Su Sonrisa Quotes

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Mamá, mamá llévame a casa. Estoy medio muerta y lejos de casa. Me encontré un invalido y me cantó una canción, me mostró su sonrisa y me arrancó el corazón.
Lauren Oliver (Delirium (Delirium, #1))
Pensé en Carlos, en que fui a su entierro con las lágrimas guardadas a la fuerza. A él podía recordarlo: exactas su sonrisa y sus manos arrancadas de golpe. Entonces, como era correcto en una viuda, lloré más que mis hijos.
Ángeles Mastretta (Arráncame la vida)
Yo no soy ninguna experta, pero creo que estar enamorado es algo más. Es sentir un cosquilleo en la tripa cuando la ves. Y no poder dejar de mirarla. Echarla de menos incluso teniéndola delante. Desear tocarla a todas horas, hablar de cualquier cosa, de todo y de nada. Sentir que pierdes la noción del tiempo cuando estás a su lado. Fijarte en los detalles. Querer saber cualquier cosa sobre ella, aunque sea una tontería. ¿Sabes Rhys? En realidad, creo que es como estar permanentemente colgado de la luna. Boca abajo. Con una sonrisa inmensa. Sin Miedo.
Alice Kellen (Nosotros en la Luna)
No solo somos lo que hacemos, sino también lo que no hacemos. Somos lo que decimos, casi tanto como lo que callamos. Somos las preguntas que no nos atrevemos a pronunciar, en la misma medida que las respuestas que nunca llegarán y permanecerán eternamente flotando entre remolinos de miedo e incertidumbre. Somos la sutilidad de una mirada, la intimidad de una caricia suave, la curva de una sonrisa bonita. Somos momentos bonitos, instantes agridulces, noches tristes. Somos detalles. Somos reales. Pero, por encima de todo lo demás, somos las decisiones que tomamos. En toda su dimensión. Por cada elección, damos un paso al frente y abandonamos algo en el camino. O damos un paso atrás y abandonamos algo que estaba por llegar. Avanzamos entre alternativas, seleccionando unas, rechazando otras, marcando nuestro destino. Siempre habrá algo que pierdas incluso cuando ganes, pero eso no es lo importante. Lo realmente valioso es ser capaz de tomar esa decisión, hacerlo siendo libre; apostar por un sueño, por uno mismo o por otra persona, sin dudas ni temor, solo con ganas, con pasión.
Alice Kellen (Nosotros en la Luna)
Su sonrisa es como chocolate fundido. Es como un solo de guitarra de puta madre. Es todo lo bueno que hay en este mundo.
Gayle Forman (Where She Went (If I Stay, #2))
Enamorarse a solas es enamorarse del silencio, un silencio con humo y espejos. El amor, si es algo, es dos que se miran. Tú has intentado crear su mirada en tu mágico laboratorio poético. No quejarse si estás quemada y dolorida. En vez de dos ojos salió una sonrisa de desprecio. La que esperabas, sin duda. Pero como era demasiado insoportable revelarte que buscabas la desdicha pura te entregaste falsamente a lo que no buscabas.
Alejandra Pizarnik (Diarios: edición definitiva)
No era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía, pues, aquella insuficiencia, de la vida, aquella instantánea podredumbre de las cosas en que se apoyaba?[...]. Cada sonrisa disimulaba un bostezo de aburrimiento, cada alegría una maldición, cada placer su propio asco, y los mejores besos no dejaban sobre los labios más que un delirio irrealizable de una voluptuosidad más alta.
Gustave Flaubert (Madame Bovary)
Después de que la habitación está terminada, mi madre y Sky bajan las escaleras. Apilo las cajas en el pasillo, y luego vuelvo a cerrar la puerta. Antes de cerrar por completo, miro a su cama. No la veo morir otra vez. Veo su sonrisa.
Colleen Hoover
<<¿Y dónde estaba Dios entonces?>>, pregunto. -Donde está ahora -responde Metatrón-. Donde ha estado siempre. <<¿En el cielo?>> Sus labios resecos se curvan en una sonrisa. -En todas partes. En la vida misma. En el mundo. En todas partes. Dios lo es todo. Dios es su propia creación.
Laura Gallego (Dos velas para el diablo)
Tómame y destrúyeme, corazón resiste, solo una vez más será. Metafóricamente Weigel se volvió mi adicción. Y demonios. Tantas adicciones habiendo en este jodido mundo, sustituí la droga por una persona. Por ella. Por alguien que tarde o temprano se iría, se alejaría, desaparecería de mi vida con murmullos. Creí encontrar la felicidad, y así fue. La encontré, porque a su lado mis sonrisas se pintaban de sinceridad, de honestidad y aclamaban el amor puro que nunca quise sentir, aunque tener los pies sobre la tierra era algo que no me olvidaba de tener en cuenta. Siempre estuvo presente, y así sería. Líneas paralelas. Eso somos Weigel y yo. Tan juntos en una misma dirección y tan separadas que nunca se encuentran, sin embargo, a un punto de vista diferente se pueden visualizar juntas. En un infinito, pero juntas, y sí, aun así, el mismo infinito pueda ser un corto tiempo en segundos, está bien. Honestamente lo estaba. .
Flor M. Salvador (Boulevard)
así fue como apareció, de la nada, mientras Rand rogaba por el regreso de su hija: una sonrisa de asesino.
Gillian Flynn (Gone Girl)
Sabes, no estoy realmente sorprendido. —Su sonrisa era mitad conocedora y mitad amarga—. Nos besamos. Dos veces. Pasaste la noche usándome como tu almohada corporal... y disfrutándolo. Estaba seguro de que enloquecerías al momento que me fuera. Corriste directamente hacia Boris, porque él realmente no te hace sentir nada. Y sentir algo por mí te asusta como el infierno.
Jennifer L. Armentrout (Onyx (Lux, #2))
—¿Qué significa Darcangelo? —Es mi apellido. —Reprimía una sonrisa. —¡No! Me refiero a su origen étnico. —Cogió un cojín y se lo lanzó. Él se defendió del ataque con el antebrazo. —Soy medio italiano. —¿Qué mitad? —Pronunció las palabras sin poder evitarlo. ¿Estaría flirteando con él? Ella nunca flirteaba con hom¬bres. Los labios de él se torcieron en una sonrisa lenta y sexy que le produjo un vuelco en el corazón. —De la cintura para abajo.
Pamela Clare (Hard Evidence (I-Team, #2))
«Yo la conozco desde hace más tiempo», decía mi sonrisa. «Sí, tú has estado entre sus brazos, has probado el sabor de su boca, has sentido su calor, y eso es algo que yo nunca he tenido. Pero hay una parte de ella que es solo para mí. Tú no puedes tocarla, por mucho que te esfuerces. Y cuando te deje, yo seguiré estando aquí, haciéndola reír. Y mi luz brillará en ella. Yo seguiré estando aquí mucho después de que ella haya olvidado tu nombre.»
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Se habia arreglado para la boda, llevando un esmoquin negro a la medida y su mejor sonrisa depravada
Becca Fitzpatrick
Pasó su mano por mi mejilla. Se sentía tan suave como una seda. Su sonrisa todavía iluminaba la noche —Mi deseo fue verte sonreír.
Helena Moran-Hayes (Café y Martinis (Spanish Edition))
Pero ¿qué había sido de aquella llama que en Moscú animaba su rostro haciendo brillar sus ojos y prestando luminosidad a su sonrisa?
Leo Tolstoy (Ana Karenina (Spanish Edition))
A veces me enfurezco. Le digo lo que siento, repito «mierda» infinitas veces. Su sonrisa me devuelve los insultos
Alejandra Pizarnik (Diarios: edición definitiva)
Al recordar su sonrisa, no sé por qué, me duele el corazón.
Banana Yoshimoto (Asleep)
¿Entristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que se puso en los cabellos para ir al altar? ¡Jamás, jamás! ¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegría que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario… ¡Dios mío! ¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida?
Fyodor Dostoevsky
En un súbito impulso se abrazaron, se abrazaron, se abrazaron. Metiendo cada uno en su pecho el del otro hasta besarse con los corazones. Se sintieron latir, se soltaron y, sin más palabras, el viejo subió al coche. Las dos miradas se abrazaron aún, a través del cristal, mientras Renato arrancaba.
José Luis Sampedro (La sonrisa etrusca)
Yo conocí desde el primer instante en que la vi a usted que sería mi mejor ángel, que tendría algo que agradecerle: lo leí en sus ojos y en su sonrisa. Se habla de simpatías naturales, he oído hablar de los genios benéficos y creo que hay algo de verdad en las fábulas. ¡Mi Genio Protector, buenas noches!
Charlotte Brontë (Jane Eyre)
Entonces sonrió. Fue una sonrisa tímida y fugaz, todavía entre el rastro salado de las lágrimas, pero durante una milésima de segundo estuvo ahí, iluminando su rostro, tensando sus labios, dibujada para mí.
Alice Kellen (Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1))
Continué viéndola y aún la recuerdo así: soberbia y mendicante, inclinada hacia el brazo que sostenía la valija, no paciente, sino desprovista de la comprensión de la paciencia, con los ojos bajos, generando con su sonrisa el apetito suficiente para seguir viviendo, para contar a cualquiera, con un parpadeo, con un movimiento de la cabeza, que esta desgracia no importaba, que las desgracias sólo servían para marcar fechas, para separar y hacer inteligibles los principios y los finales de las numerosas vidas que atravesamos y existimos
Juan Carlos Onetti (Los adioses)
el rostro de Siddharta brillaba con la misma clase de sonrisa. Su herida florecía, su sufrimiento se iluminaba, su yo había entrado en la unidad.
Hermann Hesse (Siddhartha)
-¿Qué sucede? Erick se quedó frente a mí, dedicándome una pequeña sonrisa al acercar su rostro al mío. -Me encanta cuando te pones mandona-dijo con diversión, después me besó.
Adri G.M. (La conexión (Los dominios del Ónix Negro, #2))
En sus sueños su pálida novia iba hacia él desde una verde bóveda de ramas. Sus pezones como de marga y sus costillas pintadas de blanco. Llevaba un vestido de gasa y sus cabellos oscuros estaban recogidos con peinetas de marfil, peinetas de concha. Su sonrisa, su mirada baja. Por la mañana volvía a nevar. Cuentas de hielo gris en ristra sobre los cables de electricidad.
