cosas. Dime que lo harás. Asentí nuevamente. –La primera es que el sexo y el amor no tienen nada que ver… –Eso ya me lo dijiste anoche–. –Bien. La segunda es que lo de anoche fue un acto de amor –me miró a los ojos con una intensidad especial–. ¿De acuerdo? Me paré a meditar unos segundos, pero fue inútil. No sabía qué quería decir con todo eso. –No te entiendo. –No importa, prométemelo. –Te lo prometo.
Almudena Grandes (Las edades de Lulú)
―Elígeme, hazme el honor de ser quien esté cada mañana para mirar tus ojos, para ver tu pelo revuelto, para ver cada noche tus ojos cerrados, para respirar tu aire y ser tu respiración. Si no puedes quererme tanto como yo a ti, tan solo déjame hacerlo a mí, que yo te amaré lo suficiente, suficiente para que nos alcance a los dos.
Valeria Cáceres B. (Volver a Ti: Si, Quiero (Trilogía Quiero #2))
—Te quiero, Donna —al ver que ella no contestaba, controló el estremecimiento de pánico y siguió hablando con su mejor voz de mando—. Y será mejor que tú también me quieras. Es una orden.
Maureen Child (The Oldest Living Married Virgin (Bachelor Battalion, #3))
Poema de un Recuerdo Dime por favor donde no estás en qué lugar puedo no ser tu ausencia dónde puedo vivir sin recordarte, y dónde recordar, sin que me duela. Dime por favor en que vacío, no está tu sombra llenando los centros; dónde mi soledad es ella misma, y no el sentir que tú te encuentras lejos. Dime por favor por qué camino, podré yo caminar, sin ser tu huella; dónde podré correr no por buscarte, y dónde descanzar de mi tristeza. Dime por favor cuál es la noche, que no tiene el color de tu mirada; cuál es el sol, que tiene luz tan solo, y no la sensación de que me llamas. Dime por favor donde hay un mar, que no susurre a mis oídos tus palabras. Dime por favor en qué rincón, nadie podrá ver mi tristeza; dime cuál es el hueco de mi almohada, que no tiene apoyada tu cabeza. Dime por favor cuál es la noche, en que vendrás, para velar tu sueño; que no puedo vivir, porque te extraño; y que no puedo morir, porque te quiero
Alejandro Castiñeiras
Yo recuerdo que, cuando llegué a Estados Unidos, un cubano en Washington me dijo lo siguiente: «Nunca te vayas a pelear con la izquierda». Para ellos, pelearse con la izquierda significaba atacar al gobierno de Castro. Pero cómo podía yo después de veinte años de represión callarme aquellos crímenes. Por otra parte, nunca me he considerado un ser ni de izquierda ni de derecha, ni quiero que se me catalogue bajo ninguna etiqueta oportunista y política; yo digo mi verdad, lo mismo que un judío que haya sufrido el racismo o un ruso que haya estado en un gulag, o cualquier ser humano que haya tenido ojos para ver las cosas tal como son; grito, luego, existo.
Reinaldo Arenas (Before Night Falls)
No me mueve, mi Dios, para quererte el Cielo que me tienes prometido ni me mueve el Infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor. Múeveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas, y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara, y, aunque no hubiera Infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera
San Juan de Ávila (Obras completas de San Juan de Ávila. I: Audi, filia. Pláticas. Tratados)
Querido Lector, Soy una escritora y las letras son mi arma. Quiero lastimarte. Quiero que mis letras sean sal y quiero tirarlas en tu herida abierta. Quiero que mis palabras sean piezas irregulares de espejos en el que te puedas ver reflejado. Soy una sadica también conocida como una artista. Mis libros son un llamado para las mujeres que se han doblado por angustia, obligadas por el fastidio, cautivas de un pasado que nos las deja ir, vencedoras de un pasado que trató de matarlas. Verás, tengo una enfermedad, se llama naturaleza humana y estoy fascinada por ella. Así que, si decides leer Mud Vein, recuerda eso sobre mí. No estoy escribiendo para entretenerte, o para ganar dinero, o para tener mi libro apoyado cuidadosamente en un estante en Target. Escribo para explorar las oscuras esquinas de mí ser, y quiero que vengas conmigo. Soy un poco como tú. Creo que te verás en las páginas de Mud Vein. No te he dicho mucho sobre él a propósito. Quiero que vayas a ciegas. Quiero que te tropieces con un pensamiento, un sonido, una herida que creías especial para ti. Y darte cuenta de que yo también las he sentido, alguien que nunca has conocido. Si decides leer Mud Vein, por favor no te preguntes qué dice, pregúntate que significa. Y una vez que leas mis negras letras sobre una página blanca, envíame un email y dime tu interpretación. No puedo esperar para saber tus pensamientos.
Tarryn Fisher (Mud Vein)
-Yo soy todo tuyo, Wynd. Quiero llevarte a tantos lugares... Quiero abrazarte al dormir y mirarte al despertar. Quiero verte vivir y ser feliz. Quiero sacarte de quicio. Quiero ver cómo te sonrojas cuando te sientes tímida. Quiero empaparme de tu lado dulce, del atrevido, del aventurero.
Nerea Llanes (Conjuro de noche y estrellas)
Busco la perfección. Por eso es tan difícil. –¿Un amor perfecto? –¡No! No pido tanto. Lo que quiero es simple egoísmo. Un egoísmo perfecto. Por ejemplo: te digo que quiero un pastel de fresa, y entonces tú lo dejas todo y vas a comprármelo. Vuelves jadeando y me lo ofreces. «Toma, Midori. Tu pastel de fresa», me dices. Y te suelto: «¡Ya se me han quitado las ganas de comérmelo!». Y lo arrojo por la ventana. Eso es lo que yo quiero. –No creo que eso sea el amor -le dije con semblante atónito. –Sí tiene que ver. Pero tú no lo sabes -replicó Midori-. Para las chicas, a veces esto tiene una gran importancia. –¿Arrojar pasteles de fresa por la ventana? –Sí. Y yo quiero que mi novio me diga lo siguiente: «Ha sido culpa mía. Tendría que haber supuesto que se te quitarían las ganas de comer pastel de fresa. Soy un estúpido, un insensible. Iré a comprarte otra cosa para que me perdones. ¿Qué te apetece? ¿Mousse de chocolate? ¿Tarta de queso?». –¿Y qué sucedería a continuación? –Pues que yo a una persona que hiciera esto por mí la querría mucho.
Haruki Murakami (Norwegian Wood)
Entonces", dice mientras íbamos por la carretera principal, el rompe el silencio, "he estado pensando." "¿Sí?" Él asintió "Realmente necesitas salir conmigo." Parpadeé. "¿Perdona?" "Ya sabes. Tú, yo. Un restaurante o una película. Juntos" Él me mira otra vez, cambia de velocidad. "¿Quizás es algo nuevo para ti? Si es así, voy a estar feliz de guiarte" "¿Quieres llevarme a ver una película?", Pregunto. "Bueno, realmente no", dijo. "Lo que en verdad quiero es que seas mi novia. Pero pensé que si te lo decía así te asustarías." Sentí que mi corazón salto de mi pecho. "¿Siempre eres tan directo sobre este tipo de cosas?" "No", dice. Doblamos a la derecha, subiendo por la colina hacia la ciudad, los altos edificios del hospital y la campana U eran visibles desde arriba de la colina. "Pero tengo la sensación de que tienes prisa y estas dejando todo, así que pensé que debería ir al grano" "Yo sólo estaré fuera una semana", digo en voz baja. "Cierto", dice mientras seguimos subiendo. "Pero he querido hacerlo desde hace tiempos y ya no podía esperar." "¿En serio?", Pregunto. Él asiente con la cabeza. "Como, ¿desde cuándo?" Él lo piensa por un segundo. "El día que me golpeaste en baloncesto." "¿Eso te pareció atractivo?" "No exactamente", respondió. "Más bien fue como vergonzoso y humillante. Pero hubo algo en ese momento. . . Era como una pizarra limpia. Ninguna postura o pretensión. Fue como, ya sabes, real”. Estábamos llegando a la ciudad ahora, pasando FrayBake, Luna Blu sólo estaba ha unas cuadras de distancia. "Real", repito.
