Que Te Mejores Pronto Quotes

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Conoces a una chica tímida y sencilla. Si le dices que es hermosa, ella pensará que eres simpático, pero no te creerá. Sabe que esa belleza es obra de tu contemplación. Y a veces basta con eso. Pero existe una manera mejor de hacerlo. Le demuestras que es hermosa. Conviertes tus ojos en espejos, tus manos en plegarias cuando la acaricias. Es difícil, muy difícil, pero cuando ella se convence de que dices la verdad... De pronto la historia que ella se cuenta a sí misma cambia. Se transforma. Ya no la ven hermosa. Es hermosa, y la ven.
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
Mi experiencia me dice que tan pronto las personas son lo suficientemente adultas para saber más y tomar mejores decisiones, no saben absolutamente nada. Oscar Wilde (1854-1900)
Víctor R. Ramos (La dieta MIND, alimentación que ayuda a prevenir la enfermedad de Alzheimer: Tu cerebro puede estar sufriendo sin que te des cuenta)
¿Estás segura? —Absolutamalditamente. Confirmado. Estaba como un cencerro. Se volvió en redondo, enfadado, con ese gruñido gutural que solía provocarme un placentero estremecimiento a lo largo de la columna vertebral. —Eres la persona más tozuda… —¡¿Yo?! —exclamé, incrédula—. Que ¿yo soy tozuda? Ya lo creo. Lo mejor era encerrarme y tirar la llave. De pronto, se plantó delante de mí. —Como una mula. —¿Porque no quiero que te suicides? ¿Por eso soy tozuda? Bajó la cabeza hasta detenerla a escasos centímetros de la mía, aunque no le veía el rostro. —Absolutamalditamente. ¡Plagiador! Apreté los dientes.
Darynda Jones (Second Grave on the Left (Charley Davidson, #2))
«—Tienes razón – dijo sin mirarla –. Soy venenoso... Pero te amo. Soy el hombre equivocado, pero te amo. Es muy pronto, sólo unas horas, pero te amo. Odio demasiado, lastimo demasiado porque soy venenoso... y te amo. Es mejor que me vaya. Buenas noches»
Alfred Bester (The Rat Race)
Sin quitarme los ojos de encima, acercó aún más su pupitre. - ¿Sabes una cosa? - ¿Qué? - Que he entrado en tu blog. Ay, Dios. ¿Cómo lo había encontrado? Un momento; la pregunta que debía hacerme era la siguiente: ¿por qué lo había encontrado? Mi blog no podía buscarse a través de Google...Estaba flipando en colores. - Ya estás acosándome otra vez, ¿no? ¿Tengo que llamar a la poli para que te ponga una orden de alejamiento? - Ni en sueños, gatita - Sonrió - Ah, espera, que ya salgo en ellos, ¿verdad? Puse los ojos en blanco. - Más bien apareces en mis pesadillas, Daemon. (pág.154) - ¿Me estás preguntando si me atraen las humanas? - dijo. El pelo le caía hacia delante en ondas. Unas gotitas de agua le recorrían los mechones y acababan salpicándome la mejilla - ¿O si eres tú la que me atrae? Con las manos apoyadas en la roca, fue acercándose a mí lentamente. Muy pronto nos separaban sólo unos milímetros...Sentía su respiración como si fuera la mía, y cuando movió las caderas abrí los ojos y ahogué un grito. Vaya que si funcionaba la cosa...Me despejó la duda de un plumazo. (pág. 240) - Sí que es importante el helado - dije. - Es mi vida entera.