“
Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.
De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesionales poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.
Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.
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Sylvia Plath (The Bell Jar)
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Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y mis huesos se endurecieron primero que los tuyos.
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Juan Rulfo (Cartas a Clara)
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Después de todo, amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Te debo, pues, todos mis amores posteriores, incluido el amor salvaje y ciego que siento por mis hijos. Ya no puedo abrir un libro sin desear ver tu cara de calma y de concentración, sin saber que no la veré más y, lo que tal vez sea incluso más grave, que no me verá más. Nunca volveré a ser mirada por tus ojos. Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos. Mi lugar en el mundo estaba en tu mirada y me parecía tan incontestable y perpetuo que nunca me molesté en averiguar cuál era. No está mal, he conseguido ser una niña hasta los cuarenta años, dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos, esperemos que sepa hacer la transición a adulto y que no me convierta directamente en una anciana. No me gusta ser huérfana, no estoy hecha para la tristeza.
”
”
Milena Busquets (También esto pasará)
“
—Porque cuando se escriban las leyendas, no quería que me recordarán como alguien que escurrió el bulto. Quiero que mi futuro hijo sepa que yo estuve ahí, que pelee contra Amarantha al final, aunque mis esfuerzos de poco sirvieran.
Parpadeé, y esta vez no era por el brillo del sol.
—Porque —continuó él, los ojos fijos en los míos— no queria que pelearas sola. O murieras sola.
”
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Sarah J. Maas (A Court of Thorns and Roses (A Court of Thorns and Roses, #1))
“
NOVIA. ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia.) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera,y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aun que hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos.
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Federico García Lorca (Bodas de sangre)
“
—Porque cuando se escriban las leyendas, no quería que me recordarán como alguien que escurrió el bulto. Quiero que mi futuro hijo sepa que yo estuve ahí, que pelee contra Amarantha al final, aunque mis esfuerzos de poco sirvieran.
Parpadeé, y esta vez no era por el brillo del sol.
—Porque —continuó él, los ojos fijos en los míos— no queria que pelearas sola. O murieras sola.”
–Capítulo 46, pág. 451
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Sarah J. Maas (A Court of Thorns and Roses (A Court of Thorns and Roses, #1))
“
Yo no sé ni siquiera que el agua está compuesta por oxígeno e hidrógeno, y estas [se refiere a sus hijas, sus mordaces críticos] me echan a la cara que las lunas salen del este. ¿Pero qué me importan si las lunas salen del oeste o del este, si en Marte llueve o no llueve? Yo no proporciono breviarios a los matemáticos y a los físicos. Pero un escritor de ciencia ficción, contestan, tiene que saber ciertas cosas. Bien. Toda la vida llamándome escritor de ciencia ficción, y aún no he entendido lo que significa. Desde hace algún tiempo me llaman escritor de la Era Espacial. Suena algo más respetable, pero tampoco entiendo qué significa. Solamente, el que hace 20 años todos se burlaban de mí. ‘Pero qué ridículo eres’, decían, ‘absurdo’. ‘¿Qué quiere decir astronauta? ¿Qué quiere decir cosmopuerto, ir a la Luna? ¡Eres tonto!’ Luego, de pronto, explota la Era Espacial, y se realiza lo que escribía. Pero no se arrepienten, no piden disculpas, siguen diciendo ‘No es una obra de arte la suya, es cinerama. Bien, ¿qué es el cinerama? ¿Quién inventó el cinerama sino el viejo Mike, Michelangelo en resumen? ¿No la hizo él La Capilla Sixtina? ¿Y qué otra cosa es La Capilla Sixtina sino cinerama en pintura? Y si el viejo Michelangelo pintaba en cinerama, ¿por qué yo no puedo escribir el futuro en ciencia ficción? La ciencia ficción me sirve para interpretar el tiempo en que vivo, en que vivirán los hijos de mis hijos, para describir sus amenazas.
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”
Ray Bradbury
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Lo bailado nadie te lo quita. Aunque volvamos a desconocernos, no nos perdemos de nada. De alguien serán mis hijos y los suyos. De alguien será la nueva sonrisa que registre para siempre junto a la de Emiliano, quizá por encima de ella. En algún lado viviremos, haciendo cosas. El pasado latiéndonos en algún rincón, moviéndonos los
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Catalina Aguilar Mastretta (Todos los días son nuestros)
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A veces, los hijos te los pone la vida por delante cuando ya han sido gestados por otras mujeres. A veces, a los hijos los encuentras en el camino y basta un verano para crear un lazo que ya nada ni nadie puede romper.
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Cherry Chic (Todas mis ilusiones (Dunas, #3))
“
—Además —lo interrumpió nuevamente—, mis hijos jamás tendrán
que preocuparse por su próxima comida. Nunca tendrán que pagar
impuestos, nunca tendrán que preocuparse acerca de cómo permitirse enviar
a sus hijos a la escuela. Ellos siempre tendrán la opción de un sólido techo
sobre sus cabezas y tres comidas diarias. Siempre habrá personas a su
alrededor para cuidarlos y protegerlos. Ellos nunca, nunca estarán solos. Y si
hicieran algo mal, tendrían el poder de arreglarlo.
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”
MaryJanice Davidson (The Royal Treatment (Alaskan Royal Family, #1))
“
Vi a mi vida desarrollar ramas que se extendían ante mí como el árbol de higos del cuento. De la punta de cada rama, como un higo gordo y morado, me llamaba y guiñaba un hermoso futuro. Un higo era un esposo y un hogar feliz con hijos, otro higo era ser una poetisa famosa. Otro higo era ser una brillante profesora. Otro higo era Ee Gee (la maravillosa editora). Otro higo era Europa y África y América del Sur. Otro higo era Constantin y Sócrates y Attila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco convencionales. Otro higo era un campeonato olímpico y debajo de éste y encima de los otros se extendían más higos que no alcancé a descifrar.
Me vi a mí misma sentada al pie del árbol de higo, muerta de hambre porque no podía decidirme por uno de los higos. Los quería todos pero elegir uno significaba perder todos los demás y mientras me sentaba ahí sin poderme decidir, los higos comenzaron a arrugarse y a volverse negros para ir cayendo uno a uno ante mis pies.
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”
Sylvia Plath (La campana de cristal)
“
Hacía años que mis labios no habían pronunciado una oración. Hacía años que no me acordaba de Dios, pero en aquel momento fue todo lo que se me ocurrió. Pedirle perdón por haberme olvidado de Él y pedirle un favor especial: que me diera tiempo, solo un poco más de tiempo para llegar junto a mis hijos.
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Mikel Santiago (La última noche en Tremore Beach)
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Quizá era momento de claudicar en mis anhelos de grandeza. Convertirme en una mamá modelo dedicada al cien por ciento a mis hijos y a mi marido. Olvidarme de que solo a través de la danza podía alcanzar mis metas y vivir más en concordia con mis posibilidades. En otras palabras, aceptar mi mediocridad y mi pusilanimidad
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”
Guillermo Arriaga (Salvar el fuego)
“
Cuando aparecía, no decía nada acerca de mis luchas personales. Sólo a través de la oración entendí finalmente que yo no era diferente de cualquier otra persona que sufría. Nuestra Señora permanecía en silencio sobre mi situación por respeto a mi libre albedrío y por amor a todos sus hijos los que la podían ver, como los que no la podían ver. Me di cuenta que, como una buena madre, Nuestra Señora no tenía favoritos.
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Mirjana Soldo (My Heart Will Triumph)
“
Me pregunto en qué momento un niño se convierte en un adulto. ¿Pasa de repente o es más bien poco a poco, como por etapas? ¿Hay una edad, una semana, un momento, en el que se revelan todos los secretos del universo y la madurez desciende del cielo en una nube, cambiando el cerebro para siempre? ¿Se escabullirá un día la niña que hay en mí para no volver jamás?
No me puedo imaginar viviendo una vida real, o que alguna vez seré adulta. Me parece una transformación tan increíble... Puede que algún día sea la pareja de alguien o la madre de alguien o el patólogo forense de alguien. Puede que algún día beba demasiado o tenga un hijo del que no le hable a nadie. Puede que algún día huya de todo y tenga mis razones.
Ese yo es imposible de imaginar por mi yo actual.
No me puedo imaginar mayor. No me puedo imaginar diferente de la persona que soy ahora. No me puedo imaginar vieja ni casada ni muerta.
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Meg Rosoff (Picture Me Gone)
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De ahí que sea imprescindible la comunión con mis hermanos y por eso mismo «si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1.7). Por supuesto que está ligado lo uno con lo otro. Hay pecados que no reconoceré ni confesaré jamás a menos que tenga comunión con el cuerpo, porque no llegaré a reconocerlos. Creeré que lo estoy haciendo bien. Me engañaré a mí mismo. Por eso el aislamiento es destructivo.
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”
Marcos Vidal (Con permiso: Cómo vivir un cristianismo real de todos los días (Spanish Edition))
“
Yo quería a mi papá con un amor que nunca volví a sentir hasta que nacieron mis hijos. Cuando los tuve a ellos lo reconocí, porque es un amor igual en intensidad, aunque distinto, y en cierto sentido opuesto. Yo sentía que a mí nada me podía pasar si estaba con mi papá. Y siento que a mis hijos no les puede pasar nada si están conmigo. Es decir, yo sé que antes me haría matar, sin dudarlo ni un instante, por defender a mis hijos. Y sé que mi papá se habría hecho matar sin dudarlo un instante por defenderme a mí. La idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por eso yo había resuelto tirarme al río Medellín si él llegaba a morirse. Y también sé que hay algo que sería mucho peor que mi muerte: la muerte de un hijo mío. Todo esto es una cosa muy primitiva, ancestral, que se siente en lo más hondo de la conciencia, en un sitio anterior al pensamiento. Es algo que no se piensa, sino que sencillamente es así, sin atenuantes, pues uno no lo sabe con la cabeza sino con las tripas".
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Héctor Abad Faciolince (El olvido que seremos)
“
Mi Vida es un exquisito secreto […] No concebiré hijos de la carne –pero conozco un sagrado Consuelo. Dios me ha dispuesto para la Concepción de una especie diferente. Mis hijos son de la Mente –mi Gestación es perpetua–, mi Éxtasis es del alma. Doy la bienvenida a las jubilosas labores que separan al poema de su creador; como Partera, ¡sólo lo divino! Que las épocas tomen la medida de la Fecundidad, y que el Futuro juzgue si esta elección –si lo es– fue acertada. Yo le explicaría estas Cosas a mi Padre –si pudiera– pidiéndole paciencia por la Cosecha”.
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Emily Dickinson (Cartas de Emily Dickinson: un campo minado (Pequeños Grandes Ensayos) (Spanish Edition))
“
—Escuchad mis palabras, sed testigos de mi juramento ... La noche se avecina, ahora empieza mi guardia. No terminará hasta el día de mi muerte. No tomaré esposa, no poseeré tierras, no engendraré hijos. No llevaré corona, no alcanzaré la gloria. Viviré y moriré en mi puesto. Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo que defiende los reinos de los hombres. Entrego mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche, durante esta noche y todas las que estén por venir.