Cormac McCarthy (The Road)
—Tatiana... Tatiana... Ta... tiana... —Calla, por favor. —No lo olvides. Dondequiera que estés, si puedes mirar al cielo y ver la constelación de Verseo, si ves su sonrisa y oyes cómo el viento estelar susurra tu nombre, sabrás que te estoy llamando para que vuelvas a Lazarevo. —No tendrás que llamarme, soldado —dice Tatiana, apoyando la cara en el brazo deAlexander—. Nunca me iré de aquí.
Paullina Simons (Tatiana and Alexander (The Bronze Horseman, #2))
Me gustaba Augustus Water. Realmente, realmente, realmente me gustaba. Me gustó la forma en que su historia terminó con otra persona. Me gustaba su voz. Me gustó que tomara tiros libres existencialmente tensos. Me gustaba que él era un profesor titular en el Departamento de Sonrisas Ligeramente Torcidas con una cita doble en el Departamento de tener una Voz que Hacia que Mi Piel Se Sintiera Más Como Piel. Y me gustaba que tuviera dos nombres. Siempre me ha gustado la gente con dos nombres, porque tomas la decisión de cómo llamarles: Gus o Augustus? Yo, era siempre Hazle, univalente Hazle.
John Green (The Fault in Our Stars)
Mi madre me llevó al campo de girasoles para anunciarme que se estaba muriendo. "Tengo cáncer, Aleksy, un cáncer maligno y rabioso", me dijo, y el día empezó a coagularse en ese mismo segundo. Su sonrisa de tallos rotos. El verde escurrido de sus ojos. Su blanco de nimbo herido.
Tatiana Țîbuleac (El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes)
Lo único que te preocupa es que contraten a un instructor masculino y esté más bueno que tú. Jace enarcó las cejas. -¿Más bueno que yo? -Podría pasar -dijo Clary-. En teoría, ya sabes. -En teoría, el planeta podría partirse ahora mismo por la mitad, dejándome a mí de un lado y a ti del otro, separados trágicamente y para siempre, pero eso tampoco me preocupa. Hay cosas -dijo Jace. con su típica sonrisa torcida- que son demasiado improbables como para andar comiéndome la cabeza por ellas. [pp.80]
Cassandra Clare (City of Fallen Angels (The Mortal Instruments, #4))
Era un rayo de sol que dejaba un rastro de sonrisas a su paso donde quiera que fuera.
Kelly Oram (A Is for Abstinence (V Is for Virgin #2))
una magia indiscutible en saber qué nos deparará el futuro. Se aprecia en la particular sonrisa que ilumina el rostro de quienes descubren su porvenir.
Fernando Trujillo Sanz (La Biblia de los Caídos. Tomo 0 (La Biblia de los Caídos, #1))
El colocó un dedo sobre mis labios. -Tomé decisiones terribles. Puedo ser un imbécil y hacerlo a propósito. Tiendo a intimidar a la gente para que haga lo que quiero. Y dejé que todo lo que ha pasado con Dawson amplifique aquellos…uh, rasgos de mi personalidad. Pero —quitó su dedo, y su mueca se extendió en una sonrisa. —Pero tú…me haces querer ser diferente. Eso es por lo que no maté a Blake. Es por eso, por lo que no te quiero tomando esas decisiones o tenerte cerca si yo debo tomarlas. Abrumada por lo que había admitido, no supe que decir. Pero él bajó su cabeza y me besó, y había aprendido que a veces cuando alguien dice algo tan devastadoramente perfecto, no hay necesidad de una respuesta. Las palabras lo decían todo.
Jennifer L. Armentrout (Opal (Lux, #3))
La luz del pasillo iluminaba débilmente mi rostro que se reflejaba de modo fantasmal en el cristal de la ventanilla y me hacía recordar el que tuve en la infancia, el que naufragó para siempre en la despedida, como si aquel niño se hallara agazapado en algún lugar de mi interior esperando un descuido mío para emerger de nuevo en las aguas fangosas del pasado con su sonrisa feliz y sus ojos brillantes.
Elia Barceló (El secreto del orfebre)
—Y ahora, mi querida Kelsey, es hora de hacer la cena —anunció, con una enigmática sonrisa en su rostro—. Yo supervisaré que todo salga bien; ¡venga, andando!, ya basta de vaguear. —¡Serás…! —¿Qué soy, Kelsey? —preguntó, con un deje amenazador en la voz. —Eres sencillamente… adorable —masculló ella. —Gracias. James se dirigió hacia la escalera, y Kelsey se levantó dispuesta a seguirle. No tenía otra opción. —Capullo. Eres un capullo, eso quería decir —añadió en un susurro que el inglés no llegó a oír.
Silvia Hervás
La mayoría de las vidas no se distinguen por grandes ganancias. Son importantes para un número infinito de pequeñas cosas. Cada vez que usted es amable con los demás, o pone una sonrisa en alguien, dar sentido a su vida. ¿No dudar de su valor, querida. El mundo sería un lugar más triste sin él Daisy Bowman
Lisa Kleypas (Devil in Winter (Wallflowers, #3))
deseo, esa «fuerza Misteriosa que hay detrás de cada cosa». ¡Cómo le gustaban esas palabras de Alfred de Musset! El deseo que hace que toda la superficie de la piel se alumbre y desee la superficie de otra piel de la que no se sabe nada. Antes de conocerse ya son íntimos. Ya no se puede vivir sin la mirada del otro, sin su sonrisa, sin su mano, sin sus labios. Se pierde el rumbo. Se vuelve uno loco. Se le seguiría al fin del mundo, mientras la razón dice: Pero ¿qué sabes tú de él? Nada, nada, ayer mismo no sabíamos ni su nombre. ¡Qué hermoso ardid inventado por la biología para el ser humano, que se creía tan fuerte! ¡Qué triunfo el de la piel sobre el cerebro! El deseo se infiltra en las neuronas y las embota. Nos encadenamos, nos privamos de libertad. En la cama, en todo caso… El último eslabón de vida primitiva
Katherine Pancol (Les yeux jaunes des crocodiles (Joséphine, #1))
Su mirada es segura y decidida, lleva las ideas envueltas en un mar de cabello negro, y como su nombre indica, es la responsable de las arrugas de mis comisuras. Esa luz, esos gestos de complicidad, esa sonrisa.
Chris Pueyo (El chico de las estrellas)
Su risa era triste y taciturna, como si no fuera el resultado de un sentimiento actual, sino como si la tuviera guardada en la gaveta y no la sacara sino en los momentos indispensables, pero usándola sin ninguna propiedad, como si el uso poco frecuente de la sonrisa le hubiera hecho olvidar la manera normal de utilizarla.
Gabriel García Márquez (La hojarasca)
¿No ha observado usted que la profesión de déspota es más fácil que la de médico o la de abogado? Primer año: ciclo de promesas, sonrisas y cortesías para los electores; segundo año: liquidación de viejas amistades para evitar que con su presencia recuerden el pasado, y creación de un Supremo Consejo de Lambiscones; tercer año: curso completo de egolatría y megalomanía; cuarto y último año: preponderancia de la opinión personal y arbitrariedades a toda orquesta.
José Rubén Romero (La vida inútil de Pito Pérez)
ーEscribí algo para ti, ーla corrigió con una sonrisa y comenzó a tocar. Ella escuchó emocionada; comenzó lento, sencillo, su control sobre el arco producía un sonido armónico. La melodía la lleno tan fresca y dulce como el agua, tan esperanzadora y adorable como un amanecer. Miró a sus dedos fascinada por el movimiento tan exquisito que hacia que las notas salieran del violín. El sonido se volvió mas profundo conforme el arco se movía mas rápido, el antebrazo de Jem se desplazaba hacia adelante y atrás, su delgado cuerpo parecía difuminarse con el movimiento de su hombro. Sus dedos se deslizaban cuidadosamente arriba y abajo, el tono de la música profundizó, como nubes de tormenta reuniéndose en un horizonte brillante, un río que se convertía en torrente. Las notas se estrellaban a sus pies aumentando el sonido, el cuerpo entero de Jem parecía moverse en sintonía con los sonidos que emanaban del instrumento, a pesar de que ella sabia que sus pies se encontraban firmes en el suelo. Su corazón encontró la paz con la música, los ojos de Jem estaban cerrados, las comisuras de sus labios mostraban un gesto de dolor. Una parte de ella quería correr a sus pies, rodearlo con sus brazos; la otra otra parte no quería que se detuviera la música, el hermoso sonido de él. Era como si él hubiera tomado su arco utilizándolo como un pincel para pintar, creando un lienzo en el cual su alma se muestra claramente. Cuando las ultimas notas se alzaron más y más alto, llegando a tocar el paraíso, Tessa estuvo consciente de que su rostro estaba húmedo, pero no fue hasta que la ultima nota dejo de sonar y él bajo el violín cuando se dio que estaba llorando.
Cassandra Clare (The Infernal Devices: Clockwork Princess (The Infernal Devices: Manga, #3))
—¿”Rubí”? —repetí yo. —Sí —dijo mamá—. Cada uno de los doce viajeros del tiempo está relacionado con una piedra preciosa. Y tú eres rubí. —¿De dónde has sacado eso? —«Ópalo y Ámbar forman el primer par, Ágata canta en si, del loba el avatar, dueto —¡Solutio!— con Aguamarina. Siguen poderosas la Esmeralda y la Citrina, los gemelos Cornalina en Escorpión, y Jade, el número ocho, digestión. En mi mayor: negra Turmalina, Zafiro en fa se ilumina. Y casi al mismo tiempo el Diamante, once y siete, del León rampante. ¡Projectio llega! Fluye el tiempo, y Rubí constituye el final y el comienzo». —Mamá me miró con una sonrisa más bien triste—. Aún me lo sé de memoria. Por alguna razón, durante su recitado, se me había puesto la carne de gallina. Sus palabras no me habían parecido tanto una poesía como un conjuro, algo que las brujas malvadas murmuraban en las películas mientras dan vueltas con una cuchara a una olla llena de vapores verdosos. —¿Qué se supone que significa?
