Tado Quotes

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Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos81. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: «Yo, el Es- tado, soy el pueblo.»
Friedrich Nietzsche (Asi habló Zaratustra)
Las obras de poco sirven sin el fuego interior. No hagas cosas que no deseas hacer para que te den luego palmaditas en la espalda por ha­cerlas. Nada, si se me permite decirlo, produce un resul­tado más odioso.
Agatha Christie (A Daughter's a Daughter)
Pelar una naranja, descortezar el mundo, desvendar el seno de una momia adolescente. Me como una naranja y tengo un día ana­ranjado. En rigor, una naranja me devora por dentro. Necesita de mí para transformarse en otra cosa, para sobrevivir, y cuelga ya, naranja otra vez, al final de los tiempos, del árbol dorado de mi vida. Toda depredación es una redención. Todo canibalismo es una asunción. Voy a comerme otra naranja. La naranja me ha iluminado los interiores como un sol en gajos, y ha quedado ahí la ese rosa y blanca de su cáscara. Qué nalga breve y pugnaz del mundo acaricio en la naranja. Se reparte su sabor, su olor, su química, por todo mi cuerpo, y aprendo más de la vida, del mundo, del tiempo, gracias a la naranja, que en todos los libros de Kant y Platón. Llevo ya dentro un fanal anaranjado, y siglos de experiencia, sabiduría, decantación, licores, azúcares metafísicos y veranos líricos, que estaban empaque­tados en la naranja, que la habían hecho posible. Comer una naran­ja, desvendar el seno dorado y egipcio de una adolescente. Si hay que creer en algo, creo en la naranja.
Francisco Umbral (Mortal y rosa)
 Así, pues, la injusticia se nos muestra con un poder especial de tal índole que a aquello en que se introduce, sea una ciudad o un linaje o un ejército a otro ser cual­quiera, lo deja impotente para conseguir nada en concor­dia consigo mismo a causa de la reyerta y disensión y además lo hace tan enemigo de sí mismo como de su con­trario el justo; ¿no es así?  Bien de cierto.  E igualmente creo que, cuando se asienta en una sola persona, produce todo aquello que por su naturaleza ha de producir: lo deja impotente para obrar, en reyerta y discordia consigo mismo, y lo hace luego tan enemigo de sí mismo como de los justos; ¿no es esto?  ¿Y no son justos, oh, amigo, también los dioses?  Conforme  replicó.  Por lo tanto, ¡oh, Trasímaco!, para los dioses el injus­to será odioso; y el justo, amigo.  Goza sin miedo  dijo  del banquete de lo argumen­tación; yo no he de contradecirte para no indisponerme con éstos.  Ea, pues  dije yo , complétame el resto del banquete contestándome como lo hacías ahora; porque los justos se nos muestran como más discretos, mejores y más do­tados para obrar, y los injustos, como incapaces para toda acción en común, y así, cuando decimos que siendo injustos hacen algo eficazmente en compañía, no deci­mos la verdad. En efecto, si fueran totalmente injustos no se perdonarían unos a otros; evidentemente, hay en ellos cierta justicia que les impide hacerse injuria recíprocamente al mismo tiempo que van a hacerla a los demás, y por esta justicia consiguen lo que consiguen, y se lanzan a sus atropellos corrompidos sólo a medias por la injusti­cia, ya que los totalmente malvados y completamente in­justos son también completamente impotentes para obrar. Así entiendo que es esto y no como tú en primer término sentaste. Y en cuanto a aquello de si los justos vi­ven mejor que los injustos y son más felices que ellos, cosas que nos propusimos examinar después, habrá que probarlo. Tales se nos muestran ya desde ahora, me pare­ce, en virtud de lo que llevamos dicho; no obstante, habrá que examinarlo mejor, porque la discusión no es sobre un asunto cualquiera, sino sobre el modo como se debe vivir.