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George R.R. Martin
“
—El día que conocí a tu madre, sabía que estaría en mi vida para siempre. Había algo sobre ella y supe que me estaba enamorando ese primer día. Te hacía querer ser mejor, tratar de ser digno de su amor. Lamentablemente, tu padre pensaba lo mismo, nadie entendía por qué cambió drásticamente, excepto yo. A pesar de que ella estaba conmigo, dejó de beber, dejó de dormir con otras chicas, es como si lo hubiera hecho madurar al instante y convertido en el tipo que finalmente quería ser para que pudiera tener una oportunidad con ella. Siempre tuve miedo de perderla por él algún día, es como si me diera cuenta de que era una cuestión de cuándo, no de sí. Pero tu madre era diferente, yo había salido con muchas chicas, pero realmente no me importaba si estaban allí o no. Eran sólo alguien para tratar de llenar el dolor de perder a mi padre. Así que cuando me reuní con ella y se dio cuenta de mis sentimientos, luché por mantenerla tanto tiempo como pude. No se lo digas a tu mamá, pero Chase y yo constantemente peleábamos por ella cuando no estaba cerca. Infierno, incluso peleábamos por ella cuando estaba cerca. Sabíamos que cualquiera de nosotros podría tener a cualquier chica que quisiéramos, pero sólo queríamos a Harper. Así que, por supuesto, siendo nosotros, las palabras se utilizaron en puños y volaban cuando nos quedábamos solos. No le dije esto, pero ya sabía lo que había pasado con tu padre antes de que ella me lo dijera. Cuando llegué a casa de la rotura, y Chase no me molestó de nuevo, sabía que algo había pasado. Sólo no sabía qué todavía. Pero ¿sabes qué pequeño hombrecito? No puedo ni siquiera estar loco sobre eso más, porque si no hubiera pasado, no estarías aquí ahora.
Besó suavemente a nuestro hijo de tres meses quien estaba completamente cautivado en sus historias y señaló la última foto en el libro.
—Y él te amaba y a tu mamá, muchísimo. Siempre voy a recordarte eso, pero desearía que hubieras podido reunirte con él.
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Molly McAdams (Taking Chances (Taking Chances, #1))
“
enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. 32De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. 33Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. 34De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 35El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 36Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. 37Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del
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Anonymous (Santa Biblia (Reina Valera 1960 RV60) Con índice activo por cada libro (Spanish Edition))
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Mis más trágicos recuerdos se levantaron en furioso oleaje. Creía que después de pasar por la experiencia de perderte ya nada podía afectarme demasiado, pero la mínima posibilidad de que algo semejante le ocurriera al hijo que me quedaba, me volteó. Tenía un peso en el pecho, como una roca aplastándome, que me cortaba la respiración. Me sentía vulnerable, en carne viva, a punto de llorar en cualquier instante. En la noche, cuando todos descansaban, oía un rumor entre las paredes, había quejidos atascados en los umbrales, suspiros en los cuartos desocupados. Era mi propio miedo, supongo. El dolor acumulado en ese largo año de tu agonía estaba agazapado en la casa.
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Isabel Allende (La suma de los días)
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a actos que violan la castidad; es igualmente probable que se trate de actos contra la justicia, o faltas de caridad contra el mundo de los demás. A ellos les parecerán muestras de fervor y piedad hacia el eros. La pareja puede decirse—el uno al otro—casi con el tono de quien ofrece un sacrificio: «Es por causa del amor que he descuidado a mis padres… que he dejado a mis hijos… engañado a mi socio… fallado a mi amigo en su mayor necesidad». Estas razones en la ley del amor pasan por buenas. Sus fieles hasta pueden llegar a sentir que hay un mérito especial en estos sacrificios, porque ¿qué ofrenda más costosa puede dejarse en el altar del amor que la propia conciencia?
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C.S. Lewis (Los Cuatro Amores (Spanish Edition))
“
mujer, y con mis hijos, y con mis amigos; mis ejercicios son el de la caza y pesca, pero no mantengo ni halcón ni galgos, sino algún perdigón manso, o algún hurón atrevido. Tengo hasta seis docenas de libros, cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción otros; los de caballerías aún no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que déstos hay muy pocos en España. Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son mis convites limpios y aseados, y no nada escasos;
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Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote)
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La gente no acepta que se le diga sus verdades. Quieren que se crea sus lindas palabras o por lo menos que uno haga como si. Yo soy lúcida soy franca arranco las caretas. La tipeja que susurra: '¿Así que quiere mucho a su hermanito?' y yo con mi vocecita serena 'Lo detesto'. He seguido siendo esa adolescente que dice lo que piensa no hace trampas. Se me partía el corazón escucharlo pontificar y todos esos infelices de rodillas delante de él. Yo aparecía con mis grandes zuecos sus palabras solemnes quedaban desinfladas: el progreso la prosperidad el porvenir del hombre la felicidad de la humanidad la ayuda a los países subdesarrollados la paz del mundo. No soy racista pero me importan un pito los árabes los judíos los negros exactamente como me importan un pito los chinos los rusos los yanquis los franchutes. Me importa un pito la humanidad qué es lo que ella ha hecho por mí me gustaría saberlo. Si son lo bastante estúpidos como para degollarse bombardearse tirarse napalm exterminarse no gastaré mis ojos llorando. Un millón de niños degollados ¿y qué? Los niños nunca son otra cosa que semilla de canallas y así se descongestiona un poco el planeta reconocen que está superpoblado ¿y entonces qué? Si yo fuera la tierra me daría asco toda esa gusanada en mi espalda me la sacudiría. Si todos revientan yo quiero reventar. Los niños no son nada para mí no voy a enternecer por ellos. Mi hija está muerta y me han robado a mi hijo.
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Simone de Beauvoir (The Woman Destroyed)
“
Quedaban sus palabras, adiós, que tengáis suerte, adiós, te quiero más que nunca, adiós, me voy con la alegría de haberte conocido, adiós, habla a mis hijos de mí, de las ideas por las que voy a morir, adiós, busca a un buen hombre, cásate con éñ y sé feliz, pero no me olvides, adiós, mi amor, cuánto te he querido y qué poco tiempo hemos tenido para estar juntos, adiós, hijos míos, sed muy buenos y ayudad mucho a vuestra madre, adiós, cariño, adiós, vida mía, adiós, adiós, adiós, y todas las despedidas eran parecidas, pero todas distintas, distintas as mujeres que no podían terminar de leer en vox alta el papel que temblaba entre sus manos, idéntico el hueco que cada nueva carta abría en mi cuerpo agujereado, incapaz de abrigar tanto adioses
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Almudena Grandes (Las tres bodas de Manolita (Episodios de una guerra interminable, #3))
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Un pobre campesino que sacrifica un buey inestimable en honor a Júpiter se convencerá de que Júpiter existe; de otro modo, ¿cómo iba a excusar su estupidez? El campesino sacrificará otro buey, y otro, y otro más, solo para no tener que admitir que todos los bueyes previos no fueron un desperdicio. Exactamente por la misma razón, si he sacrificado un hijo por la gloria de la nación italiana o mis piernas por la revolución comunista, bastará con que me convierta en un nacionalista italiano fanático o en un comunista entusiasta. Porque si los mitos nacionales italianos o la propaganda comunista son mentira, entonces me veré obligado a admitir que la muerte de mi hijo o mi propia parálisis no han tenido sentido alguno. Pocas personas tienen estómago para admitir algo así.
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Yuval Noah Harari (Homo Deus: Breve historia del mañana)
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A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía. Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios. Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano. Y tú permanecerás después de mí, hijo mío. Y guardarás mi recuerdo. Y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo. Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en el Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia.
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Amin Maalouf (Leo Africanus)
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Entrañado en la oscuridad pecaminosa estuve yo también, concebido no engendrado. Por ellos, el hombre con mi voz y mis ojos y una mujer fantasmal de aliento a cenizas. Se ayuntaron y desjuntaron, cumplieron la voluntad del apareador. Desde antes de los tiempos Él me dispuso y ahora no puede disponer lo contrario ni nunca. Una lex eterna Le atenaza. ¿Es ésa pues la divina sustancia en la que el Padre y el Hijo son con-sustanciales? ¿Dónde está el pobre de Arrio para meterse dentro y ver qué pasa? Guerreando de por vida por la contransmagnificandjudeogolpancialidad. ¡Aciago heresiarca malogrado! En un excusado griego exhaló su último suspiro: euthanasia. Con mitra de abalorios y con báculo, instalado en su trono, viudo de una sede viuda, con omophonon envarado, con posaderas aglutinadas.
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James Joyce (Ulises (Spanish Edition))
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¡Oh, olas del Adriático! ¡Oh Brento! Tal vez no vuelva a veros ni a oír vuestra mágica voz, sagrada para los hijos de Apolo, que me hizo familiar la lira altanera de Albión. En libertad gozaré con indolencia de las noches de la dorada Italia, bogando en una góndola secreta en compañía de una joven veneciana, a veces charlatana, otras silenciosa; con ella mis labios aprenderán el lenguaje de Petrarca y del amor. ¿Llegará la hora de mi libertad? ¡Ya es tiempo, ya es tiempo! La imploro; voy errante por el piélago y la espero; invoco los vientos favorables a la fiera tempestad que empuje mi barco entre las olas por los caminos abiertos del mar. ¿Cuándo empezaré mi libre carrera? Ya es hora de dejar la orilla aburrida; no es hostil el ambiente, y entre las playas del Sur, bajo el cielo de mi África, podré suspirar por la sombría Rusia, en la que sufrí, amé y enterré mi corazón.
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Alexander Pushkin (Eugene Onegin)
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ahora piensa con afecto en ese período, porque en muchos sentidos fue una época maravillosa. En diciembre nominaron a Willem para un premio importante por su papel en La manzana envenenada, y en enero se lo concedieron. Luego lo nominaron para un premio aún más importante y prestigioso, y de nuevo lo consiguió. Él estaba en Londres por motivos de trabajo la noche que Willem lo recogió, pero puso el despertador a las dos de la madrugada para ver la ceremonia por internet; cuando pronunciaron el nombre de Willem gritó fuerte, y vio cómo sonreía radiante, besaba a Julia -a quien había llevado de acompañante- y subía los escalones del escenario, donde dio las gracias a los cineastas, al estudio,a Emil, a Kit, al mismísimo Alan Turing, a Roman, a Cressy, a Richard, a Malcom, a JB, y «a mis suegros, Julia Altman y Harold Stein, por haber hecho que me sintiera siempre como un hijo y, de un modo especial, a Jude St. Francis, mi mejor amigo y el amor de mi vida, por todo».
”
”
Hanya Yanagihara (A Little Life)
“
Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o hacer achís.
Papi: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo…
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.
Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.
En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco
dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir dónde
pusiste tu pie, tus raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.
Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar:
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,
una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.
Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.
Siempre te tuve miedo,
con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú...
No Dios, sino un esvástica
tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara; el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.
Estás de pie junto a la pizarra, papi,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que
me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.
Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.
Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,
e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papi, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.
Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papi.
Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.
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Sylvia Plath (Ariel)
“
Lo había conocido años atrás cuando asistió a una de mis cruzadas, donde lloró arrepentido y oró pidiendo ser salvo. Aquella noche salió de la sala de oración con verdadero gozo en su corazón. Pero ahora se veía completamente desolado; nunca en mi vida había visto un rostro joven tan triste. Me dijo: —Señor Wilkerson, no sé hacia dónde encaminarme. No tengo gozo, y Dios parece estar muy lejos. Me siento tentado, y temo que voy a caer en el pecado y perder mi contacto con Dios. ¡No siento nada más que temor y temblor! Le puse la mano en el hombro y le dije: — Hijo, esta es tu hora de prueba. Dios te está probando para ver qué hay en tu corazón. ¿Estás dispuesto a arrepentirte, aceptar su perdón y seguir acercándote a la Luz? Dios no te ha abandonado. De repente empezaron a correrle lágrimas por las mejillas: — ¿Quiere decir que en realidad Dios no está enojado conmigo? — No — respondí. — Y este desasosiego y desesperanza que tengo, ¿será resultado de algún hábito terrible en mi vida? — me preguntó. Le dije que eso sólo él podía contestarlo. — Pues no, no lo creo — replicó él. Entonces, de pronto, comenzó a ver la luz: ¡después de todo no era culpa de Dios! Era su descuido de la oración y del hambre por la Palabra, durante su temporada de sufrimiento, lo que le había hecho temer y tropezar. En ese momento el Espíritu del Señor comenzó a dispensarle esperanza; levantó sus manos y alabó al Señor: “Ayúdame a salir de esto, Señor. ¡Restaura mi fe!” Cuando me despedí de él, le estaba dando gracias a Dios por hacerlo retornar a un compromiso sólido. El Espíritu Santo estaba comenzando a resplandecer de nuevo en él.
