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Ése es el precio de vivir con alguien, de estar dizque enamorado: tener que lavar un vaso sólo para ganar el pleito de la mañana, un pleito que sólo es pleito entre esas dos personas dizque enamoradas. Y sí, en algún rincón oscuro de sus cabezas saben que no pelean por el vaso, sino por las mil erosiones que los mil vasos y las mil discrepancias en la manera en que crecieron y vivieron antes de crecer y vivir juntos van acabando con las entrañas del otro. Pelean por todas las cosas que se saben entre dos, pero no se pueden articular y no se incluyen en las explicaciones que das cuando la amiga de tu amiga pregunta qué pasó. Pequeñas grandes erosiones que terminan por desaparecer el pedazo de tierra en que habían clavado su bandera y declarado su espacio. Un espacio en guerra fría donde los dos dan y dan; y cambian y cambian; y hacen por el otro y hacen por el otro; y obligan al otro a hacer por ellos hasta que una esponja mojada en la cocina crea una crisis existencial y una de las partes corre a exprimirla sobre la cara incauta del compañero. Me arrepentí en el instante en el que lo hice, pero exprimir una esponja mojada y llena de huevo baboso sólo puede volverse un acto más psicótico si está seguido de una disculpa. No. Ya había exprimido la esponja y Emiliano ya se había despertado tratando de entender qué pasaba. Ya me había visto con la esponja en la mano y la furia en la cara. Ya se había dado cuenta de que lo que le sucedía no era accidental sino alevoso. Lo único que podía hacer era llevar la cosa hasta sus últimas consecuencias. —¿Yo soy descuidada? ¡Exprime las putas esponjas! Di patadas de ahogado a babor y a estribor, hasta que logré que Emiliano me dijera enferma, dañada, cabrona y otros insultos más políticamente incorrectos que había aprendido en su colegio fresa y de los que sí se puede hacer un recuento a la amiga de la amiga sin dar más explicaciones. Ahí se termina la historia. La gente se ríe, se queda contenta y lo demás, lo que es de verdad y duele de verdad, ya no hace falta contarlo.
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Catalina Aguilar Mastretta (Todos los días son nuestros (Novela) (Spanish Edition))