“
Mis padres bailaron juntos; mi madre con la cabeza apoyada en el pecho de mi padre. Ambos tenían los ojos cerrados y parecían perfectamente satisfechos. Si encuentras a una persona así, alguien a quien puedas abrazar y con la que puedas cerrar los ojos a todo lo demás, puedes considerarte muy afortunado. Aunque solo dure un minuto, o un día. Después de tantos años, esa imagen de mis padres meciéndose suavemente al son de la música es, para mí, la imagen del amor.
”
”
Patrick Rothfuss (The Name of the Wind (The Kingkiller Chronicle, #1))
“
Antes de ser la hija de mis padres o la hermana de mis hermanos, soy mía. Ya soy muchas cosas para mucha gente. No necesito ser nada de nadie más, no por mucho tiempo. ¿Sabes?
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”
Cassandra Clare (Son of the Dawn (Ghosts of the Shadow Market, #1))
“
Quiero ver con mis propios ojos a la cierva durmiendo junto al león, a la víctima besando a su verdugo. Sobre este deseo reposan todas las religiones, y yo tengo fe. Quiero estar presente cuando todos se enteren del porqué de las cosas. ¿Pero qué papel tienen en todo esto los niños? No puedo resolver esta cuestión. Todos han de contribuir con su sufrimiento a la armonía eterna, ¿pero por qué han de participar en ello los niños? No se comprende por qué también ellos han de padecer para cooperar al logro de esa armonía, por qué han de servir de material para prepararla. Comprendo la solidaridad entre el pecado y el castigo, pero esta no puede aplicarse a un niño inocente. Que este sea culpable de las faltas de sus padres es una cuestión que no pertenece a nuestro mundo y que yo no comprendo.
”
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Fyodor Dostoevsky (Los Hermanos Karamazov (Spanish Edition))
“
Aunque yo hacía todo lo posible por apartarme de mis padres, perderlos era para mí la situación más desoladora imaginable
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”
Alejandro Zambra (Mis documentos)
“
En casa intenté con algunas indirectas que mis padres entendiera que ya era hora de que dejaran de decirme que si no me portaba bien Papá Noel no me traería nada. Pero cuando vi la mirada de pánico que mi madre lanzó a mi padre, lo dejé correr. No quería que se pusieran tristes. A veces hay que mentir a los padres para que estén contentos.
”
”
Pierre Szalowski (El frío modifica la trayectoria de los peces)
“
El cielo está tan alto, y mis ojos tan sin mirada, que vivía contenta con saber dónde quedaba la tierra. Además, le perdí todo mi interés desde que el padre Rentería me aseguró que jamás conocería la gloria. Que ni siquiera de lejos la vería… Fue cosa de mis pecados; pero él no debía habérmelo dicho. Ya de por sí la vida se lleva con trabajos. Lo único que la hace a una mover los pies es la esperanza de que al morir la lleven a una de un lugar a otro; pero cuando a una le cierran una puerta y la que queda abierta es nomás la del infierno, más vale no haber nacido… El cielo para mí, Juan Preciado, está aquí donde estoy ahora.
”
”
Juan Rulfo (Pedro Páramo)
“
Ojalá enloquezca o muera pronto. No es posible continuar así, tan sola, viviendo y llorando. Y en resumen ¿qué quiero? Ah, no sé, no sé. Tal vez no quiera nada. Pero un gran vacío, un bicho que es vacío me muerde. Siento que me duele el corazón. Y no hay solución para mí.
Ahora sí, ahora conozco la soledad de mi infancia. Como si hubiera nacido del aire, como si hubiera quedado huérfana el día de mi nacimiento. Por eso mis padres me son extraños. Y todavía exigen de mí. Ellos, que nada han sido para mí.
”
”
Alejandra Pizarnik (Diarios)
“
Mi cuerpo es un regalo de mis padres.
El templo de mi alma, mi mente, mi corazón.
Mi cuerpo es orgullo,
un retrato de mi tierra,
una canción de amor.
Mi cuerpo no es tuyo para juzgar.
No es tuyo para decidir.
Ni tuyo para criticar.
Es mío, solo mío, y de nadie más.
”
”
Mayra Cuevas (Does My Body Offend You?)
“
Cuando me enamoro de mis compañeritos de escuela, rezo para que me vean cómo una nena. Cuando comienzo a florecer, rezo para que las tetas me crezcan durante la noche, para que mis padres me perdonen, para que me nazca una vagina entre las piernas.
Pero no. Entre las piernas tengo un cuchillo
”
”
Camila Sosa Villada (Las malas)
“
¡Oh, gracias a Dios, Liam está aquí! Mi ritmo cardíaco comenzó a disminuir, mientras lo sentía presionar sus labios contra mi cuello, respirar lentamente y tranquilizarme acariciando mi espalda. Traté de igualar mi respiración con la suya. Me concentré en la sensación de los latidos de su corazón constantes contra mi pecho y las manchas negras poco a poco empezaron a desvanecerse. Después de unos minutos recuperé el control de mis brazos y los envolví apretadamente alrededor de su cintura, aferrándome a él como si fuera la única cosa que impidiéndome caer al borde de un abismo. Mi padre iba a volver, pero estaba con Liam, que no dejaría que nada me hiciera daño, lo sabía. Así que empecé a sentirme segura en sus brazos. Después de lo que pareció una eternidad, fui capaz de inclinarme hacia atrás para mirarlo...
”
”
Kirsty Moseley
“
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
”
”
Jorge Luis Borges
“
—Hola, quiero ingresar en los X-men. —¿Qué poder tiene? —Tengo 45 años y sigo viviendo con y de mis padres. —Pasa, serás Superman Tenido.
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”
Berto Pedrosa (1200 Chistes para partirse: La colección de chistes definitiva (Spanish Edition))
“
Fui educada este año.
Por todos.
Por mi hermano pequeño...
por The Avett Brothers...
por mi madre, mi mejor amiga, mi
maestro, mi padre,
y
por
un
chico.
un chico del que estoy seriamente, profundamente, locamente,
increíblemente e indudablemente enamorada...
Fui muy educada este año.
Por un niño de nueve años de edad. Él me enseñó que está bien vivir la vida un poco hacia atrás.
Y cómo reír
Ante lo que podría pensar
Que no se puede reír.
Fui educada este año
¡Por una banda!
Me enseñaron cómo encontrar esa sensación de sentir otra vez.
Me enseñaron cómo decidir qué
ser
Y serlo.
Fui educada este año.
Por una paciente de cáncer.
Ella me enseñó mucho. Todavía
me sigue enseñando mucho.
Me enseñó a cuestionar.
Para nunca lamentar.
Me enseñó a empujar mis límites,
porque para eso es por lo que están allí.
Ella me dijo que tengo que encontrar un equilibrio entre la cabeza y el corazón.
Y entonces,
me enseñó cómo hacerlo...
Fui educada este año
Por una Niña de Acogida
Ella me enseñó a respetar a la mano con la
fui tratada.
Y a ser agradecida de que incluso fui tratada con una mano.
Me enseñó que la familia
No tiene porque ser la sangre.
A veces, tu familia
son tus amigos.
Fui educada este año
Por mi maestro
Él me enseñó
que los puntos no son el punto, el punto es poesía...
Fui educada este año
Por mi padre.
Él me enseñó que el héroe no siempre es invencible
Y que la magia
está dentro de mí..
Fui educada este año
por
un
Chico.
un chico del que estoy seriamente, profundamente, locamente, increíblemente e indudablemente enamorada....
Y me enseñó lo más importante
de todas las cosas...
A poner énfasis
Sobre la vida
”
”
Colleen Hoover (Slammed (Slammed, #1))
“
mi desventura, tanta que la deben de haber llorado mis padres y sentido mi linaje, sin poderla aliviar con su riqueza; que para remediar desdichas del cielo poco suelen valer los bienes de fortuna.
”
”
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
“
Soy uno/a con la vida, y toda la vida me ama y apoya. Por eso tengo derecho a tener un corazón lleno de amor que esta abierto a los demás. Todos actuamos lo mejor posible en cualquier momento, incluso yo. El pasado a quedado atrás y ya no volverá. Yo no soy mis padres ni manifiesto sus patrones de resentimiento. Tengo mi propio y único ser, y elijo abrir mi corazón para que se llene de amor, compasión y compresión, y expulsar de el todos los recuerdos dolorosos del pasado.Tengo la libertad para ser todo cuanto puedo ser. Esta es la verdad de mi ser, y la acepto tal como es. En mi vida todo va bien.
”
”
Louise L. Hay (Tu felicidad empieza ahora : alcanza la plenitud aprendiendo a utilizar las afirmaciones)
“
He interpuesto entre mis padres y yo tal abismo de sofisticación que para ellos ya no es posible tocarme o llegar a mí de ningún modo. (...) ¿Soy mejor que ellos? Decididamente no, aunque tal vez sí más afortunada.
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Sally Rooney
“
¿Por qué necesitaba tanto ser exitosa? Terminé reconociendo para mis adentros que, en realidad, buscaba en el éxito la aceptación de las personas, y en la aceptación de las personas proyectaba la que no había obtenido de mis padres".
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Anna K. Franco (Serás)
“
Al final la vida nos da la oportunidad de mirarnos en el espejo y vernos de verdad. Sucede pocas veces. En algunos casos se trata de situaciones grandilocuentes en las que uno supera la adversidad. Otras, solamente nos vemos, como me vi yo en aquel momento. Era una persona fuerte; mis padres me habían educado para serlo. «Sé independiente», «sé tú misma». Y lo era, con las cosas buenas y las cosas malas, pero incluso en las malas había aprendido. El último año me había servido para quitarme del todo ese cascarón que me impedía llegar a ser quien realmente soy. Ni mejor ni peor. Menos autoexigente porque, ¿qué problema había en no ser perfecta? Nadie puede serlo y correr detrás de ese objetivo la hace a una sumamente infeliz. A pesar de ello, me empeñaba en verme a mí misma a través de un cristal distorsionado, porque creo que era mucho más fácil creerme a pies juntillas que necesitaba desesperadamente ciertas cosas para regir mi vida que ver que a nuestro alrededor (por norma general) solo tenemos lo que elegimos. Y hay que elegir siempre por uno mismo.
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Elísabet Benavent (Alguien como yo (Mi elección #3))
“
Por ella dejé la casa de mi padre,[24] y por ella me puse en este traje, para seguirla dondequiera que fuese, como la saeta al blanco o como el marinero al norte. Ella no sabe de mis deseos más de lo que ha podido entender de algunas veces que desde lejos ha visto llorar mis ojos.
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”
Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha: Edición anotada (Spanish Edition))
“
Yo había estado en otros pueblos de los que me había ido sin parecer un lloricas. Así había sido varias veces: mi madre tenía una nueva plaza, hacíamos el equipaje y nos íbamos, sin más. Viajaba contento y a salvo porque «mi patria», como decía mi padre, cabía «en un utilitario pequeño». No solo es que con cada nuevo destino nos acercáramos más al puñetero Madrid, o sea, a mi padre. Sino que, de algún modo, también sentía que todas las cosas imprescindibles para mi vida estaban en ese coche: mi madre, mis hermanas, mis cosas, mis tebeos.
Pero llega una edad en la que te das cuenta de que hay un tam-tam apache que te llama, una edad en la que amplías esa patria que decía papá. O, directamente, la cambias.
Y entonces sales y compruebas que las cosas imprescindibles no tienen necesariamente tu sangre, ni tu apellido, ni tu mismo techo, ni el mismo destino que tu madre. Lo de fuera empieza a ganarle terreno a lo de dentro. Tu casa es un espacio borroso como un día de niebla que va desde los caminos hasta las riberas. Tu familia son también los amigos, un tendero cojo, los gatos del vecino. Y las lecciones no son cosa de una maestra, sino de una sorda o de una niña que te cobra un duro por enseñarte el culo.
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Pedro Simón (Los ingratos)
“
Tengo las piernas cortas y retorcidas, y me cuesta caminar. Necesito una silla de montar especial para no caerme del caballo. Por cierto, la diseñé yo mismo, ya que hablamos del tema. Tenía que elegir entre eso o ir en poni. Tengo fuerza en los brazos, pero también son cortos. Nunca seré un espadachín. Si hubiera nacido en una familia de campesinos seguramente me habrían abandonado a la intemperie para que muriera, o me habrían vendido como monstruo de feria. Pero soy un Lannister de Roca Casterly, y eso que se perdieron las ferias. Se esperan cosas de mí. Mi padre fué Mano del Rey veinte años. Después resulta que mi hermano mató a ese mismo rey, ironías de la vida. Mi hermana se casó con el nuevo rey, y ese odioso sobrino que tengo será rey tras su muerte. Debo hacer algo por el honor de mi casa, ¿no te parece? Pero, ¿qué? Puede que tenga las piernas cortas en relación con mi cuerpo, pero la cabeza la tengo demasiado grande, aunque prefiero pensar que es del tamaño adecuado para mi mente. Tengo una idea bastante precisa de cuáles son mis puntos fuertes y mis puntos débiles. Mi mejor arma está en mi cerebro. Mi hermano tiene su espada, el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente...Pero una mente necesita de los libros igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo...Por eso leo tanto, Jon Nieves.
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George R.R. Martin
“
Estaba allí por decisión propia, a pesar de que mi escepticismo fuera cada vez mayor, a pesar de que en secreto deseara escaparme por la vergüenza que sentía desde que mis padres habían descubierto que era gay. Había invertido demasiado en mi vida actual como para dejarla atrás; tanto en mi familia como en el Dios que había conocido desde que era pequeño y que cada vez veía más borroso.
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Garrard Conley (Boy Erased: A Memoir of Identity, Faith, and Family)
“
En esos momentos desearía creer que existe algún tipo de vida después de la muerte, y que en otro universo, tal vez en un pequeño planeta rojo donde no tenemos piernas sino colas, donde chapoteamos por la atmósfera como focas y el aire, compuesto de trillones de moléculas de proteínas y azúcar, es nuestro alimento, y todo lo que hay que hacer para seguir vivo y sano es abrir la boca e inhalar, tal vez estáis los dos juntos. O tal vez él está aún más cerca y es ese gato gris que se sienta en el alféizar de la ventana de nuestros vecinos y ronronea cuando alargo la mano para tocarlo; tal vez es el cachorro que tira de la correa de otro de mis vecinos, o el niño de dos años que vi correr por la plaza hace un par de meses gritando regocijado mientras sus padres resoplaban detrás de él, o esa flor que se ha abierto de pronto en el rododendro que había dado por muerto; tal vez es esa nube, esa ola, esa lluvia, esa niebla. De modo que intento ser amable con todo lo que veo y en todo lo que veo lo veo a él.