Kerstin Gier (Ruby Red (Precious Stone Trilogy, #1))
Mientras recogía las bolsas de la compra, un familiar Lexus berlina color coñac se detuvo a su lado. La ventanilla del conductor bajó apareció el rostro del Duque del Infierno en persona, sonrisa burlona incluida. _ Pareces una vagabunda. Sugar Beth supuso que lo decía por las bolsas, no por sus tejanos o su cazadora de motera. _ Gracias, que tengas un buen día tú también. Él la contempló a través de unas gafas sin montura. _ ¿Quieres que te lleve? _ ¿Dejas subir plebeyos a tu carruaje? _ Hoy me siento benevolente. _ Es mi día de suerte.
Susan Elizabeth Phillips (Ain't She Sweet?)
«Aguja era Robb, Bran, Rickon, su madre y su padre, hasta Sansa. Aguja era los muros grises de Invernalia y las risas de sus habitantes. Aguja era las nieves del verano, los cuentos de la Vieja Tata, el árbol corazón con sus hojas rojas y su rostro aterrador, el cálido olor a tierra de los jardines de cristal, el sonido del viento del norte contra los postigos de su habitación. Aguja era la sonrisa de Jon Nieve»
George R.R. Martin (A Feast for Crows (A Song of Ice and Fire, #4))
Cuando nuestros ojos se encuentran, una sonrisa se dibuja en su boca, casi como si no pudiera evitarlo, y entonces, yo también estoy sonriendo; luego, la suya se amplía y parece que estamos atrapados en un círculo infinito de sonreírnos mutuamente como tontos. Y no me importa en lo más mínimo.
Mackenzi Lee (La guía del caballero para el vicio y la virtud (Hermanos Montague #1))
—Sí, él se limitó a darte un beso, pero ese no fue el primero. Tu primer beso lo obtuve hace mucho tiempo —explicó, con una media sonrisa que hizo que su rostro se viese hermoso. ¿De qué diablos estaba hablando? Nunca me había besado. Fruncí el ceño, pensando, tratando de recordar. —¿Recuerdas la vez que me hice daño cuándo me caí de ese árbol en mi jardín delantero? Tenía trece años y mi maldita pierna dolía tanto, y me preguntaste qué podías hacer para que el dolor desapareciese. —Cerró los ojos y negó con la cabeza al recuerdo, con una pequeña sonrisa en las comisuras de sus labios.
Kirsty Moseley
Willem escuchando a Jude contar una historia, piensa, y ante él aparece el cuadro: la cara de Willem, su sonrisa, pero no está mirándolo a él, mira para otro lado. ¿Y si el Willem del cuadro estuviera buscándolo?, piensa. De pronto siente la urgencia de colocarse a la derecha del cuadro, de sentarse en una silla en lo que sería la línea de visión de Willem, de no dejarlo nunca solo. Allí está Willem, eterno prisionero de una conversación de un solo interlocutor. Y allí está él, vivo y también prisionero. Piensa en Willem solo en el cuadro, esperando noche tras noche en el museo vacío a que él le cuente una historia.
Hanya Yanagihara (A Little Life)
La felicidad es caprichosa, salta de una persona en persona como un grillo alternativo; curiosamente puede permanecer en alguien unas milésimas de segundo o quedarse a vivir para siempre, como le pasó a ella. Aquel grillo debió de construir su casa de palo en algún lugar de su alma, pues de allí no se ha ido jamás.
Chris Pueyo (El chico de las estrellas)
Puso su mano debajo de mi barbilla y me levantó la cara para que le mirara, estaba sonriendo con su bonita sonrisa. —Puedo esperar tanto tiempo como desees. Realmente estoy loco por ti, no se trata de sexo —dijo con ternura, haciendo que mi corazón comenzase a correr. ¿Hablaba en serio o se trataba de un truco así me rendía antes? —¿Y si te digo que no creo en lel sexo antes del matrimonio? —le pregunté, poniéndolo a prueba. Sus ojos brillaron con diversión, pero mantuvo su rostro serio. —Entonces te diría que nos casáramos tan pronto como fueras mayor de edad. Dieciocho años es la edad legal, ¿verdad? —respondió, guiñándome un ojo.
Kirsty Moseley
—¿Qué me has traído? —me preguntó, emocionada. Sonreí. —¿Y tú? ¿Qué me has traído? —bromeé. Auri sonrió y alargó la mano. Vi brillar algo en su palma a la luz de la luna. —Una llave —contestó con orgullo, y me la puso en la mano. La cogí y noté su agradable peso. —Es muy bonita —dije—. ¿Qué abre? —La luna —respondió ella, muy seria. —Ah, podría serme muy útil —dije examinándola. —Eso mismo pensé yo. Así, si hay una puerta en la luna, podrás abrirla. —Se sentó en el tejado con las piernas cruzadas y me miró con una amplia sonrisa en los labios—. Aunque yo no fomentaría esa clase de comportamiento insensato. [...] —Te he traído un poco de pan. [...]. Y una botella de agua. —Eso también es muy bonito —dijo ella con gentileza. [...]—. ¿Qué hay en el agua? [...]. —Flores —respondí—. Y el trozo de luna que no está en el cielo esta noche. Lo he metido también. [...] —Yo ya mencioné la luna —dijo con un deje de reproche. —Entonces, solo flores. Y el brillo del cuerpo de una libélula. Yo quería un trozo de luna, pero solo conseguí el brillo azul de una libélula. Auri inclinó la botella y dio un sorbo de agua. —Es maravillosa.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Los amores platónicos son así, se quedan contigo para siempre. Pasan los años y, mientras olvidas besos y caricias de rostros borrosos, puedes seguir recordando una sonrisa de ese chico que fue tan especial para ti. A veces pensaba que lo sentía de esa manera por eso, por ser platónico, por no llegar nunca a suceder, como una pregunta que permanece flotando en el aire: «¿Cómo serían sus besos?». Años atrás, antes de quedarme dormida solía imaginármelos. En mi cabeza, los besos de Axel eran cálidos, envolventes, intensos. Como él. Como cada uno de sus gestos, su forma sigilosa de moverse, la mirada inquieta y llena de palabras no dichas, el rostro sereno de líneas marcadas… ¿Por qué era tan difícil olvidar un amor que ni siquiera llegó a ser real, a existir? Quizá porque para mi corazón… simplemente fue" - Leah
Alice Kellen (Todo lo que nunca fuimos (Deja que ocurra, #1))
–Eres la chica de mis sueños. La cabeza de Ruby giró hacia él, la sonrisa despreocupada se evaporó. –Con o sin superpoderes –añadió Oscar mirándola a los ojos. Un rubor floreció en las mejillas de Ruby. Lágrimas frescas comenzaron a acumularse en sus ojos hasta que, sin ninguna advertencia, tomó a Oscar de su uniforme y lo besó.
Marissa Meyer (Supernova (Renegades, #3))
Honor miró por la ventana... y vio la sobrecogedora imagen de un ángel con alas de color azul plateado aterrizando en la zona verde del césped. -Es... -Se quedó sin aliento. Había visto fotos, incluso imágenes de televisión, que mostraban a aquel ángel de alas azules, pero ninguna de ellas le hacía justicia. Nada podría hacérsela. Resultaba mucho más impactante de cerca. No le quitó la vista de encima mientras se reunían con él junto al coche. Tenía los ojos del color del oro veneciano, el cabello negro con matices azules, y un rostro de una belleza tan pura que resultaba casi demasiado hermoso. Casi. Era, sencillamente, la criatura más hermosa que había visto en su vida. -Soy Illium -dijo el ángel mirándola a los ojos. Honor estuvo a punto de esbozar una sonrisa al ver la curiosidad pintada en sus iris dorados. -Yo soy Honor.
Nalini Singh (Archangel's Blade (Guild Hunter, #4))
-No voy a dejar que hagas esto –dije. -No me vas a detener.-Su voz era baja, ahora. Indescriptiblemente sexy. Mis ojos revolotearon cerrándose. –Como el infierno que no lo haré –le susurre-.Podría matarte. - Entonces moriría feliz. - No es gracioso. - No estoy bromeando. Abrí los ojos y me centre en los suyos. –Sería más feliz sin ti –le mentí tan convincentemente como pude. -Es una lastima. –La boca de Noah se curvó en la media sonrisa que yo amaba y odiaba tanto, a pocos centímetros de mi ombligo. Mi cabeza estaba nublada. –Se supone que debes decir. “Todo lo que quiero es tu felicidad. Voy a hacer lo que sea, incluso si eso significa estar sin ti.” - Lo siento –dijo Noah-. No soy tan buena persona. –Sus manos subieron por el costado de los vaqueros, a mi cintura. Las yemas de sus dedos razonaron la piel justo debajo de la tela de mi camisa. Traté de calmar mi pulso y fallé. - Me quieres –dijo Noah simplemente, en definitiva-. No me mientas. Lo puedo escuchar. - Irrelevante –suspiré.
Michelle Hodkin (The Unbecoming of Mara Dyer (Mara Dyer, #1))
—Y de ese modo el león se enamoró de la oveja… —susurré. Sus ojos se quedaron muy abiertos y accesibles durante un segundo, y acto seguido se sonrojó y volvió a bajar la mirada. Calmó su respiración por un instante, y regresó la sonrisa pícara. —¡Qué oveja tan estúpida! —se rio ella para continuar con la broma. —¡Qué león tan morboso y masoquista! —repliqué.
Stephenie Meyer (Sol de medianoche (Crepúsculo #5))
Esboza una sonrisa. Angela sonríe a su vez, más tranquila. El viento aúlla. Ambos escuchan y sus sonrisas se desvanecen. Escuchamos débilmente el sonido de las batientes olas.
Stephen King (Storm of the Century)
—¡Deja de jugar con la comida! —le dijo por signos mi madre. —Son nubes —respondió Dot. —Las nubes no son rojas —dijo por signos Soph. —Es el amanecer —replicó por signos Dot, desafiante—. Porque en mi plato está amaneciendo. Y a la salchicha le parece precioso. —Le esculpió una sonrisa a la salchicha con el cuchillo. —Vaya desastre —le dijo por signos mi madre. —Pero un desastre bonito —sonrió Dot. Le dio la vuelta a su plato para enseñárselo a nuestra madre. La salchicha estaba tumbada de espaldas, sonriéndoles a las nubes de kétchup.