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David Wilkerson (Tenemos hambre de Cristo: Experimentando su presciencia en tiempos difíciles)
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Por ejemplo, muchos estudios sobre felicidad matrimonial se realizaban simplemente sometiendo a los cónyuges a diversos cuestionarios. Esto se conoce como el método del autoinforme y, aunque tiene su utilidad, es bastante limitado. ¿Cómo sabemos si una esposa es feliz simplemente porque marca la casilla de «felicidad» en el cuestionario? Las mujeres sometidas en su relación a abusos físicos suelen obtener una calificación muy alta en los cuestionarios sobre satisfacción matrimonial. Sólo cuando una mujer se siente segura y es entrevistada a solas, revela sus sufrimientos. Para remediar estas lagunas en la investigación, mis colegas y yo hemos mejorado los métodos tradicionales estudiando el matrimonio con otros métodos más innovadores y exhaustivos. Actualmente seguimos a setecientas parejas en siete estudios distintos. No sólo observamos a recién casados, sino también parejas más veteranas, con cónyuges de cuarenta a sesenta años de edad. También hemos estudiado matrimonios que acaban de tener su primer hijo, y parejas interactuando con hijos recién nacidos, en edad preescolar o adolescentes. Como parte de esta investigación he entrevistado a parejas sobre la historia de su matrimonio, su filosofía sobre el matrimonio, sus puntos de vista sobre el matrimonio de sus padres. Las he filmado mientras hablaban sobre cómo habían pasado el día, sobre las áreas de continuo desacuerdo en su relación o sobre temas más alegres. Y para obtener una lectura psicológica de su estado de tensión o de relajación, he medido su ritmo cardíaco, su presión sanguínea, su sudoración o la función inmunológica. En todos los casos he permitido que la pareja viera las cintas de vídeo para que expresaran su propio punto de vista sobre lo que pensaban o sentían al ver, por ejemplo, que su ritmo cardíaco o su presión sanguínea subía bruscamente durante una discusión matrimonial. Y he mantenido el contacto con las parejas, estudiándolas al menos una vez al año para ver cómo seguía su relación. De momento mis colegas y yo somos los únicos investigadores que realizamos esta observación y análisis exhaustivo de las parejas casadas. Nuestros datos ofrecen la primera visión real del funcionamiento interno, de la anatomía de un matrimonio. Los resultados de estos estudios, y no mis opiniones, forman la base de mis siete principios para el buen funcionamiento del matrimonio.
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John M. Gottman (Siete reglas de oro para vivir en pareja)
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— ¡Oh Caballero de la Triste Figura!, no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimoñesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre. Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágines con su rápido y natural curso. Y tú, ¡oh, el más noble y obediente escudero que tuvo espada en cinta, barbas en rostro y olfato en las narices!, no te desmaye ni descontente ver llevar ansí delante de tus ojos mesmos a la flor de la caballería andante; que presto, si al plasmador del mundo le place, te verás tan alto y tan sublimado que no te conozcas, y no saldrán defraudadas las promesas que te ha fecho tu buen señor. Y asegúrote, de parte de la sabia Mentironiana, que tu salario te sea pagado, como lo verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero, que conviene que vayas donde paréis entrambos. Y, porque no me es lícito decir otra cosa, a Dios quedad, que yo me vuelvo adonde yo me sé. Y, al acabar de la profecía, alzó la voz de punto, y diminuyóla después, con tan tierno acento, que aun los sabidores de la burla estuvieron por creer que era verdad lo que oían. Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella; y vio que le prometían el verse ayuntados en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha. Y, creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y, dando un gran suspiro, dijo: — ¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado!, ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho; que, como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso. Y, en lo que toca a la consolación de Sancho Panza, mi escudero, yo confío de su bondad y buen proceder que no me dejará en buena ni en mala suerte; porque, cuando no suceda, por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula, o otra cosa equivalente que le tengo prometida, por lo menos su salario no podrá perderse; que en mi testamento, que ya está hecho, dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la posibilidad mía. Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes.
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Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
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La ley prohibe que en tu testamento dispongas: con el solomillo de mi cadaver se hara roast-beef para mis hijos y nietos debera quedar dorado por fuera y sangrante por dentro y servirse con patatas hervidas al vapor.
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Camilo José Cela (Oficio de tinieblas 5)
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No quiero alejarme de mi hijo, de mis nietos. Me espanta la idea de separarme de ellos aunque sea por un día. Mi hijo tampoco se aleja de mí. Pronto hará veinticinco años que trabaja y ni una vez se ha ido de viaje. En su trabajo, la gente se sorprende. “Mejor me quedo contigo, mamá”, es lo que él me dice. Y mi nuera es igual. Es indescriptible… Si no tenemos una casa de veraneo es simplemente porque no somos capaces de separarnos ni por unos días. Ni un minuto puedo vivir sin ellos.
Quien haya estado en la guerra sabe lo que significa separarse por un día. Por un solo día.
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Svetlana Alexievich (War's Unwomanly Face)
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En las decisiones más importantes de tu vida estás sola y que por eso su padre la había educado a no depender de ningún hombre. Pero, claro, yo crecí en un entorno tradicional: me llevaron a un colegio de monjas cuando ya estaban de moda los colegios mixtos y me pasaron un mensaje en una botella: el capitán era siempre el hombre. Sin embargo, en la misma botella también colaron mis padres otro mensaje que iba más con los tiempos: debía estudiar una carrera, llevar un sueldo más a casa, es decir, tener la capacidad de navegar el barco, "por si acaso". Pero sólo por si acaso. Si había que sacrificar tiempo o profesión para seguir al otro, se hacía. Sobre todo al llegar los hijos, convirtiéndote en su tripulación
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Vanessa Montfort (Mujeres que compran flores)
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Yo tengo un sueño que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter.
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Miquel Alonso (Discursos Famosos de Nuestra Historia Vol.1 (Spanish Edition))
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Ateísmo burgués del siglo XIX, llamó Hugo Hiriart a la religiosidad en la que imagino vivir. No sé cómo apareció esta terminante descripción en el espléndido discurso en torno a la Ilíada, con el que entró a formar parte de la Academia Mexicana de la Lengua. Pero me sentí cómoda arropándome en semejante categoría. Hasta cuando me creo moderna soy anticuada. Esto de ser ateo viene del siglo XIX. Hasta del tardío XVIII. Mi bisabuelo liberal ya era obsoleto. Con todo, yo tengo mi fe. Creo en la madre naturaleza y en los seres humanos que son generosos y buenos. Ahí está el dios de esta atea. Creo en Elizabeth Bennet, en Úrsula Iguarán, en Isaac Dinesen. Creo en la Maga y en la valentía de Leonor. Creo que tiene razón Mateo cuando lo aflige que haya guerra en Ucrania, cuando dilucida que si aletea una mariposa en África, tiembla en México. Creo en Verónica cuando se niega a heredarles a nuestros hijos la mugre del río Atoyac. Creo en los trabajadores obsesivos, como Roberto, Kathya, Héctor y Catalina. Creo en los misterios del fondo del mar, en el cine, en la poesía del Siglo de Oro y en la del siglo XX. Creo en la memoria, en la escuela primaria, en el amor de los quince años y en el sexo de los cincuenta. Creo en las comedias musicales, las jacarandas y los rascacielos. Creo en el caldo de frijoles y el arroz blanco, creo en el horizonte y en que un día tendré más nietos. Creo en la música de Rosario, en las películas de Catalina, en el libro que me cuenta Mateo. Creo en las historias que Virginia trae del Metro, creo que tenemos remedio, creo en los lápices del número tres, en la punta de las plumas Mont Blanc, en la ciencia del doctor Goldberg, en la incredulidad del doctor Estañol, en los barcos con que soñaba una mujer frente a la bahía de Cozumel, en el perro volando que vió doña Emma en un ciclón, en la frente lúcida y la nariz perfecta de la antropóloga Guzmán, en la Sierra Negra cuando la recorre Daniela, en las mujeres que han llamado a su grupo “Los varitas de nardo” y son diez gordas reunidas para cambiar sus hornos de leña por unos que contaminen menos. Creo en el hipo con que mi perro anuncia que está soñando un vuelo alrededor del mundo, creo en el diccionario de la RAE y en las cartas que mandan mis amigos. Creo que aún camina bien mi camioneta vieja y que mis hermanos hicieron una empresa en donde había un sueño. Creo, ingenua yo, en que les irá mal a los malos. Creo en la luz de mi iPhone, en la cocina de mi abuela, en la esperanza de quienes, a pesar del miedo, siguen viviendo en Michoacán. Bendigo el correo electrónico, las orquídeas y los zapatos cómodos. Les rezo a las puestas de sol, a la vitamina B12, a mis rodillas y a las fotos de mis antepasados. Comulgo con quienes saben conversar, oigo misa en las sobremesas de mi casa. Soy una atea con varios dioses. Tantos y de tan buen grado que ahora, presa de la aflicción que es la desmemoria, voy a acudir al único dios de la trilogía de mi madre que me sigue pareciendo confiable: Espíritu Santo, fuente de luz: ilumíname. ¿A qué horas tiré el trébol y cómo es que olvidé tan memorable catástrofe?
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Ángeles Mastretta (El viento de las horas)
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—Extraño el verano —largó Jones—. Extraño el mar y las voces de mis hijos jugando en las olas.
—Yo extraño el viento y la lluvia. Daría cualquier cosa por estar en un fuerte temporal —agregó Herbert con los ojos llenos de olvido.
Sus palabras fueron arrastradas por el silencio y la lejanía de una nave de gran tamaño.