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”
Hanya Yanagihara (Tan poca vida)
“
Pero ¿Dónde estaban mis amigos y familiares? No había tenido un padre que cuidase de mi infancia, ni una madre que me bendijese con sus sonrisas y caricias; y si los tuve, toda mi vida pasada no era sino tiniebla, un ciego vacío que no distinguía nada. Desde el principio de mis recuerdos, había sido como era entonces en estatura y proporción. Hasta ahora, nunca había visto a un ser que se pareciese a mí ni pretendiese contacto alguno conmigo. ¿ Qué era yo? La pregunta me surgía una y otra vez, sólo para contestarla con gemidos
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Mary Wollstonecraft Shelley (Frankenstein)
“
Mi Vida es un exquisito secreto […] No concebiré hijos de la carne –pero conozco un sagrado Consuelo. Dios me ha dispuesto para la Concepción de una especie diferente. Mis hijos son de la Mente –mi Gestación es perpetua–, mi Éxtasis es del alma. Doy la bienvenida a las jubilosas labores que separan al poema de su creador; como Partera, ¡sólo lo divino! Que las épocas tomen la medida de la Fecundidad, y que el Futuro juzgue si esta elección –si lo es– fue acertada. Yo le explicaría estas Cosas a mi Padre –si pudiera– pidiéndole paciencia por la Cosecha”.
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Emily Dickinson (Cartas de Emily Dickinson: un campo minado (Pequeños Grandes Ensayos) (Spanish Edition))
“
Entre los dos, mis padres tenían unos siete mil libros. Cada vez que nos mudábamos de casa, un carpintero construía medio kilómetro de estanterías; cada vez que nos íbamos, los nuevos dueños las arrancaban. Para mí las paredes de los demás estaban desnudas. Las nuestras no eran telones de fondo blancos y sosos para colgar cuadros, eran obras de arte por sí mismas, mosaicos desde el suelo hasta el techo cuyos azulejos de colores vívidos eran rectángulos delgados, agradables al tacto e incluso, si a uno le gustaba la fragancia polvorienta del papel viejo, al olor.
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Anne Fadiman (Ex Libris: Confessions of a Common Reader)
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—Vi a mi madre en su ataúd—dijo por fin—. Las mujeres le habían trenzado el pelo para que tuviera un aspecto decoroso, pero mi padre no lo permitió. Quería verla por última vez tal como era para él. Fue personalmente al ataúd, le deshizo las trenzas y extendió la cabellera con las manos, cubriendo la almohada.
Hizo una pausa; su pulgar quedó inmóvil.
—Yo estaba allí, quieto en el rincón. Cuando todos salieron para recibir al cura me acerqué sigilosamente. Era la primera vez que veía a una persona muerta.—Dejé que mis dedos se cerraran sobre su antebrazo.— Una mañana mi madre me dio un beso en la frente; luego volvió a colocarme la horquilla que se me había desprendido de mi pelo ensortijado y salió. Jamás volví a verla. La velaron con el ataúd cerrado.
—¿Era…ella?
—No.—Contemplaba el fuego con los ojos entornados—. No del todo. Se le parecía, pero nada más. Como si alguien la hubiera tallado en madera de abedul. Pero su pelo… eso aún tenía vida. Eso todavía era…ella.
Lo oí tragar saliva y carraspear un poco.
—La cabellera le cruzaba el pecho, cubriendo al niño que yacía con ella. Pensé que a él no le gustaría sofocarse de ese modo. Y retiré las guedejas rojas para dejarlo a la vista. Mi hermanito, acurrucado en sus brazos, con la cabeza en su seno, abrigado y en sombras bajo la cortina de pelo. Y enseguida pensé que no, que estaría más contento si lo dejaba así. Y volví a alisar la cabellera de mi madre para cubrirle la cabeza.
Su pecho se elevó bajo mi mejilla. Deslizó lentamente las manos por mi pelo.
—No tenía una sola cana, Sassenach. Ni una.
Ellen Fraser había muerto de parto a los treinta y ocho años. Mi madre, a los treinta y dos. Y yo… yo tenía la riqueza de todos esos años largos que ellas habían perdido. Y más aún.
—Para mí es un gozo ver cómo te tocan los años, Sassenach—susurró—, pues significa que vives.
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Diana Gabaldon (The Fiery Cross (Outlander, #5))
“
A partir de entonces, iban a ser mis padres los que tomaran decisiones sobre mi existencia. En aquel universo privado lo de menos eran las razones, las excusas que me dieran para controlarme. Lo importante era la renuncia, la sumisión a un poder ajeno, impuesto y absoluto, que exigía la entrega de lo íntimo en nombre de los sagrados valores de obediencia familiar. Se suponía que yo debía aprender a negarme a mí misma y a amoldarme, a aceptar normas y convenciones por incomprensibles que parecieran. Y aquella exigencia se justificaba en la seguridad de su criterio, tan aplastante que rechazaba la existencia de cualquier otro.
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”
Lucía Etxebarria (Beatriz y los cuerpos celestes)
“
En teoría, me gustaría llevar una vida transparente. Me gustaría que mi vida fuera tan clara como un cristal, sin nada vergonzoso ni sombras oscuras. Eso es lo que me gustaría. Pero si soy completamente honesta, tengo que admitir secretos demasiado dolorosos incluso para contármelos a mí misma. Hay cosas en las que pienso en la profunda oscuridad de la noche, terrores secretos. ¿Por qué son secretos? Podría contarles fácilmente cómo me siento a cualquiera de mis padres, pero ¿qué me dirían? ¿No te preocupes, cariño, haremos todo lo posible para no morirnos nunca? ¿Nunca jamás te abandonaremos, ni tendremos cáncer ni pasaremos por delante de un autobús ni moriremos de viejos? ¿No te dejaremos sola para que recorras este mundo tan complicado sin nosotros?
Me dejarán. Es lo primero que aprendes que hace que dejes de ser un niño. Algún día yo también moriré, pero eso no me asusta ni la mitad que lo de que me dejen sola. Esa es mi oscuridad. Nada ni nadie puede consolarme.
Odiaría tener unos padres que estuvieran siempre vigilándome, leyendo mi diario, controlando lo que pienso. Detestaría estar expuesta. Así que, tal vez, cuando digo que desearía ser un cristal, estoy mintiendo. Deseo que no me conozcan del todo de la misma forma que anhelo que alguien me conozca.
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”
Meg Rosoff (Picture Me Gone)
“
—El día que conocí a tu madre, sabía que estaría en mi vida para siempre. Había algo sobre ella y supe que me estaba enamorando ese primer día. Te hacía querer ser mejor, tratar de ser digno de su amor. Lamentablemente, tu padre pensaba lo mismo, nadie entendía por qué cambió drásticamente, excepto yo. A pesar de que ella estaba conmigo, dejó de beber, dejó de dormir con otras chicas, es como si lo hubiera hecho madurar al instante y convertido en el tipo que finalmente quería ser para que pudiera tener una oportunidad con ella. Siempre tuve miedo de perderla por él algún día, es como si me diera cuenta de que era una cuestión de cuándo, no de sí. Pero tu madre era diferente, yo había salido con muchas chicas, pero realmente no me importaba si estaban allí o no. Eran sólo alguien para tratar de llenar el dolor de perder a mi padre. Así que cuando me reuní con ella y se dio cuenta de mis sentimientos, luché por mantenerla tanto tiempo como pude. No se lo digas a tu mamá, pero Chase y yo constantemente peleábamos por ella cuando no estaba cerca. Infierno, incluso peleábamos por ella cuando estaba cerca. Sabíamos que cualquiera de nosotros podría tener a cualquier chica que quisiéramos, pero sólo queríamos a Harper. Así que, por supuesto, siendo nosotros, las palabras se utilizaron en puños y volaban cuando nos quedábamos solos. No le dije esto, pero ya sabía lo que había pasado con tu padre antes de que ella me lo dijera. Cuando llegué a casa de la rotura, y Chase no me molestó de nuevo, sabía que algo había pasado. Sólo no sabía qué todavía. Pero ¿sabes qué pequeño hombrecito? No puedo ni siquiera estar loco sobre eso más, porque si no hubiera pasado, no estarías aquí ahora.
Besó suavemente a nuestro hijo de tres meses quien estaba completamente cautivado en sus historias y señaló la última foto en el libro.
—Y él te amaba y a tu mamá, muchísimo. Siempre voy a recordarte eso, pero desearía que hubieras podido reunirte con él.
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Molly McAdams (Taking Chances (Taking Chances, #1))
“
Que el islam sea feminista es una mentira como una catedral que también defienden expertas en la materia que no han nacido ni vivido en el mundo musulmán. Estudiosas supuestamente objetivas defienden en medios de difusión muy poderosos que la religión de nuestros padres es una especie de paraíso para las mujeres. Y yo sin enterarme. Llevo toda la vida creyendo que si en los textos sagrados se afirma que tengo que obedecer a mi marido, que valgo la mitad que mis homólogos masculinos o que mi sexualidad debe ser vigilada es porque el islam es machista, y ahora resulta que académicas de renombre me sueltan un sermón para convencerme de todo lo contrario. Debo de ser muy ignorante para no haber reconocido las virtudes del mensaje divino.
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Najat El Hachmi (Siempre han hablado por nosotras)
“
Entrañado en la oscuridad pecaminosa estuve yo también, concebido no engendrado. Por ellos, el hombre con mi voz y mis ojos y una mujer fantasmal de aliento a cenizas. Se ayuntaron y desjuntaron, cumplieron la voluntad del apareador. Desde antes de los tiempos Él me dispuso y ahora no puede disponer lo contrario ni nunca. Una lex eterna Le atenaza. ¿Es ésa pues la divina sustancia en la que el Padre y el Hijo son con-sustanciales? ¿Dónde está el pobre de Arrio para meterse dentro y ver qué pasa? Guerreando de por vida por la contransmagnificandjudeogolpancialidad. ¡Aciago heresiarca malogrado! En un excusado griego exhaló su último suspiro: euthanasia. Con mitra de abalorios y con báculo, instalado en su trono, viudo de una sede viuda, con omophonon envarado, con posaderas aglutinadas.
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James Joyce (Ulises (Spanish Edition))
“
Mi padre me dijo que leyera mucho ante todo. Sobretodo que viera en la lectura no una oblicación sino un goce. Creo que la frase lectura obligatoria es un contrasentido. La lectura no debe ser obligatoria. Podemos hablar de placer obligatorio. ¿Y por qué? El placer no es algo obligatorio; es algo que buscamos. ¿Felicidad obligatoria? La felicidad la buscamos también.
Pues bien, yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la facultad de Filosofía y Letras en la universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: Si un libro les aburre, déjenlo. No lo lean por que es famoso. No lean un libro porque es moderno. No lean un libro porque es antiguo.
Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo aunque ese libro sea "El Paraíso Perdido" o "El Quijote". Si un libro es tedioso seguro ese libro no fue escrito para ustedes. La lectura debe ser una forma de felicidad...
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Jorge Luis Borges
“
que no conmovieran, especialmente entre las enviadas a casa de los padres. En esta carta se decía poco de las molestias sufridas, de los peligros afrontados o de la nostalgia a la cual había que sobreponerse; era una carta alegre, llena de descripciones de la vida del soldado, de las marchas y de noticias militares; y sólo hacia el final el autor de la carta dejó brotar el amor paternal de su corazón y su deseo de ver a las niñas que había dejado en casa. "Mi cariño y un beso a cada una. Diles que pienso en ellas durante el día, y por la noche oro por ellas, y siempre encuentro en su cariño el mejor consuelo. Un año de espera para verlas parece interminable, pero recuérdales que, mientras esperamos, podemos todos trabajar, de manera que estos días tan duros no se desperdicien. Sé que ellas recordarán todo lo que les dije, que serán niñas cariñosas para ti, que cuando vuelva podré enorgullecerme de mis mujercitas más que nunca.” Todas se conmovían algo al llegar a esta parte, Jo no se avergonzó de la gruesa lágrima que caía sobre el papel blanco, y Amy no se preocupó de que iba a desarreglar sus bucles al esconder la cara en el seno de su madre y dijo sollozando: -¡Soy egoísta! Pero trataré de ser mejor para que no se lleve un chasco conmigo. - ¡Trataremos todas! -exclamó Meg -. Pienso demasiado en mi apariencia y detesto trabajar, pero no lo haré más si puedo remediarlo. -Trataré de ser lo que le gusta a él llamarme "una mujercita", y no ser brusca y atolondrada; cumpliré aquí con mi deber en vez de desear estar en otra parte -dijo Jo, pensando que dominarse a sí misma era obra más difícil que hacer frente a unos rebeldes. Beth no dijo nada, pero secó sus lágrimas con el calcetín del ejército y se puso a trabajar con todas sus fuerzas, no perdiendo tiempo en hacer lo que tenía más cerca de ella, mientras decidía en su corazón ser como su padre lo deseaba cuando al cabo de un
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Louisa May Alcott (Mujercitas / Buenas esposas / Hombrecitos / Los muchachos de Joe)
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Desde la parte de Dios que hay en mí, Yo te bendigo mi casa querida, bendigo cada átomo de cal y arena que te componen, bendigo el techo con me amparas y a mis seres queridos a partir de este momento no cruzará por esta puerta nada que sea diferente a la armonía y perfección de Dios manifestada en Amor puro, no entraran personas ni comidas desagradables, pido humilde y reverentemente a los ángeles de la llama Rosa, a todos los ángeles de la llama azul del Arcángel Miguel que vengan, vengan, vengan y envuelvan ésta mi casa querida, cada puerta y ventana para que cualquier espíritu encarnado o desencarnado que rose con éste manto de protección sagrada, sienta latir en su corazón el amor de Dios y pierda cualquier deseo de dañar la propiedad ajena, invito a todos los seres celestiales a entrar y formar parte de esta casa. A partir de ahora solo entrará el bien, el éxito y la opulencia, Gracias amados Ángeles gracias Padre que así es”. Con esto das por hecho que has colocado un sello de protección
”
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Sandra Castellanos (Ángeles : Tu dulce Compañía)
“
En esos
momentos desearía creer que existe algún tipo de vida después de la muerte,
y que en otro universo, tal vez en un pequeño planeta rojo donde no
tenemos piernas sino colas, donde chapoteamos por la atmósfera como
focas y el aire, compuesto de trillones de moléculas de proteínas y azúcar,
es nuestro alimento, y todo lo que hay que hacer para seguir vivo y sano es
abrir la boca e inhalar, tal vez estáis los dos juntos. O tal vez él está aún más
cerca y es ese gato gris que se sienta en el alféizar de la ventana de nuestros
vecinos y ronronea cuando alargo la mano para tocarlo; tal vez es el
cachorro que tira de la correa de otro de mis vecinos, o el niño de dos años
que vi correr por la plaza hace un par de meses gritando regocijado mientras
sus padres resoplaban detrás de él, o esa flor que se ha abierto de pronto en
el rododendro que había dado por muerto; tal vez es esa nube, esa ola, esa
lluvia, esa niebla. De modo que intento ser amable con todo lo que veo y en
todo lo que veo lo veo a él.