Annabel Pitcher (Ketchup Clouds)
¿Cómo respetar a las personas si no las aceptamos como son? Si les impones cosas y después las respetas, lo que respetas son tus propias imposiciones. No respetas a las personas como son, no respetas su desnudez, ni su espontaneidad, no respetas sus sonrisas y sus lágrimas de verdad. Solo respetas el fingimiento, las pretensiones. Lo que respetas es la actuación.
Osho (El libro del ego)
Recordó el destello en los ojos de Arthur. Lo ardiente que tenía la piel. Recordó la sonrisa de Arthur, su manera de reír, su forma de existir en aquella isla como si esta le brindara todo cuanto pudiera desear. Lo atraía con fuerza, y pensó en lo frío, húmedo y gris que le parecía el mundo hasta que había llegado ahí. Se sentía como si viera en color por primera vez.
T.J. Klune (The House in the Cerulean Sea (The House in the Cerulean Sea, #1))
Si algo le había enseñado la vida sobre hombres y mujeres, era que las relaciones entre ellos no podrían considerarse un juego porque se podía salir malparado. Había visto a suficientes mujeres con el cuerpo y el corazón destrozados -incluida su propia madre- caer rendidas ante unas pocas y hechizantes sonrisas o caricias. Y se había prometido a si misma que eso jamás le ocurriría.
Sarah MacLean (Ten Ways to Be Adored When Landing a Lord (Love By Numbers, #2))
El objetivo de su vida, desde su adolescencia, es el placer con las mujeres, que da y recibe, no con indulgente ligereza sino con el orgulloso poder de un gallo de buen plumaje en un corral de gallinas. De esta satisfecha plenitud derivan todos los cardes secundarios de su vida: amistad con los hombres, humor rudo y directo, amor a la buena mesa y a la buena bebida, al juego, a su coche, a su radio, a todo cuanto posee y lleva por ello la impronta orgulloso del sembrador. Valora las mujeres al primer vistazo, las clasifica sexualmente y les dedica la sonrisa justa.
Tennessee Williams (A Streetcar Named Desire)
—¿Por qué? —Porque el amor no te hace dudar de ti misma. No te obliga a ser alguien que no eres. No es solo sentir mariposas, sino que esos nervios den paso a la calma. Es querer lo mejor para la otra persona. Desear verla triunfando y logrando sus objetivos. Siendo libre. Es escucharla hablar durante horas sin cansarte. Preocuparte por sus intereses. Disfrutar de pasar tiempo a solas, sin hacer nada, en silencio. Es que incluso las cosas más simples adquieran sentido, como una sonrisa. O como una estrella con una inscripción. O como tumbarse a ver el cielo de noche. Es saber que estás completa por ti misma, que no necesitas a nadie y que, aun así, quieres estar a su lado. El amor es pensar en la otra persona cada vez que te ocurre algo bueno. Querer contárselo. Es ser consciente de los riesgos y, aun así, entregarse con los ojos cerrados. Y es que haya canciones que, da igual cuándo las escuche, siempre me recordarán a ti. —El corazón me late a toda velocidad. Vuelvo a clavar mis ojos en los suyos—. Liam, no tengo ni idea de lo que es el amor. Creo que nunca antes lo había sentido. Lo único que tengo claro es que, cada vez que pienso en él, eres tú quien se me viene a la cabeza.
Inma Rubiales (Hasta que nos quedemos sin estrellas)
Furia la sorprendió tomándola entre sus brazos y pegándola a su cuerpo. Le suplicó al oído: —Rafaela, no quiero que mañana se arripienta de ser mi mujer. Deténgame aura si mañana sentirá asco de mí. La sonrisa suave de Rafaela lo desarmó. No recordaba haberla visto tan tranquila ni dueña de sí. Lo que ella expresó a continuación, le arrancó lágrimas, a él ,que desde la muerte de sus padres no había vuelto a derramarlas. —Lo amo, señor Furia, así como es usted, mal hablado, pendenciero, con argollas en la oreja, con un genio que hace honor a su apellido y hasta con olor a caballo. Lo amo como nunca amé a nadie porque nunca conocí a nadie con su nobleza, su pasión por el trabajo y su respeto por el prójimo. Lo admiro por su coraje, señor Furia, y por su orgullo sin vanidad. Lo amo porque usted es de las pocas personas que le mostró cariño a Mimita. Pero sobre todo lo amo porque a su lado no tengo miedo. —¡Rafaela! —exclamó, enloquecido, y la abrazó con fiereza, sacudiéndola como si se tratase de una muñeca rellena de estopa en su codicia por conquistar con la boca y las manos cada centímetro de su cuerpo. Ella siguió hablándole, con el aliento entrecortado, con la cabeza echada hacia atrás y el cuello expuesto a los besos, los mordiscos y a la intemperancia del gaucho. —No lo conozco. Poco sé de su vida y de su índole. Sin embargo, confío, confío ciegamente en usted, señor Furia.
Florencia Bonelli (Me llaman Artemio Furia)
Peter no era como los demás chicos, pero por fin sentía miedo. Le recorrió un estremecimiento, como un temblor que pasara por el mar, pero en el mar un temblor sucede a otro hasta que hay cientos de ellos y Peter sintió solamente ése. Al momento siguiente estaba de nuevo erguido sobre la roca, con esa sonrisa en la cara y un redoble de tambores en su interior. Éste le decía: «morir será una aventura impresionante.»
J.M. Barrie
Si alguien me hubiera dicho hace un par de semanas que iba a estar en México con Alex y que él iba a estar caminando a través de la playa con una sonrisa en su cara, habiéndonos reservado una habitación, me habría caído muerta de la emoción. Habría necesitado desfribiladores para traerme de vuelta. Pero aquí estaba él, caminando a través de la arena hacía mí, y era mío. Y no había caído muerta. Al contrario, me sentía muy, muy viva.
Sarah Alderson (Losing Lila (Lila, #2))
Cierro mis ojos con fuerza y trago sus palabras, enviándolas directamente a mi corazón. Lleva sus labios a mi cabello y me besa por primera vez, o veinteava o millonésima vez, pero ¿quién lleva la cuenta? Lo abrazo con más fuerza y exhalo. —Gracias. —Levanto mi cabeza y descanso mi barbilla sobre su pecho, mirándolo mientras me regresa la sonrisa —. Y no es por lo que acabas de decir que te doy las gracias, Holder. Necesito darte las gracias por todo. Gracias por darme el coraje de hacer siempre las preguntas, incluso cuando no quiero las respuestas. Gracias por amarme como lo haces. Gracias por enseñarme que no siempre tenemos que ser fuertes para estar allí unos a otros, que está bien ser débil, mientras estamos allí. Y gracias por encontrarme finalmente después de todos estos años. —Muevo mis dedos en su pecho hasta llegar a su brazo. Recorriendo cada letra de su tatuaje, entonces me inclino hacia adelante y presiono mis labios sobre los suyos y lo beso—. Pero sobre todo, gracias por perderme hace tantos años... porque mi vida no sería lo mismo si nunca te hubieras marchado.
Colleen Hoover (Hopeless (Hopeless, #1))
Se conocieron en un chat. Conversaciones, risas, complicidad, la protección que te brinda la pantalla y que da pie a decir ciertas cosas que no nos atreveríamos a soltar cara a cara, el resto del día pensando en encontrarse otra vez por el chat, la complicidad reciente, algunas fotos y finalmente una cita. Ya en la cita, los nervios de antes, el saludo extraño, la sonrisa algo forzada, el tic de él que ella observa con disgusto, los incómodos silencios que él salva con su ingenio, el físico de ella que no es como las fotos anunciaban, la conversación tirante que se va aflojando poco a poco, algunos temas comunes que los van haciendo sentir cómodos, el que supera todo el resto, ella cada vez más guapa, él cada vez más tierno, la tarde que termina en noche, el vino que también ayuda, la noche cada vez más larga y el deseo que toma el volante y un beso y muchos más y ¿en tu casa o en la mía? y la noche que sigue girando hacia ellos y el sudor y la cama desarmada y la misma pregunta en la cabeza de ambos, ¿me estoy enamorando?, y la misma respuesta en la cabeza de los dos dando título a este poema.
Marwán Abu-Tahoun Recio (Todos mis futuros son contigo)
Esa sonrisa que Lily contenía, florece en un instante. Bajo el techo desnudo del Gran Comedor, su expresión se ilumina y cuando se muerde el labio inferior, James avanza, inclina la cabeza, contiene el aliento y prueba un beso suave. Se rozan despacio, los labios juntos y nada más. Los rizos de Lily le hacen cosquillas en la cara y por un momento piensa que está volando y que es el viento el que le hace sentirse así, flotando a varios pies del suelo.
Irati (Marauder Crack (2021))
Tiré de Avery hasta detenerse, cuando ella comenzo a regresar al grupo. Ante su mirada inquisitiva, hice un gesto sugerente hacia la cabina de fotos, ahora vacante. Avery se volvió con una sombra de rojo más adorable todavía. —Realmente creo que debemos de volver. —Está bien —suspire tan dramáticamente, que Avery rió—. Pero si yo ganó, entonces tienes que estar de acuerdo para ser mi novia. Avery tomó la mano que le ofrecia y dio una sonrisa como reconocimiento. —Y si ganó entonces tengo que serlo.
Kelly Oram
...por sonrisas como aquella cualquier mujer, con o sin poderes magicos, era capaz de convertir su piel en el mapa de un tesoro a descubrir. Y tembien de trasponer cualquier barrera: la del ridiculo, la de los buenos modales, la del deber, la del miedo.
María Inés Linares (Hechicera de relojes)
Y mañana, cuando tu primavera se derrumbe como la arquitectura de una flor, cuando te huyan todas las miradas y se te nieguen todas las sonrisas; cuando las noches alegres te vuelvan sus espaldas, y a puntapiés la música te arroje de su loco reinado; entonces volverás al suburbio, y será en una tarde con olor de aguas muertas, y el eco de tus pasos en la calle despertará recuerdos y exaltará fantasmas. Y cuando al fin descienda la lluvia de tus ojos una voz de muchacha cantará en algún patio: Cascabel, cascabelito, ríe, ríe y no llores
Leopoldo Marechal
Cerró los ojos. Y le vinieron imágenes de Chauncey escondido debajo de su cama aquella primera mañana, de Talia sentada en el suelo de la tienda de discos con sus herramientas, de Theodore cogiendo los botones como si fueran el mejor regalo del mundo, de Phee recogiendo a un Sal tembloroso de entre un montón de ropa, de Lucy llorando después de romper sus discos, de Zoe dándole la bienvenida a su hogar. Y, por supuesto, de la sonrisa de Arthur. Aquella sonrisa tranquila, hermosa, que le producía el mismo efecto que ver el mar por primera vez.
