Soy Pobre Quotes

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Qual es lo peor: Que soy pobre o que soy americano?
Cormac McCarthy (All the Pretty Horses (The Border Trilogy, #1))
La camilla siguió avanzando a través de un pasillo lleno de gente en silencio. La gente me miraba con esos ojos que decían, pobre chico, tan joven, tan sano, tan blanco y yo desde la camilla les dije tranquila gente, no soy tan sano, ni tan limpio, ni tan creyente, no me lavo los dientes todas las mañanas como ustedes, no leo tantos libros, no hago deporte, ni rindo tanto en el trabajo como ustedes, tranquila gente.
Rafael Chaparro Madiedo (Opio en las nubes)
Estas pláticas que yo tengo con mi conciencia son a veces muy largas, duran días enteros; por eso no resulta que me ponga a contártelas en esta pobre carta. De verdad, cuídate mucho, come y duerme bien y sueña con los angelitos y no en esta cosa maligna que soy yo. Pero no me olvides.
Juan Rulfo (Cartas a Clara)
«Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis familiares más cercanos han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina pavorosa. Por lo demás, soy feliz. »
Enrique Vila-Matas (Bartleby & Co.)
Yo también soy pobre. No tengo donde caerme muerto, lo bueno es que ahora nadie tiene donde caerse muerto. Y eso puede ser una liberación. Ojalá los jóvenes busquen la vida errante, el caos, la inestabilidad laboral y la libertad.
Manuel Vilas (Ordesa)
- Parece acalorada y altiva. - No tan altiva como usted. El suyo es el orgullo monstruoso que finge humildad. - Soy un asalariado: sé cuál es mi lugar. - Soy una mujer: sé cuál es el mío. - Soy pobre: he de ser orgulloso. - He de someterme a ordenanzas y tengo obligaciones tan rigurosas como las suyas.
Charlotte Brontë (Shirley)
Yo soy tan pobre como la naturaleza, y tan simple como el firmamento.
Osip Mandelstam
«No, respondió Zaratustra, yo no doy limosnas. No soy bastante pobre para eso.»
Friedrich Nietzsche (Asi habló Zaratustra)
—Rico no —dijo—: soy un pobre con plata, que no es lo mismo.
Gabriel García Márquez (El amor en los tiempos del cólera)
No soy el viejo general que huye, ahora lo sé bien, yo soy el sobreviviente de mí mismo. Es de piedra mi paciencia.
Pedro Ángel Palou (Pobre patria mía (Autores Españoles e Iberoamericanos) (Spanish Edition))
—Lo que pretendo decir, y sé que no es asunto mío, y no se enfade conmigo por explicárselo, es que está bien que no me quiera a mí porque soy un pobre bobo, pero algún día tendrá que querer a alguien, que la vida es muy corta y muy perra para vivirla así... Sola.
Carlos Ruiz Zafón (El laberinto de los espíritus)
—Señor, yo soy hombre pacífico, manso, sosegado, y sé disimilar cualquiera injuria, porque tengo mujer y hijos que sustentar y criar. Así que, séale a vuestra merced también aviso, pues no puede ser mandato, que en ninguna manera pondré mano a la espada, ni contra villano ni contra caballero; y que, desde aquí para delante de Dios, perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer: ora me los haya hecho, o haga o haya de hacer, persona alta o baja, rico o pobre, hidalgo o pechero, sin exceptar estado ni condición alguna. Lo
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (F. COLECCION) (Spanish Edition))
¡Si la condenación es eterna! Un hombre que desea mutilarse está bien condenado ¿no es así? Yo me creo en el infierno, por lo tanto estoy en él. Es el cumplimiento del catecismo. Soy esclavo de mi bautismo. Padres míos, habéis hecho mi desgracia y la vuestra. ¡Pobre inocente! —El infierno no puede atacar a los paganos. —¡Aún es la vida! Las delicias de la condenación resultarán después profundas. Un crimen, y pronto, que yo caiga en la nada, en virtud de la ley humana. ¡Calla, pero calla!… Es la vergüenza, el reproche, aquí: Satán proclamando que el fuego es innoble y que mi cólera es horriblemente estúpida. —¡Basta!… Errores que me soplan al oído, magias, perfumes falsos, músicas pueriles.
Arthur Rimbaud (A Season in Hell)
¿Cree que puedo quedarme si no significo nada para usted? ¿Cree que soy un autómata?, ¿una máquina sin sentimientos? ¿Cree que puedo soportar que me quiten el pedazo de pan de la boca y la gota de agua vital del vaso? ¿Cree que porque soy pobre, fea, anodina y pequeña, carezco de alma y corazón? ¡Se equivoca! Tengo la misma alma que usted, y el mismo corazón. Y, si Dios me hubiera dotado de algo de belleza y una gran fortuna, le habría puesto tan difícil dejarme como lo es para mí dejarlo a usted. No le hablo con la voz de la costumbre o de las convenciones, ni siquiera con voz humana; ¡es mi espíritu el que se dirige al suyo, como si ambos hubiéramos muerto y estuviéramos a los pies de Dios, iguales, como lo somos!
Charlotte Brontë (Jane Eyre)
¿Cree que puedo quedarme sino significo nada para usted? ¿Cree qué soy un autómata?, ¿una máquina sin sentimientos? ¿Cree que puedo soportar que me quiten el pedazo de pan de la boca y la gota de agua vital del vaso? ¿Cree que porque soy pobre, fea, anodina y pequeña, carezco de alma y corazón? ¡Se equivoca! Tengo la misma alma que usted, y el mismo corazón. Y, si Dios me hubiera dotado de algo de belleza y una gran fortuna, le habría puesto tan difícil dejarme como lo es para mí dejarlo a usted. No le hablo con la voz de la costumbre o de las convenciones, ni siquiera con voz humana; ¡ es mi espíritu el que se dirige al suyo, como si ambos hubiéramos muerto y estuviéramos a los pies de Dios, iguales, como lo somos!
Charlotte Brontë (Jane Eyre)
El mundo es caótico. Sigue así. La cruz de Cristo es necedad y escándalo. Yo soy caótico. Nazco pobre, insuficiente. Y sigo así durante toda la vida.[...] ¿Qué tirano nos ha metido en el alma la necesidad de comprenderlo todo, y de pensar mal de lo que no entendemos?, ¿Qué malvado déspota nos ha obligado a torturarnos porque estamos vacíos, porque somos caos, esperando inútilmente el día lógico y comprensible, el día en que todo esté en orden, en su sitio?