”
”
Hanya Yanagihara (A Little Life)
“
Dry Cicuta está con Pascual. Están en el coche del padre de Pascual. Están frente a la casa de Dry Cicuta. Dry Cicuta dice gracias. Se baja del coche. Está en la puerta de casa. El perro ladra. Dry Cicuta entra. Sus padres lo saludan. Habla con ellos. Piensa: quiero que mis padres mueran para heredar la casa y una suma suficiente de dinero como para vivir durante al menos unos cuantos años sin hacer nada más que nadar en la piscina, pedir comida a domicilio todos los días, leer, escuchar música, escribir literatura, jugar a videojuegos, escribir canciones, subir un álbum a Bandcamp y crear videoclips para cada canción para subirlo también a YouTube, pintar lienzos de todos los tamaños… Se lava las manos en el baño. Se las perfuma con pachulí. Se siente mejor. Sube a su habitación. Gira el pomo. Entra. Cierra. Se santigua mirando a la estantería. Coge un libro. Lo besa. Las cerezas del cementerio, de Gabriel Miró. Lo deja sobre la cama. Vuelve a santiguarse mirando a la estantería. Coge otro libro. Lo besa también. Cicuta Dry, de Camilo José Cela.
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Alexandre Alphonse (Dry Cicuta)
“
Ella insistió en que se fueran juntos de inmediato porque el desayuno estaba servido. 'Era una insistencia rara - me dijo Cristo Bedoya -. Tanto, que a veces he pensado que Margot ya sabiá que lo iban a matar y quería esconderlo en tu casa.' Sin embargo, Santiago Nasar la convenció de que se adelantara mientras él se ponía la ropa de montar, pues tenía que estar temprano en El Divino Rostro para castrar terneros. Se despidió de ella con la misma señal de la mano con que se había despedido de su madre, y se alejó hacia la plaza llevando del brazo a Cristo Bedoya. Fue la última vez que lo vio.
Muchos de los que estaban en el puerto sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar. Don Lázaro Aponte, coronel de academia en uso de buen retiro y alcalde municipal desde hacía once años, le hizo un saludo con los dedos. 'Yo tenía mis razones muy reales para creer que ya no corría ningún peligro', me dijo. El padre Carmen Amador tampoco se preocupó. 'Cuando lo vi sano y salvo pensé que todo había sido un infundio', me dijo. Nadie se preguntó siquiera si Santiago Nasar estaba prevendio, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera.
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Gabriel García Márquez (Chronicle of a Death Foretold)
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personas terminan su vida mucho antes de morir, y sus vidas extendidas solo son una aparición. Tú diste tu último paso hace dos días… y ahora has encontrado la armonía eterna. DOCTORA MANCI SCHWALBOVA, por Alma Rosé, directora de la orquesta femenina de Auschwitz, que falleció el 5 de abril de 1944. A Helena Citron se le apareció su padre en sueños. Le dijo que su hermana Ruzinka se había hecho pasar por gentil, pero la habían encontrado. Al día siguiente, durante el almuerzo, Irena y otras chicas de Humenné miraban por la ventana de los barracones de clasificación y vieron a la hermana de Helena. Era muy raro, porque había llegado el transporte de Hungría. Lo primero que vieron fue el pelo rubio platino de Aviva y después a su madre Ruzinka, que además llevaba a un recién nacido en brazos. «¡Ven! ¡Ven! ¡Helena! —gritaban sus amigas—. Viene Ruzinka.» El sueño se había hecho realidad. Llena de angustia y tristeza, Helena se ocultó tras las montañas de ropa. No quería ver a su hermana antes de que muriera. ¿Para qué? Su mente y su corazón se debatían. ¿Cómo iba a sobrevivir a esto también? «Sabía que había desaparecido mi familia entera: mis tres hermanos, mis padres y mi hermana mayor. Pero ella era la última hermana que me quedaba.» Entonces algo
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Heather Dune Macadam (Las 999 mujeres de Auschwitz: La extraordinaria historia de las jóvenes judías que llegaron en el primer tren a Auschwitz (Spanish Edition))
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No puedo soportar más en silencio. Debo hablar con usted por cualquier medio a mi alcance. Me desgarra usted el alma. Estoy entre la agonía y la esperanza. No me diga que es demasiado tarde, que tan preciosos sentimientos han desaparecido para siempre. Me ofrezco a usted nuevamente con un corazón que es aún más suyo que cuando casi lo destrozó hace ocho años y medio. No se atreva a decir que el hombre olvida más prontamente que la mujer, que su amor muere antes. No he amado a nadie más que a usted. Puedo haber sido injusto, débil y rencoroso, pero jamás inconsciente. Sólo por usted he venido a Bath; sólo por usted pienso y proyecto. ¿No se ha dado cuenta? ¿No ha interpretado mis deseos? No hubiera esperado estos diez días de haber podido leer sus sentimientos como debe usted haber leído los míos. Apenas puedo escribir. A cada instante escucho algo que me domina. Baja usted la voz, pero puedo percibir los tonos de esa voz cuando se pierde entre otras. ¡Buenísima, excelente criatura! No nos hace usted en verdad justicia. Crea que también hay verdadero afecto y constancia entre los hombres. Crea usted que estas dos cosas tienen todo el fervor de “F. W. “Debo irme, es verdad. Pero volveré o me reuniré con su grupo en cuanto pueda. Una palabra, una mirada me bastarán para comprender si debo ir a casa de su padre esta noche o nunca”.
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Jane Austen (Persuasion (Spanish Edition))
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Yo no busco en las personas ni la bondad ni la buena educación siqiera... aunqe creo qe esto último es imprescindible para vivir con ellas. Me gustan las gentes qe ven la vida con ojos distintos qe los demás, qe consideran las cosas de otro modo qe la mayoría... Qizá me ocurra esto pqe he vivido siempre con seres demasiado normales y satisfechos de ellos mismos...Estoy segura de qe mis hermanos o mi padre tienen la certeza de su utilidad indiscutible en este mundo, qe saben en todo momento lo qe qieren, lo qe les parece mal y lo qe les parece bien… Y qe hansufrido muy poca angustia ante ningún hecho. (…) Toda mi vida he estado huyendo de mis simples y respetables parientes… Simples pero inteligentes a la vez en su género, qe es lo qe les hace tan insoportables… Me gusta la gente con ese átomo de locura qe hace qe la existencia no sea monótona, aunqe sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como tú… Personas qe, según mi familia, son calamidades indeseables… (…) ¿qé crees qe dirían mi padre o mi abuelo de ti misma si supieran tu modo real de ser? Si supieran, como yo sé, qe te qedas sin comer y qe no te compras la ropa qe necesitas por el placer de tener con tus amigos delicadezas de millonaria durante tres días… Si supieran qe te gusta vagabundear sola por la noche. Qe nunca has sabido lo qe qieres y qe siempre estás qeriendo algo…
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Carmen Laforet (Nada)
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El teléfono perdió sus terrores, pero a fines de octubre, Carlos Argentino me habló. Estaba agitadísimo; no identifiqué su voz, al principio. Con tristeza y con ira balbuceó que esos ya ilimitados Zunino y Zungri, so pretexto de ampliar su desaforada confitería, iban a demoler su casa.
-¡La casa de mis padres, mi casa, la vieja casa inveterada de la calle Garay! -repitió, quizá olvidando su pesar en la melodía.
No me resultó muy difícil compartir su congoja. Ya cumplidos los cuarenta años, todo cambio es un símbolo detestable del pasaje del tiempo; además, se trataba de una casa que, para mí, aludía infinitamente a Beatriz. Quise aclarar ese delicadísimo rasgo; mi interlocutor no me oyó. Dijo que si Zunino y Zungri persistían en ese propósito absurdo, el doctor Zunni, su abogado, los demandaría ipso facto por daños y perjuicios y los obligaría a abonar cien mil nacionales.
El nombre de Zunni me impresionó; su bufete, en Caseros y Tacuarí, es de una seriedad proverbial. Interrogué si éste se había encargado ya del asunto. Daneri dijo que le hablaría esa misma tarde. Vaciló y con esa voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos.
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Jorge Luis Borges (El Aleph)
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La memoría es ficción. Seleccionamos lo más brillante y lo más oscuro, ignorando lo que nos avergüenza, y así bordamos el ancho tapiz de nuestra vida. Mediante la fotografía y la palabra escrita intento desesperadamente vencer la condición fugaz de mi existencia, atrapar los momentos antes de que desvanezcan, despejar la confusión de mi pasado. Cada instante desaparece en un spolo y al punto se convierte en pasado, la realidad es efimera y migratoria, pura añoranza. Con estas fotografías y estas páginas mantengo vivos los recuerdos; ellas son mi asidero a una verdad fugitiva, pero verdad de todos modo, ellas prueban que estos eventos sucedieron y estos personajes pasaron por mi destino. Gracias a ellas puedo resucitar a mi madre, muerta cuando yo nací, a mis aguerridas abuelas y mi sabio abuelo chino, a mi pobre padre y a otros eslabones de la larga cadena de mi familia, todos de sangre mezclada y ardiente. Escribo para dilucidar los secretos antiguos de mi infancia, definir mi identidad, crear mi propia leyenda. Al final lo único que tenemos a plenitud es la memoria que hemos tejido. Cada uno escoge el tono para contar su propia historia, quisiera optar por la claridad durable de ina impresión en platino, pero nada en mi destino posee esa luminosa cualidad. Vivo entre difusos matices, velados misterios, incertidumbres; el tono para contar mi vida se ajusta más al de un retrato en sepia ...
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Isabel Allende (Portrait in Sepia)
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Pero, incluso desde el punto de vista de las cosas más insignificantes de la vida, no somos un todo materialmente construido, idéntico para todo el mundo y sobre el que cada cual pueda informarse como sobre un pliego de condiciones o sobre un testamento; nuestra personalidad social es una creación del pensamiento de los demás. Incluso el acto tan sencillo que denominamos «ver a una persona conocida» es en parte un acto intelectual. Colmamos la apariencia física de la persona que vemos con todas las ideas que tenemos sobre ella y, en el aspecto total que nos imaginamos, dichas ideas ocupan, desde luego, la mayor parte. Acaban hinchando tan perfectamente las mejillas, siguiendo en una adherencia tan exacta la línea de la nariz, matizando la sonoridad de la voz como si no fuera ésta sino una funda transparente, que, siempre que vemos ese rostro y oímos esa voz, recobramos, escuchamos, dichas ideas. Seguramente, en el Swann que habían concebido, mis padres habían omitido, por ignorancia, infinidad de peculiaridades de su vida mundana gracias a las cuales otras personas, cuando estaban delante de él, veían las elegancias reinar en su rostro y detenerse en su aguileña nariz como en su frontera natural, pero también habían podido acumular en ese rostro desprovisto de su prestigio, vacío y espacioso, en el fondo de sus desdeñados ojos, el vago y grato residuo —recuerdo a medias y a medias olvido— de las horas ociosas pasadas juntos, después de nuestras cenas semanales, en torno a la mesa de juegos o en el jardín, durante nuestra vida de buena vecindad campestre. La apariencia corporal de nuestro amigo había quedado tan colmada con
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Marcel Proust (Por la parte de Swann (En busca del tiempo perdido, #1))
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Cada día progresa el delirio con mayor profusión, se desborda. Un día le digo al niño: ¿Y si formamos una gran familia con mi marido y mi mujer, contigo también? Río con mi travesura. Me emociona vivir con un arado en una mano y una antorcha en la otra. Hago experimentos imaginarios con combinaciones peligrosas. Construyo una pequeña bomba. Le propongo jugar, entrar al poliamor, pero lo hago incumpliendo todas sus reglas. Y estos días a su lado se convierten en una sucesión de breves reflexiones sobre todo lo que no seremos, nuestra diferencia de edad, los límites de la distancia geográfica, lo sexy de la imposibilidad. Él es un recién llegado, mientras yo juego a qué sucedería si dejara por él todo lo que me ha costado años poner en pie. Como estar casado y pedirle matrimonio a alguien, que fue exactamente lo que hizo mi padre. Sé que no lo haré nunca. Que solo estoy esperando que sea real para él para quitarme la máscara y enseñarle la cámara escondida. Y aun así, sin convicción, tejo el vínculo defectuoso entre nosotros, tiro de la lana del ovillo, de la seda pegajosa, el mismo puente que suelo construir “entre mi subjetividad y el resto del mundo, para hacerlo lidiar también a él con mis inseguridades. Pobre, lo hago responsable de mí. Me paso horas mostrando incredulidad ante sus sentimientos imberbes, que no son exagerados y dolientes como los míos, y por eso me saben a poco. No cae en mi trampa. Peleamos mucho y eso me hace sentir más cerca, más comprometida. Jugamos a la fidelidad dentro de la infidelidad, como mi papá con su amante: «Si al volver lo haces con otro que no sea Jaime te jodes». Otra vez descubro cómo me enganchan del amor sus formas reconocibles, tóxicas. Juego a que es verdad, pero en realidad hay en este ejercicio más verdad sobre mí que juego. Una constatación aún más terrible. Y como en toda relación inesperada, hay un gran componente de narcisismo.