T.J. Klune (The House in the Cerulean Sea (The House in the Cerulean Sea, #1))
Una mes y medio sin sus sonrisas, sin escuchar su voz calmada, sin sentir el roce de su barba contra mi mejilla. Ya nadie canta en la ducha ni hace café de buena mañana dejando que el aroma flote por toda la casa. No hay libros aquí y allá, espaciados por todas partes. Tampoco noto cada noche el colchón hundirse a mi lado por culpa del peso de su cuerpo. Ya no he vuelto a jugar a «Imagina que». Y cada vez que me levanto y miro a mi alrededor tengo la sensación de que un ladrón ha entrado en mi casa y se ha llevado el corazón de este apartamento
Alice Kellen (Las alas de Sophie)
Me gustaba Augustus Waters. Me gustaba mucho, mucho, mucho. Me gustaba que hubiera terminado su historia nombrando a otra persona. Me gustaba su voz. Me gustaba que hubiera lanzado tiros libres angustiados. Me gustaba que fuera profesor titular en el Departamento de Sonrisas Ligeramente Torcidas y que compaginara ese puesto con el de profesor del Departamento de Voces Que Hacen Que Mi Piel Se Sienta Piel. Y me gustaba que tuviera dos nombres. Siempre me han gustado las personas con dos nombres, porque tienes que decidir cómo las llamas. ¿Augustus o Gus? Yo siempre había sido Hazel y solo Hazel.
John Green (The Fault in Our Stars)
Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son a la vez más borrosas y penetrantes que las del hombre sociable, y sus pensamientos, más graves, extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones, le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietantemente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito.
Thomas Mann (La muerte en Venecia / Mario y el mago)
El rostro del enano era tan feo y estaba tan inmóvil como siempre; no reflejaba nada de sus pensamientos. Precisamente estaba pensando en su perrito ahogado, Fino, y en el papagayo a quien habían retorcido el cuello, y se le ocurrió que él, como todos los seres, así animales como hombres, estaba permanentemente cerca de la mina, que en este mundo nada podemos prever ni saber como no sea la segura muerte. Pensaba en su padre, en la patria, y en toda su vida, y entonces una sonrisa burlona se extendió por su rostro, porque consideraba que casi siempre y en todas partes los sabios están al servicio de los necios y que la vida de casi todos los hombres bien puede compararse a una mala comedia.
Hermann Hesse (The Fairy Tales of Hermann Hesse)
Aura vestida de verde, con esa bata de tafeta por donde asoman, al avanzar hacia ti la mujer, los muslos color de luna: la mujer, repetirás al tenerla cerca, la mujer, no la muchacha de ayer: la muchacha de ayer - cuando toques sus dedos, su talle - no podía tener mas de veinte anos; la mujer de hoy - y acaricies su pelo negro, suelto, su mejilla pálida - parece de cuarenta: algo se ha endurecido, entre ayer y hoy, alrededor de los ojos verdes; el rojo de los labios se ha oscurecida fuera de su forma antigua, como si quisiera fijarse en una mueca alegre, en una sonrisa turbia: como si alternara, a semejanza de esa plata del patio, el sabor de la miel y el de la amargura. No tienes tiempo de pensar mas: (47)
Carlos Fuentes (Aura)
Gonzalo, cuando se sentaba allí y veía jugar a su hermana, siempre recordaba a su madre, contándole que ella en su tierra tenía un patio igual, con esos mismos azulejos, y miraba a su marido y lo besaba con la sonrisa. La cocina siempre estaba encendida, calentando el hogar, tenía una alacena enorme donde se guardaban las vasijas repletas de comida y un balcón por donde se podía ver la iglesia. Grandes dormitorios con cortinas blancas y colchas tejidas entre las risas y los llantos de muchas mujeres, cada cabecero de hierro o de madera finamente labrada podía contar una historia; habían nacido y muerto muchos Guzmán en aquellas camas, entre aquellos muros se vivía en paz con todo lo necesario para pasar los largos inviernos. Aquel
Reyes Galaz (Cántaras vacías (Spanish Edition))
¿Cómo habian podido? Aquel era el universo que creara su padre. Allí estaban los pasos del Benny, la sonrisa de La Única, las danzas del maestro Lecuona, las guitarras de los Matamoros, las zarzuelas de Roig… Cuarenta años de la mejor musica de su isla se desvanecían frente a una violencia incomprensible. Rozó con sus dedos las tablas claveteadas y sospechó que jamás podría recuperar los tesoros de aquel local que su hijita y su nieta llenaran de gorjeos. Le habian robado su vida. Amalia miró a su padre, que tenía una palidez nueva en el rostro. - Papá. Pero él no la oyó; su corazón le dolía como si un puño se lo apretara. Cerró los ojos para no ver más aquel destrozo. Cerró los ojos para no ver más aquel país. Cerró los ojos para no ver más. Cerró los ojos.
Daína Chaviano (The Island of Eternal Love)
―Incluso tus pies son sexys -murmuró ella. ―¿Esa es tu parte preferida de mí? - preguntó él en voz baja tan cerca de su oído que la piel se le puso de gallina en el cuello. ―Deberías saber cuál es mi parte preferida de ti. ―¿La llamas La Bestia? Ella sonrió. Se imaginó que eso era lo que él pensaba. ―No, pero La Bestia está en el Top Diez. ―El Top Diez, ¿eh? -Brian le besó el borde la oreja. Un escalofrió le recorrió la columna. ―¿Son mis labios? Ella sacudió la cabeza. ―No, pero también están en el Top Diez. Con la lengua le rozó el punto pulsante bajo su oreja. ―¿La lengua? ―No. Mi Top Diez parece muy lleno. Él se echó a reír y la abrazó. ―Es obvio que son mis manos. -Brian las sostuvo frente a ella y flexionó los dedos. ―Equivocado de nuevo. Sin embargo es una buena suposición. ―De acuerdo, me rindo -dijo él. Myrna se dio vuelta para mirarlo. ―Es tu cerebro. Él cubrió la sorpresa con una sonrisa. ―Bueno, tengo que admitir que esa era la última parte que pensé que dirías. ―Controla todas tus otras partes. Es el responsable de tu increíble talento, tanto para la guitarra como en la cama.‖ Brian sonrió. Ella nunca descubriría porque necesitaba que lo completara cuando tenía groupies gritando por su piedad. ―Te hace decir cosas que me hacen reír y pensar. Te da esa dulce y romántica racha que trato de resistir. Tu personalidad, tu talento, tu corazón y tu alma. Lo que te hace ser tú. Todo eso está en tu asombrosa mente. No me malinterpretes. El cuerpo que tienes también es fabuloso. ―Creo que me estoy sonrojando.
Olivia Cunning (Backstage Pass (Sinners on Tour, #1))
Mi teoría es que se puede dividir en tres grandes grupos a las personas que escriben novelas y nos cuentan algo. Unos escriben siempre sobre sí mismos… y algunos de ellos se cuentan entre los grandes de la literatura. Otros tienen un talento envidiable para inventar historias. Van en el tren, miran por la ventanilla y, de pronto, tienen una idea. Y luego están aquellos que, por así decirlo, son los impresionistas de los escritores. Su talento consiste en encontrar historias. Van por el mundo con los ojos bien abiertos y captan situaciones, ambientes y pequeñas escenas como si cogieran cerezas de los árboles. Un gesto, una sonrisa, el modo en que alguien se pasa la mano por el pelo o se ata los cordones de los zapatos. Instantáneas tras las que se esconden historias. Imágenes que se convierten en historias.
Nicolas Barreau (La sonrisa de las mujeres)
Mueve la cabeza de arriba abajo y frunce el ceño. - Ese es Matt Fuller. Es un sénior y nuestro Asesor promesa. -Me mira con los ojos entrecerrados y trata de leer mi mente. - ¿En serio? - Sonrío demasido grande, porque ahora él sabe totalmente que estaba mintiendo acerca de la parte linda. - ¿Cuándo? Estoy muy segura de que me acordaría de él. -Miro a Phillip con curiosidad. - No lo recuerdo exactamente, pero creo que me vio cuando llevé en mis hombros a través del campus.- Phillip niega con la cabeza hacia mí-. Realmente no sé por qué dejo que te salgas con la tuya, con las cosas que haces. - Porque soy irresistible, Phillip. - Sonrió y me encojo de hombros-. Tú no puedes ayudarte a ti mismo. Además, no fuiste por todo el campus, soló fueron unos cincuenta metros antes de que fingieras un ataque al corazón y te apoyarás en mi peso colapsando sobre mí en la hierba. -Oh, sí. Lo recuerdo. Creo que has ganado algo de peso. - Golpeo su hombro. Lo ignora y continúa -Ahora que lo pienso, creo que es cuando Matt te vió. Me da una gran sonrisa. Justo ahora lo recordaba. -Tu probablemente no te diste cuenta, porque estabas muy ocupada rodando en el césped conmigo. - Estoy bastante segura de que estaba tratando de quitarte de encima de mí. - Bueno, Matt no lo vio de esa manera puesto que me preguntó si tú eras mi novia. -Oh Dios. ¿Qué historia inventaste está vez, Phillip? Él sonríe. - Oh solo le dije que a pesar de que estas locamente enamorada de mí, no quiero estar atado, por lo que soló somos amigos. Por supuesto, lo que tendría que haber dicho es por favor solo llévatela, ella son muchos problemas de los que no valen la pena.