Sarah Dessen (What Happened to Goodbye)
—No, Elina, no soy como piensas. La realidad es que no podría soportar un jodido día sin ver tu cara de odio, porque si tengo que pasar un solo segundo sin que me desafíes o intentes matarme, perdería la cabeza. Quiero tu rabia, quiero todo eso para mí. Tú me has hecho querer cosas que no me había permitido con nadie. Y si tengo que ser el que te ate a mí, disfrutaré con gusto de ello. Nuestro acuerdo nos acerca, así que no renunciaré a él. Porque no pienso renunciar a ti.
Dámaris Blanca (Furia y sangre escarlata: ¿Hasta dónde llegarías por amor? (Spanish Edition))
Te amo. ¿Te sorprende? No sé. Amar a alguien es simplemente un hecho. No quiero decir que no hubiera, y que no haya, razones para amarte. Podría hallar miles. Pero en cuanto al pasado, al siempre-haber-sido de este amor, es algo que está ahí y a duras penas consigo recordar alguna época en la que no te amara. Quiero que seas capaz de verme, y como mi amor por ti es una parte esencial de mí (de mí entera, convirtiéndome en algo más que yo misma) entonces también podrás ver eso. No verlo sería como no verme, y no hablarte de esto sería engañarte.
Iris Murdoch (Henry and Cato)
—Ella no significa nada para mí. —La voz de Dank envió un hormigueo por mi cuello y en mi pecho—. Nunca te mentiría, Pagan. —dijo, con urgencia, contra mi oreja. Abrí los ojos para mirar hacia él, con ganas de ver el azul de sus ojos. Sus labios rozaron la punta de mi oreja e hizo un sendero hasta mi cara. Ambas manos se apoderaron de mi cintura tirando de mí con fuerza, contra su cuerpo—. Tú me tientas. No puedo caer en la tentación.No estoy hecho para ser tentado pero, Pagan Moore, me tientas. Desde el momento en que vine por ti me atrajiste. Todo acerca de ti... —Una de sus manos que se posaba en la parte izquierda de mi cintura, se trasladó hasta acariciar suavemente mi brazo—. Tú me vuelves loco de necesidad. De deseo. No lo entendía al principio. Pero ahora lo sé. Es tu alma llamándome. Las almas no significan nada para mí. No se supone que deban. Pero la tuya se ha convertido en mi obsesión. —Bajó la cabeza a mi hombro y me besó en la curva de mi cuello. Su mano se movió por debajo de mi camisa y el calor de la palma de su mano descansaba sobre mi vientre desnudo. Un pulso de calor se apoderó de mí y me apretó fuertemente contra él para que no me cayera—. Quiero matar a ese chico cada vez que veo sus manos sobre ti. —Besó el camino hasta mi cuello y arqueé mi cuello en respuesta a darle un mejor acceso. Nada se había sentido así. Su tacto era como una droga—. Quiero arrancar los brazos de su cuerpo para que no te pueda tocar de nuevo. —Un gruñido bajo, familiar vibraba en mi espalda—. Pero no puedo tenerte, Pagan. No estás hecha para mí. —Su voz sonaba torturada. Quería consolarlo. Él me reclamó también. De alguna manera, había entrado en mi mundo y se había convertido en el centro del mismo.
Abbi Glines (Existence (Existence, #1))
—¿Cómo pudiste sonreír? —le preguntó Antón al silencio del monte—. ¿Cómo pudiste? ¿Con qué fuerza? ¿Qué significaba la sonrisa para ti, para ustedes? No lo opuesto al llanto, eso es seguro, sino otra cosa. Sonreíste antes de correr junto a los tuyos con los brazos abiertos, como si alguien te estuviera esperando. Sonreíste con la lanza clavada en tu espalda. Lo sé, aunque no pude ver tu rostro. Quiero entenderte. No todo es dos, me decías. Pero yo no encuentro mejor modo de ordenar la realidad y entenderla. No soy arayé. Y ahora mismo, recordando tu muerte, soy incapaz de sonreír.
Liliana Bodoc (La Profecía Imperfecta (Tiempo de Dragones, #1))
¿PARADOJAS DEL DESTINO? Sentí un silencio frío y absoluto. ¡Dani! ¡Hijito! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¿Te hiciste daño?¡¿Daniiiii?! ¿Por qué no me contestás hijo? Qué oscuro y frío está todo. No puedo ver nada. Qué silencio. ¿Dani? ¿Me escuchás? ¿Estás bien hijito? No tendría que haber mirado ese mensaje mientras manejaba. ¡Qué estúpido que soy a veces! Hijito, ¿estás bien? ¡Volcamos y nos hicimos pelota! No veo ni escucho nada, no sé dónde estoy. ¿Estaré internado? ¿Estaré muerto? ¿Dani? Me mata tu silencio. ¡¿Estás bien?! Pará, ya puedo ver un leve resplandor. Me siento atrapado. Dani, ¿estás ahí? Carajo, no puedo moverme. Estoy como envuelto en un plástico. Tengo que salir de acá. Hay una luz ¿la ves Dani? Es cada vez más intensa. A ver, sí, creo que puedo romper esta envoltura. Ya estoy casi afuera. La luz me enceguece. Qué lugar más extraño. Nunca había visto algo así ¿y vos? No se parece a la Tierra. ¿Estaré muerto? ¿En otro planeta? ¡Uy, por Dios, y esos monstruos espantosos! ¡Qué asquerosos y espeluznantes que son! Parecen extraterrestres. ¡Son Aliens! ¡Estoy en otro planeta, claramente! No puedo creerlo. Necesito escapar urgente o estos monstruos seguro que me devoran. Tengo que alejarme. Tengo mucho miedo. ¿Estoy flotando? ¿Estoy volando? Sí, vuelo. ¿A ver? Voy a subir más alto para tratar de escapar. Ya no veo a los Aliens y el paisaje parece menos aterrador. Creo que lo logré. Hay mucho viento. ¿Es eso una carretera? Se ven como unos vehículos allá abajo. ¿Serán los transportes de los extraterrestres? Voy a descender un poco. ¡Veo personas! ¿Estoy en la Tierra? ¿Será esto un universo paralelo? ¿Dónde estará Dani? ¡Daniiiiii! No tendría que haber mirado ese mensaje mientras manejaba. Esa torre que está allá abajo se parece mucho al tanque de agua de mi pueblo. Es idéntica; pero la torre de mi pueblo no tiene ese inmenso edificio al lado. Todo esto es muy semejante a mi barrio, pero no es exactamente igual: hay muchos más edificios acá. Ahí está el río. Ah, y la fábrica. Definitivamente es mi barrio, pero luce algo diferente. Debo estar en un universo paralelo nomás. Es increíble que pueda flotar. La gente parece no advertir mi presencia. ¿Seré un fantasma? Tengo que volver a mi casa para ver si está Dani. Dios quiera que esté sano y salvo. Gabriela debe estar preocupadísima por el choque. ¡Ahí está mi casa! ¿Y esos autos de quiénes serán? La fachada está pintada de otro color. ¡Qué extraño todo! Hay alguien en el jardín. ¡Qué crecidos están los árboles que planté en primavera! Es…es… ¡¿Dani?! Sí, ¡sí! ¡Es Dani! Pero qué cambiado está, parece más grande, parece… ¡todo un muchacho! Lo importante es que está bien por suerte. Necesito abrazarlo bien fuerte y decirle cuánto lo quiero. ¿Podrá verme si soy un fantasma? Me voy a acercar despacito para no asustarlo. Necesito tocarlo, acariciarlo. ¿No me ve? Me voy a acercar más. Ahora sí, al menos movió la cabeza, creo que ya notó mi presencia. ¡Qué hambre me agarró de golpe! ¡No puedo detenerme! ¡¿Qué haces hijito?! ¡Soy yo! ¡Tu papá! ¿Hijito querido? ¡No puedo frenarme! ¡Tengo demasiada hambre! ¡Ahhhh qué ricoooo! ¡Qué placeeeer! ¡Nooo Daniii! ¡Noooooo!... ¡Soy tu papá!... ¡Pafffff! –Mamá, trae repelente que está lleno de mosquitos en el jardín –gruñó Daniel, mientras limpiaba en su pantalón la sangre que tenía en la palma de su mano derecha. Gabriela, que justo salía, frenó con brusquedad su marcha, se dio vuelta hacia la casa, y gritó: -¡Querido, trae por favor el repelente que está arriba de la chimenea! De nuevo el silencio frío y absoluto. FIN