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Gabriela Wiener (Huaco retrato)
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Yo afirmo que la Biblioteca es interminable."
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"Nunca se había preguntado Hladík si esa tragicomedia de errores era baladí o admirable, rigurosa o casual. En el argumento que he bosquejado intuía la invención más apta para disimular sus defectos y para ejercitar sus felicidades, la posibilidad de rescatar (de manera simbólica) lo fundamental de su vida. Había terminado ya el primer acto y alguna escena del tercero; el carácter métrico de la obra le permitía examinarla continuamente, rectificando los hexámetros, sin el manuscrito a la vista. Pensó que aun le faltaban dos actos y que muy pronto iba a morir. Habló con Dios en la oscuridad. Si de algún modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor de Los enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificarme y justificarte, requiero un año más. Otórgame esos días, Tú de Quien son los siglos y el tiempo. Era la última noche, la más atroz, pero diez minutos después el sueño lo anegó como un agua oscura.
Hacia el alba, soñó que se había ocultado en una de las naves de la biblioteca del Clementinum. Un bibliotecario de gafas negras le preguntó: ¿Qué busca? Hladík le replicó: Busco a Dios. El bibliotecario le dijo: Dios está en una de las letras de una de las páginas de uno de los cuatrocientos mil tomos del Clementinum. Mis padres y los padres de mis padres han buscado esa letra; yo me he quedado ciego, buscándola. Se quitó las gafas y Hladík vio los ojos, que estaban muertos. Un lector entró a devolver un atlas. Este atlas es inútil, dijo, y se lo dio a Hladík. Éste lo abrió al azar. Vio un mapa de la India, vertiginoso. Bruscamente seguro, tocó una de las mínimas letras. Una voz ubicua le dijo: El tiempo de tu labor ha sido otorgado. Aquí Hladík se despertó.
Recordó que los sueños de los hombres pertenecen a Dios y que Maimónides ha escrito que son divinas las palabras de un sueño, cuando son distintas y claras y no se puede ver quien las dijo. Se vistió; dos soldados entraron en la celda y le ordenaron que los siguiera.
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Jorge Luis Borges (Ficciones)
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Por ejemplo, muchos estudios sobre felicidad matrimonial se realizaban simplemente sometiendo a los cónyuges a diversos cuestionarios. Esto se conoce como el método del autoinforme y, aunque tiene su utilidad, es bastante limitado. ¿Cómo sabemos si una esposa es feliz simplemente porque marca la casilla de «felicidad» en el cuestionario? Las mujeres sometidas en su relación a abusos físicos suelen obtener una calificación muy alta en los cuestionarios sobre satisfacción matrimonial. Sólo cuando una mujer se siente segura y es entrevistada a solas, revela sus sufrimientos. Para remediar estas lagunas en la investigación, mis colegas y yo hemos mejorado los métodos tradicionales estudiando el matrimonio con otros métodos más innovadores y exhaustivos. Actualmente seguimos a setecientas parejas en siete estudios distintos. No sólo observamos a recién casados, sino también parejas más veteranas, con cónyuges de cuarenta a sesenta años de edad. También hemos estudiado matrimonios que acaban de tener su primer hijo, y parejas interactuando con hijos recién nacidos, en edad preescolar o adolescentes. Como parte de esta investigación he entrevistado a parejas sobre la historia de su matrimonio, su filosofía sobre el matrimonio, sus puntos de vista sobre el matrimonio de sus padres. Las he filmado mientras hablaban sobre cómo habían pasado el día, sobre las áreas de continuo desacuerdo en su relación o sobre temas más alegres. Y para obtener una lectura psicológica de su estado de tensión o de relajación, he medido su ritmo cardíaco, su presión sanguínea, su sudoración o la función inmunológica. En todos los casos he permitido que la pareja viera las cintas de vídeo para que expresaran su propio punto de vista sobre lo que pensaban o sentían al ver, por ejemplo, que su ritmo cardíaco o su presión sanguínea subía bruscamente durante una discusión matrimonial. Y he mantenido el contacto con las parejas, estudiándolas al menos una vez al año para ver cómo seguía su relación. De momento mis colegas y yo somos los únicos investigadores que realizamos esta observación y análisis exhaustivo de las parejas casadas. Nuestros datos ofrecen la primera visión real del funcionamiento interno, de la anatomía de un matrimonio. Los resultados de estos estudios, y no mis opiniones, forman la base de mis siete principios para el buen funcionamiento del matrimonio.
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John M. Gottman (Siete reglas de oro para vivir en pareja)
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— ¡Oh Caballero de la Triste Figura!, no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimoñesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre. Y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágines con su rápido y natural curso. Y tú, ¡oh, el más noble y obediente escudero que tuvo espada en cinta, barbas en rostro y olfato en las narices!, no te desmaye ni descontente ver llevar ansí delante de tus ojos mesmos a la flor de la caballería andante; que presto, si al plasmador del mundo le place, te verás tan alto y tan sublimado que no te conozcas, y no saldrán defraudadas las promesas que te ha fecho tu buen señor. Y asegúrote, de parte de la sabia Mentironiana, que tu salario te sea pagado, como lo verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero, que conviene que vayas donde paréis entrambos. Y, porque no me es lícito decir otra cosa, a Dios quedad, que yo me vuelvo adonde yo me sé. Y, al acabar de la profecía, alzó la voz de punto, y diminuyóla después, con tan tierno acento, que aun los sabidores de la burla estuvieron por creer que era verdad lo que oían. Quedó don Quijote consolado con la escuchada profecía, porque luego coligió de todo en todo la significación de ella; y vio que le prometían el verse ayuntados en santo y debido matrimonio con su querida Dulcinea del Toboso, de cuyo felice vientre saldrían los cachorros, que eran sus hijos, para gloria perpetua de la Mancha. Y, creyendo esto bien y firmemente, alzó la voz, y, dando un gran suspiro, dijo: — ¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado!, ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho; que, como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso. Y, en lo que toca a la consolación de Sancho Panza, mi escudero, yo confío de su bondad y buen proceder que no me dejará en buena ni en mala suerte; porque, cuando no suceda, por la suya o por mi corta ventura, el poderle yo dar la ínsula, o otra cosa equivalente que le tengo prometida, por lo menos su salario no podrá perderse; que en mi testamento, que ya está hecho, dejo declarado lo que se le ha de dar, no conforme a sus muchos y buenos servicios, sino a la posibilidad mía. Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes.
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Miguel de Cervantes Saavedra (Don Quijote de la Mancha (Spanish Edition))
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De ahí aquella burla graciosa de cierto bufón. Promete en el teatro revelar en juegos sucesivos el pensamiento y querer de todos. El día convenido, una apiñada multitud, en medio de profundo silencio, contenido el aliento y con ansiedad expectante, oye clamar desde las tablas al mimo gracioso: “Vosotros queréis comprar barato y vender caro”. En esta sentencia del liviano bufón encontraron sus conciencias os espectadores y se manifestó la verdad a sus ojos; sin embargo, sorprendidos por la imprevista salida, todos con entusiasmo aplaudieron. ¿Por qué aquella gran expectación ante la promesa de adivinar los deseos de todos, sino porque es para el hombre secreto recóndito la voluntad de los otros mortales? ¿Acaso ignoraba esto el histrión? ¿Lo desconoce por ventura alguien? ¿Y cuál es la razón, sino porque es dable, sin inconveniente, conjeturar ciertos quereres ajenos, apoyados en nuestra propia experiencia, gracias a la mancomunidad (le instintos o de naturaleza? Pero una cosa es ver la voluntad propia, y otra, aun siendo la conjetura fundada, averiguar conjeturalmente la del prójimo. En las realidades humanas, tan cierto estoy de la fundación de Roma como de la fundación de Constantinopla; Roma la he visto con mis ojos, mientras Constantinopla sólo la conozco por testimonio ajeno. Nuestro bufón, ya se haya visto a sí mismo, ya sea por experiencia adquirida de los hombres, creyó que el deseo de comprar a vil precio y vender caro era a todos común. Pero, siendo en realidad un vicio, puede uno adquirir en este punto la justicia o incurrir en otro extremo vicioso, contrario al anterior, de suerte que le resista y supere. Sé de un hombre que, al serle ofrecido un códice en venta, el propietario, ignorante del precio, le pidió una suma irrisoria; no obstante, el comprador pagó un precio justo, bastante más elevado. ¿Qué decir del mortal sumido en tan profunda insipiencia que vende la heredad de sus padres a precio vil para comprar a precio alzado lo que ha de consumir la libido? Este exceso, a mi ver, nada tiene de increíble. Si los buscamos, no faltarán ejemplos, y aun sin buscarlos es posible se encuentren viciosos mucho más corrompidos que los libertinos fingidos del teatro, que, condenando la declamación o representación escénicas, compran a precio de oro sus estupros y venden sus campos por una nonada. Pródigos he también conocido que compraron más caro de lo usual el trigo para venderlo luego más barato a sus conciudadanos. Aquel dicho del viejo poeta Ennio: “Todos los mortales desean ser alabados”, se basa en la experiencia personal del autor; en los demás lo conjetura, y así parece expresar el deseo de todos los hombres. Si el bululú de marras hubiera dicho: “Todos amáis la alabanza y nadie el vituperio”, parecería expresar el querer de todos los hombres. Pero hay quienes odian los vicios, están descontentos de sí mismos, no aman la lisonja y dan incluso las gracias cuando, con benévola urbanidad, se les reprende, si es la enmienda el fin de la corrección. Si el gracioso actor cómico hubiese dicho: “Todos amáis la felicidad y nadie ansía ser desgraciado”, habría proclamado esta vez una verdad que nadie deja de reconocer en el fondo de su querer, porque, cualquiera que sea su voluntad secreta, no puede declinar de este anhelo, conocido de todos los hombres.
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Anonymous
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En resumen: mi padre podía ser brillante, pero ya estaba viejo para entender mis problemas.
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Fernando Trujillo Sanz (Sal de mis sueños)
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Mi padre tuvo un trabajo en su vida, yo tendré seis trabajos durante mi vida, y mis hijos tendrán seis trabajos al mismo tiempo. —ROBIN CHASE, FUNDADOR DE ZIPCAR
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Diane Mulcahy (La economía gig: La guía completa para obtener un mejor trabajo, tener más tiempo libre y ¡financiar la vida que usted quiere! (Spanish Edition))
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En las decisiones más importantes de tu vida estás sola y que por eso su padre la había educado a no depender de ningún hombre. Pero, claro, yo crecí en un entorno tradicional: me llevaron a un colegio de monjas cuando ya estaban de moda los colegios mixtos y me pasaron un mensaje en una botella: el capitán era siempre el hombre. Sin embargo, en la misma botella también colaron mis padres otro mensaje que iba más con los tiempos: debía estudiar una carrera, llevar un sueldo más a casa, es decir, tener la capacidad de navegar el barco, "por si acaso". Pero sólo por si acaso. Si había que sacrificar tiempo o profesión para seguir al otro, se hacía. Sobre todo al llegar los hijos, convirtiéndote en su tripulación
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Vanessa Montfort (Mujeres que compran flores)
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La escuela nunca había tenido importancia para papá. Mamá nos plantaba y nos trasplantaba siguiendo el ritmo de sus diagnósticos y convicciones, mientras él permanecía en su universo privado, inaccesible, donde sus hijas entraban de vez en cuando como motivos pequeñitos de un cuadro mayor que sólo él conocía. Siempre había dejado esas decisiones en manos de mamá, que lidiaba guerras incomprensibles con los curas y las monjas de los colegios, alentaba rencores con padres y maestros de los que nosotras salíamos exiliadas a un nuevo círculo de desconocidos.
Lejos de ser traumáticas, esas migraciones escolares fueron para mí como pequeñas excursiones en las que aprendí pronto el valor del anonimato; disfrutaba de sentirme al margen de los juegos de las otras niñas, de saberme transitoria en ese lugar. Conocer los ritmos y las formas de otras escuelas me hacía sentirme superior, más allá de las rencillas y miedos particulares que a las otras tanto podían preocupar. Intuía que el verdadero peligro era no saberse el guion o no ejecutarlo con suficiente elocuencia. Con una soberbia protectora que a veces se manifestaba como aislamiento y otras como esporádicos momentos de liderazgo, asombraba a mis maestras por mi capacidad de adaptación y de ganar nuevos amigos cuando para mí eran en realidad como los muñequitos troquelados en papel: perfectos en su mundo circular, todos iguales, todos descartables.
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Betina González (Arte menor)
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orgullo es para cuando se tienen veinte o treinta años. Salir adelante con mis hijos era una obligación, el único escape para que la sociedad no se encarara conmigo y me dedicara la mirada inexorable que se reserva a los padres desalmados. No cabía otra solución y salí adelante. Pero todo fue siempre demasiado obligatorio como para que pudiera sentirme feliz.
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Mario Benedetti (La tregua)
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Mas la sorpresa vino cuando puse atención en lo que esta- ba escrito en el folio mismo del cuadernillo, que separaba el volante. Se leía una lista de libros, donde el número once po- nía: Manuscrito pernicioso de los indios infieles de Ilabaya; y en corchetes le seguía una glosa en tinta azul moderna, hecha con un bolígrafo común de nuestros días: [Arte de los Qui- pus, 1574]. Enseguida saqué la nota de papel que aún conser- vaba arrugada en el bolsillo de atrás de mis vaqueros; la releí con mayor detenimiento y sentí que volvía a ser observada; me giré a mirar hacia la puerta y ésta se cerró con un golpe de viento. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Entonces pensé en cuestión de segundos cuál tendría que ser el paso a seguir. ¿Fotografiar estas listas?, ¿llamar a Salamanca a mi profesora, la doctora Del Pozo?, ¿llamar a Burgos y contárselo a María Con- cepción?, ¿guardar silencio?, ¿comunicarme con el de la carta?, ¿y si era una broma?, ¿quién me gastaría una broma así?, ¿me estaría poniendo a prueba el Padre José?. De pronto, mis pen- samientos consiguieron asociar la palabra ‘Inquisición’ impre- sa en el viejo volante, que hizo de separador en el cuadernillo, con aquella foto del folio de algún Índice colonial, que yo vie- ra en la exposición fotográfica itinerante del Museo de la Santa Inquisición el primer día que llegué al Perú. Yo había estado soñando con poseer ese libro pecaminoso, que supuse un Bes- tiario indiano. Pero el gran pecado del libro de Ilabaya parecía ir por el camino de dar luces a la escritura indígena, idólatra hijastra de Belcebú para ciertos inquisidores. Mi corazón casi detuvo sus latidos. Entonces clavé mis ojos en la poca luz que aún entraba por la claraboya del techo, y luego los cerré. Oí el zumbido de un moscardón, o tal vez sólo le imaginé. Resoplé. O suspiré.