Jillian Dodd (That Boy (That Boy, #1))
Sin quitarme los ojos de encima, acercó aún más su pupitre. - ¿Sabes una cosa? - ¿Qué? - Que he entrado en tu blog. Ay, Dios. ¿Cómo lo había encontrado? Un momento; la pregunta que debía hacerme era la siguiente: ¿por qué lo había encontrado? Mi blog no podía buscarse a través de Google...Estaba flipando en colores. - Ya estás acosándome otra vez, ¿no? ¿Tengo que llamar a la poli para que te ponga una orden de alejamiento? - Ni en sueños, gatita - Sonrió - Ah, espera, que ya salgo en ellos, ¿verdad? Puse los ojos en blanco. - Más bien apareces en mis pesadillas, Daemon. (pág.154) - ¿Me estás preguntando si me atraen las humanas? - dijo. El pelo le caía hacia delante en ondas. Unas gotitas de agua le recorrían los mechones y acababan salpicándome la mejilla - ¿O si eres tú la que me atrae? Con las manos apoyadas en la roca, fue acercándose a mí lentamente. Muy pronto nos separaban sólo unos milímetros...Sentía su respiración como si fuera la mía, y cuando movió las caderas abrí los ojos y ahogué un grito. Vaya que si funcionaba la cosa...Me despejó la duda de un plumazo. (pág. 240) - Sí que es importante el helado - dije. - Es mi vida entera.- Dee tiró el monedero a Daemon, pero erró el objetivo - ¡Y tú me lo has quitado! (pág. 258 NUNCA TE METAS ENTRE DEE Y SU COMIDA, Y MENOS SI SE TRATA DE HELADO) - ¿Lo estás pasando bien con...Ash? - ¿Y tú con tu amiguito el pulpo? Me mordí el larbio. - Qué simpático eres, como siempre. ... - Estás...muy guapa, por cierto. Demasiado guapa para estar con ese idiota. Me sonrojé y bajé la vista. - ¿Te has tomado algo? - Pues no, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas, si puede saberse? - Porque nunca me dices nada agradable. - Touché. (pág. 303) - Recuérdame...que no te haga enfadar nunca más ¡La leche! ¿Eres agente secreto en tus ratos libres? ... Me recorrió la espalda con sus brazos y hundió una mano en los rizos que se me habían soltado del moño. - No me has hecho caso - susurró contra mi hombro. - Nunca te hago caso. (pág. 327) Daemon murmuró algo en un idioma desconocido. Era una lengua dulce y bonita. Mágica. De otro planeta. Podría haberlo despertado, pero no lo hice sin saber demasiado bien por qué. La emoción que sentía por el contacto con su piel era más fuerte que todo lo demás. Daemon tenía una mano en el borde de mi camiseta, y los dedos encima del pedazo de piel que había entre el borde de la camiseta y la cinturilla de los pantalones de pijama. La mano empezaba a abrirse paso por debajo de la camiseta, a través de mi estómago, en la parte en que este empieza a descender. El pulso se me desbocó. Me rozó las costillas con la punta de los dedos. Su cuerpo se movió y sentí su rodilla contra mí. (pág. 338) O.O o_O OMG - Gatita - Ni aunque fueras el último ser con aspecto humano sobre la faz de la Tierra ¿Ahora lo entiendes? ¿Capiche? ... - Ademñas, no me atraes nada - Mentira podrida - Pero vamos, nada de nada. Eres... De repente Daemon estaba delante de mí, a apenas un centímetro de mi rostro. - ¿Qué soy? - Ignorante -¿Y qué más? - Prepotente, controlador...-...- Y un...cretino. - Venga ya, gatita, seguro que puedes hacerlo mejor - ... - Todavía no me creo que no te sientas atraída por mí. (pág. 360) - Seguro que hasta sueñas conmigo - Bajó la vista hacia mis labios y sentí que se despegaban - Seguro que escribes mi nombre en tus libretas, una y otra vez, rodeado por un corazoncito. Me reí. - En tus sueños, Daemon. Eres la última persona a la que... Daemon me besó (pág.361) Una sonrisa pícara se le asomó a los labios. - ¿Te das cuenta de que me encantan los retos? Me reí entre dientes y me volví hacia la puerta mientras le dedicaba un gesto grosero con el dedo corazón. - Y a mí, Daemon; y a mí. (pág. 414)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
Todo el que lo ve recibe la impresión de un hombre sin sangre ardiente, roja, pulsante. Y, efectivamente, también en lo psíquico pertenece a la raza de los flemáticos, de los temperamentos fríos. No conoce pasiones recias, avasalladoras; no es arrastrado hacia las mujeres, ni hacia el juego; no bebe vino, no le tienta el despilfarro, no mueve sus músculos, no vive más que en su estudio, entre documentos y papeles. Nunca se enfada visiblemente, nunca vibra un nervio de su cara. Sólo una leve sonrisa, cortés, mordaz, se contraen esos labios afilados, anémicos; nunca se observa bajo esta máscara gris, terrosa, aparentemente desmadejada, una verdadera tensión; nunca delatan los ojos, bajo los párpados pesados y orillados, su intención, ni revela sus pensamientos con un gesto. Esta sangre fría, imperturbable, constituye la verdadera fuerza de Fouché.
Stefan Zweig (Fouché)
Alfa puede referirse a lo primero de algo— dijo Kai, —O el principio de todo. Se puede atribuir a una persona particularmente poderosa o carismática, o puede significar ser el líder dominante en una manada de animales, sobre todo, por supuesto en los lobos—. Su expresión seria se convirtió brevemente en una sonrisa burlona. —Tiene significados en química, física, e incluso en la astronomía, donde se la describe como la estrella más brillante de una constelación. Pero parece claro que Zeev y Scarlet han creado su propia definición de la palabra, y su relación ha dado a esta palabra un nuevo significado para todos nosotros. Ser un Alfa significa que le harás frente a todas las adversidades para estar con tu pareja. Significa aceptarse entre sí, tanto con las virtudes como con los defectos. Esto significa forjar su propio camino a la felicidad y al amor.
Marissa Meyer (Winter (The Lunar Chronicles, #4))
¿Qué ocurre, qué se forja, qué cristaliza en esos minutos? El viejo ni lo sabe ni lo piensa, pero lo vive en sus entrañas. Oye las dos respiraciones, la vieja y la nueva: confluyen como ríos, se entrelazan como serpientes enamoradas, susurran como en la brisa dos hojas hermanas. Así lo sintió días atrás, pero ahora un ritual instintivo lo hace sagrado. Acaricia sus amuletos entre el vello de su pecho y recuerda, para explicarse su emoción, el olmo seco de la ermita: debe su único verdor a la hiedra que le abraza, pero ella a su vez sólo gracias al viejo tronco logra crecer hacia el sol. La madera y el verdor, la raíz y la sangre, el viejo y el niño avanzan compañeros, como sobre un camino,por ese tiempo que les está uniendo. Ambos hombro con hombro, en extremos opuestos de la vida, mientras la luna se mueve acariciándoles, entre el remoto girar de las estrellas.
José Luis Sampedro (La sonrisa etrusca)
De ahí su teoría del retrovisor… Y es que había observado muchas veces el cuerpo humano y decía que nos faltaba insertarnos un retrovisor para ver qué había detrás nuestro. Consideraba que no tenía sentido que siempre miráramos adelante sin saber las oportunidades que hay detrás… Ella opinaba que lo que nos precede tiene la clave de lo que nos acontecerá… Decía que le parecía increíble que todos fuéramos por la calle con ese cuerpo humano sin retrovisor....
Albert Espinosa (Brújulas que buscan sonrisas perdidas)
Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. Estaré en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. Desafección y mierda violenta que aprendió a expresarse en nuestros días mediante fórmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entregué a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrío, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. Libérame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquí. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, húmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos días despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabía qué hacer salvo esto: que debía golpearme y castigarme ya que tú no venías. Con tu sonrisa de paraíso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonríen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona súbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiración fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrío y hay una niña azul en el jardín de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caída, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruación, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jóvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. Después no me veo más. Después hablo en no sé cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosímiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. Sonrío a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rítmicos, que deshacían la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacíamos el amor debajo de las grandes palabras que perdían su sentido, porque no había más que nuestros cuerpos rítmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el día y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso quería decir: que no estás y tengo miedo.»)
Alejandra Pizarnik (Diarios: edición definitiva)
- Minino de Cheshire -empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba-. Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? - Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato. - No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia. - Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato. - ... siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación. - ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente! A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta: - ¿Qué clase de gente vive por aquí? - En esta dirección -dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha- vive un Sombrerero. Y en esta dirección -e hizo un gesto con la otra pata- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos. - Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca -protestó Alicia. -Oh, eso no lo puedes evitar -repuso el Gato-. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca. - ¿Cómo sabes que yo estoy loca? -preguntó Alicia. - Tienes que estarlo afirmó el Gato-, o no habrías venido aquí. Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas: - ¿Y cómo sabes que tú estás loco? - Para empezar -repuso el Gato-, los perros no están locos. ¿De acuerdo? - Supongo que sí -concedió Alicia. - Muy bien. Pues en tal caso -siguió su razonamiento el Gato-, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco. - A eso yo le llamo ronronear, no gruñir -dijo Alicia. - Llámalo como quieras -dijo el Gato-. ¿Vas a jugar hoy al croquet con la Reina?