Gonzalo Guma (Equinoccio. Susurros del destino)
- ¿No te parece a veces que vivir en el mundo es como una mierda? - ¿A qué te refieres? - dijo Paul lentamente. - A ver... que lo que el mundo puede darnos no basta para satisfacernos. - No -dijo Paul al cabo de unos diez segundos, y se tapó la cara con las manos-. Quiero decir... el mundo está bien, y me baso en pruebas, porque no me he suicidado. Si me suicidara... podría decir que el mundo es malo, en general. - Definitivamente, vamos. - En general -dijo Paul sin apartar las manos-. Como las ganas de suicidarme no son tan fuertes como para que me suicide, el mundo es un lugar en el que vale la pena vivir.
Tao Lin (Taipei)
Cuando me divorcié de tu padre me preparé para seguir andando sola, porque pensé que sería casi imposible encontrar otro compañero. Soy mandona, independiente, tribal y tengo un trabajo poco común que me exige pasar la mitad de mi tiempo sola, callada y escondida. Pocos hombres pueden con todo eso. No quiero pecar de falsa modestia, también tengo algunas virtudes. ¿Te acuerdas de alguna, hija? A ver, déjame pensar… Por ejemplo: requiero poco mantenimiento, soy sana y cariñosa. Tú decías que soy divertida y nadie se aburre conmigo, pero eso era antes. Después de que tú te fuiste se me acabaron las ganas de ser el alma de la fiesta. Me he vuelto introvertida, no me reconocerías.
Isabel Allende (La suma de los días)
Qué fecha, a qué hora, nace un amor es algo difícil de precisar. ¿Nace la primera vez que vemos a la persona amada? ¿O la primera vez que, al buscarlo los ojos, nos encontramos correspondidos con la misma mirada, esa que no pretende ver sino entrar a través de las pupilas? ¿Nace la primera vez que pronunciamos su nombre como si invocáramos todo el universo? ¿Nace cuando se dice, cuando se reconoce: «Te quiero»? ¿Nace y crece tan poco a poco que no se sabe cuándo nació? Nadie registra, cronómetro en mano, la fecha de nacimiento de un amor. Pero todo el mundo necesita un número rodeado con rotulador rojo en el calendario. Lo verdaderamente difícil de precisar en el momento de marcarlo es por cuánto tiempo se seguirá celebrando. Del mismo modo en que no se sabe cuál será el futuro de una semilla cuando se planta en el suelo, la incertidumbre también es la esencia de las semillas de los aniversarios.
Begoña Oro (Pomelo y limón)
Quizá los hilos se rompen, o quizá nuestros barcos se hunden, o quizá somos hierba y nuestras raíces son tan interdependientes que nadie está muerto mientras quede alguien vivo. Lo que quiero decir es que no nos faltan las metáforas. Pero debes tener cuidado con la metáfora que eliges, porque es importante. Si eliges los hilos estás imaginándote un mundo en el que puedes romperte irreparablemente. Si eliges la hierba, estás diciendo que todos estamos infinitamente interconectados, que podemos utilizar ese sistema de raíces no solo para entendernos unos a otros. Las metáforas implican cosas. ¿Entiendes lo que te digo? —Me gustan los hilos —sigue diciendo. Siempre me han gustado. Porque así lo siento. Pero creo que los hilos hacen que el dolor parezca más fatal de lo que es. No somos tan frágiles como nos harían creer los hilos. Y también me gusta la hierba. La hierba me ha traído hasta ti, me ha ayudado a imaginarte como una persona real. Pero no somos brotes diferentes de la misma planta. »Quizá es más como has dicho antes, que todos estamos agrietados. Cada uno de nosotros empieza siendo un recipiente hermético. Y pasan cosas. Personas que nos dejan, o que no nos quieren, o que no nos entienden, o que no les entendemos, y nos perdemos, nos fallamos y nos hacemos daño. Y el recipiente empieza a agrietarse por algunos sitios. Y sí, en cuanto el recipiente se agrieta, el final es inevitable [...]. Pero está todo ese tiempo desde que las grietas empiezan a abrirse hasta que por fin nos desmoronamos. Y solo en ese tiempo podemos vernos unos a otros, porque vemos lo que hay fuera a través de nuestras grietas, y lo que hay dentro se nos ve también a través de ellas. ¿Cuándo nos vimos tú y yo cara a cara? No hasta que me viste entre mis grietas, y yo entre las tuyas. Hasta ese momento solo veíamos ideas del otro, como mirar tu persiana, pero sin ver lo que había dentro. Pero cuando el recipiente se rompe, la luz puede entrar. Y puede salir.
John Green (Paper Towns)
Cuando yo muera No quiero verte triste por mi ausencia. No quiero escuchar palabras de tristeza. Ni de tu rostro ver caer lágrima alguna.   Cuando yo muera Respeta mi silencio Que solo caí dormido y despertaré Cuando grites mi nombre y esté en tu recuerdo   Cuando yo muera Búscame en esos lugares, donde fuimos felices  En aquella banca del parque, o en el viento de tu calle Que yo estaré ahí, cuando escuche mi nombre    Cuando yo muera No llores por mi ausencia, ni pienses que he muerto Toma esta carta, que te dejo como recuerdo  En ellas recordaras mi alegría, y mi sonrisa que dejo grabada  Cuando yo muera Y tapen mi cuerpo con sábana blanca No llores, cuando ya me vaya  Vete y corre hacia donde puedas gritar mi nombre Que yo estaré ahí contigo, cuando el aire toque tu cuerpo    Cuando yo muera No intentes nunca extrañarme Búscame en aquellos lugares, o en tu corazón Que yo estaré ahí, para nunca más dejarte    Cuando yo muera No lleves flores a mi tumba tan fría Por que no estoy ahí y se marchitaran como un corazón olvidado No pronuncies nunca la palabra muerte  Porque mientras tú me recuerdes Yo estaré siempre a tu lado .