- Dee tiró el monedero a Daemon, pero erró el objetivo - ¡Y tú me lo has quitado! (pág. 258 NUNCA TE METAS ENTRE DEE Y SU COMIDA, Y MENOS SI SE TRATA DE HELADO) - ¿Lo estás pasando bien con...Ash? - ¿Y tú con tu amiguito el pulpo? Me mordí el larbio. - Qué simpático eres, como siempre. ... - Estás...muy guapa, por cierto. Demasiado guapa para estar con ese idiota. Me sonrojé y bajé la vista. - ¿Te has tomado algo? - Pues no, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas, si puede saberse? - Porque nunca me dices nada agradable. - Touché. (pág. 303) - Recuérdame...que no te haga enfadar nunca más ¡La leche! ¿Eres agente secreto en tus ratos libres? ... Me recorrió la espalda con sus brazos y hundió una mano en los rizos que se me habían soltado del moño. - No me has hecho caso - susurró contra mi hombro. - Nunca te hago caso. (pág. 327) Daemon murmuró algo en un idioma desconocido. Era una lengua dulce y bonita. Mágica. De otro planeta. Podría haberlo despertado, pero no lo hice sin saber demasiado bien por qué. La emoción que sentía por el contacto con su piel era más fuerte que todo lo demás. Daemon tenía una mano en el borde de mi camiseta, y los dedos encima del pedazo de piel que había entre el borde de la camiseta y la cinturilla de los pantalones de pijama. La mano empezaba a abrirse paso por debajo de la camiseta, a través de mi estómago, en la parte en que este empieza a descender. El pulso se me desbocó. Me rozó las costillas con la punta de los dedos. Su cuerpo se movió y sentí su rodilla contra mí. (pág. 338) O.O o_O OMG - Gatita - Ni aunque fueras el último ser con aspecto humano sobre la faz de la Tierra ¿Ahora lo entiendes? ¿Capiche? ... - Ademñas, no me atraes nada - Mentira podrida - Pero vamos, nada de nada. Eres... De repente Daemon estaba delante de mí, a apenas un centímetro de mi rostro. - ¿Qué soy? - Ignorante -¿Y qué más? - Prepotente, controlador...-...- Y un...cretino. - Venga ya, gatita, seguro que puedes hacerlo mejor - ... - Todavía no me creo que no te sientas atraída por mí. (pág. 360) - Seguro que hasta sueñas conmigo - Bajó la vista hacia mis labios y sentí que se despegaban - Seguro que escribes mi nombre en tus libretas, una y otra vez, rodeado por un corazoncito. Me reí. - En tus sueños, Daemon. Eres la última persona a la que... Daemon me besó (pág.361) Una sonrisa pícara se le asomó a los labios. - ¿Te das cuenta de que me encantan los retos? Me reí entre dientes y me volví hacia la puerta mientras le dedicaba un gesto grosero con el dedo corazón. - Y a mí, Daemon; y a mí. (pág. 414)
Jennifer L. Armentrout (Obsidian (Lux, #1))
1 por qué no simplemente no esperar a ser ocasión de un vertedero de palabras ¿no es mejor abortar que ser estéril? después de tu partida las horas son tan tristes siempre empiezan a rastras demasiado pronto los garfios desgarrando con ceguedad el lecho de miseria rescatando los huesos los amores antiguos cuencas una vez llenas con ojos como tuyos ¿es mejor siempre demasiado pronto que jamás? negra necesidad salpicando los rostros diciendo una vez más nunca flotó lo amado nueve días ni nueve meses ni nueve vidas 2 diciendo una vez más si no me enseñas tú no aprenderé diciendo una vez más existe un último atardecer de últimas veces últimas veces de mendigar últimas veces de amar de saber no saber simular un último atardecer de últimas veces de decir sino me amas nunca seré amado si no te amo ya no amaré nunca un batir de palabras gastadas una vez más en el corazón amor amor amor golpe de un émbolo antiquísimo moliendo el suero inalterable de las palabras una vez más aterrado de no amar de amar pero no a ti de ser amado y no por ti de saber no saber simular simular yo y todos los otros que te amen si te aman 3 a menos que te amen
Samuel Beckett (Selected Poems 1930–1989)