Mis cartas estaban echadas desde un principio".
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Ofelia Huamanchumo de la Cuba (Por el Arte de los Quipus (Spanish Edition))
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ropa bonita a su hija. Pero María no se daba por satisfecha. Creía que merecía algo mucho mejor. Cuando María ya era mujercita, no quería tener nada que ver con los jóvenes de su pueblo. No eran bastante buenos para ella. Muchas veces cuando se paseaba con su abuelita por las afueras del pueblo, decía: —Abuelita, cuando yo me case, voy a casarme con el hombre más guapo del mundo. La abuela movía la cabeza. Pero María miraba a través de la ladera y decía: —Va a tener el pelo tan negro y reluciente como el cuervo que veo posado en aquel piñón. Y cuando se mueva, va a mostrar la fuerza y la gracia del caballo que mi abuelito tiene en su corral. —María —decía la anciana suspirando—, ¿por qué piensas siempre en cómo se ve un hombre? Si vas a casarte con un hombre hay que asegurarte de que sea un buen hombre, de que tenga buen corazón. No te fijes tanto en lo guapo que es. Pero María se decía: —Estas viejitas. Tienen las ideas tan anticuadas. No entienden nada. Un día llegó al pueblo un hombre que parecía ser el mero hombre de quien María hablaba. Se llamaba Gregorio. Era un vaquero del llano al este de la sierra. Sabía montar cualquier bestia. Si tenía un caballo que se amansaba mucho, lo regalaba y se iba para capturar un caballo salvaje. Pensaba que no era varonil montar un caballo que no fuera medio bronco. Era tan guapo que todas las muchachas andaban enamorándose de él. Tocaba la guitarra y cantaba con buena voz. María decidió que ése era el hombre con quien se iba a casar. Pero disimulaba sus sentimientos. Si se encontraban en la calle y Gregorio la saludaba, María volteaba la cara. Si venía a su casa para tocar su guitarra y cantar, ella ni siquiera se asomaba a la ventana. Al poco tiempo Gregorio también se decidió. Se dijo: —Esa orgullosa de María. Es con ella que me voy a casar. Yo puedo conquistar su corazón. Todo resultó tal y como María lo había planeado. Los padres de María no querían que se casara con Gregorio. Le dijeron: —Él no puede ser buen marido. Está acostumbrado a la vida bárbara del llano. No te cases con él. Por supuesto María no les hizo caso a sus padres. Se casó con Gregorio. Por algún tiempo todo andaba bien. Tuvieron dos hijos. Pero después de varios años, Gregorio volvió a su antigua manera de ser. Se mantenía fuera de casa por meses a la vez. Cuando regresaba a casa le decía a María: —Yo no vine a verte a ti. Quiero pasar un rato con mis hijos nomás. Jugaba con los hijos por un tiempo, y luego se iba para pasar toda la noche jugando a las cartas con sus amigos y tomando vino. Y empezó a decir
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Joe Hayes (The Day It Snowed Tortillas / El día que nevó tortilla)
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Tengo dieciocho años. Estoy genéticamente programada para discutir con mis padres
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Kiera Cass (The Heir (The Selection, #4))
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Observar si existe alguna interferencia en la capacidad del adolescente para juzgar y comparar reacciones del mundo externo con las “creaciones” de su propia mente. 7) Esclarecer la actitud del adolescente hacia el futuro: ¿lo considera como algo atractivo o algo atemorizante? 8) Evaluar si existen algunos tipos de ideas que dificultan seriamente la capacidad de funcionamiento del adolescente: ¿puede manejar diversas fantasías e ideas, aunque sean atemorizantes, sin abandonar el deseo de convertirse en adulto? Es bastante normal que los adolescentes se sientan deprimidos a veces, quizás por sentimientos de soledad o de rechazo social, o por haber sido rechazados por la pareja, por sentirse feos o inadecuados con su aspecto, odiar a la escuela o a sus padres. Un momento podrán estar deprimidos y al siguiente estar de excelente ánimo y pensar que todo es perfecto. Cuando la depresión permanece constante y afecta el funcionamiento total del adolescente, uno debe poner especial atención. El aislamiento social y la falta de actividades recreativas pueden ser señales de gravedad. El adolescente que parece haber abandonado su aspecto físico puede indicar que ha perdido la capacidad de cuidarse a sí mismo. Lo anterior no por fuerza indica un riesgo suicida. “El suicidio parece indicar a un adolescente una forma específica de tratar con su agresión y con el miedo que le produce, porque es un ataque real de violencia física contra su propio cuerpo, incluso si la fantasía que lo acompaña lo presenta como un simplemente irse a dormir, como en una sobredosis.”23 Es importante indicar que el suicidio es un acto de violencia que típicamente aparece primero en la adolescencia. Los niños deprimidos tienden a presentar fantasías de suicidio con pensamientos similares a “cuando esté muerto mis padres se arrepentirán de lo que me hicieron y me van a querer aún más”. Sin embargo, en la infancia casi nunca se lleva a cabo el suicidio sino que el verdadero riesgo comienza con la adolescencia.24 El odio hacia uno mismo como persona o hacia su cuerpo también puede ir gestando ideas suicidas. Recordemos que el cuerpo tiene connotaciones estéticas pero también sexuales, y la culpa que sienten los adolescentes por ser “anormales” sexualmente es otro factor que puede desencadenar culpa y odio a sí mismos. Aunque la agresión es un sentimiento presente y activo en todo ser humano, si ésta se ve sofocada en su expresión externa puede ser dirigida contra uno mismo, como una forma de paliar la culpa. Los sentimientos de culpa excesivos son muy difíciles de tolerar, y una salida posible es que el adolescente se lastime a sí mismo, o lastime a su cuerpo,
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Alexis Schreck Schuler (Misión imposible: cómo comunicarnos con los adolescentes (Spanish Edition))
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—Grégory, un día decidí poner a prueba mis miedos y lo mejor era entrar a medianoche en el cementerio para sacar una calavera de una tumba. Nadie me espantó ni me pasó nada. Después de limpiarla, la pinté y la dejé sobre mi escritorio como pisapapeles —contó un día mi padre. Mi
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Juan Pablo Escobar (Pablo Escobar, mi padre (Edición española): Radiografía íntima del narco más famoso de todos los tiempos (PENINSULA) (Spanish Edition))
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Déjame ponerte otro ejemplo de un incidente concreto, uno que me resulta más próximo. Cuando mi esposa tenía ocho años y oía el sonido de las campanillas del camión de los helados bajando por la calle, corría hacia su madre y le pedía una moneda de veinticinco centavos. Su madre contestaba: «Lo siento, cariño, yo no tengo dinero. Ve a pedírselo a papá. Es papá el que tiene todo el dinero». Entonces mi esposa iba a pedírselo a su padre. Éste le daba la moneda, ella iba a comprarse el helado de cucurucho y tan campante. Una semana tras otra se repetía el mismo suceso. Así pues, ¿qué aprendió mi esposa sobre el dinero? En primer lugar, que son los hombres los que tienen todo el dinero. De modo que, una vez que estuvimos casados, ¿qué crees que esperaba de mí? Exacto: dinero. Y ¿sabes qué?, ¡ya no pedía monedas de veinticinco centavos! En cierto modo, se había licenciado. En segundo lugar, aprendió que las mujeres no tienen dinero. Si su madre (la deidad) no lo tenía, era obvio que así es como debería ser ella. Y para validar ese modo de ser se deshacía de forma inconsciente de todo su dinero. Además, lo hacía con absoluta precisión: si le dabas 100 dólares se gastaba 100 dólares; si le dabas 200, se gastaba 200; si le dabas 500, se gastaba 500, y si le dabas 1000, se gastaba 1000. Luego se apuntó a uno de mis cursos y aprendió todo acerca del arte del «apalancamiento» financiero. Entonces le di 2000 dólares, ¡y se gastó 10.000! Traté de explicarle: «No, cariño, «apalancamiento» significa que somos nosotros los que se supone que debemos obtener los 10.000 dólares, no gastarlos». Indudablemente había algo que no estaba asimilando.
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T. Harv Eker (Los secretos de la mente millonaria)
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Clark:
Cuando leas esto habrán pasado unas pocas semanas (incluso con tus dotes organizativas recién
descubiertas dudo que hayas llegado a París antes de comienzos de septiembre). Espero que el café sea
bueno y fuerte y que los cruasanes estén frescos y que aún haga buen tiempo para sentarse fuera, en una de
esas sillas metálicas que nunca quedan del todo firmes sobre la acera. No está mal, el Marquis. El bistec
también está rico, por si te apetece volver más tarde a comer. Y si miras por la calle, a tu izquierda, verás
L’Artisan Parfumeur, donde, cuando termines de leer esta carta, deberías ir a probar el aroma llamado algo
así como Papillons Extrême (no lo recuerdo bien). Siempre pensé que te iría muy bien.
Vale, se acabaron las órdenes. Hay unas cuantas cosas que me gustaría decirte y te las habría dicho en
persona, pero, en primer lugar, te habrías puesto toda sentimental y, en segundo lugar, no me habrías
dejado decir todo lo que quería decir. Siempre has hablado demasiado.
Por tanto, aquí lo tienes: el cheque que recibiste en el sobre inicial de Michael Lawler no era la
cantidad completa, sino solo un pequeño regalo, para ayudarte durante las primeras semanas de
desempleo, y para que fueras a París.
Cuando vuelvas a Inglaterra, lleva esta carta a Michael en su despacho de Londres y te dará los
documentos pertinentes para que tengas acceso a la cuenta que ha abierto en tu nombre. Esta cuenta
contiene lo suficiente para que te compres un lugar agradable donde vivir, para que te pagues la carrera y
para cubrir tus gastos mientras eres estudiante a tiempo completo.
Mis padres ya estarán informados al respecto. Espero que esto, y el trabajo jurídico de Michael Lawler,
simplifiquen los trámites en la medida de lo posible.
Clark, desde aquí casi oigo cómo empiezas a hiperventilar. No te pongas de los nervios ni intentes
regalarlo: no es bastante para que te quedes de brazos cruzados el resto de tu vida. Pero debería ser
suficiente para comprar tu libertad, tanto en lo que se refiere a ese pueblecito claustrofóbico que los dos
consideramos nuestro hogar como a las elecciones que te viste obligada a tomar hasta ahora.
No te doy este dinero porque quiera que te sientas nostálgica ni en deuda conmigo, ni tampoco para
que sea una especie de maldito recuerdo.
Te lo doy porque casi nada me hace feliz a estas alturas, salvo tú.
Soy consciente de que conocerme te ha causado dolor y pena, y espero que un día, cuando estés menos
enfadada conmigo, comprendas que no solo hice lo único que podía hacer, sino que eso te va a ayudar a
vivir una buena vida, una vida mejor, que si no me hubierasconocido.
Te vas a sentir incómoda en tu nuevo mundo durante un tiempo. Siempre es extraño vernos fuera del
lugar donde estábamos cómodos. Pero espero que también te sientas un poco dichosa. Cuando volviste de
hacer submarinismo esa vez, tu cara me lo dijo todo: hay anhelo en ti, Clark. Audacia. Solo la habías
enterrado, como casi todo el mundo.
No te estoy pidiendo que te arrojes de un rascacielos ni que nades junto a ballenas ni nada parecido
(aunque, en secreto, me encantaría pensar que lo estás haciendo), pero sí que vivas con osadía. Que seas
exigente contigo misma. Que no te conformes. Viste con orgullo tus medias de abejita. Y, si insistes en
conformarte con algún tipo ridículo, guarda a buen recaudo una parte de este dinero. Saber que aún tienes
posibilidades es un lujo. Saber que tal vez te las he proporcionado ha sido un gran alivio para mí.
Eso es todo. Te llevo grabada en el corazón, Clark. Desde el primer día en que te vi, con esas prendas
ridículas y esas bromas tontas y tu completa incapacidad para disimular una sola de tus emociones. Has
cambiado mi vida muchísimo más de lo que este dinero cambiará la tuya.
No te acuerdes demasiado de mí. No quiero pensar que te vas a poner sensiblera. Vive bien.
Vive.
Con amor,
Will
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Jojo Moyes (Me Before You (Me Before You, #1))
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Clark:
Cuando leas esto habrán pasado unas pocas semanas (incluso con tus dotes organizativas recién descubiertas dudo que hayas llegado a París antes de comienzos de septiembre). Espero que el café sea bueno y fuerte y que los cruasanes estén frescos y que aún haga buen tiempo para sentarse fuera, en una de esas sillas metálicas que nunca quedan del todo firmes sobre la acera. No está mal, el Marquis. El bistec también está rico, por si te apetece volver más tarde a comer. Y si miras por la calle, a tu izquierda, verás L’Artisan Parfumeur, donde, cuando termines de leer esta carta, deberías ir a probar el aroma llamado algo así como Papillons Extrême (no lo recuerdo bien). Siempre pensé que te iría muy bien.
Vale, se acabaron las órdenes. Hay unas cuantas cosas que me gustaría decirte y te las habría dicho en persona, pero, en primer lugar, te habrías puesto toda sentimental y, en segundo lugar, no me habrías dejado decir todo lo que quería decir. Siempre has hablado demasiado. Por tanto, aquí lo tienes: el cheque que recibiste en el sobre inicial de Michael Lawler no era la cantidad completa, sino solo un pequeño regalo, para ayudarte durante las primeras semanas de desempleo, y para que fueras a París.