Fabio Rosini (L'arte di ricominciare)
ni gusto de murmurar, ni consiento que delante de mí se murmure; no escudriño las vidas ajenas, ni soy lince de los hechos de los otros; oigo misa cada día; reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las buenas obras, por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatado; procuro poner en paz los que sé que están desavenidos; soy devoto de nuestra Señora, y confío siempre en la misericordia infinita de Dios nuestro Señor.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
Asnografía Leo en un Diccionario: ASNOGRAFÍA, s.f.: Se dice, irónicamente, por descripción del asno. ¡Pobre asno! ¡Tan bueno, tan noble, tan agudo como eres ! Irónicamente... ¿Por qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que es bueno debieran decirle asno! ¡Si al asno que es malo debieran decirle hombre! Irónicamente... De ti, tan intelectual, amigo del viejo y del niño, del arroyo y de la mariposa, del sol y del perro, de la flor y de la luna, paciente y reflexivo, melancólico y amable, Marco Aurelio de los prados... Platero, que sin duda comprende, me mira fijamente con sus ojazos lucientes, de una blanda dureza, en los que el sol brilla, pequeñito y chispeante en un breve y convexo firmamento verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera que yo le hago justicia, que yo soy mejor que esos hombres que escriben Diccionarios, casi tan bueno como él! Y he puesto al margen del libro: ASNOGRAFÍA, sentido figurado: Se debe decir, con ironía, ¡claro está!, por descripción del hombre imbécil que escribe Diccionarios.
Juan Ramón Jiménez (Platero Y Yo)
humanos. »Pero hay una cosa en este país ante la cual todos los hombres son iguales; hay una institución humana que hace a un pobre el igual de un Rockefeller, a un estúpido el igual de un Einstein, y a un ignorante el igual de un director de colegio. Esta institución, caballeros, es un tribunal. Puede ser el Tribunal Supremo de Estados Unidos, o el juzgado más humilde del país, o este honorable tribunal que ustedes componen. Nuestros tribunales tienen sus defectos, como los tienen todas las instituciones humanas, pero en este país nuestros tribunales son los grandes niveladores, y para nuestros tribunales todos los hombres han nacido iguales. »No soy un idealista que crea firmemente en la integridad de nuestros tribunales ni del sistema de jurado; esto no es para mí
Harper Lee (Matar a un ruiseñor)
— ¡Crueldad notoria! —dijo Sancho—. ¡Desagradecimiento inaudito! Yo de mí sé decir que me rindiera y avasallara la más mínima razón amorosa suya. ¡Hideputa, y qué corazón de mármol, qué entrañas de bronce y qué alma de argamasa! Pero no puedo pensar qué es lo que vio esta doncella en vuestra merced que así la rindiese y avasallase: qué gala, qué brío, qué donaire, qué rostro, que cada cosa por sí déstas, o todas juntas, le enamoraron; que en verdad en verdad que muchas veces me paro a mirar a vuestra merced desde la punta del pie hasta el último cabello de la cabeza, y que veo más cosas para espantar que para enamorar; y, habiendo yo también oído decir que la hermosura es la primera y principal parte que enamora, no teniendo vuestra merced ninguna, no sé yo de qué se enamoró la pobre. — Advierte, Sancho —respondió don Quijote—, que hay dos maneras de hermosura: una del alma y otra del cuerpo; la del alma campea y se muestra en el entendimiento, en la honestidad, en el buen proceder, en la liberalidad y en la buena crianza, y todas estas partes caben y pueden estar en un hombre feo; y cuando se pone la mira en esta hermosura, y no en la del cuerpo, suele nacer el amor con ímpetu y con ventajas. Yo, Sancho, bien veo que no soy hermoso, pero también conozco que no soy disforme; y bástale a un hombre de bien no ser monstruo para ser bien querido, como tenga los dotes del alma que te he dicho.
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención? No soporto estar mucho tiempo ni en un teatro ni en un cine, apenas puedo leer un periódico, rara vez un libro moderno; no puedo comprender qué clase de placer y de alegría buscan los hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, en los cafés repletos de gente oyendo una música fastidiosa y pesada; en los bares y varietés de las elegantes ciudades lujosas, en las exposiciones universales, en las carreras, en las conferencias para los necesitados de ilustración, en los grandes lugares de deportes; no puedo entender ni compartir todos estos placeres, que a mí me serían desde luego asequibles y por los que tantos millares de personas de afan y se agitan. Y lo que, por el contrario, me sucede a mí en las raras horas de placer, lo que para mí es delicia, suceso, elevación y éxtasis, eso no lo conoce, ni lo ama, ni lo busca el mundo más que si acaso en las novelas; en la vida, lo considera una locura. Y en efecto, si el mundo tiene razón, si esta música de los cafés, estas diversiones en masa, estos hombres americanos contentos con tan poco tienen razón, entonces soy yo el que no la tiene, entonces es verdad que estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario que tantas veces me he llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es extraño e incomprensible, que ya no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni su alimento.
Hermann Hesse (Steppenwolf)
–Nunca entenderé a esa clase de heteros, o lo que sean. Sabes que soy la primera que defiendo el amor libre y que cada uno meta su cosita donde más le guste, pero ¿qué necesidad hay de tener a una pobre chica engañada de esa forma?
Javier Martínez (Aquí y ahora)
Porque, al final, ¿quién soy, cuando no juego? Un pobre huérfano abandonado en la calle de las Sensaciones, tiritando de frío por las esquinas de la Realidad, que tiene que dormir en la escalinata de la Tristeza y comer el pan que le da la Fantasía.