aquel cuerpo—. Eh, Johnnycake. Johnny no abrió los ojos, pero emitió una débil pregunta. —¿Soda? —Sí, soy yo —dijo Sodapop—. No hables. Te pondrás bien. —Eran un montón —empezó Johnny, tragando, sin hacer caso de la orden de Soda—. Un Mustang azul lleno de ellos... Me acojoné... —intentó soltar un taco, pero de pronto se echó a llorar, luchando por controlarse, y llorando más porque no lo logró. Johnny se había llevado más de una con la fusta de su viejo, pero nunca soltó ni un quejido. Eso ponía peor las cosas, pues le costaba trabajo aliviarse. Soda no hizo más que sujetarle y apartarle el pelo de los ojos. —No te preocupes, Johnny. Se han ido. No te preocupes. Finalmente, entre sollozos, Johnny pudo contarnos cómo había sido. Estaba en el solar con el balón para practicar un poco, cuando un Mustang azul aparcó al lado. Venían cuatro socs. Le cogieron; uno de ellos llevaba la mano llena de anillos; eso fue lo que le hizo tantos cortes. No fue sólo cosa del palizón que le habían dado. Además, le habían aterrorizado. Le habían amenazado con toda clase de cosas. Johnny era muy excitable, una secuela nerviosa de las muchas veces que le habían pegado, de tanto oír pelearse a sus padres todo el tiempo. Vivir en esas condiciones habría vuelto amargo y rebelde a cualquier otro; a Johnny le estaba matando. Nunca había sido un cobarde. Era un buen tío a la hora de pelear contra otra pandilla. Estaba muy unido a la nuestra, y mantenía la boca bien cerrada cuando se trataba de la bofia. Pero después de la noche de la paliza, Johnny se amedrentaba más que nunca. Yo llegué a creer que jamás lo superaría. Nunca más anduvo por ahí solo. Johnny, que era el que mejor cumplía la ley de todos nosotros, llevaba ahora una faca de seis pulgadas en el bolsillo. Y estaba dispuesto a usarla si volvían a asaltarle. Le habían
S.E. Hinton (Rebeldes (Spanish Edition))
Y pareciera que todos andamos esperando la primera lluvia para relajarnos, para decirle adiós al eterno verano y por fin asumir el año que recién comienza en marzo, cuando el país retoma su agenda de burócrata planificado, cuando de un dos por tres se pasa del febrero ocioso a las carreras por las tiendas buscando el uniforme escolar, porque los niños ahora crecen de pronto. Uno no se da ni cuenta y los pitufos te miran desde arriba, alegando por la ingeniosa ley que acorta las vacaciones y los mete de sopetón en el odiado primer día de clases. Ese latero reencuentro con la institución educadora, con esos profesores almidonados que les dan la bienvenida con la sonrisa chueca. Los profes que ahora son jóvenes, recién egresados de las universidades, que fuman pitos e igual odian dejar el carrete, los jeans y las zapatillas para entrar en su doble vida de impecables reformadores. Y quizás, ese es el único punto en que alumnos y profesores se encuentran realmente, planchando la ropa, ordenando papeles y cuadernos para comparecer en el bostezo ritual de la primera mañana escolar. Allí, alineados en el patio, separados por curso y género (porque se fomenta la fornicación adolescente, dicen los educadores). A esa hora de la mañana, tener que escuchar los interminables discursos de la directora, que con los ojos blancos, cacarea su oración por la santa patria, por el puro Chile que te educa para ser chileno (qué novedad), por las buenas costumbres, que por lo general son para los estudiantes chupamedias, que escuchan en primera fila con cara de santurrones el discurso de la señora. Mientras atrás, a puro pellizcón, los inspectores mantienen a raya a los desordenados, a los pailones de la última fila, los que no se cansan de joder con sus bromas y chistes picantes. Los que se tiran peos e inundan el ordenado aire de la mañana escolar con ese olor rebelde. Tal vez son los únicos que escuchan el discurso de la directora, los únicos que le ponen atención para imitarla, para remedarle su curso y mentirosa acogida. Y la escuchan porque la odian, porque saben que ella no los pasa, detesta su música, su ropa y sus peinados y su desfachatez