Cuando vuelvas a Inglaterra, lleva esta carta a Michael en su despacho de Londres y te dará los documentos pertinentes para que tengas acceso a la cuenta que ha abierto en tu nombre. Esta cuenta contiene lo suficiente para que te compres un lugar agradable donde vivir, para que te pagues la carrera y para cubrir tus gastos mientras eres estudiante a tiempo completo.
Mis padres ya estarán informados al respecto. Espero que esto, y el trabajo jurídico de Michael Lawler, simplifiquen los trámites en la medida de lo posible.
Clark, desde aquí casi oigo cómo empiezas a hiperventilar. No te pongas de los nervios ni intentes regalarlo: no es bastante para que te quedes de brazos cruzados el resto de tu vida. Pero debería ser suficiente para comprar tu libertad, tanto en lo que se refiere a ese pueblecito claustrofóbico que los dos consideramos nuestro hogar como a las elecciones que te viste obligada a tomar hasta ahora.
No te doy este dinero porque quiera que te sientas nostálgica ni en deuda conmigo, ni tampoco para que sea una especie de maldito recuerdo.
Te lo doy porque casi nada me hace feliz a estas alturas, salvo tú.
Soy consciente de que conocerme te ha causado dolor y pena, y espero que un día, cuando estés menos enfadada conmigo, comprendas que no solo hice lo único que podía hacer, sino que eso te va a ayudar a vivir una buena vida, una vida mejor, que si no me hubieras conocido.
Te vas a sentir incómoda en tu nuevo mundo durante un tiempo. Siempre es extraño vernos fuera del lugar donde estábamos cómodos. Pero espero que también te sientas un poco dichosa. Cuando volviste de hacer submarinismo esa vez, tu cara me lo dijo todo: hay anhelo en ti, Clark. Audacia. Solo la habías enterrado, como casi todo el mundo.
No te estoy pidiendo que te arrojes de un rascacielos ni que nades junto a ballenas ni nada parecido (aunque, en secreto, me encantaría pensar que lo estás haciendo), pero sí que vivas con osadía. Que seas exigente contigo misma. Que no te conformes. Viste con orgullo tus medias de abejita. Y, si insistes en conformarte con algún tipo ridículo, guarda a buen recaudo una parte de este dinero. Saber que aún tienes posibilidades es un lujo. Saber que tal vez te las he proporcionado ha sido un gran alivio para mí.
Eso es todo. Te llevo grabada en el corazón, Clark. Desde el primer día en que te vi, con esas prendas ridículas y esas bromas tontas y tu completa incapacidad para disimular una sola de tus emociones. Has cambiado mi vida muchísimo más de lo que este dinero cambiará la tuya.
No te acuerdes demasiado de mí. No quiero pensar que te vas a poner sensiblera. Vive bien.
Vive.
Con amor,
Will.
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Jojo Moyes (Me Before You (Me Before You, #1))
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Mis padres, siempre cínicos, pretendían ser mi motor motivacional pero en realidad eran mis peores verdugos. Me veían todo el tiempo dibujando. Quizá les hubiese gustado verme haciendo ecuaciones o cálculos cuánticos, pero no. Siempre estaba en mi pieza, haciendo bosquejos raros en cuadernos, creando personajes, haciendo malas caricaturas de los pocos amigos que tenía, inventando historias entre cuadros hechos con regla y tinta china: mis posibilidades no debían distar demasiado de un lápiz, era lo único que debieron tener claro mis viejos.
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Daniel Hidalgo (Manual para robar en el supermercado)
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—He cambiado de opinión. Vámonos.
Jared me engancha de la mano y me devuelve a mi lugar, delante de la puerta de casa de mis padres.
—De eso nada.
—De verdad que quiero irme —le suplico en voz baja.
—Enfréntate a tus miedos, Rocky.
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Joana Marcús (La última nota (Canciones para ella, #1))
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Y tengo miedo de seguir traicionando y al mismo tiempo sé que me toca seguir traicionando. Tengo miedo de la culpa ciega donde nacen los castigos que me autoinflijo por la traición. Pero sé que mis traiciones liberan, que abren paso a la conformación de otros vínculos, especialmente para los de las generaciones de abajo. Los que crecerán. Los que vendrán.
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Alma Delia Murillo (La cabeza de mi padre)
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Mis padres nos recuerdan a menudo, a mis hermanos y a mí, que no tendrán dinero que dejarnos en herencia, pero creo que ya nos han legado la riqueza de su memoria, que nos permite captar la belleza de un racimo de glicinias, la fragilidad de una palabra, la fuerza de la admiración. Más aún, nos ofrecieron pies para caminar hasta nuestros sueños, hasta el infinito. Tal vez nos baste esto como equipaje para proseguir por nosotros mismos nuestro camino. De lo contrario, lastraríamos inútilmente el trayecto con pertenencias que transportar, que cuidar, que mantener.
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Kim Thúy (Ru)
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Recuerdo a Asela, quien a los trece años de edad tenía un tratamiento por una enfermedad de transmisión sexual. Sus padres estaban destrozados. Estaban enojados con Asela. Estaban molestos con la escuela, a la que culpaban por enseñarle sobre las relaciones sexuales. «¿Por qué hizo eso?», se preguntaban. En mi conversación con Asela, me contó del divorcio de sus padres cuando tenía seis años de edad. «Pensé que mi padre se marchó porque no me amaba», dijo. «Cuando mi madre se volvió a casar a mis diez años de edad, sentí que ahora ella tenía alguien que la amara, pero yo todavía no tenía a nadie que me amara. Deseaba muchísimo que me amaran. Conocí a este muchacho en la escuela. Era mayor que yo, pero me gustaba. No podía creerlo. Era amable conmigo y pronto sentí que me amaba de verdad. No quería tener relaciones sexuales, pero deseaba que me amaran». El «tanque de amor» de Asela había estado vacío por muchos años. Su madre y su padrastro proveían para sus necesidades físicas, pero no se daban cuenta de la profunda lucha emocional que se libraba en su interior. Sin duda, amaban a Asela y pensaban que sentía su amor. No fue sino hasta cuando ya era casi demasiado tarde, que descubrieron que no habían estado hablando el lenguaje primario del amor de Asela.
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Gary Chapman (Los 5 lenguajes del amor)
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«Necesitaba un nombre para que mi padre no viera mis poemas en los periódicos. Él le echaba la culpa a mis versos de mis malas notas en Matemáticas. Una vez leí un cuento de Jan Neruda, que me impresionó muchísimo. Cuando tuve necesidad de un seudónimo recordé a aquel escritor desconocido para todos y como un homenaje, y para protegerme de las iras de mi padre, firmé Pablo Neruda. Después este nombre siguió conmigo», explicó el 21 de enero de 1954, en la segunda conferencia del ciclo «Mi poesía», leída en el Salón de Honor de la Universidad de Chile.
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Mario Amorós (Neruda. El príncipe de los poetas. La biografía (Spanish Edition))
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Soy un hombre cerrado, taciturno, poco sociable, descontento, sin que todo ello constituya una infelicidad para mí, ya que es solamente el reflejo de mi meta. De mi modo de vivir en casa se puede sacar alguna deducción. Vivo en familia con personas bonísimas y afectuosas, más extraño que un extraño. Con mi madre no he cambiado en estos últimos años más de veinte palabras de promedio al día; con mi padre, nada más que el saludo. Con mis hermanas casadas y mis cuñados no hablo en absoluto, sin que esto signifique que esté enojado con ellos. El motivo es sencillamente éste: no tengo absolutamente nada que decirles. Todo cuanto no es literatura me hastía y provoca mi odio, porque me molesta o es un obstáculo para mí, por lo menos en mi opinión
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Franz Kafka
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Lvov - Ahora me doy cuenta de mi escasa cultura. Hasta para enseñar a mis niños tengo que refrescar frecuentemente mi memoria y aún a veces repasar mis estudios. Porque, para educar a los hijos, no basta procurarles maestros: hay que ponerles también observadores.
Eso sí: quisiera que fuesen mejores que yo. Es todo lo que deseo.
Levin – Lo principal es la educación moral.
Lvov – La educación moral…es imposible imaginar hasta qué punto es difícil eso. Apenas ha salvado usted una parte, se enfrenta con otra y otra vez comienza la lucha. Si no fuera por el apoyo de la religión, ningún padre podría, con sus medios solamente, llevar adelante la educación de sus hijos.
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Leo Tolstoy
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Existe un bello cuento sufí. Un gran emperador iba al pueblo todos los días en su caballo, en la mañana, cuando estaba saliendo el sol. Era un hermoso ejercicio para él y también una manera de constatar cuánto había crecido su ciudad, cuán bella se estaba volviendo su capital. Había soñado con convertirla en el lugar más bello de la Tierra. Pero algo lo dejaba perplejo… detenía su caballo y observaba a un anciano, que debía tener unos ciento veinte años. El anciano siempre estaba trabajando en su jardín, sembrando semillas, regando los árboles, árboles que durarían cientos de años en llegar a la juventud, árboles que vivirían cuatro mil años. El emperador se sentía perplejo, pensaba: «Este hombre ya casi está en la tumba; ¿para quién está sembrando esas semillas? Nunca verá las flores ni los frutos. Es imposible que el hombre llegue a ver los resultados de su labor». Un día no pudo resistir la tentación. Se bajó de su caballo y se dirigió al anciano: —He estado pasando por aquí todos los días y la misma pregunta me surge cada vez. Pero ahora se me ha hecho imposible no interrumpir su trabajo por sólo un momento. Quiero saber: ¿para quién está sembrando esas semillas? Los árboles madurarán cuando usted ya no se encuentre aquí. El anciano miró al emperador y se rio. Dijo: —Si ésa hubiera sido la lógica de mis ancestros, yo no hubiera podido disfrutar las flores y los frutos de este bello jardín. Yo soy jardinero por tradición, mi padre y mi abuelo sembraban semillas y yo he comido los frutos. ¿Y qué de mis hijos? ¿Y qué de los hijos de mis hijos? Si mi padre y mi abuelo hubieran pensado como usted, no existiría este jardín. La gente viene desde muy lejos a ver este lugar porque tengo árboles que tienen miles de años. Simplemente hago lo que puedo por agradecimiento. Y en cuanto a sembrar semillas… ver brotar las hojas verdes al llegar la primavera es un gozo tal que se me olvida completamente cuántos años tengo. Estoy más joven que nunca. He permanecido joven porque he seguido siendo creativo. La muerte se lleva a las personas que se han vuelto inútiles. Tal vez por eso he vivido tanto tiempo y sigo siendo joven. La muerte es compasiva conmigo porque sigo el ritmo de la vida. La existencia me extrañará; la existencia no es capaz de reemplazar a nadie. Tal vez es por eso que sigo vivo. Pero tú eres joven y haces las preguntas de un hombre que se está muriendo. Y la razón es que no eres creativo. La única manera de amar la vida es creando más vida, volviendo la vida más hermosa, más fructífera, más jugosa. No abandones esta Tierra hasta que no la hayas dejado un poquito mejor que de lo que era cuando naciste. Ésa es la única religión que yo conozco. Todas las otras religiones son falsas.
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Osho (Háblanos del amor. Reflexiones sobre la poesía de Kahlil Gibran: El Profeta)
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«Es mentira que nos hayan exigido mil millones de pesetas», dijo uno de mis tíos a los medios. «¿Cómo reaccionó su padre el pasado viernes?», preguntó un periodista. «En ningún momento tuvo reparo alguno en ser secuestrado. Se vistió, cogió un sombrero y algunos libros y se dirigió a nosotros para que estuviéramos tranquilos», contestó mi padre.
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Gabriela Ybarra (El comensal)
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profundas para mí. No es que no me gustaran, al contrario, debía de ser una bendición encontrar a alguien con quien todo fuese perfecto, pero en mi interior ardían más inquietudes que echarme novia. Y por alguna razón, los comentarios de mi madre me hacían pensar que entablar una relación como la que ella describía y deseaba para mí implicaría renunciar a esas inquietudes. Por otro lado, estaba la parte realista. Yo sabía que el amor no siempre era perfecto. Y lo sabía muy bien. Los padres de Iván estaban divorciados desde hacía cuatro años y veía el sufrimiento que ocasionaba en mi amigo, cómo a veces estaba deprimido o irritable sin que hubiera un motivo aparente. Y aunque yo conocía el motivo, no sabía cómo ayudarle en esos momentos tan delicados. Me limitaba a escuchar. Y lo que oía no era algo que animara a contraer matrimonio. Los padres de Iván mantenían discusiones horribles, desagradables, se decían cosas que un adolescente no debería oír. Me habría encantado ayudar a Iván, con un consejo o alguna sugerencia, pero la verdad es que no tenía ni idea. Mi situación era la opuesta. Nunca había visto a mis padres pelearse. Tenían opiniones diferentes, como todo el mundo, pero siempre las resolvían hablando, sin alzar la voz siquiera. Yo tenía la sensación de
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Fernando Trujillo Sanz (Sal de mis sueños)
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Luego Dios le dio al pueblo las siguientes instrucciones:* 2 «Yo soy el SEÑOR tu Dios, quien te rescató de la tierra de Egipto, donde eras esclavo. 3 »No tengas ningún otro dios aparte de mí. 4 »No te hagas ninguna clase de ídolo ni imagen de ninguna cosa que está en los cielos, en la tierra o en el mar. 5 No te inclines ante ellos ni les rindas culto, porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, quien no tolerará que entregues tu corazón a otros dioses. Extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia de los que me rechazan queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación. 6 Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los* que me aman y obedecen mis mandatos. 7 »No hagas mal uso del nombre del SEÑOR tu Dios. El SEÑOR no te dejará sin castigo si usas mal su nombre. 8 »Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. 9 Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual, 10 pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al SEÑOR tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a tus hijos e hijas, a tus siervos y siervas, a tus animales y también incluye a los extranjeros que vivan entre ustedes. 11 Pues en seis días el SEÑOR hizo los cielos, la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos; pero el séptimo día descansó. Por eso el SEÑOR bendijo el día de descanso y lo apartó como un día santo. 12 »Honra a tu padre y a tu madre. Entonces tendrás una vida larga y plena en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da. 13 »No cometas asesinato. 14 »No cometas adulterio. 15 »No robes. 16 »No des falso testimonio contra tu prójimo. 17 »No codicies la casa de tu prójimo. No codicies la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni ninguna otra cosa que le pertenezca».
