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Por nuestro hilo notaba que estaba mal, pero Ă©l nunca me querĂa decir por quĂ© de primeras, como si no quisiese darle presencia cuando estábamos a solas, o solo para no revivir aquellas cosas que rozaban, tocaban y retorcĂan lo grotesco. Al final siempre me lo decĂa. Me daba mucha pena. En esos momentos querĂa estar con Ă©l más que nunca. No para besarle ni para demostrar que me tenĂa colada por completo, sino para darle un hombre donde apoyarse, para darle un abrazo para comprarle un paquete de pipas y sentarme con Ă©l en su banco a comer tijuana y a escuchar Crystal Castles. Le hablarĂa de mi gata Virutas para que se alegrara, le enseñarĂa fotos suyas y nos reirĂamos juntos. Le comentarĂa mi amor por Winnie The Pooh y su amigo Puerquito, que es asĂ como se llama en mi cabeza. CĂłmo un dĂa me pasĂ© el dĂa con mi familia en el Max Center, el epicentro comercial de Barakaldo, y me compraron un libro de Puerquito que me hizo feliz. Le escucharĂa todos los minutos y las horas que necesitase soltarlo todo, nuestros clásicos let it out. Le harĂa reĂr con mis cosas de Pringada y con sus cosas de fan. Le tumbará en un cĂ©sped escucharĂamos The Cure mirando al cielo. Le pasarĂa un rotulador para que entre entretuviese pintándome barbaridades en los brazos. Le recordarĂa la escena de Phiphi vs. Sharon de RuPaul's Drag Race y el fracaso que fue Serena ChaCha. Le permitirĂa ser pedante sobre lo mala que le parece American Beauty, mi peli favorita. Le preguntarĂa sobre los orĂgenes de PXXR GVNG, el realismo sucio de Bukowski, su descubrimiento de The Drums y el outfit que tenĂa pensado llevar a nuestra prĂłxima pinchada en Razzmatazz. Le harĂa elegir entre Vetements y Maison Margiela. Le sacarĂa todas sus nuevas ideas estĂ©ticas de haute cuture, como juntar dos camisas en una y parecer la promesa de la prĂłxima MET Gala. Le harĂa saber que dentro de mĂ hay alguien que le acepta, le admira y le quiere tal y como es, sin cambiar ni una pizca, sin miedo a que parezca un maricĂłn o a que pierda las formas con gente que en realidad importa una mierda. Le enseñarĂa que hay un mundo ahĂ fuera con más freaks como nosotros y que Ă©l era una estrella de las cegadoras que habĂa ahĂ arriba. Que vivir en un mundo pequeño no le condenaba a una vida pequeña. la asegurarĂa que lo arreglarĂan mientras me harĂa un nudo de la garganta, dejarĂa mis bloqueos y le abrazarĂa hasta que se le fuese toda la tristeza por los pies. Y si se nos hacĂa de noche le dejarĂa mi chaqueta para que no se congelase de frĂo.
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