YIDER ARAQUE (ME LLAMO DALILA: HISTORIA DE LA VIDA REAL (Spanish Edition))
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
 Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
 Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo,
me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto,
no solamente mi cuerpo, sino mi alma. 
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. 
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar. 
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombre. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento,” “perdóname”, “por favor,” “gracias” y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.
Gabriel García Márquez
Te extraño, anhelo lo que aún no hemos dicho y hecho, las palabras no pronunciadas, las miradas no vistas, la piel no tocada, el labio no besado. Echo de menos los paseos que todavía no hemos dado, los libros que no te he leído al oído, las películas que no hemos visto, ver cómo te desvistes y mirar cómo te vistes, tus ronquidos en mi nuca. Lamento la distancia que se cuenta en kilómetros y separa lo que parece unido por secretos lazos invisibles, que sostienen nuestras vidas de forma sutil y aparentemente efímera. Quiero que pase el tiempo como leopardos dopados que recorren en milésimas de segundo distancias insalvables. Pero cuando pienso no estas lejos, y siento tu voz en mí oído, casi puedo tocar las palabras pronunciadas por tu boca, el calor de tu aliento dirigiéndose a mí. Entonces mi bajo cerebro palpita y cada poro de mi piel pide a gritos tu presencia, vuelvo a echarte de menos y a medir tu ausencia en cualquier tipo de unidad de medida posible, pensando en kilómetros, metros, centímetros, en días, horas, meses, minutos.... Me haces falta, contigo mis pulmones respiran mejor y mi corazón late con mayor fulgor, sonrió, río, sobrevivo con facilidad a la lucha diaria. ¿Me anhelas como yo? Y sigo pensando en acariciar tu pelo y en aprenderme de memoria cada lunar, cada arruga, cada doblez de tu piel, cada vello. Añórame y espérame, cercano se encuentra el día que intente alcanzar tu boca lejana para probar la ambrosía de tus labios. Mientras espérame en tus sueños lugar donde pretendo habitar hasta el final encuentro.
Ainhoa Escarti (Todas las cosas que escribi cuando ninguno de ellos miraba (Spanish Edition))
1.Que sepamos vivir el presente. 2.Que no perdamos el tiempo pensando en el futuro. 3.Que dejemos de creer en la suerte y creamos en nosotros mismos. 4.Que dejemos de hacer montañas de granitos de arena. 5.Que la tristeza nos dé ganas de reír. Que nos riamos mucho. 6.Que cantemos en la ducha, en los bares, en las bodas, en las cenas con los amigos o donde nos apetezca cuando nos venga en gana. 7.Que aprendamos a decirnos «te quiero» sin que nos dé vergüenza. 8.Que nos besemos, nos toquemos y nos achuchemos mucho. 9.Que nos escuchemos tanto como sepamos compartirnos en silencio. 10.Que nos queramos, a los demás y sobre todo a nosotros mismos. 11.Que nos peleemos lo menos posible. Estar enfadado es una gran y estúpida pérdida de tiempo. ¡A la mierda el ego y el orgullo! 12.Que nos dejemos de rollos, de chorradas, de hacer ver lo que no somos, que eso no sirve pa’ ná. 13.Que le perdamos el miedo a la muerte, pero también le perdamos el miedo a vivir. 14.Que decidamos por nosotros mismos. Que nunca dejemos que los demás decidan por nosotros. 15.Que cuando la vida nos cierre una ventana sea cuando más abramos las alas para romper el cristal y salir volando. 16.Que las cosas nos lleven adonde sea, pero que nos vayan bien. 17.Que los cerebros de zafios, hipócritas, memos, mamelucos, corruptos, pesaos, estúpidos, tocapelotas, mentirosos, gilipollas… se reprogramen y entiendan que en la vida no hace falta ser así, que la vida va de otra cosa. 18.Que a las penas, puñaladas y al mal tiempo, buena cara. O mala, que tampoco pasa nada. 19.Que la vida sea siempre un sueño. 20.Y, en fin, que a la vida le demos calidad, porque belleza sobra.
Pau Donés (50 palos: ... y sigo soñando (No Ficción) (Spanish Edition))
—¡Arriba, princesita! El grito la sobresaltó, incorporándose de golpe, desorientada. Miró a su alrededor. La luz había vuelto, y Hewan estaba de pie en mitad de la estancia. Tenía una cadena más delgada en una mano, y una bolsa negra en la otra. Se había cambiado la falda de cuero de la noche anterior por otra de lana gruesa, tejida a cuadros verdes con líneas negras —¿No puedes ser más delicado a la hora de despertarme? —se quejó Rura con irritación. —¿La princesita se ha asustado? —Se llevó la mano al pecho, simulando estupor—. Lo lamento mucho, alteza imperialísima. ¿Vais a ordenar azotarme? Rura se levantó. Se sentía sucia y horrenda, con el pelo enredado y el quimono lleno de arrugas. Y olía a sudor. Hacía años que sus axilas no olían. —No me llames así —gruñó. —¿Princesita? ¿No te gusta? —Me importa un comino si me llamas princesita. No te dirijas a mí como Alteza Imperial. No tengo el derecho a usar el título. Rura intentó evitarlo, pero la amargura fue evidente en su voz. Hewan soltó una carcajada y puso los brazos en jarras. La cadena y la bolsa negra colgaban de sus manos. —Vaya, vaya, vaya… Así que no eres hija legítima —se burló—. Lástima. Pensaba utilizarte como moneda de cambio, pero ya veo que no me servirás ni para eso. Probablemente, cuando la noticia de tu captura llegue a oídos de tu padre, el gran príncipe heredero, se sentirá aliviado. ¿No es así? —¡Mi padre me quiere! —gritó furiosa—. ¿Me oyes, bestia inmunda? ¡Mi padre me quiere, y cuando venga a por mí, traerá con él todo el ejército imperial! ¡Destrozará estas montañas hasta encontrarme! Y tú y tu pueblo lo pagaréis con la exterminación. Se sintió como una niña malcriada gritando toda esa sarta de mentiras, pero en aquel momento no podía afrontar la verdad que había en las palabras de aquel extraño. La sonrisa de Hewan murió y su rostro se transformó en una máscara colérica. —Claro que te quiere, princesita —siseó. Tenía el cuello en tensión, y los tendones se marcaban, abultados bajo la piel—. Por eso permitió que tu esposo el gobernador te repudiara y te exiliara. Rura no contestó. ¿Qué iba a decir? ¿Confesar ante este extraño que se lo merecía por lo que había hecho? ¿Que tenía suerte de estar viva? Había conspirado para matar a Kayen. El hecho que fuese por orden de su padre, no la convertía en inocente. Además, estaba segura que su exilio tenía mucho más que ver con la paliza que le dio a la esclava, que con el intento de asesinato. —¿No dices nada? Rura se escondió de nuevo tras su máscara de princesa. Levantó la barbilla con orgullo y se negó a hablar. Hewan se acercó a ella, y Rura luchó con el impulso de huir de él. Le puso la bolsa delante de la cara. —Hueles que apestas —le dijo. Rura enrojeció de rabia y de vergüenza—. Te voy a llevar a los baños para que te puedas lavar, pero para eso tengo que taparte la cabeza. —No quiero ir. Puedo lavarme aquí si alguien me trae agua y jabón. —Nadie te ha pedido tu opinión, princesita. —Le pasó la bolsa por la cabeza y se la anudó en el cuello, por encima del collar metálico—. No te preocupes, no dejaré que te caigas… creo. Desenganchó la cadena que la mantenía sujeta a la pared, y aseguró la nueva cadena que llevaba en la mano, más delgada y corta. —¿Tienes que llevarme como si fuera un perro? —preguntó indignada— . No voy a echar a correr. —Por supuesto que no correrás —contestó Hewan, guasón—. Esta cadena no es para impedir que huyas; es para humillarte. —Eres un animal. —Puede ser, pero no soy yo el que lleva collar y cadena, princesita. Y que no se te ocurra intentar quitarte la bolsa de la cabeza: si lo haces, tendré que arrancarte esos bonitos ojos que tienes.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