Fernando Pessoa
yo soy el que soy; no una estructura artificial, frágil y siempre amenazada, sino lo que soy a los ojos de Dios: un niño pobre que no posee nada, un niño que todo lo recibe, pero infinitamente amado y totalmente libre; un niño que no tiene miedo a nada, ni nada que perder, porque ya lo posee todo por adelantado del amor gratuito y benevolente del Padre, que un día le dijo estas palabras definitivas: Todo lo mío es tuyo5
Jacques Philippe (La libertad interior)
Soy del norte, cumpa, donde está la flor del coplerío. Donde los changuitos ioran descalzos por esos cerros donde ia no crecen ni los iuios. No hay ni chancua pa darle a los changuitos, ni charqui ni guaschalocro ni mistol ni algarroba, ay juayputa q’hemos hecho señora magre de dios pa que andemos tan pobres. Y güeno, amigo Pezuela, aunque la cosa vaya mesturada, qué lindura ¿no le parece? poder hablar en cristiano con usté. Me vine a estos pagos madrileños medio engolosinao, y ando por aquí de puro bagual. Campeando un cariño maver si nos acollaramos. Se llama Eugenia la chiruza. Lindazo el nombre, ¿no? Vea, soy un foráneo, amigazo, pero de buena laya. Un gaucho de los de endenantes, de los que pelearon contra usté. De ésos que llevaban en sus venas la sangre que el presidente Sarmiento quería pa regar las pampas, porque él nos odeaba, como odeaba también a los españoles y a todo lo que no juera alemán o inglés, él quería poblar las pampas con ingleses y alemanes pero le falló la cosa, porque al final el país se le enllenó de italianos, turcos y judíos. Gaucho de los de endenantes, mi nombre es Juan, de apelativo Bravo, pero no se me asuste ni recule, ando desmontao, no tengo ni caballo ni facón, apenas un cuchillito moto pa cortar el naco de los vicios. Viera el cebruno que montaba allá en mi tierra, al galopar era una luz prendida. Aquí uno anda pobre y de sotreta, sin jergas ni pellones, sin taculona p’hablar con naides, mesmo que de la cuarta al pértigo, como tristón y envaretao por no poder hallar a la chinita Eugenia. Pero tengo un entripao con usté mi general Pezuela, y se me hace que usté también lo tiene conmigo. Dende chiquito me enseñaron a dispreciarlo, porque usté era de la laya de los enemigos que llamábamos godos. Usté no nos quería libres y tuvimos que correrlo del pago a chuzazo limpio, y aura que la lluvia y el tiempo nos han acollarao no sé cómo pedirle las disculpas, seguro que usté durante todo el tiempo que pasó dende entonces anda juntando herrumbre, no como estatua, claro, le estoy hablando al hombre. Soy persona pacífica, como endenantes le dije, ando por estos pagos desmontao y sin facón. Pero si a usté no se le ha ido entoavía la rabia, si quiere peliar, peliemos. Si la ocasión no es güena y le hace frío yo le empriesto mi poncho y no se aflija, que hasta al cuchillito moto se lo empriesto.Yo, amigazo, pa cobrarme tengo de sobra con el cabo ‘e mi rebenque. De no, podemos hablar de pingos. El caballo, compadre, es la única patria de verdá que tuvo el gaucho, porque tuito lo demás ha sido siempre de los que vinieron quién sabe de ánde. En un caballo uno podía ir cambiando de sitio, asigún molestara a los demás con su presencia. Irse campo ajuera, ande lo llevara el viento.¿Compriende, aparcero? A caballo, 47
Anonymous
La pobreza de Cristo En 2 Corintios 8 y 9, Pablo pide a una iglesia que haga una ofrenda para los pobres. Aunque es un apóstol con autoridad, escribe: “No hablo como quien manda” (2 Co. 8:8). Lo que quiere decir es: “No pretendo ordenaros nada. No quiero que esta ofrenda sea solamente la respuesta a una petición”. No presiona directamente la voluntad diciendo: “Soy apóstol; haced lo que os digo”. Más bien, desea ver “la sinceridad del amor vuestro” y entonces añade las famosas palabras: Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. (2 Corintios 8:9) Jesús, el Dios-hombre, tenía unas riquezas infinitas, pero, si se hubiera apegado a ellas, nosotros habríamos muerto en nuestra pobreza espiritual. Esta era la alternativa: si él seguía siendo rico, nosotros moriríamos pobres. Si él moría pobre, nosotros nos enriqueceríamos; nuestros pecados serían perdonados y seríamos admitidos en la familia de Dios. Pablo no se limitaba a dar a esta iglesia un mero precepto ético, exhortándoles a que dejasen de amar el dinero y fueran más generosos. Más bien, resumió el evangelio. Esto es lo que decía Pablo. Jesús renunció a su tesoro celestial para hacer de vosotros su tesoro, pues vosotros sois un pueblo “adquirido por Dios” (1 P. 2:9-10). Cuando usted le vea morir para convertirle en su especial tesoro, él pasará a ser suyo. El dinero dejará de ser el fundamento de su existencia y de su seguridad, y querrá bendecir a otros con lo que usted tenga.
Timothy J. Keller (Dioses que fallan)
compasión nace del reconocimiento de que cada uno de nosotros lo está haciendo tan bien como puede dentro de los límites de nuestras creencias y capacidades actuales. Que yo alimente a los hambrientos, perdone un insulto y ame al enemigo, estas son grandes virtudes. Pero si tuviera que descubrir que el más pobre entre los mendigos y el más imprudente entre los ofensores están todos dentro de mí, y que yo sobrevivo necesitando las limosnas de mi propia caridad; que yo mismo soy el enemigo que tiene que ser amado ... ¿Entonces qué?»152 Carl G. Jung
Enric Corbera (El observador en bioneuroemoción (Spanish Edition))