de pararse en el mundo así. Y llega cada año con nuevos reglamentos e ideas y talleres lateros para que sus niños ocupen mejor el tiempo. Los estudiantes de la última fila saben que la directora nunca los pierde de vista. Y por cualquiera anotación pasarán por su oficina cabizbajos, escuchando el mismo sermoneo, la misma citación de apoderados, el mismo: «Hasta cuándo González. Hasta cuándo, Loyola. Hasta cuándo, Santibáñez. ¿Nunca se va a aburrir de hacer tanto desorden?». Y la verdad, los alumnos de la última fila seguirán con sus manotazos y pifias mientras la sagrada educación nacional no los represente. Mientras les alarguen la tortura de las clases hasta las cuatro de la tarde, ellos seguirán riéndose del tiempo extra que gasta el estado para domarlos. Si nadie les pregunto, si nadie les dijo a ellos, que son los únicos afectados. Y por eso los chicos andan a patadas con los bancos, escupiendo con rabia a espaldas del inspector que los manda a cortarse el pelo. Ese largo pelo que durante las vacaciones se lo lavaron y cuidaron como seda. Esa hermosa cascada de cabello que los péndex se sueltan femeninos cuando van a la disco. Tal vez lo único ganado de todas las revoluciones y muchas juveniles. Esa larga bandera de pelo que los chicos desatan clandestinamente y la educación se las arrebata de un zarpazo.
Pedro Lemebel (Zanjón de la Aguada)
Siempre he creído que pocas cosas te preparan mejor para la vida real que una infacia solitaria. Yo, como cualquier niño sin hermanos, tuve que aprender a domesticar el aburrimiento desde muy pronto.
José A. Pérez Ledo (Esto no es una historia de amor)
Mi querida: Tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo apunto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza -y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo. Julio
Julio Cortázar
Qué era René al lado de Sir Stephen? Cuerda de heno, amarra de paja, cadenas de corcho, éstos eran los símbolos de los lazos con que había querido sujetarla él, para desecharla tan pronto. Pero !qué seguridad, qué delicia la anilla de hierro que taladraba la carne y para siempre, la marca que nunca se borrará, la mano de un amo que te tiende un lecho de roca, el amor de un dueño que sabe apoderarse sin piedad de aquello que ama! Y O se decía que , a fin de cuentas, no había amado a René sino para aprender lo que era el amor y saber darse mejor, esclavizada y colmada a Sir Stephen.
Pauline Réage (Histoire d'O | Story of O (Story of O, #1))
Lewis, describe lo que se siente al seguir a Dios cuando se mira severa y profundamente hacia adentro. Eustaquio, un muchacho, se convierte en un enorme y horrible dragón como consecuencia de ser egoísta, testarudo e incrédulo. Quiere cambiar y volver a ser un muchacho, pero no puede hacerlo por sí mismo. Llegado el momento, el gran león Aslan (que representa a Jesús) se le aparece y lo conduce a un maravilloso manantial para que se bañe. Pero como es un dragón, no puede entrar al manantial. Aslan le dice que se desvista. Eustaquio recuerda que se puede despojar de la piel como una serpiente. Se quita una capa, la deja caer al suelo y se siente mejor. Entonces, mientras se mueve hacia el estanque, se da cuenta que todavía tiene otra capa dura, áspera y escamosa encima. Frustrado, adolorido y ansioso de llegar a ese bello baño, se pregunta a sí mismo: «¿De cuánta piel debo despojarme?» Después de tres capas, se rinde, dándose cuenta que no puede hacerlo. Aslan dice entonces: «Tendrás que dejar que te desnude». A lo que Eustaquio replica: Tenía miedo de sus garras, te puedo decir, pero ya estaba poco menos que desesperado. De manera que me dejé caer de