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Anonymous (La Biblia en un año NTV (Spanish Edition))
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Quizá penséis que esos eran los peores recuerdos. Pero os equivocáis.
No. Los peores recuerdos eran los de mis primeros años de vida. El lento balanceo y las sacudidas del carromato, mi padre llevando las riendas sueltas. Sus fuertes manos sobre mis hombros, mostrándome cómo debía colocarme sobre el escenario para que mi cuerpo dijera <>, o <>, o <>. Sus dedos colocando bien los míos sobre las cuerdas de su laúd.
Mi madre cepillándome el cabello. Sus brazos rodeándome. La perfección con que mi cabeza encajaba en la curva de su cuello. Cómo por la noche me acurrucaba en su regazo junto al fuego, adormilado, feliz y seguro.
Esos eran los peores recuerdos. Preciosos y perfectos. Afilados como un bocado de cristales rotos. Tumbado en la cama, tensaba todos los músculos de mi cuerpo hasta formar un nudo tembloroso, sin poder dormir, sin poder pensar en otras cosas, sin poder dejar de recordar. Otra vez. Y otra. Y otra.
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Patrick Rothfuss
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Mi hermano Flor, que ahora se llama Rubén, después de haberse cambiado el nombre por razones personales, las cuales respeto, ingresó en el mismo año. Aunque era mayor que yo, fue decisión de mis padres que comenzáramos juntos para dizque hacernos compañía.. Filosofía protectora de los progenitores que había que respetar.
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Héctor del Valle (Ventanas desnudas (Spanish Edition))
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La Identificación Al igual que nuestros hijos, nosotros también hemos librado grandes batallas en nuestra mente y el corazón. Lamentablemente, en la medida en que recibimos luz de parte de Dios, parece que olvidamos la oscuridad de la cual Él nos sacó y cómo fue Él quien nos ayudó a tener el balance en los diferentes aspectos de nuestras vidas. Muchos de nosotros hemos luchado con la inseguridad, la timidez, la falta de carácter, la negligencia, la pereza y tantas otras debilidades de las cuales muchas veces ni siquiera somos conscientes. Reconocerlo, debería producir en nosotros un sentimiento de misericordia hacia nuestros hijos, ya que ellos no son ajenos a estas debilidades. Nuestra tendencia general es a esperar que ellos no manifiesten dichas debilidades, y demandamos de ellos perfección, que debemos reconocer, nosotros mismos no tuvimos a su edad, ni siquiera tenemos en el tiempo presente. La frustración, en muchas ocasiones es manifestada a modo de rebeldía, aislamiento, tristeza o amargura. Es por eso que debemos procurar identificar el origen de las reacciones negativas de nuestros hijos, quienes pueden estar tratando infructuosamente de complacernos, cumpliendo con un estándar inalcanzable aún para nosotros. Pretender que nuestros hijos sean perfectos, solo los aleja de nosotros, pues ellos al ser incapaces de alcanzar nuestras expectativas, se sienten acusados y recriminados por no ser como desearíamos que fueran. Padres, especialmente los creyentes que hoy vivimos bajo un estándar moral distinto, vemos con dolor que ellos no vivan, ni piensen de la misma manera como hoy lo hacemos. Lo anterior describe con claridad cómo fue mi relación con mi hijo mayor por algunos años; el resultado; enemistad, separación, rebeldía e inclinación hacia lo malo. Un día mientras alababa a Dios por medio de canciones que no había escuchado antes, me sentí redargüido por una de ellas en la que reconocía mis propias debilidades; en ese momento me sentí tan identificado con mi hijo adolescente, quien ahora estaba cruzando por todos los conflictos internos que se suelen atravesar en esa edad. Recordaba que a esa misma edad yo había tenido las mismas luchas, los mismos temores y los mismos deseos de ser un buen muchacho, pero los resultados rara vez fueron coherentes con los deseos. Mi corazón se dolió y lloré mucho por él, y desde entonces empecé a experimentar misericordia en lugar de juicio. Ya mi mirada no se centró en sus errores sino en ayudarle a hallar el camino que lo libraría de ellos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido *tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos. Hebreos 4:15-16 (RVR 1960)
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Anonymous
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Con desgano tomó el libro que le había dado para leer: un tratado sobre el origen de los encajes. Ella no era muy lectora, pero quería conformar a la anciana, que siempre la instaba a leer. Armada de paciencia, abrió la página señalada con una ramita de madreselva. “Los encajes —leyó— son maravillosos tejidos; el primer paso fue el llamado ‘cortado’, que se trabajaba cortando la tela entre los bordados. Luego vinieron los calados, que se trabajaban sacando de la trama ciertos hilos, sin conservar más que los precisos para sostener y unir entre sí los puntos del bordado...”. El encaje que tejía su tía era como la historia de los Osorio: los caprichosos calados le daban significado y el diseño más complejo se formaba con los hilos eliminados de la trama; cada tanto, el nudo con que se sostenía un punto suelto dejaba una cicatriz en el diseño. Cicatrices, pensó; cada pérdida familiar, por muerte o por ausencia, marcaba en la trama una cicatriz perdurable. Esta reflexión le despertó una fuerte nostalgia por la familia desmembrada: tíos, primos, hermanos... Recordó con un nudo en la garganta: ¡todos tan lejos! Muchos irrecuperables, algunos con el futuro enajenado. “Mi destino, en cambio, será corriente: me casaré, tendré hijos, cuidaré de mi padre y de mis tías. Seré de aquellos hilos que sostienen la malla”, pensó y un momento después, al emerger del sueño en que había caído, comprendió que la encajera, una vez desaparecida tía Francisca, sería Luz: depositaria de ambiguos misterios, guardiana de tragedias sin nombre. Cómo podría su prima mantener el encaje de la familia, si vivía a tanta distancia —cuando no en otro país—, fue algo que Laura no llegó a preguntarse. El libro se le escurrió de las manos, así que sopló la candela y se cubrió con las sábanas, feliz de descansar de sus obligaciones. Se durmió en la certeza de que siempre habría una mujer señalada para unir los puntos y sujetar la lazada que ========== 02 - El Tiempo De Laura Osorio (Cristina Bajo) - Tu nota en la página 22 | posición 336 | Añadido el viernes, 15 de mayo de 2015 14:15:32 En el proximo libro, tan esperado, es cuando Luz seguirá con el encaje a tanta distancia. Spoiler En Tiempos de Laura Osorio ==========
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Anonymous
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PAPÁ OLVIDA W. Livingston Larned. Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: «¡Adiós, papito!» y yo fruncí el entrecejo y te respondí: «¡Ten erguidos los hombros!» Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. «¿Qué quieres ahora?» te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: «No es más que un niño, un niño pequeñito». Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro.
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Anonymous
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Cuando hubo llegado a la plaza, hace detener en medio de ella su coche, manda cesar el repique de las campanas, y arroja a la calle todo el amueblado de la casa que las autoridades han preparado para recibirle: alfombrado, colgaduras, espejos, sillas, mesas, todo se hacina en confusa mezcla en la plaza, y no desciende sino cuando se cerciora de que no quedan sino las paredes limpias, una mesa pequeña, una sola silla y una cama. Es un espartano, diría otro que yo, que no veo en todos estos miserables manejos sino la insolencia brutal de un bárbaro que insulta a las ciudades, afectando desdeñar sus goces, su lujo y sus usos civilizados. Mientras que esta operación se efectúa, llama a un niño que acierta a pasar cerca de su coche, le pregunta su nombre, y al oír el apellido Rosa, le dice: «Su padre, don Ignacio de la Rosa, fué un grande hombre; ofrezca a su madre de usted mis servicios.»
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Domingo Faustino Sarmiento (Facundo)
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—Ya está. —Mi madre me da la vuelta y deja caer de nuevo mi pelo por la espalda. Me mira pensativa y sé lo que va a decirme—. Cariño,¿puedo darte un consejo de madre?
—No —respondo rápidamente con una sonrisa.
Me devuelve la sonrisa y me sienta en el borde de la cama.
—Cuando te casas, te conviertes en la piedra angular de tu esposo —
me sonríe con afecto—. Deja que piense que manda, que crea que no puedes vivir sin él, pero no permitas nunca que te robe tu independencia o tu identidad, cariño. Los hombres necesitan que les masajeen el ego. —Se ríe—. Les gusta pensar que son ellos los que llevan los pantalones, y debes dejar que se lo crean.
Niego con la cabeza.
—Mamá, no es necesario...
—Sí que lo es —insiste—. Los hombres son criaturas complicadas.
Me río, burlona. No tiene ni idea de lo complicada que es mi criatura.
—Lo sé.
—Y aunque se hacen los valientes y se creen muy hombres, ¡no son nada sin nosotras! —Acerca mi cara colorada a la suya—. Ava, veo que Jesse te quiere, y admiro lo franco que es cuando se trata de lo que siente por ti, pero recuerda quién eres. No dejes que te cambie nunca, cariño.
—No va a cambiarme, mamá.
No estoy en absoluto cómoda con esta conversación, aunque ha dado en el clavo. Después de que Jesse se declarase, mis padres se quedaron dos
días con nosotros, y ahora llevan en Londres desde el miércoles, así que
han visto de sobra cómo es Jesse conmigo (salvo por las cuentas atrás y las distintas clases de polvos). Han visto cómo me colma de atenciones y de
cariño, cómo no se separa de mí, y al menos yo no he ignorado sus comedidas observaciones. Jesse no se ha dado ni cuenta. Mejor dicho, se ha dado cuenta pero le da igual, y yo no voy a decirle nada. Me gusta el contacto constante tanto como a él.
Mi madre me sonríe.
—Quiere cuidar de ti y ha dejado claro que para él lo eres todo. A tu padre y a mí nos hace muy felices saber que has encontrado un hombre que te adora, un hombre que caminaría sobre ascuas por ti.
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Jodi Ellen Malpas (Beneath This Man (This Man, #2))
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Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado. ==========
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Anonymous
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crié en un entorno «hostil» que me hizo ser como soy. No cumplí muchas de las pretensiones de mis adorados padres (los adoro, de verdad) y tuve que demostrarles que se puede ser mujer y tener ideas o sueños diferentes a los de la seguridad de la pareja, la casa y los hijos. Sé que a mi madre le inquieta, de verdad, que me quede sola o que no tenga hijos. Y, sin
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Diana López Varela (No es país para coños: Sobre la necesidad de una sociedad feminista (ATALAYA) (Spanish Edition))
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Lo más difícil fue enfrentarme al dogma de mis verdaderos padres: "No podemos pagar eso". "Deja de pensar solo en ti mismo." ¿Por qué no puedes pensar en los demás?" Ellos usaron estas y otras frases similares para infundirme un sentimiento de culpabilidad y así suprimir mi "avaricia".
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Robert T. Kiyosaki
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—[...] ¿Están las cosas tan mal como parece? ¿O me he vuelto viejo, como mi padre, y a todo le encuentro un sabor amargo comparado con cuando era niño?
Kote se entretuvo frotando la barra, como si se resistiera a hablar.
—Creo que las cosas siempre van mal de un modo u otro —declaró—. Quizá sea que solo nosotros, los mayores, nos damos cuenta.
Graham fue a asentir, pero frunció el entrecejo.
—Pero tú no eres mayor, ¿no? Siempre se me olvida. —Miró de arriba abajo al pelirrojo—. Es decir, te mueves como un viejo y hablas como un viejo, pero no lo eres, ¿verdad? Calculo que tendrás la mitad de mis años. —Lo miró entornando los ojos—. ¿Qué edad tienes, por cierto?
—La suficiente para sentirme viejo —contestó el posadero con una sonrisa que denotaba cansancio.
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Patrick Rothfuss (The Wise Man’s Fear (The Kingkiller Chronicle, #2))
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Sintiendo frío, cerré la ventana y recorrí con la mirada la diminuta habitación con su techo inclinado y su estrecha cama. Sorprendido, comprobé que no habría querido estar en ningún otro sitio de los cuatro rincones. Casi me sentía en casa.
Quizá a vosotros no os parezca extraño, pero para mí sí lo era. Había crecido entre los Edena Ruh, y para mí, el hogar nunca había sido un lugar. El hogar era un grupo de carromatos y canciones alrededor de una hoguera. Cuando mataron a mi troupe, perdí algo más que a mi familia y a mis amigos de la infancia. Fue como si todo mi mundo hubiera ardido hasta los cimientos.
Tras casi un año en la Universidad, empezaba a sentir que pertenecía a ese lugar. Era una sensación extraña, ese cariño a un sitio. En cierto modo era reconfortante, pero el Ruh que llevaba dentro estaba inquieto, pues se rebelaba contra la idea de echar raíces como una planta.
Me quedé dormido preguntándome qué habría pensado mi padre de mí.
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Patrick Rothfuss (The Wise Man’s Fear (The Kingkiller Chronicle, #2))
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creo que la gente se convierte en quien realmente es cuando las cosas se ponen difíciles. Lo he visto de primera mano.Conmigo, con mis padres, incluso con la sociedad. Y sí, Adam es un buen tipo. Realmente lo es. Pero sólo porque sea un buen tipo no lo convierte en el hombre adecuado para mí. Miro hacia arriba
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Anonymous
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Roberts Liardon es uno de los grandes historiadores que se ha dedicado a aquellos que nos han precedido en la cristiandad. Su última edición, Los generales de Dios: Los evangelistas de sanidad, es especialmente conmovedora y más personal para mí debido al hecho de que mis padres también están aquí representados. Me encanta poder hacer referencia a estos libros. Es muy importante estudiar a aquellos que nos han antecedido para aprender de sus increíbles vidas. —Joan Hunter Autora, fundadora y presidente de Joan Hunter Ministries
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Roberts Liardon (Los generales de Dios 4: Los evangelistas de sanidad (Spanish Edition))
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PAPÁ OLVIDA W. Livingston Larned Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. ¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado.