Debía estar muy pero que muy agradecida de tener, a diferencia del resto de la gente, una progenitora que contara con una aprobación y simpatía generalizadas. Debía estar agradecida, y normalmente lo estaba. Y nada le hacía más feliz que jugar con su gato. Madre siempre preparaba un pastel divertido con el que participaba en la feria que organizaban en la escuela para recaudar fondos. No hacía uno grande y llamativo que pudiera ponerte en evidencia, ni tampoco uno pequeño y miserable que te avergonzase, sino uno cubierto de golosinas o uno como aquel que llevaba flores de capuchina por encima y un recorte de diario en el que se aseguraba que su consumo no entrañaba riesgo alguno. Madre había prestado objetos de un gusto exquisito para la obra de teatro de la escuela y nunca se había quejado cuando se los devolvían rotos. Madre le había preguntado a la señorita Power con qué punto se había hecho el cárdigan que llevaba puesto, y luego, ni corta ni perezosa, se había tejido uno igual; le dijo a la señorita Power que había elegido un color distinto para que no parecieran gemelas. La pobre señorita Power, de naturaleza simple e ingenua y que carecía de la esbeltez y de la belleza de madre, se había sonrojado complacida; era la primera vez que se le había visto un atisbo de humanidad. Para el decimosexto cumpleaños de Dolly, madre quiso organizarle una fiesta por todo lo alto. Y consultaba a su hija sobre las ideas que se le iban ocurriendo. —A ver, tienes que decirme qué te gustaría hacer y cómo suelen celebrarlo las otras chicas. No hay nada más patético que una madre haciendo el ridículo más espantoso llevándoos al cine y al McDonald’s cuando eso ya no va con vuestra edad. —Tú nunca harías el ridículo, madre —respondió Dolly con voz apagada. —Pues claro que sí, querida Doll. Soy cien años mayor que tú y todas tus amigas. Tengo ideas del siglo pasado. Por eso necesito que me digas qué te apetece hacer. —Tú no eres cien años mayor que nosotras. —Dolly hablaba en un
Maeve Binchy (A través de la ventana)
Mi hermana suspiró y dijo: -Nosotros no vivimos. -¿No? ¿Pues qué hacemos? Hablar. Nosotros hablamos y los otros viven. ¿Se refería a los acróbatas? ¿Qué tenía que ver la acrobacia con la vida? A veces, según la dirección de la luz, un ala de pa loma se proyectaba en proporciones enormes sobre la lona. Parecía que en lugar de palomas fueran aves enormes. O ángeles. Por fin, uno de los acróbatas se lanzó con su trapecio sin ver al otro que estaba separado por un gran bastidor circular de papel. Éste rompió el papel con la cabeza y cogió con sus manos las del compañero que en aquel momento llegaba. Para poder sincronizar los movimientos, el que se lanzaba sobre bastidor tenía que guiarse solamente por la voz del otro. La cosa era diabólicamente alarmante, sobre todo sin red, y cuando se encontraron y se cogieron las manos en el vacío, el público lanzó un ¡ah!, de alivio. Mi hermana aplaudía. Yo también. Los acróbatas ya en la pista saludaban juntos. Uno de ellos nos sonreía. Luego entraron corriendo pero volvieron a salir veces más a agradecer los aplausos. Se levantó mi hermana un poco angustiada: -Vámonos. Yo quer resto del programa, pero ella insistía: -Vámonos ahora mismo. -¿Qué más te da? Espera un poco. Ella se irritaba y dijo sentándose: Está bien, pero yo te juro que si ese hombre viene aquí ahora, me iré con él por el mundo a hacer volatines. Era muy capaz. Me levanté y salimos.Ya en la puerta, ella me dijo sonriente: -¿Qué pasaría si yo me fuera con los Smart Brothers? -Pues que te traería la Policía. -¿Por qué? Eso no es un crimen. Ah, porque soy menor de edad. Es una lata ser menor de edad. ¿No te parece? Me di cuenta aquel día que la atracción del hombre y la mujer está gobernada por leyes muy extrañas. Mi hermana y yo ibamos del brazo-yo llevaba pantalones largos-y ella me hablaba: -¿Sabes qué digo? Que tú eres un hombre listo. -¿Por qué? -Hombre, ya tienes tu novia. Ya sabes con quién te has de casar. ¿Que no? ¿Es que tú puedes casarte con otra sino con Valentina? ¿Y para ella no es una gloria tener ya su marido, es decir, su novio? La verdad es que hacéis buena pareja. ¿No sabes? Ella ha crecido también. Está espigadita, con una cintura como un mimbre. Y casi tan alta como tú. Suponía yo que su padre se opondría cuando llegara el mo mento. Mi hermana no podía imaginarlo. ¿Por qué iba a oponerse? Yo le dije: -¿No has visto que su padre es cada día más rico? -Bien, ¿y qué? -Pues que nosotros seremos cada día más pobres. Ella no se asustaba, ni mucho menos. Le dije que había oído a mi padre hablando en su oficina con un des decia: «Estoy arruinado. Entre unos y otros va robarme hasta la camisa. ¿Es que no queda buena fé en el mundo?». Mi hermana decia que no entendía cómo l o perdía dinero. Yo le expliqué -aunque sólo por conjeturas- que todos los negocios de mi padre iban mal. Parece que no tenía condiciones de hombre de negocios, que le faltaba doblez. estábamos viviendo del magro sueldo de la compañía de seguros. Concha se quedaba un momento pensativa. De pronto decía: Pues cuanto antes. Que venga cuanto antes la ruina y entonces me casaré con el Smart Brother. Lo decía en serio. En cambio, si yo era pobre y no podía hacer una carrera brillante nunca me casaría con Valentina, al menos mientras viviera su padre don Arturo. Esa era la diferencia. Sin embargo, lo mismo que Concha, yo me veía a mí solo, pobre y sin carrera ni fortuna, con cierta romántica admiración. Todavía me quedarían muchos caminos. Y pensaba en Juan, el de la «Quinta Julieta». Me parecía que no tener nada en el mundo más que la noche y el día -y una pistola en el bolsillo- y vivir en la «Quinta Julieta» era igual que ser millonario. Yo no era ambicioso. Me bastaba con lo indispensable, es decir, con lo que tenía entonces: un lecho, una mesa donde comer, un traje. La pistola era sólo para darme a mí mismo sensación de seguridad. Sería como ser dueño del mundo.
Ramón J. Sender (Crónica del alba, 1)
No soy ningún reformador del mundo, y lo dejo donde está. [...] yo también pido que me dejen morir. ¿Qué hago aquí, en este interminable invierno? Esa flor abierta en tu costado te mata. Han perdido la antigua fe; el cura se queda en su casa y desgarra sus ornamentos sacerdotales uno tras otro; en cambio, el médico tiene que hacerlo todo, suponen ellos, con sus pobres dedos de cirujano. --¿Sabes --me dice una voz al oído-- que no tengo mucha confianza en ti? No importa como hayas llegado hasta aquí; no te han llevado tus pies. En vez de ayudarme, me escatimas mi lecho de muerte. No sabes cómo me gustaría arrancarte los ojos. Vine al mundo con una hermosa herida. Es lo único que poseo. Desnudo, medio muerto de frío y a mi edad, con un coche terrenal y dos caballos sobrenaturales, voy rodando por los caminos. ¡Se han burlado de mí! Basta acudir una vez a un falso llamado de la campanilla nocturna para que lo irreparable se produzca.
Kafka
— Mi señor, ¿has visto el amanecer esta mañana? Se hubiera dicho que la tierra saltaba al encuentro del sol. Al principio, todo era oscuridad; luego surgió la luz como una nota musical. Mi señor, yo soy tu pobre tierra, que espera.