En una sesión, el terapeuta del té verde trató de hipnotizarme. No lo logró, pero al menos me relajé y pude ver dentro de mi corazón un trozo enorme de granito negro. Supe entonces que mi tarea sería librarme de eso; tendría que picarlo en pedacitos, poco a poco. Para deshacerme de aquella oscura roca, además de la terapia y las caminatas en el bosque diáfano de tus cenizas, tomé clases de yoga y multipliqué las tranquilas sesiones de acupuntura con el doctor Shima, tanto por el beneficio de su ciencia, como por el de su presencia. Reposando en su camilla con agujas por todas partes, meditaba y me evadía a otras dimensiones. Te buscaba, hija. Pensaba en tu alma, atrapada en un cuerpo inmóvil durante aquel largo año de 1992. A veces sentía una garra en la garganta y apenas podía aspirar aire, o me agobiaba el peso de un saco de arena en el pecho y me sentía enterrada en un hoyo, pero pronto me acordaba de dirigir la respiración al sitio del dolor, con calma, como se supone que se debe hacer durante el parto, y de inmediato disminuía la angustia. Entonces visualizaba una escalera que me permitía salir del hoyo y subir a la claridad del día, al cielo abierto. El miedo es inevitable, debo aceptarlo, pero no puedo permitir que me paralice. Una vez dije -o escribí en alguna parte- que después de tu muerte ya no tengo miedo de nada, pero eso no es verdad, Paula. Temo perder o ver sufrir a las personas que amo, temo el deterioro de la vejez, temo la creciente pobreza, violencia y corrupción en el mundo. En estos años sin ti he aprendido a manejar la tristeza, a hacerla mi aliada. Poco a poco tu ausencia y otras pérdidas de mi vida sevan convirtiendo en una dulce nostalgia. Eso es lo que pretendo en mi tambaleante práctica espiritual: deshacerme de los sentimientos negativos que impiden caminar con soltura. Quiero transformar la rabia en energía creativa y la culpa en una burlona aceptación de mis fallas; quiero barrer hacia fuera la arrogancia y la vanidad. No me hago ilusiones, nunca alcanzaré el desprendimiento absoluto, la auténtica compasión o el estado de éxtasis de los iluminados, parece que no tengo huesos de santa, pero puedo aspirar a las migas: menos ataduras, algo de cariño hacia los demás, la alegría de una conciencia limpia.
Isabel Allende (La suma de los días)
El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo; Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: 'Lo quiero por ti; pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él'. Pensé: 'No regresará jamás; no volverá nunca.
Anonymous
Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos… Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo. No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como… Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción. Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle. La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa… Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Desconfía de lo que te digo. Desconfía con la mirada del investigador, no con la del incrédulo. Pero desconfía de lo que digo. Desconfía con la mentalidad de un buscador, no con la de un escéptico. Pero desconfía de lo que digo. Desconfía con el corazón abierto y el deseo de aprender, no con la soberbia del que cree que todo lo sabe. Pero desconfía de lo que digo. Desconfía de mí, pero no de ti. Recuerdo un cuento zen: Un alumno fue a ver a su maestro y le dijo: –Maestro, quiero que me enseñes las cosas más importantes. El maestro le respondió: –Para conocer las cosas más importantes tienes que conocer primero las cosas cotidianas. Aquéllas con las que te cruzas todos los días. Tú cruzas este río cuatro o más veces cada día, para entrar y salir del pueblo. Si te preguntaras qué es un río, ¿sabrías qué contestarte? El alumno no entendía muy bien hacia dónde apuntaba su pregunta, pero de todas formas le dijo a su maestro todas las cosas que sabía sobre los ríos. Cuando finalizó su explicación, el maestro le lanzó una nueva pregunta: –¿Sólo eso? El alumno, después de reflexionar durante unos segundos, le dijo otra veintena de cosas sobre los ríos. –¿Sólo eso? —repitió el maestro. Y preguntando, preguntando… el maestro consiguió que el alumno le dijera muchas más cosas. Finalmente el maestro le dijo: –Mira, allá arriba, en la montaña, nace este río… y termina allá abajo, en el mar. Ahora ve y recórrelo. Cuando al hacerte a ti mismo la pregunta, no necesites poner la respuesta en palabras, sabrás lo que es un río. Supongo que por eso te invito a desconfiar, yo ni siquiera he recorrido en su totalidad este río que es el camino espiritual. He leído mucho, he explorado bastante, he experimentado todas las cosas que propongo. Con lo aprendido he hecho lo mejor que podía hacer: contarte por lo menos las cosas que sé de este camino para así invitarte a recorrerlo. Pero es obvio que no será suficiente. Si quieres encontrar tus respuestas, deberás recorrerlo tú mismo. Me pregunto cómo terminar lo que desde el principio pretende ser tan sólo un punto de partida. Me parece que debo, otra vez, recurrir al Talmud, sesenta tomos de texto en los que se registra toda la sabiduría del pueblo judío y las palabras más elaboradas de sus guías más reconocidos. Cada una de las páginas del Talmud está nominada, lleva una letra que la identifica, ya que en hebreo los números se remplazaban por letras (alef es 1, bet es 2 y así… ). Pues bien, la primera página del Talmud lleva, según la tradición, la letra bet (la del número 2). La primera página es pues… la segunda. No es un error, es un símbolo. En el último capítulo del último tomo, uno de los rabinos escribe al lector: Y no te ufanes de haber leído hasta aquí, ni de haberlo comprendido todo, porque te sigue faltando entender la página uno del primer tomo. El conocimiento de lo espiritual, al igual que la vida, está en constante cambio. Posiblemente, como en la parábola talmúdica, cuando lleguemos al final nos daremos cuenta de que aún nos falta terminar de comprender el principio. Para seguir avanzando en el camino espiritual, hay que ser capaz de aceptar con humildad esta paradoja.
Anonymous
Porque siempre tengo que mostrarme digno de tu amor. Tengo que luchar por nuestro matrimonio, por nuestra unión, y eso no tiene nada que ver con nuestros hijos. Te quiero. Lo soportaría todo, absolutamente cualquier cosa, para tenerte siempre a mi lado. Pero no puedo impedir que un día te vayas. Así que, si ese día llega, serás libre para irte en busca de tu felicidad. Mi amor por ti es más fuerte que cualquier otra cosa, y nunca te impediría ser feliz.