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TOMAS ANDREI
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«Señor, Tú sostienes en mí la esperanza. Por Ti creo en el porvenir de esta Obra tuya y, concretamente, espero que darás perseverancia a todos mis hijos, de modo que cuando nos reunamos podamos
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José Luis González Gullón (Escondidos: El Opus Dei en la zona republicana durante la Guerra Civil (1936-1939) (Libros sobre el Opus Dei) (Spanish Edition))
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ropa bonita a su hija. Pero María no se daba por satisfecha. Creía que merecía algo mucho mejor. Cuando María ya era mujercita, no quería tener nada que ver con los jóvenes de su pueblo. No eran bastante buenos para ella. Muchas veces cuando se paseaba con su abuelita por las afueras del pueblo, decía: —Abuelita, cuando yo me case, voy a casarme con el hombre más guapo del mundo. La abuela movía la cabeza. Pero María miraba a través de la ladera y decía: —Va a tener el pelo tan negro y reluciente como el cuervo que veo posado en aquel piñón. Y cuando se mueva, va a mostrar la fuerza y la gracia del caballo que mi abuelito tiene en su corral. —María —decía la anciana suspirando—, ¿por qué piensas siempre en cómo se ve un hombre? Si vas a casarte con un hombre hay que asegurarte de que sea un buen hombre, de que tenga buen corazón. No te fijes tanto en lo guapo que es. Pero María se decía: —Estas viejitas. Tienen las ideas tan anticuadas. No entienden nada. Un día llegó al pueblo un hombre que parecía ser el mero hombre de quien María hablaba. Se llamaba Gregorio. Era un vaquero del llano al este de la sierra. Sabía montar cualquier bestia. Si tenía un caballo que se amansaba mucho, lo regalaba y se iba para capturar un caballo salvaje. Pensaba que no era varonil montar un caballo que no fuera medio bronco. Era tan guapo que todas las muchachas andaban enamorándose de él. Tocaba la guitarra y cantaba con buena voz. María decidió que ése era el hombre con quien se iba a casar. Pero disimulaba sus sentimientos. Si se encontraban en la calle y Gregorio la saludaba, María volteaba la cara. Si venía a su casa para tocar su guitarra y cantar, ella ni siquiera se asomaba a la ventana. Al poco tiempo Gregorio también se decidió. Se dijo: —Esa orgullosa de María. Es con ella que me voy a casar. Yo puedo conquistar su corazón. Todo resultó tal y como María lo había planeado. Los padres de María no querían que se casara con Gregorio. Le dijeron: —Él no puede ser buen marido. Está acostumbrado a la vida bárbara del llano. No te cases con él. Por supuesto María no les hizo caso a sus padres. Se casó con Gregorio. Por algún tiempo todo andaba bien. Tuvieron dos hijos. Pero después de varios años, Gregorio volvió a su antigua manera de ser. Se mantenía fuera de casa por meses a la vez. Cuando regresaba a casa le decía a María: —Yo no vine a verte a ti. Quiero pasar un rato con mis hijos nomás. Jugaba con los hijos por un tiempo, y luego se iba para pasar toda la noche jugando a las cartas con sus amigos y tomando vino. Y empezó a decir
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Joe Hayes (The Day It Snowed Tortillas / El día que nevó tortilla)
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Fíjate si puedes identificarte con cualquiera de las siguientes opiniones. «¿Y si luego lo pierdo todo? Entonces sí que sería un fracasado.» «Nunca sabré si gusto a la gente por mí mismo o por mi dinero.» «Estaré en la banda impositiva más alta y tendré que dar la mitad de mi dinero a Hacienda.» «Es demasiado trabajo.» «Mi salud se resentiría.» «Mis amigos y familiares dirán: “¿Quién te crees que eres?” y me criticarán.» «Todos van a querer que les dé dinero.» «Podrían robarme.» «Podrían secuestrar a mis hijos.» «Es demasiada responsabilidad. Tendré que administrar todo ese dinero. Tendré que entender sobre inversiones. Tendré que preocuparme por las estrategias impositivas y la protección de mis activos, y tendré que contratar a contables y abogados caros. ¡Vaya rollo!»
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T. Harv Eker (Los secretos de la mente millonaria)
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Evidentemente, por encima de todo, me arrepiento de no haber pasado más tiempo con mis hijos. Si lo hubiera hecho, tal vez habría resuelto el código encriptado de Matthew Knight. Y, aun así, sé que estos chocan con otro remordimiento secreto: que no puedo empezar otra vez. Dios, cómo me gustaría revivirlo todo. A falta de eso, me gustaría compartir la experiencia, los altibajos, para que algún joven que, en algún lugar, esté pasando por las mismas tribulaciones pueda sentirse inspirado o reconfortado. O reciba una advertencia. Algún joven emprendedor, quizá, algún deportista, pintor o novelista podría continuar. Es el mismo impulso. El mismo sueño. Sería bonito ayudarles a evitar el desaliento. Les diría que pulsaran el botón de pausa y pensaran largo y tendido cómo quieren pasar el tiempo y con quién durante los próximos cuarenta años. Diría a los hombres y las mujeres de veinticinco años que no se conformaran con un trabajo o una profesión. Que buscaran algo que les llame. Aunque no sepáis lo que significa eso, buscadla.
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Phil Knight (Nunca te pares)
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Tuve la suerte de que mi mujer y mis hijos no me hicieron sentir culpable por haber pasado tan poco tiempo con ellos y me permitieron ser egoísta.
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Alex Ferguson (Liderazgo (Spanish Edition))
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Ése es el gran desafío,” dije, “cambiar nuestro pensamiento de ‘cómo arreglo las cosas yo’ a ‘cómo capacito a mis hijos para arreglar las cosas por sí mismos.
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Adele Faber (Cómo Hablar para que los Adolescentes Escuchen y Cómo Escuchar (Spanish Edition))
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Porque estos últimos años no he sentido nada por nadie de carne y hueso. Ni culpabilidad, ni remordimiento, ni amor, ni pasión. Pero por ti no hay nada que no sienta. Así que lo siento, lo siento todo.
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Eleanor Rigby (Si te tientan mis labios (Los hijos de la Infamia, #2))
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Si hay que llamar a las cosas por su nombre, el tuyo va que ni pintado: eres la alegría de mi vida. Quererte ha sido lo único que me ha resultado fácil en el mundo.
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Eleanor Rigby (Si te tientan mis labios (Los hijos de la Infamia, #2))
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«Mis hijos me pesan tanto que algunos días, a escondidas, siento deseos de huir. Si me quedo no es para cumplir con mi deber sino porque sé que una vez que me haya ido no aprovecharé mi libertad, no encontraré esa indiferencia que tanto deseo. Sé, por experiencia,
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Martha Alicia Chavez (Tu hijo, tu espejo (Nueva edición) (Spanish Edition))
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Para lograrlo necesitaba rebasar los límites, empujar a mis bailarines no al extremo del trabajo físico, sino a los bordes de sus abismos emocionales. Incitar, forzar. Héctor sabía que con el arte no se transige. Que es necesario ser un hijo de puta para alcanzar las cuotas más altas. Que el arte no es un concurso de simpatía, sino de resultados. No retroceder, no retractarse, no ceder. Aunque, ¿no tendría razón Orson Welles? ¿No debe estar la vida por encima del arte, el bibliotecario antes que los inéditos de Shakespeare?
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Guillermo Arriaga (Salvar el fuego)
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ISMAELILLO Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti. Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!
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José Martín (Antología José Martí Final (Spanish Edition))
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Todo mi método de relacionarme con mis hijos consistía en recordarles cosas, alentarlos, darles instrucciones y preocuparme por ellos. Eso era todo lo que yo conocía del amor; tratar de ayudar a la gente y de preocuparme por ellos. No tenía la menor idea de aceptar a los demás tal como eran, tal vez porque nunca me había aceptado a mí misma. Tenía mucho miedo de que en cualquier momento se descubriera que yo no era tan buena como todos los demás. Si bien sabía vestirme bien y me iba bien en los estudios, siempre me sentí un fraude. Por adentro, sabía que estaba llena de defectos. Si la gente me tenía cariño era porque los estaba engañando. Si me conocieran bien, se alejarían.
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Robin Norwood (Las mujeres que aman demasiado: El best seller que ha ayudado a millones de mujeres (Spanish Edition))
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Veo a mis amigas consumidas por la vida, por sus hijos, por los gordos sebosos con carencias emocionales con los que se han casado, y siento rabia. Porque han renunciado a todo lo que podrían llegar a ser por las ideas que les han impuesto la sociedad. Porque muchas veces nos autoconvencemos de que madurar es jugar a las casitas. Y por ahí sí que no paso.
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Juarna
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—Yo sé que mi vida no ha sido nada del otro mundo, hijo —dijo la vieja después de un rato—. Lo mismo todos los días: que la cocina, que el telar, que la preocupación por el viejo que iba a volver curado y tenía que levantarse temprano, y luego por usted que no llamaba nunca del norte. Todos los días lo mismo. Pero esta ha sido mi vida y ha tenido cosas bonitas. Un día fui madre: usted me hizo madre. Y ese día tuve en mis brazos a una cosita que había salido de mí misma y que tenía un corazón que latía. Y cuando pequeña escuché historias de mis abuelos acurrucada cerca del brasero, y aprendí el oficio de tejedora de mi propia madre. Y ahora de vieja salgo todavía a caminar y a mirar el mar, y a veces me hago una agüita de boldo con harta azúcar. Y los sábados me levanto a preparar un almuerzo rico porque viene usted, y cuando le oigo los pasos el corazón se me acelera de la emoción. Y es verdad: ya tengo más de ochenta años y sé que me voy a morir en un tiempito más. Y cuando estos viejos de la caleta se mueran también, y cuando se muera usted, nadie se va a acordar de mí, así como poco a poco a mí misma me va siendo cada vez más difícil recordar la cara de Florencio, y la de Rubén, y también la del padre Jerónimo, y hasta me olvido de cómo era mi pobre vecina Jimena, que en paz descanse, tan joven que partió. Pero a mí eso no me preocupa, no me preocupa que cuando yo muera a usted mismo le cueste recordar mi cara y mi voz. ¿Sabe por qué? Porque lo tuve a usted en mis brazos, y porque aprendí a tejer con mi madre, y porque me he tomado miles de agüitas mirando el mar. Eso nadie lo sabe y a nadie le importa y por lo mismo está claro que nadie lo va a recordar, pero yo lo tengo acá adentro, y cuando venga la muerte la podré mirar y preguntarle cuántos hijos tuvo ella, cuántas cucharadas de azúcar le puso a sus tecitos, cuántas veces vio una gaviota lanzarse en picada al mar y salir de vuelta hacia el cielo con un pescado. Y la muerte no me va a poder decir nada, porque la muerte es eso: la muerte. La muerte es la envidiosa de los que tuvimos una vida. Y no sabe la envidia que le da cuando ve que otra gente va a despedirse del que se está llevando, cuando escucha a esa gente hablar y decir cosas bonitas del muerto; no sabe usted, Martín, toda la rabia que siente la muerte por cada lágrima que se derrama por un finado, porque nunca nadie va a derramar una lágrima por ella.
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Andrés Montero (LA MUERTE VIENE ESTILANDO)
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A partir de ese día el idilio con mi marido termino. El sentimiento de antaño se convirtió en un recuerdo querido e irrevocable, y el nuevo sentimiento de amor por mis hijos y por el padre de mis hijos sentó el comienzo de otra vida feliz de manera absolutamente distinta, una vida que aun no he terminado de vivir en este momento".
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Leo Tolstoy
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—¿Por qué? —le preguntó Dalinar al asesino, que seguía quieto bajo la lluvia—. ¿Por qué matar a mi hermano? ¿Te explicaron el motivo tras tus órdenes? —Soy Szeth-hijo-hijo-Vallano —dijo el hombre. Roncamente—. Sinverdad de Shinovar. Hago lo que ordenan mis amos, y no pido explicaciones.
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Brandon Sanderson (Palabras radiantes (El archivo de las tormentas, #2))
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Desde que soy madre me debato entre dos impulsos: empujar a mis hijos a realizar actividades constantemente o dejar que se aburran. La conclusión a la que llego después de lo que he leído e investigado es que dejarles sin hacer nada es bueno para su cerebro, pero la presión para introducirles en una frenética rueda de actividades incesantes es inmensa. Cuando me dicen que se aburren, tengo que reprimir mi tendencia natural de ayudarles a entretenerse. Es muy necesario que sean ellos quienes, por sus propios medios, encuentren caminos y maneras de jugar y divertirse.