Pearl S. Buck (East Wind: West Wind)
Asistiendo encogido junto a la estufa, donde ardía y se apagaba la brazada de ramas verdes que había acarreado el muchacho, Díaz Grey buscaba reunir todo lo que el vehemente repetidor hombre gordo ignoraba de sí mismo. «Nació aquí, en la costa, y las superficies del río, de la arena, del campo lo estuvieron aislando y lo anularon, durante cincuenta años mientras que la frecuencia de la balsa le dio, le mantiene la ilusión de participar en los hechos lejanos que él considera decisivos. No es una persona; es, como todos los habitantes de esta franja del río, una determinada intensidad de existencia que ocupa, se envasa en la forma de su particular manía, su particular idiotez. Porque solo nos diferenciamos por el tipo de autonegación que hemos elegido o nos fue impuesto. Un pequeño país en broma, desde la costa hasta los rieles que limitan la Colonia, donde cada uno cree en su papel y lo juega sin gracia. Y así yo, cuando me distraigo, cuando dejo de estar alerta y participo, soy el doctor Díaz Grey, hago el médico, el hombre de ciencia con conocimientos menos discutibles que los de las viejas que atienden partos, empachos y gualichos en el caserío de la costa. Y así también este pobre hombre, al que me empeño en querer, dejó de ser el auténtico y para siempre ignorado Euclides Barthé hace muchos años y todos, sin desconfianza, lo ven representar el boticario, el herborista, el concejal, y —ahora hasta su muerte— el profeta de los prostíbulos sanmarianos.»
Juan Carlos Onetti (Juntacadáveres)
¡Al fin has comprendido! —exclamó Kirílov fuera de sí—. ¡Ya se puede comprender, cuando un hombre como tú lo ha comprendido! ¿Entiendes ahora que la salvación de la humanidad consiste en probarle este pensamiento? ¿Y quién lo probará? ¡Yo! No concibo cómo hasta el presente un ateo, sabiendo que Dios no existe, no se ha matado inmediatamente. Tener conciencia de que Dios no existe, y no tener conciencia, al mismo tiempo, de la propia divinidad, es absurdo; de otro modo habría que matarse. Si tienes conciencia, eres un rey y no te matarás, pero vivirás en la gloria. Solo uno debe matarse: el precursor, si no ¿quién empezaría y lo probaría? Y soy yo quien empezará y lo probará. Yo aún no soy Dios, porque a pesar de todo, y por ello, soy un desdichado, estoy obligado a proclamar mi propia voluntad. Todos los hombres son unos desgraciados, porque tienen miedo de proclamar su propia voluntad. El hombre, hasta hoy, siempre ha sido pobre y desdichado, porque temía realizar la forma suprema de su voluntad; no la utilizaba más que a escondidas, como una indisciplina escolar. Yo soy terriblemente desgraciado porque tengo un miedo espantoso. El miedo es la maldición del hombre... ¡Pero proclamo mi voluntad! Estoy obligado a creer que no creo. Empezaré y concluiré, y así quedará abierta la puerta. Y salvaré, porque solo esto salvará a los hombres y los transformará físicamente, en las generaciones siguientes. Mientras el hombre continúe en su estado físico actual, y he pensado mucho en esto, le será absolutamente imposible prescindir de su antiguo Dios. Durante tres años he buscado el atributo de mi divinidad y lo he encontrado: ¡mi atributo es mi libre voluntad! »¡Eso es todo! Gracias a mi voluntad, puedo manifestar bajo su forma suprema mi insubordinación y mi nueva libertad, mi terrible libertad. ¡Porque es terrible! Me mato para probar mi insubordinación y mi nueva libertad.
Fyodor Dostoevsky (Los demonios)
Quiero morirme desde hace un tiempo. He cavilado muy cuidadosamente y estoy convencida de que el dolor de vivir el puñetero desastre que es mi vida es mayor que el dolor que los demás vayan a sentir cuando se enteren. De hecho, estoy segura de que será un alivio. No le soy útil a nadie. Todo es culpa mía. Se me daba mal mi trabajo. He decepcionado a todo el mundo. Lo único que hago es dejar huella de carbono, sinceramente. Hago daño a la gente, aunque ya no me queda nadie. Ni siquiera el pobre Voltio, que murió porque no soy capaz ni de cuidar a un gato. Quiero morir. Mi vida es un desastre y quiero ponerle fin. No estoy hecha para vivir. Y no tiene sentido seguir adelante tampoco con esto, porque estoy destinada a ser infeliz en todas mis otras vidas también. Así soy yo. No aporto nada. Me ahogo en la autocompasión. Quiero morir.
Matt Haig (The Midnight Library)
una máxima con la que suele describirse la visión de Ignacio: no tener límite para lo grande, pero concentrarse en lo pequeño. Es hacer las cosas pequeñas de cada día con el corazón grande y abierto a Dios y a los otros. Y efectivamente me sirvió y me sigue sirviendo mucho no solo en lo personal, sino para las decisiones de gobierno. Por ejemplo, son muchos los que creen que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la opinión de que se necesita tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz. A veces, por el contrario, el discernimiento nos empuja a hacer ya lo que inicialmente pensábamos dejar para más adelante. Un discernimiento que siempre se realiza en presencia del Señor, sin perder de vista los signos, escuchando lo que sucede, el sentir de la gente, sobre todo de los pobres. Por otra parte, en mi vida sacerdotal tuve muchas luchas y el demonio me tentó de mil maneras. La confesión periódica me ayudó mucho. Tuve mis crisis de fe, pero las superé con la ayuda de Dios. De todas maneras, una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis. Así como que una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer.
Sergio Rubín (El pastor: Desafíos, razones y reflexiones de Francisco sobre su pontificado)
¡Sí, sois la escoria de Roma, los más pobres, aquellos con los que Roma nunca cuenta, aquellos cuyos votos nunca valen para el Senado! ¡Sois aquellos a los que nunca quiso armar porque las leyes exigían que sólo los propietarios llevaran armas de combate y participaran en una guerra! ¡Sois aquellos que siempre habéis estado excluidos de la defensa de Roma y, por tanto, también de la gloria de sus victorias y, por supuesto, del reparto de la riqueza! ¡No sois nada más que miseria! ¡Para Roma, no valéis nada! ¡Para Roma, ni siquiera existís! ¡Roma no confía en vosotros, Roma sólo espera vuestra derrota y vuestro fracaso! ¡El Senado de la ciudad ya estará pensando en reclutar otro ejército de los de antes, de propietarios más o menos ricos, con más o menos recursos! ¡Para los poderosos de Roma no contáis ni contaréis nunca! ¡Para los poderosos de Roma estáis acabados aun antes de empezar la batalla!