Lewis Carroll (Alicia en el Pais de las Maravillas)
La voz de Kayen sonó como un látigo a sus oídos, pero asintió con la cabeza, aceptando su destino. —Muy bien. Caminó atravesando la habitación, con Kayen yendo detrás de ella, escoltándola hasta la puerta. —Rura. Se detuvo al oír la voz del que había sido su marido hasta aquel momento, y giró el rostro para mirarlo a los ojos otra vez. Fuera lo que fuese lo que iba a decirle, lo encararía sin demostrar ni un solo sentimiento en su cara. —¿Por qué lo hiciste? —le preguntó el gobernador. Ella lo miró a los ojos durante unos instantes, valorando si debía decirle la verdad o no. —¿El qué? ¿Intentar matarte, o golpear a tu esclava? —preguntó finalmente. —Las dos cosas. —¿De veras te importa? —le preguntó con evidente desprecio en la voz. —Sí. Si no fuese así, no te hubiera preguntado. —Muy bien. —Asintió con la cabeza, la ladeó un poco, y esbozó una sonrisa fría como la nieve—. Porque tu corazón debería haber sido mío, pero se lo entregaste a ella en el mismo momento en que la viste. —Tú nunca quisiste mi corazón. —En eso te equivocas, Kayen. Lo quería… para destrozarlo.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
Me apresure hacia adelante hasta que otro baño de chicas apareció. Abrí la puerta, planeando dejar a Noah afuera mientras me recomponía. Pero me siguió dentro. Dos chicas menores estaban paradas en el espejo aplicándose brillo labial. - Salgan-Noah les dijo, su voz con aburrimiento. Como si fueran las que no pertenecieran al baño de chicas. Pero no esperaron a que se lo dijeran dos veces. Salieron tan rápido que me habría reído si no estuviera tan impactada. Noah dirigió su mirada a mi, y algo centello detrás de sus ojos - ¿Cuál es tu problema?- pregunto en una voz baja. Lo mire. Se había ido la indiferencia casual. Pero no estaba enojado. O incluso molesto. Más bien…curioso. Su expresión callada era ruinosa. - No tengo un problema- dije confiadamente. Avance, mis ojos estrechándose hacia él-. Estoy libre de problemas. Su cuerpo largo, acentuado por la línea de su camisa no metida y pantalones de corte bajo parecían tan fuera de lugar contra los feos azulejos amarillos. Mi respiración se aceleró. – No soy tu tipo – fui capaz de decir. Entonces Noah dio un paso hacia mí, y una anormal sonrisa burlándose en la esquina de su boca. Demonios. – No tengo un tipo. - Eso es aun peor-dije, y juro que trate de sonar malvada cuando lo dije-. Eres tan sin criterio como dicen. Pero lo quería cerca. - He sido difamado.- Su voz era apenas más que un susurro. Dio otro paso, tan cerca que sentí la caliente aura de su pecho. Miro abajo hacia mí, todo sincero y abierto y con ese caótico cabello en sus ojos como que quería y no quería decir algo. - Lo dudo- fue lo mejor que pude hacer. Su rostro estaba a centímetros del mio. Iba a besarlo, e iba a arrepentirme. Pero en ese momento, no me importaba.
Michelle Hodkin (The Unbecoming of Mara Dyer (Mara Dyer, #1))
Poema sobre los niños que nacieron en cárceles. "Encontrar Camino a Casa" Yo nací en cárcel COF, Y estaba feliz con mis mamás y mis hermanos, Nos jugamos entre las rejas y paredes, De vez en cuando salía el sol Y me besaba la cara. Nosotros jugamos con guardias que estaban ahí Para protegernos. Siempre llegaban personas, de otros planetas parecen, Nos traían comida, juguetes y libros Nos veían con caras tristes, no sé porque. Yo quería venir con ellos, A ver de dónde llegaron. El día más negro era Cuando a mí me separaron De mis hermanos y madres. A mí me mandaron solo Al mundo cruel e indiferente Que ni sabía que existe. Ahí me metieron preso En algo que llaman "orfanato" Me dieron comida y ropa, y hasta que me enseñaron Pero no vale nada ni su ropa, ni su comida; Si cerca no están mis madres, Mi casa que yo conocía, Llena de gritos felices, jugando con mis hermanitos Esto es mi sueño más grande - encontrar el camino a casa. Les prometo que me porto bien, Perdonan el crimen de mi madre, Solo les pido que ahora Me permiten ver a su cara Feliz y llena de sonrisas Así como yo recordaba Cuando nos separaron, Me dijo que no me asustara. Así yo quería vivir - junto con mis hermanitos Durmiendo en piso de mí casa, Jugando en los escondites, Y viendo sonrisa de madre... Porque a mí me abandonaron? Buscando un poco del sol, Estoy viendo al cielo en las noches Y clamo al Dios Poderoso - que encuentro camino a casa!
Anastasia Bitkova
- Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté. - Es mejor que llarmarle <> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo. Aquello ya era suficiente. - ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <> te pega más. - Conque <>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto. Levanté el dedo corazón. (pág.20) Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula. - ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala. - Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima! A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya. (pág. 39) - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita. Pestañeé. <> - ¿Qué has dicho? - Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir? - Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas. Los labios le temblaron un instante. - Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas. (pág.46) - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico. - ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada. (pág.51) - Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección? - ¿Siempre abres la puerta medio desnudo? - Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos? Las mejillas me ardían. (pág.53) - Hasta mañana a medio día, gatita. - Te odio - resoplé. - El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini. Era insufrible. (Pág. 62) - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud? Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar. - Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi. - ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no? - ¿A qué parte te refieres? - preguntó- - ¡A todas! - Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes? (pág.90) - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más. - Seguro que parezco un gato remojado. - Estás bien. La lluvia te favorece. Fruncí el ceño. - Ya me estás mintiendo otra vez. Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida. - No te miento; te lo dijo en serio. (pág.101) - Bueno...Ya llegó el innombrable. A Dee le dio un ataque de risa que hizo que toda la cafetería nos mirara. - ¡Me parto! Me hundí en la butaca. Desde la mañana en que Dee y él me habían preparado el desayuno, me había evitado y a mí me daba igual. ... Seguramente Daemon era físicamente el hombre más perfecto que jamás había visto - su cara haría las delicias de cualquier retratista -, pero a la vez tenía bastantes papeletas para ser el cretino más grande sobre la faz de la Tierra. (pág.145)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
Mi padre era un hombre decente. O, por lo menos, eso que llamaríamos un hombre decente: alguien que, en las pequeñas circunstancias de la vida, prefiere no complicarse con las molestias de la indecencia. Uno que, por ejemplo, si al salir de la panadería desecubre que se lleva, además de las facturas, pebetes y miñones, un cuarto kilo de cuernitos sin pagar, vuelve al local, compone una sonrisa tímida, turbada - que le sale perfecta- e intenta un chiste malo para decirle a la dueña que ha vuelto porque es un hombre decente: -¡Vengo a denunciar un robo! Le dirá, por ejemplo, y que él es el delincuente que acaba de llevarse el cuarto de cuernitos sin previo abono de su precio estipulado. O sea: mi padre era un hombre cómodo, que nunca quiso tomarse el trabajo de ver qué haía un poco más allá de la decencia, de la conveniencia, de los buenos modales y las reglas morales. La decencia, en general, es cuestión de falta de imaginación o de pereza, y mi padre tenía, por lo que sé, bastante de las dos. Aunque, por supuesto, no sé qué habría pasado si alguna vez la tentación de la indecencia lo hubiera asaltado en serio, armada de una buena recompensa. Es fácil ser decente cuando te cuesta un cuarto de cuernitos; de allí en más se hace más y más difícil, hasta que llega al punto en que cada cual encuentra su temperatura de fundido. Si no hay metal que resista el calor pertinente, ¿por qué habría hombres o mujeres? Es - si existen tales cosas - una de esas verdades innegables; sabiéndolo, ¿no es preferible ahorrarse el fuego de decenas, cientos de grados celsius, y fundirse cin tanto despilfarro?
Martín Caparrós
A VECES LA MAÑANA AYUDA Hace tiempo que ando escribiendo una crónica que llevaría el título "No siempre la mañana ayuda". Y hasta tenía el comienzo apuntado en un papel por ahí, a toda prisa, sobre la mesa del despacho. Empieza así: "Al salir de la casa y tropezar con el rostro del sol(antiguamente lo representábamos así, con una amplia sonrisa y los ojos alegres, con una cabellera de rayos resplandecientes), deberíamos caer de rodillas, ofrecer cualquier cosa al culto pagano de la luz y sentir después el mundo conquistado. Pero todos tenemos otra cosa que hacer". Y saldría uno por ahí fuera a ahuyentar la melancolía, a justificar el título, en definitiva. Algo me ha impedido continuar. Y sé que hoy no voy a concluir una prosa que me enfrentaría al lector. Y es que, sin esperarlo, se despertó en mi memoria un caso acontecido entre dos hombres, un caso que viene a demostrar que, a veces, la mañana ayuda, sí señor. Vamos, pues, con la historia. Imagine el lector un vagón de tren. Lleno. El día no es ni feo ni bonito: tiene algo de sol, unas nubes que lo cubren, y hay una brisa cortante allá afuera. Los viajeros van callados, hacen todos unos gestos involuntarios al albur del traqueteo. Unos leen periódicos, otros se ausentan hacia un país silencioso y sólo habitado por pensamientos ocultos e indefinidos. Hay una gran indiferencia en la atmósfera, y el sol, al descubrirse, ilumina un escenario de rostros apagados. Entonces, el hombre más(pero muy lejos deser un adolescente), que está sentado junto a la ventanilla, empieza a tararear en sordina una vaga canción. Quizá no tenga motivos especiales de contento, pero, en aquella hora, la necesidad de cantar es irresistible. Todo cuanto acude a su memoria sirve. Y va tan absorto en su pura y gratuita alegría que ni siquiera repara en que el vecino de asiento se muestra ofendido y esboza esos movimientos elocuentes que sustituyen a las palabras cuando no hay valor para pronunciarlas. Frente al hombre que canta, hay un viejo. Éste desde que salió anda rumiando problemas que lo atormentan. Es muy viejo, y está enfermo. Ha dormido mal. Sabe que va a tener un día difícil. Y detrás de él una voz deshilacha canciones, badabádabá, notas de música, de un modo impreciso pero obstinadamente vivo y afirmativo. El sol sique jugando al escondite. Y el mar, que súbitamente aparece se puebla de islas de sombra entre grandes lagos de plata fundida. A lo lejos, la ciudad se diluye en humo y niebla seca. Silenciosa, a aquella distancia, tiene un aire de fatalidad y resignación, como un cuerpo que ha renunciado a vivir y se extingue lentamente. Es grande el peligro de que la melancolía triunfe definitivamente. Pero el hombre insiste. Ya no es posible identificar al que canta. Ahora sale de su boca un flujo de armonía, un lenguaje que ha desistido de la articulación coherente para penetrarse mejor de la sustancia de la música. Esto acabrá sin duda con un grito irreprimible de alegría, con indignación y escandalo de los viajeros. Ocurrió, sin embargo, que la ciudad llegó de repente. Se abrieron las puertas, la gente se precipitó, empujándose, olvidándose unos de otros. El hombre se levanta, murmurando aún algo. Sigue a lo largo del andén, va a lo suyo, con su música. Y, de pronto, alguien lo coge del brazo. El viejo está a su lado, se juraría que tiene los ojos húmedos, y dice: "Gracias. Yo venía preocupado y triste. Cuando lo oí cantar sentí una gran paz, y durante todo el camino vine pidiéndole a Dios que siguiera usted cantando. Muchas gracias". El hombre de las canciones sonrió, primero con embarazo, luego como si fuera el amo del mundo. Se separaron. Y fue cada uno a su trabajo, con la música que era de los dos.