espalda y dejé que él lo hiciera. La primera desgarradura que hizo fue tan profunda que pensé me había llegado directamente al corazón. Y cuando comenzó a tirar de la piel, dolió más que cualquier cosa que antes hubiera sentido … Despellejó las cosas bestiales —tal como pensé que lo había hecho yo mismo las otras tres veces; únicamente que no habían dolido— y ahí yacían sobre la yerba; solo que eran mucho más gruesas y oscuras, y de aspecto más espinoso de lo que habían sido las otras. Y allí estaba yo tan terso y suave … Entonces él me sujetó … y me tiró al agua. Esto provocó un escozor sin igual pero solo por un momento. Después de eso se hizo perfectamente deliciosa y tan pronto comencé a nadar y chapotear descubrí que todo el dolor de mi brazo había desaparecido. Me convertí en un muchacho de nuevo … Al ratito el león me sacó y me vistió … con sus garras … en estas ropas nuevas que llevo puestas. [énfasis añadido]4 C. S. Lewis lo describe bien: Cuando se va en esta dirección radicalmente nueva se siente como si las garras de Dios fueran tan dentro de nosotros que nos cercenan el corazón.
Peter Scazzero (Una iglesia emocionalmente sana: Una estrategia para el discipulado que de veras cambia vidas (Emotionally Healthy Spirituality) (Spanish Edition))
«La política rusa es como la ruleta rusa —dice—. Lo único que hay que saber es si uno está dispuesto a apostar o no.» A continuación, se vuelve hacia mí: «Mira, Vadia, lo hermoso de este país es que, aunque no juegues, corres los mismos riesgos. Un día estás tan tranquilo en tu parcela, gestionando tus negocios, y de pronto llega un tipo que intenta quitarte lo que posees. Si tiene un poco de poder, o bien algo de fuerza, es probable que lo consiga. Y de repente te ves en la casilla de salida otra vez, sin haber hecho nada para merecerlo. Así que mejor jugar a la ruleta, ¿no?».
Giuliano da Empoli (El mago del Kremlin)
La característica más común de los CEO es que tienen un régimen de ejercicio regular (...) Si te mantienes en forma, serás menos propenso a la depresión, pensarás con más claridad, dormirás mejor y ampliarás tu grupo de posibles parejas (...) Trabaja ochenta horas una semana, sé el tipo que se mantiene tranquilo ante el estrés, aborda un problema grande a base de pura fuerza bruta y energía (...) Esta forma de trabajar, sin embargo, a medida que te haces mayor puede matarte de verdad. Así que hazlo pronto, mientras eres joven.
Scott Galloway (The Four: The Hidden DNA of Amazon, Apple, Facebook, and Google)
Pero esa no era la verdadera Narnia. Esa tenía un principio y un fin. Era sólo la sombra o la copia de la verdadera Narnia, que siempre ha estado aquí y siempre estará aquí: igual que nuestro mundo, Inglaterra y todo lo demás, es sólo una sombra o una copia de algo en el verdadero mundo de Aslan. No tienes que Llorar por Narnia, Lucía (...) “Todo esto lo ha dicho Platón, todo lo ha dicho Platón; Dios me ampare, ¡qué les enseñan en esos colegios!", los mayores rompieron a reír. Era tan exactamente igual a lo que le habían escuchado decir hacía tanto tiempo en aquel otro mundo donde su barba era gris en vez de dorada. Él comprendió por qué se reían y se puso a reír también. Pero muy pronto se pusieron serios otra vez: porque, como tú sabes, hay una clase de felicidad y de admiración que te hace ponerte serio. Es demasiado buena para malgastarla en chistes (...) La diferencia entre la antigua Narnia y la nueva Narnia era así. La nueva era una tierra más profunda: cada roca y cada flor y cada brizna de pasto parecía significar más. No puedo describirla mejor que eso. Si algún día llegas a ella, entenderás lo que quiero decir.