Santiago Posteguillo (Roma soy yo: La verdadera historia de Julio César)
El mundo es caótico. Sigue así. La cruz de Cristo es necedad y escándalo. Yo soy caótico. Nazco pobre, insuficiente. Y sigo así durante toda la vida.[...] ¿Qué tirano nos ha metido en el alma la necesidad de comprenderlo todo, y de pensar mal de lo que no entendemos?
Fabio Rosini (L'arte di ricominciare)
Fácil será pintar la boca con las letras y la moral con las obras”. “Al que no sabe, cualquiera lo engaña, y al que no tiene cualquiera lo compra”. “No hay oveja que busque al pastor, ni muchacho que busque al maestro”. “El amor propio es como las moscas: ¿en qué no se meterá, cuando se mete en la ignorancia?”. “Se necesita más poder para penetrar que para colocarse”. “Primero pensamos en mandar que en gobernar, y primero en gobernar que en ordenar; la guerra precedió a la Jurisprudencia, y ésta a la Administración; el hombre nace mandando (obsérvese la conducta de los niños)”. "La edad es emblema de la experiencia, y la vida un curso de estudios para aprender a vivir; y cuando ya sabemos vivir, nos morimos, porque ya no hay más qué saber”. “La naturaleza no hace razas de estúpidos, esclavos, pobres ni ignorantes: la sociedad las hace, por su descuido, no por su conveniencia”. “La experiencia se adquiere a costa de la sensibilidad: goce continuo acaba en indiferencia”. “La Inglaterra es un barco varado en las costas de Europa, después de largas borrascas”. “El distintivo del hombre sensato es un ardiente deseo de acertar; el del amor propio vulgar es una pueril manía de prevalecer”. “La América española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos, o erramos”. “El interés general es el que constituye la civilización social, única mira de los gobiernos liberales”. “Y qué ginebra en los confesonarios: las mujeres confesándose en francés y los misioneros absolviendo pecados en castellano”. “Yo solo soy y sólo para mí, son ideas de niño; el hombre que atraviesa la calle con ellas, muere en la infancia aunque haya vivido cien años”. “Más conocemos las propiedades del perro que las nuestras”. “Hay orden, que es lo principal, y es porque de miedo nadie chista”. “Aunque lo cubran de injurias y maldiciones, no importa: con tal que le digan marqués”. “La verdad en estado de refrán pierde cuanto ganó para erigirse en sentencia”. “Los nombres no hacen las cosas, pero las distinguen: lo mismo son las acciones, con las ideas”. “Los leones no mandan tropas”.
Alfonso Rumazo González (Simón Rodríguez, Maestro de América (Spanish Edition))
—No seas ingenua, mujer. Hitler es capaz de todo —indicaba don Juan—. Y el pobre Helmut, nuestro empleado, tiene que andarse con cuidado por el solo hecho de haber trabajado con un judío. —Sí, es terrible lo que está pasando allí, pero nada tiene que ver lo que sucede aquí con lo de Alemania, mi querido amigo. Yo siento lo que le ha sucedido, pero no compare, no compare… Por lo que nos debemos preocupar es por las amenazas de algunos socialistas que hablan de acabar con la democracia burguesa. Incluso hombres moderados
Julia Navarro (Dime quién soy)
Esto es muy diferente de la chocante media verdad que clamorosamente anuncian algunos medio sabios, diciendo: «Yo soy Dios». Imaginad al pobre Micawber o al ratero Uriah Heep exclamando: «Yo soy Dickens», o a cualquier otro personaje de las obras de Shakespeare anunciando: «Yo soy Shakespeare». El TODO está en la lombriz, pero la lombriz está muy lejos de ser el TODO. Pero aunque la lombriz exista meramente como una pequeña cosa, creada y teniendo su ser únicamente en la mente del TODO, el TODO es inmanente a ella, así como en las partículas que la componen. ¿Puede haber algún misterio mayor que el encerrado en esa proposición: «Todo está en el TODO y el TODO está en todo?».
Three Initiates (El Kybalión (Spanish Edition))
«Solo soy un pobre hombre que procura estropear lo menos posible la obra de Dios».
Pedro Miguel Lamet (ARRUPE. Testigo del siglo XX, profeta del XXI (Jesuitas) (Spanish Edition))
«Soy un pobre hombre que procura estropear lo menos posible la obra de Dios»
Pedro Miguel Lamet (ARRUPE. Testigo del siglo XX, profeta del XXI (Jesuitas) (Spanish Edition))
Yo puedo decir de mí que soy un pobre hombre, pero creo tener buena voluntad y que trato de trabajar por la Iglesia y por la Compañía lo mejor posible. Trato siempre, pues, de hacer lo que me parece mejor, que, en resumidas cuentas, es lo que siempre quiere Dios. Naturalmente, la virtud suele estar en el medio, y, por esto, nosotros que tomamos el camino del medio, estamos condenados a ser objeto de las críticas, tanto de la derecha como de la izquierda. Y es también por esto por lo que no sé exactamente quién soy.
Pedro Miguel Lamet (ARRUPE. Testigo del siglo XX, profeta del XXI (Jesuitas) (Spanish Edition))
Hay que salvar al rico y al pobre… Hay que matar al rico y al pobre, para que nazca el Hombre. El Hombre, el Hombre es lo que importa. Ni el rico ni el pobre importan nada… Ni el proletario ni el diplomático ni el industrial ni el arzobispo ni el comerciante ni el soldado ni el artista ni el poeta en su sentido ordinario y domestico importan nada. Nuestro oficio no es nuestro Destino. «No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña al hombre a ser un Hombre». El Hombre es lo que importa. El Hombre ahí, desnudo bajo la noche y frente al misterio, con su tragedia a cuestas, con su verdadera tragedia, con su única tragedia… la que surge, la que se alza cuando preguntamos, cuando gritamos en el viento. ¿Quién soy yo? Y el viento no responde… Y no responde nadie. ¿Quién es el Hombre? Tal vez sea Cristo…
León Felipe (Nueva Antología Rota)
Conviene que sepáis que todos los esfuerzos humanos han sido inútiles contra mí, pues todo cuanto emprendo debe triunfar. Aquellos que se declaran mis amigos prosperan, pero los que se declaran mis enemigos perecen. El ejemplo que acaba de aplicarse en Gaza y en Jaffa debe haceros saber que, si bien soy terrible para mis enemigos, soy bueno para mis amigos, y sobre todo clemente y misericordioso hacia el pobre pueblo.