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Marian Rojas Estapé (Recupera tu mente, reconquista tu vida)
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¿POR QUÉ ALGUNAS PERSONAS SON MÁS EXITOSAS QUE OTRAS? Cuando yo era joven, siempre sentí curiosidad por los comportamientos que conducen al éxito: éxito en los deportes, éxito en la salud, éxito en la manera en que nos vemos y sentimos. ¿Por qué algunas personas eran capaces de tener un gran tono muscular, una energía y un entusiasmo constantes, mientras que otras parecían cansadas y tristes, y tenían un sobrepeso evidente? ¿Por qué algunos de mis compañeros atletas ganaban campeonatos, mientras que otros forcejeaban y renunciaban? ¿Por qué algunas personas pueden cambiar completamente sus vidas mientras que otras luchan con los mismos problemas una y otra vez? Empecé a notar un comportamiento común en consonancia con el éxito, y era la presencia de hábitos positivos. Tomar decisiones positivas conduce a resultados positivos. Curiosamente, las personas exitosas a menudo eran conscientes de cuáles eran sus hábitos, mientras que las no exitosas parecían conscientes de que sus hábitos las controlaban. Los triunfadores parecían tener la conciencia de que los actos tienen consecuencias, y que al elegir actos específicos, podían cosechar los frutos que querían. Eran capaces de elegir conscientemente un objetivo, determinar qué medidas podrían conducirlos a su meta, y luego seguir adelante. Las personas fracasadas parecían estar pensando que el éxito “simplemente” sucede, o que algunas personas nacen con una capacidad de tener éxito y que las demás no. Me di cuenta de que ser exitoso no consistía en quién eras o en dónde habías nacido, sino en ser consciente y estar al tanto de que las decisiones que tomas a diario realmente te afectan a largo plazo. Te conducen a los campeonatos o te mantienen al margen. A medida que fui creciendo, mi curiosidad e interés aumentaron, así que estudié para obtener un grado en fisiología del ejercicio, y elegí lo que llamo un enfoque proactivo para la salud y el bienestar al convertirme en un entrenador personal y, posteriormente, en un entrenador de estilo de vida, ¡y lo que aprendí a lo largo del camino hizo que mi visión fuera más clara! Nuestros hábitos son la base de nuestro éxito, o de nuestro fracaso. Si quieres ser el mejor en cualquier cosa (incluyendo la mejor versión de ti mismo), tienes que tener sistemas establecidos para el éxito. ¡Estos sistemas son los hábitos saludables! La verdad es que no importa quién seas, qué tanto dinero o que tan poco tengas, si tienes cinco hijos o ninguno, si eres hombre o mujer, si eres joven o viejo, lo cierto es que tienes hábitos; esas pequeñas cosas que haces todos los días, y todo el tiempo, ya sea que pienses en ellas o no. Son las actos que te llevaron adonde estás.
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Marco Borges (La revolución de 22 días: El programa a base de plantas que TRANSFORMA tu cuerpo, REAJUSTA tu hábitos y CA MBIA tu vida)
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Es absolutamente imposible que vosotros, tan poca gente, logréis remover montañas tan grandes.» El Viejo Tonto respondió: «Después que yo muera, seguirán mis hijos; cuando ellos mueran, quedarán mis nietos, y luego sus hijos y los hijos de sus hijos, y así indefinidamente. Aunque son muy altas, estas montañas no crecen y cada pedazo que les sacamos las hace más pequeñas. ¿Por qué no vamos a poder removerlas?» Después de refutar la idea errónea del Viejo Sabio, siguió cavando día tras día, sin cejar en su decisión. Dios, conmovido ante esto, envió a la tierra dos ángeles, que se llevaron a cuestas ambas montañas. Hoy, sobre el pueblo chino pesan dos grandes montañas, una se llama imperialismo y la otra, feudalismo. El Partido Comunista de China hace tiempo que decidió eliminarlas. Debemos perseverar en nuestra decisión y trabajar sin cesar; también nosotros conmoveremos a Dios. Nuestro Dios no es otro que las masas populares de China. Si ellas se alzan y cavan junto con nosotros, ¿por qué no vamos a poder eliminar esas montañas? «El Viejo Tonto que removió las montañas» (11 de junio
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Mao Zedong (El libro rojo)
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Estaba segura de que nunca tendría que preocuparme por encontrar al amor de mi vida. Pensaba que me sucedería, igual que les había sucedido a mis padres y a mis abuelos. Alcanzaron la edad precisa, conocieron a la persona adecuada, se casaron, tuvieron hijos.
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Rainbow Rowell (Attachments)
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La ortodoxia bíblica abarca la ortopraxia. Tanto la doctrina recta como la vida recta son absolutamente esenciales y totalmente inseparables para el verdadero hijo de Dios. Esa es la enseñanza consecuente de Cristo mismo. Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8.31–32). Más allá de esto, la Escritura enseña clara y coherentemente la primacía de la creencia correcta como la base de la conducta correcta. En otras palabras, la vida recta se ve propiamente como el fruto de la fe auténtica, y nunca al revés. Los actos piadosos carentes de todo amor real por la verdad no constituyen en ninguna medida la ortopraxia genuina. Por el contrario, esa es la peor clase de hipocresía santurrona. Por lo tanto vale la pena pelear por la verdad. Como vimos, es la única cosa en el mundo por la cual la iglesia debería pelear. Si pierde esa pelea, todo lo demás está perdido.
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John F. MacArthur Jr. (Las lecturas diarias de MacArthur: Desatando la verdad de Dios un día a la vez (Spanish Edition))
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El arrepentimiento es perpetuo Debo recalcar también otra verdad: el arrepentimiento bíblico es perpetuo—el hijo de Dios se arrepentirá hasta que Dios lo lleve a su morada. El arrepentimiento es un modo de pensar permanente, un aborrecimiento continuo del mal. ¡Oh, cuántas almas preciosas han sido condenadas aquí mismo! Parecen arrepentirse por un tiempo. Dejan sus antiguas compañías y dejan los lugares donde cometían sus pecados: el bar, el salón de baile, la casa de la prostituta. Parecen aceptar a Cristo. Aun predican, enseñan y testifican de él. Pero porque son “oidores pedregales” (Mar. 4:5, 6, 16, 17), sólo duran un tiempo. Empiezan a enfriarse, volviendo gradualmente a sus costumbres de antes. Vuelven al pecado, vuelven a aquello a lo que habían renunciado. Uno a uno vuelven a sus antiguos pecados y compañeros, y vuelven al mundo. Eso es porque su arrepentimiento no era perpetuo: no surgió del nuevo nacimiento sino de la carne. La Palabra de Dios los describe: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y el Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2Pe. 2:20-22). En muchos casos, ese volver es lento. ¡Pocos vuelven de una sola vez! Primero, anhelan la “libertad”; escudriñan la Palabra de Dios para averiguar cuánta libertad tienen, para poder vivir lo más cerca posible al pecado. Luego, poco a poco vuelven a este pecado y a aquel otro. Por último, ya no tienen un testimonio para Cristo, sino sólo una confesión de fe externa. El pecado ya no los molesta. No lo aborrecen ni están en contra de él. Se dicen a sí mismos que Dios ya no quiere que se arrepientan y aborrezcan al pecado. Piensan que están en el camino de vida, no obstante, ¡el pecado ya no los molesta! Entonces se vuelven a esos pecados de los cuales una vez se habían arrepentido, diciendo: “¡Ahora tenemos libertad para andar en estos caminos!” Pero, ¡oh, mis amigos, esto no es libertad, sino un permiso para hacer lo que siempre has querido hacer, permiso para andar en el pecado sin restricciones! ¡Has jugado con fuego y tu corazón está ahora endurecido por el engaño del pecado! (Heb. 3:12). También te advierto: ¡cuídate del arrepentimiento que no continúa! No es un arrepentimiento bíblico auténtico, tu corazón volverá a estar satisfecho con la basura del mundo: “De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?” (Isa. 44:20). Por lo tanto, nunca lo olvides: el verdadero arrepentimiento es perpetuo. Si te has convertido de verdad, aborrecerás y dejaras tus pecados por el resto de tu vida[7]. Y anhelarás ser santo, ser como Cristo y agradar a Dios. Yo te pregunto: “¿Alguna vez has poseído tú el arrepentimiento bíblico auténtico que Dios ordena de todos los hombres?
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L.R. Shelton Jr. (Arrepentimiento Biblico: La necesidad de esta hora (Spanish Edition))
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Fijémonos entonces que nos rodean muchísimas personas que demostraron su fe. Corramos sin fallar la carrera que tenemos por delante. Quitemos de nuestra vida cualquier cosa que nos impida avanzar, especialmente el pecado que nos hace caer tan fácilmente.” – Hebreos 12:1 “Por lo tanto, Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense de permanecer libres y no se esclavicen de nuevo a la ley.” - Gálatas 5:1 “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él:—Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” – Juan 8:31-32 “Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres.” – Juan 8:36 “El Señor DIOS ha puesto su Espíritu en mí porque el SEÑOR me ungió con aceite para anunciar las buenas noticias a los pobres. Me ha enviado a sanar a los afligidos, a anunciar liberación a los prisioneros y libertad a los presos.” - Isaías 61:1
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Shelley Hitz (21 Oraciones de Gratitud: La Superación de la Negatividad por Medio del Poder de la Oración y la Palabra de Dios)
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Lvov - Ahora me doy cuenta de mi escasa cultura. Hasta para enseñar a mis niños tengo que refrescar frecuentemente mi memoria y aún a veces repasar mis estudios. Porque, para educar a los hijos, no basta procurarles maestros: hay que ponerles también observadores.
Eso sí: quisiera que fuesen mejores que yo. Es todo lo que deseo.
Levin – Lo principal es la educación moral.
Lvov – La educación moral…es imposible imaginar hasta qué punto es difícil eso. Apenas ha salvado usted una parte, se enfrenta con otra y otra vez comienza la lucha. Si no fuera por el apoyo de la religión, ningún padre podría, con sus medios solamente, llevar adelante la educación de sus hijos.