José Saramago (Las maletas del viajero)
Cuando Hewan regresó a buscarla, Bahana se había ido y ella ya se había vestido con el lindo modelito que le había dejado. El saco le llegaba hasta las rodillas. Tenía dos agujeros por los que había metido los brazos, y estaba cortado por la mitad, como un chaleco. Se lo había atado a la cintura con una cuerda para evitar que se abriera. La miró desde la entrada de los baños, repasándola descaradamente de arriba a abajo, con una sonrisa irónica serpenteando en sus labios. —¿Te gusta tu ropa nueva? —le preguntó, burlándose. Rura alzó la cabeza, mirándolo directamente a los ojos, y un destello de ira cruzó sus hermosos ojos. —Seguiré siendo una princesa sin importar la ropa que me obligues a vestir —dijo con orgullo. —Lo que quieres decir —replicó—, es que seguirás siendo una mujer malcriada y caprichosa, y que nada de lo que haga cambiará eso. Rura casi se echó a reír. La idea que Hewan tenía de ella estaba tan equivocada… Toda su actitud no era más que una fachada con la que se obligó a vestirse para conseguir la aceptación de su padre, el maldito príncipe Nikui; pero estaba tan arraigada que ahora era incapaz de deshacerse de ella. Una máscara tras la que esconderse, y una armadura con la que protegerse. No era así de niña. Recordaba reír a menudo, excepto cuando su padre estaba cerca; disfrutaba de las cosas pequeñas de la vida, y no necesitaba mucho para sentirse feliz: un vestido desechado, un plato de sopa caliente, una manta con que abrigarse, y una muñeca rota a la que abrazarse. Pero su padre lo cambió todo, obligándola a ser cruel, a odiar en lugar de amar, a despreciarse a sí misma pensando que no era suficientemente buena, hasta que lo único que quedó fue la amargura y el resentimiento. —Jamás me ha importado lo que los demás pensaran de mí. —Mentira, a pesar de todo el esfuerzo que había puesto en hacer que se convirtiera en verdad—. ¿De veras crees que me interesa lo que tú pienses? Hewan se acercó a ella, remoloneando, caminando a su alrededor. —Tsk. Es una pena que un envoltorio tan hermoso no guarde nada dentro. —Mejor estar vacía que tener a un monstruo escondido tras unos ojos bonitos.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
 Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
 Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo,
me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto,
no solamente mi cuerpo, sino mi alma. 
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. 
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar. 
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombre. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento,” “perdóname”, “por favor,” “gracias” y todas las palabras de amor que conoces. Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.
Gabriel García Márquez
Lesbos Madre de los juegos latinos y los deleites griegos, Lesbos, donde los besos, lánguidos o gozosos, cálidos como soles, frescos como las sandías, son el adorno de noches y días gloriosos; madre de los juegos latinos y los deleites griegos. Lesbos, donde los besos son como cascadas que se arrojan sin miedo en las simas sin fondo, y fluyen, entrecortados de sollozos y risas, tormentosos y secretos, hormigueantes y profundos; ¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, donde nunca un suspiro dejó de hallar un eco, las estrellas te admiran tanto como a Pafos, ¡y Venus con razón puede envidiar a Safo! Lesbos, donde las Frinés se atraen entre sí, Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, que hacen que en sus espejos, ¡infecundo deleite! las niñas de ojos hundidos, enamoradas de sus cuerpos, acaricien los frutos ya maduros de su nubilidad; Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero; obtienes tu perdón del exceso de besos, reina del dulce imperio, tierra noble y amable, y de refinamientos siempre sin agotar, deja al viejo Platón fruncir su ceño austero. Obtienes tu perdón del eterno martirio, infligido sin tregua a los corazones ambiciosos, que atrae lejos de nosotros la radiante sonrisa, ¡vagamente entrevista al borde de otros cielos! ¡Obtienes tu perdón del eterno martirio! ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos?, y a condenar tu frente pálida por penosas labores, si sus balanzas de oro no han pesado el diluvio, de lágrimas que en el mar vertieron tus arroyos? ¿Qué Dios se atreverá a ser tu juez, oh Lesbos? ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Vírgenes de corazón sublime, honra del Archipiélago, vuestra religión es augusta como cualquiera, ¡y el amor se reirá del Infierno y del Cielo! ¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y lo injusto? Pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos, para cantar el secreto de sus floridas vírgenes, y desde la infancia que inicié en el negro misterio, de las risas sin freno mezcladas con los llantos sombríos; pues Lesbos me ha elegido en la tierra entre todos y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, igual que un centinela de mirada segura y penetrante, que vigila noche y día, brick, tartana o fragata, cuyas formas a lo lejos se agitan en el azul; y desde entonces velo en la cumbre del Léucato, para saber si el mar es indulgente y bueno, y si entre los sollozos que en la roca resuenan, un día llevará a Lesbos, que perdona, el cadáver adorado de Safo, que partió, ¡para saber si el mar es indulgente y bueno! De Safo la viril, la amante y la poetisa, ¡por su palidez triste más hermosa que Venus! —Al ojo azul venció el negro que mancilla el tenebroso círculo trazado por las penas ¡de Safo la viril, la amante y la poetisa! Presentándose al mundo más hermosa que Venus y vertiendo el tesoro de su serenidad y el brillo de su rubia juventud, sobre el viejo Océano prendado de su hija; ¡presentándose al mundo más hermosa que Venus! —De Safo, que murió el día de su blasfemia, cuando, insultando el rito y el culto establecido, convirtió su hermoso cuerpo en pasto supremo de un bruto cuyo el orgullo castigó la impiedad de aquella que murió el día de su blasfemia, y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones, y, pese a los honores que le tributa el mundo, cada noche le embriaga la voz de la tormenta, ¡que elevan hacia el cielo sus orillas desiertas! ¡y desde entonces Lesbos lanza lamentaciones!
Charles Baudelaire (Les Fleurs du Mal)
—¡Arriba, princesita! El grito la sobresaltó, incorporándose de golpe, desorientada. Miró a su alrededor. La luz había vuelto, y Hewan estaba de pie en mitad de la estancia. Tenía una cadena más delgada en una mano, y una bolsa negra en la otra. Se había cambiado la falda de cuero de la noche anterior por otra de lana gruesa, tejida a cuadros verdes con líneas negras —¿No puedes ser más delicado a la hora de despertarme? —se quejó Rura con irritación. —¿La princesita se ha asustado? —Se llevó la mano al pecho, simulando estupor—. Lo lamento mucho, alteza imperialísima. ¿Vais a ordenar azotarme? Rura se levantó. Se sentía sucia y horrenda, con el pelo enredado y el quimono lleno de arrugas. Y olía a sudor. Hacía años que sus axilas no olían. —No me llames así —gruñó. —¿Princesita? ¿No te gusta? —Me importa un comino si me llamas princesita. No te dirijas a mí como Alteza Imperial. No tengo el derecho a usar el título. Rura intentó evitarlo, pero la amargura fue evidente en su voz. Hewan soltó una carcajada y puso los brazos en jarras. La cadena y la bolsa negra colgaban de sus manos. —Vaya, vaya, vaya… Así que no eres hija legítima —se burló—. Lástima. Pensaba utilizarte como moneda de cambio, pero ya veo que no me servirás ni para eso. Probablemente, cuando la noticia de tu captura llegue a oídos de tu padre, el gran príncipe heredero, se sentirá aliviado. ¿No es así? —¡Mi padre me quiere! —gritó furiosa—. ¿Me oyes, bestia inmunda? ¡Mi padre me quiere, y cuando venga a por mí, traerá con él todo el ejército imperial! ¡Destrozará estas montañas hasta encontrarme! Y tú y tu pueblo lo pagaréis con la exterminación. Se sintió como una niña malcriada gritando toda esa sarta de mentiras, pero en aquel momento no podía afrontar la verdad que había en las palabras de aquel extraño. La sonrisa de Hewan murió y su rostro se transformó en una máscara colérica. —Claro que te quiere, princesita —siseó. Tenía el cuello en tensión, y los tendones se marcaban, abultados bajo la piel—. Por eso permitió que tu esposo el gobernador te repudiara y te exiliara. Rura no contestó. ¿Qué iba a decir? ¿Confesar ante este extraño que se lo merecía por lo que había hecho? ¿Que tenía suerte de estar viva? Había conspirado para matar a Kayen. El hecho que fuese por orden de su padre, no la convertía en inocente. Además, estaba segura que su exilio tenía mucho más que ver con la paliza que le dio a la esclava, que con el intento de asesinato. —¿No dices nada? Rura se escondió de nuevo tras su máscara de princesa. Levantó la barbilla con orgullo y se negó a hablar. Hewan se acercó a ella, y Rura luchó con el impulso de huir de él. Le puso la bolsa delante de la cara. —Hueles que apestas —le dijo. Rura enrojeció de rabia y de vergüenza—. Te voy a llevar a los baños para que te puedas lavar, pero para eso tengo que taparte la cabeza. —No quiero ir. Puedo lavarme aquí si alguien me trae agua y jabón. —Nadie te ha pedido tu opinión, princesita. —Le pasó la bolsa por la cabeza y se la anudó en el cuello, por encima del collar metálico—. No te preocupes, no dejaré que te caigas… creo. Desenganchó la cadena que la mantenía sujeta a la pared, y aseguró la nueva cadena que llevaba en la mano, más delgada y corta. —¿Tienes que llevarme como si fuera un perro? —preguntó indignada— . No voy a echar a correr. —Por supuesto que no correrás —contestó Hewan, guasón—. Esta cadena no es para impedir que huyas; es para humillarte. —Eres un animal. —Puede ser, pero no soy yo el que lleva collar y cadena, princesita. Y que no se te ocurra intentar quitarte la bolsa de la cabeza: si lo haces, tendré que arrancarte esos bonitos ojos que tienes.
Alaine Scott (La princesa sometida (Cuentos eróticos de Kargul #3))