Juan Granados (Breve historia de Napoleón)
Creo que lo que hago se convierte en parte de mí, cuando soy valiente y fuerte, y cuidando de los niños, los enfermos y los pobres me convierto en mejor persona. Y cuando soy cruel, o cobarde o cuento mentiras, me convierto en alguien menos digno y no puedo respetarme a mí misma. Ésa es la retribución divina en la que creo.
Ken Follett (World Without End I)
Quiero morirme desde hace un tiempo. He cavilado muy cuidadosamente y estoy convencida de que el dolor de vivir el puñetero desastre que es mi vida es mayor que el dolor que los demás vayan a sentir cuando se enteren. De hecho, estoy segura de que será un alivio. No le soy útil a nadie. Todo es culpa mía. Se me daba mal mi trabajo. He decepcionado a todo el mundo. Lo único que hago es dejar huella de carbono, sinceramente. Hago daño a la gente, aunque ya no me queda nadie. Ni siquiera el pobre Voltio, que murió porque no soy capaz ni de cuidar a un gato. Quiero morir. Mi vida es un desastre y quiero ponerle fin. No estoy hecha para vivir. Y no tiene sentido seguir adelante tampoco con esto, porque estoy destinada a ser infeliz en todas mis otras vidas también. Así soy yo. No aporto nada. Me ahogo en la autocompasión. Quiero morir.
Matt Haig (The Midnight Library)
Me empezó a dar pena el pobre muchacho, empecé a cogerle simpatía. A fin de cuentas, él no tenía la culpa de contar para hombre tan temprano.
Mayra Santos-Febres (Cualquier miércoles soy tuya)
─Lo que le molesta a usted es que yo, el infeliz, el pobre diablo, haya llegado de pronto, en un momento, a una posición igual a la que usted le ha costado toda una vida de trabajo aburridor. Este cambio que ha ocurrido lo que revela es que el verdadero infeliz es usted. Usted es de los que no tienen más remedio que subir palmo a palmo, arrastrándose y trepando con constante esfuerzo. Yo, no. Yo soy de otra clase de hombres. De la clase que era mi padre, y por eso usted lo odiaba solapadamente. Hombres de vuelo, de oportunidad, de predestinación. Hombres que llegan en un momento a donde otros no se asoman sino después de agotar una vida de tareas subalternas. ─¡Basta! ¡Márchese! No tengo por qué oír sus insensateces y sus injurias. Los hombres como ustedes son los que tienen perdido este país. Quieren cosechar sin sembrar, quieren disfrutar sin trabajar, quieren llegar sin ningún esfuerzo. Con ese sistema y por ese camino no se va a ninguna parte.
Arturo Uslar Pietri (Chúo Gil y otras obras)
Yo me llamo la caridad, soy el camino principal que conduce a Dios; seguidme, porque soy el objeto al que debéis todos aspirar. Esta mañana he hecho mi paseo habitual, y con el corazón lastimado vengo a deciros: ¡Oh! amigos míos, qué miserias, qué lágrimas y cuánto tenéis que hacer para sacarlas todas! He procurado vanamente consolar a las pobres madres; las he dicho al oído: ¡Animo! ¡hay buenos corazones que velan por vosotras, no os abandonarán, paciencia! Dios está aquí, sois sus amadas, sois sus elegidas. Parece que me oyen y vuelven a mí sus grandes ojos extraviados, pues leía en su pobre rostro que su cuerpo, ese tirano del espíritu, tenía hambre, y que si mis palabras serenaban un poco su corazón, no llenaban su estómago. Repetía otra vez, ¡ánimo, ánimo!, y entonces una pobre madre, joven aun, que amamantaba a su hijito, lo ha tomado en sus brazos y lo ha levantado como rogándome que protegiese a aquel pobre pequeño ser que sólo sacaba de su seno estéril un alimento insuficiente. En otra parte, amigos míos, he visto a pobres ancianos sin trabajo y en breve sin asilo, presa de todos los sufrimientos de la necesidad, y avergonzados de su miseria, no atreverse, no habiendo mendigado nunca, a implorar la piedad de los viandantes. Con el corazón conmovido de compasión, yo que nada tengo, me he puesto a mendigar para ellos, y voy por todas partes estimulando la beneficencia e inspirando buenos sentimientos a los corazones generosos y compasivos. Por esto vengo hoy, amigos míos, y os digo: allá hay desgraciados cuya artesa está sin pan, su hogar sin fuego y su cama sin abrigo. No os digo lo que debéis hacer, dejo la iniciativa a vuestros corazones; si yo os trazara vuestra línea de conducta, no tendríais el mérito de vuestra buena acción, sólo os digo: Soy la caridad, y os tiendo la mano para vuestros hermanos que sufren. Mas si pido, también doy, y doy mucho; ¡os convido al gran banquete, y os facilito el árbol en que os saciaréis todos! ¡Mirad qué hermoso es y cuán cargado está de flores y de frutos! Id, id; coged todos los frutos de ese hermoso árbol, que es la beneficencia. En el lugar que ocupaban las ramas que habréis cogido, pondré todas las buenas acciones que haréis y llevaré este árbol a Dios para que lo cargue de nuevo, porque la beneficencia es inagotable. Seguidme, pues, amigos míos, a fin de que os cuente en el número de los que se alisten a mi bandera; no tengáis miedo; yo os conduciré al camino de la salvación; porque soy la Caridad. (Caritá, martirizada en Roma. Lyon, 1861).
Allan Kardec (El Evangelio segun los Espiritus (Spanish Edition))
Queridos amigos; todos los días oigo decir entre vosotros: "Soy pobre, no puedo hacer caridad"; y veo también que os falta la indulgencia para vuestros semejantes; nada les perdonáis, y os constituís en jueces, a menudo severos, sin preguntaros si estaríais satisfechos de que hicieran otro tanto con vosotros. ¿Acaso la indulgencia no es también caridad? Los que sólo podéis hacer la caridad indulgente, hacedla al menos, pero hacedla con grandeza.