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Leo Tolstoy
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Otro concepto importante a la hora de establecer tus expectativas es, frente a los diferentes desafíos que se te presentan, focalizar en las soluciones. Focalizar en el problema te lleva al pasado, a tratar de cambiar aquello que no pudiste cambiar, a culpar, responsabilizar, justificarte o buscar excusas. Si querés analizar o cambiar algún proceso, por ejemplo, cómo funciona el motor de un auto o por qué dejó de funcionar, el método de “foco en el problema” puede ser muy útil, pero cuando se trata de cambiar, necesitás focalizar en soluciones. En efecto, cuando focalizás en soluciones inmediatamente se crea energía en tu mente. Te abrís a posibilidades e ideas. Esto no significa que no haya que ocuparse de los problemas, pero podés tratar de pensarlos hacia adelante, en lugar de qué los causó. Por ejemplo, en lugar de preguntarte “¿Por qué no cumplí con mis objetivos?”, podés preguntarte: “¿Qué necesito hacer la próxima vez para lograrlos?”. En lugar de “¿Por qué hice eso?”, preguntate “¿Qué es lo que quiero hacer ahora?”, o reemplazá “¿Por qué sucedió?” por “¿Qué es lo que quiero lograr con esto?”. El solo hecho de remover el “por qué” de las preguntas te hará focalizarte más en las soluciones. Esto último es un primer paso en la creación de nuevos cables, mapas y circuitos cerebrales que cambian tu verdadera forma de pensar. Te cuento un ejemplo personal: era un sábado de Semana Santa en Nueva York. Yo esperaba un taxi en una concurrida esquina para que me llevara al aeropuerto JFK para volver a Buenos Aires. Al día siguiente, era el primer cumpleaños de mi hijo Valentín. Luego de veinte minutos, seguía en la misma situación. Empecé a rumiar, a hablarme con mis pensamientos. (Veremos a continuación cómo se relacionan estas explicaciones que te das a vos mismo sobre lo que te sucede con las posibilidades reales de cambio.) “Cómo no me di cuenta de que era Sábado Santo, debería haber salido una hora antes, debería haber pedido un taxi la noche anterior en el hotel. Ahora ya estoy lejos para volver, no voy a llegar al aeropuerto, ni loco llego con la cantidad de gente que debe de haber en la ruta, por qué no me avivé antes”, etcétera, etcétera, etcétera. Seguía haciendo foco en el pasado. El problema ya había acontecido, eso no podía cambiarlo. Entonces, apreté pausa: puse mi espalda derecha, respiré profundo, cerré los ojos —quizá al cerrarlos haya pasado un taxi vacío…— y recordé que yo enseñaba a la gente
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Estanislao Bachrach (EnCambio: Aprendé a modificar tu cerebro para cambiar tu vida y sentirte mejor (Caballo de fuego) (Spanish Edition))
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Existe un bello cuento sufí. Un gran emperador iba al pueblo todos los días en su caballo, en la mañana, cuando estaba saliendo el sol. Era un hermoso ejercicio para él y también una manera de constatar cuánto había crecido su ciudad, cuán bella se estaba volviendo su capital. Había soñado con convertirla en el lugar más bello de la Tierra. Pero algo lo dejaba perplejo… detenía su caballo y observaba a un anciano, que debía tener unos ciento veinte años. El anciano siempre estaba trabajando en su jardín, sembrando semillas, regando los árboles, árboles que durarían cientos de años en llegar a la juventud, árboles que vivirían cuatro mil años. El emperador se sentía perplejo, pensaba: «Este hombre ya casi está en la tumba; ¿para quién está sembrando esas semillas? Nunca verá las flores ni los frutos. Es imposible que el hombre llegue a ver los resultados de su labor». Un día no pudo resistir la tentación. Se bajó de su caballo y se dirigió al anciano: —He estado pasando por aquí todos los días y la misma pregunta me surge cada vez. Pero ahora se me ha hecho imposible no interrumpir su trabajo por sólo un momento. Quiero saber: ¿para quién está sembrando esas semillas? Los árboles madurarán cuando usted ya no se encuentre aquí. El anciano miró al emperador y se rio. Dijo: —Si ésa hubiera sido la lógica de mis ancestros, yo no hubiera podido disfrutar las flores y los frutos de este bello jardín. Yo soy jardinero por tradición, mi padre y mi abuelo sembraban semillas y yo he comido los frutos. ¿Y qué de mis hijos? ¿Y qué de los hijos de mis hijos? Si mi padre y mi abuelo hubieran pensado como usted, no existiría este jardín. La gente viene desde muy lejos a ver este lugar porque tengo árboles que tienen miles de años. Simplemente hago lo que puedo por agradecimiento. Y en cuanto a sembrar semillas… ver brotar las hojas verdes al llegar la primavera es un gozo tal que se me olvida completamente cuántos años tengo. Estoy más joven que nunca. He permanecido joven porque he seguido siendo creativo. La muerte se lleva a las personas que se han vuelto inútiles. Tal vez por eso he vivido tanto tiempo y sigo siendo joven. La muerte es compasiva conmigo porque sigo el ritmo de la vida. La existencia me extrañará; la existencia no es capaz de reemplazar a nadie. Tal vez es por eso que sigo vivo. Pero tú eres joven y haces las preguntas de un hombre que se está muriendo. Y la razón es que no eres creativo. La única manera de amar la vida es creando más vida, volviendo la vida más hermosa, más fructífera, más jugosa. No abandones esta Tierra hasta que no la hayas dejado un poquito mejor que de lo que era cuando naciste. Ésa es la única religión que yo conozco. Todas las otras religiones son falsas.
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Osho (Háblanos del amor. Reflexiones sobre la poesía de Kahlil Gibran: El Profeta)
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Oh Señor, muéstrame la culpa de mi pecado, y hazme ver a tu Hijo amado pagando esta culpa en mi lugar. Enséñame a sentir gran pesar por mis pecados y a aborrecerlos, y dame la seguridad, por la enseñanza de tu Palabra y por la gracia de tu Espíritu de que todos han sido perdonados en el nombre de Jesús. Haz que pueda seguir mi camino regocijándome por ser un pecador salvado por tu gracia soberana”. ¿Elevarás al Señor esta oración?
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L.R. Shelton Jr. (Arrepentimiento Biblico: La necesidad de esta hora (Spanish Edition))
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Este libro se lo dedico a mis hijos Melanie y Nicolas por darme la felicidad de tenerlos en mi vida! Hijos míos, nunca se den por vencidos! La vida es un camino hermoso para recorrer, busquen sus sueños y háganlos realidad, nunca es tarde y no hay límites para alcanzar la felicidad! Trabajen con pasión en cada cosa que emprendan en sus vidas y les aseguro que lograrán llegar a la cima del éxito con alegría y satisfacción! Clarisa Maman Orfali
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Clarisa Maman Orfali (Integración Sin Costo de JasperReports en Oracle APEX 5.0 (Spanish Edition))
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15 Acabada la comida, dice Jesús a Simón Pedro: Simón hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos? Le dice: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dice: Apacienta mis corderos. 16 Segunda vez le dice: Simón hijo de Juan, ¿me amas? Le responde: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dice: Apacienta mis corderos. 17 Le dice tercera vez: Simón hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se contristó de que por tercera vez le preguntase si lo amaba, y así respondió: Señor, tú lo sabes todo: tú conoces bien que yo te amo. Le dijo Jesús: Apacienta mis ovejas. 18 En verdad, en verdad te digo, que cuando eras más mozo, tú mismo te ceñías el vestido, e ibas a donde querías; mas en siendo viejo, extenderás tus manos en una cruz, y otro te ceñirá, y te conducirá a donde tú no gustes. 19 Esto lo dijo para indicar con qué género de muerte había Pedro de glorificar a Dios. Y después de esto, añadió: Sígueme. 20
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Félix Torres Amat (La Sagrada Biblia (Spanish Edition))
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Oración de ruptura de ruina económica En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, por el poder de su Preciosa Sangre y de su Santa Cruz, rompo, desato y disuelvo toda envidia, maldición o maleficio que haya recaído sobre mi economía a causa de la maldad de mis enemigos, de mis propias infidelidades al no cumplir con el diezmo para la Iglesia o por los pecados e injusticias de mis antepasados que puedan estar impidiendo las bendiciones económicas que Dios tenga para mí. Lavo con la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo toda contaminación espiritual que haya recaído sobre mis bienes económicos a causa de los pecados que con ellos hayan cometido las personas que me los dieron o los que yo he cometido con ellos. Invoco la Providencia de Dios sobre mi patrimonio, para que la bendición de Dios lo multiplique y lo haga rendir y me comprometo desde este mismo instante a separar el 10% de todos mis ingresos para darlos a la Iglesia. Por último, nombro a la Santísima Virgen María administradora de todas mis pertenencias para que con ellas me alcance la riqueza eterna del Reino de su Hijo. Amén.
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Juan Gonzalo Callejas (Contra la brujeria: Manual para prevenir, diagnosticar y contrarrestar los efectos de la hechicería (Spanish Edition))
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Luego Dios le dio al pueblo las siguientes instrucciones:* 2 «Yo soy el SEÑOR tu Dios, quien te rescató de la tierra de Egipto, donde eras esclavo. 3 »No tengas ningún otro dios aparte de mí. 4 »No te hagas ninguna clase de ídolo ni imagen de ninguna cosa que está en los cielos, en la tierra o en el mar. 5 No te inclines ante ellos ni les rindas culto, porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, quien no tolerará que entregues tu corazón a otros dioses. Extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia de los que me rechazan queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación. 6 Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los* que me aman y obedecen mis mandatos. 7 »No hagas mal uso del nombre del SEÑOR tu Dios. El SEÑOR no te dejará sin castigo si usas mal su nombre. 8 »Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. 9 Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual, 10 pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al SEÑOR tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a tus hijos e hijas, a tus siervos y siervas, a tus animales y también incluye a los extranjeros que vivan entre ustedes. 11 Pues en seis días el SEÑOR hizo los cielos, la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos; pero el séptimo día descansó. Por eso el SEÑOR bendijo el día de descanso y lo apartó como un día santo. 12 »Honra a tu padre y a tu madre. Entonces tendrás una vida larga y plena en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da. 13 »No cometas asesinato. 14 »No cometas adulterio. 15 »No robes. 16 »No des falso testimonio contra tu prójimo. 17 »No codicies la casa de tu prójimo. No codicies la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni ninguna otra cosa que le pertenezca».
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Anonymous (La Biblia en un año NTV (Spanish Edition))
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Pablo enseñó a los efesios que una de las funciones de la iglesia es edificar a las personas en el «conocimiento del Hijo de Dios» (Ef. 4:13). Allí, la palabra «conocimiento» viene de epignósis, que se refiere a un conocimiento completo que es correcto y exacto. Ése es el conocimiento del que Jesús habló cuando dijo: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco» (Jn. 10:27). No estaba hablando de conocer sólo su identidad, sino de conocerlas íntimamente, y ése es el modo en que quiere que su pueblo lo conozca. El deseo de Pablo es que cada creyente desarrolle este profundo conocimiento de Cristo, teniendo una relación con Él por medio de la oración y del fiel estudio y obediencia a la Palabra de Dios.
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John F. MacArthur Jr. (El Poder de la Integridad)
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Ya veía la luz. Me vi sin un brazo jugando fútbol, pero contento, quería vivir por mi familia, por mis hijos; pensé que afuera me esperaban, que las voces que alcanzaba a oír eran las suyas, que me estaban llamando "Aunque salga sin una pata o sin un brazo, salgo". Me desgarré todito, pero pasé. Después vino otro tramo: ¿por qué estaré tan barrigón? Lo que me está estorbando es la barriga; fueron tantas las ganas de vivir que me lastimé todo el cuerpo, el vientre ni se diga, ya no me importaba salir mutilado, quería salir.