C.S. Lewis
La muerte tiene una manera muy suya de deslizarse furtivamente entre sus enemigos, de minar su voluntad de lucha, de desmoralizarlos. No cesa de presentarse como la solución radical, nos recuerda que fuera de ella no existe todavía ninguna solución verdadera. Quien vive mirándola siempre fijamente con odio, se acostumbra a ella como al único punto cero existente. Pero ¡cómo crece ese cero!, ¡cómo de pronto confiamos en él, porque ya no podemos confiar en nada más!, ¡cómo nos decimos: esto es lo que nos queda, y nada más! La muerte abate cuanto se halla próximo a nosotros, y cuando ya no podemos más de dolor, nos dice sonriendo: «No eres tan impotente como te imaginas, tú también puedes abatirte a ti mismo, y a tu dolor contigo». Nos prepara los dolores de los cuales ella puede luego rescatarnos. ¿Qué juez torturador ha comprendido nunca mejor su oficio?
Elias Canetti (Il libro contro la morte)
Ah, Estabmul, eco en Civitella. Antes de este viaje italiano fui a Estambul a entrevistar a Orhan Pamuk, por su libro " una sensación extraña" y me fui desde el viejo aeropuerto de Madrid, las bolsas de los emigrantes son tan grandes, son tan ruinosas, sus risas cansadas, un aeropuerto es una ciudad que no ríe. Antes de embarcar entró en mi teléfono móvil un mensaje de Milena Busquets, la escritora, que comenzaba a colaborar con El País ese verano. Su mensaje no tenía que ver con sus artículos, sino con una alarma que le había asaltado y que a mí me amargó el instante y los minutos siguientes. Milena me anunciaba algo que a su vez ella había visto en Twitter: Umberto Eco ha muerto. Uf, Umberto Eco ha muerto, el aeropuerto acelera su cara de monstruo falso, nadie sabe qué le ocurre al otro, qué ocurre en la vida, qué pasa, tú eres un fantasma deambulando, tu nombre no existe y está solo, en medio de este gentío nadie identificaría tu rostro, la soledad de tus ojos, la persuasiva presencia del miedo, ningún sentimiento destaca sobre otro en una aeropuerto. La incertidumbre es un chicle que se tira en un váter, nadie está contigo, los aeropuertos son la soledad y el silencio, tanto ruido hace opaco cualquier grito, así que mejor no muestres sorpresa ni nada, hasta lo más extraordinario es lo que tiene que pasar. Cuando una noticia de esa naturaleza ocurre, se acelera la mente, dondequiera que estés, porque eres periodista y nada te detiene, aunque tú mismo te halles en estado de estupor o triste: has de actuar te espera la platina, hay una noticia, es urgente, despierta a quien sea, no esperes al minuto siguiente, el otro periodo te lo va pisar De pronto el pasajero se confunde con el periodista y ya solo era periodista, era alguien que había sabido de fuente bien informada una noticia grave, una noticia. La sensación inmediata tiene que ver con los que hace un periodista: llama, confirma, organiza, se ofrece a su redacción Él lo sabe ya: los demás tienen que saberlo. En mi caso, podía ofrecer, en primer lugar, la noticia, de la que en el periódico no sabían nada (¡y menos mal!); todo lo demás va ocurriendo: quién puede escribir, qué puedo escribir. A la velocidad con la que actúa la voluntad de un periodista para preparar el terreno de lo que llamamos cobertura se produjo el desmentido. Milena me dijo de inmediato que la noticia venía en el Twiter de Vargas Llosa. ¡Pero si Vargas Llosa no tiene Twiter! Nunca tuvo, nunca tendrá Como la esencia de Twiter es esa rapidez resbaladiza, la mentira es la miel de su sustancia...