Paulo Coelho (Adulterio (Spanish Edition))
«Hola. Por si he sido tan torpe de no haberte llamado aún, quiero que sepas que no es porque no te eche de menos. Sí te echo de menos. Seguramente, el retraso tendrá que ver con Griffin… El muy idiota dará problemas durante toda la gira, lo sé, pero por lo menos dejará de desnudarte con la mirada una temporada… Eso es cosa mía. Y por si nunca te lo había dicho, lo hago siempre. Cuando pasas a mi lado, imagino tus caderas desnudas bajo mis dedos. Cuando te inclinas para darme una cerveza, imagino tus pechos firmes, tus pezones duros pidiendo mi boca a gritos. Te preguntas por qué estoy siempre tan excitado, y te lo voy a decir. Tu cuerpo me quema. La caricia de tus dedos sobre mi piel enciende mi deseo. Tu aliento me cubre de una pasión abrasadora. Todo en ti es sensual, y tú no lo sabes en absoluto. Cuando me miras con esos ojos ahumados, desnudándome como te desnudo yo a ti, haces que mi sangre fluya como un torrente, y te deseo tanto… Sé que, esté donde esté en este momento, estaré muriéndome de deseo y que albergaré una profunda ansia, casi dolorosa… porque estaré pensando en ti. Los días no merecen la pena hasta que no estoy dentro de ti. Sólo me siento completo con tu cuerpo rodeando el mío. Pero no pienses que lo que siento por ti se limita sólo al sexo y a una reacción física. No… Es mucho más. Te has metido dentro de mí de tal forma que me has dejado herido y vulnerable. Estar contigo, hacerte el amor sólo es la muestra tangible de lo que siento por ti. Sé que me he convertido en uno de esos idiotas enamorados y balbuceantes, pero al fin y al cabo todo se reduce a dos palabras que apenas logran expresar lo que siento… Te amo.»
S.C. Stephens (Effortless (Thoughtless, #2))
Te quiero todas las estrellas que tus ojos sean capaces de ver
Eva Violán (Sarah Bisshopp)
Por algún motivo, contigo me pasa lo mismo que me pasaba con mis hijos cuando eran pequeños. Sabía que no eran ellos los que me tenían que querer a mí, sino yo a ellos. Tú puedes encauzar tus sentimientos como quieras, pero yo te quiero y siempre te querré. Aunque no nos volvamos a ver, me has hecho revivir y eso es mucho. Por supuesto, me gustaría compartir mi vida contigo. Lo malo es que aquí en Bali tampoco te puedo ofrecer una gran vida.
Anonymous
—¿Cuánto tiempo creías que podría ocultarlo? —Ladeó la cabeza, conmovido al ver cómo lo miraba—. Te avisé hace mucho tiempo de que no debías subestimar a los malos..., sobre todo a los que son como yo: capaces de hacer de un «te quiero» una guerra.
Eleanor Rigby (Serás mi amante (Acuerdos de escándalo, #2))
Decir puede este río, si hay quien diga en favor de un desdichado, el tierno llanto mío; decirlo puede el prado, Aminta rigurosa, más por mí mal que por tu bien hermosa. Oyendo [aqu]estos cerros tu injusto agravio a mis querellas justas, dulcísimos destierros, pues de mis penas gustas, acabaráme olvido, y antes muerto estaré que arrepentido. Dulce imposible adoro: ¡ay del que sin ventura quiere tanto! Pierdo el tiempo si lloro, las palabras si canto, y la vida si quiero: piérdome en todo, y por perderme muero. ¡Qué de veces previne quejas para decirte, y al instante que a ver tu rostro vine, (propio temor de amante), un mover de tus labios me trujo olvido a infinidad de agravios! ¡Qué de veces tus ojos, de tanta voluntad dueños injustos, me trujeron enojos y me robaron gustos, trayendo con sus rayos al alma julios y a la orilla mayos! Flacas van mis manadas, que sienten el dolor que tú no sientes; buscando van cansadas: buscan agua en las fuentes, sin ver que están secretas agua en mis ojos, yerba en tus saetas. Viéronme estas arenas en otro tiempo, cuando Dios quería, libre de las cadenas que tienen en prisión el alma mía. ¡Oh libertad sagrada!, quien te perdió no tema perder nada.
Francisco de Quevedo (Obras Completas de Francisco de Quevedo (Spanish Edition))
Tu sueño realista es difícil de destruir, una encarnación que no quieres dejar, es lo que te pertenece, casi no es un sueño, eres naturalmente la pareja de Romualdo y lo sabes y no quieres dejarme destruir ese sueño para iniciarte en otro. El sueño de Romualdo lo comprendes entero, el que te propongo, no, te queda grande, pero yo lo puedo rebajar a tu medida, te puedo ir encajando poco a poco dentro de él. Estás urgida, no puedes más, salir, salir ahora es lo que quieres, no puedes postergar tu deseo de salir. - Te vas a perder. - No me importa. - No vas a tener dónde dormir ni qué comer. Te encoges de hombros con un gesto que desprecia mi temor de la intemperie que no quiero que desprecies porque necesito que lo hagas tuyo, por lo menos ahora, esta noche: te hablo, me escuchas, te explico que todo lo del Gigante fue una farsa porque el verdadero padre se escondía dentro de Romualdo, que no ere más que otra máscara como la del Gigante que ella vio que destruyeron, ahora hay que destruir la máscara de cartonpiedra de Romualdo para encontrar al otro adentro, al verdadero padre de tu hijo, vive en su palacio de fierro y cristal, lo puedes ver desde tu ventana, uno de esos palacios que despiden haces de luz que tratas de atrapar con tus manos para encaramarte a ellos, no tendrás para qué encaramarte a un haz de luces, Iris, yo destruiré la máscara de Romualdo y te traeré al verdadero padre, espérame aquí, las calles son terribles, hay hombres barbudos que acechan y médicos que hacen sufrir al extirparte órganos con sus bisturís finísimos, y los perros de los doctores persiguen a la gente que anda por la calle de noche y no tiene identificación ni domicilio conocido, la oscuridad de afuera no es como la oscuridad de esta Casa, Iris, esa oscuridad de allá es la de la gente que no tiene ni dónde caerse muerta como dicen y no tienen dónde caerse muerta porque esa oscuridad es el vacío que traga y uno cae gritando y nunca deja de caer gritando y gritando y cayendo y cayendo porque no hay fondo, hasta que la voz se pierde pero uno sigue y sigue cayendo en esa infinidad de calles vertiginosas con nombres que tú no conoces, llenas de caras de gentes que se reirán de ti, que viven en casas donde no te van a dejar entrar y hacen cosas que tú no entiendes, no te acerques más, Iris, no me toques así, no Humberto, no permitas que la Iris siga tocándote porque va a romper tus disfraces, si no huyese tendrás que volver a ser un tú mismo que ya no recuerdas dónde está ni quién es, acercas tus labios gordos a mi boca y tus muslos hurgan entre mis pobres piernas flacas que tiemblan, no le permitas que te transforme en Humberto Peñaloza con su carga de nostalgia intolerable, huye para que tu sexo no despierte con la presión de esas palmas carnosas, que no responda a su lengua que explora tu boca y tu lengua, mantenerte yerto en el rincón donde sus tetas y sus caderas te aprietan, Humberto no existe, el Mudito no existe, existe sólo la séptima vieja. Tu mano no encuentra nada.
José Donoso (El obsceno pájaro de la noche)
A todos nos duelen las cosas. Todos queremos. Somos lo mismo. Y ni el pasado, ni con quién vivas o de dónde seas, nos tienen que importar. Estás creando tu propio futuro, y yo quiero ver a dónde te lleva ese camino hacia adelante” - John Tucker
Elle Kennedy (The Goal (Off-Campus, #4))
Estuviera donde estuviese, siempre era el centro de todas las miradas, -Kvothe frunció el seño-. No me interpretéis mal. No quiero decir que fuera llamativa, ni vanidosa. Si miramos el fuego es porque parpadea, porque resplandece. Lo que hace que un hombre se acerque al fuego no tiene nada que ver con su resplandor. Lo que te atrae del fuego es el calor que sientes cuando te acercas a él. Con Denna pasaba lo mismo.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
—¿En qué piensas? Estás muy callado —me dijo. —En ti. —¿Y qué piensas de mí? —Que eres la mujer más preciosa que yo haya podido ver. Pensaba en las ganas que tengo de ver el mar, pero el mar que quiero ver está ante mis ojos.