Allan Kardec (El Evangelio segun los Espiritus (Spanish Edition))
Amigos míos: he oído decir a muchos de vosotros: ¿Cómo puedo hacer yo caridad? muchas veces aun no tengo lo necesario. La caridad, amigos míos, se hace de muchos modos; podéis hacer la caridad en pensamientos, en palabras, y en acciones. En pensamientos, rogando por los pobres desamparados que murieron sin que pudieran ver la luz; una oración de corazón les alivia. En palabras, dirigiendo a vuestros compañeros de todos los días algunos consejos buenos; decir a los hombres irritados por la desesperación, por las privaciones y que blasfeman del nombre del Todopoderoso: "Yo era como vosotros; yo sufría, era desgraciado; pero he creído en el Espiritismo, y mirad que feliz soy ahora". A los ancianos que os dirán: "Es inútil, estoy al fin de mi carrera y moriré como he vivido", decidles a estos: "Dios hace a todos igual justicia; acordáos de los trabajadores de la última hora". A los niños que viciados ya por las compañías que les rodean: vagan por las calles muy expuestos a caer en las malas tentaciones, decidles: "Dios nos ve, hijos míos", y no temáis en repetirles a menudo esas dulces palabras; ellas concluirán por germinar en su joven inteligencia, y en lugar de pilluelos, habréis hecho hombres honrados. También esto es una caridad.
Allan Kardec (El Evangelio segun los Espiritus (Spanish Edition))
mis recuerdos que al igual que tantas de mis pertenencias me sirven tan sólo a mí y se hacen inútiles si yo me muero, no sólo desaparece quien soy sino quien he sido, no sólo yo, pobre Marta, sino mi memoria entera, un tejido discontinuo y siempre inacabado y cambiante y estampado de sietes,
Javier Marías (Mañana en la batalla piensa en mí)
El patriarcado es algo que va más allá de la libertad personal de la mujer. No se trata de nosotras contra ellos. Es el sistema que permite a los poderosos conservar su posición por medio del control y la opresión de la mayoría. La misoginia, al igual que el racismo, la homofobia y cualquier término que se nos ocurra para catalogar el miedo y el odio patentes hacia los pobres —un miedo y un odio que dominan la vida pública—, es una extensión natural del patriarcado: para aprovecharse de alguien, para considerarlo un recurso que explotar, resulta muy útil deshumanizarlo.
Jessa Crispin (Por qué no soy feminista: Un manifiesto feminista (Sin Fronteras) (Spanish Edition))
No tiene nada que temer de mí. Soy un exdelincuente, libre sólo desde ayer. Me busca la policía para encerrarme otra vez en el manicomio, porque creen que estoy envuelto en la muerte de un hombre o quizá de dos, según si los de la metralleta acertaron o no al jardinero. También ando metido en un asunto de drogas: cocaína, anfetaminas y ácido. Y mi pobre hermana, que es puta, está en chirona por mi culpa. Ya ve usted en qué dramática tesitura me hallo. Repito que no tiene nada que temer: ni estoy loco como pretenden ni soy un criminal. Cierto es que huelo un poco a sobaco y a vino y a basura, pero todo ello tiene una explicación muy sencilla que le daría de mil amores si dispusiera de un tiempo del que por desgracia no dispongo. ¿Me sigue usted?
Eduardo Mendoza (El misterio de la cripta embrujada)
—¿Y sabes que soy ridículamente pobre? —Demasiado me lo repitieron cuando me visitabas. El amparo que ahora te pido no es el de tu dinero, sino el de tu corazón.
José Eustasio Rivera (La vorágine (Spanish Edition))
Es como la imagen del burro que va jalando una carretita mientras el dueño mantiene una zanahoria colgando frente a su hocico. Tal vez el dueño va hacia donde quiere ir, pero el burrito sólo persigue una ilusión, un engaño. Y el día de mañana sólo habrá otra zanahoria para él.” “¿Quieres decir que cuando me imagino un nuevo guante de beisbol, dulces y juguetes, soy como el burro y su zanahoria?”, preguntó Mike. “Sí. Y a medida de que creces, los juguetes se vuelven más caros. Entonces necesitas un auto nuevo, un bote y una mansión para impresionar a tus amigos”, dijo padre rico, con una sonrisa. “El miedo te lleva hasta la puerta y el deseo te atrae con sus llamados. Esa es la trampa.
Robert T. Kiyosaki (Padre rico. Padre pobre (Nueva edición actualizada). Qué les enseñan los ricos a sus hijos acerca del dinero, ¡que los pobres y la clase media no!)
Dijo: «Todos vosotros, que queréis olvidar, venid conmigo. Tengo sonrisas para secar vuestras lágrimas y curar vuestras heridas, tengo caricias y besos en la punta de los dedos… »Estoy vestida de Quimeras y vuestros deseos son mis más bellos adornos. Venid y dormíos, niños, entre los pliegues de mi largo vestido teñido con los tornasolados colores de vuestros caprichos y de vuestros sueños… »Venid hacia mí como hacia la Esperanza. Coged, pobres caminantes, mis inagotables tesoros de proyectos deslumbrantes y las joyas de mi imaginación con sus fulgurantes espejismos. »Soy el espíritu de la Luz, el Consuelo de los Afligidos, el Puerto de la Esperanza: ¡Soy Mañana!»
Paul Morand
ABUELO. Entonces, vete. ¿Qué esperas todavía? PEREGRINA. Ahora ya, nada. Sólo quisiera antes de marchar, que me despidieras sin odio, con una palabra buena. ABUELO. No tengo nada que decirte. Por dura que sea la vida, es lo mejor que conozco. PEREGRINA. ¿Tan distinta me imaginas de la vida? ¿Crees que podríamos existir la una sin la otra? ABUELO. ¡Vete de mi casa, te lo ruego! PEREGRINA. Ya me voy. Pero antes has de escucharme. Soy buena amiga de los pobres y de los hombres de conciencia limpia. ¿Por qué no hemos de hablarnos lealmente? ABUELO. No me fío de ti. Si fueras leal no entrarías disfrazada en las casas, para meterte en las habitaciones tristes a la hora del alba. PEREGRINA. ¿Y quién te ha dicho que necesito entrar? Yo estoy siempre dentro, mirándoos crecer día por día desde detrás de los espejos. ABUELO. No puedes negar tus instintos. Eres traidora y cruel. PEREGRINA. Cuando los hombres me empujáis unos contra otros, sí. Pero cuando me dejáis llegar por mi propio paso... ¡cuánta ternura al desatar los nudos últimos! ¡Y qué sonrisas de paz en el filo de la madru gada! ABUELO. ¡Calla! Tienes dulce la voz, y es peligroso escucharte. PEREGRINA. No os entiendo. Si os oigo quejaros siempre de la vida, ¿por qué os da tanto miedo dejarla? ABUELO. No es por lo que dejamos aquí. Es porque no sabemos lo que hay al otro lado. PEREGRINA-Lo mismo ocurre cuando el viaje es al revés. Por eso lloran los niños al nacer.
Alejandro Casona (La dama del alba)