Juan Cruz (Un golpe de vida)
—Señorita Constanza —dijo el doctor con un brillo en sus ojos verdes y besando mi mano—, no había tenido el placer de saludaros este día, veo que sois una imponente amazona. ¿Os gustaría dar un paseo conmigo en el ocaso? —Lo siento doctor Wallace —le contestó Randolph—, la señorita tiene unos asuntos pendientes más tarde, así que el paseo será otro día. —Es verdad —le dije—, lo siento Jonathan. Mi tiempo ahora está limitado. —¿Tan limitado que tiene tiempo como para salir a dar un paseo a caballo? —Expresó el duque con sarcasmo. —Lo siento —le respondió Randolph—, no le había podido avisar, pero su alteza llegó esta madrugada y a él, es a la única persona a la que la señorita le da razón de sus asuntos. Todo lo que ella haga en este lugar, es con el consentimiento de su alteza. —Ah sí… —Me miraba el duque fijamente rodeándome como si fuera un buitre—. Pues me gustaría saber a cambio de qué, tantas consideraciones. —No le permito que me hable así. —Reaccioné molesta sin pensarlo—. No voy a permitir que me ofenda. —¡Insolente! —Me gritó—. ¿No tienes claro cuál es tu lugar aquí? ¿No sabes con quién estás hablando? Yo soy el duque de Kronguel Rodolfo Von Hanslow, pídeme perdón por tu falta de respeto o haré que castiguen tu atrevimiento. —Yo sé perfectamente quien es usted. —Le dije firmemente sosteniéndole la mirada—. Y no voy a pedirle perdón porque fue usted, el que me ofendió con su insinuación. —¡Te voy a enseñar a…! —Exclamó levantando su mano para darme un azote con la fusta. Pero diciendo esto, comenzó a sentirse mal sujetándose el pecho. —Es suficiente. —Randolph firmemente se colocó frente a mí interponiéndose y protegiéndome—. Si le molesta la presencia de la señorita Constanza, es mejor que lo hable con el príncipe. —¡Excelencia por favor! —Jonathan se apresuró sosteniéndolo—. ¡Recordad lo delicado de vuestro corazón! —Por supuesto que lo haré. —Se dirigió el duque a Randolph tratando de respirar con tranquilidad, calmándose y conteniendo su enojo—. Pronto sabrán aquí quien soy yo y cuando eso suceda, —mirándome fijamente agregó—: Me voy a encargar de ti personalmente.
Itxamany Bustillo (El Príncipe de Bórdovar 1)
Lo principal en este período es recordar que, en cualquier momento en que nos acerquemos al crecimiento y al cambio, los miedos saldrán a la superficie. Forma parte del proceso de desarrollar nuevas habilidades y despertar más nuestro potencial natural de liderazgo. Abandonamos nuestros antiguos métodos para adoptar uno nuevo. Los cimientos que nos sostenían se están desmoronando, y eso siempre es incómodo. Pero no pasa nada. Es preciso que los viejos cimientos y las estructuras tradicionales caigan para poder construir otras mejores. Así es como opera el cambio. De la confusión siempre surge la claridad. Del caos siempre surge el orden. Y si persistes sin miedo en el proceso de cambio, llegarás a un nuevo orden mucho mejor que el que existía antes de que comenzara el período de transición. —O sea que las crisis llevan a grandes avances —repetí. —Eso es. No te des por vencido. No rehúyas la incomodidad, corre cada vez más riesgos inteligentes y tus miedos comenzarán a desvanecerse. Haz todos los días aquello que te asusta, y transformarás tu miedo en fuerza. Así es como uno adquiere seguridad y se hace invencible. Busca el riesgo. Da la bienvenida al cambio. Lánzate a por tus mejores oportunidades. Y cada vez que lo hagas, alimentarás tu líder interior. Y pronto te encontrarás en un estado en el que todo es posible. Volviendo
Robin S. Sharma (El líder que no tenía cargo)