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Tuve que ahorrar un poco para mi siguiente obsesiĂłn. Los discos de mi padre se me habĂan quedado cortos, asĂ que finalmente dejĂ© de desayunar durante unas semanas y reunĂ lo suficiente para una nueva adquisiciĂłn.
Un disco.
Era Temptin' Temptations, de los Temptations. En la portada aparecĂan cinco jĂłvenes negros vestidos de blanco inmaculado, con chaquetas cortas de un botĂłn y zapatos negros.
Recuerdo la primera vez que lo puse en el tocadiscos. Primero un crujido. Y luego, BAM. Una música elegante, evocadora, romántica. Chirriando, algo lejana, tomando la habitación. La canción era «Since I lost my baby».
Mirándolo, comprendĂ. Esa foto pintaba un mundo superior en el que los hombres eran dandis y toda la mĂşsica era gloriosa, sus trajes nĂtidos, blancos, sus caras de Ă©bano, sus zapatos relucientes. Donde cada minuto de vida era asĂ: refinado y pleno, hermoso. Sin manchas. Un mundo irreal en el que nadie envejecĂa y habĂa cĂłdigos de honor, y todo era puro y bello. Un mundo que no se parecĂa en nada a mi pueblo, a mi instituto, a los jugadores de fĂştbol que me perseguĂan para mantearme.
Mi tĂa abuela me ha contado muchas veces cĂłmo entraba en mi cuarto y me encontraba dormido al lado del tocadiscos, durmiendo plácidamente en el suelo. Aquellos discos eran mi medicina y mi vaso de leche caliente, mi primer compadre, mi escondite y mi refugio, mis armas.
Con el tiempo llegaron las Marvelettes y los Impressions, los Temptations y Betty Harris, Bobby Womack y Al Green, Sam Dees y los Miracles. También Gloria Jones, Kim Weston, Barbara Acklin, Esther Williams, Curtis Mayfield, los 4 Tops, las Supremes, Chuck Jackson, Z.Z. Hill, Tommy Hunt, Billy Stewart, Sly & The Family Stone, Nina Simone, Billy Butler, Gene Chandler, Shirley Ellis y J.J. Jackson.
Nunca volvĂ a escuchar otra cosa
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