Lisa Suñé (Jamás te olvidaré (Generación, #2))
- A veces -dijo-, te quiero tanto que no lo puedo soportar. De vez en cuando, sencillamente no tengo energía suficiente para ello, para albergar un sentimiento tan inmenso. Y no puedo detenerlo ni sofocarlo. A veces, me canso tan solo de saber que te voy a ver.
Rainbow Rowell (Attachments)
Pero si todo va bien en la familia, si Dios la ha bendecido, si el esposo es bueno y se preocupa por la mujer en vez de abandonarla..., ¡qué bien se está con la familia! Incluso si en la casa entra el infortunio. Por lo demás, ¿acaso no entra el infortunio en cualquier parte? Si algún día te casas, quizá lo sepas por experiencia. Por el contrario, en los primeros tiempos de la vida conyugal con el ser amado, ¡cuánta felicidad! ¡Una felicidad constante! Incluso las querellas terminan bien entre esposos en esta primera etapa. Hay mujeres que cuanto más quieren a su marido, más disputas con él provocan. Puedo asegurarlo, porque conocí a una de esta clase. «¡Te quiero tanto, que te hago sufrir, a fin de que te des cuenta!» ¿Sabías esto? Puede suceder que se atormente a una persona por exceso de cariño. Las mujeres obran así con sus maridos. Se dicen: «Te amo y te acaricio tanto, que tengo derecho a atormentarte un poco». Y todos los que viven alrededor del matrimonio comparten su alegría. En el hogar, todo es honesto, apacible y alegre. Hay mujeres celosas. Si él sale (yo conocía a una que procedía así), ella no lo puede soportar. Se levanta a medianoche de la cama y va a ver si está en talo cual sitio, con esta o aquella mujer. Esto no está bien, y ella lo sabe. Sufre, se juzga y se condena. ¡Pero ha de obrar así porque lo ama! Y, después de la riña, la delicia de reconciliarse. Pedirle perdón o, por el contrario, perdonarle. ¡Qué hermoso es esto para los dos! ¡Como si acabasen de conocerse, como si acabasen de casarse y su amor estuviera en su principio!... Nadie, absolutamente nadie debe saber lo que ocurre entre los esposos si se quieren de verdad. Éstos, en sus disputas, sean de la índole que fueren, no deben recurrir al juicio de nadie, ni siquiera de la propia madre, ni contar a nadie lo ocurrido. Ellos mismos han de ser sus propios jueces. El amor es un misterio divino que debe permanecer oculto a los ojos ajenos, pase lo que pase. Esto es lo mejor, lo más conveniente. Así se consolida la estimación entre los esposos, y sobre la estimación se edifican muchas cosas. Si marido y mujer se quieren, si se han casado por amor, no es preciso que este amor muera.
Fyodor Dostoevsky (Obras - Colección de Fiódor Dostoyevski: Biblioteca de Grandes Escritores (Spanish Edition))
¿Crees que quiero decir esto? ¡Jesucristo, Trez, te amo! ¡No quiero que estés con alguna otra mujer, nunca! ¡Quiero que te sientes en una esquina y me llores hasta que mueras! ¡No quiero que veas el sol o la luna o disfrutes otra comida o que tengas un buen sueño! ¡Quiero perseguirte el resto de tu vida, hasta que donde quiera que vayas y a todos con quien hables, todo lo que puedas ver sea mi fantasma, porque entonces sabré que no me has olvidado! ¿Quieres saber lo que es la muerte? Te diré lo que es: la muerte es que los vivos te olviden. ¡Como era tu aroma y como lucías, como se escuchaba tu voz, como te reías! Incluso si hay un más allá. Mi muerte va a ser que tú sigas sin mí hasta que no puedas recordar el color de mis ojos o qué tan largo era mi cabello.
J.R. Ward (The Shadows (Black Dagger Brotherhood, #13))
A veces, la vida te guarda un regalo donde no imaginas. Yo también tengo miedo, pero tú misma me dijiste que era un «hombre valiente». Acertaste: tal vez no sea de los que van al frente por una bandera, pero no me acobarda lo que nos pueda pasar. Ni siquiera quiero pensar en eso. Ahora mismo, sólo me importa volverte a ver.
Carmen Mola (La bestia)
—Tengo que reconocéroslo —dijo—. Nunca pensé que alguien pudiera superar a Jace y a Clary tomando decisiones locas y autodestructivas, pero se lo estáis poniendo difícil. —Yo no he tenido nada que ver con esto —señaló Kieran muy tieso. —Creo que encontrarás que muchas malas decisiones te han traído hasta aquí, amigo mío —replicó Magnus—. Muy bien, hay unas cuantas cosas que puedo hacer para recuperar mi energía. Vosotros, todos vosotros, esperad aquí. Y no hagáis ninguna estupidez. Salió de la biblioteca a grandes zancadas de sus piernas cubiertas de negro, maldiciendo por lo bajo. —Cada vez se parece más a Gandalf —bromeó Emma mientras lo contemplaba marchar—. Quiero decir, una versión joven y sexy de Gandalf, pero sigo esperando que en cualquier momento comience a mesarse una larga barba blanca y a mascullar oscuros conjuros.
Cassandra Clare (Lord of Shadows (The Dark Artifices, #2))
Hunt concentró su mirada en esos ojos dorados. —Tú sabes lo que yo quiero —no pudo evitar que su voz se hiciera más grave de nuevo—. Nunca he dejado de desearlo, de desearte a ti. Pensé que eso era obvio. Ella sentía que su corazón latía sin control. Él podía escucharlo. Miró hacia su busto amplio y alcanzó a ver un ligero brillo. —Tu estrella... —Ni siquiera la menciones —dijo ella con un ademán hacia la cicatriz—. Sigamos hablando sobre cuánto me deseas —le guiñó. Hunt la abrazó por los hombros y la condujo de regreso hacia la calle llena de gente. Le susurró al oído. —¿Por qué no mejor te lo demuestro más tarde? Ella rio y el brillo de su estrella se desvaneció bajo la luz del sol cuando emergieron a las calles ardientes y se volvió a poner los lentes oscuros y la gorra. —Eso es lo que quiero, Hunt. Eso es definitivamente lo que quiero.
Sarah J. Maas (House of Sky and Breath (Crescent City, #2))
te quiero porque es maravilloso ver pasar la vida contigo.
Ikeli O'farrell (Te Quiero En Todos Los Idiomas (Spanish Edition))
Isobel, te quiero a rabiar. Te quiero para toda la eternidad. Te quiero tanto que me asusta. Me temo que no podría vivir sin ti. Podría ver tu cara cada mañana al despertar durante diez mil años y seguiría anhelando la siguiente como si fuera la primera.
Margaret Rogerson (An Enchantment of Ravens)
Isobel, te quiero a rabiar. Te quiero para toda la eternidad. Te quiero tanto que me asusta. Me temo que no podría vivir sin ti. Podría ver tu cara cada mañana al despertar durante diez mil años y seguiría anhelando la siguiente como si fuera la primera.