Plato (La República)
 Ahora pienso que podrás entender mejor lo que últimamente preguntaba al informarme de si era opera­ción propia de cada cosa aquello que realiza ella sola o ella mejor que las demás.  Lo entiendo  dijo , y me parece que ésa es, efec­tivamente, la operación propia de cada una.  Bien  dije ; ¿te parece que hay también una virtud en cada una de las cosas a que se atribuye una operación? Volvamos a los mismos ejemplos: ¿hay una operación propia de los ojos?  La hay.  Y así, ¿hay también una virtud en ellos?  También una virtud.  ¿Y qué? ¿No había también una operación propia de los oídos?  Sí.  ¿Y, por tanto, también una virtud?  También.  ¿Y no ocurrirá lo mismo con todas las otras cosas?  Lo mismo.  Bien está: ¿acaso los ojos podrán realizar bien su operación sin su propia virtud, con vicio en lugar de ella?  ¿Qué quieres decir?  preguntó . Acaso hablas de la ceguera en vez de la visión.  De la virtud de ellos, sea cual sea  dije yo ; porque todavía no pregunto esto, sino si se realizará bien su ope­ración con su propia virtud y mal con el vicio contrario.  Dices bien  respondió.  ¿Y del mismo modo los oídos privados de su virtud realizarán mal su propia operación?  Bien de cierto.  ¿Ponemos, en fin, todas las demás cosas en la misma cuenta?  Eso creo.  Vamos, pues, adelante y atiende a esto otro: ¿hay una operación propia del alma que no puedes realizar sino por ella? Pongo por caso: el dirigir, el gobernar, el delibe­rar y todas las cosas de esta índole, podríamos atribuírse­las a algo que no sea el alma misma o diríamos que son propias de ésta?  De ella sólo.  ¿Y respecto de la vida? ¿No diremos que es operación del alma?  Sin duda  dijo.  ¿No diremos, pues, que existe una virtud propia del alma?  Lo diremos.  ¿Y acaso, oh Trasímaco, el alma realizará bien sus ope­raciones privada de su propia virtud o será ello imposible?  Imposible.  Fuerza será, por tanto, que el alma mala dirija y go­bierne mal y que la buena haga bien todas estas cosas.  Fuerza será.  ¿Y no convinimos en que la justicia era virtud del alma y la injusticia vicio?  En eso convinimos, en efecto.  Por tanto, el alma justa y el hombre justo vivirá bien; y el injusto mal.  Así aparece conforme a lo argumento  dijo.  Y, por otra parte, el que vive bien es feliz y dichoso, y el que vive mal, lo contrario.  ¿Cómo no?  Y así, el justo es dichoso; y el injusto, desgraciado.  Sea  dijo.  Por otro lado, no conviene ser desgraciado, sino di­choso.  ¿Qué duda tiene?  Por tanto, bendito Trasímaco, jamás es la injusticia más provechosa que la justicia.  Banquetéate con todo eso, ¡oh, Sócrates!, en las fies­tas Bendidias di dijo.  Banquete que tú me has preparado, ¡oh, Trasímaco!  observé yo , pues lo aplacaste conmigo y cesaste en lo enfado. Mezquino va a ser, sin embargo, no por lo culpa, sino por la mía; y es que, así como los golosos gustan siempre con arrebato del manjar que en cada momento se les sirve sin haber gozado debidamente del anterior, así me parece que yo, sin averiguar lo que primeramente considerábamos, qué cosa sea lo justo, me desprendí del asunto y me lancé a investigar acerca de ello, si era vicio e ignorancia o discreción y virtud; y presentándose luego un nuevo aserto, que la injusticia es más provechosa que la justicia, no me retraje de pasar a él, dejando el otro, de modo que ahora me acontece no saber nada como resul­tado de la discusión. Porque no sabiendo lo que es lo justo, difícil es que sepa si es virtud o no y si el que la po­see es desgraciado o dichoso.
Plato (La República)
El es‐ tado de ánimo nos sobreviene
Anonymous