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Elena Poniatowska (Nothing, Nobody: The Voices Of the Mexico City Earthquake)
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La Identificación Al igual que nuestros hijos, nosotros también hemos librado grandes batallas en nuestra mente y el corazón. Lamentablemente, en la medida en que recibimos luz de parte de Dios, parece que olvidamos la oscuridad de la cual Él nos sacó y cómo fue Él quien nos ayudó a tener el balance en los diferentes aspectos de nuestras vidas. Muchos de nosotros hemos luchado con la inseguridad, la timidez, la falta de carácter, la negligencia, la pereza y tantas otras debilidades de las cuales muchas veces ni siquiera somos conscientes. Reconocerlo, debería producir en nosotros un sentimiento de misericordia hacia nuestros hijos, ya que ellos no son ajenos a estas debilidades. Nuestra tendencia general es a esperar que ellos no manifiesten dichas debilidades, y demandamos de ellos perfección, que debemos reconocer, nosotros mismos no tuvimos a su edad, ni siquiera tenemos en el tiempo presente. La frustración, en muchas ocasiones es manifestada a modo de rebeldía, aislamiento, tristeza o amargura. Es por eso que debemos procurar identificar el origen de las reacciones negativas de nuestros hijos, quienes pueden estar tratando infructuosamente de complacernos, cumpliendo con un estándar inalcanzable aún para nosotros. Pretender que nuestros hijos sean perfectos, solo los aleja de nosotros, pues ellos al ser incapaces de alcanzar nuestras expectativas, se sienten acusados y recriminados por no ser como desearíamos que fueran. Padres, especialmente los creyentes que hoy vivimos bajo un estándar moral distinto, vemos con dolor que ellos no vivan, ni piensen de la misma manera como hoy lo hacemos. Lo anterior describe con claridad cómo fue mi relación con mi hijo mayor por algunos años; el resultado; enemistad, separación, rebeldía e inclinación hacia lo malo. Un día mientras alababa a Dios por medio de canciones que no había escuchado antes, me sentí redargüido por una de ellas en la que reconocía mis propias debilidades; en ese momento me sentí tan identificado con mi hijo adolescente, quien ahora estaba cruzando por todos los conflictos internos que se suelen atravesar en esa edad. Recordaba que a esa misma edad yo había tenido las mismas luchas, los mismos temores y los mismos deseos de ser un buen muchacho, pero los resultados rara vez fueron coherentes con los deseos. Mi corazón se dolió y lloré mucho por él, y desde entonces empecé a experimentar misericordia en lugar de juicio. Ya mi mirada no se centró en sus errores sino en ayudarle a hallar el camino que lo libraría de ellos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido *tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos. Hebreos 4:15-16 (RVR 1960)
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Anonymous
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Con desgano tomó el libro que le había dado para leer: un tratado sobre el origen de los encajes. Ella no era muy lectora, pero quería conformar a la anciana, que siempre la instaba a leer. Armada de paciencia, abrió la página señalada con una ramita de madreselva. “Los encajes —leyó— son maravillosos tejidos; el primer paso fue el llamado ‘cortado’, que se trabajaba cortando la tela entre los bordados. Luego vinieron los calados, que se trabajaban sacando de la trama ciertos hilos, sin conservar más que los precisos para sostener y unir entre sí los puntos del bordado...”. El encaje que tejía su tía era como la historia de los Osorio: los caprichosos calados le daban significado y el diseño más complejo se formaba con los hilos eliminados de la trama; cada tanto, el nudo con que se sostenía un punto suelto dejaba una cicatriz en el diseño. Cicatrices, pensó; cada pérdida familiar, por muerte o por ausencia, marcaba en la trama una cicatriz perdurable. Esta reflexión le despertó una fuerte nostalgia por la familia desmembrada: tíos, primos, hermanos... Recordó con un nudo en la garganta: ¡todos tan lejos! Muchos irrecuperables, algunos con el futuro enajenado. “Mi destino, en cambio, será corriente: me casaré, tendré hijos, cuidaré de mi padre y de mis tías. Seré de aquellos hilos que sostienen la malla”, pensó y un momento después, al emerger del sueño en que había caído, comprendió que la encajera, una vez desaparecida tía Francisca, sería Luz: depositaria de ambiguos misterios, guardiana de tragedias sin nombre. Cómo podría su prima mantener el encaje de la familia, si vivía a tanta distancia —cuando no en otro país—, fue algo que Laura no llegó a preguntarse. El libro se le escurrió de las manos, así que sopló la candela y se cubrió con las sábanas, feliz de descansar de sus obligaciones. Se durmió en la certeza de que siempre habría una mujer señalada para unir los puntos y sujetar la lazada que ========== 02 - El Tiempo De Laura Osorio (Cristina Bajo) - Tu nota en la página 22 | posición 336 | Añadido el viernes, 15 de mayo de 2015 14:15:32 En el proximo libro, tan esperado, es cuando Luz seguirá con el encaje a tanta distancia. Spoiler En Tiempos de Laura Osorio ==========
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Anonymous
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Por algún motivo, contigo me pasa lo mismo que me pasaba con mis hijos cuando eran pequeños. Sabía que no eran ellos los que me tenían que querer a mí, sino yo a ellos. Tú puedes encauzar tus sentimientos como quieras, pero yo te quiero y siempre te querré. Aunque no nos volvamos a ver, me has hecho revivir y eso es mucho. Por supuesto, me gustaría compartir mi vida contigo. Lo malo es que aquí en Bali tampoco te puedo ofrecer una gran vida.
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Anonymous
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PAPÁ OLVIDA W. Livingston Larned. Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: «¡Adiós, papito!» y yo fruncí el entrecejo y te respondí: «¡Ten erguidos los hombros!» Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. «¿Qué quieres ahora?» te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: «No es más que un niño, un niño pequeñito». Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.
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Anonymous
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Mujer negra
Todavía huelo la espuma del mar que me hicieron atravesar.
La noche, no puedo recordarla.
Ni el mismo océano podría recordarla.
Pero no olvido el primer alcatraz que divisé.
Altas, las nubes, como inocentes testigos presenciales.
Acaso no he olvidado ni mi costa perdida, ni mi lengua ancestral
Me dejaron aquí y aquí he vivido.
Y porque trabajé como una bestia,
aquí volví a nacer.
A cuanta epopeya mandinga intenté recurrir.
Me rebelé.
Su Merced me compró en una plaza.
Bordé la casaca de su Merced y un hijo macho le parí.
Mi hijo no tuvo nombre.
Y su Merced murió a manos de un impecable lord inglés.
Anduve.
Esta es la tierra donde padecí bocabajos y azotes.
Bogué a lo largo de todos sus ríos.
Bajo su sol sembré, recolecté y las cosechas no comí.
Por casa tuve un barracón.
Yo misma traje piedras para edificarlo,
pero canté al natural compás de los pájaros nacionales.
Me sublevé.
En esta tierra toqué la sangre húmeda
y los huesos podridos de muchos otros,
traídos a ella, o no, igual que yo.
Ya nunca más imaginé el camin a Guinea.
¿Era a Guinea? ¿A Benín? ¿Era a
Madagascar? ¿O a Cabo Verde?
Trabajé mucho más.
Fundé mejor mi canto milenario y mi esperanza.
Aquí construí mi mundo.
Me fui al monte.
Mi real independencia fue el palenque
y cabalgué entre las tropas de Maceo.
Sólo un siglo más tarde,
junto a mis descendientes,
desde una azul montaña.
Bajé de la Sierra
Para acabar con capitales y usureros,
con generales y burgueses.
Ahora soy: sólo hoy tenemos y creamos.
Nada nos es ajeno.
Nuestra la tierra.
Nuestros el mar y el cielo.
Nuestras la magia y la quimera.
Iguales míos, aquí los veo bailar
alrededor del árbol que plantamos para el comunismo.
Su pródiga madera ya resuena.
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Nancy Morejón
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Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado. ==========
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Anonymous
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Me moría por terminar el bachillerato y empezar la universidad. Luego, moría por terminar la universidad y empezar a trabajar. Después, me moría por casarme y tener hijos. Más adelante, me moría por que mis hijos crecieran lo suficiente como para ir a la escuela, a fin de que yo pudiera volver a mi trabajo. Luego me moría por retirarme. Y ahora que estoy muriéndome, me doy cuenta, de pronto, ¡que me olvidé de vivir! [Autor anónimo]
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Josefina Vázquez Mota (Dios mío, hazme viuda por favor: El desafío de ser tú misma (Spanish Edition))
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Algunos defienden una aceptación “condicional”, cuyo principio afirma: “Debes ganarte el amor a ti mismo haciendo cosas extraordinarias” o “Tu autoestima depende de tus logros o éxitos”. Esto es tan absurdo como decir, por ejemplo, que solamente querré y aceptaré a mis hijos si son buenos estudiantes o se portan bien.
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Walter Riso (Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz: Diez premisas liberadoras que transformarán tu vida de manera radica (Biblioteca Walter Riso) (Spanish Edition))
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Serán vanos todos mis sacrificios por este hijo si continúa pareciéndose a su padre. En vano rogaré a Dios que haga de él un hombre de carne y hueso, que tenga volumen, peso y color como los hombres. En vano todo mientras tenga en la sangre los gérmenes de su padre.
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Gabriel García Márquez (La hojarasca)
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Hasta que, al final del día, el empleado cuenta el dinero reunido: ¡75 pesos! El hombre piensa:"¿Qué hacer? ¿Espero a la semana que viene hasta conseguir los otros 25 pesos? ¿Le mando esto? No... el niño está mal... le mando lo que tengo, será mejor...". Mete los 75 pesos en un sobre, anota el domicilio y se lo da al cartero, que también está al tanto de la situación. Dos días más tarde, llega al correo una nueva carta dirigida a Dios. Querido Dios: Sabía que no podías fallarme. Yo no sé cómo te llegó mi carta, pero quiero que sepas que apenas recibí el dinero compré los antibióticos y Cachito está fuera de peligro. Les di una buena comida caliente a mis hijos, pagué parte de la deuda de la casucha, y el trabajo que me iba a salir ya me lo confirmaron, la semana que viene empiezo a trabajar. Te agradezco mucho lo que hiciste por nosotros, nunca me olvidaré de ti y creo que si me acompañas mandándome trabajo no necesitaré volver a pedirte dinero jamás. Posdata: Aprovecho para decirte algo. Yo no soy quién para darle consejos a Dios, pero si vas a mandar dinero a alguien más: no lo mandes por carta porque los del correo se quedaron con 25 pesos.
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Anonymous
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¿Qué puedo hacer para satisfacer mis necesidades económicas, mejorar mi calidad de vida y ser más feliz? Otra forma de cambiar el lente con que vemos las cosas, sugerida por Luke Williams en su libro Disrupt, es remplazar nuestra hipótesis de trabajo por una afirmación intencionalmente disparatada. Para lograrlo, Williams sugiere poner patas para arriba o negar de plano la hipótesis con la que estamos trabajando. Por ejemplo, en el caso de la pregunta sobre cómo mejorar nuestras escuelas, con edificios de ladrillo, aulas, pizarrones y pupitres, Williams sugiere que nos preguntemos: ¿Qué pasaría si tratáramos de educar a nuestros hijos sin ninguno de estos elementos?
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Andrés Oppenheimer (Crear o morir: (Create or Die) (Spanish Edition))
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Yo me lo creo, o al menos lo acepto y me dedico a desarrollar uno de los problemas que me preocupan, el de que en el Opus Dei no se dan amistades reales. Le explico que la amistad precisa compromiso con la otra persona y que en el Opus la lealtad institucional es tan fuerte que no es posible ponerse del lado de la otra persona. Concreto mis ideas en lo que respecta a los sacerdotes, y argumento que esa falta de compromiso con las personas les lleva a distanciarse de la realidad en la que viven. Pongo un ejemplo real: un sacerdote que confiesa todas las semanas a una supernumeraria y que, desde luego, no se olvida de preguntarle si reza el rosario, lleva un año entero sin preguntarle por un hijo drogadicto, aunque conoce la situación, que supone un gran sufrimiento para esa persona.
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Antonio Esquivias (El Opus Dei: el cielo en una jaula)
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PAPÁ OLVIDA W. Livingston Larned Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado.
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Dale Carnegie (Cómo ganar amigos e influir sobre las personas: Versión completa)
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Sangre azul rojiza
Yo, como hijo de reyes,
De príncipes y de nobles,
Todos de la alta nobleza,
Santificada por Dios, sangre divina,
O, tal vez,
¿No soy yo el propio Dios, o,
Quién sabe, estoy por encima de Él?
La metadivinidad burguesa,
Esa divinización de la suciedad más podrida,
Y miran al pueblo:
¡Oh Dios! ¿Por qué hiciste
Esa chusma insensata?
Esa masa, sonriente,
Que se bendice con felicidad,
Encuentra en las alcantarillas,
Si a mí,
Ni todo el oro africano,
Ni toda la belleza de las mujeres del Oriente
Ya no me satisfacen,
Ni el buen olor del incienso, ni los palacios,
Ah, cómo detesto a la chusma,
Mientras derramo mis lágrimas viendo tragedias,
Ellos se ríen de la comedia más burlesca,
¿Qué quieres? Oh Soberano del Mundo?
Recuérdame que provengo de estas criaturas,
Que mi blancura viene del carbón,
Que mi brillo de la oscuridad,
Que mi sangre es solo agua,
Quieres recordarme que solo soy polvo engreído,
Sabios eran los romanos,
Que en las festividades,
Los esclavos se convertían en patricios,
Y los patricios se convertían en esclavos,
Para recordar la antigua regla,
El viejo pacto lupino,
Pues todos hechos de barro,
Y lavados en sangre...
César, mi querido César,
No olvides que,
Así siempre los tiranos,
Y, así, siempre los patricios,
Todos caerán,
Y perecerán,
Pues Aquel que Vivió,
En su muerte,
Aún no ha vuelto.