Margaret Rogerson (An Enchantment of Ravens)
Pequeña historia tendiente a ilustrar lo precario de la estabilidad dentro de la cual creemos existir, o sea que las leyes podrían ceder terreno a las excepciones, azares o improbabilidades, y ahí te quiero ver
Julio Cortázar (Historias de cronopios y de famas (Spanish Edition))
Coge un papel, escribe la letra T y garabatea dos líneas alrededor para representar el campo electromagnético. (Espera un momento, porque te propondré que hagas algo parecido en la meditación que cierra este capítulo.) Cuando hubo terminado, le dije: —La T simboliza una posibilidad; tu determinación de encontrar un trabajo que te guste. Pero ahora tenemos que definir con exactitud el tipo de trabajo que te gustaría desempeñar, así que vamos a hacer una lista de los aspectos que te parecen importantes. Quiero que pienses en lo que significa para ti esa T de nuevo trabajo. Debajo de la T, escribe la palabra intención y haz una lista de las condiciones que le pides al nuevo empleo. Puedes escribir todo lo que quieres, excepto cómo y cuándo sucederá. —Quiero poder trabajar en cualquier parte del mundo —me reveló—, y quiero ganar lo mismo que en mi antiguo empleo, o más. Quiero firmar contratos temporales de seis meses a un año de duración, y quiero que me encante lo que hago. —Bien. ¿Algo más? —le pregunté. —Sí, quiero ser mi propio jefe y contar con un equipo —añadió. —Vale, ahora tu intención está clara —le dije—. Cada vez que pienses en la letra T, ¿podrás asociarla con el significado que acabamos de asignarle, con todas las condiciones que acabas de enumerar? Respondió que sí, que lo haría. Entonces le pedí que imaginara cómo se sentiría cuando sucediera. —Al lado o debajo de las subintenciones que acabas de redactar para determinar el tipo de trabajo que deseas —le sugerí—, quiero que escribas: «Emociones elevadas. La energía de mi futuro». Ahora, especifícalas, una a una. ¿Cuáles son? —Empoderado, enamorado de la vida, libre y agradecido —me dijo, según identificaba las emociones elevadas que iba a emplear para atraer el empleo. Ahora sólo tenía que conseguir que todo se alineara. Echa un vistazo a la figura 3.6 para ver lo que hizo Jace.
Joe Dispenza (Sobrenatural: Gente corriente haciendo cosas extraordinarias (Crecimiento personal))
Señor, hoy quiero agradecerte por tu gracia. Gracia es recibir algo bueno que no merezco. Muchas veces no valoro tu gracia; por favor, perdóname. Abre mis ojos para poder ver tu gracia en mi vida con mayor claridad. Señor, Te pido que quites la venda de mis ojos espirituales para que pueda ver todos los regalos que tan generosamente me has dado.
Shelley Hitz (21 Oraciones de Gratitud: La Superación de la Negatividad por Medio del Poder de la Oración y la Palabra de Dios)
No quiero tener nada que ver si finalmente llegase a oídos de Jake. –¿Por qué? ¿Qué crees que puede pasar? ¿Qué se enfade? Pues vaya novedad... –¿Cómo puedes hablar así? ¡Nos ha salvado de una noche horrible! –Eso nunca lo sabremos. –¿Bromeas? –No dio crédito a lo que su amiga acababa de decir–. ¿Cómo crees que te habría tratado ese tal McGregor? –Zane se encogió de hombros–. ¿Y qué hay de mí? Lora quería poner droga en mi bebida. ¿De verdad querrías que todo eso hubiese pasado?
Rolly Haacht (AMOR Y VIRTUD)
Yo siempre había funcionado de otra forma en las relaciones; tendía, de una manera enfermiza, a intentar mostrarme cómo deseaba ser y no cómo en realidad era, y ni siquiera lo hacía por ellos, sino porque creía que parecer elegante, interesante, culta o llevar tacones entre semana era lo ideal, lo bueno, la mujer que yo aspiraba a ser. Pero todo eso son cuentos que nos autoimponemos. Ideales que nunca deberían dejar de serlo. Yo era ruidosa, soñadora, un desastre en general y una romántica incurable a la que le parecía mucho más sexy ver a un hombre con unas zapatillas de estar por casa de dibujos animados y compartir esa intimidad con él, que ir con tacones al trabajo.
Andrea Longarela (Amor se escribe con H y otras formas de decirte que te quiero)
ropa bonita a su hija. Pero María no se daba por satisfecha. Creía que merecía algo mucho mejor. Cuando María ya era mujercita, no quería tener nada que ver con los jóvenes de su pueblo. No eran bastante buenos para ella. Muchas veces cuando se paseaba con su abuelita por las afueras del pueblo, decía: —Abuelita, cuando yo me case, voy a casarme con el hombre más guapo del mundo. La abuela movía la cabeza. Pero María miraba a través de la ladera y decía: —Va a tener el pelo tan negro y reluciente como el cuervo que veo posado en aquel piñón. Y cuando se mueva, va a mostrar la fuerza y la gracia del caballo que mi abuelito tiene en su corral. —María —decía la anciana suspirando—, ¿por qué piensas siempre en cómo se ve un hombre? Si vas a casarte con un hombre hay que asegurarte de que sea un buen hombre, de que tenga buen corazón. No te fijes tanto en lo guapo que es. Pero María se decía: —Estas viejitas. Tienen las ideas tan anticuadas. No entienden nada. Un día llegó al pueblo un hombre que parecía ser el mero hombre de quien María hablaba. Se llamaba Gregorio. Era un vaquero del llano al este de la sierra. Sabía montar cualquier bestia. Si tenía un caballo que se amansaba mucho, lo regalaba y se iba para capturar un caballo salvaje. Pensaba que no era varonil montar un caballo que no fuera medio bronco. Era tan guapo que todas las muchachas andaban enamorándose de él. Tocaba la guitarra y cantaba con buena voz. María decidió que ése era el hombre con quien se iba a casar. Pero disimulaba sus sentimientos. Si se encontraban en la calle y Gregorio la saludaba, María volteaba la cara. Si venía a su casa para tocar su guitarra y cantar, ella ni siquiera se asomaba a la ventana. Al poco tiempo Gregorio también se decidió. Se dijo: —Esa orgullosa de María. Es con ella que me voy a casar. Yo puedo conquistar su corazón. Todo resultó tal y como María lo había planeado. Los padres de María no querían que se casara con Gregorio. Le dijeron: —Él no puede ser buen marido. Está acostumbrado a la vida bárbara del llano. No te cases con él. Por supuesto María no les hizo caso a sus padres. Se casó con Gregorio. Por algún tiempo todo andaba bien. Tuvieron dos hijos. Pero después de varios años, Gregorio volvió a su antigua manera de ser. Se mantenía fuera de casa por meses a la vez. Cuando regresaba a casa le decía a María: —Yo no vine a verte a ti. Quiero pasar un rato con mis hijos nomás. Jugaba con los hijos por un tiempo, y luego se iba para pasar toda la noche jugando a las cartas con sus amigos y tomando vino. Y empezó a decir
Joe Hayes (The Day It Snowed Tortillas / El día que nevó tortilla)
El día que me venza la misma soledad que a ti, la misma certeza inevitable del engaño, no quiero que el dolor se enrosque en mis vísceras o se oculte en el bajo vientre, ni que pudran de vergüenza los pliegues exhaustos del cerebro. No quiero la rabia ni el silencio que te han herido a ti. Quiero afuera ese dolor, expuesto, narrando sus raíces y meandros a quien lo sepa ver, abierto al otro, leído, compartido en la piel y en los labios sonoros, en la página, en la calle. Que todo eso me desborde porque no será solo mío. Al final, pues, sí que hay algo en mí que vive, escribe y se tatúa contra mi padre. Esa lucha también es amar, aunque destroce.
Nadal Suau (Curar la piel: Ensayo en torno al tatuaje (Spanish Edition))