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Dale Carnegie (Cómo ganar amigos e influir sobre las personas: Versión completa)
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Sí, soy un Templario, y no, no va en contra de lo que nuestro padre creía. Desde que me enteré de su afiliación, he visto muchas similitudes entre las dos facciones. He comenzado a preguntarme, dadas mis raíces y mi actual posición en la Orden, si no estoy perfectamente situado para de algún modo unir a los Asesinos y los Templarios…
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Oliver Bowden (Forsaken (Assassin's Creed, #5))
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—Soy el único honorspren que ha venido —dijo Syl—. Yo... —Parecía estar esforzándose por recordar—. Estaba prohibido. Pero vine de todas formas. A buscarte. —¿Me conocías? —No. Aunque sabía que te encontraría. —Sonrió—. Estuve un tiempo con mis primos, buscando. —Los vientospren. —Sin el vínculo, soy básicamente uno de ellos —dijo—. Aunque ellos no tienen la capacidad de hacer lo que nosotros hacemos. Y lo que nosotros hacemos es importante. Tan importante que lo dejé todo, desafiando al Padre Tormenta, para venir. Tú lo viste. En la tormenta.
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Brandon Sanderson (Palabras radiantes (El archivo de las tormentas, #2))
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—Sus soldados abusan de nuestras mujeres —estruja su sombrero y pierde la voz el alcalde Paiva Runhuí—. Me perjudicaron a una cuñadita hace pocos meses y la semana pasada casi me perjudican a mi propia esposa.
—Mis soldados no, los de la Nación —hace gestos apaciguadores el general Victoria—. Calma, calma señor alcalde. El Ejército lamenta muchísimo el percance de su cuñada y hará cuanto pueda para resarcirla.
—¿Ahora le llaman percance al estupro? —se desconcierta el padre Beltrán—. Porque eso es lo que fue.
—A Florcita la agarraron dos uniformados viniendo de la chacra y se la montaron en plena trocha —se come las uñas y brinca en el sitio el alcalde Teófilo Morey—. Con tan buena puntería que ahora está encinta, general.
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Mario Vargas Llosa (Pantaleón y las visitadoras)
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Vivo en una casa en la que una pequeña comunidad de personas descubre continuamente testigos semejantes del Dios vivo en su vida cotidiana, y me los señala con alegría. Ver y encontrar a la Iglesia viva es una tarea maravillosa que nos fortalece y nos hace regocijarnos en la fe una y otra vez. Al final de mis reflexiones quisiera agradecer al papa Francisco todo lo que hace para mostrarnos una y otra vez la luz de Dios, que aún hoy no se ha apagado. ¡Gracias, santo padre!
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Papa Benedicto XVI (Qué es el cristianismo (Spanish Edition))
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Comer, comer, comer.
Obsesión, alivio, consuelo, festejo, vocación, devoción, vida.
A los seis años me obsesioné con un traje de la Mujer Maravilla. No me lo sacaba para nada. Era una malla preciosa: oro, rojo, azul. Corona y muñequeras mágicas, lazo dorado y avión invisible. No era un disfraz, no, yo era Diana Prince, yo era la Mujer Maravilla. Un día, al verme, un amigo de mis padres me empezó a llamar la Mujer Mantequilla. Mujer mantequilla, mujer mantequilla, mujermantequilla.
Me miré al espejo y no vi a Diana Prince, vi lo que él había visto: una niña gorda y ridícula disfrazada de super heroína.
No me lo puse más.
A las niñas nos quitan los superpoderes con espejos.
A los nueve años, mi madre me puso su traje de novia para Halloween. Yo quería ir de princesa. Hubo que subirle un poco el largo y eso es todo. Recuerdo que me apretaba algo en la barriga.
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María Fernanda Ampuero (Visceral)
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A penas llegué a dos o tres capítulos bastante extensos que di a leer a la persona más cercana que tenía en ese momento, a la primera persona a la que le había confesado mi “homosexualidad, una de las primeras amigas que tuve, de esas con las que se comparten los primeros secretos de nuestra vida y nuestra infelicidad, sobre todo.
La novela me dejaba bien parada como una sexy adolescente sin remilgos a la hora de la sexualidad. Lo único que recuerdo con precisión era el momento en el que mi amado profesor de gimnasia me secuestraba para llevarme a vivir a la montaña como una pareja de lobos sin responsabilidades.
Por supuesto, haber confesado aquellas fantasías no fue buena idea. Dizque preocupada por mi enfermedad, es decir mi homosexualidad, los padres se la mostraron a la directora del colegio, la directora del colegio al profesor de gimnasia objeto de mis amores, y luego me llamaro para decirme que no era buena idea andar contando por ahí que era homosexual, y mucho menos escribir una historia como esa. El profesor de gimnasia me volvió invisible, mis compañeros empezaron a rechazarme abiertamente y desde la dirección del colegio amenazaron con contarle todo a mis padres, pues ya no solo era una sospecha mi mariconería. Me quedé sin amigos.
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Camila Sosa Villada (El viaje inútil)
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Todos se detuvieron en silencio junto a una roca grande. Aliosha miró y todo el cuadro de lo que Sneguiriov le había contado hacía tiempo sobre Iliúshechka –de cómo éste, llorando y abrazando a su padre, exclamó: «¡Papi, papi, cómo te ha humillado!»– apareció de golpe en su imaginación. Algo sacudió su alma. Con semblante serio y grave envolvió con la mirada todas las caras luminosas, queridas, de los escolares, de los compañeros de Iliusha, y les dijo: –Señores, me gustaría decirles unas palabras aquí, en este lugar. Los chicos lo rodearon y enseguida fijaron en él sus miradas atentas, expectantes. –Señores, vamos a despedirnos muy pronto. De momento estaré un tiempo con mis dos hermanos, uno de los cuales se va al destierro y el otro está al borde de la muerte. Pero pronto dejaré esta ciudad, quizá para mucho tiempo. Así que tenemos que despedirnos, señores. Decidamos aquí, junto a la roca de Iliusha, que nunca vamos a olvidarnos de Iliúshechka en primer lugar y, en segundo, los unos a los otros. Sea lo que sea lo que nos pase en la vida, aunque estemos veinte años sin vernos, aun así vamos a recordar que hemos enterrado a un pobre niño al que una vez tiramos piedras, ¿lo recuerdan?, ahí, junto a la pasarela, y que después todos lo quisimos. Era un buen niño, un niño valiente y bondadoso, sintió el
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Fyodor Dostoevsky (Los hermanos Karamázov)
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Cuando un hijo no toma de sus padres, los rechaza o juzga, les dice: “Tal como son no los tomo, quiero que sean diferentes”, está atacando el orden. Este hijo no reconoce la realidad: que recibió la vida justo de estos padres y que de ninguna manera puede tener otros padres. En este sentido, todos los padres siempre son los correctos (no los ideales) porque sin ellos no habríamos nacido. Al no tomarlos, el hijo se cierra y se siente vacío y podría llegar a la falta de éxito y plenitud en la vida. Por el contrario, cuando un hijo reconoce: “Ustedes son mis padres y son los correctos para mí, tal como son, y yo soy correcto porque tengo justo estos padres”, entonces un hijo abre su corazón y se siente rico, independientemente de cómo sean sus padres.
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Ingala Robl (Secretos de familia (Spanish Edition))
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Wrap up Bingo
"La Orden del Fénix"
-Albus Dumbledore: Clásico que dé una lección o haga una crítica moral.
Persuasión 3/5
Es una linda historia, aunque me aburrió por momentos, te deja la enseñanza, que tenés que tener más confianza en vos qué en lo que te dicen los demás.
-Minerva McGongall: Un libro feminista o que le dé visibilidad a la mujer.
Orgullo y Prejuicio 5/5
Es una historia clásica de amor, me gusto mucho Elizabeth, lo trascendental de la personalidad de Elizabeth, los cuestionamientos que hace al orden establecido, la rebeldía de una mujer que no quería casarse por comodidad, es muy fuerte y no se calla lo que piensa. Darcy un gran personaje.
-Alastor Moody: Un libro catalogado como polémico.
Mujercitas 3/5
Me gustó, pero no es de mis preferidos, fue un libro polémico, porque fue publicado, en una época que no se hablaba del feminismo, creo muchas controversias que a un existen.
-Potter & Longbottom: Un libro en que la historia esté marcada por la tragedia.
Máscaras 5/5
Uno de mis libros favoritos, la historia de Fern, Ambrose y Bailey es hermosa, aunque me hace llorar mucho, es un lindo libro para que todos lean.
-Sirius Black: Un libro con un protagonista rebelde.
La indomable Sophia 5/5
Me rei mucho con Sophia como se revelaba a las costumbres machistas de su familia, y sobre todo del pobre Charles, que quería domarla, y no lo conseguía.
-Remus y Tonk: Un romance en el que los protagonistas sean de diferentes culturas (o haya prejuicio sociales de por medio).
Por siempre felices, Cinder y Ella 5/5
Me gustó mucho la historia de Ella y Brian (Cinder), lo bueno que es Brian para Ella, como la ayuda enfrentándose a todos los idiotas de Hollywood y al padre de Ella, es una buena lectura para que lean
-Familia Weasley: Un libro en el que la trama afecte a toda una familia.
Hasta que deje de doler 5/5
Violeta y Vincent, se convirtieron en unas de mis parejas favoritas, los ame a ambos. Me entristeció y enterneció como sufrió toda la familia de Vincent, al verlo tan decido a correr todos los riesgos para terminar con su vida. Violeta un gran personaje.
-Kingsley Shaklebolt: Un libro en que el protagonista tenga cualidades de líder.
Belleza cruel 5/5
Nyx me encantó tiene muy buenas cualidades como líder, y me sorprendió como logró todo lo que se proponía.
Me gustó la historia, tenía unos giros que no me esperaba.
-Severus Snape: Un libro en el que el personaje que parecía malo resultase ser bueno.
La bestia 5/5
Me gusto el libro, Kyle resultó ser bueno, al principio parecía un ser despreciable, pero no lo era, todo lo que hace por Will, Lindy y Magda es increible.
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MLG Raven
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Piensa por un momento en lo siguiente: si alguien te prometiera regalarte 1 440 dólares con la única condición que de ese dinero le dieras tan solo 40 dólares, ¿se lo darías? Estoy seguro de que sí, porque a fin de cuentas son solo 40 de 1 440. Por si no lo sabías, Dios cada día nos regala mil cuatrocientos cuarenta minutos. Ahora te pregunto: ¿cuánto de ese tiempo le dedicas Dios para escucharle? Detente y vuelve a escucharle. No esperes a que llegue el momento de la angustia. Recuerda que solo Él puede orientar tu camino para que puedas continuar. «Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis estatutos y no los habéis guardado. Volved a mí y yo volveré a vosotros» (Hebreos 3:7).
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Rodrigo Riaño del Castillo (Diario de un vencedor : 60 acciones transformadoras)
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Cipriano, ni de su sombrero mexicano. Había desaparecido como por arte de magia. El que apareció, también como por arte de magia, fue su padre, agitando la gorra roja para que lo vieran. —¡Lástima de tormenta! Ya las teníais casi ganadas, ¿eh? —dijo Manu. —¡Papá! Nos estaban dando una paliza. Si no llega a ser porque se ha puesto a diluviar, ya habríamos perdido —dijo Sofía. —Pero no es justo —protestó Irene—. Nosotras llevamos entrenando duro todo el año, y ellas han fichado a una rusa gigante para el último partido. Parece un rascacielos. —Bueno, no os preocupéis. El próximo sábado nos traemos la escalera de mano y todo arreglado. O, quién sabe, a lo mejor esta semana pegáis el estirón y os hacéis más altas que la tal Irina —dijo Manu, cogiéndose el cuello con las dos manos y tirando hacia arriba. Las niñas se rieron con las tonterías de su padre y se olvidaron por un momento del partido de baloncesto. Manu y sus hijas salieron del polideportivo y se dirigieron paseando a su coche. Charlaban animadamente sobre el partido cuando, despistados, estuvieron a punto de chocarse de bruces contra un hombre que llevaba dos perros enormes. Al fijarse en él, Manu y las niñas se quedaron helados. El hombre llevaba un sombrero como los de Indiana Jones, del que sobresalía una melena blanca y desordenada que le llegaba hasta los hombros. Llevaba un parche en el ojo derecho y una cicatriz larga y roja le cruzaba la mejilla izquierda hasta la comisura de los labios. El ojo que le quedaba sano era de color negro, tanto como los dos enormes perros que lo escoltaban. Los animales llevaban un collar de pinchos en torno al cuello y estaban sujetos a su dueño por una cadena de metal. El hombre llevaba dos pistolas de agua colgadas del cinturón, y un arco de madera asomaba detrás de su espalda. —Perdone. Mis hijas y yo no le habíamos visto —se disculpó Manu con prudencia, pensando que se habían cruzado con un loco. El hombre permaneció en silencio, mirando a Sofía fijamente. Uno de los perros olfateó el ambiente y lanzó una dentellada al aire en dirección a la niña. El desconocido también olisqueó, imitando a su perro, y dio un paso hacia delante. —Niña ese balón que llevas… ñiiick… Es muy bonito y huele muy bien —dijo el hombre en voz baja. Al hablar rechinaba los dientes y emitía un sonido parecido al que hace un tenedor al rasgar un plato. Ñiiick. —Pues sí, es muy bonito —dijo su padre, poniéndose delante de la niñas—. Sujete bien a sus perros, parecen peligrosos. —Les compro el balón… ñiiick… A mi perro parece que le gusta mucho… ñiiick —dijo el hombre, sin hacer caso a la amenaza de Manu. —Es de mis hijas y no está en venta —dijo Manu—. Vámonos, chicas, se nos hace tarde. Manu y las niñas dieron un pequeño rodeo y se alejaron del hombre, que no paraba de mirar el balón fijamente mientras movía las aletas de la nariz. —¡Como está el barrio, chicas! —dijo Manu cuando se habían alejado un poco del extraño desconocido. —Qué tío más raro. Llevaba unas pistolas de agua en el cinturón. ¿Y por qué querría la pelota? —dijo Sofía. —Ni idea. Me recordaba un poco al director del «cole», solo que todavía más feo —dijo Irene, sintiendo un escalofrío. —¡Hala!
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César García Muñoz (Cipriano, el vampiro vegetariano. (Cipriano, el vampiro vegetariano, #1))