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Las provincias tenían un gran comercio. Córdoba surtía de bayetas, frazadas finas ordinarias, ponchos, de unas alfombras que decían ‘chuses’ y eran los que tenían en los cuartos para abrigo, porque las alfombras para las salas solo venían por encargo. De Corrientes venían unos lienzos que les decían tucuyos, costaba dos reales la vara y era de lo que se vestía la gente pobre; porque el género blanco más ordinario costaba un peso y seis reales”. Quien escribe es Mariquita Sánchez de Thompson, luego de Mendeville, quien a pedido de Santiago de Estrada hará esta enumeración en su Recuerdos del Buenos Aires virreinal: “En las provincias había industrias; en Buenos Aires ninguna. De Mendoza venían alfombras para ir a la iglesia, hechas allí con mucho ingenio. También hilaban las lanas y las teñían de los colores más hermosos y hacían las alfombras de relieve, lo que era muy estimado. Venía de Mendoza mucha cantidad de frutas secadas riquísimas. Las pasas de uvas secas a la sombra eran muy estimadas; tenían todo el gusto y eran verdes a la vista. Traían ricos dulces muy apreciados entonces, sobre todo, por ser de frutas como guindas y ciruelas, que había muy pocas. Traían aceitunas muy ricas, compuestas y secas como las francesas. Muchas almendras y nueces; arropes, que eran unos dulces hechos con higos en lugar de azúcar. Traían vinos de varias clases, preferidos por el pueblo al carlón, que era el vino que se traía para el consumo, desde España. Venían de San Juan tropas de mulas con barriles de vino fuerte, imitando al Madeira, muy claro, pero con mucho aguardiente. De Córdoba venían también muy ricos dulces y cosas de azúcar, hechas de un modo muy original: tazas, zapatos, muñecas, confites, cosas muy estimadas. Venían de Salta ricos pañuelos bordados de Cambray, era cosa muy apreciada y celebrada como regalo”. Que a nadie escape el “en Buenos Aires ninguna”. Allí no se producía, sino que se contrabandeaba y se recaudaba de la Aduana, además de vender lo que casi espontáneamente generaban la agricultura y la ganadería. Esas diferencias entre el puerto que crecía a favor del comercio ultramarino y las provincias que debían adaptarse a novedosas circunstancias que las desfavorecían, pues los intercambios comerciales ya no tendrían como eje el camino entre Lima y Buenos Aires, instituyen un conflicto que atraviesa la historia argentina, irresuelto hasta hoy.
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Pacho O'Donnell (Breve historia argentina. De la Conquista a los Kirchner (Spanish Edition))