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Geverson Ampolini
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Cuando un hijo no toma de sus padres, los rechaza o juzga, les dice: “Tal como son no los tomo, quiero que sean diferentes”, está atacando el orden. Este hijo no reconoce la realidad: que recibió la vida justo de estos padres y que de ninguna manera puede tener otros padres. En este sentido, todos los padres siempre son los correctos (no los ideales) porque sin ellos no habríamos nacido. Al no tomarlos, el hijo se cierra y se siente vacío y podría llegar a la falta de éxito y plenitud en la vida. Por el contrario, cuando un hijo reconoce: “Ustedes son mis padres y son los correctos para mí, tal como son, y yo soy correcto porque tengo justo estos padres”, entonces un hijo abre su corazón y se siente rico, independientemente de cómo sean sus padres.
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Ingala Robl (Secretos de familia (Spanish Edition))
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No obstante, es mejor ver al León y morir que ser el Tisroc del mundo y vivir y no haberlo visto a él. Mas el Glorioso Ser inclinó su cabeza dorada y tocó mi frente con su lengua y dijo: ‘Hijo, eres bienvenido’. Y yo dije: ‘Ay de mí, Señor, yo no soy hijo Tuyo, sino servidor de Tash’. Él respondió: ‘Hijo, el servicio que has prestado a Tash lo cuento como servicio prestado a mí’. Entonces debido a mi gran anhelo de sabiduría y entendimiento, superé mi miedo e interrogué al Glorioso Ser y dije: ‘Señor, ¿es verdad entonces, como dice el Mono, que tú y Tash sois uno?’
El León gruñó haciendo temblar la tierra (pero su ira no era contra mí) y dijo: ‘Es falso. No es porque él y yo seamos uno, sino porque somos lo opuesto, que tomo como mío el servicio que has dado a él, porque él y yo somos de tan diferente especie que ningún servicio vil puede prestárseme a mí, y nada que no sea vil puede ser hecho por él. Por lo tanto, si algún hombre jura por Tash y cumple su juramento por respeto al juramento, es por mí que ha jurado en realidad, aunque no lo sepa, y soy yo quien lo recompensa. Y si un hombre comete un acto de crueldad en mi nombre, entonces aunque pronuncie el nombre de Aslan es a Tash a quien está sirviendo y es Tash quien acepta su acción. ¿Comprendéis, Hijo?’.
Yo dije: ‘Señor, tú sabes cuánto entiendo’. Pero también dije (porque la sinceridad me lo imponía): ‘Sí, he buscado a Tash todos mis días’. ‘Amado’, dijo el Glorioso Ser, ‘si tu anhelo no hubiera sido por mí no habrías buscado tanto tiempo ni con tanta fidelidad. Pues todos encuentran lo que buscan de verdad’.
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C.S. Lewis
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¿Qué es lo más importante que puedo hacer por mis hijos para ayudarlos a salir adelante y a sentirse a gusto en el mundo?
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Daniel J. Siegel (El poder de la presencia: Cómo la presencia de los padres moldea el cerebro de los hijos y configura las personas que llegarán a ser)
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Entonces preparé mi jugada maestra. Hice correr rumores, mis compañeros dijeron a los de Carollo que yo ya me había olvidado de la maglia negra, que la daba por imposible, y que intentaría ganar la última etapa. Ya había estado cerca tres años antes, así que parecía lógico. Me aseguré bien de que Carollo me viera pasar hacia la cabeza del pelotón, ataqué con todas mis fuerzas y abrí hueco. Me escondí detrás de una casa. Vi pasar al pelotón. Puse en marcha el cronómetro y me senté a la sombra de un árbol. Entonces apareció un señor muy majo. —¡Pero tú eres Malabrocca! —Sí. —¿Te pasa algo, necesitas ayuda? —No, no, estoy pasando el rato, a ver si gano la maglia negra. —¡Qué bueno, Malabrocca! ¡Eres un grande! En mi familia te adoramos, ven un momento a casa, por favor, te tomas un vaso de vino, te preparamos una merienda. Mi mujer y mis hijos se pondrán contentísimos. ¡Ven, Malabrocca, vente un rato!
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Ander Izagirre (Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey: Literatura de viaje (Spanish Edition))
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Creo que ya intuí entonces algo que confirmo cada vez que voy a buscar a mis hijos a la escuela: que es una representación a escala y superfiel de la sociedad. Muy mal o muy bien lo tienen que hacer en la vida los niños para no llegar a adultos con el rol que ya adoptan o que se les atribuye en educación infantil.
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Desirée de Fez (Reina del grito: Un viaje por los miedos femeninos)
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Que no se olviden de mi hijo. Él vivió y fue importante. Estuvo con nosotros físicamente por cuatro años, pero seguirá vivo eternamente en los corazones de quienes lo recordemos. —Que pronuncien el nombre de mi hijo cada vez que puedan; a mí me encanta hacerlo y me encanta también escucharlo: Gabriel. —Que no se alejen de mí cuando estoy triste, quizás no sea buena compañía, pero si estoy así es porque extraño a mi hijo con todas mis fuerzas, no porque no quiera estar con ustedes. —Que se dieran cuenta de que la muerte de un hijo es diferente a cualquier otra pérdida. Es la tragedia más grande y no me gusta que la comparen con la muerte de una madre, un padre, un abuelo o una mascota. —Que si me ven sonriendo, disfrutando un momento, no quiere decir que el dolor se haya ido y que ya estoy bien; y si estoy triste, llorando y no me provoca salir de mi cama, no quiere decir que estoy deprimida y que necesito tratamiento psiquiátrico. —Que sepan que las fechas especiales como los cumpleaños, aniversarios o Navidad, son fechas sumamente dolorosas para nosotros. Desearía que me dijeran que están con nosotros y que tienen a mi hijo presente.
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Úrsula Barboza (Me gané el cielo: La muerte de mi hijo, el inicio de una transformación (Spanish Edition))
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Pero, ¿para qué leer mi nombre? ¿Quién no sabría que descansaba allí? Algún desconocido admirador de mis versos plantaría un laurel que, descollando altivo entre los otros árboles, hablase a todos de mi gloria; y ya una mujer enamorada que halló en mis cantares un rasgo de esos extraños fenómenos del amor que solo las mujeres saben sentir y Ios poetas descifrar, ya un joven que se sintió inflamado con el sacro fuego que hervía en mi mente, y a quien mis palabras revelaron nuevos mundos de la inteligencia, hasta entonces para él ignotos, o un extranjero que vino a Sevilla llamado por la fama de su belleza y los recuerdos que en ella dejaron sus hijos echaría una flor sobre mi tumba, contemplándola un instante con tierna emoción, con noble envidia o respetuosa curiosidad: a la mañana, las gotas del rocío resbalarían como lagrimas sobre su superficie.
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Gustavo Adolfo Bécquer (Cartas literarias a una mujer / Desde mi celda)
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Y don Raúl, doblegado y aturdido y herido de muerte por un revoltijo de enfermedades, sólo atinó a contestarle «ustedes lo que están es metiéndome venenos e infectándome con sus virus a mí porque saben muy bien que si yo sigo vivo voy a seguir denunciando que a mi hijo me lo mataron porque él un día me llamó a contarme que acababa de tener a una hija que ya no quieren dejarnos ver y no sabemos dónde está y también a decirme “papá: yo me voy a salir del ejército porque esto se está poniendo muy feo” y “papá: aquí quieren que yo mate a unos muchachos que no han hecho nada para hacerlos pasar por guerrilleros y yo eso sí no lo voy a hacer”, y yo le contesté “mijo: usted es el que sabe bien qué hacer”, y entonces, como él se negó a matar a los hijos de las madres de Soacha, a él lo empezaron a envenenar como ustedes me están envenenando a mí y se lo llevaron a El Tarra maniatado y atontado con drogas para pegarle un tiro en la cabeza que le destrozó el cráneo, y luego el puntero de la cuadrilla le pegó un tiro al puntero que me lo mató para echarle tierra al asunto, y todo era para que mi hijo no saliera a la calle ni a la justicia a decirle a la gente, que la gente cree lo que quiere creerse, que los soldados de Colombia, por órdenes de los altos mandos militares en colaboración con los presidentes de la república que hemos tenido en los últimos años, han estado asesinando muchachos inocentes con el objetivo de decirle al mundo que están ganando esta guerra pero esta guerra son ellos matando inocentes nada más para que esto no se acabe nunca y se nos vaya la vejez a las unas y a los otros pidiéndole a Dios por las almas de todos y para que se me vaya a mí la eternidad diciéndoles a todos que he denunciado el crimen del Mono en El Ubérrimo y en la Plaza de Bolívar y en el Capitolio y en la Casa de Nariño y en la Fiscalía y en la Procuraduría y en la Defensoría y en la Personería y en las organizaciones de derechos humanos y en la ONU y en la Corte Penal Internacional, que en ninguna parte del Estado han querido investigar nada de nada porque todos son vendidos y todos son cómplices callados con plata detrás de este derramamiento de sangre como yo digo con mis volantes y con las pancartas —que yo puse en mi camión que me compré después de vender todo lo que trabajé yo en la vida y lo tuve que parquear en Bogotá porque ya me había ido por todo el país—, y siempre han querido callarme a mí, a Raúl Carvajal Pérez, con platas y con calabozos y con amenazas de muerte, pero ya están es matándome porque están convencidos de que lo único que les queda es mi muerte».
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Ricardo Silva Romero (El libro del duelo (Spanish Edition))
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«En este momento crepuscular de mi vida me siento más cerca del Señor a quien he servido. Abandono todas mis deficiencias en la misericordia infinita de su corazón, seguro de su comprensión y amor. En las largas horas de mi forzada inacción, puedo considerar reposadamente mi pasado y mi presente. Me esfuerzo así por cooperar con la gracia divina en el proceso de purificación y conversión permanente a que tan repetidamente he instado a la Compañía». Y recordaba sus dos últimas opciones, como testamentarias, a sus hijos: los refugiados y los jóvenes, manipulados especialmente por la droga[31
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Pedro Miguel Lamet (ARRUPE. Testigo del siglo XX, profeta del XXI (Jesuitas) (Spanish Edition))
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Una de mis oraciones por mis hijos es que tengan corazones blandos pero columnas vertebrales fuertes. Quiero que sus corazones sean sensibles a la quieta voz del Espíritu Santo. Oro porque les duela el corazón por las mismas cosas que le duele a Dios.
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Mark Batterson (El ladrón de tumbas: Cómo Jesús puede hacer posible tu imposible (Spanish Edition))
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Casandra siempre dice que en las decisiones más importantes de tu vida estás sola y que por eso su padre la había educado a no depender de ningún hombre. Pero, claro, yo crecí en un entorno tradicional: me llevaron a un colegio de monjas cuando ya estaban de moda los colegios mixtos, y me pasaron un mensaje en una botella: el capitán era siempre el hombre. Sin embargo, en la misma botella también colaron mis padres otro
mensaje que iba más con los tiempos: debía estudiar una carrera, llevar un sueldo más a casa, es decir, tener la capacidad de navegar el barco, «por si acaso». Pero sólo por si acaso. Si había que sacrificar tiempo o profesión para seguir al otro, se hacía. Sobre todo al llegar los hijos, convirtiéndote en su
tripulación.
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Vanessa Montfort (Mujeres que compran flores)
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En lugar de dormirme totalmente contento, me dormí sólo medio contento y conseguí recordar a mis hijos y echarlos un poco de menos. Me alegré de no estar tan alegre, y pensé que si repetía la operación a diario tal vez conseguiría finalmente no estar nada contento e, incluso, en el mejor de los futuros, cabrearme por fin de veras. Me dormí abrazado a mi creciente insatisfacción, si bien es cierto que no descarté la posibilidad de estar volviéndome loco.
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Ray Loriga (Rendición)